Partida Rol por web

Aun con las antorchas no se sentía tranquila, pero al menos habían encontrado alguna pista que seguir en aquellas campanas. Acercandose al arbol preguntó a sus compañeros:

— ¿Será este uno de los guardianes? ¿le preguntamos?

Antes de continuar o hacer nada más, intento detectar si aquel ser era inherentemente malvado o no, aunque creía ya tener la respuesta de antemano.

Investigó también si tenía algún tipo de simbolo, tal vez era un servidor de Pharasma.

Qué maravilla que no se ande con rodeos, pensó el elfo, más tranquilo al percibir a Abelgos pululando por la zona. Había sido demasiado directo y no le había tenido en cuenta. Tomó nota mental de su error para futuras ocasiones, agradeciendo la facilidad de adaptación que mostraba su compañero, y respondió a la mujer.

—El conocimiento en sí ya es buscado por muchos, entre los que me encuentro. Aunque en esta ocasión también hay otra razón que parecéis haber adivinado. ¿Podría ayudarnos, mmm, hermana?—sabía que usaban diferente título según cada iglesia, pero muchas veces coincidían en algunos.—No es por ser descortés, pero en la jerarquía de vuestra congregación, ¿con quién debo hablar para hallar respuestas?

—Supongo que si—. Respondió a Ildyra. —Los guardianes vigilan las entradas y él está delante de una, además, no parece el tipo de criatura a la que deberíamos enfrentarnos así como así.

Cylina no quería tener que enfrentarse a aquella cosa, pero tampoco quería estar en aquel plano más de lo necesario. Sabía que ella no era ni de lejos la más diplomática del grupo, así que empezó a andar mientras hacia un gesto al resto del grupo invitando a que la siguiesen.

- Me pregunto cómo encontrarás un camino de vuelta, si todos los puntos de referencia están perdidos. - Dijo con honestidad, aunque con una mueca frustrada en el rostro por su fracaso en encontrar precisamente eso. La ida no le preocupaba, como había dicho Eithel, todos los caminos conducían al destino que buscaban... Era el camino de regreso el que podía ser todo un desafío una vez tuvieran que dejar el lugar.

- Supongo que siempre podría intentar volver a encontrar nuestro propio rastro para volver. - Dijo pensando en voz alta, encogiéndose de hombros, con su fiel antorcha siempreardiente como baliza en el camino. Cuando su mirada se posó en la figura que tenían delante, frunció el entrecejo, manteniendo una cierta distancia, convencida de que no quería sentir el zumbido de su mente instintivamente. Aún así, clavó su mirada en la criatura, atenta a cualquier signo de hostilidad por si debían anticiparse. No sabían si Ildyra tenía razón, podía tratarse hasta donde sabían de una de los responsables de la puerta problemática.

Antes de que Cylina pudiera dar un paso, Ildyra clamó el poder de su diosa, para poder ver si existía mácula alguna en el alma de aquella criatura. Para su sorpresa aquella entidad representa la perfecta neutralidad, el espectro de colores de su aura era una compleja amalgama de grises. Después de aquello la joven de cabellos largos abrió la marcha, avanzando con paso temeroso a una entidad que pocos vivos habían conocido.

Cuando el grupo de aventureros se acercó lo suficiente pudieron observar cómo aquel ser golpeaba la base de su bastón contra el suelo, provocando entonces el sonido de las campanadas que habían oídos instantes antes. De imprevisto les señalo con una de sus huesudas manos con las que sujetaba el símbolo de Pharasma, un reloj de arena.

—Cuidado—. Susurro aquella entidad con una voz aquejada por un silencio perpetuo. Al ver cómo los futuros Vigilantes se tensaban y no respondían, volvió a decir—. Cuidado.

Un espectro que avanzaba por detrás del grupo fue entonces cuando les dio alcance. Todos escucharon entonces sus lamentos: Las cosas que no hizo por amor y las que sí hizo por odio, caían como una gruesa losa sobre él. La desdicha y la soledad eran sus compañeras en aquel momento de su ciclo vital. Quizás más allá de aquel lugar, en el hogar de Pharasma, quizás encontrará el consuelo a su dolor.

Sin pensarlo dos veces, todos se apartaron del camino y permitieron que el espectro continuará con su destino hacia una de aquellas puertas. Durante todo el proceso la entidad que estaba conformada por tres, continuó tocando la campana y guiándolo con una inquebrantable paciencia.

—¿Qué hacen los vivos caminando a un paso de la muerte definitiva?—. Preguntó el guardián cuando su protegido abandonó el lugar.

