Partida Rol por web

La fresca noche, caminando bajo aquél limpio firmamento, a través del maizal, le había traído recuerdos del pasado, de un tiempo tranquilo cuando vivía en su aldea natal, cuando todo era sencillo. Aún era un niño por aquél entonces, un joven alto, fuerte, alegre y, pese al miedo a ser reclutado para las levas de los siempre belicosos señores de la zona, feliz.

Su padre aún estaba con él en esa época, un soldado retirado, duro e inflexible, pero que quería a su hijo por encima de todo. Era quien le había convertido en un hombre, quien le había dado todo, hasta el punto de sacrificarse para darle una vida. Aquél día aún le pesaba en el corazón y, aunque era incapaz de recordar los detalles —en ocasiones se daba cuenta de que hasta estaba olvidando el rostro de su querido padre, de todas las personas a las que amaba—, en su cabeza aún le daba vueltas, una y otra vez, pensando que podía haber actuado de otra forma, hecho algo diferente. Se arriesgó para que pudiera tener la vida tranquila que siempre había querido para mi, que nunca tuviera que sufrir como él en la guerra, y mírame ahora, luchando por formar parte de una organización militar. ¿Te he deshonrado? ¿Mancillo acaso tu memoria? No. O si. No importa, si con eso te salvo. Sé que estás vivo aún, encerrado sin duda en alguna mugrienta celda en la prisión de ese malnacido, sea quien sea. Descubriré quien e iré a rescatarte, lo juro. Puede que ya no me reconozcas cuando lo haga, pero serás libre, podrás volver con tu nieto, decir a mi esposa que estoy bien pero no podré volver jamás, que estoy ocupado, que debo daros a todos una vida mejor. Y para que mentir, también que es lo que yo deseo, que ya no tengo ganas de regresar, que eso no es para mi, ya no.

Su rostro durante el paseo se tornó en cierto modo ausente, sus ojos mirando al frente pero perdidos muy lejos de allí, en el tiempo y el espacio, en promesas rotas y por romper, además de otras incompletas. Tras esa lejanía autoimpuesta, silenciosa y sombría, suspiró y, con ese sencillo gesto, pareció volver a la realidad en la que se encontraba. Miró a Aerin, a su lado —ambos se habían detenido un instante mirando el granero—, y sonrió.

—Pues hemos llegado. —Fue a dar un paso, pero se contuvo, recordando algo—. Una cosa, antes de entrar. Puede que crean que eres mi hija, no te extrañes, les di a entender que tenía una, con el cabello como yo, y que por eso estaba interesado en ayudar; pero no hace falta que mientas, seguimos con la idea de que soy tu protector, les diré que tengo debilidad por las pelirrojas. —La guiñó un ojo y, ahora si, se encaminó a la reunión.

Un pequeño grupo de personas se levantó al verles llegar, en apariencia temerosos, tensos sin duda. Podía entenderlo, sus hijas habían desaparecido y eran demasiado humildes, demasiado pobres, para que nadie hiciera nada al respecto, para que nadie las tomara en serio cuando acusaban a los ricos y poderosos. Sabían que, tensar demasiado, tirar de ese hilo, podía causarles problemas, y no se fiaban de que no fuera una trampa, que no les estuvieran engañando. Bueno, no podía hacer nada para que confiaran en él —se agarraban a un clavo ardiente, nada más—, pero lo hicieran o no obtendría resultados, y eso era lo único importante.

—Buenas noches —saludó a todos los presentes al pasar. Buscó, con la mirada, a la pareja que había iniciado aquello, a la que se había encontrado en el mercado, y asintió hacia ellos; luego devolvió la atención al resto—. Gracias por venir. Si estamos aquí, es porque todos deseamos lo mismo, que es encontrar a las chicas desaparecidas, así que me voy a encargar, llegando hasta donde haga falta, y ningún petimetre de la alta sociedad me va a parar, os lo aseguro. Os las devolveré, o descubriré que ha sido de ellas, pero primero necesito que me contéis algunas cosas. ¿Alguna se había empezado a ver con alguien poco antes de desaparecer? ¿Se escribían cartas con algún hombre? ¿Visitaban algún lugar poco frecuente? ¿O había algún sitio dónde coincidían? ¿Alguna conducta extraña? Cualquier cosa al respecto podría serme de utilidad.

