Partida Rol por web

Balthor llegó junto al resto del grupo, parece que la vampiresa estaba bajo control, pero algún truco raro les estaba empujando hacia fuera, en cuanto pudiera entrar volando le iba a dar una buena a la muerta viviente.

- ¡Este truco no te salvará perra infernal, vas a caer!

Esperaba que sus compañeros tuvieran mejor suerte atacándola, de momento en forma de pájaro poco podía hacer.

A pesar de la ventaja que les sacaba consiguieron alcanzar a la vampiresa, en gran medida por el ataque esta había sufrido, pero como fuere consiguieron llegar hasta ella. Cylina se centró en inmovilizar a la criatura, al parecer los vampiros tenían una fuerza sobrehumana, aunque esperaba que no lo suficiente para escaparse.

- No tengo idea - respondió Vicnan a la pregunta de Abelgos - pero aquí estamos y tenemos que encontrar la manera de sacar provecho a esta situación. Creo que deberíamos tratar de regresar al templo de Iomedae. Ayshel, la paladina, tal vez pueda ayudarnos. Ella y otra guardia son testigos del ataque al sumo sacerdote. También deberíamos ver si sobrevivió -

El inquisidor se inclinó y examinó el suelo hediondo. Estaba entrenado para buscar rastros y era posible que el repertorio de emboscadas no se hubiera acabado.

-Deberiamos volver a la catedral para ver si ha habido algún superviviente. Siempre podemos volver a la casa de la vampiresa por la superficie, que será más facil orientarse allí.

Mientras se movía se dió cuenta de la desaparición de los necrofagos, y recordó aquel extraño golem hecho de varios no muertos con el que se toparon. Esperó estar equivocada, pero por si acaso agudizó los sentidos .

Quería interrogar a Mercer sobre como había acabado así, pero se mordió la lengua por el momento.

—Si la vampiresa logra huir con éxito, dudo que vaya a su casa. Irá a un lugar donde tenga apoyo, y me inclino a pensar que será la catedral. Opto por ir allí.—Tras notar el gesto de Ildyra, Caidus no tuvo los reparos de ella—Mercer y Marcus, ¿qué nos podéis contar de lo que os ha sucedido? Cualquier detalle puede ayudarnos a los demás, y a vosotros mismos. ¿Sois conscientes de lo que os ha pasado, la posesión? ¿Os notáis ahora diferente que antes?

El elfo sentía gran curiosidad y la luz de las antorchas permitía ver una mirada fija y escudriñadora, casi sin pestañear de la concentración, directamente lanzada sobre el compañero poseído y sobre el legítimo Capitán de la guardia. Además, tenía recelos de éste último, pues el arcanista creía que podía haber tratado de frenar a los guardias que les perseguían con su mando y autoridad anteriores.

La persecución provocaba una sensación extraña pero reconfortante. El momento de resarcirnos estaba próximo. La red que conjuré pareció tener el efecto deseado, y se vio envuelta en una telaraña que junto a los cabellos de mi compañera, la retuvieron. Victor..

Un golpe seco me empujó fuera del alcance de la bestia. La miré mal, muy mal. Y eso no es buena cosa que te pase cerca de mi.

- Mal momento para empezar conversaciones. - Intervino la psiónica, en su posición en retaguardia por su esfuerzo continuado en dificultar que les siguieran el rastro... Esfuerzo que ya se veía minado con el ruido natural que el grupo hacía al moverse por la red de túneles y con las luces que portaban. Añadir una ruidosa y animada conversación a la mezcla era invitar a los problemas que les seguían y a quién sabía cuántos nuevos.

A la observación de Abelgos, no obstante, sí respondió mentalmente. - Los necrófagos ya son muertos vivientes. No pueden ser alzados de nuevo por medios convencionales. - Pero, como Ildyra, también recordaba el gólem cadavérico que hallaron en el otro plano, así que no le resultaba particularmente un pensamiento confortador.

- Vayamos a la catedral, pero encontrar el camino por aquí no será sencillo. - añadió poco después, buscando orientarse en aquella maraña de túneles para encontrar un camino que pudiera acercarles allí.

Los Vigilantes sintieron un ligero zumbido en sus oídos, tras lo cual una fuerza invisible y abrumadora, los lanzó por los aires. Balthor y Aerin golpearon con fuerza contra la pared, mientras que Agatosh salió despedido por la ventana. Por el contrario Cylina se dejó llevar por el ataque, balanceándose sobre este como si fuera una ola. Instantes antes de que el efecto sobrenatural rompiera en un golpe seco, la bruja de blancos cabellos, caminó por la pared y saltó por encima de la cresta del impacto. 

Aturdidos observaron a la bruja, la cual continuaba gritando sin control, mientras las llamas consumían su piel; sin embargo algo había cambiado. Las gruesas y pegajosas telarañas convocadas por Aerin momentos antes, habían desaparecido sin dejar rastro. Sin embargo, la histeria, unida a la fuerte presa de Cylina, impidió que la vampiresa pudiera moverse del lugar.

