Partida Rol por web

Aquella noche apacible de verano comenzaba tras una tranquila tarde que cerraba una semana bastante anodina.

El cielo despejado de Arkham se veía repleto de estrellas luminosas, trasmitiendo a la vez tranquilidad y desasosiego. Tranquilidad por el silencio que había en la ciudad en aquella época del año que invitaba a pasear tranquilamente bajo las estrellas en los alrededores de la ciudad, y desasosiego por la enormidad que contemplaba la población desde la altura, desconocida e intrigante.

Percyval Timothy Weichester se encontraba paseando en aquel momento de vuelta a casa desde su despacho. Había sido un día tranquilo, el ajetreo de la universidad durante el resto del año contrastaba con el silencio casi tétrico de aquellos dos meses veraniegos.

Aquella tranquilidad se vio rota repentinamente cuando oyó un ruido en lo alto, no fue algo exagerado, mas bien todo lo contrario, un pequeño crujido casi inaudible que parecía rasgar el cielo como si pasasen unas tijeras afiladas a lo largo de una tela.

Percyval Timothy Weichester se quedo asombrado por los colores que entendía que eran el origen de aquel curioso sonido y vio como avanzaban de sur a norte atravesando el cielo nocturno, claramente dedujo que se trataba de un meteorito, de alguna de las lluvias de estrellas veraniegas que ocurren anualmente, pero le hipnotizó la composición de sus colores, por alguna extraña razón, mas vivos de lo que serían atribuibles a su origen. Por su sensibilidad artística aquella imagen le impresionó.

Percyval trató de captar esos colores, grabar esa composición en su retina que evocaba las grandes obras impresionistas de van Gog y Cezanne. Cuando llegó a casa, trato de plasmar en un lienzo esos colores, esas formas abstractas que conmovieron su alma y hablaron directamente a su corazón, surgidos de un negro azabache. Tras varias horas recordó por qué dejó los pinceles y se dedicó a la casa de subastas. Esos torpes trazos no podían expresar la magia, el baile de luces y color que hacía vibrar cada parte de su ser en un éxtasis inexplicable.

Con las manos y la frente aún manchados de pintura descolgó el teléfono a primeras horas de la mañana. Los rayos de luz iluminaron la habitación llena de velas consumidas. Habló con sus contactos en la universidad, con el departamento de ciencias y los becarios de mayor confianza. Luego avisó a la policía por si habían habido heridos en el impacto. Por suerte su nombre tenía peso suficiente en la ciudad para evitar discusiones innecesarias.

Se aseó y se cambió de traje para dirigirse directamente hacia la comisaría central. Necesitaba observar lo que fuera aquella cosa de cerca. Había en el un deseo inenarrable de sujetar entre sus manos el milagro que desató la gloria de los cielos. De poseer aunque fuera un trozo de aquella maravilla y vender partes de su belleza en la casa de subastas convertidos en joyería y preciosas obras de arte sublime.

En respuesta a la llamada de teléfono a la policía que haces a primera hora de la mañana, se te informa que el Dr. Billings de la facultad de astronomía está reuniendo grupos para ir en búsqueda de los restos y que todos los interesados deberán de acudir a las 15:00 de la tarde al aula S111 de la universidad para coordinar la búsqueda.

Conociendo como conoces a Billings consigues localizarlo y en breves y apresuradas palabras te insta a que reunas un grupo de las personas que acudan a la reunión, quiere que en cada grupo de los que se formen haya alguien de confianza, por lo que te insta a buscar gente, no juntarte con otros colegas, a los que les ha propuesto lo mismo

Percyval asiente y rápidamente piensa en lo necesario para la expedición. La universidad es un hervidero de rumores y actividad, al parecer todo el mundo sabía ya sobre la extraña expedición liderada por el profesor Billings. Contrataría al mozo que muchas veces había ayudado en mantener el orden en las subastas más polémicas, realizaba las tareas de mantenimiento en el edificio y en varias ocasiones había actuado como transportista para artículos especialmente delicados.

Luego necesitaría a una experta en desenterrar cosas, y otro en física. Con una sonrisa en los labios pensó en la preciosa profesora de arqueología de apellido francés, era una excusa perfecta para que se conocieran mejor. Y de paso, aprovechar sus conocimientos en excavaciones. Precisaba ir con pies de plomo en esa expedición, y los procedimientos de barrido y selección de cuadrante junto a los pinceles, palas, cinceles y herramientas parecidas no eran precisamente su especialidad . Por otro lado necesitaba un experto en física para descartar que el material pudiera ser venenoso, o peligroso de alguna forma sorprendente y explosiva. Tras dar un vistazo rápido a su agenda de conocidos, contactos y y gente de confianza pensó en el profesor Fillmore. No era un hombre especialmente alegre y dispuesto, pero tampoco iba a invitarle a una cena y no creía poder convencer a ningún otro de los tozudos y huraños científicos del departamento de física y química.