 Dioses paganos, rituales profanos, seres que se aferraban a la vida de formas antinaturales. La ira que bullía en Vicnan era difícil de contener y debía mantener la mandíbula apretada para evitar insultar al anciano por no tomar medidas contra tales aberraciones. Además, depender de esos medios para cumplir su misión creaban en él un sentimiento de impotencia. Al menos usaré sus propias armas contra ellos. El pensamiento era un triste consuelo al cual aferrarse.

 -En otras palabras: solo tendremos la ayuda de los verdaderos dioses una vez crucemos. Vicnan se esforzó en mantener un tono de voz medido, pero no pudo evitar dar énfasis al referirse a la naturaleza de las deidades. Al escuchar la pregunta de Alya miró a esta y asintió. Debemos ser veloces..

Se quedó algo rezagada, mientras siguieron caminando. Si no fuese porque no debía ir con ellos, hubiese seguido a los elfos, era ella quien tenía que conocer el terreno de caza del vampiro después de todo, y además no se fiaba ni una pizca de lo que harían en la misma, ya estaba visto que la discreción no era su fuerte.

¿Perdón? - No tuvo que decir nada más. Eso de que pensase que la trola de la hija fuese a funcionar era difícil. O porque quizás habían llegado demasiado lejos. En cualquier caso contuvo la lengua después, antes de que se soltase demasiado.. Se puso la capucha sobre los hombros y le siguió. Buscó un lugar apartado, pero con una buena visibilidad, para estudiar los rostros de los aldeanos. Buscaba a un poseído o esclavo mental, a la vez que pretendía no destacar tanto y dejarle el protagonismo a Agatosh. Y para que negarlo, que le lugar tuviese una salida cerca, una ventana la bastaría. En campo abierto la turba sin armas a distancia no podría con ella.

Cylina miró a Vicnan con cara de incredulidad. —¿Insinúas que Pharasma no es una diosa verdadera? No es que yo sea adoradora de la Señora de la Tumbas, pero prefiero no ofender a aquella que nos juzgará a ¡todos! después de morir—. Se giró para empezar a hablar en voz alta y sin dirigirse a nadie en concreto, mientras hacía gestos exagerados que acompañaban a sus palabras.

—Así que solo hay que cruzar un portal, esperar que mágicamente lleguemos a la ciudad de los muertos, averiguar porque se ha roto una puerta y seguramente enfrenarnos a aquello que impide a los guardianes repararla, y todo esto evitando molestar a ningún espíritu del otro lado para que no se enfaden y confiando en dos desconocidos para que mantengan abierto un portal que de cerrarse nos dejaría encerrados en el plano de los muertos—. Cylina hizo una pausa mientras hacía gestos afirmativos con la cabeza. —Todo claro, que puede salir mal.

-En fin... tendremos que improvisar. Ildyra zanjó así las lo que estaba pensando, empezaba a dolerle la cabeza y seguía sin entender absolutamente nada con las explicaciones dadas. Darle vueltas no iba a conseguir nada por lo que volvió a comprobar que su equipo estuviera entero y en condiciones de ser usado. Solo esperó que alguno de los que iban pudiera orientarse de alguna manera, se sentía como aquella vez que comió setas alucinogenas, expectante y reticente a al vez.

Eithel sonrió con cierta tristeza a los aventureros, tras los cual asintió de manera ligera a su compañera Val. Ante esta señal druida y sacerdote colocaron sus manos en el suelo y se concentraron. En un comienzo los aspirantes a las Hermandad de los Vigilantes no percibieron nada; sin embargo apenas unos segundos después pudieron observar como multitud de símbolos desconocidos se dibujaban por el suelo en colores púrpura y posteriormente por las distintas elevaciones de piedra.

—Podremos dotaros de realidad en la umbra varias horas; sin embargo el tiempo transcurre de manera distinta en ambos planos—. Explico el anciano sacerdote mientras aquel espectáculo sobrenatural comenzaba a suceder—. Os daremos el máximo tiempo que podamos. Que Erastil os guie en aquel extraño mundo.

