Partida Rol por web

-TODOS LOS QUE QUIERAN SOBREVIVIR QUE AGACHEN LA PUTA CABEZA! EN 3! 2! 1! ABAJO!-

Como una sola entidad, os lanzáis al suelo instintivamente momentos antes de que un destello cegador ilumine la noche.

A la mayoría os pitan los oídos y el sabor a sangre inunda vuestra boca cuando recobráis la conciencia. En el aire, el hedor a carne quemada flota en el ambiente y apenas podéis contener las arcadas cuando contemplais a un Kemanhi partido en dos y cauterizado a la perfección, con la carne y las entrañas convertidas en una cicatriz blanquecina y una expresión de intenso horror en el anguloso rostro sin vida

De cada uno de los estibadores emana un haz de luz plateada que asciende en diagonal hasta alcanzar una decena de metros. Las máquinas permanecen mudas y la tormenta chisporrotea furiosa en el exterior de los haces, donde la arena y el polvo se arremolinan como si tuviesen vida propia.
 

Tras comprobar que por el amor de los Sabios, he sobrevivido, compruebo que el plan del oscuro ha funcionado. Pero a qué coste? Apenas quedamos la mitad y uno ha muerto de la peor forma que yo pudiera imaginar, arrancada su alma y carbonizada en los infernales fuegos de la Filoma. Algunos sonríen por haber sobrevivido, otros buscan a sus parientes con la desesperación y las lágrimas llenando su rostro.

Pero todos terminan clavando su mirada en mí. Debo hablar, por los muertos y los vivos... ésto todavía no ha terminado.

-Alzaos y seguidme! No tenemos tiempo que perder! Debemos abandonar éste lugar!-

a mi señal, el tambaleante oscuro activa las pulseras y los estibadores comienzan avanzar lentamente.

-A TODOS LOS SUPERVIVIENTES DE LA CARAVANA! NO ENTRÉIS EN CONTACTO CON LOS HACES! REPITO! NO TOQUÉIS LOS HACES! NO TOCAR HACES!-

Enuncio la advertencia en Kemanhi, en Yermés y en Huani.
 

Mientras caminabais intentando hacer frente a la tormenta:

-Ésta tormenta no es natural. Puedo escuchar las risas de los espíritus de las arenas dentro de las dunas, están sedientos y han enloquecido tras milenios sin nada parecido al agua que mana en el lejano norte.-

Cuando la tormenta parece que va a devoraros.

-Ha sido un mala idea entrar en territorio sagrado. Las tribus perdidas exigen venganza y que su sed sea saciada. No, guarda ese pellejo, quieren vuestra sangre.-

Tras el alzamiento del escudo.

(Rugido de ira indescriptible) -Maldita energía corrupta! No puedo... (Aullido de dolor) no puedo mantener nuestro vínculo, aprendiz. Te buscaré cuando... (Rugido de ira y dolor seguido de un denso silencio).

Joder, joder, joder. Corro hacia el guía e intento hacerme oír por encima de la tormenta y el silbido de la filo-energía cortando el aire.

-¡No vamos a poder huir! ¡Es una tormenta de Espíritus! ¡Piden tributo en sangre! ¡Si lo pagamos entre todos nadie tendrá que morir!

Sin miramientos, sacó uno de mis instrumentos y me hago un corte en la mano. Cerrando el puño me obligo a sangrar. Le tiendo la cuchilla a quién tenga más cerca.

- ¡Oh, antiguos espíritus perdidos, escuchad mi ruego! ¡Soy Adhayur, aprendiz de Kadras! ¡Soy el nuevo Crisol! ¡Suplicamos clemencia y permiso para cruzar vuestros territorios! ¡Bebed y saciaros!

Me bajé de brusco para reunirme en torno a los estibadores, pero cuando estos comenzaron a silbar, me alejé un poco. La tecnología siempre me daba mala espina. Apenas vi los haces ya estaba listo, y solo basto la señal de tirarme pecho tierra como para cubrirme. Despejado el polvo de la explosión, busco a Nostrum entre la arena. El Atisiv parecía estar bien. Me compruebo que brusco tiene todo en su lugar, y reviso mis frascos de cristales. Todo en orden. La explosión me había calentado, y el sopor de hace un segundo se comenzaba a volver frío nuevamente. Mis fosas nasales son inundadas por el olor a carne quemada. Lo conocía bien, quizá lo que mas revolviera las tripas es que sinceramente, causaba hambre. Tomé a Brusco por las riendas e invite a Nostrum a seguir las ordenes del guía, no podíamos seguir ahí. Había alguien dando alaridos, primero pensaba que se había cercenado algún brazo. Hasta que pude verlo mejor, era un ¿Druida? Berreaba algo de los dioses. Maldita sea. Los Frilyr estábamos en decadencia. Debió ver la guerra. Me hubiera gustado llevarlo. Así comprende que los mortales siempre estuvimos solos. Iba a decirle algo. ¿Pero qué? Me callé. Tampoco era muy importante.

