Partida Rol por web

El brillante arcanista fue arrastrado por Abelgos entre las personas del lugar que habían formado un círculo alrededor del cadáver. Poco después apareció la guardia, dispersando a los mirones, justo en el preciso instante en el que se colocaban detrás del sospechoso sin ser detectados.

En silencio siguieron al hombre de mirada vidriosa por las calles del lugar, hasta que esté se adentraba en una tienda llamada “El jardín botánico”. Instantes después, cuando estaban apunto de entrar, un rostro conocido salió del local: Aerin.

Sin dudar un instante fingiendo indiferencia mientras caminaban por el lugar, mirando los puestos de las tiendas de alrededor. 

La mujer escuchaba con atención cada una de las palabras del guerrero, mostrando gran alegría cuando este aceptó su petición de investigar para las familias.

—Hemos escuchado rumores de que algunas familias nobles se han visto afectadas por las desapariciones, aunque no lo podemos confirmar—. Respondió la mujer—. Por el momento ha habido once desapariciones de familias plebeyas.

» Intentaré reunir a las familias para esta noche. Mi prima tiene una granja apartada de la ciudad —. Añadió poco después ante el ofrecimiento de Agatosh—. Si así lo desea podemos reunirnos con usted allí dentro de cinco horas, justo después de la comida.

Tras darle unas directrices sobre cómo llegar al cortijo, la mujer se despidió y regresó con su mirada al trabajo. Después de esto el joven alquimista volvió a centrar su atención en “El Jardín botánico” justo en el instante en el que salía su compañera Aerin de la tienda. Además distinguió los andares característicos de Caidus y Abelgos por el lugar que fingían no conocer a su compañera.

La dependienta pronunció con cierto letargo el coste total de las hierbas, dinero que Aerin no tardó en pagar.

—Le recomiendo encarecidamente que vaya a verla. Es espectacular la vista nocturna del lugar. No puede marcharse de la ciudad sin ir a verla—. Respondió mientras recogía las monedas de cobre ofrecidas por la joven alquimista—. Siempre que puedo asisto a la iglesia, aunque últimamente mis deberes en la tienda me han dificultado tal labor.

» Tengo que atender otro cliente—. Pronunció instantes después cuando entró un nuevo cliente a la tienda—. Pase buen día y disfrute de la ciudad.

Cuando la elegida de los mares se dio la vuelta para marcharse, vio durante unos segundos al nuevo cliente. En él pudo percibir de nuevo aquella mirada vidriosa y la lentitud de sus movimientos.

Al salir vio a Abelgos y Caidus a unos metros de la tienda, los cuales al verla trataron de fingir que no la conocían.

El sacerdote entornó ligeramente los ojos a causa del sol. En respuesta coloca su mano a modo de visera y escudriño el horizonte.

—Serían veinticinco monedas de oro por frasco de agua bendita. Yo puedo regalaros una o dos, pero no más. Necesito el dinero para cuidar a los enfermos y a los sin techo—. Respondió con voz calmada a las preguntas de ambas mujeres—. Mis amigos del bosque ya lo han intentado y no han encontrado nada. Es extraño la verdad. No se si existe alguna criatura capaz de no dejar olor de manera innata. Debe de haber magia de por medio, eso o que es una criatura muy poderosa.

» Ahí tenéis a Val—. Dijo el anciano mientras se levantaba y señalaba justo en frente suya.

El grupo entonces giró en redondo para poder ver a una mujer que jamás habrían dicho que era una bruja. Sus rasgos eran finos y hermosos, así como sus movimientos gráciles y fluidos, característicos de los elfos. Su melena caía en una cascada carmesí decorada por flores de distintos colores y formas. En sus manos llevaba una pequeña cesta de mimbre y un pequeño ramo de flores.

Salió sin prisa del local, mirando curiosa al tipo que dejaba tras de si. Era un lugar de reunión, eso desde luego. se preguntó a cuantos podrían controlar a la vez el que estaba detrás de todo aquello, no era tan fácil como parecía. Tendría que preparar alguna contramedida para la situación.

