Partida Rol por web

En ocasiones, la vida de una persona dedicada al combate, le preparaba para las emboscadas e incluso las cosas que no podía ver. En aquella ocasión sintieron como el ambiente se enrareció y como el vello de sus nucas se erizó ante este súbito cambio. Oyeron con claridad el leve desenvainar de dos armas y como estas cortaron el aire. De manera mecánica e instintiva, se giraron en redondo con sus armas en alto, lo suficientemente rápido como para ver dos dagas atravesar el aire como flechas. ¿Sus objetivos? El guardia de adusta mirada y el sumo sacerdote. 

Ildyra logró reaccionar con gran velocidad, deteniendo una de las dagas; sin embargo Vicnan no fue tan rápido, siendo incapaz de detener la segunda arma arrojadiza que se clavó profundamente en el cuello del sacerdote. En respuesta, el guardia agarró con suavidad al anciano y con gran cuidado lo depositó en el suelo. Sus manos temblorosas rasgaron su túnica carmesí y con aquel paño improvisado, presiono la borboteante herida de su cuello. 

Mientras tanto, el artífice del ataque, una mujer pelirroja, les observaba con una mirada cargada de orgullo y desdén. A sus pies, completamente degollada se encontraba la segunda guardaespaldas del sacerdote. Con cada latido de su corazón, la sangre manaba creando un manto escarlata que le daría el descanso eterno. Ambos vigilantes fueron testigos de cómo el brillo de su mirada se extinguió poco después, poniendo un punto y final a su corta vida.

En aquel momento, Ayshel, llevada por la furia, clamó  el poder de Iomedae y se abalanzó sobre su nuevo enemigo. Cuando el filo de su espada descendía sobre el rostro de aquella mujer, esta desapareció a ojos vista, provocando que la paladina errara su ataque.

Por fortuna y previsión de Vicnan, el conjuro que le permitía ver a criaturas invisibles, todavía seguía funcionando. Al contrario que sus compañeros observo como aquella mujer, corrió a gran velocidad hacia el interior de la sala. Al final de esta encontró que la estatua había sido movida para dar paso a un pasadizo secreto, el cual su enemigo no dudó en utilizar para huir del lugar. 

¿Habría entrado por esa entrada? ¿Cómo había entrado por allí? ¿Lo haría mientras luchaban contra los guardias?

Vicnan trató de entender lo que estaba pasando. Todo había pasado muy rápido y sus reflejos, aunque afilados gracias a su ascendencia élfica, no fueron suficientemente veloces para adelantarse a los hechos. 

Gracias a la bendición de su diosa, el inquisidor pudo ver por dónde escapó la asesina.

- ¡Ayshel, ayuda al sumo sacerdote! ¡Ildyra, conmigo! -

Su magia tal vez podría ayudar al sumo sacerdote mejor que la paladina, pero no podía dejar escapar a la pelirroja. 

Durante unos instantes la visión de los vigilantes se nublo, el suelo de sus pies desapareció y sintieron su cuerpo atravesar distintos planos de existencia. Cuando sus ojos fueron capaces de percibir su alrededor, se encontraron en una habitación de grandes proporciones. Gran parte de la comitiva enviada a Norul estaba reunida a excepción de Mercer, Ildyra, Vicnan y el antiguo capitán de la guardia, Marcus. 

—Siento haberos traído aquí sin avisar— se disculpó Nalen´Dag con voz cansada—. Sé que la sensación es desagradable, pero ya que estabais en Arcanum no podía evitar aprovechar la situación de reuniros. 

Después de pronunciar aquellas palabras tomó una de las escaleras y subió a la planta de arriba, desapareciendo de la vista de todos. A pesar de ellos fueron capaces de oír el tintinear del vidrio, sin duda estarían tomando pociones o diferentes remedios alquímicos. 

Por otra parte, lo que más llamó la atención al grupo que se había aventurado a la torre arcana, es que el otro grupo llevaba consigo un hombre apresado con grilletes. Su ceño estaba fruncido y miraba a su alrededor con gran recelo. ¿Sería Shandal? Un nuevo vistazo a la gruesa armadura que vestía les bastó para descartar aquella idea. Entonces, ¿quién era?

