Partida Rol por web

- Gracias, pero sal de aquí de una vez - El del escudo brillante no tenía claro si debía enojarse con la dama de las curaciones por mantenerse en el lugar o agradecerle por la fuerza que le había insuflado con su toque, por lo que optó por realizar ambas acciones en una única frase

- Acabaremos antes con esta... eh... cosa si no debemos preocuparnos por ti - le insistió mientras veía como la masa de vegetales volvía sobre sus pasos, o más bien, sobre el rastro que habían dejado sus ramas e intentaba volver a cubrirlo

Al notar como se acercaba, trazó un gran arco con su espada larga, buscando seguir segando el extraño cuerpo que no atacaba, sino que aplastaba.

Incluso si la masa vegetal volvía a colocarse sobre el, no pensaba dejar de segur cortando y tajando "Esta criatura no pude seguir aguantando tantos cortes" se planteaba mientras su arma se movia a uno y otro lado

Miro a los caballeros, los dos le decían que se alejase, que se resguardase de esa cosa, pero.... no las tenían todas consigo, eso parecía demasiado fuerte, demasiado grande para las armas normales de los caballeros. Observo la escena, el Abad estaba muerto, muchos de los monjes, la gran mayoría igual, sus compañeros aun estaban todos vivos, pero ¿cuanto podrían aguantar contra esa cosa? Después de todo estaban allí por ella, habían invocado a eso por ella, no podía dejarlos a su suerte, sabía que tanto Rudolph como Ulrich se enfadarían, pero no podía dejarlos a todos a su suerte, nunca lo había hecho y ahora tampoco podía, su cogido, al igual que a los caballeros, se lo negaba.

Cerro los ojos con fuerza, e invoco desde lo más profundo de su ser, aquella luz abrasadora que salia de sus palmas de las manos hacia aquella criatura, pues ya comprobó, que era muy efectiva contra esa cosa.

El gigantesco engendro seguía realizando su pisoteo en el mismo recorrido una y otra vez, castigando continuamente con sus ramas a Denia y los caballeros, aunque en los breves vistazos que lograba obtener de ellos, Denia parecía la única que no se estaba viendo debilitada por las arremetidas, gracias al cielo.

Edgar poco más podía hacer, así que mientras sus notas inspiradoras seguían vibrando en el aire, reacias a desaparecer, tensó su arco y cargó una flecha bendecida para contribuir en lo posible a la derrota de aquel ser.

La monstruosidad había vuelto a pisotear a los caballeros dejando a ambos maltrechos, en especial a Rudolph que no podía explicarse cómo se mantenía en pie. Denia sin embargo seguía esquivando los pisotones con gracia inhumana.

Por el camino se dejó un buen número de tentáculos con bocas, fruto de los ataques de represalia de los caballeros cuando intentaba alejarse para pisotear de nuevo a Navief, que volvió a rodar fuera de su alcance; y más perdió aún cuando se detuvo de nuevo sobre los caballeros y éstos le tajaron con sus espadas, como si fueran hachas, decididos a acabar con el ser de otro mundo antes de que tuviera tiempo de volver a correretear sobre ello y enviarles de vuelta con el Creador. La aberración tenía que estar mal, por fuerza, había perdido masa corporal para pasar un invierno, pero fuera por su naturaleza inhumana o por su rabia pura, seguía activo.

Entonces Denia dejó de esquivar, había estado conjurando durante su último baile de muerte - o más bien de evitar la muerte - pero paró para apuntar con cuidado. Uno de los tentáculos que se agitaban sin control ni sentido la alcanzó al quedarse quieta, pero ello lo ignoró; incluso cuando sus bocas se aferraron a ella y comenzaron a drenarle la sangre, haciéndola palidecer por momentos.

De nuevo las manos de la iniciada se envolvieron de llamas y éstas se extendieron por la masa vegetal aberrante. Esta vez con más intensidad y sin control, el monstruo gritó de dolor con todas sus bocas, incluyendo una central más grande. Una saeta plateada, con la cabeza en forma de cruz puntiaguda en lugar de triángulo se hundió profundamente en ella a la vez que las llamas explotaban por todo el ramaje tentacular, acallando el alarido inhumano; en un extremo del claro, de la nada, apareció Edgar con un arco en las manos. El tentáculo soltó a Denia.