Todos los presentes experimentaron como aquella opresión que sentían en su pecho a causa de la magia primigenia que allí anidaba, comenzaba a crecer hasta provocar una distorsión en la realidad física. En el aire se había manifestado una brecha que crecía poco a poco y de la cual manaba un frío sobrenatural que heló sus entrañas. Poco después de los grabados antiguos comenzó a surgir una neblina que los abrazó con suavidad anclando su alma a su cuerpo incluso en el más allá.

Con el corazón acelerado se adentraron en aquel extraño portal. Cuando su cabeza entró en aquella grieta en la realidad, oyeron susurros que se adentraban en lo más profundo de su mente. De manera instintiva trataron de retirarse, pero algo les impedía dar media vuelta y marcharse. A sus espaldas la sustancia parecía solidificarse, mientras que al frente era suave y liviana. No había marcha atrás, su destino estaba fijado al otro lado del portal, sin importar lo que existiera más allá.

El rumor de aquellas voces lejanas llegó a su fin cuando el grupo cruzó finalmente el umbral y llegaron al otro lado. Confundidos miraron a su alrededor pues no importaba donde observaran, pues su mirada siempre se encontraba con un manto de niebla brumosa y danzarina. El lugar estaba cargado de un aura fría que se instauraba en sus cuerpos, robando cada atisbo de calor. Aquel no era lugar para ningún ser mortal que aún contuviera la chispa de la vida.

Catedrales, dioses, fanatismo,... Tan solo la necesidad acercaba a Caidus a ese territorio tan oscuro y dogmático. No podía negar la realidad de la divinidad ni de sus elegidos, pero el credo, sus incontables normas morales, o su hipocresía hacían que el elfo mirase estas instituciones con cierto desdén. Al llegar a esta catedral, además de tosca para lo que él conocía, sólo sintió hastío. Pero tenían una misión que cumplir.

Al entrar, buscó a algún religioso aparentemente desocupado, o cuya tarea pudiese ser detenida en cualquier momento, y se dirigió a él con una breve pero correcta inclinación de cabeza.

—Buenas noches, señor, mi nombre es Caidus. Estamos realizando una investigación y nos gustaría contar con su conocimiento y experiencia para ampliar los nuestros propios. Queremos saber sobre una vil criatura llamada vampiro, y sus pérfidos ayudantes. Puntos débiles, lugares que frecuenta, vicios, motivaciones,... Toda información es bienvenida.

Mientras Agatosh comenzaba a hablar tratando de mantener a raya la ansiedad y miedo de las familias, Aerin aprovechó para mirar los movimientos y miradas de los presentes. Apenas un minuto después todos las personas del lugar habían sido examinadas por su atenta mirada, pudiendo afirmar que allí no había ningún afectado por el vampiro que buscaban. Tras esto una mujer se levantó, mostrándose como la aparente líder de aquel grupo o al menos lo suficientemente valiente como para empezar hablar.

—La hija de los Falmer les dejo un saco de monedas de oro, junto a una nota antes de desaparecer—. Comenzó a explicar poco después de acercarse unos pasos al alquimista—. En ella solo decía que les quería y que esperaba que esa aportación suya solucionara los problemas económicos de su familia.

» La de los Fletcher desapareció una noche sin más. Bajo su almohada encontraron un pañuelo de seda, aunque no somos capaces de reconocer la Heráldica del bordado, creemos que es de una familia noble de aquí—. Dijo mientras se lo tendía—. La hija de los Harrison por el contrario sí que recibió correspondencia durante varias semanas en las cuales se mostraba absorta en sus pensamientos. Quizás el mensajero os pueda decir algo, se llama Robb.

Durante unos instantes la mujer guardó silencio. Un ojo atento habría percibido que más que ordenar sus pensamientos trataba de contener las lágrimas, mantener la compostura.

—Por último, mi hermana Grace desapareció hace un par de noches. Llevaba más de una semana algo entraña. Pensaba que se había dado un golpe o que alguna comida le había sentado mal—. Continuó explicando segundos después mientras su voz se quebraba—. Apenas comía ni hablaba y cuando lo hacía era con pocas palabras. Se movía lento y dormía más de lo normal. A veces hasta doce horas.

