Partida Rol por web

Agatosh, en la piel del capitán, se dio la vuelta con los ojos ligeramente entornados, ocultando la sorpresa y maldiciendo a cual fuera de los ratones que hubiera alertado a los guardias; empero, no dejó que eso le impidiera hablar con voz autoritaria.

—¡Quietos! —ordenó, hosco—. ¿Dónde está vuestra disciplina? Vuestro superior está delante vuestra, y actuáis como niños asustados por un roedor. ¿Acaso necesitáis a toda la guardia para cazar a un animalillo? ¿O a quién corríais a avisar? Porque está claro que no a mi, ya que estoy aquí. —Gruñó—. Vuelve aquí, soldado, y ayuda a tus compañeros a coger a ese bicho. Si es el familiar del mago, acabará encerrado junto a su amo —esbozó una sonrisa malévola—. Veremos que sacamos de ese viejo entonces.

Lo siento Abelgos, pero déjate coger. Será más sencillo para todos, yo me ocuparé después.

Oh Dioses, ¿Enserio me han visto? Años de entrenamiento para pifiarla de nuevo. 

-Uno de los guardias pretender poner en alerta a los demás y apunto estoy de volver a mi forma humana para dejarle dos flechas en el cuello cuando el no tan bárbaro tiene el tino de dar ordenes, tirar de galones y dar instrucciones de que me den caza. Leo la jugada y entiendo lo que pretende pero no me voy a dejar coger por esos mierdas asi que voy corriendo hacia Agatosh despavorido para que me capture el nuevo capitán de la guardia.

Los guardias presentes detuvieron sus movimientos de manera ipsofacta y enderezaron sus espaldas como nunca habían hecho. Todos reaccionaron como buenos soldados, todos excepto uno, el mismo de antes. El hombre observaba a Agatosh con el ceño fruncido desde la escalera, llegando incluso a subir un par de escalones. 

El alquimista al ver aquel acto de rebelión y desconfianza del desconocido, propinó una patada al roedor que se aproximaba, tras lo cual lo agarró de manera brusca de la cola. Abelgos se contorsiono aturdido, tratando de liberarse, pero esto solo le sirvió para recibir otro golpe de la gruesa y callosa mano del supuesto capitán.

—Disculpe capitán— pronunció uno de los soldados de manera formal, palabras que fueron secundadas por el resto de sus compañeros. 

El guardia de la escalera al ver el último acto de su superior, se relajó visiblemente, bajando con velocidad las escaleras y situándose al lado de sus compañeros. Todos guardaban silencio, con la mirada dirigida al frente. Incluso el simple acto de respirar lo realizaban de manera superficial e imperceptible. 

Caidus observaba la escena desde la cobertura ofrecida por una cubeta de madera. Por suerte ninguno de los presentes se había percatado de su presencia, algo que sin duda podría ser beneficioso en caso de ser necesario un ataque sorpresa. Por otra parte Mhun, Aerin y Marcus se encontraban hechos un amasijo de patas, pelos y rabos. El gran calor que desprendía el cuerpo de Agatosh, unido a la comodidad del bolsillo comenzó a provocar que sus ojos se cerraran ajenos a lo que sucedía. Se estaba tan calentito...

La patada lo dejó sin aire, el tener todo su peso sujeto por la cola le provocó un gran dolor eléctrico en todo el espinazo y sensación de lo mas desagradable, sin embargo podía aguantar todo eso y más a fin de que no tener que enfrentarse a los guardias pero el bofetón sobraba completamente por lo que comenzó a chillar furioso, lo que para los guardias sería un montón de chillidos agudos sin sentido.

-¡Zorra sifilítica de mierda, juro que te mataré... Auch. Tu madre come vergas en el infierno!

Por dentro suspiró de alivio al ver como obedecían; uno de los soldados, sin embargo, dudaba, sabía que algo iba mal, y era cuestión de tiempo que acabará por descubrirle. Necesitaba deshacerse de ellos, de él especialmente, para poder trabajar sobre seguro.

—Largo, todos, id a comprobar que se ha incinerado correctamente el cuerpo y cubrid las escaleras desde el piso superior, no quiero que nadie baje ni suba sin mi consentimiento, y mucho menos que alguien ponga la oreja. Encontrad a ese gato también y tenedle cerca, no quiero más ratones correteando por aquí. Yo me ocuparé personalmente del próximo interrogatorio. —Señaló al guardia más díscolo y, para su desgracia, perceptivo—. Y tú, ya que te gusta actuar por tu cuenta, me ayudarás. Tal vez aprendas algo.