Era imposible saber si habían sido las llamas o las flechas las que habían extinguido la vida antinatural que habían ido drenando progresivamente flechas, espadas y rayos; pero el ser se quedó flácido a la vez de mudo, cayendo como un peso muerto todo en derredor y amenazando con sepultar, por última vez, a Denia, Ulrich y Rudolph, sobre los que se había detenido bajo su materia vegetal que había comenzado a pudrise a un ritmo exageradamente acelerado, como si pasasen días cada segundo.

Desde dónde se encontraba Ulrich el destello que salió de las manos de Denia fue brutal y consumió a la criatura aberrante, que bajo los chillidos de agonía se acercaba a su muerte. El caballero quedó perplejo observando a la muchacha, tan débil, tan inocente, tan dulce y con un poder tan terrible y devastador. Sin lugar a dudas aquella muchacha estaba señalada por el Señor para hacer grandes cosas, eso era seguro.

Cuando el arbusto marchito cayó descompuesto al suelo el caballero rodó hacia Denia para evitar quedar atrapado bajo su peso lográndolo por muy poco. Tan poco que notó el roce de las ramas sobre su talón.

Cuando quedó al lado de la muchacha rápidamente levantó la cabeza para asegurarse que se encontraba herida pero respiraba y se mantenía en pie por si misma aunque pálida y más escuálida de lo normal.

-Santa Denia... exclamó en un hilo de voz sin terminar la frase, sólo quería saber como se encontraba. Se levantó y se acercó hacia ella para comprobar por si mismo su estado.

Lirio se acercó al grupo. Sin el disfraz era difícil de reconocer, evidentemente no era una elfa, ni muchísimo menos una humana. La majestuosidad era evidente, la belleza era ultraterrena, y tenía un aura de poder que la delataba como algo más cercano a una deidad que alguien vivo, fuese quien fuese, no era una mortal.

- Ay, Padre Oso tenía razón y a la vez se equivocaba. Era cierto que tu muerte habría detenido la corrupción, pues era evidente que el plan desde el primer momento era usarte para permitir la llegada de su detestable deidad a este mundo. Pero también se equivocaba, pues podíamos detenerla, como acabamos de presenciar, y en ello tú eras la clave como yo había visto al mirar a Gaia. De haber aceptado mi oferta, hoy habría estado aquí luchando a nuestro lado, y la victoria habría sido mucho más sencilla. Que pena que no me creyese, o no confiase en mi criterio, ha sido una muerte terrible e innecesaria la suya, pues quedan ya tan pocos de nosotros que cada desaparición no puede ser entendida con menos que una catástrofe. Pero regocíjate chiquilla, pues hoy han sucedido dos cosas maravillosas, has detenido la corrupción de nuestra amada madre natura, y hoy has aprendido que tu poder y tu bondad emanan de Gaia y de nadie más, y no necesitas ningún tipo de conversión para ser quien eres. Ni ningún tipo de ritual de purificación. No reniegues de lo que eres, pues lo que eres es absolutamente maravilloso, tan puro y a la vez tan extraordinariamente poderoso.

Después, se dirigió a los dos caballeros, levantando los brazos y enseñando las palmas de las manos.

- Espero que no deseéis matarme, o quemarme, o lo que quiera que os guste hacer con los seguidores de otras deidades. Ni a Denia, que comparte su adoración por Gaia. Espero también que ahora comprendáis todo lo que intenté deciros durante el camino. Y espero que a partir de ahora, sin renegar de vuestra propia fe, seáis más tolerantes con la fe de los demás. No existe un único dios, aunque eso os resulte difícil de creer, y esta noche habéis visto la actuación de dos más, uno a través de Denia y de mí, y otro a través de los monjes y esta aberrante criatura que hemos destruido. Si me lo permitís, y aunque no tengo los poderes curativos de Denia, sí puedo aliviar algo vuestras heridas.

