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La sombra del Norte

Capítulo 1: La Comarca

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26/05/2016, 22:30
Director

Capítulo 1: La Comarca

Extraños compañeros

Turno 1 - 15 de Noviembre del 1.974 de la Tercera edad

Hacía sólo dos días que habían sido contratados como escolta de la dama Melyanna, una joven gondoriana que viajaba hacía Valle Largo, en la Cuaderna del Sur, acompañada por un apuesto muchacho norteño y un fornido hombretón. Ambos eran los encargados de guiar a dos asnos que cargaban con unas pequeñas carretas; dos cofres cerrados a cal y canto llevaba el del hombretón y provisiones el del apuesto joven.

El hombretón se hacía llamar Dimrod y era un hombre alto, fornido y de espalda ancha. Mostraba un rostro severo y disciplinado. Vestía con pieles gruesas para cubrirse del frío y bajo ellas lleva su armadura de cuero endurecido. Era quien dirigía la comitiva y cuando les contrató simplemente les había dicho que su deber era acompañar y defender a la dama si se diera la ocasión. No les había dicho el objetivo del viaje ni la procedencia de la protegida, pero había prometido pagar una pieza de plata y una ración de viaje al día.

-No es mucho, pero será un trabajo fácil. - Les había asegurado.

Así pues, al grupo se sumaron: un hombre veterano, bajo de altura pero de anchos hombros, pelo pajizo encanecido y que vestía como un pordiosero y llevaba colgada al cinto una pesada maza de hierro; un joven extraordinariamente alto y desgarbado de aspecto risueño y despreocupado, algo perezoso y que caminaba de forma distraída ataviado con una armadura de cuerzo y cargando un escudo y una espada ancha; otro muchacho todavía más joven y casi igual de alto, rubio como el brillo del sol en la mañana pero de ojos azules y profundamente entristecidos que llevaba una pesada armadura muy ornamentada pero que había vivido mejores días; y por último un alegre y curioso elfo silvano de ojos penetrantes y grises y cabello oscuro, algo más bajo que los dos jóvenes pero mucho más grácil y esbelto y que vestía con ropajes grises y azules y cargaba con un arco y una lira. Tres buenos hombres de armas que habían sido contratados para proteger a la dama y un bardo, que había sido un capricho de la jovencísima dama para que alegrara su camino con canciones. Pues a ella aquel viaje no le hacía ninguna gracia.

Había estado lloviendo furiosamente durante los últimos tres días y todo lo que poseían estaba mojado y algo vicioso por el barro. Ellos mismos estaban calados hasta los huesos y doloridos de tanto cabalgar en esas condiciones. Sin duda ofrecían una imagen bastante miserable que llamaba la atención de todos con quien se cruzaban.

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27/05/2016, 12:43
"Aceroamargo"

El joven se arrebujó en su lona embreada, que se había echado sobre los hombros a modo de capa para protegerse de la lluvia. Se había negado a echársela por encima de la cabeza también, pese a que la lluvia repiqueteaba molestamente en su yelmo; la Estrella del Oeste que llevaba en la frente lucía igual con lluvia o con sol. Y consideraba que ya presentaba un aspecto bastante desmejorado sin la necesidad de echarse aquello sobre la cabeza como si fuese un mendigo.

Echó un vistazo a la extraña comitiva de la que formaba parte. Estaba seguro de que los dos hombres que guiaban a los asnos eran lacayos o parte del servicio de la dama. Los otros dos parecían más bien mercenarios, como él. "Un mercenario" pensó asqueado a la vez que sentía un gusto desagradable en la lengua. Pero la verdad era que no le había quedado más remedio; se le estaban acabando las provisiones, y en aquellas tierras desconocidas era poco más que un extranjero, se había dado cuenta con consternación, pese a no haber salido de los dominios del rey al que servía su familia. 

Tal vez le vendría bien realizar aquel encargo, se había dicho a si mismo más tarde mientras caminaba entre sus nuevos compañeros. Tal vez conociese a alguien, tal vez obtuviese información, algo que lo acercase a su objetivo... Pero no había sido por eso por lo que había aceptado. Había dado un nombre falso y había aceptado acompañar a la dama casi por ensalmo, guiado por una voluntad ajena. Recordaba aquel extraño susurro, como traído por el viento, y como su boca aceptaba la misión, mientras su cabeza decía que no.

