Partida Rol por web

El revuelo que se estaba causando estaba siendo considerable y era difícil ver a los objetivos  entre las sombras tintineantes, suerte que Anna llevaba la linterna a sus pies puesto que de lo contrario, aquel oscuro lugar hubiera sido del todo inaccesible para ella. Anna apuntó por debajo del brazo del semiogro y cuando éste alzó ambos brazos para descargar un golpe sobre la araña la flecha pasó peinándole los pelos del sobaco.

Observó con preocupación a Okodar, que aunque estaba siendo ayudado por Kairi, tal vez no fuera suficiente para las terribles heridas que aquellas sabandijas podían causarles, por lo que Anna inspiró y se concentró para entrar en batalla cuando fuera menester.

El oso rugió ante la herida causada por la araña y lanzo dos poderosos zarpazos. Uno fallo estrepitosamente, quedando su farpa inmovilizada por las telas de araña. El otro golpeo una de las patas del arácnido, arrancándole parte de ella.

El martillo de Okodar, ayudado por la luz divina de Kairi, espachurro el cuerpo de la maltrecha araña contra el suelo. Tras retirar el pesado martillo, el arácnido estiro espasmódicamente sus patas para luego cerrarlas sobre su pecho y darse la vuelta. El mordisco de Lobo blanco arranco una de las patas confirmando que la araña estaba muerta.

Anubis se preparó para un posible ataque por la espalda, y Anna, hábilmente cambio de objetivo y disparo contra la segunda araña. Pero su fecha revoto contra la coraza quitinosa de la araña que seguía hostigando al gran oso negro. La araña consiguió clavar nuevamente los quelíceros en la piel del oso, pero el veneno goteo por el espeso pelaje del plantígrado sin causarle ningún daño.

Para cuando mis fauces saltaron sobre aquella araña, el movimiento que ésta había iniciado tras el impacto del martillo del semiogro ya me indicaba que mi mordisco resultaría inútil. En efecto, en cuanto mordí aquella extremidad y tiré de ella, arrancándola, quedó claro que ya estaba muerta antes de cerrar mis dientes en torno a ella.

Si hubiera estado algo más listo, no habría perdido el tiempo con ella. No nos sobraba tiempo.

Al menos, no al aliado que Chislev había enviado en nuestra ayuda. El oso estaba en una complicada situación, combatiendo a aquella araña desde un terreno complicado, por culpa de tantas telas de araña que enredaban sus patas y le dificultaban el movimiento. La araña que quedaba en pie pretendía cobrarse una pieza demasiado grande, aunque eso era lo de menos. Aquella magnífica bestia, ama y señora de los bosques en que había morado desde mi más tierna infancia, no seguiría entre nosotros por mucho más tiempo. Los aliados que mi diosa podía enviar a mi petición no permanecían en este plano demasiado tiempo.

Así que torcí mi hocico y vi que Okodar continuaba herido, y mucho me temía que a pesar de todo, envenenado. A mi espalda, otros miembros de la "manada" también podían ayudar, en otras formas diferentes. Pero recordando las bendiciones que aún conservaba de mis oraciones diarias, era consciente de que mi aportación pasaba en aquellos momentos por asumir el mayor riesgo de todos. Nuestro más fuerte combatiente estaba herido, así que era mejor dejarle atrás y asumir su papel mientras recuperaba fuerzas. Gruñí y me lancé velozmente sobre aquella araña, tratando de morderla con fuerza.

El sudor recorre mi peludo cuerpo, acompañado por una extraña debilidad que corre por mis venas. Contento al ver a la araña espachurrada bajo mi arma, miro con sorpresa como Lobo se adelanta y se adentra en la pequeña habitación en busca de la otra araña - " Lobo no " - tarde, ya está dentro, tenso mis cansados músculos, extrañamente abotargados y me preparo para entrar en la sala en cuanto vea un hueco.

Una de las arañas no tardó en caer, pero aún quedaba otra, la cual continuaba arremetiendo contra el oso invocado por el druida. No se trataba se un animal real, con lo que no temía por su salud, pero cuando el monstruo arácnido acabara con él tendría que encontrar un nuevo objetivo.

Uno de nosotros.