Golpes de Espada, flechas, fuego sagrado de la novicia y fuego mágico de la elfa. Finalmente, la combinación de daños alcanzó para detener al engendro que había surgido de la mente enferma del que creían que era un respetable Abad de la Iglesia

Al notar como el monstruo perdía la consciencia y sus restos se desplomaban sobre su cuerpo, el del escudo brillante, más allá que en ese momento no portase el escudo, se lanzó hacia un lateral, evitando quedar atrapado por la podredumbre de la enorme planta animada

- Nunca aprenderás a hacer caso a quienes deben protegerte - regaño a la novicia, sin que en su tono se notase algo más que una oculta admiración - Pero creo que, pese a todo debo agradecerte seguir con vida. Si no hubiera sido por vuestra... eh... fuerza divina, quizás no podría estar diciéndoos esto - debió reconocer - Pensé que mi vida acababa tras los golpes que recibí de esa criatura maligna -

EL caballero, envainó su espada larga y, rengueando se acercó a su escudo, arrodillándose para tomarlo del piso, donde lo había dejado caer. Mientras se ponía nuevamente de pie escuchó la palabras de la ¿elfa? y la miró con curiosidad, sorprendido por la majestad que imponia su presencia

- No lo se - debió reconocer - Sé que no hay más dios que Dios, que es Padre, que es Hijo y es Espíritu Santo - recitó casi de memoria, tratando de incluir de alguna manera lo que estaba viendo en ese momento dentro de sus pocos conocimientos teológicos

- No se quien, o que, eres, pero no incluyas a Sor Denia en tus creencias. Que el Abad, está claro, haya estado corrompido por Satán y haya invocado a esa... cosa, no significa que el poder de nuestra protegida tenga origen en esa "Galia" que nombras. No la confundas, la santísima virgen la ha tocado con su manto y por eso es quien es -

Tras acariciarse algunas de sus heridas, en un claro gesto de dolor que intentó disimular continuó - Probablemente no eres una criatura maligna. Quizás eres un ángel, aunque siempre supuse que los ángeles saben que son ángeles, pero si insistes en que existen más dioses que nuestro señor, tendremos un problema. Quizás no estoy en mi mejor forma, pero... - Repentinamente Sir Rudolph se encogió de hombros, reacio a atacar a quien había sido su compañera, en la lucha contra el mal encarnado en la maleza viviente - Supongo que lo mejor es que vayas con tus creencias a los reinos elfos y nos permitan volver con Sor Denia donde el Obispo. Debemos informarle que el Abad y sus monjes han sido infectados por la maldad del angel caído - finalizó, obviando el ofrecimiento de curación.

Después de todo podía aguantar algo de dolor, y todavía no tenía en claro "que" era la que habían confundido con una elfa durante tanto tiempo.

Negó con la cabeza las palabras de Sir Rudolph -No creáis que no aprecio lo que hacéis por protegerme, pero no dudéis en que no dejare que ninguno muera por mi causa, y eso sera así y siempre, no hay una vida más importante que otra- dijo firmemente convencida y quizás más segura de si misma de lo que lo había estado nunca.

Acto seguido se acerco a Sir Rudolph y puso su manos sobre él, dejando que la magia fluyese por ambos, para curar en mayor número sus heridas.

Miro a Lirio -No se exactamente de donde vendrá mi magia, de Gaia, de la Madre de Dios, no lo se, pero si se que se me concedió para hacer el bien, y esta tierra necesita ser santificada y curada- suspiro y miro a todos  -lo que menos necesitamos ahora es que os peleéis aun más, ya hemos tenido pelea suficiente-

Navief se mantuvo en silencio por un momento. No entendía cómo es que podían ponerse a discutir sobre eso en ese momento, y aquello la irritaba sobremanera. Tras la intervención de Denia, decidió dar un par de palabras.

- Discutir sobre el origen de los poderes de Denia no tiene sentido alguno. ¿Acabamos de lidiar con semejante adversario y ni aún así podéis dejar a un lado vuestras diferencias? Reconoced de parte y parte que fue necesaria la ayuda de todos para vencer a aquella aberración. Me parece que nuestros esfuerzos más bien deberían dirigirse a que todos estemos bien, y mantenernos alerta, porque como dice Denia, a pesar de haber acabado con aquella monstruosidad, la tierra aún no ha sido purificada. Ese me parece un asunto de mayor relevancia.

Dio un suspiro de exasperación, pero en seguida retomó la compostura y se dedicó a recoger algunas de las saetas que habían quedado esparcidas, pero aún eran útiles.