» Ella fue la chica que apareció hoy muerta en mitad de la calle. La guardia me dice que están investigando, pero no me permiten llevarme a mi hermana para velarla como debe ser—. Finalmente su compostura se vino abajo y las lágrimas comenzaron a caer en torrente por sus mejillas—. ¿Qué diantres está ocurriendo? ¿Por qué no me permiten llevármela?

¿Robb? Ese maldito mocoso estaba metido en todo. Tendría que hacerle una visita de nuevo. Lo demás, todo parecía apuntar a lo mismo, las familias ricas del lugar, algunas compradas, otras seducidas. Y por último, una mujer muerta. Que no dejaran que se la llevaran tendría que ver, casi seguro, con ese guardia ghoul; puede, incluso, que hubiera otros. Probablemente la chica había escapado, pero débil como estaría había sido incapaz de ir muy lejos, acabando por caer en la calle como un perro, donde la habrían encontrado y ocultado para que nadie viera los signos del vampiro. Cada vez tenía más claro que era eso a lo que se enfrentaban, posiblemente apoyado por algún pequeño grupo de nobles, algunos controlados y otros simplemente extasiados por la posibilidad de ascender y ganar poder, o incluso la inmortalidad. Necios.

—Tengo mis sospechas —dijo, esquivando una respuesta que no creerían o, de hacerlo, haría cundir el pánico—. Pero no son más que eso, así que hablaré por hablar hasta que sepa algo seguro. Pero intentaré echar un vistazo al cuerpo, eso ayudará. ¿Sabes dónde lo tienen? —Si es que no lo han quemado para hacerlo desaparecer. Resopló; todo era muy complicado—. Respecto al pañuelo, investigaré para descubrir a quien pertenece, eso puede que apunte en la dirección correcta. —Se lo guardó directamente en el bolsillo, sin echarle un vistazo aún; no serviría de nada rebanarse los sesos, cuando no tenía ni idea de la nobleza local. Miró alrededor—. ¿Son todas las desaparecidas? ¿Alguien más sabe algo? Por nimio que sea, decidlo. Y si conocéis más casos, aunque no sean personales, contádmelos también. Estoy seguro de que los rumores corren y os habéis enterado de algo.

- Horas. Con un paso del tiempo irregular. - Repitió en voz baja la joven, compartiendo la opinión de Cylina respecto al plan. Con la excepción de que estaba bastante convencida de que Eithel y Val eran relativamente de fiar. Otra cosa era cualquier imprevisto que pudiera suceder mientras tanto.

- Improvisar rápido, Ildyra. No muy distinto a un baile. - Respondió con intención de animar a la otra mujer; sin cambiar su propio tono átono y se dispuso a atravesar el portal con el resto de la comitiva.

Sin perder un momento, pese a las extrañas condiciones que les rodeaban, se puso manos a la obra para intentar buscar un modo de mantenerse orientados y dirigirse a la ciudad para encontrar la puerta que debían buscar y reparar. El tiempo apremiaba.

Tras pasar el portal, se encontraron perdidos. Sin saber exactamente que hacer, pero sin querer quedarse quieta, la joven paladín encendió una antorcha y la levantó, para ver si aquello ayudaba a la visibilidad o al frío antinatural que empezaba a entrarle en los huesos.

Ofreció su antorcha para encender las de cualquier otro que tuviera la misma idea e intentó orientarse o buscar algún punto de referencia en aquel lugar.

Mientras sus compañeras intentaban orientarse Cylina rebuscó en su mochila buscando un trozo de madera que sabía que había guardado hacia unos días, en el grabó unas runas y tras observarlo detenidamente un rato lo enterró en el suelo. Llegados a este punto las supercherías servían de poco, así que se despojó del amplio manto que llevaba para dejar ver una esbelta figura cubierta por una ceñida tenía de piel de serpiente sin mangas y una larguísima melena que fácilmente podría arrastrar por el suelo si no fuese porque esta ondulaba en el aire por si sola. 