Dejó escapar un gruñido y zarandeó un poco a su captura, como si quisiera afianzar su discurso. Lo siento Abelgos, pensó con un leve sentimiento de culpa, aunque no demasiado.

El guardia desconfiado se mantenía inalterable, escondiendo con facilidad sus verdaderos sentimientos; sin embargo las palabras de Agatosh provocaron que su rostro se tornara confuso. Sin duda la última información ofrecida por el aspirante a los Vigilantes había arrancado de raíz cualquier duda que pudiera sentir aquel hombre. 

—¡Si, señor!— exclamó obediente mientras se acercaba corriendo. 

Mientras tanto el resto de guardias asintieron y en perfecta sincronía, abandonaron la sala con una marcha militar. Instantes después escucharon la gruesa puerta de madera cerrarse. 

—¿En qué puedo ayudarle señor?— preguntó con emoción el soldado. 

Abelgos seguía gritando y pataleando en un intento fingido de liberar de la presa de su compañero. Todo estaba saliendo a pedir de boca. Estaban solos.

¡Por fin! Mantuvo el rostro sereno, indescifrable, a pesar de que por dentro sonreía; no habría sido aconsejable tirar todo lo conseguido por tierra únicamente por un gesto de alegría, de triunfo anticipado. Sólo se limitó a asentir mientras todos se marchaban, y tendió las llaves al guardia que se quedó allí, exultante como un niño al que hubieran premiado. Menudo idiota.

—Haz los honores —ordenó.

El soldado abrió la puerta con precipitación, buscando complacer a su capitán, compensar el anterior acto de rebeldía y desconfianza. Era lo malo de quién pensaba por si mismo y, a la vez, se veía obligado a seguir ciegamente. Esa contradicción acababa por ser fatal, como estaba a punto de descubrir.

En cuando la celda estuvo abierta, le invitó a pesar primero. El otro lo hizo y, en cuanto dio un paso dentro, Agatosh sacó la espada y le golpeó en la nuca con el pomo, con tal fuerza que a punto estuvo de aplastarle la cabeza. El hombre cayó al suelo, inconsciente mucho antes de tocar la piedra, sangrando ligeramente. No demasiado, por suerte, no quería matarle. En cualquier caso, ahora sí estaban solos.

—Hora de trabajar —informó al resto, dando un par de golpecitos en el bolsillo para que sus polizones salieran de ahí, y poniendo a Abelgos con cuidado en la palma de su mano—. Siento los golpes, tenía que ser convincente. ¿Estás bien? —susurró en voz más baja.

Asiento de brazos cruzados. Al no tener forma de ratón dudo que me entendiese. Acto seguido bajo de un salto a sus piernas y de ahí al suelo. 

Mientras los demás están con asuntos arcanos que escapan a mi condición de arquero me dedico a registrar al guardia y también quitarle los cordones de las botas para maniatarlo a pesar de la dificultad de mi tamaño de ratón.

Caidus, en forma de rodeor aún, saludó con una leve inclinación al archimago. No pudo evitar sentir lástima por él. Con su posición y poder no entendía cómo no había visto la traición de su pupilo y resto de enemigos. Además, sin su libro, debía sentirse impotente. Menos mal que tenía un familiar tan leal e inteligente como Mhun.

Mientras divagaba, estudió los tatuajes. Al ver a Aerin haciendo lo mismo con tanta seguridad, prefirió juntarse a ella y aportar sus conocimientos.

Consuerte, todo saldría bien antes de que los guardias reaccionasen.

ZZZZ... espera. ¿Me estoy durmiendo? Como odio esta forma de ratón, si sigo mucho más así voy a convertirme de verdad en una ratoncita presumida. Salgo del bolsillo rascándome los ojitos, al ver que todo ha pasado. Parece que al ratón inútil le han dado un par de golpes. No va a recibir más varita dados todos los problemas que ha ocasionado y como m ha tratado.

Empiezo a examinar los tatuajes. Parecen algo complicado. Bueno, hora de trabajar, creo que puedo.

El estado del archimago era deplorable, por ello no había tiempo que perder. En apenas unos segundos a su alrededor se encontraban multitud de preparados alquímicos ofrecidos por el familiar de Nalen´Dag. Mientras tanto Abeldos desató con fluidez los cordones del guardia inconsciente, para poco después inmovilizarlo con esfuerzo y paciencia. Tras esto registró sus escasos bolsillos, encontrando algunos caramelos y tabaco para mascar. 