El olor a carne quemada comenzó a ser nauseabundo. Si no apagaban las llamas, posiblemente aquella aberración de la naturaleza de seductoras curvas, encontraría su final en poco tiempo. ¿Qué debían hacer? Sin duda debían tomar aquella decisión con presteza, pues comenzaron a oír, como gran cantidad de guardias comenzaban a ascender por las escaleras del torreón hacia su posición. 

Balthor olfateaba el ambiente, confundido y frustrado. Había un olor camuflado por la peste calcinada que emitía el no muerto, el cual era incapaz de reconocer. Finalmente, tras unos segundos logró identificar el olor: Shandal. El arcanista se encontraba cerca, invisible, esperando su oportunidad. Él había sido el artífice del ataque, pero parecía no querer mostrarse por el momento.

A pesar de la pestilencia Balthor pudo notar un rastro familiar ¡Era Shandal! El cobarde pensaba que con ser invisible se libraba de todo, pero ahora estaba prevenido, aunque localizarlo no era fácil. Pero viendo a la vampira recordó, que los murciélagos, que no veían nada, localizaban sus presas con esos chillidos suyos.

Con un gesto invocó a un espécimen de buen tamaño junto a él, con un orden mental lo puso a rastrear la zona, localizando al esquivo mago.

- ¡Ahí te quería pillar puerco! El cabrón de Shandal está ahí.- señalando la zona marcada por el sentido del murciélago.

Guiados por Alya, se adentraron de nuevo en los túneles subterráneos con dirección a la catedral, mientras Vicnan examinaba el lugar en busca de alguna pista. Los restos de sangre en las paredes, así como el musgo bajo el agua, habían sido emborronado y dañado. Alguien había sacado los cuerpos de aquel lugar. ¿Trataban de eliminar las pruebas?

—Lo cierto es que no puedo explicar mucho— susurró Marcus mientras seguía al resto del grupo—Recuerdo encontrarme con vosotros en el Beso de la driade esperando a que la mujer nos atendiera. Después de eso, no recuerdo nada más. 

—A mi me ocurre lo mismo. No recuerdo nada, después de ayudaros a entrar en la torre arcana— corroboro Mercer—. Me siento igual o eso creo.  Es difícil de estar seguro después de haber sido controlado. No sé la verdad. 

Tiempo después llegaron al túnel que conducía a la catedral de Iomedae. Al igual que la vez anterior, el portón bloqueaba el acceso al tramo final del corredor. Además, el mecanismo que podía darles acceso se encontraba al otro lado. Con sus facultades actuales, no podían hacer nada en aquel lugar. De modo que retrocedieron y pusieron rumbo al único destino que podían: La mansión Grigory.  

Cuando llegaron, en primera instancia, encontraron una habitación similar a una bodega. Varios barriles de gran tamaño yacían apilados contra la pared; sin embargo la sangre seca que cubría el suelo y las paredes dio a entender a Ildyra y Vicnan, que no estaban rellenos precisamente de vino. 

Con cierta repulsión subieron las escaleras de piedra, las cuales accedían a una gran biblioteca. Multitud de libros yacían desparramados por el suelo, mientras que las estanterías quemadas eran testigos del duelo arcano que habían mantenido Shandal y el archimago horas antes. El único cambio era la ausencia de los necrófagos, no solo en aquel lugar, sino en toda la casa.

Una pena, pensó Caidus al escuchar a Mercer y a Marcus no recordar nada sobre la posesión. Un testimonio real tenía un valor enorme.

Llegados a la casa, miró con desprecio los barriles llenos, o al menos en su día, de sangre de niños. La curiosidad y la sed de conocimiento empujaba a explorar más a fondo la nigromancia y la magia de sangre, pero eran algo totalmente prohibido y antinatura en el código del elfo y de muchos otros magos. Caidus había visto demasiadas veces el precio, además de los resultados tan terribles, y por nada del mundo se arriesgaría a entrar en ese ciclo de muerte.

—Han desaparecido los cuerpos de los necrófagos.

Dijo de pasada al percatarse de ello. Al momento centró su atención en los libros y documentos desparramados, por si alguno fuera de interés.

- Esto es una pesadilla - murmuró Vicnan - el bastardo tiene un ejército de criados limpiando cada pista que dejan sus crímenes -

Se movió por la estancia mirando a su alrededor. - ¿Cómo fue la batalla contra Shandal?, ¿logramos una victoria? -

- Sólo en parte. - respondió Alya, activando el mecanismo como había visto hacer a Balthor horas antes para cerrar el camino a sus espaldas. De nada servía dejar una avenida de escape que no les llevaba a ninguna parte. Al menos, no parecía haber modo de abrirla desde el otro lado... O al menos, el ruido de la puerta les daría tiempo para moverse ante la presencia de perseguidores. - Shandal fue derrotado pero consiguió escapar, vapuleado y humillado. Su hermano fue capturado, así que quizás obtengamos algo de valor de su cabeza... - "Aunque parece que no sabe demasiado" concluyó con su Segunda Voz en la cabeza de los otros Vigilantes.

