Partida Rol por web

La sonrisa que había acompañado sus pasos hasta aquella habitación no flaqueó ante la escena que se mostraba a sus ojos. La mujer entró en el lugar sin amilanarse por la presencia inquietante del cadáver al que dedicó un par de miradas antes de apartar sus ojos de él. 

—Compruebe si tiene algo dentro de la boca, Henry —pidió con tono suave al ver que el doctor se acercaba al cuerpo.

Ella, por su parte, comenzó a examinar el lugar, moviéndose por la estancia y escrutando con atención en cada rincón. Buscaba dos balas o cualquier otra prueba de que había habido dos disparos en ese lugar y no solamente uno y tenía la intención de analizar las manchas de sangre hasta comprender por sus patrones lo sucedido en ese lugar. Pero también iba en busca de algún resto que hubiese pasado desapercibido para los agentes de Lestrade. 

Marian no pudo sino asentir ante las palabras del doctor y palmear su espalda con suavidad intentando reconfortarlo. A ella también la sorprendía, cuando Lestrade estaba hablando del "imitador", había imaginado a alguien de mayor edad. Era ridículo, pero el detalle de la juventud del hombre hacía que su muerte le resultara aún más trágica. No porque en alguien ya maduro la muerte no importase, sino por todas las oportunidades que no había tenido tiempo de cumplir y le habían arrebatado.

Se acercó junto al doctor al cadaver. Le dejaría a él la tarea de analizar las heridas y las causas de su muerte. Lo que quería conocer era quién era aquel hombre. ¿Tenía marcas como tatuajes, o cicatrices, que ayudasen a identificarlo?¿Alguna señal en su cuerpo referente a su ocupación? ¿Algún signo de que hubiesen movido el cadaver?

-¿Están aquí todas sus pertenencias o la policía ha tomado o movido cosas de la habitación? -Le dijo en voz alta a Lestrade, para añadir después en un susurro sólo para el doctor-¿Cree que la posición en la que está concuerda con cómo caerían sus cuerpos y sus miembros tras dispararse en la boca?

Un examen de la boca del sujeto no reveló nada anormal, ningún mensaje oculto, sólo la herida consistente con un disparo de suicidio. Una revisión de su camisa, por otro lado, te aclara un dato más bien interesante. La sangre en su ropa es diferente a la sangre en la pared. Aunque su camisa está algo húmeda, el color y el tono más bien parecían ser indicador de que ésta ha estado mucho más tiempo allí.

No te es muy difícil formarte una idea. Si este "Jack" había sido el asesino del marinero, entonces era probable que realizando su tarea este tipo de manchas quedasen allí. Lo que significaba que tenía el abrigo abierto y que, como puedes verificar por ti mismo, también hay sangre negra en el sobretodo que está sobre la silla. En conclusión, este hombre había sido manchado de sangre antes de su suicidio, y dichas manchas bien podrían haber ocurrido al atacar a alguien de forma violenta y sanguinaria.

Todo se revela consistente con la existencia de un solo disparo. Desde los fragmentos de plomo contra la pared trasera, hasta una revisión del tambor del revólver que tenía en la mano la víctima, a la que sólo le faltaba una bala. La boca tenía efectivamente marcas de pólvora que eran consistentes con un disparo a quemarropa como el que habría sido necesario para volarse los sesos y quitarse la vida.

No obstante había un detalle que te causaba algo de curiosidad. A juzgar por las salpicaduras, el disparo debía haber ocurrido mientras el hombre estaba sentado... cerca a la cabecera de la cama. No obstante, el que estuviese acostado implicaba que debía haberse disparado estando sentado casi en el centro de la cama, y aquello habría generado más manchas de sangre y fragmentos de tejido en otros lugares, cosa que no veáis del todo. Sí, había un charco de sangre bajo su cabeza que bien podría haber borrado los indicios que buscabas.

¿Era posible que el cuerpo hubiese sido movido en algún momento? y de ser así, ¿por quién y con qué propósito? Fuera de aquella extraña discrepancia, la escena parecía bastante consistente con lo que el inspector os describía que había ocurrido.

Una revisión exhaustiva revela que aquel hombre tiene una musculatura propia con las actividades físicas y una piel relativamente torneada y expuesta a la humedad. Dicha contextura te recordaba a la de la víctima, parecía un marinero también, o alguien relacionado con actividades pesadas. No obstante su ropa estaba en buen estado y aunque parecía haber sido sometida a la humedad de la noche, a la lluvia y a los charcos del suelo de los muelles, nada parecía señalar que aquel hombre hubiese realizado trabajos manuales en aquellas fachas o que hubiese hecho algo más que caminar a merced de los elementos en Londres.

