Partida Rol por web

¡La fortuna nos sonríe! Con intelecto podremos sacar partido a esta situación. Pensó Caidus sin ningún remordimiento. Ahora debían observar y esperar. Disimular como si fueran cualquier otro transeúnte. Cualquier detalle en el "público" y en la muerta podía ser una pista crucial.

—Abelgos—susurró—acerquémonos poco a poco, como simples curiosos hambrientos de morbosidad. Observemos con esmero a la gente que hay aquí y a la muerta. Quizás alguno tiene que ver con el asesinato, o hallamos algún dato importante.

El elfo estudiaba la escena con extrema atención a la vez que se acercaba al cadáver, intentando hacerse hueco entre la muchedumbre. Era algo desagradable, especialmente por los olores que despedían algunos de ellos, pero necesario.

—La guardia llegará de un momento a otro. Esperemos a que lleguen antes de intervenir. ¿Te parece?

-No mierda, tan pronto no...

De no haber hablado el mago hubiese salido corriendo y gritando advertencias para así evitar que el populacho tocase el cuerpo, si podía analizar la escena seguro encontraba una pista pero solo dio un paso en falso. 

Asiente como toda respuesta y siguió la estela de su compañero para ir acercándose entre la muchedumbre. Busca en los rostros de los que por ahí andan algo que su instinto le diga que está fuera de lugar, algo sospechoso, o alguien que parezca que busca escabullirse con disimulo de la escena.

Tal y como esperaba, el capitán de la guardia se pilló un cabreo, y si no fuera un profesional tal vez le hubiera soltado un bofetón.

-Haga lo que pueda, es más bien para la ciudad tenga algo en su archivo y que esto no vuelva a pasar, si es posible...

En el camino Ildyra se adelantó un poco a Vicnan y se le encaró.

-Vicnan, ¿Que te pasa?, ¿por que has sido tan agresivo? Si vas con esa actitud puedes convertir aliados en enemigos y recuerda que estamos representando a los Vigilantes. Ponte un poco en su piel antes de hablar, no seas tan claro en tu desconfianza...

La paladín resopló y señaló a Vicnan con el dedo. Intenta ser más educado con el sacerdote de Erastil. Enfurruñada se giró y dió zancadas en dirección a aquella casa, probablemente un templo del viejo Unojo, parandose junto a Elentari.

Elentari volvió a llamar, esta vez un poco más fuerte. Con cierta duda miró a sus compañeros, sin saber si entrar por algo malo había ocurrido o ir directamente al cementerio; sin embargo una voz cercana apagó cualquier señal de duda.

—Sois bienvenidos emisarios de los Vigilantes. Por favor, venid conmigo y sentaros—. Pronunció un hombre de edad avanzada apoyado en un árbol a unos metros de distancia—. Tranquilos, no muerdo o mejor dicho no puedo.

Después de pronunciar aquellas palabras, una gran sonrisa se dibujó en su rostro, mostrando una dentadura sin apenas dientes. Al ver que el grupo no se acercaba, hizo movimientos con el brazo indicandoles que se aproximaran.

—No seáis tímidos. Acercaros y sentaros—. Volvió a sugerir el sacerdote—. Hace un día maravilloso.

» Sé que vuestra visita no es motivo de alegría o quizás sí, en cualquier caso nunca está de más disfrutar los pequeños placeres de la vida—. Continuó hablando con voz relajada—. Soy Eithel el amigo del bosque y vosotros, Elentari, Ildyre y Vicnem, ¿no?

Sutilmente se mantuvo cerca, a una distancia desde la que poder escuchar. Permaneció así hasta que tuvo claro que aquello tenía que ver con el caso que estaban investigando, y optó por intervenir.

—Disculpad —interrumpió, acercándose del todo a la pareja—. No he podido evitar oír lo decíais. ¿Sabéis qué? Yo también soy padre, y tiene el pelo rojo, como yo. ¿Veis? —dijo señalándose su propio cabello—. Así que me ha llamado la atención. —Decidió deliberadamente omitir que tenía un hijo, no una hija, y también que ni estaba en peligro ni cerca siquiera de la ciudad; era algo que no tenían porque saber, y mejor que creyeran que el interés venía únicamente de una preocupación por la vida de alguien querido—. ¿Por qué es tan raro que haya ido a ese distrito?

Ambos aspirantes se adentraron en el tumulto que cuchicheaba y observaba con horror el cadáver. La joven difunta de hermosos rasgos, rondaba los dieciséis años de edad. Sus ojos estaban cerrados, mostrando un rostro sereno a pesar de que su piel se mostrara marchita.