Todo había pasado muy rápido, subimos con el empeño y la destreza de los hombres del desierto a aquel mercader herido por la traicionera y empinada duna de arena oxidada, formada por siglos de desechos naturales y artificiales acumulados por la indiferencia del tiempo. Pensé que los hombres debían de valerse solos, yo mismo vagaba por los desiertos sin más compañía que la del arisco Sulá y sin duda alguna aquel mercader hubiese perecido de no ser por la compañía. Pero también reconocía que no todos teníamos las mismas vivencias y ayudar a ese hombre hoy podría significar una puerta abierta mañana... quien sabe.

El sol bajaba en el horizonte brillando cada vez menos, apagándose, hasta que incluso se cansó de calentarnos, ese era uno de sus dones y tenía todo el derecho a llevárselo consigo cuando anochecía. En su lugar sobrevino el frío, este era despiadado, pero justo, el frío no engañaba a nadie, y si estás preparado es posible soportar su compañía. Como dosii conocía las noches en el Yermo, pero había de reconocer que aquella gelidez estaba fuera de lo común. Arreciaba la tormenta, y no una cualquiera.

Entonces alguien gritó - ... AGACHEN - fue lo poco que entendí entre el barullo y un rápido entendimiento de lo que ocurría alrededor hizo que no tuviera que pensar mucho lo que hacer. Un silbido, un taconazo fuerte en el costado del camello y este flexionó sus patas al momento con la gracia de un vago relajado ajeno a todo lo que pasaba alrededor. Me tire de lado y caí sobre la fría arena, me tapé los ojos y el estruendo lleno mis oídos para volcarse después en el resto de mi mundo. El calor causado por las extrañas reacciones de los estibadores y la filoma hizo que a todos se nos calentara la piel, incluso un pobre desgraciado murió por el simple y seguro echo de andar despistado o la incapacidad de reaccionar a tiempo. Me puse de cuclillas, postura natural entre los dosii, un rápido vistazo a Sulá, que se lamía el morro, me decía que estaba como nunca, tumbado sobre la frigidez de la arena... Como puede este maldito animal mantener la calma con tanto alboroto... 

Entendió lo que decían los expertos, no tocar los haces, la verdad es que viendo lo ocurrido y por lo poco que sabía había que ser muy idiota o muy temerario para que se te ocurriera acercarte a uno de esos malditos estibadores. Permanecí de cuclillas, pegado a Sulá, preparado para ponerme en marcha siguiendo al guía y a la caravana, si lograba ponerse en marcha y recobrar el orden, difícil ya que la gran mayoría reaccionaba a su antojo ante el evento... ¿Será este mi fin?... pensé mientras miraba al condenadamente apacible camello... pfff, al menos moriremos libres compañero, bajo las estrellas, hagamos nuestra por ahora esa idea y nadie nos la podrá quitar.

Escucho vociferar entre la multitud al curandero que se proclamó "druida" hace unas horas. No es que no me caigan bien los farsantes y los timadores (Demonios! Me codeo con ellos a diario) pero los locos y los deformes despiertan en mí un cierto asco que no soy capaz de refrenar.

Y encimas es un Innba. Bueno, que se puede esperar de un bárbaro que todavía confía en la efectividad de los palos y las rocas.

Aún así no es el momento de dejarnos llevar por la absurda superstición.

-Pierdes el tiempo, sacerdote! Ningún espíritu puede penetrar ésta barrera, será mejor que te cures ese corte y aprietes el paso antes de que acabes como ese (Señalo el cadáver del Kemanhi partido en dos por los haces).-

La sangre mana por tu mano, goteando lentamente hasta formar flores rojas en la arena. El silencio en tu interior es absoluto, no hay nada: ni la voz de Kadras, ni los susurros del caos siempre acechantes... ni siquiera el crepitar de tu alma, algo que te ha acompañado desde que eras un niño, desde la primera vez que la energía natural fluyó por tu espíritu y revitalizó tus cansados pies para que pudieras reanudar la lejana cacería...

