Partida Rol por web

Un pequeño rellano sirve de entrada al templo. El rellano no es muy grande, apenas con el espacio suficiente para que quepan tres o cuatro personas a la vez (TD3).

En el centro de la pared del templo, una entrada lleva a una antesala. A ambos lados de la puerta  los restos de dos estatuas, pero todo lo que queda de ellas es la parte inferior de las piernas, indicando que eran humanoides de algún tipo antes de que las redujeran a cascotes.

La linterna de Anna, la única fuente de luz que lleváis en ese momento, ilumina la pequeña antesala (TD4). Hay cuatro pilares, uno en cada esquina de la habitación, que soportan el pesado techo. En el suelo a ambos lados de la sala hay más restos de estatuas, reducidas a polvo debido al paso de botas pesadas. Una escalera de piedra en la pared opuesta a la entrada baja hacia el interior del templo.

En esta habitación notáis un extraño frío, muy desigual al clima exterior. El aire es seco y helado, con pequeños remolinos de brisa pasando entre vosotros y transportando el leve hedor de la podredumbre y el olor cobrizo de la sangre... aunque tales olores deberían haberse desvanecido hace mucho tiempo.

***

Un fuerte grito se eleva en el aire, atravesando la calma del día de manera alarmante.

¡Ogros! ¡Ogros! ¡OGROS!

De repente, el sonido de pesados pies calzados con botas, seguidos por el rugido de combatientes sedientos de sangre, ahoga el sonido de la alarma mientras una horda de ogros empieza a abrirse camino por las escaleras del templo. Un ogro corpulento, con los colmillos brillantes de sangre, lidera la manada, deteniéndose el tiempo suficiente ante la entrada para blandir su enorme clava y destrozar la estatua de la sonriente diosa de la curación con un único golpe poderoso. Después se agacha, coge la cabeza de mármol de la diosa del suelo y la levanta por encima de la cabeza, soltando un atronador grito de guerra al que responden el resto de ogros, creando un rugido ensordecedor en el valle...

***

 Observo con gran disgusto el horrible acto de profanación. Preguntándome que se haría con la cabeza de la estatua y si no debíamos de tratar de devolverla a su lugar. Seguramente la diosa de la curación se complacería del acto y podría contrubuir a purificar este lugar.

Adentrarnos en aquel ambiente subterráneo me alejaba de la relativa comodidad que suponía el entorno natural en que podía sentirme cómodo. Bien es cierto que mi verdadero hábitat era el bosque, y no un lugar como aquel valle o el desierto que habíamos cruzado para alcanzarlo. Sin embargo, al menos me permitía disfrutar del cielo sobre mi cabeza en plena naturaleza. Descender al interior de aquel templo suponía sumergirse en un mundo subterráneo que me era ajeno.

No obstante, tuve que repetirme una y otra vez, la naturaleza encontraba su lugar en todas partes. Incluso bajo tierra.

Adentrarnos en el templo nos ofreció un nuevo eco del pasado. En aquella ocasión, una visión de la entrada de los orcos en el templo, y el modo en que uno de ellos arrebató su cabeza a la estatua de lo que parecía la diosa de la curación. Busqué a Kairi con la mirada, nada más ver a aquel ser sosteniendo la cabeza pétrea a modo de trofeo.

Era una estatua de tu diosa, Mishakal, ¿no es cierto? -Pregunté, comenzando a mirar en derredor nuestro, sobre los restos desperdigados- ¿Qué harían con ella?

La maldición de mi sangre vuelve a señalar con el dedo a mi raza, eso es algo que al parecer nunca cambiará - " La luz de Anna nos delatará antes de encontrar al enemigo, me adelantaré unos 30 pies para entrar en la zona de penumbra de la linterna, así mi vista acostumbrada a lugares con poca luz, me indicará posibles problemas antes de que estos nos encuentren a nosotros " - Sin más me adelanto hasta entrar en las sombras provocadas por la luz de mi compañera, con Klad siempre a mano. - " Tranquilo pequeño, pronto beberás sangre enemiga " -

Cuando la naga nos contó lo de aquella especie de presentimiento que tenía, le dí las gracias y me despedí de ella, como también hicieron algunos de mis compañeros.