Buscó a Agatosh con la mirada, no debía de andar muy lejos. Ya luego hablaría con Cadius y diseñarían un plan con varios cursos de acción. No pudo evitar sentir un escalofrío, parecía que era fácil reconocer el hechizo, pero si funcionaba con alguno de ellos, las cosas se pondrían muy cuesta arriba... y ser poseída o acuchillada no era su prioridad ahora mismo.

Seguir a sospechosos por las calles de una ciudad desconocida era algo para lo que Caidus no estaba hecho. No porque no tuviera cualidades para tener éxito, sino porque le parecía tarea para otro tipo de personas, no un mago como él. Pero se recordó el motivo por el que había querido entrar en La Hermandad, y el beneficio que le traería, e hizo de tripas corazón. Eso sí, se colocó los guantes bien, no fuesen a caerle los anillos.

Tras el paseíllo, su destino parecía ser un local sobre el que habían hablado antes, y en seguida lo relacionó. Desde el primer momento, no gustó nada al elfo. Allí es a donde habían ido los otros compañeros, y había muchas probabilidades de cruzarse. Tantas, que no se sorprendió al ver el rostro de Aerin, a quien ignoró deliberadamente, más allá del primer cruce de mirada. Pero la preocupación del mago no acabó allí. Pensaba en las posibilidades inmediatas, y no le transmitían mucha seguridad.

Abelgos y Aerin probablemente actuarán con lógica y no interactuarán entre ellos. Pero como Agatosh esté aquí... ¿será capaz de disimular? Es demasiado hosco e impulsivo, y no parece ser consciente de lo que hace, pensó con escepticismo, recordando cómo les culpó por un error claramente de él, Agatosh. Y siguió caminando tras su objetivo.

Tras aquella nueva pista, y viendo que Aerin ya salía de allí, se despidió también de la mujer y su marido y se encaminó para cruzarse con ella. Solo vaciló un momento en su andar al ver a Caidus y Abelgos, dudando de si sería bueno informarles, pero finalmente y al ver que fingían no conocer a nadie, optó por no hacerlo; era mejor encontrar el mismo rastro de formas diferentes, así que no corría prisa. Eso si, le vino la idea de que, tal vez, él también tendría que contenerse un poco, y asegurarse de que la conversación con la tendera servía para algo. ¿La mandarían seguir? De ser así, quería asegurarse antes de espantar a algún posible enviado a ellos.

Espera... no es ahí donde van a estar esos dos? Efectivamente.

Todo el mundo parecer mantener la compostura y la conversación sobre no revelar nuestra tapadera funciona. Todo el mundo actúa como si no se conocieran y cada grupo ignora al otro. Abelgos se suma a la pantomima, deja pasar con gesto neutro al bárbaro y la semielfa y cuando se han separado unos pocos metros, llama con unos toques al antebrazo al elfo para que se detenga. Señala con el pulgar a Aerin y de manera vulgar se queda admirando el trasero de esta e invita a su camarada a hacer lo mismo. 

Luego de eso le hace gestos para no entrar en aquel establecimiento y seguir andando.

No fué muy lejos, solo alejarse los metros necesarios para tener controlada la puerta de entrada y salida. La esquina de una calle o el umbral de una puerta, quizá incluso detrás de unas cajas y barriles.

Ese hombre, creo que es el asesino, no mostró ninguna emoción al ver el cuerpo. -Dijo en susurros. -Si entramos con el, en el mejor de los casos nos verá y sabrá que existimos en el peor sabrá que le siguen y se volverá mas cauteloso. Tenemos que seguirle hasta su hogar o donde duerma y averiguar mas de el, confirmar que es nuestro hombre.

¿Tienes algún hechizo para marcarle y saber siempre donde está o rastrearle?

-Gracias Eithel, solo puedo permitirme una, pero si no las uso te las devolveré. - Sacó las 25 monedas y se las entregó al sacerdote contandolas para no equivocarse.

Cuando la druida llegó la miró de arriba abajo buscando encontrar malignidad en su aura mientras se acercaba.

Exotica, pero no me sobrepasa en aspecto. Sabía que no era muy correcto compararse con los demás, pero solía hacerlo casi inconscientemente.

-Saludos Val. Estabamos hablando con Eithel sobre las criptas. ¿Tal vez sepas algo o puedas echarnos una mano?

Veriamos su actitud, el hecho de que los pueblerinos hablaran mal de ella no decía demasiado bueno tampoco.