Su mirada se detuvo en el hombre que portaba la maza; sin duda no estaba cerca de su hogar. Aunque fornido y ancho de espaldas, su estatura estaba muy por debajo de la de los hombres de Oesternesse. Y sus rasgos indicaban que no era uno de los eriadorianos que se habían mezclado y convivían junto a los hombres de los reyes de más allá del mar. Luego pasó al otro, en un principio lo había tomado como un acompañante, quizá hermano o consorte de la dama; pues su porte era orgulloso y sin duda la sangre de Númenor corría pura por sus venas. Después comprobó que ocupaba el mismo lugar que él mismo y el hombre de la maza de hierro, Umbradacil. Y cuando se fijó más detenidamente en sus ropajes se dio cuenta: "Gondor... ¿Qué estará haciendo aquí?".

Después observó al último, y más extraño, componente de aquel grupo; el elfo. A juzgar por sus pertenencias se trataba de algún tipo de músico o bardo, que sin duda estaba allí para entretener a la dama. Aunque esto no dejaba de ser raro, pues el joven no sabía de ningún señor de Arnor que contase con un elfo entre su séquito; sin duda lo habían encontrado en el camino.

Pese a que su gente se consideraba Amigos de los Elfos, y que la mayoría hablaban uno o dos de los lenguajes de los Eldar; el joven sólo había visto elfos en un par de ocasiones, y siempre provinientes de las Falas, sin embargo, el músico no parecía ser de las gentes de Cirdan.  Aun así, lo intentó con el Sindarin, valdría la pena con tal de oír otra cosa aparte del repiquetear de la lluvia y los rebuznos de los asnos.

Creo que no venís de las Falas, amigo. - Dijo dirigiéndose al elfo. Señaló su lira, que trataba de resguardar a toda costa de la lluvia.- ¿Buscáis hazañas que cantar en medio de estas tierras azotadas por la guerra?*

Notas de juego

*Utilizo el Sindarin.

No se que "rol" o como vamos a utilizar el tema de los idiomas en la partida; osea que lo escribo tal cual y simplemente indico el idioma que uso.

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28/05/2016, 02:11
Mithdúlin

Mithdúlin intentaba evitar que sus escasas posesiones se mojasen demasiado, sobretodo quería proteger tanto su lira como su cartapacio y el estuche con los útiles de escritura. Por suerte había conseguido mantenerlos a salvo durante los últimos días y prefería que siguiese así.

A pesar del clima y el cansancio, el bardo estaba bastante animado. No solo había conseguido que lo contratasen para aquella misión de escolta, sino que además el resto de hombres contratados por la joven dama parecían ser mucho más interesantes que simples mercenarios. No es que aquella profesión le molestase, más bien todo lo contrario, pues no habían sido pocas las noches que se había quedado escuchando las anécdotas de hombres de armas en posadas y tabernas. Sin embargo aquellos hombres parecían tener historias interesantes que contar.

Tanto el hombre de la pesada maza y los ojos hundidos, el joven desgarbado con aspecto de estar acostumbrado a una vida más acomodada, o el apesadumbrado caballero de mirada azul parecían haber llevado vidas dignas de figurar entre sus versos. Al menos eso le decía su instinto, que rara vez le fallaba.

La dama Melyanna también despertaba su curiosidad. Le alegraba que lo hubiese escogido aunque fuese únicamente para amenizar su viaje. Mithdúlin estaba seguro de que no se arrepentiría en absoluto, pues sentía un gran orgullo por sus creaciones. Sus poemas, las canciones y las historias eran como sus hijos; seres que respiraban y latían esperando ser disfrutados, esperando alimentar el alma.

Unas palabras en un idioma que no esperaba oír por aquellos parajes y con aquella compañía lo despertó de su ensimismamiento. El hombre que se hacía llamar Aceroamargo le había preguntado por su procedencia empleando la lengua de los elfos grises. Mithdúlin dejó que su mirada se encontrase con la de aquellos melancólicos ojos azules. "Aceroamargo" era, sin duda, un nombre que le inspiraba versos para un lamento. 

Creéis bien, mi señor Aceramargo, pues mi hogar se halla más allá de las imponentes puertas de Moria y al este de las montañas nubladas, en la flor del sueño: Lothlórien.— le responde Mithdúlin empezando en sindar pero continuando en la lengua común —Podéis hablarme en la lengua común si lo deseáis, pero me halaga que queráis comunicaros conmigo en un idioma que me sea afín.— hace una pausa y continúa en Sindarin —Partí de Lórien para ver el mundo con mis propios ojos, aprender otras lenguas, escuchar a otras gentes y cantar a otros oídos. Por supuesto que mi afán es la aventura y las gestas que pueda cantar para que puedan llegar a oídos de todos. ¿Qué os trae a vos a caminar esta senda? No parecéis muy cómodo siendo un mercenario.