No hay nada, solo un silencio estremecedor y la sensación de estar atrapado en una caja inmensa e invisible que se estuviese comprimiendo poco a poco, reduciendo el aire restante que alimenta tu espíritu.

-Pierdes el tiempo, sacerdote! Ningún espíritu puede penetrar ésta barrera, será mejor que te cures ese corte y aprietes el paso antes de que acabes como ese.- te increpa con tono burlón un individuo arrebujado en una raída túnica y provisto de una extraña máscara metálica, antes de alejarse de ti y perderse entre la multitud que te observa con la esperanza marcada en sus rostros.

-Druida, mi familia está perdida ahí fuera! Ayúdame a traerlos de vuelta y seré tuya para siempre!- suplica la mercader Kemanhi que conociste antes aferrandose a ti con el rostro desencajado por la desesperación.

Un aluvión de voces se alza a tu alrededor, suplicas desesperadas, promesas de pago e incluso amenazas veladas mientras la multitud se aferra a ti y te zarandea en su afán por reclamar tu atención.

- Todos los que quieran salir de aquí con vida, que se hagan un corte, y hagan la ofrenda. Si nos quedamos aquí, está jaula será nuestra última prisión y nuestra muerte.  Anunciad vuestro nombre y vuestra ofrenda. ¡No paréis de decirlo!

Salgo de la jaula, mientras continuo con mi mantra. Dentro de este lugar no podía intentar pacificar a esas almas. 

- Los que no crean que en un mundo en el que hay magia los espíritus no tienen un papel que jugar, deberían encontrar su propio camino o perecer. 

Encabezo la procesión, mientras me aparto de los haces de energía y salgo de allí. 

Un loco, definitivamente,perfecto... no tenía cosas con las que lidiar que encima debo aguantar a un fanático.

Activo el amplificador para que mi voz se eleve por encima de todo y procedo a salvar las vidas de todos esos desgraciados.

-A TODOS LOS SUPERVIVIENTES DE LA CARAVANA! NO PODÉIS SALIR DE LA JAULA! SI TOCAIS LOS HACES MORIREIS! REPITO! SI TOCAIS LOS HACES MORIREIS! DEBÉIS ESPERAR A QUE LA JAULA SE ROMPA Y MIENTRAS TANTO SOLO PODEIS AVANZAR! REPITO SI TOCÁIS LOS HACES MORIREIS! NO PODÉIS ABANDONAR LA JAULA HASTA QUE LOS HACES DESAPAREZCAN! REPITO SI TOCÁIS LOS HACES MORIREIS! SI TOCAIS LOS...-

Demasiado tarde, oh mierda...

Uno de los supervivientes adelanta al resto de la procesión y se abalanza contra el límite de la jaula. Quizás ingenuamente esperaba que al correr, las consecuencias fueran menos terribles o quizás la desesperación y la ansiedad se adueñaron de su cuerpo.Cuando parece que va a atravesarla, el haz más cercano se comprime con un chasquido estremecedor antes de fragmentarse en cientos de zarcillos plateados que atraviesan limpiamente al mercader Kemanhi. Un chiporroteo estremecedor seguido un aullido desesperado y un intenso olor a carne quemada invaden el aire.

La multitud retrocede espantada, como si hubiese recibido un latigazo en el rostro y los gritos de terror llenan el aire.

-¡Apagad esos cacharros!- era energía corrupta. Toda esta gente había olvidado los los viejos caminos y se habían entregado a una tecnología que lo único que conseguía era agravar el desequilibrio del mundo.Lo único que podían traer era muerte y destrucción.

-¡Espiritus perdidos! ¡Nosotros también lo estamos! ¡Sed piadosos! ¡Tomad nuestro tributo y dejandnos cruzar!

El frio era peligroso y mortal, NOX no habia parado de estar temblando por todo el recorrido. Su pequeño cuerpo de bebe no era lo suficientemente util, como para resistir el frio helado de esta noche.  por eso yo le toco buscando a ver si recibe algo de mi calor corporar y seguimos avanzando por estas dunas insufribles.