Trataba de averiguar qué le pasaba a Okodar con aquellas preguntas que le había formulado, pero no obtuve respuesta alguna. Sin embargo, sus cada vez más evidentes síntomas y el líquido expulsado por la araña en su último ataque contra la invocación de Lobo Blanco me dejaron bastante claro que había sido envenenado.

Puede que el veneno haya afectado también a su oído.

Tan sólo uno de nosotros podía avanzar para unirse a la contienda contra el monstruo que quedaba, siendo el druida quien se apresuró a ello. Al verle lanzarse en dirección a la criatura me acerqué rauda, estirando mi brazo para tocarle.

- Aguanta. - murmuré mientras le tocaba, un gesto fugaz, y es que el cuerpo del lobo pronto quedó fuera de mi alcance, tratando de morder a la araña.

Con el poder de Mishakal, Lobo Blanco estaría más protegido contra los ataques de aquel ser, el cual esperaba que no tardara mucho en caer.

Lobo blanco entra por la puerta y ataca a la araña. Al entrar en la sala se enreda con las multiplex telas de araña, aun así, sus dientes desgarran el blando abdomen de la araña que cae al suelo, mientras que de la grabe herida infringida sale parte de las vísceras del insecto.

En el otro extremo de la sala el imponente oso negro, tras haber cumplido su trabajo y concluido su efímera existencia, desaparece envuelto en una nube de hojas otoñales.

Tras matar a las dos arañas y al extraño monstruo puerta, podéis registrar libremente la habitación, o todo lo libremente que os permiten las telas de araña. En las paredes hay tres sacos tejidos completamente con telas de arañas.

El primer saco, el más delicado de los tres, contiene numerosos libros pequeños y pergaminos. En su interior hay un conjunto de libros titulados Rituales y plegarias del Príncipe de los sacerdotes vol. 1 y 2, un rollo de pergamino de comprensión idiomática, un rollo de pergamino de favor divino, 2 rollos de pergamino de curar heridas leves, y un rollo de pergamino de restablecimiento menor.

En el segundo saco, situado en la parte superior de la esquina sureste, contienen objetos utilizados en los ritos del templo. Dos cálices de plata con triángulos de madreperla encastados, una estatuilla de Mishakal hecha de marfil, un medallón de la fe Habbakuk.

El tercer saco, colgado en la esquina suroeste, este saco contiene los objetos más exóticos. Unos lustrosos guantes azules que tienen diminutas estrellas de oro en la parte de los nudillos. Una jarra marrón de aspecto común con manchas persistentes justo debajo del borde. Un amuleto con una sólida cadena de plata que está unido a un cuarzo citrino en forma de globo. Tres vendajes de lino con un tenue resplandor en los lados.  Y unos brazales de armadura.

Por fortuna, aquella última embestida en mi forma de depredador de los bosques fue suficiente para sentenciar la contienda. A pesar de ver mis patas ligeramente enredadas en las telas de araña del lugar, espesas y pegajosas, logré llegar hasta el cuerpo rechoncho de la última araña, mordiendo u abdomen con fuerza. Mis fauces abrieron su carne, atravesando el caparazón, y degustando el aborrecible hedor de su sangre, comprobé que la araña se retorcía en el suelo antes de sucumbir a la muerte.

Ante mí, nuestras víctimas yacían inertes, y el imponente oso que Chislev había tenido a bien enviar en nuestra ayuda se desvanecía para regresar al plano del que procedía. Recuperé mi forma de hombre, arrodillado en el suelo frente a él, y me incliné en una breve oración, formulada en el idioma de los druidas.

Gran rey de los bosques, gigante amable de furia sin par, agradecido quedo por el favor que me has prestado…

Una vez el oso negro desapareció del todo, me puse en pie pesadamente. Estaba cansado, prácticamente agotado, tras combatir y escapar de las garras de la muerte en el último instante, siendo rescatado in extremis por la sacerdotisa de Mishakal, hacia la que me giré saliendo de aquella habitación, comprobando que Okodar no parecía estar en muy buen estado.

Kairi, debo darte las gracias, a ti y a tu diosa, por el inmenso favor que me habéis procurado. –Indiqué, inclinándome ante ella con humildad- ¿Cómo está Okodar? ¿El veneno ha entrado en su sangre? –Pregunté entonces, queriendo saber cómo debíamos proceder con el semiogro en adelante.