Tras seleccionar a sus víctimas se dispuso a buscar sus departamentos. Empezaría por la exuberante profesora de arqueología, sería un soplo de aire fresco antes de iniciar su asalto al sombrío profesor Fillmor.

Llamó al cristal del departamento de historia y arqueología. Afianzó el nudo de su corbata y los botones de su chaqueta a la espera de causar una buena impresión. tendría que convencerla de participar en una poco ortodoxa excavación para encontrar aquel extraño, intrigante y fascinante artefacto caído directamente de los cielos en una orgía de luz y color.

- Disculpe madamoiselle Doré, soy Percyval Weichester. Necesitaría de unos minutos de su tiempo.

Ok era para hacer el reclutamiento de los pj el de la polí te lo dejaba a ti. Pero lo puedes mandar tu en un resumen

Eran las tres de la tarde, la hora que el Dr. Morris Billings había apuntado en una nota colgada en la puerta de su despacho para realizar la reunión en el aula S-111 de la facultad de astronomía de la universidad, para organizar la búsqueda del objeto que la noche anterior había atravesado el cielo nocturno de Arkham.

La sala rebosaba actividad, una multitud de unas 90 personas hablaban entre ellas con agitación comentando los hechos sucedidos la noche anterior.

Nadie había quedado indiferente ante la publicación del periódico y la petición por parte del Dr. Morris, para conseguir voluntarios e iniciar la búsqueda de los restos del bólido.

Pocos habían sido los afortunados testigos del evento, pero los pocos que lo comentaban lo relataban con una mezcla de miedo e inseguridad y fascinación. Todos los que lo habían visto coinciden en que el rastro de colores que dejó en el cielo eran algo casi artístico.

Se habían formado pequeños grupos muchos de ellos desconocidos entre sí, y comentaban lo sucedido mientras esperaban la aparición del Dr. Morris para ver cómo se iba a organizar la búsqueda.

En uno de los laterales había un grupo de 5 perfectos desconocidos, que casi sin haberse presentado, habían comenzado a comentar el hecho, uno de ellos narraba al resto lo que había visto la noche anterior y como le había fascinado el acontecimiento. Percyval había dicho que se llamaba, se trataba de un hombre alto, de aspecto inglés, y marcado acento, narraba lo ocurrido con tranquilidad y poniendo mucho detalle en el acontecimiento. Él se había encargado de reunir al grupo en un lado, según dijo el Dr Morris le había indicado, a el y otros colegas conocidos, que hiciesen grupos de unas 5 o 6 personas mientras esperaban su llegada.

Junto a él se encontraba a un lado un hombre que portaba bajo el brazo un par de libros, se había presentado como Richard, y se le veía un hombre sencillo, en contraste con Percival parecía aristócrata.

El grupo era de lo más variopinto ya que al otro lado se encontraba James, de aspecto bastante más curtido, se notaba que la vida había pasado por el, con barba de varios días de color pajizo y mirada cansada, atendía a las explicaciones de Percyval. Y junto a él una mujer de aspecto francés atendía también, pero con una mirada que parecía estar restando importancia a la narración, Camille había dicho que se llamaba con marcado acento francés.

Por último junto a ella se encontraba, con aspecto de funcionario, trajeado y serio, estaba John, era el único que sí era conocido para el resto, detective de la policía de Arkham, impone en el grupo un aura de respeto y seriedad, mientras escuchaba la narración con atención, y escudriñaba al resto del grupo.

Aquella noche,  Richard apenas pudo dormir 4 horas seguidas. Como de costumbre, se despertó de madrugada, se tomó su tiempo para vestirse lo más elegante posible y con un par de libros bajo el brazo fue andando hasta la universidad de Arkham.

Su buen amigo, el Dr. Morris Billings, había organizado esa misma mañana una reunión que pretendía buscar voluntarios para buscar los rastros de aquél objeto que calló durante la noche apenas hace un par de días.

Richard no era partidario de airear un tema tan complejo de esa manera, cómo si se tratara de la búsqueda de una niña perdida. Richard pensaba que si le daba demasiada publicidad, terminaría convirtiéndose en un nuevo pasatiempo para la sociedad ociosa de aquellos días. Así se lo había dicho a su compañero y amigo, pero Morris desoyó sus comentarios y convocó a toda la gente posible a aquella reunión.

