Partida Rol por web

El anciano y la hermosa elfa observaron con cierta desconfianza a la inquisidora; sin embargo sus palabras parecieron aplacar el miedo de sus corazones.

—Seas bienvenido pues—. Saludó el primero con voz calmada—. Mi nombre es Eithel, sacerdote de Erastil. Mi compañera es Valeriane, protectora de los bosques.

» Nos alegra en gran medida poder ver la ayuda ofrecida por los vigilantes en esta cruzada contra la oscuridad—. Continuó el sacerdote con una sonrisa de gratitud—. Por si no lo sabe, la ciudad de Mhes´Ran se ha visto asolada por frecuentes profanaciones de tumbas en las últimas semanas. Ahora gracias a Ildyra hemos descubierto que un espíritu de la ciudad de Valosh es el culpable de todo esto.

Una tos inesperada y repetitiva sacudió el cuerpo maltrecho de aquel hombre. Su compañera frotó su espalda de manera suave, tratando de ayudarla. Segundos después en los que el silencio se hizo en el grupo, el anciano se recompuso y continuó hablando.

—Disculpad amigos míos—. Dijo con la voz ligeramente rasposa—. Como les decía antes a Ildyra, Vicnan y Elentari quizás sea recomendable alertar a la guardia, aunque no creo que sean capaces de ayudar.

» La única manera de entrar en la ciudad de Valosh es convirtiéndose en un espíritu y solo hay tres maneras. Morir y convertirse en un espectro, convertirse en un no muerto o caminando de lado—. Comenzó a explicar teniendo cuidado de sus palabras—. La última opción es la única posible en todo esto yo creo, pero es peligrosa. Cualquier daño recibido en esa forma podría suponer un daño irreparable para vuestra mente.

Después de que acabara su explicación, Elentaría abandonó el mausoleo con la misión de alertar a la guardia y quizás obtener refuerzos.

Las horas pasaban infructuosas y, cuando por fin vinieron a por ellos, la actitud y los grilletes no auguraron nada bueno. Se dejó conducir sin oponer resistencia. Una vez sentado miró inexpresivo al guardia, hasta que abrió la boca para despotricar.

Vaya, otro incapaz que sólo logra destacar menospreciando a claramente superior. Por necios como este me quedé en el campo... Caidus esperó a que soltara su discurso para evaluarle un poco. Pero su hallazgo fue tan perturbador que casi pierde su rostro de póker. Cuando su compañero habló, el elfo bajó su rostro y, al terminar éste, le susurró en élfico una sola palabra:

—Ghoul

Esperaba que el guardia no entendiese su idioma y que Abelgos supiese qué significaba esa palabra. Para disimular el aviso al elfo oscuro, habló inmediatamente, con voz más clara y devolviendo la mirada nuevamente:

—Como dice mi compañero, queremos ayudar. Oímos que estaban desapareciendo mujeres y decidimos buscar por nuestra cuenta. Seguimos al hombre, quien resbaló, y aprovechamos para abordamos. Al ver que no podía evitar responder a nuestras preguntas, dijo algo y repentinamente sufrió un cambio extraño. No sé si actuaba desde el principio, pero empezó a comportarse como si no supiera nada de lo ocurrido... claramente mentía, pero tras el rato con él en el calabozo sólo ha conseguido despistarme aún más. Puedo afirmar que estamos, además de exhaustos, algo perdidos en este asunto. Pero ofrecemos nuestra ayuda a la guardia para resolver este asunto, si es que es bien recibida.

Él nunca había tenido esos problemas de pequeño, tal vez porque en su pequeño pueblo a los niños se les educaba con mano de hierro, especialmente en esos temas, o puede que porque siempre había sido el más grande de todos. No importaba no haberlas vivido de primera mano, sabía que aquellas peleas eran obscenas, carecían de sentido, no llevaban a nada. Pese a que otros podían verle como un simple matón que solucionaba todos los problemas con violencia pura —imagen que él mismo no se molestaba en corregir, evitando así muchos problemas—, era consciente de que eso no funcionaba. También, por desgracia, de que a veces era irremediable y, como si que había aprendido de mayor, en ocasiones si que era necesario hacerse valer con los puños para que a uno le dejaran en paz. Con solo mirarle, sabía que aquél chaval volvería a meterse en problemas, y que acabaría del mismo modo, una y otra vez, si se le dejaba a su aire.