Pusimos rumbo al interior del templo, pensando de camino en cómo las piezas encajaban cada vez más. Estábamos en el lugar donde debíamos traer la llave, donde se encontraba el fragmento de luz, probablemente el arma del que había hablado Asmara y lo que hacía a Opalescente tener aquella sensación. Una poderosa arma custodiada por algo más que una mujer araña.

Guardé silencio durante todo el trayecto, salvo por un comentario sobre la función que tenía la cima de aquel templo. No tardamos en alcanzar la entrada, donde pude ver otras dos estatuas destruidas antes de ver que lo mismo había sucedido con otras más en interior de la antesala. En aquel lugar no parecía haber imagen que hubiera quedado en pie, y al entrar en aquella fría habitación una nueva remembranza del pasado nos dio una pista de por qué.

A pesar de saber que lo que presenciaba no era más que una especie de recuerdo, me asusté ante tal demostración de brutalidad, sintiendo que se me encogía el corazón cuando aquel ogro destrozaba la estatua de Mishakal y alzaba su cabeza con aquel grito de guerra que pronto fue respondido.

- Así es... - respondí compungida a la primera pregunta de Lobo Blanco, sin saber muy bien qué decir ante la siguiente. - No estoy segura de que eso sea relevante... Quizás sólo quieren mostrarnos cómo empezó todo, cómo se inició la destrucción del templo...

Me agaché, cogiendo con una de mis manos algunos escombros, mientras Okodar hablaba sobre adelantarse.

- No te alejes demasiado tu sólo, por favor. Recordad que hay algo que protege el fragmento de luz, algo muy peligroso... - comenté dejando caer aquellos restos de mi mano, en su mayoría polvo.

Me puse en pie mientras limpiaba mi mano, sacando para ello un viejo pañuelo con la inicial de mi familia, fijando mi mirada en aquella letra bordada un segundo antes de acabar de limpiarme y guardarlo.

- Lobo Blanco. - dije antes incluso de girarme hacia este, haciendo lo propio después. - Hemos de tener más cuidado que nunca con la caja, así que me gustaría que continuaras custodiándola tú hasta que la devolvamos al lugar al que pertenece. Aún podrían tratar de arrebatárnosla. - le pedí al druida con cierto rubor en mis blancas mejillas, observando después a Mortaja. - Sé de otra buena historia que podrías contar... La de cómo nos ayudaste a llegar sanos y salvos hasta lo más profundo del templo maldito... Porque sabrás mucho sobre trampas, ¿no? Parecen gustarte los lugares insólitos. - comenté a la kender con una amable sonrisa, antes de comenzar a mirar detenidamente a nuestro alrededor.

Ninguno de los presentes comentó nada sobre las antorchas, ninguno parecía venir preparado y sus conjuros y embrujos de poco o nada servirían si el demonio araña que debía vivir aquí les aguardaba desde las sombras y entre trampas. Tampoco parecía haber calado en ellos la idea de avanzar separados. Anna jamás había enfrentado a un enemigo así pero debía recordar a los astutos héroes de los libros y intentar sacar algo de ello si quería que ese grupo tuviera alguna posibilidad.

Al bajar las primeras escaleras con la linterna en su mano izquierda y la espada brillante en su derecha, paseó la luz por el lugar sin revelar nada. Fue al grito de los ogros cuando se puso en guardia con un grito ergothiano - ¡ Emkoi !

Esta vez las sombras no parecían sentirse atraídas por ellos, y se disolvían y aparecían como un eco secular atrapado en estos pasadizos, en uno de los reflejos pudieron verse las estatuas reconstruídas.  - ¿Creeis que los gritos de los ogros se oirán a diario, o han sido resultado de nuestra presencia aquí?

Siguió caminando hacia adelante, vigilando el techo y las paredes - No espero ninguna trampa antigua, pero esa criatura de la que nos alertó la naga es posible que haya dejado algo nuevo que la alerte cuando traspasemos el recibidor.

Era una estatua de tu diosa, Mishakal, ¿no es cierto? Pregunté, comenzando a mirar en derredor nuestro, sobre los restos desperdigados- ¿Qué harían con ella?

Jugar al futbol, los ogros son unos bestias. Contesto de improviso mortaja. Esto…. Lo siento. Dijo tímidamente al darse cuenta que había ofendido con una sola frase a dos miembros del grupo.