Y mientras sigues examinando, descubres algo aún más curioso: las patillas que tiene son falsas, adheridas a la piel, así que las retiras suavemente y notas que ocultan algo bastante particular: a la altura central de la sien, llegando a lo alto de la cabeza casi, y justo bajo las falsas tiras de pelo, aquel hombre tiene dos pequeñísimas heridas simétricas a ambos lados de la cabeza, que apenas si serían notables. Eran dos agujeros de cerca de uno o dos milímetros de diámetro, cuya profundidad era difícil de determinar. Y lo más interesante era que alrededor de aquellos agujeros había sangre seca... lo que significaba que no se trataba de algo que hubiese ocurrido al momento del suicidio, sino que con algo de antelación.

¿Qué significaban aquellas heridas y por qué estaban ocultas? Eso era lo misterioso del asunto. Cabía preguntarse también si, la profundidad de aquellas hendiduras era considerable, ¿podía aquel hombre haber estado vivo para el momento en que se quitó la vida? 

-Todo está aquí- dijo Lestrade, no sin dejar de demostrar algo de orgullo herido por la sutil insinuación de Marian. Frunció el ceño pero no dijo nada más, seguro deseoso de que acabárais con vuestra revisión.

-En mi experiencia, sí. Los músculos se tensan y muchos de las víctimas terminan aferrándose a su arma.- dice para responderle a Marian. -Es un caso muy simple, en realidad. Hemos verificado la mayoría de las cosas y estoy bastante seguro de que no hay mayor misterio aquí. Estoy seguro de que podréis llegar a la misma conclusión- dice Lestrade, tratando de seguir con la mirada todo lo que hacéis.

Marian logra, en medio de sus pesquisas, despegar parte de las patillas del hombre, cosa que el inspector decide debe aclarar en voz alta. -Está claro que este hombre estaba obsesionado con... el Destripador. Es normal que haya hecho lo posible por disfrazarse. Y eso incluye usar patillas falsas- daba la impresión de que no estaba sorprendido por el descubrimiento y que tenía preparada aquella intervención desde hace rato. Obviamente en sus labios había una sonrisa de satisfacción que aún no lográbais quitarle del rostro.

Su intento de acercamiento no había sido bien recibido. Así que enfundándose una máscara de indiferencia, encerrando la impotencia que su condición despertaba en ella por aquel rechazo, ser irguió cuan alta era poniendo su atención en los oficiales.

Mina paseo lentamente su mirada por la estancia. Hacerlo físicamente, aunque pudiera proporcionarle cierto sosiego, sería algo laborioso debido a los obstáculos y su vestimenta. Estudió a los oficiales con detalle, pero con más interés a la madre y la niña.

-Mrs. Rosen – inclino la cabeza saludando más adecuadamente a la mujer – no se preocupes nadie va a llevarse a su marido, una vez hayan registrado su testimonió podrán volver a la tranquilidad de su hogar. Pero como comprenderá es una situación delicada – miró de nuevo a los oficiales, regresando a la mujer – Mrs. Rosen sería usted tan amable de relatarme que ha ocurrido aquí desde el momento en que cerraron las puertas de la posada, por favor. Así como cualquier detalle, por minúsculo que pueda parecer, sobre el cliente al que le dieron una copia de las llaves – hizo una pausa tratando de acomodarse en un rincón sin perder detalle a la espera del relato

Al oír la petición —¿O era una orden? En realidad al doctor poco le importaba la diferencia en realidad— de Adler Henry Jekyll se dirigió a la boca del sujeto para comprobarla. Mientras tanto contuvo la respiración durante unos segundos y aprovechó la proximidad para examinar mejor el cadáver. Finalmente negó con la cabeza.

—No hay nada —afirmó.

Después de eso se apartó un par de pasos, dando algo de espacio a Halcombe y escuchando las siguientes palabras de Lestrade.

—Disculpe, inspector... —enunció entonces—. Entiendo... Entiendo que un hombre obsesionado y que va a imitar los asesinatos de... Jack, pueda llegar a querer disfrazarse —afirmó, mientras una parte de su interior, una parte oscura, sinuosa y capaz de colarse entre los pliegues y recovecos de su cerebro como si se inyectase gas en un laberinto de ratas, encontraba cierta satisfacción en aquella idea—. Pero entonces, ¿no sería lógico también que le imitase al escoger víctimas? —preguntó—. Y... ¿Cómo sabía este hombre cómo era el Destripador físicamente?