Poco después el archimago regresó con una bola de gran tamaño de la cual comenzó a sacar diferentes frascos de vidrio, así como instrumental médico y unas arañas inertes compuestas por cristal y un metal rojizo que jurarían era adamantina. Tras esto les tendió un frasco a Agatosh, Caidus, Alya y Balthor. 

—Es un contraveneno—explicó el anciano—. Los necrófagos desprenden una toxina a partir de la cual se sintetiza el veneno que me inoculo Zalgrán durante el combate. Bebedlo. 

» Vamos chicas a trabajar— ordenó instantes después mientras miraba a la mesa. 

Para sorpresa del grupo, los arácnidos de cristal cobraron vida, comenzando a enhebrar el hilo quirúrgico y tomar paños limpios. Con rapidez se subieron a cada uno de los vigilantes, limpiando y remendando cada una de sus heridas. Tras esto Nalen´Dag canalizó un conjuro curativo que terminó de cerrar sus heridas.

Cuando Vicnan la gritó, Ildyra ya estaba entonando una oración* por lo que decidió terminarla, por si acaso, y tras mirar a Ashiel esperando una confirmación, echó a correr detrás de Vicnan.

Ayshel negó frustrada a la hermosa paladina. Al parecer no había funcionado; sin embargo, a pesar de ello, le insto a seguir a su compañero. Tras unos instantes de duda, Ildyra corrió detrás de su compañero hacia el final de la habitación. Allí, la estatua de Iomedae había sido movida, revelando un pasadizo oculto sumido en la oscuridad y cubierto por una ligera capa de agua empantanada. 

Ambos vigilantes tuvieron que hacer un parón en el camino, pues la luz procedente de la sala anterior se consumía pocos metros después. Con gran rapidez Vicnan sacó una antorcha y la prendió, proyectando entonces largas sombras alargadas de sus cuerpos en un robusto portón de acero completamente abierto. Sin dudarlo lo cruzaron y siguieron el eco de las pisadas de su enemigo a lo largo de las frías y gruesas paredes de piedra. 

Durante varios minutos, corrieron a través de aquellos pasadizos subterráneos con la única compañía de una parpadeante antorcha. Finalmente llegaron a una sala central conectada con tres túneles más. Mientras pensaban su siguiente paso, caminaron hacia el centro de la habitación y examinaron cada uno de los pasadizos. ¿Cuál debían tomar? Aquella pregunta poco importaba, pues entonces escucharon un rumor lejano. Confusos aguzaron el oído y entornan los ojos tratando de ver más allá de la luz ofrecida por la antorcha, pero tan solo obtuvieron el reverberar de un sonido que no llegaban a identificar. 

Instantes después lograron identificar aquel extraño sonido, eran pisadas, acompañadas de decenas de gruñidos. Lentamente, atrapados en la conmoción inicial que traía consigo un inminente combate, comenzaron a regresar sobre sus pasos. Sin embargo, el portón que protegía aquella abertura se cerró con fuerte y pesado “pom”. 

Temiendo lo peor ambos vigilantes comenzaron a correr, tomando el corredor que tenían frente a ellos. En aquel momento, decenas de criaturas, con garras afiladas como cuchillos, avanzaban por ambos pasillos laterales como una jauría completamente sincronizada. Mirarán donde miraran, allí había una criatura. En las paredes, en el suelo e incluso en el techo. A pesar de la distancia, el aroma polvoriento y húmedo del subterráneo, era eclipsado por el olor putrefacto que desprendían aquellas criaturas. Cuando estas criaturas fueron iluminadas por la solitaria luz de la antorcha, ambos las reconocieron: Eran necrófagos. 

Estas criaturas de inteligencia cuasi humana, eran vulnerables a la plata y al agua bendita. Además, sus mordiscos y arañazos presentaban no solo el peligro de desgarrar músculos, ligamentos, venas y arterias con gran facilidad, sino también de infectar a la víctima con la llamada “fiebre necrófaga”. Tristemente, aquellos desgraciados que encontraban su final bajo las garras y colmillos de estas criaturas o, a causa de las altas y delirantes fiebres, se alzaban poco después como un integrante más de aquella horripilante manada.

Superados en número, diez contra uno o quizás más, corrieron sin parar por la única salida que tenían. Posiblemente aquello era una trama, pero ¿qué más podían hacer?