Al ver malherido a su compañero, tomó mano de su mochila y le ofreció uno de los óleos santos que se decía tenía el poder de revitalizar a cualquier hombre, pues la esencia de la sangre de Cristo se albergaba en su interior.

-¿Os encontráis bien, sir Rudolph?

Cuando Lirio se acercó al lugar dónde se encontraban los caballeros Ulrich se puso en alerta y sin amenazar directamente con la espada, pero dejando claro que la usaría de ser necesidad le dijo:

-¿Quién o qué sois? Y aseguraos a manteneros a distancia prudencial, os lo advierto.

Jamás Ulrich en su vida había visto a un ser cómo aquel de magnífica belleza y claramente alejado de toda humanidad. El demonio tenía tantas caras para seducir a la humanidad que bien podría ser una de ellas. 

Quedó sorprendido que ninguno más le extrañase aquella conversión y apariencia, tratándola como a la elfa que se habían encontrado tiempo atrás. 

Por sus palabras intuyó que creía ser alguna servidora de alguna deidad a su parecer existente cuyo dominio de la Naturaleza era total. ¿Sería un ángel? No, no podía serlo. Los ángeles eran servidores del Señor y nunca renunciarían a su lealtad a favor de otra deidad. Algo blasfemo por otra parte.

Ulrich cada vez entraba más en cólera, aquella criatura encabezonada en hacer creer que a la gente que Denia servía a la madre tierra como ella le llamaba. Siempre son altivez y tratando a los demás con desprecio como si fuesen tan tontos que no eran capaces de ver más allá de su mano.

Por más que digáis aquestas palabras las demostraciones son tan válidas como las nuestras. Intentar hacer creer que Denia que es servidora de aquello que vos consideráis deidad es absurdo. Tales muestras de poder provienen de Dios nuestro Señor, y os advierto que no permitiremos que la embauquéis. Dejad de reclamar la vida y servidumbre de esta muchacha. Dejad de intentar camelárosla. Denia tomará el rumbo que ella misma decida, pues Dios nuestro Señor nos otorgó libre albedrío y si no estáis dispuesto a ello deberéis hacer frente a nuevas amenazas, blasfema. Desvelad la verdad de una vez por todas, si es que sois capaz de decir alguna verdad. ¿Por qué buscábais a Denia?

Al caballero le parecía increíble que aquel ser estuviese diciendo todo aquello y que a sus compañeros nada de esto les extrañase e incluso solicitasen calma.

Lirio soltó una carcajada, alta, alegre, sonora, y los árboles de alrededor, liberados por fin de la influencia maléfica de aquel ser aberrante, parecieron corearla.

- Caballeros, creedme que admiro vuestra fe y lealtad al dios al que servís. Pero os ruego que hagáis memoria de lo que os he ido diciendo y pidiendo durante el camino de venida: Os dije que tenía un reino, y es cierto, y no lejos de aquí. Os dije que ese reino estaba siendo atacado por la corrupción, y era cierto pues vos mismos acabáis de verla. Os dije qeu una visión me había llevado a Denia como la persona clave para curar ese daño al que yo no podía hacer frente, y era cierto pues como habéis visto, solo cuando ella ha aparecido, el mal que asolaba mi reino se ha hecho presente para poder combatirlo. Todo lo que os dije era verdad.

- También os dije que no existía un solo dios y un solo demonio. Si fuese así, yo debería servir a uno o a otro, como esta criatura. Si yo sirviese a vuestro Dios, lo haría ver, no renegaría de él. Si sirviese al demonio, serviría con esta criatura y me habría puesto de su parte para combatiros a vos, y podéis creerme que entonces habríais muerto todos. Y si no tuviese poderes divinos, sería imposible explicar como he llamado a la furia de los cielos con el relámpago que, aún ahora, puedo invocar a voluntad. Si no sirvo pues a Dios ni al Demonio, ha de existir algún otro poder que me sustenta, y por lo tanto he tenido qeu deciros la verdad.