El anciano sacerdote miró poco después el rostro de Elentari, el cual se mostraba ligeramente entristecido por sus pensamientos.

—¡Ay! Lo siento pequeña—. Exclamó mientras golpeaba con suavidad su frente con la palma de la mano—. Mi amiguita se llama Tormenta. Siempre que llueve le encanta caminar por el bosque, algo que mis huesos toleran peor con cada día que pasa.

» Hola querida amiga mía—. Saludo poco después a la druida—. Mis amigos Ildyra, Elentari y Vicnam quieren hablar contigo, espero que no te importe.

El devoto de Erastil rechazo las monedas de la joven paladina, dando entender que mas tarde llegarían a un acuerdo.

Ildyra concentró su mente durante unos instantes, focalizando su visión en la elfa. En un comienzo no pasó nada; sin embargo poco después su visión parpadeó y vio a través de los ojos de Shantia. El aura de la druida no se mostraba tan inmaculada como la suya, pero lo cierto es que era de las almas más limpias que había visto en mucho tiempo.

—La verdad que es un tema que me preocupa—. Dijo poco después de saludar a su compañero con la mano—. Ayer metí un ataúd en una fosa abierta, para después meterme en este, para ver si trataban de “robarme”.

» En toda la noche no se escuchó a nadie caminar por el cementerio; sin embargo hubo un momento en el que comenzó a hacer un frío antinatural. Llegando a cubrir en escarcha el interior del ataúd—. Relato la fata con cierto nerviosismo—. En aquel momento intenté salir, pero algo lo bloqueaba. Después de horas golpeando y arañando la madera, finalmente pude salir.

Los presentes vieron como el rostro de la mujer se tornaba nervioso. Imaginaron lo que debió sentir estar encerrada durante horas en un recipiente tan pequeño, provocando que el vello se les erizara al evocar aquellas imágenes.

—Para entonces ya habían saqueado otra tumba—. Pronunció instantes después con el rostro ensombrecido—. Se que fue una imprudencia, pero Eithel y yo llevamos tiempo investigando y no hemos descubierto nada.

En cuanto Abelgos le habló, Caidus detuvo varió su camino y se quedó junto a él. Tenía razón en lo que decía, aunque perderían la oportunidad de escuchar la conversación.

—¿Una manera de marcarlo?—el elfo calló un lapso de tiempo suficiente para barajar opciones: enviar a su querido Smurf sería útil, pero no se quería, ¡no se podía! despegar de él, y el sirviente sería muy arriesgado. Sólo quedaba marca arcana, había que acercarse demasiado, y no le gustaba dejar por ahí su marca a cualquiera que pudiers leerla.—No. No hay una manera que nos valga. Tendremos que seguir haciéndolo igual.

Quizás más adelante deba arriesgarme más, pero por el momento, no. Veremos si sale o no por aquí.

Elentari miró al lobo indecisa, ya le había nombrado Fenrir a decisión propia y no estaba segura de cambiarle el nombre.

-Un nombre muy bonito -comentó distraida, para mi siempre serás Fenrir-. Si quiere, puedo pasear a F...Tormenta alguna vez, para que puedas descansar.

Al escuchar a Valériane no pudo evitar sonreir. Hermana de alma, dijo para sí. Un pequeño dicho en su aldea natal para dos personas que comparten una conexión que va más allá de la sangre, o que comparten las mismas alocadas ideas.

-Perdón que sea tan directa Valériane, se que debió ser duro. Pero... ¿tienes alguna idea de que pudo causar ese frío? algún no muerto ¿tal vez?

Lo cierto es que Ildyra no era muy estudiosa, ni especialmente inteligente, pero algo había leído obligatoriamente en la biblioteca del monasterio y a veces recordaba pasajes o dibujos relevantes.

Se quedó pensativa pensando en algún tipo de no muerto que pudiera hacer eso.

-Mmm, eso suena a algún tipo de criatura poderosa..., tendremos que ir a buscarla nosotros mismos, aunque el hecho de que notara el aura significa que estará cerca... algún tipo de rastro tiene que dejar, ¿Verdad Vicnan?