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28/05/2016, 19:40
Aeth Umbradacil

La lluvia arreciaba, y Aeth notaba como las gotas golpeteaban sin fin la capucha de su capa cuando la ajustó para cubrirse la cabeza. A su alrededor la guardia personal de la dama y el resto de integrantes del grupo habían extremado las precauciones por sus pertenencias, en especial la comida y las armas; y en el caso del elfo, sus instrumentos. Aeth apenas dirigió una mirada general de desdén hacia los demás antes de continuar andando; hacía mucho tiempo que no formaba parte de un grupo numeroso, y por el momento había guardado las distancias sin relacionarse mucho con los demás por desconfianza. Aquello solo era un trabajo por el que le pagaban.

Algunos de los otros mercenarios vestían ropas elegantes con blasones, pero los ignoró; el único que llamaba su atención era el elfo. Ya había visto elfos antes, aunque le parecía que hacía una eternidad de aquello, y por lo que sabía no gustaban de abandonar sus hogares. Aeth se preguntaba lo que impulsaría a uno de su raza a viajar solo, y aceptar a humanos por compañía.

La presencia del elfo y los guerreros despreocupados y risueños le sacaba de quicio. No entendía que la gente pudiera disfrutar viajando por aquellos parajes; o si lo hubo una época en la que lo habría entendido, hacía tiempo que lo había olvidado. Al poco tiempo comenzó a escucharse una verborrea melosa en el aire cuando uno de los guerreros comenzó a hablar con el bardo, otra más a añadir a la lista de cosas que le desagradaban del viaje.

Normalmente Aeth hubiera sacado su ajada y pequeña bolsa de tela para el dinero y hubiera comenzado a contar sus monedas para distraerse, pero en plena lluvia aquello era impensable. Sin más que hacer para olvidarse de lo que le incomodaba, se ajustó la capucha una vez más y se dedicó a pasar el pulgar sobre las irregularidades de la maza, casi como acariciando su voluminosidad.

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29/05/2016, 12:40
Rossuon Pairaniar

Rossuon caminaba encorvado bajo la capa, dejándose llevar, casi como si cayera hacia delante de forma continua. El cuerpo le dolía, estaba empapado, tenía frío y la armadura le incomodaba, le pesaba. Estaba agotado, cada paso era un suplicio, pues las plantas de los pies le ardían con cada contacto, las rodillas se quejaban, y hacía sólo dos días que había iniciado aquel encargo. Se sentía desfallecer al pensar qué otras penurias debería sufrir en el viaje que había emprendido. Sin duda la realidad le había golpeado de lleno, mostrando la dureza del clima y el camino en sus carnes, algo que no había tenido en cuenta al imaginarse conociendo mundo. Él solía viajar bajo techo. Y gracias al esfuerzo de caballos. Sin embargo, no tenía opción. Al menos él no las contemplaba. 

El joven noble, que se había mostrado hablador, cordial y risueño al iniciar la marcha, ahora no mencionaba ni una palabra. No tenía fuerzas. Echó una mirada de reojo al emblema grabado en su armadura de cuero, los pequeños puntos negros que formaban un rombo*. Pensaba que, sí aquello era un castigo por su comportamiento, era excesivo. ¿Acaso le había causado un malestar así a su padre? No, claro que no. ¿Qué pretendía conseguir? ¿quizás esperaba que tras el viaje pudiera relatarle la realidad que se vive en aquellas tierras? ¿era para deshacerse de él? Muchas preguntas surcaban su mente, y no dejaba de escarbar y escarbar en busca de respuestas. 

Le agradó la sorpresa por escuchar sindarin, aunque no duró mucho. Un instante que se escurrió entre sus dedos. Oyó sin escuchar, con la mirada perdida en su anillo. El perfil de las fauces de dos serpientes se enfrentarían desafiantes de no estar en lados opuestos del aro de oro. Surgieron más preguntas, pues no sabía porque le habían permitido quedárselo. ¿Soy una pieza?

Así continuó el trayecto, hundido bajo la capa y en sus reflexiones. 

Notas de juego

*lo añado a la descripción. Y de paso lo del anillo. 