-Doctor, ¿puede examinar esas heridas?-bajo las patillas falsas que Marian había despegado, a la altura de las sienes había dos pequeñas heridas, de tan sólo uno o dos milímetros.-Hay sangre seca en ellas, ¿no quiere decir eso que tuvieron que ser hechas antes del...suicidio?-Tendría que llamarlo así, al menos mientras no pudiese llamarlo otra cosa. Pero estaba segura de que era cualquier cosa menos un suicidio. Se enderezó y giró sobre si misma, echando un vistazo a la habitación, y haciendo inventario de los objetos que había. Necesitaba algo fino y delgado-Por su musculatura parece un hombre acostumbrado a las actividades físicas pesadas, y su piel es la de alguien que se exponía al sol y la humedad con frecuencia. Si tuviese que hacer una suposición, dirían que era un marinero-algo sobre lo que tenía sospechas incluso antes de entrar en la habitación. Se preguntó si era uno de los nombres de la lista, uno de los que debían ser castigados.-o quizás alguien que trabajase en los muelles. Las ropas, sin embargo, no muestran señales de que hubiese trabajado con ellas puestas, sólo la humedad propia de caminar bajo la lluvia.-siguió explicando, casi distraidamente, mientras fruncía el ceño.-Necesitamos algo para comprobar la profundidad de esas heridas, ¿ven algo que pueda servir? Si no, quizás pueda usar esto.-Cogió su alfiler de sombrero y su pañuelo y se los pasó al doctor. Si aquellas heridas habían sido tan profundas como para matarlo, el "suicidio" no había podido ser tal.

Tras dar una vuelta por la escena la nariz de Irene se había fruncido en un mohín disconforme. Escuchaba al policía, sin embargo, a pesar de que sólo lo miró cuando éste terminó de hablar, para dedicarle una pequeña sonrisa. 

—Está bastante seguro, ¿no es así? —dijo, repitiendo las palabras del inspector acentuando su sonrisa. 

Terminó acercándose al cadáver al escuchar a Marian, para echar un vistazo a las heridas que mencionaba, y entonces ella señaló con el dedo enguantado hacia las salpicaduras de sangre que habían manchado la pared. 

—Fíjense —dijo, llamando la atención de sus compañeros sobre aquel detalle—. Para que la sangre procedente del disparo salpicase de esta forma el hombre debería haber estado sentado en esta zona de la cama, junto al cabecero. —Se quedó callada un instante y su mirada se fue hacia el cadáver al tiempo que alzaba las cejas—. Sin embargo, está ahí, en el centro de la cama, ¿no es así? Lejos de donde debería estar.

Sacudió la cabeza antes de expresar en voz alta su conclusión. 

—Alguien movió este cuerpo después del disparo —expuso, segura de sí misma y de lo que decía—. Debemos preguntarnos quién y con qué motivo porque este hombre no fue el único que estuvo en esta habitación. 

La mujer te observó fijamente, dudó un momento y alzó la voz. -¿Por qué tengo que repetir lo que mi esposo les ha dicho ya una y otra vez? El muchacho de la habitación pago extra para llegar fuera de las horas de cierre. Está todo en los libros. Insistió en una habitación a la ventana, y poder llegar tarde. Así que así lo hizo, borracho hasta las orejas, llegó a la hora que quiso...- en ese instante la pequeña parece interrumpir, escuchando a su madre, antes de intentar ahogar algunos sollozos más. -... y se encerró en la habitación que le dimos a volarse la cabeza. Somos una posada decente, ya le había dicho yo a mi marido que recibir ese tipo de solicitudes especiales sólo atraía mala gente, mala gente y mire.- dice la mujer.

-Mi esposo les ha dicho a los oficiales todo lo que debía saber. El muchacho quería pagar más y pagó más. Sin preguntas ni nada. Pero es lo normal, otros posaderos lo negarán, pero si usted pone unas monedas extra, seguro que abre otras posibilidades. No hemos hecho nada ilegal, y mi esposo nada tuvo que ver. Ya les ha contado la historia, seguro que dos o tres veces, pero el cerebro como aserrín tienen en la Scotland Yard. ¿Para qué iba a hacerle nada al muchacho? ¿Quién va a querer quedarse en una posada en donde el dueño es un asesino? ¡No es bueno para el negocio!- la mujer parecía pelear ahora sola, mientras los oficiales a su espalda giraban los ojos, como si ya hubiesen escuchado varias veces aquella retahíla.

-Si usted es la esposa del tal inspector Lestrange, hágale saber que mi marido es inocente- dice suplicante Mrs. Rosen. -Nada de esto nos conviene. Es nuestro negocio familiar y tener por aquí a toda la policía zapateando y husmeando pone nerviosos a nuestros clientes. Si el muchacho se ha disparado, que sea su problema y el de su familia. Que se lleven el cuerpo y yo me encargo de limpiar las sábanas.- continuaba, buscando con la mirada más respaldo entre los presentes en la cocina, divertidos ante la sugerencia de que fueses la mujer de Lestrade.