Entonces dedicamos un rato a explorar, relajadamente y adoptando las debidas precauciones, la sala que custodiaban aquellas arañas. Resultó que el lugar ocultaba múltiples tesoros, de entre los que un par de brazaletes llamaron mi atención. Estaban hechos de cuero, y su superficie mostraba símbolos grabados que parecían mostrar una trama vegetal de gran belleza. ¿Sería élfico? No lo tuve claro del todo, pero sí que con ellos puestos en mis antebrazos me sentía algo más seguro.

Tal vez… deberías portar tú esto, Anna. –Indiqué a nuestra guía, depositando mi mochila en el suelo y sacando de ella una antorcha y tres ramitas yesqueras- Lo lamento, debería habértelo entregado antes. –Me disculpé, ofreciéndole aquellos objetos- Por cierto, tengo aquí la poción de “neutralizar veneno” que habíamos encontrado.

A pesar de enredarse en el proceso, Lobo Blanco logró atacar a la araña y terminar definitivamente con ella, lo que nos permitió respirar tranquilos; aunque no por mucho tiempo. Mientras la invocación del druida desaparecía y este parecía dedicarle una especie de plegaria, nuevamente en su forma humana, yo me apresuré a instar a Okodar a que se apartara de la entrada para poder examinar su herida.

- Siéntate, por favor. - le pedí antes de comenzar a observar el mordisco de aquella araña, donde parecía haber el mismo veneno que le habíamos visto lanzar con anterioridad. - ¿Cómo te encuentras? La herida no parece grave, lo peor es el envenenamiento, pero seguramente podamos evitar que los efectos empeoren si se trata de ese tipo de veneno. - le dije al semiogro con una tenue sonrisa, tratando de ser optimista.

Entonces vi cómo el druida se acercaba a mí, quien agradeció lo que mi Diosa y yo habíamos hecho por él. Agité una mano con rapidez, negando también con mi cabeza, ante su agradecimiento y la forma en la que se inclinó.

- Eso no es necesario. - decía mientras tanto. - Ver que te encuentras bien es suficiente agradecimiento para nosotras. - añadí con una cándida sonrisa.

Me volvía nuevamente hacia el semiogro cuando el druida me preguntó por su estado y el envenenamiento.

- Su herida no es grave, pero todo parece indicar que el veneno le esta afectando. Trataré la herida cuanto antes para evitar infecciones, - comenté echando una fugaz mirada a las telarañas cercanas. - y que se pueda recuperar antes, pero aun está por ver si el veneno seguirá empeorando su estado. - informé a Lobo Blanco, sacando lo necesario para limpiar la herida de Okodar.

Mientras tanto, el resto se dedicó a explorar aquella habitación, encontrando varios objetos que consideraron de utilidad. Echaría un vistazo a estos después, pues antes tenía que terminar de sanar al semiogro.

- ¿Cómo te encuentras? ¿Igual? ¿O va a peor? - le pregunté, queriendo determinar si el veneno había terminado de dañarle o su mal era progresivo, tras lo que escuché al druida ofreciendo una de las pociones de neutralizar veneno que habíamos encontrado. - Déjala por aquí cerca, por favor. Si el veneno sigue dañándole puede que las necesitemos. - le respondí mientras sacaba la que yo portaba a la espera de la respuesta de Okodar.

Oko se sienta pesadamente donde le dice Kairi, siempre ha apreciado los cuidados de una sanadora. En sus múltiples peleas por mantener sus estatus en su clan, recibió muchas heridas y sin la ayuda de un sanador, no hubiese sobrevivido a años de malos tratos y palizas. - " Gracias sanadora, la criatura metió algún tipo de ponzoña en mi sangre, mi fuerza se ha debilitado, algo que Oko no se puede permitir " -. Tras dejar que la sanadora cuide la mordedura, sonrío dando a entender que agradezco la ayuda, mientras prieto los dientes ante la quemazón que recorre mi cuerpo.

Mientras soy curado observo con orgullo como el resto de los compañeros estudia los objetos encontrados y reparte conforme son más necesitados. " Cada vez este extraño grupo va cogiendo experiencia" , pienso lleno de orgullo.