Por otro lado las tres mentes de los aspirantes trabajaron en conjunto, tratando de comprender el funcionamiento de aquella amalgama de líneas y símbolos ritualistas. Primero observaron los intrincados tatuajes, descubriendo a través del tacto que una corriente continua de magia extraña fluctuaba a través de estos, ralentizando e incluso impidiendo la canalización de quintaesencia. Después utilizaron el disolvente universal. el cual reveló que las tatuajes se adentraban en los tejidos y vasos sanguíneos tras disolver las tinturas superficiales de la piel. Aquel descubrimiento no les sorprendió en exceso, pues de fracasar en la desactivación conllevaría graves consecuencias para el portador del grabado. 

—Aquí os dejo un frasco de disolvente universal, así como  tinturas y analgésicos tópicos— dijo Mhun interrumpiendo temporalmente sus pensamientos—. Veo que sois más que capaces de hacerlo sin mi ayuda.

» Mientras vosotros trabajáis, yo voy a bloquear la puerta— pronunció a modo de despedida, tras lo cual comenzó a correr en dirección a las escaleras donde lanzó una custodia en la puerta.   

Mientras Caidus cambiaba la polaridad mágica de las extremidades, para así favorecer la correcta circulación de la quintaesencia, Aerin se encargó de las partes centrales: Cerebro, corazón y un punto situado bajo el ombligo. Agatosh por el contrario comenzó a dibujar un círculo ritual que rodeaba al archimago que absorbería las variaciones de la tensión mágica del proceso. 

—¡Abrid la puerta sabandijas!— gritó una voz desde el otro lado de la puerta de madera mientras la golpeaba repetidas veces—. ¡Cuando os pille, juro que os lo haré pagar caro! 

Ambos elfos se miraron confundidos y aterrados a partes iguales. Aquella era la voz del antiguo capitán de la guardia, aquel al que habían degollado minutos antes en su habitación privada. ¿Cómo era posible?

Los embates contra la puerta eran cada vez más fuertes, provocando que la madera de astillara y amenazara con saltar por los aires. De no ser por el conjuro de Mhun, sin duda habrían pasado ya. Aerin necesitaba algo más de tiempo para dar los últimos retoques al proceso de desactivación.

No sabía como era posible, pero cuando los dos elfos se miraron, supo que era así. El antiguo capitán, muerto en teoría, había regresado de entre los muertos para vengarse. Agatosh suspiró, pues sabía lo que venía ahora, y no iba a ser agradable para nadie.

—Aseguraos de hacerlo bien —dijo a sus compañeros, apartándose un poco. Alguien tenía que bloquear a los guardias, que tarde o temprano lograrían derribar la puerta y entrar. Su mejor opción, si no quería acabar rodeado, era pararles en las escaleras, y resistir allí todo lo posible. Una lástima que fuera a tener que desvelar su principal as a esos cabrones, pues pronto el vampiro se enteraría de que no se enfrentaba únicamente a simples humanos y elfos, como sin duda creía.

Salió de la celda con tranquilidad, ya alterando su aspecto, y cerró tras él. Al otro lado de los barrotes, ya se veía su rostro habitual, esbozando una leve sonrisa. No duraría mucho.

—Veáis lo que veáis, sigo siendo yo. ¿De acuerdo? —Suspiró—. Y si sobrevivimos, agradecería que quedara entre nosotros. Nuestro secreto —guiñó un ojo.

Entonces se giró y comenzó a cambiar. Aunque igual de grande y ancho que antes, las protuberancias de su cuerpo daban la sensación de un cuerpo más sólido; la piel se tornó roja y se cuarteó, como cuero viejo surcado de vetas, solo que estas eran rojas y brillantes, como las venas de la tierra bajo las que discurría el fuego de los volcanes. Su cabellera, roja, pareció fundirse, oscureciéndose, solidificándose primero y afilándose después, hasta que se convirtió en una cornamenta negra y pulida como el azabache, similar a las púas que moteaban sus hombros, antebrazos y la línea de su tórax.

Por si fuera poco, se bebió una de las pociones que llevaba al cinturón, y que recogió con una cola que desenroscó de su cintura; al hacerlo, sus manos se volvieron garras y sus dientes crecieron, hasta resultar ciertamente peligrosos, como pequeñas cuchillas capaces de desgarrar con facilidad. Sacó otro vial, que mantuvo en la mano, y se acercó a la puerta, dónde Mhun contenía a los soldados con su magia.

—No te preocupes, ya me encargo yo —aseguró al ratón—. Si puedes apoyarme con algún conjuro, adelante. Si no, vuelve si quieres con tu amo, tu ayuda será bien recibida ahí.