—Según ese viejo clérigo solo tendríamos que echar a andar, porque irremediablemente llegaremos a la ciudad de los muertos. Lo que más me preocupa, aparte de lo que nos podamos encontrar allí, es que no tenemos ni idea de cómo salir luego de aquí. No sé si servirá de algo, pero creo que al menos debería ser capaz de volver a este punto.

 ¿Así se sentirá morir? Por la forma estricta en la fue entrenado, Vicnan no era muy dado a reflexiones, mas era inevitable que cuestionase lo aprendido dadas las circunstancias. Tal vez lo sea así para los infieles, pero cuando yo muera mi diosa me recibirá y estaré rodeado de luz.. La doctrina estaba grabada en él a fuego.

 Negó con la cabeza Ildyra cuando le tendió la antorcha. -Prefiero confiar en la luz de La Flor del Amanecer para guiar mis pasos. Al decirlo musitó una breve plegaria y su cimitarra comenzó a brillar. Luego miró con aprobación a Cylina. -Buena idea. Aunque aún faltaba mucho para lograrlo, debía reconocerse que intentaba ser más tolerable para sus compañeras. Siempre trabajé solo..

Alya miró al cielo tratando de orientarse a través de las estrellas, pero en aquel mundo solo el vacío gobernaba el firmamento. Trató de sentir posibles fluctuaciones de viento en la zona o de palpar la humedad del suelo, pero nada de aquello existía en aquel mundo. Las leyes de supervivencia que había aprendido en el mundo material no tenían cabida en la umbra.

Por su parte Ildyra encendió con facilidad una de sus antorchas, la cual prendió con unas llamas de color verdoso. El calor que desprendía reconfortaba parcialmente su cuerpo y mantenía a raya el frío a su alrededor como la esperanza hacía con el miedo.

Tras prender las antorchas de sus compañeros, la joven paladina trató de mirar a través de aquellas brumas espectrales, pero tal era su densidad que solo era capaz de percibir con claridad a un metro. Frustrada guardó silencio y agudizó el oído. Su templanza pronto dio sus frutos, pues segundos después comenzó a oír el tañer de una pequeña campana en la lejanía. Sin dudar compartió aquella información con sus compañeros y pronto todos oían con claridad aquel tintineo metálico.

Sin ningún rumbo claro el grupo fue guiado por aquel sonido por las brumas del plano astral. Con cada paso que daban la humareda sobrenatural se abría en dos, permitiendo el paso a los visitantes del exterior. Pronto dejaron atrás la umbra próxima y llegaron a una umbra más profunda, donde pequeños fragmentos de lo que fue, encontraron un nuevo lugar para nacer.

Ante ellos se alzaba un árbol grotesco de proporciones desmedidas, en cuya base se encontraba una entrada que desprendía una luz fantasmagórica. Su tronco y sus ramas se retorcían de maneras aberrantes que solo la corrupción podría provocar. De las extensiones de aquel ser de la naturaleza corrompido, colgaban multitud de cuerpos que desprendían una fragancia hedionda y persistente.

Un sendero de piedra agrietada surcaba por el lugar hasta desembocar en los pies de aquel árbol que parecía el camino que debían tomar; sin embargo una extraña figura encapuchada les impedía el paso.

¿Debían hablar con ella o quizás debían buscar otro camino? 

Permaneció en segundo plano, indagando en los distintos rostros. Cuanto menos se delatase mejor. No obstante, se acercó a observar el pañuelo con curiosidad, antes de que el bárbaro lo guardase, antes de devolvérselo. El miedo a lo desconocido inundaba los rostros de la gente. Conocía esa cara del terror muy bien, a veces incluso había sido objeto de ese terror. No era buena idea dar demasiados datos ni alargar demasiado la reunión, o las chispas que desprendían algunos podrían hacer que brotasen e hiciesen alguna estupidez. Quizás la tomarían por despiadada o desalmada, pero era mejor así. Si creaban demasiadas expectativas podría volverse en su contra, al menos de momento.

No emitió una sola palabra, volvió a su lugar. Ya le tocaría ser la protagonista, pero no era el momento aún.

Una vez llegados allí le hubiese gustado tomar la iniciativa y ver donde se reuniría Aerin supuestamente con el asesino y de ahí mirar las rutas y buscar un sitio adecuado para ocultarse o tomar terreno elevado para disparar o cualquier cosa de ese estilo.