El conjuro de teletransporte no le pilló por sorpresa, pero aún así, cuando acabó, sintió un leve mareo, parecido a las resacas que le dejaban algunos de sus preparados alquímicos. Tardó un instante en enfocar la vista y cerciorarse de que, efectivamente, el mundo había cambiado a su alrededor; ya no estaban en la mansión de los Gregory, sino en lo que debía ser el Arcanum. Y no estaban solos, el otro grupo ya estaba allí, y observaban a su alrededor. Al prisionero, Zalgrán, y una de ellas a él, que había olvidado cambiar de aspecto y seguía en su verdadera forma, un monstruo demoníaco de piel rojiza y cuerpo surcado de protuberancias óseas que parecían ofrecer cierta protección, así como formas de ataque según el lugar. Puede que Abelgos (¿dónde se había metido?) y Aerin ya supieran quien era, pero para la mujer de pelo blanco debía ser una novedad, igual que para el o la desconocida que les acompañaba, aunque ni siquiera había abierto los ojos con sorpresa, lo que le hacía sospechar quién podía ser; en cualquier caso, ya que no quería una atención indeseada, regresó a la apariencia que más disfrutaba entre la sociedad y habló rápidamente para evitar el tema.

—Me alegro de veros, y de vuestro éxito. Resulta que ya estaban preparados para nuestros planes, pero ni con esas ha podido detenernos. ¿Os ha resultado complicado? Nosotros digamos que hemos tenido unas cuantas peleas, y hemos capturado al hermano del mago. —Empujó al susodicho hacia delante—. Trabaja también para el vampiro, tenía en el sótano de su casa una "fábrica" de sangre, de niños. —Endureció el gesto—. Aunque está claro que solo era un peón prescindible para esa sanguijuela y para Shandall, el primero le tenía preparado una sorpresa en forma de necrófagos en unos túneles subterráneos que conectaban con la Catedral (donde, como suponíamos, hay otro agente enemigo), y el segundo le abandonó en cuanto las cosas se pusieron difíciles; por desgracia, no parece saber mucho tampoco. —Se encogió de hombros—. ¿Vosotros habéis descubierto algo nuevo?

Mientras hablaba, el archimago se puso manos a la obra con sus preparativos. Agatosh iba echándole un vistazo de vez en cuando, interesado, y aceptó de buena gana la antitoxina, que se bebió de un trago. Lo que más le sorprendió, sin embargo, no fue la velocidad con la que elaboró cada cosa y sus vastos conocimientos, sino las pequeñas arañas que llevó y que, de repente, se pusieron a funcionar como autómatas para curar y remendar sus heridas. Con recelo en un primer momento, y alivio después, las dejó actuar, fascinado, y pensando en que otros increíbles secretos guardaría aquél viejo hombre en ese lugar.

Caidus notó el sabor de las corrientes arcanas fruto del teletransporte y, una vez en la torre, paladeó durante unos instantes el regustillo que dejaba. Abrió los ojos y vio al otro grupo en la estancia. Tras colocarse la ropa, les saludó con un sencillo gesto con la mano, al que añadió un 'Enhorabuena por recuperar la torre. Será un placer escuchar el modo de hacerlo'. Luego observó las acciones del archimago y se dejó curar por las arañas, sacando también a Smurf de debajo de su solapa para ser curado. Una vez cogido el vial, lo tomó después de agradecer a Nalen'Dag su ayuda, y escuchó a Agatosh resumir sus resultados.

Ahora era momento de escuchar las aventuras de los compañeros.

La sensación del teletransporte le pilló desprevenida y un poco mareada. Desde luego, no era su día. Al menos se había evitado convertirse en una comecadáveres. Y por lo que le parecía entender, ellos se las habían visto con las mismas criaturas.

