Partida Rol por web

Tras abandonar el templo y continuar por el corredor, caminaron durante unos cuarenta minutos en la oscuridad. Aunque Anevia se daba toda la prisa que podía, su pierna entablillada era un lastre. Aravashnial, guiado por ella y por su báculo, tampoco resultaba muy rápido. Horgus, por suerte, había dejado de quejarse al respecto y caminaba en silencio portando la antorcha. Ya fuesen las palabras del paladín o las de Anevia, algo había obrado por callar al humano, que había dejado de murmurar por cada cosa que pasaba.

El suelo empezó a inclinarse hacia arriba, lo que bien podía significar buenas noticias. También notaron que el corredor se abría y que tomaba el aspecto de una caverna. Pero, en esta ocasión, las paredes no eran lisas. En ellas se habían esculpido directamente en la roca, a una escala doble, las figuras de cruzados y cruzadas con armadura y espada sostenida en vertical. Solemnes y serios, miraban al frente con expresión misteriosa.

-Mmm... Parecen cruzados de la Primera -dijo Horgus acercando la antorcha a uno de los guerreros de piedra.

El mago soltó un murmullo de interés.

-¡Lo sospechaba! Tengo una teoría al respecto... Existe una leyenda que habla sobre un grupo de cruzados afectados por las energías del caos que huyeron a los túneles bajo Kenabres para vivir en paz. Los mestizos de las profundidades, sus hijos, debieron de esculpir esto para recordar a sus padres, estoy seguro...

El mago escuchó atentamente y concluyó.

-¿Quiere decir que descendientes de esos cruzados han estado viviendo aquí? Entonces es posible que estos túneles estén aun habitados... Y de ser así no se si verán con buenos ojos a los forasteros.

Miré la pared esculpida con interés y precaución en la misma proporción. La historia que contaba Aravashnial resultaba verdaderamente interesante, pero si había algo de verdad en ellas tal vez hubiera gente allí... Gente que no había dado señales de vida hasta entonces.

Si no se han puesto en contacto con nadie tal vez sea que no quieren ser encontrados. Creo que deberíamos salir cuanto antes de aquí.

Ioseph estaba examinando las estatuas con interés. Pensaba en sus padres y en su hermana, que bien podía estar muertos por lo que él sabía, y examinaba los rasgos de piedra en busca de algún parecido familiar. A lo mejor alguno de sus ancestros había terminado ahí abajo. En cualquier caso estaba muy lejos de reconocer a nadie, y no conocía ninguna historia familiar al respecto.

-¿Por qué no habrían de vernos con buenos ojos? -preguntó distraídamente mientras apartaba los ojos de las estatuas. Había aprendido de su experiencia en el templo, así que se concentró y empezó a escanear la zona en busca de cualquier signo de corrupción que pudiera suponer un peligro-. Son descendientes de cruzados, ¿no? Seguro que cuando les contemos lo que ha pasado arriba van a querer ayudar como puedan.

-Cruzados tocados por el caos, como bien ha dicho Aravashnial. Quizás si nos viesen merodeando por aquí, su territorio, ataquen primero y pregunten después, como medida para protegerse. Yo lo haría si fuese un renegado y mi cabeza tuviera un precio.

El tiflin miraba los grabados con interés.

-Es curioso que aún habiendo sido mancillados por las fuerzas del mal, hayan recordado con honor quienes fueron, cosa que les honra, por otro lado...

Coriander aceptó con gusto la poción y se bebió hasta ola última gota como si estuviera sedienda. El dolor disminuyó, y sus heridas cicatrizaron parcialmente, pero se sentía débil y dolorída. Además de que la tirantez no le permitía mover mucho los brazos.

La bruja miró los los relieves y escuchó la historia en silencio. Si Anay estaba atrapada aquí abajo al igual que ellos podía haberse topado con esas gentes, y si el tiflin tenía razón...

-¿Cómo han podido sobrevivir aquí tanto tiempo? Los enanos supongo que tienen sus secretos, y los monstruos que hemos visto son depredadores y carroñeros. Pero... ¿seres de la superficie? Aquí no se puede cultivar nada que no sean hongos...

-Eso ya es bastante. Y los monstruos son comestibles, en su mayoría. Los gusanos, las arañas... Los mwangi de Garund comen ese tipo de cosas todos los días y están acostumbrados. Son como nuestro pollo y nuestra ternera. Seguro que los mestizos las crían... si es que esto no es otra de las locas teorías de Aravashnial... -murmuró Horgus.

De improviso, dos criaturas se cernieron sobre Cage y Kevveon. Se trataba de dos seres parecidos a sacos de cuero negro con ojillos rojos brillando en su superficie, con largos tentáculos que se cernían en torno a su cabeza. Aunque el pícaro logró zafarse de sus tentáculos, el mago quedó enredado en ellos. Los zarcillos se engancharon a los cuernos del tiflin y la boca de la criatura comenzó a mordisquear su cuero cabelludo mientras apretaba el cráneo con mucha fuerza.

Rodé ágilmente por el suelo y di un salto para colocarme lejos del alcance de la criatura. Nada más apoyar los pies en el suelo cargué una flecha y me dispuse a atacar a la criatura que había intentado atacarme. El disparo fue muy malo, me había confiado demasiado. La flecha pasó a varios metros del objetivo.

El mantoscuro que había cubierto a Kevveon comenzó a producir una densa oscuridad. Anevia desenvainó la espada y lanzó una estocada al monstruo que apresaba a Kevveon. La punta apenas arañó el duro cuero del mantoscuro, que no soltó al tiflin. Aravashnial trató de quitárselo de encima golpeándole con el bastón, pero éste pasó por encima del monstruo sin rozarlo. El otro mantoscuro flotó hasta el techo y cayó sobre Ioseph intentando apresarlo. Sin embargo, el paladín lo evitó forcejeando con él.

Antes de enterarse de lo que estaba pasando la poca luz que tenían empezó a desvanecerse. Soltó un grito cuando una de las criaturas cayó sobre él y se la quitó de encima de un mamporro. Sin perder un momento dio un paso atrás y descargó la guja sobre la bestia. Apenas podía ver nada, pero estaba bastante seguro de que había acertado, pues había notado la resistencia de la carne y no había habido ningún grito humano que acompañara su golpe.

Coriander se volvió hacia el monstruo que había atrapado al tiflin y gesticuló con ambas manos.

El mantoscuro que cubría la cabeza del tiflin cayó dormido al suelo, arrugado como un capullo.

El tiflin aulló de dolor y rabia cuando se liberó del mantooscuro. Se puso de pié y busco un punto débil donde disparar su ballesta. 

-¡Maldita sea esta fauna cavernaria!

El mantoscuro dejó de moverse del todo con el virotazo.

Cage descargó su segunda flecha, esta vez concentrándose más en el ataque. Pero algo parecía ir mal con el félido, que no acertaba ninguno de sus ataques. El ataque del no-muerto había causado mella en sus nervios y no conseguía concentrarse.

Anevia tampoco atinó en su disparo. Aravashnial dio un paso atrás, temeroso de las cosas que no podía ver. El mantoscuro trató de enredarse en Ioseph, pero el paladín volvió a rechazarlo sin problema.

A Ioseph se le había acabado la caverna; ya no podía retroceder más. Trató de repeler al mantoscuro, pero apenas tenía sitio para maniobrar con la guja y no pudo atinar.