Sé de otra buena historia que podrías contar... La de cómo nos ayudaste a llegar sanos y salvos hasta lo más profundo del templo maldito... Porque sabrás mucho sobre trampas, ¿no? Parecen gustarte los lugares insólitos.

Claro que se de trampas. Mi tío abuelo me enseño a hacer trampas para cazar conejos. Coges dos palos y los clavas al suelo, los unes con dos cuerdas, luego pasas un palo entre las cuerdas, girar y girar, y girar, y girar, y girar,  para que el palo coja fuerza y lo fijas al suelo. Cuando pasa el conejo, suelta el palo…. ¡Y ZAS! Acompaño la exclamación con un golpe de mano. Le da en toda la cabeza. Supongo que las trampas para humanos sean un poco más grades y sigan el mismo mecanismo. !No serán difíciles de encontrar¡

¿Creeis que los gritos de los ogros se oirán a diario, o han sido resultado de nuestra presencia aquí?

Supongo que es resultado de nuestra presencia…. La fuerza viva de nuestros cuerpos hace retumbar las fibras del pasado atrapadas en estas paredes. Aquí los recuerdos son muy fuertes, hubo mucho dolor, por esos las fibras retumban con más fuerza mostrando las imágenes que generaron su impronta. Contesto Mortaja con seriedad. ¿Ahora quien estaba hablando un kender o un erudito místico?

Cuando llegáis al final de las escaleras encontráis una pared, y al dar el último paso, una antorcha colgada en la pared se enciende de repente con llamas azules y frías, proporcionando una iluminación parpadeante que os permite ver el vestíbulo.

Alrededor de la esquina de las escaleras veis que os encontráis en un pequeño vestíbulo de unos 15’ (4,5 mts) de ancho y más de 30´ (9 mts) de largo (TD5). Hay tres puertas a ambos lados del vestíbulo, pero cinco de ellas están completamente abiertas, habiendo sido derribadas hace una era.

Una fina capa de polvo rojo cubre el suelo y levantáis pequeñas nubes a cada paso. Cuando el olor seco y cobrizo llega a vuestros sentidos os dais cuenta, con una sensación de incomodidad, que estáis caminando por encima de lo que queda de quienes cayeron ante la horda de ogros.

En la punta sur del pasadizo hay otra escalera que lleva hacia abajo, más al interior del templo.

***

Un joven humano, khurita por su aspecto, y vestido con una túnica blanca, levanta la mano derecha mientras coge su medallón de Paladine con la izquierda.

¡Paladine, oye mis palabras, ¡concédeme tu espada sagrada!

Una hoja brillante de luz plateada surge en la mano del joven sacerdote, que la sujeta ante él con determinación, aunque no con habilidad.

Un ogro gira la esquina de las escaleras y el joven sacerdote salta hacia delante, dejando un rastro de luz con la hoja plateada mientras la blande y grita.

¡Por Paladine!

El ogro se ríe cruelmente mientras levanta una bota y da una patada al estómago del joven. El hombre se queda sin aliento mientras su cuerpo cae hacia atrás. Pero el ogro sigue su caída y le pone el pie en el pecho, usando todo su peso para aprisionarle contar el suelo.

El ogro se indina hacia delante con los ojos brillando de color rojo bajo la parpadeante luz azul de las antorchas y, con burla, pone la punta de su clava con púas sobre el brazo extendido del joven, evitando que levante su arma espiritual. Despídete de tu dios, hombrecillo. Gruñe el ogro antes de levantar su clava y hacerla bajar rápidamente hacia la cabeza del sacerdote.

***

Las puertas del vestíbulo dan a sencillas salas que no contienen nada excepto los restos destrozados de bancos de madera (TD6). Cada locutorio mide 10 x 10’ (3x3 mts) y tiene el suelo y las paredes de piedra normal. En algunos lugares hay esqueletos con los huesos cubiertos por finas capas de carne que se han secado y llenan del aire de un agudo olor a cuero.

Una de estas habitaciones es mucho más opulenta que el resto, y debió ser bastante bonita y confortable, pero ahora es un caos (TD7). Las esquinas de la habitación están llenas de telarañas que se mueven como trapos de seda con los vientos fantasmales. Un gran banco y un escritorio están hechos trizas cerca de la pared más alejada, los finos cojines de terciopelo están reducidos a harapos machados de mugre y polvo.