- No hay mucho que contar, en realidad. Entramos colándonos gracias a nuestra amiga en común tras engañar a uno de los constructos que transportaba recursos a la torre, casi nos comen unos necrófagos, y luego peleamos con los eruditos de la torre hasta que les hicimos entrar en razón, aunque quizás les contamos de más. Como no, los pérfidos éramos nosotros. Ah, perdimos a Mercer que nos ayudó con la distracción y a Abelgos que persiguió a un enemigo, pero tenemos una nueva compañera - señaló al disfrazado Abelgos- Nihsra, no seas tímida, nos ha sido de mucha ayuda, seguro que una aprendiz tan valiosa como tú puede sernos muy útil -

Era malísima mintiendo, y casi no podía aguantar la risa, le habían confundido con una mujer pero pensaba seguir disfrutando de la broma aunque ya hubiese pasado. Al menos, hasta que examinó al demonio rojo y se puso a examinar sus heridas - Parece que te has puesto en aprietos de nuevo, ¿estás bien, grandullón? no te querría como enemigo comecerebros, precisamente.

La apreciación del prisionero de su aspecto fue recibida con una sonrisa; no una tímida o azorada, ni sarcástica o sardónica... No, era una sonrisa que hacía pensar en un ilícido a punto de devorar un cerebro... En definitiva, una advertencia clara para Zalgrán de que aquel no era un camino que quisiera tomar.

El posterior teletransporte y atenciones del archimago fueron mucho más gratas para la inquisidora, que en el plano personal agradecía la posibilidad de recuperarse y tomar un respiro... Y erradicar cualquier posibilidad de que la mugre de aquellos necrófagos se asentara en su cuerpo. Saludó con un gesto a los otros Vigilantes, observando que también habían pasado su propia ordalía.

- También conocemos la existencia de otro aliado del vampiro, o de un aspecto que utiliza cuando no quiere mostrar su apariencia. Una mujer de piel clara, pelirroja, ojos claros, busto generoso, gusto por hacer tatuajes profanos en crédulos patanes que los aceptan desconociendo sus efectos... ¿A alguien le suena familiar?

—Si, es verdad —confirmó lo dicho por Alya—. Curioso que una pelirroja se haya aliado con el vampiro, ¿verdad? —Sonrió con sarcasmo y miró a Aerin—. Estoy bien, la horda de necrófagos nos pilló en un mal momento, y luego una copia de este cabrón —señaló a Zalgrán— nos explotó en la cara, pero sigo entero. —La guiñó un ojo; después miró a la supuesta aprendiz—. ¿Así que Nihsra, eh? —preguntó con mofa, pillando que no estaba diciendo la verdad—. ¿Y de dónde la habéis sacado?

Una sensación extraña recorrió el cuerpo de Cylina cuando la energía arcana los rodeó para transportarlos, era la segunda vez en un día que ocurría, la segunda vez el método resultaba casi más desagradable, aunque el destino sin duda era infinitamente mejor. Otro de los grupos enviados también estaba allí y al parecer también había conseguido su objetivo, solo faltaba un grupo que al parecer también tendrían fiesta en la catedral.

Cuando les preguntaron por su misión y su nuevo acompañante, los semi-elfos seguían con sus bromas y tonterías «A ver si se acuestan ya y se dejan de tonterías» pensó la bruja para sí misma.

—Y alguna trampa bastante desagradable—. Remarcó tras las palabras de Aerin. —Lo bueno es que Shandal no tiene tantos aliados en la torre como cabría esperar, la mayoría de aprendices parece no tener ni idea de lo que hacía, solo la propaganda en nuestra contra que les ha soltado.

Entonces vio como ofrecían un remedio para las heridas de los ghoul a los demás, entonces alzó su propio brazo mirando los mordiscos que le había propinado a ella, igual ella había resistido el efecto y el mago lo había detectado de alguna forma, pero no le apetecía arriesgarse.

—¿Y a mí qué, ya me ha dado por perdida?— Dijo con claro sarcasmo mientras enseñaba uno de los mordiscos de ghoul.

Asintió—. Si esto está asegurado, con Zalgrán apresado, deberíamos hacer una visita a la catedral. Podemos ir a través de los túneles de la mansión Gregory, es la mejor forma de mover a un grupo grande sin llamar la atención por la ciudad. Además, si esos túneles conectan otras casas nobles, puede que encontremos la forma de acceder a la guarida del vampiro desde allí.

Aún no se acostumbraba al teletransporte, era muy útil, pero eso de estar en un sitio y al segundo el otro, no le agradaba, lo normal es andar el camino, no dar saltos mágicos.

- Os veo muy tranquilos, cuando nos prepararon una emboscada con necrófagos y Shandal parece ir un paso por delante siempre, y si pensáis que por tener a Zalgran tenemos ventaja, me da que a ese mago se la suda su hermano.