Mientras Abelgos observaba a la multitud tratando de encontrar algo sospechosos, Caidus se centró en el cadáver, tratando de encontrar alguna pista en su investigación.

El elfo de piel oscura escudriño los rostros buscando culpabilidad, pero tan solo encontró rostros conquistados por el miedo y la ira. Cuando estaba apunto de rendirse y observar el cadáver junto a su compañero, se percató del rostro impertérrito de un hombre. No solo carecía de sentimiento alguno, sino que su mirada se mostraba vidriosa, carente de vida, algo que jamás había visto.

Por otra parte, el brillante arcanista observó la escena del crimen. Al no haber rastro de sangre, no había nada que seguir, así que su astuta mirada recorrió cada ápice del cuerpo del difunto. Tan solo un tatuaje dibujado en su muñeca llamó su atención, pues este había sido creado con tintes de carácter sobrenatural. Busco en los pasillos de su mente aquella simbología y pronto encontró la respuesta. Aquel grabado era un símbolo protector de la diosa Sarenrae, diosa de la curación y protección; sin embargo este había reaccionado ante una influencia maligna protegiendo a su portador de aquello que había intentado profanar su cuerpo, su mente o su espíritu.

Examinó el lugar. Realmente no le hubiese importado que Agatosh hubiese venido con ella, pero había sido buena idea. La intimidación no funcionaría tan fácilmente con la mujer estando dominada, y cuanto menos apercibiesen su poderío mejor.

- Uhmm, estoy buscando... raíces de belladona, espanto de colmenero y... quizás... - Continuó con la sarta de plantas, en su mayoría remedios empleados por las damas para enaltecer su belleza, aprovechando entre medias para conseguir aquello que necesitaba. Aprovechó el garbeo para estudiar el lugar, sin tentar mucho a la suerte pareciendo demasiado curiosa.

- ¿Cómo van las cosas por la ciudad? Soy nueva por aquí, y salvo algún comentario, no se demasiado del lugar.

No era una mentira, y aunque no se fiaba, quería tantear el control y el influjo que ejercía el controlador. Adopto una pose recatada, con hombros discretamente bajos. Tenía que mantener el perfil, a ver si con un poco de suerte quien estuviese espiando pensaba que era blanco fácil.

Dudó un poco al pincipio, sorprendida de que esuviera a su espalda. Pronto recobró la compostura y fue a paso acelerado hasta el anciono. Se sentó al tiempo que le estrechaba la mano. La calma de ese hombre tenía un efecto magnético. Trató de acariciar a la bestia postrada a su lado, atenta ante cualquier posible cambio de humor, pero su pelaje era tan sedoso que no pudo contenerse.

-¿Cómo sabe nuestros nombres? -preguntó ella, centrando toda su atención en el animal- bueno, en realidad no veníamos por eso, eso es curiosidad del momento. Veníamos por las profanaciones de tumbas -se colocó el pelo tras la oreja puntiguda mientras observaba a sus compañeros, trataba de recordar todos los puntos de los que habían hablado con Mikael, aunque estaba segura de que se dejaría alguno-. Lo primero sería si tiene alguna idea de que o quien podría estar detrás del problema, no se guarde nada, cualquier teoría por loca que parezca podría ayudarnos -le sonrió de oreja a oreja a la par que se encogía de hombros-. Lo segundo -continuó, con toda su atención de nuevo en la bestia- queríamos información, o un mapa si hubiera, de lo que hay bajo el cementerio. Y por último... ¿cómo se llama? -dijo, señalando al animal con sus iris azules.

-Creo que eso es todo... ¿Ildyra? ¿Vicnan? -les miró por encima de su hombro, aunque no por mucho tiempo, su interés tenía cosas más importantes y peludas que atender.

La interrupción de Agatosh provocó que la pareja le mirara con cierta incomodidad durantes unos instantes; sin embargo cuando éste pronunció que tenía un hijo las mujer se acercó a él. Sin duda la jugada había sido demasiado brusca y arriesgada, pero tal era la desesperación de la mujer que aquello carecía de importancia.

—El “Paseo del prisma” es el distrito de los aristócratas, un lugar inaccesible para los plebeyos—. Comenzó a explicar—. Algunas personas consiguen un visado para poder entrar, pero es algo extraño. ¿Cómo conseguiría una chiquilla algo así?