El fresco que decoraba las paredes aparentemente se salpicó de manchas oscuras de suciedad y sustancias que probablemente es mejor dejar sin identificar, ocultando los colores desteñidos.

Finalmente, una de las habitaciones se encuentra cerrada por una puerta medio podrida por el paso del tiempo (TD8).

No estaba seguro de a qué se refería Mortaja con eso del "futbol". Sería, quizás, alguna práctica habitual entre los kender, que yo desconocía. En cualquier caso, como indicó Kairi, era muy probable que lo que hubieran hecho con aquella cabeza de piedra careciera de importancia. Lo que sí tenía importancia era la caja de música élfica que portábamos. La sacerdotisa de Mishakal me instó a continuar velando por ella, haciendo hincapié en la posibilidad de que nos fuera arrebatada. En un primer momento pensé en la peculiar mujercilla que nos acompañaba, y la fama que arrastraba su raza. Sin embargo, también valoré la posibilidad de tener que hacer frente a accidentes del terreno u otros inconvenientes que pusieran en peligro la carga de nuestro equipo.

Trataré de pasar la mayor parte del tiempo en forma de depredador, mientras exploramos estas ruinas. -Propuse a los demás, entendiendo que con la experiencia compartida ya eran conscientes de que al adoptar aquella forma todo el equipo que cargaba se fundía en mi propio cuerpo.

Me incliné, apoyando las manos en el suelo, y en apenas un suspiro mi cuerpo humano se transformó en un fiero lobo de pelaje grisáceo, con algunas manchas plateadas como mi cabello en la pechera.

Continuamos caminando, moviéndome ligero a cuatro patas entre mis compañeros, husmeando el suelo de cuando en cuando. Me molestaba el polvo, pero no fue eso lo que me hizo alzar mi cabeza y agitarla en un estornudo incómodo. Era lo que había majo mis patas, restos de cuerpos humanos abandonados allí tiempo ha. Estábamos en un cementerio.

Mi lomo se erizó al contemplar una nueva escena del pasado, de esas que se aparecían como reaccionando a nuestra presencia en el lugar. En quel caso, representaba a un siervo de Paladine invocando su poder en una espada flamígera, con escaso acierto. El orco que se le enfrentaba no tardó ni un instante en derrotarle y ofrecerle, entre risas, la muerte. Sin duda alguna, lo que allí había acontecido no podía ser calificada de batalla. Había sido una masacre. Al igual que un zorro accediendo a una conejera, no habían encontrado oposición alguna.

Se me escapó un gruñido antes de que la visión se desvaneciera, pero no había nada que se pudiera hacer, salvo continuar. Y así lo hicimos, accediendo a diversas salas desde un vestíbulo. Me fijé especialmente en la puerta cerrada, que arañé con una de mis patas, girándome y lanzando una fija mirada durante unos instantes a Okodar, quien creí que no tendría demasiados problemas para abrirla... o derribarla. En cualquier caso, me dirigí a la habitación más amplia, que daba muestras de haber sido la más opulenta de ellas. Si allí había habido algo de valor, y el tiempo no lo había deshecho ni los orcos se lo habían llevado, tenía más posibilidades de encontrarse en el lugar de mayor importancia en su época.

Y con "valor" no me refería a oro ni joyas, pues yo estaba muy por encima de tales cosas. Lo que yo buscaba era algo más... relevante.

Cuando Lobo Blanco se transformó, la piel de Anna se puso de gallina. No se acostumbraría jamás a aquel grupo de brujos al que había decidido ayudar. Que el más normal de todos fuera un semi-ogro era resumen suficiente. Y luego estaba Mortaja cuya presencia no molestaba en absoluto a Anna quien incluso agradecía la vocecilla de la kender, que no llegaba a escuchar debido a que la exploradora se encontraba concentrada en otros menesteres pero le servía de musica de fondo para no inquietarse en el silencio del templo en ruinas.

Anna se paseaba por el lugar, y con cuidado vigilaba en busca de trampas. Especialmente con los techos... no quería que un montón de arañas le cayeran encima y pese a que confiaba en su espada y su armadura, no deseaba llevarse una mordida innecesaria. Sin duda las antorchas les hubieran mantenido lejos - Ni siquiera había aparecido aún enemigo alguno y Anna ya andaba quejándose.