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29/05/2016, 14:13
Melyanna Forestel

Turno 2

-Bardo. - Reclamó la dama, quien se encontraba subida en la carreta que portaba los dos cofres. -Dejaos de cháchara y cantad un poco. No me gusta este clima.

La dama Melyanna era una joven dúnadan de tan sólo 17 años, llena de pájaros anidados en su cabeza. Se cubría la cabeza con un enorme capuchón azul pero cuando encontraban refugio de la intensa lluvia podían ver su gran mata de pelo rojizo como el fuego. Sus ojos eran verde esmeralda y su rostro agraciado. Era esbelta y delgada, y su cuerpo estaba terminado de formarse como la bella mujer en la que se iba a convertir. Sin duda tenía todas las virtudes para levantar pasiones en el corazón de cualquier hombre. Y ya lo estaba haciendo, al parecer, por las miradas que le lanzaba el muchacho norteño de la compañía.

Sin embargo, Melyanna era tan bella como tozuda. Era una noble de alta cuna y eso se dejaba ver en cada gesto con el que les trataba, como si fueran meros sirvientes, a excepción de Dimrod, a quien parecía respetar algo más. En su casa debía ser ojito derecho de sus padres y eso afectaba a su carácter y a su manera de exigir las cosas. Además se añadían otras cualidades que también poseía, como que era muy terca y cabezota y que, por si fuera poco, se encontraba muy malhumorada, ya que ese viaje al frío Norte no era para nada de su agrado.

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29/05/2016, 14:25
Eoden

El muchacho norteño que se hacía cargo de la mula que tiraba de la carreta de las provisiones se había presentado como Eoden, hijo de Eothul. Era un miembro de los Éothéod, la gente de los caballos, una raza de hombres del Norte que habitaban el Reino de Rhovanion. Eoden se mostraba como un joven bullicioso, impulsivo y lleno de energía. Llevaba consigo un caballo al que llamaba Hersu, un bonito animal que trataba como si fuese su hermano, defendiéndolo con su sangre si hiciera falta. El caballo también parecía mostrar gran cariño por el joven y, además de responder con presteza a sus llamadas y órdenes, actuaba como si entendiera sus palabras.

Eoden procedía de los valles del Anduin y era un chico de espalda ancha y erguida. Notablemente fuerte y con una constitución atlética envidiable. Por si fuera poco, era endiabladamente atractivo y tenía una gran melena rubia que llevaba suelta, una incipiente barba rubicunda y los ojos azulados. Además de ser un apuesto muchacho, también era encantador y del tipo de jóvenes que consigue seducir a todas las damas con gran facilidad sin que éstas puedan hacer más que suspirar por sus encantos.

Al parecer había fijado a Melyanna como su siguiente conquista y, como ya habían podido notar en más de una ocasión, trataba de cortejarla sin que Dimrod le cortara el gaznate por ello. Pues a éste no parecía hacerle ninguna gracia que el corazón de su protegida fuera conquistado por un muchacho al que todavía le quedaba demasiado mundo por recorrer para ser consciente de en qué consistía la vida en aquellos días aciagos en los que les había tocado vivir. Sus bravuconerías sobre a cuantos enemigos iba a matar con sus propias manos hacía enfermar a Dimrod.

-Mi hermosa dama -dijo el joven ralentizando su marcha quedar junto a Melyanna -, si queréis puedo agasajaros con una de las historias de mi hermoso pueblo allá en el lejano Rhovanion.

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29/05/2016, 14:38
Dimrod

-No gracias, Eoden. -Interrumpió Dimrod con una mirada severa. -No queremos dormirnos esta vez. Será mejor que apresuréis el paso para que podamos llegar a la posada cuanto antes.

Dimrod era una eriadoriano que rondaba la cuarentena de edad. Tenía el pelo y la barba negros pero las canas empezaban a cubrir parte de su cabeza y su rostro, especialmente en la zona de la barbilla haciéndole parecer más mayor de lo que en realidad era. Solía ser tan exigente con el grupo como disciplinado, pero a cambio devolvía un liderazgo justo y equitativo. A excepción, quizá, del joven Eoden, a quien parecía tener cierta manía por estar tan interesado en su protegida. Por contra, con la dama Melyanna era demasiado blando y permisivo. Le concedía todos los caprichos que a esta le venían en gana, como la contratación de aquel extraño bardo para el grupo.

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29/05/2016, 20:04
"Aceroamargo"

El joven iba a responder al elfo; pero la dama los interrumpió, exigiendo que cesara la cháchara y pidiendo una canción de Mithúldin; por lo tanto él no dijo más. Aunque echó una mirada un tanto reprobatoria a la dama; no era un digno trato para el elfo, que perfectamente podía contar seis veces más años que el abuelo de la dama.

