Partida Rol por web

Sabina estaba agachada observando la conversación y una ira fría se apoderó de ella al ver como Ahinoa no dudaba en amenazar y apuntar a su amiga. A su propia amiga. Y la zorra pelirroja de los tacones...En aquel momento a la chica se la nublo el cerebro. Siempre había tenido una estúpida nobleza que le obligaba a hacer las cosas correctas. A no hacer daño a nadie. A ayudar al resto aún a costa de su bienestar. EL ruido de gente acercándose por la espalda la erizo el pelo....¿sería Martin? Aquel imbecil tendría que haber hecho estallar la alarma para despistar a los locos aquellos* ¿Les ayudaría? Probablemente no...y probablemente no fuese Martin el que estaba a sus espaldas sino el hombre que estaba con aquella loca. ¿Qué hacer? ¿Esconderse? Una loca idea cruzó por su cabeza. Si saltaba encima de la pelirroja y las chicas reaccionaban rápido podrían librarse de la mujer y tener un arma en las manos.

Sabina se acercó con cuidado hasta verla; desde su posición pudo ver a Beatriz, a la que la hizo un gesto. No sabía si la había visto o no, lo que si sabía es que si no actuaba en aquel momento estarían todos jodidos. Muy jodidos. La joven salió entonces de su escondite de un salo, abalanzándose contra la pelirroja, dispuesta a tumbarla al suel de una patada en la frágil espinilla: el punto más débil que tendría con aquellos tacones.
Dejalas, zorra siliconada

Ainhoa no pudo creerse lo que le pedía aquella mujer, no había logrado engañarla. ¿Por qué se lo había complicado tanto? ¿Matarla a sangre fría? Eso no iba a ser posible. En cuanto vio aparecer a Sabina por la puerta, Ainhoa supo que esa era la oportunidad que llevaba buscando todo el rato. Si se hacía con la pistola entonces todas podrían salvarse. Ya que no se la había dado antes, debía arrebatársela aunque fuera por las malas.

Tratando de echar una mano a Sabina, alargó la pierna para ponerla la zancadilla, quizá con esa pequeña ayuda, Beatriz podría reaccionar de una vez y hacerse con el arma que tenía. Después tan solo tendría que disparar al hombre para eliminar a la única amenaza que quedaba allí. ¡Corre, Bea, cógele la pistola y díspárale! Gritó asustada mientras señalaba al hombre que estaba entretenido con la mochila.

Intento pedir opinión de Ricardo, no sé que hacer. Nunca había estado en el gimnasio y no sabía si había ventanas; el deporte era para los tontos. 

- Vamos a la puerta, salgamos de aquí.- le digo volviéndole a coger de la mano y subiendo las escaleras de nuevo. 

Cuando llego a la puerta de salida, la intento abrir. 

Sabina hizo su acto de aparición, pero no fue tan glorioso como ella esperaba, ni tampoco fue el caballero de blanca armadura que sus dos compañeras necesitaban.

Al entrar en la habitación, todas las miradas se depositaron en la muchacha. Sabina, en cambio, no tenía ojos nada más que para la mujer y su pistola. Su acción estaba clara: Lanzarse contra la pelirroja y arrebatarle la pistola. Obviamente, no había contando con que el compañero de la mujer también estuviera allí, y al parecer tampoco contaba con el charco de sangre que había en el suelo. Nada más pisar la habitación, tuvo que hacer un acto de equilibrio para no caerse, y su ataque se detuvo.

La mujer levantó la pistola y apuntó a la cabeza de Sabina.

Otra rata ha salido. Venga, ponte junto a la que reza, de rodillas y tranquilita. Y tu, gorda dijo a Ainhoa recoge tu pie y deja de gritar. Tu inteligente plan acaba de irse a la mierda.

El silencio del gimnasio hacía que las pisadas de Hellin y Ricardo resonaran por todas partes, sin saber muy bien si había alguien más allí o eran sus propios pasos. Aceleraron para alcanzar la puerta que les había conducido hasta esa maldita noche, esperando que nada ni nadie les interrumpiese.