» Creo que algún noble las está engañando para venderlas como esclavas sexuales—. Respondió a su propia pregunta con nerviosismo—. Algunas familias estamos reuniendo algo de dinero para contratar a alguien que investigue todo esto.

Tras pronunciar aquellas palabras la indecisión cruzó el rostro de la mujer. Su mente cavilaba entorno a un pensamiento en el que sin duda rondaba Agatosh. Finalmente las sospechas del alquimistas se confirmaron.

—Sé que no le gustaría ver a su hija en una situación así y, veo que es un hombre armado y corpulento—. Preguntó con cierta duda en su voz—. ¿Podría ayudarnos en todo esto? Podríamos pagarle veinte monedas de oro.

Conforme Aerin iba pidiendo las cosas la dependienta iba colocando las hierbas en un tarro de cristal con movimientos rígidos. A pesar de ello, en apenas unos segundos todas las peticiones de la joven alquimista estaban preparadas.

—La presencia de los arcanistas en esta ciudad, es algo que atrae a muchas personas que intentan beneficiarse de sus servicios—. Dijo mientras observaba con intensidad sus cabellos rojizos—. A pesar de ello es mejor no ir diciendo lo maravillosa que es la magia. La escuela de magia en este lugar es como un invitado molesto que debes aguantar porque no queda otra.

» Imagino que no es de por aquí a juzgar por sus ropajes. ¿Le gusta la ciudad?—. Preguntó poco después—. Le recomiendo que visite la catedral de Iomedae por la noche. Encienden las luces, dando un aspecto maravilloso a la cristalera

Parecía que el plan de los aspirantes a Vigilantes estaba tomando forma y pronto comenzaría a llevarse a cabo. Aunque aquello era motivo de alegría, saber que el enemigo era capaz de influenciar en la voluntad de los demás, no era algo que predijera una misión fácil de realizar. 

Ildyra sonrió al ver a aquel sacerdote. Le gustaba mucho más la gente con la que era facil conversar que aquellos rígidos y estoicos soldados.

-¡Sí!, es un día maravilloso. Tenía curiosidad también por saber como conocía de su llegada, aunque rapidamente supuso que Mikael había enviado un mensajero.

-Agua bendita Elentari.... -Se giró hacia el sacerdote tras responder la pregunta de la olvidadiza semielfa y se cruzó de brazos. -Como le habrán dicho, queremos entrar en la necropolis y pensamos, bueno pensé que tal vez pudieramos encontrar algún tipo de no muerto...

El viaje a la iglesia de Erastil le reconfortaba a Vicnan. Las personas que se guiaban mas por las leyes le producian cierta repulsion. Quizas una persona que entienda mas de causas importantes sepa entendernos. Ademas, no es mi culpa que, aun siendo ya una persona con un rango, no sepa hablar el dichoso Mikael. No entiendo por que se pone tan nerviosa Elentari.

Al ver al sacerdote ya mayor cuidando de aquel lugar, Vicnan se relajo. Cuando el sacerdote invito a sentarse, Vicnan no dudo y agradecio con una ligera reverencia.

Vicnan dejo que sus compañeras hablaran. Despues de todo, el sacerdote sera mas sabio y entendido que el militar aquel. Quizas deba renunciar a los vigilantes y ayudar a esta iglesia. a Iomedae no le molestara, en vista de los problemas por aqui.

Cuando sus companeras terminaron de hablar, Vicnan recordo las menciones de la "hechicera" - Conocera usted a la "hechicera"? Algunos dicen que es una bruja. - Le menciona al sacerdote.

La presencia del sacerdote producía un remanso de serenidad en los presentes, potenciado por la hermosa vegetación que allí crecía. Aunque el invierno azotaba con fuerza el reino, en aquel lugar el sol les acariciaba con calidez.

—La naturaleza es una gran aliada si uno sabe cuidarla—. Pronunció mientras miraba el mirlo que estaba posado en su mano—. Escuchan, ven y entienden como todos nosotros. Aunque he de decir que este pequeñín me ha dicho mal vuestros nombres Ildyra y Vicnan, perdonad.

» Si os soy sincero no se quien es el causante de todo esto. La gente de este lugar son personas de buen corazón. No creo que ninguno haya sido capaz de molestar a los muertos—. Añadió poco después mientras se unía a Elentaria en las caricias del lobo—. Como les dijo antes el capitán, no tenemos ningún mapa de la zona subterránea. Hace muchos años hubo un pequeño boceto, el cual acabó quemándose por el bien de los aventureros.