Así las cosas, Richard, tras llegar a la universidad, tomarse su gran taza de café y estudiar sus libros durante un par de horas acudió a la reunión.

Cuando entró, la sala estaba atestada de gente, trató de pasar desapercibido y se quedó en un lado de la puerta cuando se le acercó un hombre alto y elegante. Le saludó y empezó a hablarle directamente mientras otras personas se juntaba a su lado. Le resultaba conocida su cara, le había visto alguna vez en la universidad, en el edificio de arte antigua.

Cuando aquél hombre, de fuerte acento inglés, terminó de hablar se fijó que allí estaba John Grayson, detective de la policía. Le miró y saludó.

- Yo también pude ver aquella noche el espectro de colores, sinceramente, al principio creí que se trataba de algún estúpido proyectil fabricado por esa empresa de explosivos, pero el Dr. Billings me lo confirmó al día siguiente, había sido un objeto estelar, algo realmente peculiar.

Cuando entró en el lugar de la reunión no pudo evitar arrugar la nariz al ver tanta gente fascinada por el meteoro.  Casi no podía creer que habían necesitado nada menos que dos días para reunirse y comenzar a organizarse ¿no tenían miedo de que se les adelantasen o de que se contaminase el objeto? ¿de verdad un acontecimiento tan extraño y perturbador no merecía una mayor inmediatez?

De pronto suavizó la severidad de su rostro y entre susurros de modo casi inaudible y  más que condescendiente se le escapó un américains mientras ponía los ojos ligeramente en blanco.

Por su parte, ella se había puesto en marcha casi desde el mismo instante en que leyó la noticia, agradeciendo tener la maldita suerte de no encontrarse en su país, pues en ese caso el viaje no habría sido de 24 agotadoras horas de tren sino de varias semanas de barco.

Cuando les pidieron que formasen grupos, su nariz volvió nuevamente a arrugarse.  Seguramente más de uno pensase que había olido algo en mal estado, sin embargo era algo mucho más sencillo, no conocía a aquellas personas, no sabía como trabajaban y seguramente no fuesen tan eficientes como ella querría.  Sólo esperaba no echar de menos al último equipo de incompetentes con el que había tenido la desgracia de coincidir.

- No tan bizarre como pudiera parecer, - comenzó a hablar casi como aburrida y con un tremendo acento francés que no se molestaba lo más mínimo en disimular, y eso por no hablar de algunas extrañas expresiones que denotaban que evidentemente el inglés no era su lengua nativa - he estudiado los orígenes del concepto de civilización todo lo largo de mi carrera y podría casi asegurarles que en el 80% de los casos ha habido meteoritos o rares pierres venidas de otros mundos, adoradas o temidas por los humanos.  Por eso estoy aquí, desde que leí la noticia no dudé en tomar el primer tren, esta podría ser la primera vez que pueda estar en trance de estudiar una de esas merveilles.

Percyval repasó con la mirada los integrantes de su grupo, la bella arqueóloga, el profesor de física de aspecto elegante y lacónico, James el hombre para todo del pueblo, había contratado sus servicios para la casa de subastas que regentaba en más de una ocasión, y el detective enviado por la policía. Tras asistir a la presentación del doctor Billings y escuchar las palabras de la belleza de acento francés y el dr. Fillmor añadió.

- La palabra encaja como un guante madamoiselle, meraveille. Un auténtico éxtasis de luz y color que imprimieron en las retinas de todo aquel que lo vio un recuerdo imborrable y una sensación inquietante y perturbadora al mismo tiempo.Disculpen, permítanme que me presente. Sir Percyval Timothy Weichester , propietario y regente de la casa de subastas Weichester y colaborador de la universidad.

Dijo saludando con un gesto de cabeza a sus colegas.

- Aunque si esto se convierte en un episodio de la fiebre del oro puede que tengamos menos tiempo aún del que esperaba. Por suerte cuando vi todo aquello ayer noche me puse en contacto sin dilación con el dr y la policía. Aunque ustedes son los expertos del campo. Comuníquenme todo lo que sea menester para la expedición y donde los recursos de la universidad no lleguen me encargaré de proporcionar todo lo necesario.

Sin reducir su aura de respeto ni un poco, saludo cordialmente a todos los integrantes del pequeño grupo.

-Muy buenas tardes caballeros, señorita, espero podamos llevarnos bien o al menos seamos eficaces con esta búsqueda. 