Sus pasos le llevaron hasta el grandote de forma despreocupada - He encontrado justo las hierbas que necesitaba, la verdad, diría que he tenido más suerte de la que pensaba. Tengo una infusión que seguro que te encantará.

Le dio un codazo disimulado, intentado advertir rostros de más gente hechizada, y le guiñó un ojo - Me han dicho que la catedral es preciosa esta noche, debería ir a verla esta noche. Aunque no se si tu habías quedado ya con unos amigos o yo que se qué. Por un rato que esté sola no pasará nada, ¿verdad?

Esperaba que pillase la indirecta, pero hasta que no hubiese algo más de intimidad no podía ser franca. Y no, no pensaba ir sola a la boca del lobo.

No parecía que hubiera nadie siguiendo a Aerin, así que sus pasos, también despreocupados, acabaron por cruzarse con los de ella. La guiñó un ojo en cuanto la tuvo cerca, y después escuchó.

—Me alegro que tengas todo, esta ciudad está bien surtida y llena de sorpresas. —Sonrió—. Pues no creo que vaya a pasar nada por visitar la catedral, no. La verdad es que yo si he quedado, no te vas a creer a quienes me he encontrado. ¿Por qué no vamos a tomar algo y te lo cuento? Y luego ya te dejo deambular solita por ahí, ¡ja!

Ambos fatas esperaron en la zona del mercado, fingiendo ver los puestos del marcado mientras su atención se enfocaba en la tienda del "Jardín botánico". Minutos después volvió a salir el hombre, cargado con un frasco con diferentes hierbas de la tienda.

Instante después Abelgos y Caidus siguieron desde la distancia los movimientos del desconocido, adentrándose en las entrañas de la ciudad. Pronto el olor a cuero, pescado, frutas y verduras quedaron atrás, siendo sustituidos por la fragancia de la orina y el alcohol. Desconocido y perseguidores comenzaban a adentrarse en los barrios bajos de Norul, un lugar que abandonaban los guardias al anochecer.

El elfo oscuro encontraba aquel trabajo cómodo y natural; sin embargo los movimientos de su compañero eran torpes, y su discreción en la multitud un tanto indeseable. Por ello el hombre se percató de la presencia de ambos aspirantes, algo que sin duda trató de ocultar de manera fallida.

¿Debían correr el riesgo y continuar siguiéndolo o debían abortar la misión?

El sacerdote asintió de manera silenciosa con una sonrisa en los labios ante las palabras de Elentari. La presencia de la joven debía ser agradable, pues el nerviosismo de Val se redujo ligeramente cuando habló.

—Eithel y yo intentamos rastrear a la criatura, a través del olor y buscando posibles huellas, pero nada. No encontramos nada—. Respondió poco después mientras dejaba la cesta en el suelo—. Hay algunas criaturas que provocan fenómenos similares, pero que no dejan huellas ni olores, eso es más extraño. Sinceramente no se me ocurre nada al respecto.

Ildyra busco en los pasillos de su mente alguna criatura que pudiera provocar algo así y de nuevo surgió la idea de la existencia de muertos vivientes. Existían espectros que llevaban el viento y la escarcha como acompañantes. Aquello era lo que más encajaba en todo aquello, pues las criaturas incorporales no estaban dotadas de materia para dejar ningún rastro físico que poder rastrear; sin embargo si sus suposiciones eran ciertas la corrupción de sus pisadas aún estarían presentes.

La hermosa paladina dejó que la luz de las estrellas empapara su mirada, permitiéndola ver la oscuridad del lugar. En la zona boscosa no había nada; sin embargo al seguir sus instintos y adentrarse en el cementerio la cosa cambió. Unas pisadas de oscuridad se dirigían desde una de las tumbas recientemente profanadas, hasta uno de los pocos panteones del lugar.

Chasqueo la lengua al ver que el elfo no supo mantener el perfil bajo. Ahora aquel tipo sabía que le estaban siguiendo y la pareja sabia que han sido descubiertos. -Prepárate para un pelea o una carrera y sigo esperando un hechizo útil para la situación.

Eso cambiaba un poco las cosas pero no demasiado, ahora no se tomó la molestia de tratar pasar desapercibido pero si continuó vigilando de cerca. Dejaría que aquel tipo tomase la decisión de salir huyendo para despistarles o se encarase a preguntar por que era perseguido.