Las caricias de Elentari provocaron que el lobo se girara en redondo, mostrando su peluda panza, algo que la joven no dudó en aprovechar para acariciar.

—Eres una joven previsora, sin duda—. Respondió el anciano con una ligera sonrisa—. Puedo crear varios viales de agua bendita; sin embargo necesito que pagueis el coste de la plata molida para poder crearlos.

» Bueno, las personas creen muchas cosas que no son del todo correctas. En mi caso creen que soy un viejo senil que esta desvirtuando las enseñanzas de Erastil—. La mirada del anciano se posó con calma sobre los de Vicnan—. Lo mismo ocurre con la pobre Val. Los lugareños juzgan sin conocer la belleza de su corazón, sin saber todo lo que ella hace por el pueblo. En cualquier caso ella debe de estar al caer, hoy habíamos quedado en reunirnos. Imagino que querréis hablar con ella.

Esa mirada...

-Pshh, he visto alguien sospechoso, sígueme. -Susurra y tira a Caiudus un poco de la manga y no espera a una respuesta verbal, si era el asesino esto terminará pronto. No va directo a el si no que busca la forma de acercarse a una velocidad moderada sin llamar la atención mientras se le va acercando. Ahí en medio de todos no puede hacer nada, tocaría seguirlo con sigilo y esperar el momento adecuado.

El Paseo del Prisma. ¿Será esa la zona interior de la que han hablado Abelgos y Caidus? Les tendré que preguntar después. Bueno, pero eso para después. Ahora había encontrado un pequeño filón de información y debía aprovecharlo. Tras un momento pensativo, asintió.

—Vale, os ayudaré —aceptó finalmente, esbozando una ligera sonrisa—. Has hablado de un grupo de familias. ¿Cuántas desapariciones ha habido? ¿Solo ha sido en los estamentos más bajos o sabéis de chicas más pudientes? Mmm. ¿Sabéis qué? Casi sería mejor que nos reuniéramos en otro lado, uno más discreto. Y que hubiera el mayor número de afectados posibles, para poder investigar. ¿Podrías organizarlo? Cuanto antes, mejor, esta noche mismo si os parece bien. Si tienes que hablarlo, o pensarlo, puedes mandarme después un mensaje; me alojo en la La Espita Dorada. Y tranquila, todo saldrá bien, yo me ocuparé.

La urgencia del tono de Abelgos fue lo único que hizo a Caidus dejar de estudiar el cadáver. Le miró entre ceñudo y sorprendido y con un escueto "de acuerdo" le siguió. La guardia todavía tenía que llegar, y probablemente podría volver a ver ese cuerpo, pero sin llamar la atención de toda la gente que rodeaba a la joven.

La catedral... Si pretendía que picase el cebo, lo haría... con compañía y tras reconocer el terreno. Si forzaba romper el hechizo podía salir muy mal, sabrían que les hemos pillado y no atacarían. Además, la cobertura de las calles podía ser muy interesante.

- La magia es peligrosa, no está exenta de riesgos. ¿En serio puede traer la prosperidad, o será un arma de doble filo? - dejo que continúe, pasando del tema - "La espada del señor es mi virtud, la luz es mi corazón" Creo que fue uno de los versículos del creador. Si, desde luego, tengo interés en verlo ¿profesáis la fe, hermana?

Igual aquí me he lanzado demasiado, pero conozco lo suficiente de religión como para poder ser convincente. Mientras tanto, voy tomando alguna de las hierbas que me va tendiendo.

Ildyra agarró la bolsa de monedas e hizo una mueca durante medio segundo, pero se recompuso rapidamente esperando que el viejo sacerdote no se hubiera dado cuenta.

¿Claro, cuanto sería?

El tiempo de entrar en acción se iba acercando poco a poco, y eso iba poniendo a Ildyra cada vez más nerviosa y escuchaba a medias al anciano mientras miraba a su alrededor esperando a que apareciera la druida.

Elentari se removió indecisa, estudiando a Eithel, esperando. No me ha dicho el nombre del lobo ¿se le habrá olvidado? ¿no me lo querrá decir? tal vez digo demasiadas preguntas ¿se enfadará si lo pregunto de nuevo?.

-¿Y sus amigos? -dijo señalando al bosque en un amplio ademán- puede que ellos hayan escuchado, olido o visto algo. O tal vez pueda pedirles que vigilen alguna noche, en especial este pequeñín, parece tener un buen olfato. Seguro que tiene un nombre precioso...

Se quedó mirando inquisitiva al sacerdote, la llegada de la druida quedaba en segundo plano.