El joven desistió de la charla, y volvió a concentrarse en el repiqueteo de la lluvia sobre su yelmo; solo para escuchar al norteño que, a lomos de su caballo, hacia las veces de galán por lo visto. A Dimrod, el que parecía estar realmente a cargo del grupo pese a servir a las órdenes de la dama, no parecían gustarle las libertades que se tomaba Eoden. Tampoco a él. 

Dirigió una mirada a Melyanna, ciertamente era hermosa, aunque él no tenía el ánimo para aquellos juegos, como Eoden. Y tampoco quería ganarse la animadversión de Dimrod. Aunque por otra parte lo entendía, una joven dama, hermosa y adinerada... Corría tanto peligro rodeada de mercenarios y aventureros como sola en el camino. Se preguntaba que habría llevado al hombre a contratarlos, y por que no iban rodeados de su propia gente.

Se ajustó la espada y escudo que llevaba colgados a la espalda, bajo la lona embreada, y siguió caminando en silencio.

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30/05/2016, 00:14
Mithdúlin

 La interrupción de la dama Melyanna sorprendió a Mithdúlin. Por suerte empezaba a acostumbrarse a la impaciencia de algunos humanos, tras haber cantado ya para algunos nobles. Imaginó que hablar en un idioma que los demás podían no entender podía resultar de mala educación, por lo que accedió a la petición de la joven.

Por supuesto, mi joven señora, le pido disculpas por mi grosería.

Empezó a repasar mentalmente las canciones que se sabía de memoria, pues no quería arriesgarse a mojar su cartapacio. Debía ser un canto que distrajese a la joven del mal tiempo, que no fuese ni triste ni enrevesada. Finalmente seleccionó una cancioncilla que había compuesto inspirándose en un pequeño libro de obras cortas con el que le había obsequiado un joven noble que, en una posada, había gastado su dinero en copiosas cenas regadas con aromáticos licores y compañía femenina. Como quería premiar al bardo por haber amenizado su cena, decidió rebuscar algo que tenía a mano y jamás usaba. Eran poemas breves destinados a ser cantados, con estribillo y versos cortos (de arte menor).

Esta es una pieza sencilla que compuse años atrás, espero que sea de vuestro agrado:

Escucha, mi gorrión.

Escucha esta mi canción.

 

Como yo a ti te escuchaba,

Mientras la noche pasaba

Mientras la dama soñaba

Delirios del corazón.

 

Escucha, mi gorrión.

Escucha esta mi canción.

 

¡Hay qué gozo! ¡Qué placer!

Mi suspiro has de tener.

Del alba al atardecer

Recita con emoción.

 

Escucha, mi gorrión.

Escucha esta mi canción.

 

Cuando escucho tu cantar

Mientras salgo a pasear

Sólo puedo desear

Que nunca callen tu don.

 

Escucha, mi gorrión.

Escucha esta mi canción.

Notas de juego

Canto prescindiendo de mi lira, para evitar que se moje.

La canción está en lengua común. No sé muy bien cómo debería añadirla a los posts, así que la puse como una cita y en cursiva, de forma similar a los libros.

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31/05/2016, 00:08
Mithdúlin
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Me parece que, por culpa de la lluvia*, mi actuación a sido un poco floja.

*: Mejor echarle la culpa a un fenómeno atmosférico que al intérprete.

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31/05/2016, 01:25
Aeth Umbradacil

- Esto no se convertirá en un viaje de placer, por mucho que ella lo intente. - pensó Aeth con gran desagrado ante la idea de tener que escuchar canciones destinadas a contentar a una muchacha durante el resto de la jornada; peor aún, una muchacha consentida, que de seguro a medida que avanzara el viaje realizaría sus propias y alocadas exigencias. Todo un ejemplo de alguien criado entre ricos y poderosos.

Se podía decir que si alguien tan voluble y que se molestaba tan fácilmente como él aún continuaba en semejante compañía era por la mera presencia de Dimrod. También tenía sus debilidades, como su completa e incondicional servidumbre a la dama; sin embargo, era un hombre de carácter fuerte y con convicciones. Le infundía el suficiente respeto para saber que el pago por sus servicios estaba asegurado; y también creía ver en él algo de honor, una cualidad escasa en aquellos tiempos...