—Eh, chico, esa boca —le regañó, acercándose a él—. Si quieres insultar a alguien, que sea en su cara, antes de darle una paliza porque se la merezca de verdad. Pero no vas a hacer mucho con ese cuerpecito que tienes. ¿Cómo te llamas? Y antes de que se te ocurra soltarme una impertinencia, mírame bien y piénsalo. Eso es. Bueno, ahora cuéntame lo de esa chica, ¿qué viste? Si quieres, me lo puedes contar mientras te invito a comer un buen bocata, pero con la condición de que no vas a volver a decir nada de este tema, a nadie. ¿Hay trato, mocoso?

Le rechinó el que le hablase en élfico de pronto, llevaba demasiado tiempo sin usar ese idioma y tardo algo mas de lo normal en reconocer esa palabra. La había oído antes y sabe que es una criatura pero hasta ahí llegaba sus conocimientos. 

En cualquier caso le bastaba para saber que el guardia que tenía delante no era un simple guardia ni trigo limpio, mas le valdría prepararse para lo peor.

Las reyertas son parte del orden natural. El fuerte somete al débil, el inteligente engaña al estúpido. Miró la pelea con cierto escepticismo. Era claro el ganador antes de que empezase, enfrentarse en inferioridad no hablaba de astucia sino de bravuconería. tiró del brazo de Agatosh - Se me acaba mi preparación, tenemos que volvernos...

Evaluó al pequeño infante de arriba abajo y ante la actitud de su compañero contuvo un suspiro. Podría dar de comer un día, que mañana no serviría de nada. Aunque quizás pensaba extraer información de la mujer y el carruaje.

- Entonces, supongo que lo mejor es que nosotras nos quedemos a hacer guardia, hasta que regresen con refuerzos. Entonces decidiremos qué hacer. - dijo Alya, recostándose sobre una de las paredes, arrebujándose dentro de su abrigada capa entre el gris y el verde. Aunque no parecía sentir frío particularmente, era como un reflejo; la abrigada ropa de explorador sobre el ceñido traje de hidratación era suficiente modo de retener el calor corporal pero había una inexplicable comodidad en refugiarse así para la menuda mujer.

- ¿Habláis de alguna clase de viaje astral? - inquirió dedicando una de sus miradas penetrantes a Eithel. - Supongo que sería la única opción si no podemos cerrar la grieta desde este lado, pero alguien tendría que vigilar nuestros cuerpos aquí, además.

Ildyra miró a Alya y Eithel sin entender lo que estaban diciendo bien.

-Bueno, no entiendo exactamente lo que están diciendo, pero aunque sea peligroso hay que hacerlo , ¿no? ¿Pero quien puede lanzar un conjuro de ese tipo? a mi no me mireis, apenas entiendo de lo que están hablando....

Ildyra se quedó de brazos cruzados mirando hacia la placa que había leído y activó de nuevo los ojos de su diosa, si venía cualquier espectro de esos quería estar preparada.

- A grandes rasgos, tu presencia mental viaja al Plano Etéreo mientras tu cuerpo permanece a la espera en este. - Explicó la inquisidora, su mirada regresando a la paladina aunque no cambió su postura para nada. - Yo tampoco podría hacer una hazaña así, al menos por mis medios. Aunque si Eithel lo propone, probablemente sepa de algún medio o modo. - Utilizando sus propios dones divinos, Alya extendió un aura para detectar malicia y crueldad a su alrededor. Cualquier visitante del plano etéreo dejaría tal rastro.

El ceño del guardia se frunció de manera pronunciada cuando Caidus susurro en élfico el nombre de aquella aberración de la naturaleza. Durante unos instantes aquel hombre les miró con desdén en completo silencio.

—¿De verdad pensáis que voy a creerme esas mierdas? Nunca nadie hace algo de manera desinteresada—. Dijo con desenvoltura después de chasquear la lengua—Quizás mis colegas os hagan cambiar de opinión.

Con un movimiento casi delicado colocó las bandas de acercó en sus manos y se situó apenas a unos centímetros del arcanista, rostro con rostro.