- Acepto sugerencias sobre qué hacer a partir de aquí. Aún tengo la poción de cambio de aspecto, así que movernos por superficie no es del todo imposible. Pero estaremos en la misma situación que venimos evitando.

El golpe de aire le lanzó contra la pared, haciendo que perdiese el aliento unos momentos, antes de recobrarse. A lo lejos, la vampiresa aullaba. Un lado prudente diría que la necesitaban, pero un lavacerecebros cerca de ella no le apetecía mucho. Que otro apagase las llamas, ella merecía un juicio que ya estaban ejecutando.

- ¿No me digas que está nuestro amigo cerca? Voy a agradecerle la buena propaganda con un poco de espectáculo - de mis manos brota una nube en la dirección que dice Balthor, cubriéndola de un color brillante, mientras salta mi risa, la risa de una hija de las brumas. Y no está exenta de poder, precisamente.

Tardó un instante en recobrarse, suspendido en el aire, y captar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. La vampiresa seguía ardiendo en el suelo, aún sujeta por Cylina, que no soltaba su férrea presa. Balthor, que se había golpeado contra la pared, tampoco había perdido el tiempo, y en un instante esta repuesto y conjurando, mirando fijamente hacia un punto dónde él no veía nada, pero del que casi podía intuir un olor familiar; un murciélago enorme surgió de improviso y confirmó sus sospechas, lo que le hizo sonreír. Shandal. A juzgar por el sonido de pisadas, cada vez más cercanas, subiendo por las escaleras de la torre, tenían poco tiempo antes de que la guardia se les echara encima, pero aún así era hora de ajustar cuentas con ese maldito hechicero que tantos problemas y quebraderos de cabeza les había dado.

Cuando Aerin cubrió toda la zona con una capa de brillantes motas que se adhirieron al cuerpo del arcano, ni siquiera lo pensó. Cargó por el aire contra él, dispuesto a acabar de una vez por todas con aquél hombre, que ahora parecía una figura de luz a la que era imposible no acertar. En su movimiento desenvainó la vieja espada que siempre llevaba y lanzó un potente tajo de arriba a abajo con ella, más que suficiente para causar un gran daño.

Todos salieron volando por los aires, pero el entrenamiento de Cylina le hizo conservar no solo la posición, sino mantener apresada a la vampiresa. El problema es que estaba ardiendo y si no hacían algo pronto moriría sin poder sonsacarle nada, pero la bruja no podía hacer nada sin soltarla y no estaba dispuesta a arriesgarse.

Hizo que su pelo reptase por el cuerpo de la vampiresa hacia sus extremidades, aferrándose a estas con una mayor fuerza, si podía inmovilizarla del todo igual podía arriesgarse a apagar las llamas.

—Ir a por ese hijo de puta, yo me encargo de esta.

Si escapó con vida fué un fracaso. Se reunirá con su señor, se lamerá las heridas y buscará venganza con un nuevo plan. Quizá su señor con algo de suerte lo mate en castigo, por inútil.

Comencé a caminar por la única ruta visible. -Nuestros compañeros se han lanzado como perros de caza mal adiestrados, van a estar en grave inferioridad numérica, debemos volver a ese lugar y comprobar que ha pasado, sin importar el camino. Pasemos igualmente por la catedral, igual hay supervivientes.

Marcus, tu debes conocer a alguien que nos pueda colar o una entrada discreta.

-Tan amable como siempre... Respondió al comentario de Abelgos. -Espero que también te evalues a tí mismo con la misma dureza.

-Hemos caido en su trampa, volver a la catedral no se si es muy buena idea, pero no se me ocurre mucho más. Volver a la taberna tampoco es recomendable, no debemos añadir a más gente como nuestros complices.

Le sonaba raro aquello de ser la delincuente.

-Reunirnos con nuestros compañeros debería ser la prioridad.

Estaba pensando en voz alta, pero sin orientarse, no pudo más que seguir al que iba guiando.

—Imagino que la guardia estará custodiando el castillo de Belon, buscando cómo acceder a los túneles y protegiendo el barrio noble. Dudo que sepan que el auténtico Belon murió—dijo mirando a Ildyra— Los ghouls y otros aliados de la vampiresa se irán a donde ella los necesite, que será un refugio a las afueras o el lugar donde se encuentren más seguros en la ciudad, que imagino será la catedral o la casa de algún otro noble... o la de Shandal.—el elfo calló unos momentos, pensativo—Tampoco sabemos dónde están nuestros compañeros, quienes creo que habrán dado alcance a la vampiresa, aunque desconozco el resultado. Así que cualquier sitio al que vayamos tendrá resultados que escapan a nuestro control y previsión. En plenas capacidades, yo votaría por ir a la catedral.Sin embargo no es el caso, ni el de alguno de vosotros, me temo.—esperó a que sus palabras calaran antes dar hacer propuesta final—Creo que deberíamos ir al Beso de la Dríade, donde no habrá ningún enemigo. Una vez allí, preguntar por el encapuchado que saca cadáveres y estos barriles de sangre periódicamente e ir en su busca.