Alya observó de manera inquisitiva a la criatura. Aunque no tenía ojos para poder ver algún cambio imperceptible en su mirada, sí que pudo analizar el tono de su voz. según creía ella no albergaba hostilidad ninguna hacia ellos; sin embargo no podía evitar sentir una sensación extraña ante la “mirada” de aquel ser.

Bueno, habría que indagar en una biblioteca o preguntar para localizar el blasón. No todo iba a ser tan fácil. Le devolvió el pañuelo a Agatosh. Negó con la cabeza, indicándole que no sabía de quien era.

No emitió palabra, sólo una pequeña inclinación a la comitiva y levantó la mano para despedirle. En cuanto estuvo segura de que nadie les seguía, se dirigió al hombretón.

- Bueno, la hipótesis que teníamos se refuerza. Desde luego nuestro amigo no es tan sutil como parecía. O quizás si. En cualquier caso, ya sabes, si me vuelvo idiota es que me han controlado. Tienes mi permiso para darme un par de bofetadas si es necesario. Ojo, sólo un par y si es necesario, nada de abusar.

Esbozó un gesto entre divertido y sugerente, que se tradujo en una sonrisa de medio lado y un brillo vivaz en los ojos al mirarla. Pareció observarla unos segundos así, sin responder a aquello, hasta que terminó por decir lo único coherente con esa situación:

—Vaya, así que te va ese rollo, ¿eh? ¿Quieres que practiquemos los límites en algún momento? ¿Buscamos una palabra de seguridad? —alzó las cejas, guiñó un ojo y volvió a mirar al frente, aguardando el comentario mordaz.

Disfrutaba de la compañía de Aerin, estaba resultando sumamente agradable y satisfactoria, cínica en su justa medida, provechosa en lo importante, y un pasatiempo maravilloso cuando era necesario, sin resultar incómodo en ningún momento. Una pareja de baile excepcional para aquella función que estaban desarrollando en la ciudad. Las Hermandad no podía haber elegido mejor.

Aunque sus palabras podían tomarse como una impertinencia, ninguno de los presentes dijo nada al respecto. Puede que fuera porque en el fondo se sentían agradecidos por lo que iba hacer por ellos o que el gran tamaño de Agatosh les intimidara lo suficiente como para no hacer nada.

Después de obtener el silencio como respuesta a su pregunta por parte de las familias, ambos alquimistas se marcharon del lugar y volvieron a caminar entre los campos de trigo. Tiempo después llegaron a las puertas de la ciudad de Norul, las cuales estaban apunto de ser cerradas. Para fortuna suya, los guardias les permitieron a entrar a pesar de la hora que era.

Aun tenían mucho que hacer aquella noche.

La joven abrió la boca, pero las palabras que iba pronunciar murieron en algún punto de su garganta. Tras dudar unos instantes, miró a su alrededor con cierto nerviosismo.

—Ahora mismo no es seguro que hablemos aquí. Si quieres nos podemos reunir dentro de un par de horas en el cementerio local, cerca de la estatua de Iomedae—. Susurró poco después con cierto nerviosismo—. Ten cuidado, tenemos mucho de lo que hablar.

» Si quiere presenciar una de nuestras misas tendrá que esperar a mañana. Por las noches no realizamos ningún tipo de evento religioso, salvo que sea una fecha marcada—. Pronunció en voz alta, con una sonrisa fingida en sus labios, lo suficientemente alto como para ser oído por el resto de adeptos—. Ahora debo regresar a mis tareas. Pase una buena noche.

Casi dos horas después el grupo se reunió al completo en la plaza que rodeaba la catedral de Iomedae. Caidus y Abelgos habían estado sentados en uno de sus múltiples bancos de la zona, con el frío de la noche perforando sus entrañas.

Antes de que ninguno pudiera pronunciar ninguna palabra, la gran cristalera de la iglesia comenzó a iluminarse por la modesta luz desde el interior. Pronto la iluminación se fue intensificando hasta cubrir la totalidad de la vidriera. La imagen de una joven Iomedae con armadura, escudo y espada en mano parecía apunto de abandonar los vidrios y ascender hasta perderse en el firmamento.

Había llegado el momento, pero ¿Qué debían hacer?

Alya se relajó visiblemente tras ver que no había intención hostil en la criatura, incluso antes de que empezara a hablar; lo hizo para beneficio de sus compañeros, para transmitir en silencio lo que había percibido. Después, se le ocurrió que no estaba segura de que se conocieran todavía lo suficiente para un tipo de comunicación así de sutil entre ellos, pero resultó irrelevante por los evidentes actos del guardián.