No os pido que cambiéis de fe, y como os he dicho, admiro la lealtad que profesáis. Solo os he pedido que aceptéis la realidad: existen más poderes que dos, y yo soy prueba viviente de ello. En cuanto a Denia, por supuesto que respetaré su voluntad, es libre, solo le he pedido que intente comprender lo que es y que se acepte tal y como es, no lo que otros le digan que es. Su relación conmigo, espero, está acabada pues lo que yo le pedí que hiciese creo que ya lo ha hecho. No obstante, le invitaré a visitar mis tierras, pues me gustaría enseñarle lo que ha salvado, para que el orgullo por esa hazaña la acompañe el resto de su vida. La invitación se extiende a todos los demás, y es una invitación de buena fe y amistad.

- Respecto a que soy -y estalló en otra carcajada de puro gozo-, tendréis que aceptar mi palabra, pues lo que soy no encajará en vuestro esquema de las cosas. Os he dicho que tengo un reino, pero en realidad no es del todo cierto. Quizás sería más adecuado decir que "soy" un reino. O ambas cosas a la vez. Soy ríos y montañas, soy praderas y bosques, soy los animales que corretean y las plantas que crecen, soy las rocas que dan sustento, y la tierra que nutre. Soy el espíritu de unas tierras, las gobierno y las protejo, y a la vez soy la tierra y lo que las habita. Me vísteis cojear, la razón es que esta aberración estaba ocupando mis tierras, animales plantas y otros seres caían bajo su influjo, y como ellos son yo, cojeaba, porque la corrupción de esta diosa aberrante e intrusa era como una enfermedad en mi misma. Si mis tierras caían bajo su influjo, yo moriría, porque ellas son yo y yo soy ellas. A la vez, me seducían, me prometían, me devolverían las tierras capturadas y me dejarían en paz si yo cambiaba mi lealtad, ese era un dolor diferente, que siempre estaba ahí, prometiéndome alivio y consuelo.

- Nunca pensé en ceder. Supongo que puede decirse que me tentaban, como vuestro demonio tienta a vuestros adoradores.

- En vuestra tradición actual supongo que se diría que soy una bruja, una bruja muy poderosa. En la tradición de las canciones de vuestros antepasados, recibo el nombre de Ninfa. En otras tradiciones sería considerada como una especie de diosa menor porque en cierto modo soy inmortal, en el sentido de que si no me matan, puedo vivir eternamente. Generalmente no tengo cuerpo, tomé este cuerpo y este nombre hace unas semanas, pues había una amenaza que requería tomar forma corpórea, pero dentro de un tiempo, pequeño, dejaré este cuerpo y "dormiré" durante siglos, en un ciclo que he repetido desde que existo, desde que los elfos y los humanos aún no existían, y había árboles que caminaban. 

- Responderé a vuestras preguntas, si queréis hacerlas, pero permitidme un consejo: no todos los de vuestra fe son puros de corazón como vos, replantearos vuestras enseñanzas y dejad espacio a otros saberes, vuestro dios seguramente sea sabio, pero no todos los representantes suyos lo han de ser. Replantearos si vuestro Dios os ordenaría matar a gente como yo o como Denia si es un dios del bien y de la paz. Y sin embargo, sabéis que esa orden podría seros dada si mi existencia se conociese.

- Sabed que el horror que acabáis de combatir y que sedujo a estos monjes que antaño pudieron servir a vuestro dios pedía un mundo de naturaleza salvaje sin humanos, y sin embargo yo lo combatí a vuestro lado. De hecho de no haberos desobedecido y fugado de nuestra casa, ahora Denia estaría muerta, y su alma habría sido reemplazada por una encarnación de esa deidad aberrante. Y sin embargo, nuestro encarcelamiento fue una orden que os fue dada. Ignoro quien es vuestro obispo, pero quizás deberíais desconfiar de quien os ordenó traer a Denia hasta el lugar de su sacrificio y en el momento de exacto en qeu este debería llevarse a cabo, y no de mi que hice todas las advertencias que pude para evitarlo, y desobedeciéndoos evitó el enorme desastre par todos que habría tenido lugar.

- Envainad vuestro acero, y aceptadme como lo que soy, aceptad mi amistad, aceptan mi existencia, y aceptad mi gratitud final. Si aceptais acompañarme un par de días, os mostraré cosas. Los lugares de frutas más sabrosas, y los parejes más hermosos a los que rara vez morales podrán llegar nunca. Me gustaría que conociéseis aquello que habéis contribuido a salvar. Eso sí, no podré ofreceros techo y camas pues no existen donde yo existo, pero el brezo es más mullido, y ni la lluvia ni el frío os alcanzarán en mi reino.