 Observé como nos curábamos y sugerí al resto del grupo:

 - Sugiero buscar un rincón resguardado y descansemos un rato. No se como estáis los demás, pero yo estoy prácticamente sin conjuros ofensivos memorizados que poder utilizar.

Para pasar la noche os instaláis en uno de los locutorios. Aunque apretados, es mejor dormir todos juntos que separados en barias salas. Con un par de mesas volvéis a reconstruir la puerta del locutorio.

La noche, especialmente fría, transcurre con relativa calma. La escena del clérigo decapitado se repite en varias ocasiones despertándoos, e impidiendo que el sueño sea todo lo reparador que debería de ser¹.

***

Un joven humano, khurita por su aspecto, y vestido con una túnica blanca, levanta la mano derecha mientras coge su medallón de Paladine con la izquierda.

¡Paladine, oye mis palabras, ¡concédeme tu espada sagrada!

Una hoja brillante de luz plateada surge en la mano del joven sacerdote, que la sujeta ante él con determinación, aunque no con habilidad.

Un ogro gira la esquina de las escaleras y el joven sacerdote salta hacia delante, dejando un rastro de luz con la hoja plateada mientras la blande y grita.

¡Por Paladine!

El ogro se ríe cruelmente mientras levanta una bota y da una patada al estómago del joven. El hombre se queda sin aliento mientras su cuerpo cae hacia atrás. Pero el ogro sigue su caída y le pone el pie en el pecho, usando todo su peso para aprisionarle contar el suelo.

El ogro se indina hacia delante con los ojos brillando de color rojo bajo la parpadeante luz azul de las antorchas y, con burla, pone la punta de su clava con púas sobre el brazo extendido del joven, evitando que levante su arma espiritual. Despídete de tu dios, hombrecillo. Gruñe el ogro antes de levantar su clava y hacerla bajar rápidamente hacia la cabeza del sacerdote.

***

Así no hay quien pille un buen sueño, pienso mientras observo la aparición. Así que me levanto y comienzo a estirar la zona donde me mordió la araña para comprobar que ya está casi curada y que no me impide los movimientos si tengo que entrar en combate, realizo unos pequeños movimientos de combate para calentar el cuerpo mientras miro a mis compañeros - " Oko tiene hambre, ¿ preparo un poco de agua caliente y cuezo las patas de las arañas ?, tienen mucha sustancia si se logra sacar de su quitinosa superficie la carne. " - Digo ilusionado por ofrecer algo de mis conocimientos, cuando el hambre acucia, cualquier animal es una buena fuente de proteínas.

 Tras haber estudiado y haber dormido un poco, me levanto más o menos descansado, pese a la visión del la horrible muerte del sacerdote a manos del ogro. Por si fuera poco, Okodar nos termina de poner malos con sus dotes culinarias:

 - Tentador... Pero no, gracias. - Respondo con mala cara, ante su petición de cocinar las patas de araña. - Es mejor ahorrar el agua para cuando haya sed.

Tras terminar de atender a Okodar, y una vez decidido que íbamos a descansar, me decidí a echar un vistazo a los objetos encontrados por mis compañeros. En seguida llamó mi atención la estatua de Mishakal, pero esta no parecía tener utilidad alguna más allá de representar a la Sanadora. No tardé en ver un bonito colgante, uno que no era la primera vez que veía, pero esta vez no en un libro. Tomé entre mis manos este, estirando la cadena con una de ellas mientras la esfera de cuarzo reposaba en la otra. Aquel colgante no sólo podía velar por mí, sino que me permitiría sacrificarme por mis compañeros con menos riesgos, y facilitar el que estuviera en condiciones de sanar sus heridas.

El resto se encontraba decidiendo dónde dormiríamos, así que simplemente me puse el colgante y continué inspeccionando lo demás. Guardé lo que parecían ser unas vendas sagradas con el resto de mi material de sanación y puse mi atención en varios pergaminos, preguntándome qué contendrían estos. Anubis no parecía interesado en ellos, así que me propuse el tratar de averiguar si contenían algo de utilidad. Miré de reojo al resto, comprobando que habían elegido lugar para descansar y que se disponían a prepararlo.