En el conjunto de salas Anna se acercó en busca de algo de valor pero solo encontró polvo y moho. No había absolutamente nada que pudiera vender, ni siquiera una piedra grabada que pudiera ofrecer como antigüedad de Hurim. Observó la puerta aún cerrada, podrida por el tiempo y no por los estragos de la batalla.

Algo protegió esta puerta... ¿Magia? - Preguntó ella mirando a Lobo.... que estúpida, ¿Porqué miraba al único que no podía hablar?  Se acercó a la puerta para examinarla - ¿Deberíamos abrirla? - Se giró a Klad - En su día los ogros no pudieron o la pasaron por alto

El que el druida accediera a continuar custodiando la caja, pasando el mayor tiempo posible en su forma de depredador para ello, me reconfortó; pues de ese modo no parecía posible que se la arrebataran.

Quien terminó por romper aquella momentánea tranquilidad que sentía fue Mortaja, respondiendo de un modo que no parecía propio de ella a la cuestión formulada por Anna. La kender logró desconcertarme con aquel comentario, preguntándome nuevamente quién era realmente, pero era una experta en irse por otros derroteros, así que renuncié a insistir en su persona; y es que además debíamos seguir avanzando.

No hubo ni un ápice de calma desde entonces, al menos para mí. La presencia y el hedor de la muerte eran cada vez más abrumadores, y aquella nueva escena que pudimos ver sólo colaboró a ello.

Tras un rato caminando llegamos a aquel lugar desde donde podía accederse a distintas salas, destacando aquella que en el pasado parecía haber gozado de mayores lujos y la que se encontraba cerrada.

Mientras Anna se planteaba abrir aquella puerta, pareciendo querer contar con Okodar para ello, yo me interné en la sala que había sido más opulenta; donde Lobo Blanco parecía buscar algo. Eché una rápida mirada por la habitación, sin embargo, lo que más había llamado mi atención fue el fresco de las paredes; frente al que me detuve para observar detenidamente la pintura, esperando hallar algo de importancia.

El paso del tiempo ha hecho estragos en el lugar, restos de sus antiguos habitantes, polvo de años de abandono y restos de los muebles que antaño vestían el lugar, nada que importe, nada importante para mí, la falta de señales, que digo señales, huellas o rastro de algo vivo me preocupa, ¿ que más seres extraños guardan este lugar ? mi pensamiento sale un momento de su estado de alerta cuando escucho hablar de los Ogros, mi mitad humana quiere diferenciarse de ellos, pero mi otra mitad, aquella que más me tira, me hace apretar los dientes para no volver mi arma sobre mis compañeros, la sola mención de la palabra Ogros hace que me hierva la sangre, han sido años de convivir con ellos, con sus palizas, sus enseñanzas para sobrevivir en este duro mundo a base de golpes, desde pequeño se me enseño que ante el primer aviso de reto o amenaza verbal o física, una contundente respuesta física era la mejor decisión a tomar, por ello me cuesta tanto mantenerme firme, tengo que acostumbrar a mi mitad humana a que tome las riendas de mi ira, al menos, hasta que comience el combate  contra nuestro verdadero enemigo. - " Es extraño, los Ogros dieron rienda suelta a su ira en este lugar, pero, ¿ dejaron sin tocar esa sala ?, ningún rasguño hay en ella, así que deduzco que, o bien está protegida por la magia o bien alguien la puso ahí después del ataque " - Miro con sospecha a la puerta pero al no encontrar respuesta, miro hacia las escaleras que descienden.

 Examiné con interés tanto el fresco como la puerta, que al parecer había resistido tanto el paso del tiempo como de los invasores, preguntándome, al igual que mis compañeros, que tipo de puerta sería y la clase de magia que la protegía...

Al arañar la puerta Lobo Blanco con su zarpa, un zarcillo purulento sale de la puerta disparado y se adhiere a su pelaje blanco. Entonces, una de las grietas de la puerta se transforma en una boca alarga y llena de dientes, los tablones se transforman en piernas y manos que se agarran a las jambas y al dintel. La puerta no era realmente una puerta, era un monstruo. Seguramente uno de los monstruos que habían entrado en el templo después de la noche de la traición.

El mural está demasiado deteriorado para saber a qué escena histórica representa. Lo que si identificas son los locutorios, las salas donde los sacerdotes recibían a los peregrinos más pudientes o más interesantes para tener una reunión privada con ellos.