Se puso alado del profesor Fillmore, escuchando claramente su comentario sobre que puso ver el extraño hecho. Miro a todo el mundo reconociendo practicamente a toda la ciudad; dejando de lado a la evidente señorita extranjera, dejando claro su pertenencia al antiguo continente con solo escuchar ese marcado y para nada disimulado acento francés.

-Oh, profesor Fillmore, es todo un afortunado al haber visto directamente esta especie de "bólido", con su cercanía con la ciencias me deja mas que clara la fascinación que debe sentir con esta búsqueda. Por cierto, ¿tiene un poco de información del objeto que recorrió nuestro cielo nocturno?

Tratando de disimular un poco de emoción, escucho a Sir Percyval, y al terminar solo se quedo esperando que el Dr. Morris no tardara demasiado en hacer presencia.

Toda una sala repleta de gente de lo más dispar y ahí estaba él, deseando salir a echarse un cigarrillo y respirar un poco de aire. Había pasado la noche anterior sin dormir. Su hijo pequeño había visto el resplandor de esa cosa a través de la ventana y desde ese momento no pudo pegar ojo. Todavía recordaba su mirada temblorosa y su vocecilla cargada de inocencia preguntando si si aquella cosa era mala. Algo le decía que su hijo tenía un mal presentimiento. "Nada gratis cae del cielo, hijo" solía decir su padre, y tenía toda la razón.

¿Qué cómo había dado con sus huesos allí? Había visto el anuncio en el periódico y le había prometido al pequeño que si había alguna explicación para esa cosa, por remota que fuera, se la daría. Y ahí estaba, rodeado de intelectuales y aguerridos investigadores y él, un tipo de mano callosas que reparaba techos y tuberías. 

Reconoció a algunos de los presentes. Había hecho algunas chapuzas para muchos de ellos. Incluso uno de ellos le sonaba de vista, de verlos por la calle. Con uno incluso podría haber coincidido en esa cafetería a la que van los policías después de su servicio. De vez en cuando iba y se tomaba algo cerca de ellos, observándoles, reconociendo en ellos parte del hombre que hace tiempo fue. 

Todos eran muy distintos... y el posiblemente más que ninguno. Todos tenían un lenguaje elaborado y elevado. Él era un tipo más práctico. Asentía a lo que decían aunque debía reconocer que de vez en cuando desconectaba para prestar atención a otros detalles en la sala, en sus interlocutores o en algunos de los que allí se encontraban. Manías de un antiguo oficio. Cuando llegó al grupo se limitó a saludar de forma escueta.

- Buenas tardes - dijo con las palabras algo entrecortadas. Todo el mundo sabe reconocer a un irlandés cuando habla  cuando bebe. Por suerte, todavía no le habían visto beber y esperaba que no lo hicieran.

De todos ellos, el único que había dicho su nombre era el tal Weichester, de modo que procedió educadamente y le ofreció la mano para estrechar.

- Encantado sir Weichester. Yo soy Poole, aunque todos me llaman por el nombre de pila, James. No soy universitario ni experto en practicamente nada, pero si se trata de ir a patear monte y hacer trabajo de campo creo que puedo ayudarles.

Tenía su furgón aparcado fuera con todas las herramientas, la ropa de faena. Solo lamentaba no haber podido traer a su fiel perro Ronain... pero tiene la manía de sentarse en el asiento del copiloto y seguro que eso no agradaba a sus compañeros, aunque en el fondo le daba igual.

La curiosidad le reconcomía por dentro así que lanzó la pregunta a ver si alguno de sus interlocutores respondía.

- ¿Saben ya si el profe tiene algo entre manos? ¿Una versión oficial o algo así? No suelo hacer mucho caso de lo que leo en prensa. - salvo en la sección de sucesos y en necrológicas debió decir. Esa sección nunca mienta.

El murmullo de la sala desapareció súbitamente cuando de una puerta al fondo del aula apareció un hombre menudo y de aspecto enclenque, con gafas redondas de montura metálica. El hombrecillo vestía un traje de impecable factura que desprendía elegancia. Portaba bajo el brazo un par de rollos de papel y una carpeta no muy abultada.

Se puso tras el atril que había en el pequeño estrado que tenía la sala y siendo incapaz de ocultar un enorme nerviosismo se anudó fuertemente el ya prieto nudo de la corbata, después se acomodó las finas gafas usando ambas manos de forma algo torpe.