Decidí aprovechar aquellos momentos, y habiendo despejado ya la zona, empleé el resto del poder de mi Diosa para que me orientara con su infinita sabiduría. Me dediqué a tratar de leer aquellos escritos mágicos, logrando descifrarlos con bastante éxito. No pude saber qué contenían todos, pero dos parecían iguales, lo que significaba que habría tres que podríamos usar. Tendría que intentar volver a leer el resto en otra ocasión.

Recogía los pergaminos, sujetándolos con mis brazos, cuando Lobo Blanco se pronunció; parecían haber terminado de acondicionar el lugar y nos comunicaba que dormiría en forma de lobo para que pudiéramos descansar de forma más holgada. Me sorprendí cuando al acercarse a mí empezó a hablarme en voz baja, aunque más me sorprendió su ofrecimiento. Se hizo evidente que no me esperaba aquello, y en cierto modo me resultó extraño, pero en seguida le sonreí.

- Gracias, puede que lo haga. - le dije también en voz baja, antes de dirigirme a todos. - Siento no haberos ayudado a preparar el campamento, tenía que averiguar si estos pergaminos nos son de utilidad, y parece que al menos algunos sí. - informé contenta. - Los que he podido leer sirven para sanar o recuperarnos. Uno de ellos ayudaría a Okodar, pero dado que vamos a descansar, será mejor que lo guardemos para otra ocasión.

Cuando entramos en el campamento, traté de dejar mis cosas donde no molestaran, y tras orar a mi Diosa, habiendo dejado cerca aquella estatuilla; me dispuse a descansar. Lo hice junto a Lobo Blanco, en su forma de lobo, dejando que parte de mi cuerpo reposara sobre el suyo; pudiendo sentir la calidez que desprendía el druida en forma animal. Aquello me traía agradables recuerdos. Nunca había dormido junto a un lobo, pero sí que había compartido muchos momentos con los animales del bosque, instantes que lamentablemente habían quedado atrás.

No tardé en dormirme, pero el descanso se veía interrumpido una y otra vez por aquel espeluznante eco del pasado. Podía notar cómo el corazón de Lobo Blanco se aceleraba con cada una de aquellas apariciones, dedicándome a acariciarle o a rascarle entre el pelaje para ayudarle a que se tranquilizara. En algunas ocasiones aprovechaba la interrupción del descanso para acercarme a Okodar y vigilar como iba aquella herida y tratarla si era necesario. Por fortuna, esta evolucionaba bien.

No sé cuanto tiempo después, el semiogro terminó levantándose con hambre, despertándonos a los demás. Me quité de encima del druida aún somnolienta, desperezándome mientras quedaba sentada a su lado. No estaba segura de qué había dicho Okodar, ¿hablaba de comernos a la araña?

Entonces me sobresalté al escuchar a Lobo Blanco, que había tomado ya su forma humana y respondía a lo dicho por Okodar, cosa que también hizo después Anubis.

- Aún cuento con bastantes raciones de viaje. - les dije tras frotarme los ojos, tratando de acomodar mi cabello después. - Podríamos comer eso, creo que será mucho más seguro, y probablemente más sabroso. - comenté con una somnolienta sonrisa, mirando después al druida para responder a su otra pregunta. - Si dejamos a un lado las fantasmagóricas apariciones... He dormido bien. Gracias. - le sonreí. - ¿Y tú? Espero no haberte molestado... - añadí algo avergonzada, aguardando a su respuesta antes de mirar al resto. - ¿Y vosotros? ¿Habéis dormido bien?

Anna asintió apretando ambos labios y alzando las cejas resignada, tomando dos de las antorchas que le cedía LoboBlanco. Gracias Lobo, aún puede aparecer una situación en la que las necesitemos, y si uno de nosotros es atrapado y envuelto en medio de un combate, siempre es mejor un rápido fogonazo que quedar a merced de esos monstruos.

Después se quitó la armadura metálica y descansó con su armadura de cuero. Propuso varias guardias antes de que durmieran y esas guardias en medio de la oscuridad transcurrieron lentas y aburridas. Sin atreverse a hacer un sonido o a pasear por las salas, acercándose al dintel de la puerta ocasionalmente para hacer sus necesidades antes de relevar al siguiente en la guardia

Cuando se sintieron totalmente recuperados. Anna hizo inventario de flechas, pintas de aceite y cuerda antes de ponerse su coraza y pertrecharse para continuar explorando el templo abandonado