—¿¡QUE HACEIS EN LA CIUDAD!?—. Grito de imprevisto, echandole un aliento que apestaba a alcohol.

Antes de que el aspirante a Vigilante pudiera responder un golpe demoledor sacudió su mandíbula. Sintió cómo los oídos le zumbaban y la piel de su pómulo se abría, permitiendo que un pequeño hilo de sangre comenzara a manar.

—Yo puedo pasarme el día así. Disfruto golpear vuestros rostros de niña—. Pronunció mientras le agarraba con fuerza el pelo y tiraba de este para hacer su rostro una vez más al suyo—. Esto es sencillo. Tu respondes rápido y bien, y evitas otra caricia mía.

En aquel momento Abelgos abrió la boca para intentar atajar aquel asunto, pero antes siquiera de poder pronunciar más de dos palabras un golpe directo al ojo hizo que su visión se nublara durante unos segundos.

—Tu calla hijo de puta—. Sus palabras fueron acompañadas de otro impacto, esta vez en el estómago—. A ver rubito. Tienes otra oportunidad para responder. ¿Qué demonios hacéis aquí y porque habéis hablado de asesinatos en plural?

Aquel cachorro callejero de mirada astuta contuvo sus palabras al ver la corpulencia de Agatosh. En su lugar guardó silencio y observó a la pareja sin saber muy bien qué pensar. Finalmente el hambre ganó la batalla y asintió.

—Soy Robb, no mocoso—. Respondió con cierta rebeldía al joven alquimista, sin embargo al darse cuenta de que podía perder su posible comida añadió—. Soy Robb señor. La verdad que me ha faltado poco para engancharle una buena derecha, pero bueno. Aunque él me ganó se fue calentito a casa

» Respecto a lo que vi fue algo extraño, pero a nadie lo parece. Estaba durmiendo en aquel banco cuando apareció la chica. A mi personalmente me dio igual. La calle te enseña pronto que los asuntos de los demás no te conciernen—. Continuó hablando poco después de manera despreocupada o al menos intentándolo—. El caso es que apareció un carruaje negro como el carbón y poco después abrió la puerta; sin embargo la mujer no subió al instante, sino que se observó el carruaje con mirada perdida varios segundos.

El pequeño vagabundo interrumpió su diálogo de imprevisto y metió sus manos en los bolsillos. Durante unos segundos la duda cruzó el rostro del niño, pero de nuevo el hambre prevaleció.

—Mientras miraba embobada el carruaje se le cayó esto de las manos—. Dijo mientras les tendía un pequeño sobre que había sacado de sus bolsillos—. Después se subió y se marcharon sin más.

» La verdad prefiero unas monedas—. Añadió poco después recobrando el coraje perdido, rechazando la oferta del bárbaro.

Ambos alquimistas observaron el pequeño sobre con un sello granate quebrado. La nota del interior era pequeña, apenas debía contener unas cuantas líneas.

Finalmente si, se iba a arrepentir durante unas cuantas semanas con el cuerpo dolorido de no haber matado a ese guardia o haberse escondido debidamente. Tomó la mejor decisión posible con la información que tenia en ese momento, ya era tarde para arrepentirse.

Los golpes con aquellas bandas de acero no era muy distinto de golpearse contra un yunque, eran pesados y demoledores por no hablar de que al llevar aquella banda no se dañaba los nudillos y podían seguir hasta que simplemente se cansase. Pero eso no le preocupa, el a lo largo de su vida ya había estado en situaciones así o incluso peores pero dudaba del historial de Caidus para aguantar algo así.

Cof Cof, mala mia, cuando dije asesinatos quise decir desapariciones... hemos oído rumores. Lo que hemos dicho es cierto. Esto es completamente innecesario, de verdad.  Hemos venido a la ciudad por la torre de Arcanum, a mejorar nuestros estudios sobre magia.

Caidus encajó malamente el dolor. Era un practicante avezado en el boxeo, pero no solía recibir golpes tan gratuitos, y menos con un refuerzo metálico amplificando el efecto con tanto entusiasmo. Además, atado, y con un objetivo mediante, se vio ciertamente desbordado por la situación.