Aeth negó con la cabeza para sí mismo. Lo que le mantenía allí al fin y al cabo era la plata; cuanto más largo el viaje, más beneficios, aunque se le cayeran las orejas de tanto escuchar los incesantes cantos del elfo.

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31/05/2016, 21:41
Rossuon Pairaniar

Rossuon miró de reojo a la dama y bajo la capucha torció su rostro en una mueca. Le disgustó su comportamiento. No le había molestado con anterioridad, cuando la había sentido como una igual, comprendiendo su actitud y compartiendo parte de ella. Pero en aquel momento, empapado, sintiendo cada ráfaga de aire como si le penetrara, magullado por la incómoda armadura y con las plantas de los pies doloridas, no lo soportaba. Era posible que lo que le molestaba en realidad era qué él no podía comportarse así. Pura envidia. O que no aguantara que le tratasen así. O ambas. 

Eoden tampoco era de su agrado en aquel instante. Aunque ¿qué decía Dimrod? ¿llegar antes a la posada? ¡Por favor!, gritaba su cabeza. La canción del elfo no consiguió alegrarle. Le recordaba a su antigua vida. La vida que quería recuperar. Aunque conseguía reconocer el talento. 

Tembló. 

- ¿Cuánto queda? - preguntó de repente. Le había supuesto un esfuerzo considerable en su estado. 

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01/06/2016, 09:10
"Aceroamargo"

El joven escuchó la canción del elfo con deleite mientras caminaba bajo la lluvia; la melodía evocó recuerdos de días más tranquilos y sencillos, e incluso le hizo notar el desaparecido sol sobre su piel. La letra, no sabía muy bien por que, le evocó recuerdos de su niñez, de su familia y de los bosques y riveras de su tierra. Sin embargo, al pensar en su padre y sus hermanos el encantamiento se desvaneció, y solo volvía a haber barro, lluvia y un camino que seguir. Su mirada se frunció con determinación y apretó el paso.

El talento para la música de los Eldar era legendario, y aquel elfo hacia gala de ello; pero el joven comprobó que no a toda la comitiva le había afectado igual que a él. El hombre bajito de la maza tenía más cara de pocos amigos amigos aún después de la canción; y aunque Rousson parecía apreciar la música, no las tenía todas consigo; por lo visto no estaba acostumbrado a los caminos y aquella marcha empezaba a pasarle factura. No era el caso del joven rubio; desde niño había acompañado a su padre y sus hermanos en largas caminatas y cabalgatas por sus tierras; y cuando tuvo la edad necesaria lo hacía cargando armadura, escudo y espada. La cariñosa disciplina de su padre era su pan de cada día, y gracias a ello ahora podía enfrentar la marcha sin perder el resuello. 

Sin embargo, esperó atento la respuesta a la pregunta de Rousson ¿Cuanto faltaría para llegar a la mentada posada?, aunque no estuviese cansado, caminar bajo la lluvia no era la principal de sus aficiones. Se situó junto a la dama, y lanzó una mirada a Dimrod; quería que el hombre supiese que podía contar con él para salvaguardar el honor de la joven. Tal vez así no se arrepintiese de viajar con Espadas Vendidas... Volvió a pensar con asqueo en su nueva situación, y trató de olvidarla, repitiéndose de nuevo que solo era un camino, un medio, para alcanzar lo que debía hacer. Que no lo hacía simplemente por la plata.

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04/06/2016, 23:34
Melyanna Forestel

El elfo intentó hacer una interpretación digna de la canción que cantaba pero el frío había atenazado sus cuerdas vocales y la voz le salió menos melosa de lo habitual, incluso se le escapó algún gallo y su voz se rasgó en varios momentos. Mithdúlin era consciente de que aquella no era ni de lejos la mejor de sus actuaciones, pero trató de salvarla como pudo.

Melyanna arrugó la nariz y mostró una expresión asqueada en su rostro. Contempló con gesto arrepentido la interpretación del elfo, lamentaba haberle pedido que cantara nada. El bardo no había usado su lira, por lo que era posible que aquello fuera otro motivo para que su interpretación no saliera muy convincente. No obstante, Melyanna aguantó toda la canción sin decir palabra, aunque su mirada de decepción hablaba por ella.

-Bien, gracias. -Dijo interpelando al elfo cuando se disponía a arrancar de nuevo con otra nueva interpretación. -Ya es suficiente.