Y tuvieron suerte. La puerta se abrió. Y allí estaba la noche, invitándoles a que la acompañaran. Y ellos, por el camino, habían perdido a cuatro amigos, y no habían logrado su misión: El exámen

Ainhoa se dio cuenta que lo que había pensado que iba a pasar solo había sido su imaginación, porque ni la pelirroja estaba en el suelo, ni ella había puesto la zancadilla, ni Sabina había sido capaz de derribarla. Por lo que su intento de disimular había fracasado. Ella había estado todo el rato tratando de seguirle el rollo a la mala de la película, con suerte habría confiado en ella y podría haberse hecho con la pistola. Pero el plan había salido francamente mal, y sin ayuda de su compañera, ya no sabía como saldrían con vida de allí.

Solo quedaba confiar en que el resto hubieran hecho algo, al menos algo inteligente como avisar a la policía.

Allí, en el suelo, estaba el decano. Media cabeza reventada por lo que parecía un disparo en la sien. Ese era el origen de la sangre que había detenido tu ataque

Furiosa. Furiosa era la palabra que servía para definir como se sentía exactamente la chica. Si las cosas hubiesen sido ligeramente diferentes, la chica hubiese sentido miedo, pero el hecho de haber pensado que los pasos tras ella eran del hombre...se sentía totalmente estúpida y aquello la enfurecía. La sangre empapaba su zapatilla y el decano estaba muerto. Por su culpa. La había cagado. Y lo peor era que si hubiese sido un poco más hábil habrían conseguido salir de allí, pero no. Había tenido que meter la jodida pata.

Los pasos... Hellin, Martin...o Ricardo...No lo hagas, no des información. Te matarán...Y una M...Que te calles. No voy a dejar que caigan en mi mismo error

¡¡PUTA MOMIA RECAUCHUTADA!!. HE LLAMADO A LA POLICÍA ASÍ QUE MAS VALE QUE OS PIRÉIS. Tu y ese de ahí.  ¿Qué cojones las estáis haciendo?

La chica comenzó a gritar no por ira -aunque eso ayudaba- sino porque fuese quien fuese el que estaba detrás tenía que saber cuantos "enemigos" había ahí dentro. Y con ese las indicaba que había más de una chica allí. Aún no se había movido del sitio, puesto que la impresión le había bloqueado pero su mente bullía buscando alguna salida. Entonces recordó la navaja escondida. No creía que fuesen a encontrarla así que podía ser una ventaja si actuaba con prudencia e inteligencia.

Cosa que no has hecho, imbécil. Te has dejado guiar por el gilipollas de Martin, aguantando sus payasadas y manipulaciones.

Las piernas de Sabina temblaban, pero aún no se había caído al suelo. Aún...

Sus ojos se abrieron de par en par al ver a Sabina acercarse gritando y resbalar en la sangre del decano.
Tardó un par de segundos en centrarse, aún estaba aterrada porque pensaba que Ainhoa sería capaz de dispararla.Y hasta que no oyó las palabras de la pelirroja no fue capaz de asimilar que Ainhoa tenía otro plan.
Pero eso ahora ya no importaba, daba igual cual fuese al plan porque se había ido al garete y ahora las tres estaban en aquel despacho con dos tipos armados.
Sabina estaba gritando y Ainhoa aún no había reaccionado.
Pensó en si tenían alguna posibilidad, no estaba claro. Pero al menos debían intentarlo.Se lanzó contra la pelirroja intentando arrebatarle el arma.Era su única opción; alguien debía sacrificarse para salvar al resto.Tenían que quitarles el arma a los malos.
 

Salgo de ese infierno con la mano de Ricardo agarrada fuertemente, el pobre se había quedado en shock o algo así. A saber qué habría visto... Mejor no saberlo. Realmente el único que me importaba de allí dentro era Ricardo y le había podido sacar de allí. Aún con su mano cogida, me dirijo a una cabina telefónica y marco el número de la policía. 