Asqueado, y sin verse capaz de disimular esa sensación, contestó al guardia, intentando decir una verdad sesgada, pero verdad, al fin y al cabo:

—Ci... cierto. En la torre de Arcanum nos dieron detalles sobre las mujeres desaparecidas. Investigando nos topamos con el cadáver, cuando ya había gente arremolinada. Seguimos al individuo que encarcelaron con nosotros al verle sospechoso. Luego... luego acabamos todos aquí.—el elfo cerró los ojos, vislumbrando otro golpe, y continuó—Esto es un error. De verdad. Sólo hemos venido a ayudar... por favor...

Entendía el problema que supondría para Aerin perder su disfraz de repente, en medio de la calle; no sería tanto como el suyo si ocurriera lo mismo, por supuesto, pero podría dar igualmente al traste con todo el plan.

—No tardaré, ve adelantándote si quieres —susurró por lo bajo a la mujer, antes de volver la atención al chiquillo, evaluándole durante un instante antes de asentir.

El mocoso no era tonto, solo un crío. Y tenía valor, eso había que reconocérselo. Escuchó atentamente lo que decía, interesado de verdad. Así que un carruaje negro en medio de la plaza y una chica con mirada perdida. ¿La habrían hechizado para que se subiera? Parecía que el asunto iba tomando forma. Cogió el sobre que le ofrecía y, sin darle más importancia que un vistazo, se lo guardó en un bolsillo. De otro, sacó tres relucientes monedas de oro, una pequeña fortuna en verdad para la gente de a pie, o al menos para un niño de la calle, aunque a aventureros como él se le olvidara a menudo. Si no lo perdía o lo malgastaba, al menos podría dormir y comer caliente durante unos cuantos días, lo justo, pero sin pasar frío por las noches ni tener el estómago vacío.

—Gracias chico. Toma esto, te lo has ganado. Eso si, recuerda lo que te dije, nada de hablar de estas cosas con nadie más; si ves o escuchas algo relacionado, ven a verme a La Espita Dorada, pregunta por mi, soy reconocible. —Le revolvió el pelo—. Vete ya. Y chaval..., Robb, ten cuidado. Se cuece algo peligroso en la ciudad.

Una vez se largó, se giró hacia su compañera y se encogió de hombros.

—Vamos a la taberna. Lo leemos allí mejor —sonrió de medio lado al decirlo—. En privado.

Una sonrisa macabra surcó el rostro del guardia ante las palabras de ambos aspirantes. En su mirada distinguieron un ansia voraz por verles sufrir. Sabían que aquello iba a durar mucho, pero de ellos no saldría ninguna palabra más allá de lo dicho.

Durante varias horas aguantaron imperturbables ante los implacables golpes de aquel que se suponía era protector de la ley y el orden en Norul. Finalmente el guardia desistió en su labor y, ordenó que los desataran y sacaran de allí.

—No metáis las narices donde no debéis—. Pronunció con desdén mientras se los llevaban—. Si volvéis a humear con gusto os daré otra paliza brujos de mierda.

Doloridos y con el rostro cubierto de sangre Caidus y Abelgos caminaron en silencio por la ciudad hasta llegar a “La espita dorada”. Aquello no quedaría así.

El destino de Cylina pronto se encontró el del Capitán de la guardia Mikael de la ciudad de Mesh´Ran. Cuando entró el edificio utilizado como cuartel por la guardia, vio un hombre apuesto ataviado por una armadura plateada y una joven de cabellos azules con ropajes ligeramente desgastados.

—Cedric me ha comentado que quieres ingresar en la Hermandad de los Vigilantes—. Comenzó a hablar con voz calmada después de que la joven bruja se presentará—. Distintas profanaciones están sacudiendo el orden de nuestra ciudad en las últimas décadas. Actualmente rondan la veintena. Algo que sería totalmente normal si los cuerpos no hubieran desaparecido sin dejar rastro. Al parecer estos problemas tienen relación con la ciudad de Valosh, hogar de los muertos.

» Con los conceptos claros del contexto al que te enfrentas, te presento a Elentari. Como tu, quiere ingresar en la Hermandad de los Vigilantes—. Continuó explicando mientras miraba a la desconocida—. Su grupo se encuentra en uno de los mausoleos del cementerio local. Según creen esta es la puerta que conduce a Valosh, una entrada que quizás haya sufrido algún daño, permitiendo que un espectro profane tumbas.