Durante la perorata de la elfa que aparentemente no era elfa, Sir Rudolph estuvo tentado de interrumpirla más de una vez, sin embargo, cada vez que intentaba rebatir unos de los argumento que estaba escuchando, las palabras de Lirio lo sorprendían, y sobresaltaban, nuevamente

Finalmente, tras poner en orden sus propias ideas definió con palabras su postura ante la extraña criatura - Escuchadme bien. Si siguiera los mandatos de mi orden debería acabar con vos en este momento. Como deberías saber solo hay un único Dios y nadie, ni vos ni nadie, debe considerarse un dios a si mismo, ni siquiera, como habéis dicho, una diosa menor. Y si fuerais una bruja, como habéis propuesto, también debería eliminaros. Sin embargo... -

El caballero dudó un momento, demasiado orgulloso para reconocer que estaba dispuesto a olvidar, por un momento, los preceptos de sus superiores - ... Sin embargo, es cierto que, pese a que seguís intentarnos confundir, en esta empresa, habéis defendido al bien, encarnado en Sor Denia, por lo que, aunque mi mente diga lo contrario, estoy dispuesto olvidar esa obligación. Sin embargo debéis tener algo muy claro. Estoy tomando esta decisión en contra de todo lo que me dicta mi raciocinio, por lo que espero que no queráis insistir en vuestros cuentos de niños. Que sois la propia naturaleza que defendéis? Por quien nos tomáis? No soy ignorante. Se de Arte y de Religión, se algo sobre la Naturaleza y sobre los seres que la habitan. Y Se que no es posible SER la naturaleza. Queréis decirme que la defendéis? Puedo aceptarlo. Que el señor os ha dado la potestad de ejecutar algunos pequeños trucos divinos para que podáis cumplir con vuestra misión... Es más difícil de creer, pero haré el esfuerzo de hacerlo. Solo os pido: No insistáis con esos cuentos de hadas. Todos sabemos que no existen -

El del escudo brillante miró a la criatura que intentaba engañarlos y añadió - Y tened por seguro que no quiero visitar esa tierra mágica que nombráis. Se que no puede existir. Pero no os daré la oportunidad de que nos atraigáis a alguna trampa con algún motivo que no puedo entender -

- Y si Sor Denia quiere hacerlo haré lo posible por evitarlo. Todavía siento que que está bajo nuestra responsabilidad. Así que solo os puedo ofrecer que os marchéis en paz y no insistáis con esas extrañas historias. Espero que mi compañero acepte esta opción, aunque creo que le gustará tan poco como a mi. Marchaos. Si no podeis evitar el intentar engañarnos idos antes de que nuestra paciencia se agote. No insistáis en vuestras historias y seguid vuestro camino sin rencores. Volved al sitio donde viven los elfos y los... quienes son como vos y contad con mi agradecimiento por vuestra bravura en combate... y no me pidáis mucho más -

Esperando que Lirio aceptara su propuesta, el del escudo brillante miró a su compañero de armas encogiéndose de hombros mientras se explicaba - No me gusta, pero tampoco me gustaría combatir con quien lo hizo a nuestro lado contra eso - señaló los restos del montón de hojas podridas - Y si pretendemos llevarla a presencia del obispo creo que la estaremos matando tanto como si le claváramos nuestras armas. O quizás en forma aún más lenta. Creo que por su ayuda se merece que la dejemos marchar, mientras nosotros escoltamos a Sor Denia a nuestro punto de partida -

Tras mirarlo a los ojos recordó que los años de experiencia de Sir Ulrich superaban en mucho a los suyos y bajó la vista - Excepto, claro, que vos tengais un plan mejor hilvanado que el mío... si es que a mis palabras se las pueden denominar un plan -

Ante las palabras de Rudolph, Ulrich miró a su compañero y simplemente comentó:

-Escoltaremos a Denia de vuelta a Frankfurt, informaremos a lord Wilhelm de lo acontecido en este monasterio y seguiremos su mandato.