Sin embargo se despista en sus pensamientos y pierde de vista a su compañero que se va directamente en dirección a la entrada, duda un momento sobre si seguirle o no y opta por dividirse y ganar tiempo y terreno, en cuanto termine su parte que era bastante sencilla, le daría alcance. 

Caidus se acercó a un adepto encapuchado que parecía terminar de encender las velas de altar a Iomedae. Cuando escuchó las palabras del elfo, el desconocido bajo su capucha, revelando entonces un perfil femenino.

—Señorita si puede ser—. Bromeó la joven con una ligera sonrisa—. Demasiadas preguntas en muy poco tiempo Caidus, a las cuales tengo respuesta; sin embargo ¿para qué quieres el conocimiento?

» ¿Cómo parte de una antología quizás?—. Pregunto poco después al ver que el arcanista no respondía. Antes de que pudiera responder volvió azotarle con una pregunta, esta vez pronunciada con entusiasmo—. ¿O quizás has encontrado un vampiro al que derrotar?

En aquel momento se percato de que estaba solo. Inquieto miro a su alrededor, para percatarse poco después de que su compañero se encontraba en el exterior observando la plaza y sus alrededores. 

Abelgos observó como su compañero se adentraba en la catedral absorto en la búsqueda de conocimiento, sin llegar a percatarse de que lo hacía solo. El elfo oscuro decidió realizar un barrido visual por la zona antes de entrar, tratando de encontrar puntos muertos donde esconderse.

Debido a la austeridad y dimensiones de la plaza de la catedral, resultaba difícil encontrar un sitio en el que esconderse. Multitud de calles conectaban con aquella plaza, permitiendo a los lugareños acudir con facilidad y rapidez a la catedral. Aquello no le gustaba en absoluto, pues tendría que encontrar un escondrijo situado más allá de la catedral.

Frustrado comenzó a mirar en lo alto de los edificios que rodeaban el lugar, así como en sus calles y callejuelas. Finalmente encontró una panadería con vistas a la parte frontal de la catedral que además presentaba una gruesa chimenea en la parte superior. Aquel era el lugar idóneo, pues le otorgaba gran cobertura y una gran visibilidad de toda la plaza.

La mirada de Agatosh paso por todos los presentes, pero cada uno de ellos desviaba su mirada por la intensidad de la suya.

—Que sepamos con seguridad, solo esto—. Volvió a responder la joven que había tomado el liderazgo—. Hemos oído rumores de que una familia noble también sufrió la desaparición de una hija, pero no sabemos quien puede ser.

» Por otra parte mi hija se encuentra en el cuartel de la guardia. Uno de los guardias me dijo que tenía que ser examinada por un curandero y un sacerdote para saber exactamente la causa de la muerte—. Añadió poco después—. Hasta entonces dijo que no podría llevarme a mi hermana para velarla y enterrarla. Sinceramente pienso que me estaba dando largas. No saben exactamente que esta ocurriendo.

Mientras la joven añadió la última información que podía otorgar, Aerin observó el blasón bordado de manera pulcra en el pañuelo. Durante varios segundos, recordó multitud de casas con sus heráldicas y lemas, pero no logró ubicar aquel blasón. Debía de pertenecer a la zona de eso estaba segura.

Se encogió de hombros, dejándolo en el aire, sin querer dar muchas explicaciones—. Lo averiguaré.

Allí parecían haber acabado: tenía la información que necesitaba y, en cualquier caso, ninguno de los presentes tenía muchas ganas de hablar más. Era mejor dar por concluida la reunión.

—Será mejor que nos vayamos ya. Yo me pondré en contacto cuando sepa algo más, no me atosiguéis ni os pongáis de los nervios, será mejor ser discretos al respecto, y no quiero tener a un chiquillo yendo y viniendo con mensajes cada día. A propósito de eso, ¿sabéis dónde puedo encontrar a Robb?

En cuanto le dieron una respuesta, asintió, conforme, y se despidió de las familias, saliendo del granero junto a Aerin y, juntos, poniéndose en marcha de nuevo a la ciudad. Con suerte, llegarían a tiempo de visitar la Catedral.