Balthor miró hacía el disfrazado Abelgos, su habilidad para los rastros combinada con la de Ronroneo le bastaba para no caer en un engaño tan basto.

- Bueno cada uno tiene sus aficiones, supongo...

Conocía bien esa sensación, la había experimentado demasiadas veces en poco tiempo pero eso no ayudaba especialmente. Sabía que iba a sufrir una teletrasportación un segundo antes de que pasara. -N...-

Al siguiente fotograma estaba en un lugar completamente distinto, una biblioteca o algo así, me quedo firme tratando de aguantar las nauseas mientras que Nalen Dag da una explicación, hace su escena de las arañitas que curan a los que lo necesita y luego el resto explica que ha pasado.

Oigo la versión de Aerin que de pronto está de mucho mejor humor y quiere seguir exprimiendo la chanza de que un mequetrefe me confundiese con una mujer. Perdí la concentración en la batalla interna contra mis tripas y sin previo aviso eché el desayuno sobre el suelo de aquella estancia con riesgo a salpicar al que estuviese cerca. No salió mucho pero fue bastante escandaloso. 

Me limpio las comisuras con un trozo de tela que saco de algún bolsillo con la poca dignidad que me queda tras eso. -mira, eso es lo que pienso de tu humor, Aerin.  -Seguido de una falsa sonrisa. -Y matizo que yo les hice entrar en razón, si por ti fuera hubiese habido una carnicería de inocentes.

Chasqueo varias veces con la boca, se me ha quedado irritación por la acidez y es algo muy molesto. Me quedo mirando de soslayo al prisionero desde la distancia, preguntándome para que queremos un prisionero si su hermano no hará nada por el.

Nuestra parte del trabajo está hecha, Archimago, sus alumnos le guardan lealtad pese a las pruebas que les expusieron, puede sentirse arropado. ¿Y ahora que? 

Nalen´Dag asintió conforme ante las palabras del elfo oscuro, a pesar de mostrar una repulsa obvia ante el vómito que cubría el suelo. Poco después, escucharon un sonido repetitivo y rítmico de algo que se acercaba de manera lenta. Finalmente una fregona y cubo lleno de agua hicieron acto de presencia, las cuales movidas de manera autónoma, recogían y limpiando el desecho. 

Por otra parte, una vez las arañas de cristal finalizaron su trabajo, Mhun, el familiar del archimago, abandonó el bolsillo de Abelgos y se reunió con su maestro. Con gran agilidad escaló por finas telas de su túnica, hasta finalmente encontrar refugio en uno de sus bolsillos. 

—No olvidéis también al hombre desconocido que se llevaba la sangre almacenadas y los cuerpos de los infantes— dijo Nalen´Dag con voz pausada—. Este vástago tiene más ayuda de la que habíamos imaginado, razón por la cual debemos darnos prisa y adentrarnos en los túneles. Al igual que Agatosh pienso que podremos acceder al castillo de Sr Atrox Belón por allí. 

» No sabía que vuestro grupo había tenido también problemas con esas repugnantes criaturas. Ahora mismo os doy el antídoto— explicó el arcanista a modo de disculpa—. Si me dais un par de horas, puedo preparar algunas cosas que os serán de utilidad. Sé que el tiempo es vital, ya que mi pupilo pondrá en sobre aviso al enemigo, pero no podemos aventurarnos a lo desconocido sin prepararnos un poco mas.

Tras pronunciar aquellas palabras regreso a la parte de arriba. Desde abajo escucharon como registraba estanterías y cajones, así como realizaba mezclas de distintos componentes a juzgar por el tintinear del material de vidrio

Como esperaban ambos Vigilantes, cuando llegaron al final del pasillo encontraron el portón de acero cerrado a cal y canto. De manera inconsciente asieron las rejas y las zarandearon en un fútil intento de encontrar una salida; sin embargo aquello duró unos instantes, pues al escuchar aquellos guturales gruñidos acercarse, giraron en redondo y se prepararon para luchar.