Cuando Edgar disparó la fecha que, aparentemente desde su punto de vista, acabó con aquella abominación, se sintió sobrecogido. Si componía un cantar de gesta de esta aventura, algo que sin duda haría pues había material de sobra, debería obviar este final para no restar protagonismo a su dulce musa, ahora convertida en santa en toda regla. Pero si algún otro trovador hacía una versión de su obra, no le importaría que la gesta quedase reflejada para siempre en la épica.

Disparar la flecha, además, le había hecho abandonar su velo de invisibilidad. No obstante, parecía que nadie pudiese verlo aún. Con los restos de la criatura haciéndose polvo, arrastrados por el viento, su variopinto grupo se congregó en torno al altar. Pero sus compañeros no festejaban la victoria. Volvían a obcecarse en sus discusiones morales, religiosas y del deber.

¿De verdad era tan complicado para los servidores de Dios abrir un ápice su mente a otras posibilidades?

La conversación era la misma que ya habían tenido otras veces, sólo que ahora con abrumadoras pruebas en contra de la versión de los caballeros. Sin embargo, la dialéctica apenas había cambiado. Los caballeros empezaban a exasperarle, y la discusión que mantenían con Lirio le hastiaba.

Se acercó al altar, ignorando completamente a esos tres. Puso una mano, brevemente, sobre el hombro de Navief, y con una sonrisa le mostró su gratitud por la ayuda prestada. Siguió hasta llegar a Denia, cogió las manos de la muchacha con amor y respeto, y se postró ante ella.

Ya teníais mi amor, mi lealtad, pues vos eráis mi musa y la estrella que guiaba mi camino. Pero ahora además sois santa y habéis acabado con un mal atroz, prácticamente sin despeinaros. Os prometo que no volveré a separarme nunca de vos. Os acompañaré hasta dondequiera que os lleven vuestros pasos, y relataré vuestras gestas a todo aquel que quiera oirlas. ¿Me concederéis ese honor?

Al igual que Edgar, Navief parecía estar hastiada ya de tanta discusión sobre cuestiones que ella, pasado el curso de los acontecimientos, consideraba bastante someros. A nadie parecía realmente importarle las heridas que otros pudiesen haber sufrido, o lo que debían hacer a continuación, sino que seguían enfrascados en tan vana conversación. 

Asintió levemente ante el gesto de Edgar, que parecía ser la única persona realmente consciente de lo que sucedía, y que no se dejaba llevar por fanatismos absurdos. También escuchó la sugerencia de Sir Ulrich con cierta inconformidad, por lo que se atrevió a dirigirle la palabra.

- Sir Ulrich, con todo el respeto que merecéis vos por vuestra vasta experiencia, me atrevo a preguntaros dos cosas. Primero, ¿creéis vos que es este el mejor momento para llevar a cabo una disertación teológica, cuando acabamos de pasar por tanta tribulación? Lirio ha sido de gran ayuda para nosotros en esta hazaña. No estáis obligados a creer en sus palabras, pero tampoco es necesario que la tratéis como enemiga, cuando claramente ha estado de nuestra parte. Y en segunda instancia, ¿estáis seguro que deberíamos volver a la santa Denia a los hombres que en primera instancia la enviaron a este lugar? ¿Acaso no existe la posibilidad de que ellos mismos la enviaran con propósitos de no tan noble proceder? Me parece que vuestra lealtad incuestionable hacia el clero os ciega el juicio. Sed conscientes de que aún el mismo Judas comió y durmió con nuestro señor Jesucristo, era parte de los doce apóstoles, y aún así traicionó al Hijo de Dios. Si yo fuera vos, no devolvería a la novicia sin antes haber corroborado las intenciones de quienes la enviaron a este lugar.

La mujer dio un leve suspiró, y luego se dirigió a Denia.

- Sé que en nuestra condición, son pocas las veces que tenemos disposición de tomar una decisión pensando solo en nosotras, sor Denia. Pero, en mi humilde opinión, creo que sois vos la que debéis decidir si queréis regresar a Frankfurt o tomar otro destino. ¿Confiáis en el obispo? ¿Deseáis regresar? Si no decidís ahora, tal vez más adelante no tengáis la posibilidad de hacerlo.