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04/06/2016, 23:51
Dimrod

Dimrod tampoco parecía muy entusiasmado con la actuación del elfo. Que el bardo estuviera con ellos había sido un capricho de la dama pero el eriadoriano al menos esperaba que les alegrara los oídos con sus canciones y no que hiciera maullar a los gatos. Se alegró de que la canción del elfo hubiera terminado, y se alegró mucho más de que la dama no le pidiera un segundo pase. Incluso se le pudo ver suspirar aliviado, a pesar de que su rostro solía mostrarse imperturbable la mayor parte del tiempo.

Uno de los jóvenes nuevos se acercó a él para preguntarle cuanto quedaba para llegar y el otro joven se acercó para escuchar su respuesta así que prefirió hablar en un tono alto de modo que todos le pudieran escuchar.

-Ya estamos llegando a Valle Largo. -Dijo señalando la sombra borrosa de unas casas que se vislumbraban a través del manto de lluvia que caía del cielo.

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05/06/2016, 00:00
Director

Turno 3

Unos minutos más tarde se encontraban llegando a Valle Largo, calados hasta los huesos por la lluvia y bastante doloridos de tanto cabalgar. Aquel era un pueblo grande al sur de la Comarca, famoso por su tabaco para fumar. Gentes de los alrededores conocedores del arte de fumar en pipa se acercaban hasta aquel pueblo para comprar sus hierbas y llenar sus pipas en el verde campo de su valle. La hierba de Valle Largo era conocida en toda la Comarca e incluso más allá de sus fronteras.

La posada a la que Dimrod había hecho referencia era La Perca Dorada, una posada un poco baja para la Gente Grande, pero amplia y acogedora. A pesar de que estaba conformada en su mayoría por smial para los hobbits que la frecuentaban en mayor número, también contaba con alguna habitación al uso de la Gente Grande. A los hobbits de aquella zona les gustaba dormir en sus agujeros, y no en casas de pisos altos como aquellos insensatos de Los Gamos, de los cuales incluso se llegaba a decir que cruzaban el río en barca. Toda una insensatez.

Rápidamente fueron atendidos por el posadero, el bueno de Harry Corralera quien les sirvió unas pintas de cerveza mientras escuchaban los cánticos de los parroquianos, medianos procedentes de las más distinguidas casas: Cavada, Ciñatiesa, Corneta, y otras muchas. También había algún que otro visitante de tierras lejanas que se había acercado hasta Valle Largo para hacerse con los excedentes de su famoso tabaco de fumar.

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05/06/2016, 00:24
Melyanna Forestel

Después de un rápido refrigerio, Melyanna se dirigió a ellos. Dimrod se encontraba negociando con el posadero el precio de las habitaciones y Eoden había aprovechado para sentarse lo más cerca posible de la dama y dedicarle alguna que otra palabra digna de su particular encanto. Sin embargo la joven dama parecía ahora menos interesada en aquellos asuntos.

-Me gustaría pediros un favor. - Les dijo con un sorprendente cambio de actitud. -Necesito que cuanto antes busquéis a una vieja amiga. Seguid el camino ancho por el que vinimos hasta que lleguéis a un gran castaño. Allí vive Matha.

Melyanna no parecía acostumbrada a pedir favores, más bien solía dar ordenes y manifestar necesidades que esperaba que fueran resueltas con prontitud, sin embargo aquello parecía realmente importante para ella, pues se tomó la molestia de tratar al grupo con cierta cortesía.

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06/06/2016, 16:37
"Aceroamargo"

Por fin llegaron a la posada prometida; en uno de esos alegres y acogedores asentamientos de los medianos de la Comarca. El joven había oído hablar de ellos, aunque era la primera vez que los veía. Conocía la historia, unos hombrecillos menudos, glotones y pacíficos que habían conseguido el permiso del rey Argeleb para poblar aquellas tierras hacía varios siglos. Mantener los puentes y caminos en buen estado y ayudar a los mensajeros del Rey, amen de un pequeño tributo, era lo único que el buen rey había pedido a cambio.

A parte de esto, poco más sabía el joven sobre estos medianos. Pronto aprendió que el gusto por la buena cerveza y la comida sabrosa y abundante formaba parte de su cultura. Cuando entraron a la posada bien pareció que los medianos habían conseguido atrapar la niebla entre cuatro paredes y un olor fuerte y dulzón, pero que al joven le pareció agradable, golpeó sus fosas nasales con intensidad. Pronto descubrió que aquella humareda salía de las pipas que portaban los parroquianos. De madera, de hueso, largas, cortas, talladas, lisas, con adornos, sencillas... Cada cual tenía la suya y todas y cada una contribuían con sus hebras blancas a cargar de humo el local. "Así que esto es la famosa hierba para pipa de Valle Largo..." pensó, al tiempo que meditaba si sería una buena ocasión para probarla.