Tras el había entrado un estudiante portando un par de cajas que había dejado junto a la mesa que había junto al atril, recogió los rollos de manos del doctor y se apartó a un lado esperando indicaciones.

-Eeeh- titubeó -esto… buenas tardes a todos, como todos ustedes saben, la pasada noche tuvimos un “visitante” inesperado en la ciudad, es un hecho inesperado y de gran relevancia para la comunidad científica.

El hombrecillo fue subiendo en confianza y ánimo rápidamente según iba contando lo sucedido, y daba explicaciones bastante entendibles incluso a profanos, parecía que crecía dentro de su elegante traje. Básicamente comentó lo que ya había publicado en el periódico y lo normal que es que ocurran caídas de meteoritos a la tierra.

-Pero en este caso no se trata de ninguna de las típicas estrellas fugaces que vemos en estas épocas del año- continuó -de ahí, su importancia e interés científico.

El doctor hizo una seña al estudiante quien abrió las cajas y de ellas extrajo lo que parecían ser unas piedras de tamaño mediano.

-Mi ayudante- dijo señalando al joven -les pasará unas muestras para que vean que es lo que buscamos.

Mientras el joven iba pasando por los grupos el doctor siguió hablando.

 -Si encuentran muestras similares recojan las y marquen el lugar para que puedan guiarme hasta allí y volverlo a explorar posteriormente. Me gustaría añadir que a veces es difícil reconocer un meteorito a simple vista. Una pista segura es que tenga a su alrededor una “costra de fusión”, un envoltorio fino, negro y vítreo, producido por su caída a través de la atmósfera.-

El joven estudiante llegó a donde se encontraba el grupo y extendió las manos para mostrarles las piedras que parecían vulgares piedras recogidas del campo, pero con los cantos redondeados y ennegrecidas. Les instó, alargando las manos al centro del grupo, a que las cogieran para que las examinaran, mientras esperaba impaciente para poder seguir haciendo su tour.

El doctor siguió hablando, como si diera una clase a sus alumnos, con la ilusión de un niño, sobre otros casos de caídas de meteoritos y lo insólito del caso ocurrido la noche anterior en la ciudad, por no coincidir con ninguna de las lluvias periódicas de meteoritos que ocurren anualmente.

Apenas terminaron de presentarse aquellos hombres supo que tendría problemas, sin embargo aquella sensación se esfumó en cuanto aparecieron las piedras. 

Ante la visión de las pequeñas gemas, Camille no pudo evitar una media sonrisa pues la espectación la tenía bastante emocionada, y cuando tomó aquel fragmento entre las manos y puso su mirada sobre él aquella emoción se verbalizó - C'est merveilleux !

- Estos fragmentos han surcado la inmensidad para acabar en nuestras pequequeñas manos - dijo extasiada. 

El entusiasmo con el que el Dr. Morris daba esa extensa pero simple explicación todos los presentes, le dio una especia de nostalgia que lo dejo un poco desconcentrado de todo lo que pasaba, pero al darse de cuenta de eso, rápidamente volvió en si. Vio a la señorita Doré contemplar los meteoritos, haciendo lo mismo y tirando un pequeño comentario pero a la vez con un poco de duda.

-Wow, la verdad tiene mucha razón señorita, es increíble como algo que ha recorrido tanto puede terminar su viaje en las simples manos desnudas de los seres humanos. Por cierto, si no recuerdo mal, ¿Lo que las hace tan raras es que son pocas las que logran atravesar y llegar al suelo, no?

Terminó por ver la cara de fascinación en la cara de muchos, pero obviamente el completo desinterés en la de muchos otros, solo esperaba que al menos pudieran reconocer fácilmente los fragmentos, pero que esa búsqueda no se diera por terminada demasiado rápido.

Realmente era fascinante. Nunca había participado en una expedición arqueológica a esa escala, bueno o una excavación de ciencias.. lo que fuera aquello. Podría ver de cerca los meteoritos que habían pintado el cielo nocturno con colores imposibles. Sintió de nuevo esa sensación extraña, acuciante tiznada con un deseo incontrolable.

Asintió ante las palabras del profesor y siguió las instrucciones tratando de captar la diferencia de las piedras normales y los propios meteoritos. Asintió ante sus compañeros abstraído en sus pensamientos.

- Así es, son en si mismo algo muy valioso y único tanto para el estudio como para los coleccionistas.

Si la investigación resultaba un éxito y su nombre salía remarcado junto a los integrantes de su grupo en los hallazgos no dudaba que podría negociar una adquisición de parte de esas piedras para acabarlas subastando en un evento que se recordaría por décadas.