El primero en acercarse, saltó con gran energía esperando decapitar a Vicnan de un solo golpe, pero este no lo permitió. Con gran soltura lanzó una estocada que atravesó su pecho de lado a lado. Por el contrario, Ildyra, clamó de nuevo el poder de su deidad y conjuró un destello brillante que ocupó varios metros a su alrededor.

Cuando la luz cegadora se extinguió encontraron que varias de aquellas criaturas yacían muertas en el suelo; sin embargo, poco podían disfrutar aquella parcial victoria, pues decenas de criaturas comenzaron a golpearlos desde todos los ángulos posibles. En esta primera carga, la hermosa paladina no recibió ningún impacto que pudiera lastimar su inmaculada piel. Allí donde las garras iban a cortar su carne, interponía su escudo o le protegía su brillante armadura. Pero el semielfo no tuvo la misma suerte. Sus antinaturales reflejos no bastaron para detener cada una de las acometidas de pestilente enemigo.

Superado en número, Vicnan, al contrario que su compañera, sabía que no aguantaría mucho más. De modo que entre aquel constante acoso de garras y colmillos, intentó mirar a su alrededor, buscando el sistema mecánico que le permitiera abrir el portón. Por fortuna a un metro de su posición lo distinguió con claridad entre las decenas de cuerpos carcomidos por el tiempo. Sin duda alguna, comenzó acercarse, seguida de su compañera, la cual trataba de defender a su compañero. Instantes después llegaron al mecanismo; sin embargo abrirlo sería una tarea ardua. A pesar de ello mientras golpeaba con su cimitarra con su mano derecha, su siniestra acompañada del peso de su cuerpo, trataba de abrir el portón aunque fuera medio metro. 

Mientras tanto, la devota de Shantia, colocó su espalda contra la de su compañero y comenzó a desviar ataques que podrían ser mortales para cualquiera de los dos. De nuevo, sin pensarlo dos veces, clamó el poder de su deidad, la cual arrojó su castigo divino sobre aquellas criaturas, provocando un cálido resplandor de luz. Las criaturas, diezmadas, asustadas y deslumbradas, guardaron distancia, tratando de reunir el valor para atacar de nuevo. Aprovechando aquellos momentos de debilidad, ambos vigilantes alzaron lo suficiente la puerta como para poder pasar arrastrándose al otro lado. 

Mientras se arrastraban, los necrófagos fueron tras ellos, tratando de seguir sus pasos bajo el portón. Vicnan, quien ya había cruzado, espero a que su compañera hiciera lo mismo para así dejar caer la puerta. Las afiladas aristas del portón atravesaron por completo a las aberraciones que se habían atrevido a buscar un poco más de sangre. 

Con los gruñidos y aullidos de dolor de aquellas criaturas, ambos aventureros giraron en redondo y caminaron por aquella profunda oscuridad.

- Espera - dijo Vicnan mientras se apoyaba contra la pared, dejando salir un suspiro - me temo que no soy tan diestro como pensaba -

Su mano derecha todavía sostenía la cimitarra, pero su izquierda cubría una herida profunda en su costado. Elevó una plegaria silenciosa y una tenue luz iluminó el corte. Poco después la herida parecía un rasguño.

- Eso deberá bastar. ¿Estás bien? -

Vicnan sabía que Ildyra estaba bien, la vio moverse con gran destreza y esquivar todos los golpes, pero así y todo sintió la necesidad de preguntar.

De nuevo cubriendo a su compañero semielfo, Ildyra se adelantó y rapidamente lanzó un conjuro de luz en la palma de su mano, para poder cerrarla si fuera necesario. Alzandola de momento escudriñó la oscuridad. Mirando también a través de la puerta, por si podía eliminar algún ghoul más usando su magia.

-Estoy bien, tranquilo. Cuando empieces a ir justo de conjuros avisame y te sanaré yo. ¿Donde estamos? Ya que no hemos podido seguir a aquella desgraciada deberíamos al menos volver a ver si podemos salvar al sacerdote.

- Me temo que la única forma de volver es por el portón custodiado de necrófagos - respondió Vicnan - Creo que nuestra mejor opción es seguir adelante y ver a dónde nos lleva este pasillo. Con suerte llegaremos al refugio de la asesina -

Vicnan se adelantó.

- Déjame ir unos pasos adelante. Puedo ser silencioso cuando me lo propongo, y tal vez pueda encontrar un rastro... -