El joven bebió su pinta de cerveza, y comió algo de pan, queso, y pollo frío sin prisas; y quizá sin ser consciente de que sus comedidos modales a la hora de comer desentonaban con la parroquia y el lugar; con la contada salvedad de la Dama Melyanna y Rousson, el hombre que había identificado como seguro Gondoriano. En una de esas, el mediano que servía las mesas se acercó, Corralera, había dicho que se llamaba; el joven lo detuvo tomándolo del brazo.- Señor Corralera, ¿Sería tan amable de conseguirme una pipa y algo de esa famosa hierba que cultivan en la región? Nunca la he probado.- Dijo el joven, sonriendo al mediano y distraído de sus tribulaciones momentaneamente con aquella novedad.

Apenas hubieron acabado de comer, la dama Melyanna les pidió el favor de que fuesen a buscar a una amiga suya. El joven, de inmediato, hizo ademan de levantarse; como si hubiese sido una petición de su señor padre. Pero se detuvo a mitad, contemplando al resto del grupo. Por el tono peticionario y súbitamente amable de la dama, no estaba seguro de que entrase entre las obligaciones de un mercenario hacer aquello, al fin y al cabo les pagaban por escoltarla y protegerla de las adversidades del camino, no para hacerle los recados. Rápidamente desechó este pensamiento, levantándose del todo. Él no estaba allí por la plata, y por la Maldición de Mandos que el hijo de su padre no iba a negar un favor a una dama noble. Esperó a ver que hacían los demás, pero iría él solo de ser necesario, aunque algo le decía que el lenguaraz Eoden lo seguiría con tal de complacer a la dama.

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07/06/2016, 01:07
Aeth Umbradacil

Más pronto de lo que hubiera creído posible, o tal vez el tiempo había pasado más rápido para él mientras cavilaba sus propios asuntos, finalmente el pueblo que llamaban de Valle Largo se pudo ver en la distancia, como una visión borrosa tras la densa lluvia. No fue hasta contemplar las casas y, sobre todo, la posada que se dio cuenta del cansancio que había acumulado aquella última jornada de viaje.

El ambiente en la pequeña taberna era poco menos que festivo, agobiante... pero el agotado mercenario estaba dispuesto a ignorarlo con tal de sentarse en una de las mesas más apartadas para refugiarse de la lluvia y probar un buen plato de comida caliente por primera vez en un par de días. A pesar de todo, no pudo menos que fijarse en aquellas criaturas que correteaban por allí como ratoncillos de campo; al principio los tomó por niños, hasta vio a uno de ellos beber de una jarra de cerveza casi tan grande como él; entonces los tomó por enanos, pero la mayoría eran barbilampiños. La palabra que más se repetía por el local era "hobbit", pero aquello no le decía nada a un extranjero de aquellas tierras como él; decidió suponer entonces que debían ser retoños de los enanos, aún jóvenes para que les creciera la barba, que seguramente vivirían en una montaña o colinas cercanas.

Cuando el tabernero les sirvió la comida la disfrutó sin reservas, lejos de inspirar el más mínimo decoro. Cuando terminó había añadido una nueva colección manchas grasientas en sus ropas, aunque por otro lado tampoco era fácil reconocerlas entre el resto de suciedad, y el extremo de la mesa donde se encontraba no presentaba un mejor aspecto. Había eructado a gusto tras vaciar la jarra de cerveza justo antes de que la dama a la que escoltaban se volviera hacia ellos; por un segundo pensó que se acercaba a recriminarle sus modales, pero lo que les dijo le pareció peor. ¡Nada de descanso aquella noche! Era inhumano mandarnos de nuevo fuera de la posada con la tormenta que había ahí fuera. Aeth deseó intensamente que la pelirroja sufriera alguna gripe por lo que les estaba haciendo pasar a ellos.

- ¿Acaso esa tal Matha vive en un árbol? - preguntó con sorna sin disimular la irritación, dejando caer la jarra vacía a un lado - ¿Cómo es y cómo la convencemos de que vamos de tu parte? - No tenía sentido negarse. Provocarían una discusión que solo terminaría de dos maneras: los obligaría a aceptar, o decidiría prescindir de sus servicios.

- Y hoy quiero el triple de plata. -