La cosas no pueden ir peor para nosotros, ya que el viento y una tormenta empieza a agarrar impulso en nuestro alrededor. Nosotros seguimos caminando como sonambulos en busca de poder salir de esta, hasta que finalmente un ruido, una voz me saca de mi estado semi-automatico y reaccino con rapidez. 

Lanzandome al piso con una rapidez increible, o al menos eso pienso yo. Ya que siento como el calor esta subiendome por la espalda y esta calcinando mi cabello violeta, rapidamente me muevo para apagar el fuego y puedo escuchar como alguien se levanta entre la multito y empieza hablar con ofrendas a los espiritus y dar un sacrificio de sangre.

Observo a NOX y procedo a estar a lado suyo, buscando evitar tocar esos haces. Se ve que ahora estamos atrapado, en esta jaula mortal.

Que Coj... - Susurro mientras veo como explota el cielo en un haz de luz, lanzándome contra el suelo consigo sobrevivir. Me despierto envuelto en arena y con un amargo sabor en la boca, reconocía perfectamente aquel sabor. El impacto ha debido de de hacerme algo de daño por dentro. Me encuentro un poco mareado pero consigo incorporarme mientras miro a mi alrededor, esperando encontrar una respuesta a este incidente. 

Escucho a mucha gente gritar y llorar, suplicando una solución que no va a caer del cielo, o al menos en mi caso nunca caía del cielo. Mientras miro a mi alrededor escucho gritar al chaman que curó al herido antes, dándonos ordenes. - Ahora si que eres simpático eh?... - No sabía muy bien que hacer, pero si estaba seguro de algo es que aquello no tenía nada que ver con espíritus, a lo largo de mi corta vida había podido ver que hacían los espíritus. Y aquella no era una de esas cosas, o al menos eso pensaba yo.

Me acerqué al hombre que estaba dando órdenes a todos los demás, parecía saber demasiado de aquella cosa, si queríamos sobrevivir teníamos que seguir sus instrucciones, al fin y al cabo el estaba igual de encerrado que nosotros. - CUANTO TIEMPO VAN A TARDAR LOS HACES EN DESAPARECER?! 

Como había predicho la gente se había desorganizado por completo y pagaban cara la imprudencia. El tal Artifo hacía lo posible por mantener la cohesión del grupo y los haces no dejaban caminar mas que adelante, cobrándose las vidas de los rezagados y los que se asustaban hasta el punto de perder la calma.

- ... SOLO PODÉIS AVANZAR... - alcancé a oir, y viendo el entorno, no lo pensé dos veces, la muerte nos sostenía la mirada y no por primera vez, pateé el trasero de Sulá y lo llevé al ritmo prudente y necesario junto a la caravana, con algo de suerte, la parca se cansaría de cosechar.

Intenté fijarme en lo que hacían los compañeros, unos adelantaban para hablar con el guía, otros clamaban a los espíritus que, con el estruendo de la tormenta y su habitual desdén, seguro que les importábamos un carajo... bastante sangre ofrecí en su momento, la mía y la de los hombres que se batían ante mí, a la tierra, al vulgo, a los tiranos y esclavistas, a la falsa moral del mundo... no me haría ni un maldito corte por voluntad propia... quien quiera mi sangre, espíritu o no, que venga a por ella... pensaba mientras me agarraba el turbante y avanzaba junto a Sulá.

Los filo-estivadores le habían servido de escudo cuando el viento azotó la caravana con toda su furia, sentía frío, pero al menos no se congelaban sus huesos. De repente observó como el aparato que estaba frente a él sacaba algunos chispazos inconfundibles, algo sucedía en ese equipo y no alentaba ser nada bueno. Temió por la carga que llevaba así que no se alejó de él, pero cuando escuchó el grito de tirarse al suelo no dudó ni un segundo y obedeció. Del filo-estivador salía una luz brillante que se enlazaba con otros destellos que provenían de las otras máquinas. Es espectáculo era realmente extraño, en el exterior el viento levantaba la arena e incluso a varios de los que viajaban en la caravana, haciéndolos mover de un modo caprichoso y letal, todo ello se veía tras una pantalla de luz sobrenatural que los envolvía y dentro de ella no había viento ni nada parecido. Si algo de esperanzador podía tener esa visión, enseguida se esfumó al ver el cuerpo partido en dos de uno de sus congéneres y como otros morían al ser arrastrados por la tormenta en el exterior.