- ¿Hola, me escuchan? 

Los gritos de Sabina hicieron que la mujer pusiera una mueca de desagrado.

¡Callate, puta loca! gritó, imitando a Sabina, y la apuntó con la pistola directamente en la cabeza. Me he cargado a este hijo de puta, ¿crees que tengo algún problema en pegarte un tiro?

Pero la mujer se entretuvo con otra cosa. Como salida de un mundo paralelo, Beatriz, silenciosa, se lanzó a por la pistola de la pelirroja. Durante unos breves instantes, ambas lucharon por el arma, haciendo que el hombre apuntara a Beatriz con la suya. Pero la pelirroja no era una pija engreída, se liberó de la muchacha con fuerza y, con un golpe con la culata de la pistola, la tiró al suelo, con una herida en la boca. Terminó sobre el cadáver, y se empapó con la sangre del decano.

Unos pasos se escucharon en el pasillo, obviamente alguien se dirigía al despacho sin querer ocultar sus pasos.

Se abrió la puerta de par en par, y los dos desconocidos apuntaron a la cabeza al conserje, que hacía acto de presencia.

¿Qué hacéis? Ya habéis hecho lo que buscábais, ¿por qué la tomáis con ellas? Pero sus preguntas quedaron sin respuestas. La alarma de incencios empezó a sonar en todo el edificio.

Tras unos pocos tonos, una mujer con un tono de voz bastante agradable descolgó el teléfono.

Buenas noches, ¿en qué podemos ayudarle? preguntó.

Un ruido hizo que no contestaras durante unos segundos. De la Universidad, la alarma de incendios se había activado.

"Ufff... Que listos." Pienso con la esperanza de que haya sido alguno de mis compañeros de hurto quien ha hecho sonar la alarma. 

La voz de la mujer hizo que me tranquilizara bastante. 

- Hola, he escuchado disparos que provenían de dentro de la universidad y ahora ha sonado la alarma de incendios. Algo raro esta pasando ¿Podrían venir cuanto antes? 

Ainhoa pegó un bote cuando escuchó como se activaba la alarma de incendios. Dentro de lo nerviosa que estaba, era cierto que había muchísimo silencio y cada mínimo sonido se amplificaba, así que fue normal el susto que se llevó al escucharla. Miró a su alrededor, como si el fuego estuviera allí mismo, evitó volver a mirar al decano, porque entonces quizá su adrenalina se viniera abajo.

No podía creerse que el conserje estuviera metido en el ajo, aunque en cierto modo aquello daba explicaciones a muchos motivos. Antes de reaccionar esperó a ver qué es lo que hacían los demás, quizá el incendio cambiara los planes de los presentes. Aunque algo le decía que aquella alarma la habrían activado alguno de sus compañeros.

Cerró los ojos al notar el golpe que le asestó la pelirroja. Casi se sorprendió de que no le diese un tiro ytodo terminase allí mismo. Pero no, no había acabado.
Ahora aparecía en escena el conserje, quién al parecer estaba metido en todo aquello; Y justo cuando creía que podría empezar a asimilarlo empezó a sonar la alarma de incendios.
¿Que estaba pasando en realidad en los pasillos de la universidad?Entre el golpe y todo lo que estaba ocurriendo sentía que su cabeza le iba a estallar.Apenas podía pensar.
¿Que iba a ser lo próximo?

Sabina cerró la boca. El ruido del timbre restallaba en sus oídos y no la dejaba pensar con claridad, pero una cosa tenía clara: el conserje había dejado entrar a aquellas dos personas. Seguramente ni siquiera fuesen de la universidad. Debían de haber entrado con otras intenciones. Por otra parte, la chica se había dado cuenta de que los gritos desquiciaban a la pelirroja...pero que aún no le había metido ningún tiro. Beatriz tampoco había recibido un disparo pese al ataque. Ahí había gato encerrado y ella lo descubriría.
Bien—dijo presionando—Acabas de confesarlo ¿Crees que somos tan idiotas de pensar que nos vais a dejar con vida?