- ¿Qué hace alguien vivo sino caminar a un paso de la muerte siempre? - respondió a su vez la seguidora de Iomidae, inclinando la cabeza con deferencia hacia el Guardián de tan terrible lugar para los vivos; utilizando su lenguaje corporal para transmitir lo que su tono de voz era incapaz. - Aunque en este caso específico, buscamos un incordio para su labor; una puerta que permite erróneamente a los definitivamente muertos pasear a un paso de los aún vivos.

No obstante, como se decía a menudo a ella misma, "la esperanza nubla la observación". Que esperase que la criatura no les fuera hostil y les prestara su ayuda no la hacía, inmediatamente, digna de confianza; así pues, utilizando la gracia de la diosa que la acompañaba, su mente se iluminó con la luz de la verdad, buscando la misma en la criatura*.

El tiempo de espera fue especialmente desagradable para el semielfo que detestaba el frio. Dudó si saludar a los otros dos compañeros o no para mantener su fachada de que desconocidos cuando comenzó aquel espectaculo de luz proveniente del interior del templo. 

Realmente no sabia que debían hacer, si permanecer en la posición y ceñirse al plan pero como no ir a investigar que diablos era aquella luz ascendente.

Preparó su arco dispuesto a responder con rapidez a cualquier amenaza. -Vayamos a ver todos que es aquella luz, no es algo que podamos pasar por alto. Pero con cuidado, podría ser un embrujo.

— Saludos, guardian. Como dice mi compañera, tenemos problemas en el mundo de los vivos. Los sabios de la zona han investigado una zona de tumbas y han descubierto que algo esta entrando desde este lado, hemos venido a investigar. Agradeceríamos cualquier guía o ayuda para arreglar el problema y volver a nuestro lugar.

Ildyra esperó poder convencer a aquel ser, había leído en libros que los eternos eran bastante apaticos, pero eran historias y esto la realidad. Una parte dentro de ella estaba emocionada por interactuar con seres fuera de su realidad.

A pesar de su aspecto la criatura no parecía hostil, aunque tampoco parecía que les fuese a dejar pasar sin su permiso, mas valía convencerla. Cylina sabía que lo suyo no era la negociación, al menos por las buenas y desde luego no era el momento de hacerlo por las malas, así que se limitó a permanecer en un segundo plano y hacer alguna que otra puntualización a los que decían sus compañeras. —Nos ha abierto el paso hasta aquí un siervo de Pharasma llamado Eithel. Algo puede estar ocurriendo en alguna de las puertas y hemos venido a ayudar. Haremos todo lo posible para no importunar a los que reposan a este lado.

 Pasado, presente y futuro... Al observar los tres rostros que miraban en diferentes direcciones Vicnan creyó evidente que el sombrío ser debía ser alguna clase de juez, y por eso le extrañó descubrir gracias a los dones de Sarenrae que no era un defensor de la ley, y aunque no era malvado tampoco era bondadoso, lo que resultaba casi equivalente para él y le hizo mantener su actitud distante y cautelosa.

 Notó de pronto como su cuerpo parecía responder con mayor lentitud a sus pensamientos y frunció el ceño. ¿Será acaso obra del guardián? ¿Busca debilitarme antes de atacarnos? ¿Cree acaso que logrará así hacerme abandonar mi fe e implorar piedad a la señora de las tumbas? Jamás.. Vicnan, receloso por naturaleza, dedicó un momento a estudiar al ente de tres rostros y aferró con fuerza la empuñadura de su cimitarra. No me sorprenderá...

Aquella entidad los observó con sus cuencas vacías completamente inmovil. Tras varios segundos de silencio sus dedos huesudos se extendieron para posteriormente volver a cerrarse sobre su bastón.

—Eso es imposible...—. Susurró el guardián para sí mismo.

Los aventureros sintieron como un conflicto interno debía estar librándose en aquel momento en la mente del guardián. Poco después comenzó a caminar alrededor de ellos con paso lento.

—Si es verdad lo que decís es algo muy grave. Implica que ha ocurrido algo con unos de los guardianes o quizás haya un problema con la puerta—. Dijo mientras caminaba de manera lenta, constante y silenciosa—. Me temo que tendréis que adentraros aún más en la umbra y encargaros de este problema, ya que yo debo quedarme aquí.