Comenzaron a clamar en las puertas y muchos nos giramos. -Oh no... -Pensó al reconocer la voz del capitán de la guardia que por lo visto de algún modo seguía dando guerra. Igual nos habían dado gato por liebre o lo han resucitado de algún modo, no importaba. No todos los días puedes matar dos veces a la misma presa y en forma de ratón se dibujó una sonrisa malvada

Tras eso, Abelgos presencia uno de los momentos más épicos de su vida, mas que cuando tuvo que saltar de aquella cascada. Agatosh pasa de capitán de la guardia impostor a un... El semielfo no sabe lo que es pero le fascina y vuelve a su forma original con solo pensarlo.

Oh si... Ahora si que sí, sabía que tenías algo oculto pero ¿esto? jo jo jo ¿Guardar el secreto? No se de que me hablas -Entusiasmado, prepara su arco y una flecha y corre hacia la puerta, quedando lo mas alejado posible siempre que tenga tiro. En cuanto se abriese un agujero o resquicio lanzaría la primera flecha.

Se le ocurre algo antes de entablar combate y no tiene nada que perder por probar -¿Sabandijas? Oye...traicionar a tu superior solo por una mierda de puesto de capitán de la guardia... ¿Saben ya tus nuevos subordinados que se la chupas a un vampiro? ¿Que eres tú y tu señor oscuro el que está detrás de las muertes de las pelirrojas? Todas esas familias rotas, todo ese dolor, por tan poco.

Ruidos... están molestando. Y se va uno de mis ayudantes justo cuando le pido que me sujete uno de mis instrumentos. Le miro con fastidio, sólo para ver... que se convierte en otra cosa. Ya sé a que olían. Demonio... y pensar que un poco más y rezogo un poco con uno de ellos. Sería una experiencia extraña.

- Ya que te vas, al menos procura no pringarlo todo de sangre, me está costando un rato organizar todo esto como para fracasar después.

¿Debería yo también de tomarme mi poción? No sé si iría más rápido, pero mi cuerpo de roedor no está preparado para ello. Mejor me espero un poco más.

¿Resucitado? Caidus pensó en el fuego, decepcionado. Pero la nueva transformación de Agatosh fue una sorpresa mayúscula. Les podría dar el tiempo que necesitaban, aunque el elfo se temía que el modo no iba a gustar al auténtico capitán.

Sin casi apartar sus ojos del archimago, se concentró menos de un segundo en un conjuro que utilizaba tantas veces que no necesitaba recordar sus complejos mimbres arcanos para lanzarlo. Entonces de su diminuto cuerpo se proyectó un haz de luz de color esmeralda que viajó veloz hasta envolver a Agatosh fundiéndose con él.

Caidus supo cómo sería la sensación del demoniforme compañero. Sus pupilas se dilatarían permitiéndole percibir todo más claro y ralentizado, y la sensación de ligereza y gracilidas embargarían su cuerpo.

Pero todo fue cuestión de medio segundo, e inmediatamente el mago estaba concentrado otra vez en el enorme prisionero delante de él. Ayudaría más si fuera necesario.

No había tiempo que perder.

Ildyra era especialmente patosa para cualquier cosa que no fuera bailar o pelear, por extraño que pareciera. Se mantuvo nerviosa en silencio y a una distancia prudente para no fastidiar los esfuerzos de sus compañeras.

Estaba bastante segura de que aquel gnomo era maligno, pero prefirió asegurarse y miró el aura de aquella extraña pareja. Como sus compañeros también se preparó para el combate.

Aprovechando el momento de éxtasis del gnomo, Cylina avanzó por la sala hasta situarse detrás de ambos enemigos. Mientras tanto Alya se acercó de manera lateral aprovechando la cobertura otorgada por los camastros de piedra. Por el contrario Ildyra algo más cauta utilizó en primera instancia la mirada de Shantia y busco maldad en los dos desconocidos. Tanto la inquisidora como la paladina llegaron a la misma conclusión, el grandullón no era más que un simple títere controlado por el gnomo, el cual estaba completamente corrompido por la “no vida”. 

El muerto viviente que se había alzado emitiendo un grito agudo y desprovisto de cualquier naturalidad, comenzó a olfatear el ambiente. Instantes después posó sus pies sobre el suelo y se puso de pie sin apenas esfuerzo. Su mirada buscaba a su alrededor algún enemigo, el olor de los vivos debía haberlos delatado. Tras esto llevó su mano derecha a su espalda de la cual extrajo lo que creían era su propia columna vertebral repleta de apéndices puntiagudos. El látigo improvisado cayó al suelo con movimientos ondulantes, casi como si tuviera vida propia. 

Por otra parte el gnomo continuaba en aquel estado catatónico, llegando incluso a soltar espumarajos por la boca. Gracias a eso no se percató de la presencia de ninguno de ellos, dándoles unos instantes para realizar un ataque sorpresa si lograban evitar al muerto viviente.