Mikael guardó silencio unos segundos, examinando todo su cuerpo, especialmente sus brazos y manos. Tras esto carraspeó y continuó hablando.

—Si les ayudas y cumplís con éxito, yo mismo escribiré una carta a los altos mandos de la Hermandad para que tomen esta misión como una prueba de acceso—. Sus siguientes palabras produjeron en ella la necesidad de no fallar en aquella misión. Un sentimiento de orgullo—. Confío en ti. Si la mitad de lo que ha dicho Cedric de ti es verdad, la hermandad se sentirá orgullosa de tenerte con nosotros.

Todos los presentes observaron cómo la joven semielfa abandonaba el mausoleo con cierto nerviosismo. La idea de realizar una proyección astral no era algo que les atrajese especialmente.

—El viaje astral implica la separación de cuerpo y alma. Caminar de lado implica viajar al mundo astral de forma corpórea, en estado natural—. Respondió poco después la pregunta de Alya—. El viaje astral podría ser otro modo, pero moverse con la forma incorpórea es compleja y caótica. Al manifestarse de manera corpórea, dotamos de cierta realidad a aquel plano, haciendo más sencillo caminar por el lugar.

» Cerca de aquí a un día a pie se encuentra una montaña conocida como el “Dedo de Pharasma”—. Continuó explicando mientras se frotaba los brazos tratando de calentarse—. En su cima existe un antiguo altar creado por pueblos antiguos que adoraban a esta deidad. Nunca he ido, pero es la única posibilidad que se me ocurre.

Tiempo después Elentari y Cylina llegaron a uno de los poco mausoleos del cementerio. Dentro esperaban cinco personas que al escucharles llegar se pusieron en tensión.

—Esta es Cylina—. Dijo Elentari poco después, presentando a la desconocida—. Es una persona de confianza del Capitán Mikael. Al igual que nosotros es una aspirante que quiere ingresar en la hermandad.

» ¿Ha ocurrido algo?—. Preguntó mientras se colocaba al lado del lobo del sacerdote Eithel, buscando su protección y calor.

Durante el camino hacia el cementerio Elentari se pudo dar cuenta de que Cylina no era muy dada a hablar por hablar y parecía solo estar interesada en la tarea que les aguardaba. Cuando llegaron se hecho un poco hacia  atrás la gran capucha para poder ver mejor a los que iban a ser sus nuevos compañeros, los miro uno a uno haciendo un rápido examen antes de empezar a hablar.

—Buenos días, por decir algo—. Hizo una pequeña pausa echando un vistazo al cementerio que tenían alrededor. —¿La primera noche de trabajo y ya nos toca abrir tumbas? pues a mí se me ha olvidado traer la pala—. Dijo con tono sarcástico.

—Como ha dicho la amiga, me llamo Cylina. Pero supongo que lo importante en este momento es lo que sé hacer, así que os diré que sé algo de magia y me sé defender en combate, y si necesitáis alguien que se adelante con discreción o abra alguna puerta sin romperla, yo sé hacerlo ¿alguna pregunta?

Este desenlace no era el esperado por el elfo. Al menos no tan pronto. Pero había descubierto algo importante que debía comunicar al resto, y que le daba cierto sentido al sufrimiento padecido.

Antes de entrar en el local se limpió como pudo y ocultó parcialmente su rostro con un pañuelo sobre la cabeza. No quería llamar la atención por ir hecho un eccehomo. Una vez dentro pidió habitación con baño y que le subieran algo ligero de comer y beber pasado un rato, y se dio un baño. Pero antes de eso dijo:

—Compañero, pásate en un rato a mi habitación. Tenemos que analizar lo ocurrido. Hay algo interesante que debemos hablar.

La primera mirada que se clavó en Cylina fue la de la otra recién llegada, que incluso llegó a llevar la mano al pesado mandoble que tenía cruzado en la espalda; no obstante, un momento después de que sus intensos ojos parecieran leer su interior, se relajó de nuevo, retomando su pose de espera arrebujada en su ropa de viaje. - Bienvenida. ¿Qué tal se te da Caminar de Lado? - preguntó, haciendo referencia a la explicación anterior de Eithel.

- ¿En qué dirección se encuentra la montaña? Para ir haciendo un poco de reconocimiento. No creo que recibamos más refuerzos ya.