» Para poder llegar hasta allí debéis entrar ahí—. Añadió mientras señalaba el árbol de grandes proporciones—. Cuando lo solucionéis volved aquí y yo mismo haré que volváis sanos y salvos a vuestro hogar.

La magia de Alya no actúa de ninguna manera ante las palabras del guardián, mostrando que solo había verdad detrás de sus palabras. Su aptitud no era infalible y eso lo sabía, pero utilizarla siempre le daba cierta seguridad.

—En caso de que las almas del lugar os pongan contra la pared—. Pronunció mientras sacaba una pequeña campana oxidada de uno de sus bolsillos y se las tendía—. Si eso ocurrirá simplemente hacerla sonar. Tened cuidado al utilizarla.

Tras decir aquello comenzó a caminar hacia el árbol, acompañando a los aspirantes hasta su destino. Aunque durante toda la conversación se había mostrado con una actitud neutral hacia ellos, no podían evitar sentirse incómodos.

 Las manos de Vicnan no soltaron la empuñadura de su cimitarra ni sus ojos dejaron de seguir al guardián mientras este habló y caminó alrededor. Paciencia, no des el primer golpe..

 En cuanto el ser tendió su esquelética mano el semielfo se apresuró en tomar la campana. —Salvo que alguna se oponga, guardaré esto. Él no tenía la intención de apropiarse del objeto, simplemente quería evitar a sus compañeras el tener que hacerlo pues suponía que ellas se sentían igual de incómodas que él con la situación.

 Antes de seguir las indicaciones e ingresar al árbol-portal dedicó una plegaria a su diosa. —Confío en ti, Luz Eterna, para guiar mis pasos en este valle de sombras.

Miro a Agatosh. palabra de seguridad - Musculitos, palabra de seguridad. Seguro que te refleja muy bien- lanzo una carcajada - Ya en serio, no será tan fácil como todo eso, pero Cadius puede sentir la magia y darse cuenta de que algo va mal.

Al tipo le gustaban las chanzas, desde luego. Algo típico de su gente. Un día tendría ue cambiarle l pene por tetas y ver si todo era testosterona o algo más. Sonrío para sus adentros maliciosa.

La llegada a la catedral se acompañó de cierto silencio. Los elfos se encontraban a cierta distancia - Elfos, ¿has visto? No sé, no me gustan esos orejas picudas. Ese tipo tiene los ojos inyectados en sangre. ¿Y si nos atracan? - comentó a cierta distancia. No iba a unirse al semidrow, sabía que si algo era seguro era que los chupasangres veían bien en la oscuridad. Se acercó un poco más la vidriera, mientras recitaba textos sagrados.

—Musculitos entonces —dijo riendo por lo bajo. Aquella mujer no se cortaba en absoluto, lo cual era genial; habría sido muy aburrido de cualquier otro modo.

Entre algunas chanzas más, pero volviendo rápido al asunto que se traían entre manos, regresaron a la ciudad —justo a tiempo, antes de que les obligaran a quedarse fuera de las murallas—, y fueron directos a la plaza de la Catedral. El comentario de Aerin le hizo sonreír, además de ubicar a sus compañeros a cierta distancia, pero no le dio tiempo a responder antes de que empezara aquél impresionante espectáculo de luces. Vaya. Asombrado, se quedó observando la vidriera, ensimismado. Solo las palabras de Abelgos, un poco después, rompió la abstraída observación.

Miró de reojo al drow —se habían acercado lo suficiente de una manera que no tenía nada de casual, aunque a la vista lo pareciera—, y se quedó con la boca ligeramente entreabierta al darse cuenta de que había sacado su arco. En medio de la ciudad. Frente a otros posibles espectadores, cuando estaban intentando pasar desapercibidos por si aparecía el vampiro, y sobre todo junto a un lugar sagrado protegido por paladines, además de con guardias por los alrededores. Definitivamente este tío es idiota. Eso o le gustó la paliza que le propinaron, y quiere otra, ahora con motivo. Agatosh hizo lo único que podía hacer si no quería que le relacionaran con ese pirado, que fue mirarle como si estuviera loco, rodear a su protegida con el brazo, y alejarse de la pareja de elfos todo lo posible. En cualquier caso, el plan era aguardar allí, seguramente era el coto de caza del chupasangre (que o bien seleccionaría a sus víctimas durante la exhibición, o bien quedaría con ellas allí aprovechando el momento), y no pretendía cambiarlo a última hora porque algún sacerdote estuviera dentro haciendo juegos de sombras chinescas a gran escala para ensalzar a Iomedae.