A veces soñaba cosas así, con seres flotando inexplicablemente y luces mágicas que lo envolvían, pero esta vez todo era muy real. No pudo evitar clavar su mirada en el Asitiv, pensando hacia sus adentros como si Nostrum pudiese escucharlo Ellos han hecho esto? Luego se volteo para contemplar la locura en la que todos parecían envueltos. El joven Druida comenzó a delirar, pidiendo un sacrificio para calmar a los espíritus. Mas sacrificios? Si ya ha muerto la mitad, pensó, recordando lo poco que comprendía a los Innba Filyr. En un momento de su pasado había estado frente a un Druida en los lindes de Danokon Kodam con la esperanza de ser admitido entre los Nietos del Bosque, pero fue rechazado por su maldición, y así sucedía siempre, horas antes se había acercado al Druida que curaba al herido y con igual frialdad había sido rechazado. Su camino no estaba con ellos, algún día terminaría de aceptarlo. Sin embargo, la maldición volvía a golpear con fuerzas en su vida, si el Asitiv había sido la primer señal de ese llamado, el espectáculo que ahora presenciaba era el final del mensaje. Ghys, ya va siendo hora, se dijo. 

Buscó entre los sobrevivientes a los que conocía, Nox y Nostrum estaban a salvo pero no había indicios de Tensir. Temiendo lo peor siguió buscando y reconoció a dos personas, uno de los sotes que había rescatado al herido y al oscuro que daba indicaciones. Artifo era quien había estado detrás del efecto de la filoma, no cabía duda, así que se acercó a él mientras avanzaban. Ghys no sabía como manipular esa energía pero llegaba a darse una idea de lo que sucedía, estarían protegidos de momento y si la ira de los espíritus se terminaba, tal vez lograsen sobrevivir.

- Parece que esta vez elegiste llamar la atención - dijo al Vossam Frilyr con el que alguna vez había comerciado filoma a cambio de antigua tecnología, siempre dentro de la discreción que sus negocios requerían.

La joven Kemanh Frilyr se había mantenido durante todo el trayecto a la cola de la comitiva,  a una distancia prudencial de aquellas máquinas. Se desplazaba a pié y cargando con lo justo, llevar demasiado peso no aseguraba un mejor viaje, si no todo lo contrario.  Sin embargo, al llegar la noche y sentir el frío helador que traía con ella Ayleen resopló un poco y finalmente se acercó a los filo-estivadores y al grueso de demás viajeros que componían la caravana, pues, por más que no le hiciese gracia, era mejor resignarse y aprovecharse del calor que entre todo aquel amasijo de cuerpos y chatarras pudiesen desprender a morir congelada en mitad de aquel desierto. Ya habían sobrevivido a una tormenta de arena, no estaba dispuesta a morir aquella noche.

Se enrolló en su manta, como si se envolviese en una crisálida procurando quedar rodeada de otros, que fuesen sus cuerpos quienes detuviesen la brisa fresca y que el calor que irradiasen le ayudase lo mejor posible. Pero aquel maldito desierto no estaba dispuesto a darles tregua, si ya era inclemente por naturaleza en aquella ocasión parecía empeñado en llevarse por delante a todo el que pudiese. Un viento fuerte empezó a azotarles y de pronto todo se iluminó. Por suerte al ver como varios de los compañeros se lanzaban al suelo hizo lo mismo por pura inercia, y aquel reflejo resultó salvar su vida, pues cuando volvió a abrir los ojos y alzó la mirada se encontró con un paisaje totalmente cambiado. Cuerpos cercenados, calcinados, y unos haces de luz que les enjaulaban impidiéndoles salir de su prisión ni quedarse quietos. Sería imposible descansar, nadie dormiría mientras debiesen continuar en movimiento. 

Maldita Filoma 

Murmuró, aunque los más próximos a ella podrían oírla si prestaban cierta atención. Mantuvo la formación obligada para mantenerse lo más a salvo posible, aunque si el agotamiento llegaba antes de que aquellos haces desapareciesen todos terminarían pereciendo tarde o temprano. 

En medio de todo aquel follón habían distintas opiniones, un Innba Frilyr incitaba a que todos se provocasen una herida sangrante para saciar a los espíritus, otros que aquellos cacharros debían desconectarse. Ayleen estaba más de acuerdo con esta segunda opción. Por el momento se mantuvo en movimiento, mientras trataba de aclarar su mente en busca de alguna oportunidad para salir de esta.