Un examen detallado de tu parte revela que las patillas que hala Marian son falsas, están apenas adheridas a la piel, y que al removerlas, revelan a la altura central de la sien, llegando a lo alto de la cabeza casi, y justo bajo las falsas tiras de pelo, aquel hombre tiene dos pequeñísimas heridas simétricas a ambos lados de la cabeza, que apenas si serían notables. Eran dos agujeros de cerca de uno o dos milímetros de diámetro. La sangre seca alrededor parece curioso y usando el largo alfiler de Marian intentas medir aproximadamente. Para tu sorpresa, la aguja entra bastante más, llegando casi a las 3 pulgadas de profundidad. 

Los orificios eran de lo más particulares, parecen haber sido causados mucho antes de la hora de la muerte, pero te es difícil imaginar a alguien sobreviviendo a una perforación lateral en el cráneo y funcionando con total normalidad. Pero el hecho de que la otra herida y la sangre fuesen tan fresca indicaban que vuestro sospechoso al menos estaba todavía vivo cuando decidió plasmar sus sesos contra la pared de la habitación.

Marian remueve las patillas un poco y revela que son falsas, lo que no parece sorprender a Lestrade. No obstante, esto deja en evidencia a la altura central de la sien, llegando a lo alto de la cabeza casi, y justo bajo las falsas tiras de pelo, que aquel hombre tiene dos pequeñísimas heridas simétricas a ambos lados de la cabeza, que apenas si serían notables. La sonrisa del inspector desaparece. Luego el doctor Jekyll inserta el alfiler de cabello y comienza a medir la profundidad.

Ante las observaciones de Irene, Lestrade se inclina un poco, con las manos en la espalda, y le devuelve la mirada. -Quizás se escurrió luego de dispararse- dijo sin querer conceder la derrota todavía. -Es una propuesta interesante, pero me veo inclinada a rechazarla, Mrs. Adler. El hombre tenía una llave de la puerta principal, que dejó asegurada luego de entrar. Así que eso sólo deja al resto de huéspedes, muy borrachos o sin ninguna relación aparente. Y a los Rosen, quienes testificaron que una vez escucharon el disparo, se levantaron y registraron la casa, sin escuchar que nadie más causara ningún alboroto o saliera de aquí. No me cabe en la cabeza que esto pueda ser algo diferente a un suicidio- concluye Lestrade con obstinación.

Lestrade estaba demostrando ser extremadamente testarudo, pero incluso él parecía empezar a tener algunas dudas con algunas de las incongruencias que habían aparecido en su supuestamente perfecta escena.

-¿Son los Rosen los dueños de la posada?-Por muy rápidos que fueran, una persona dormida no se levanta con tal rapidez, especialmente porque probablemente se pusieran alguna ropa encima antes de salir de la habitación. No era necesario demasiado tiempo para escapar. Mientras el doctor examinaba las heridas, ella se puso al otro lado de la cama, procurando no molestarle, y volvió a inclinarse sobre el cadaver, esta vez, para registrar sus ropas. Aunque suponía que la policía lo habría hecho ya, no era bueno dar por supuesto nada, y quizás llevase algún documento u objeto es sus bolsillos o cosido en el interior de sus ropas que pudiese darles alguna pista. Aprovechó la ocasión para echar un vistazo a su manos, en las que tenía sujetos la pistola y el cuchillo. La pistola estaba en la mano izquierda, y si realmente se hubiese suicidado, sería lo que estaba manejando en sus últimos momentos. ¿Era entonces zurdo? Miró sus manos y sus brazos intentando encontrar algún indicio sobre su mano predominante, y también alguna señal se que se hubiese defendido de alguien.

-Doctor, ¿recuerda las heridas en el cadaver en el puerto?¿Cree que la persona que las hizo era diestro o zurdo?

Quizá había sido un error y allí no hallaría nada útil para la investigación pero observando a madre e hija estaba segura que algo se escapaba a su atención, algo que sospechaba no lograría averiguar en presencia de aquellos hombres.

-¿les hace gracia algo caballeros? - inquirió alzando una ceja al mirar a los oficiales - ¿tan indigno sería para mi que el Inspector fuera mi esposo? - continuó en ácido tono sarcástico dando un paso hacía ellos - ¿o acaso encuentran graciosa la desdichada de esta honrada familia? - se detuvo frente al oficial que Lestrade había enviado antes que ella y que parecía el de mayor rango – creo, caballeros, que el ambiente de esta habitación esta algo cargado ¿no les parece? Deberían, no se...ir a ver si su Inspector les necesita – continuo con talante soberbio - porque aquí desde luego no están haciendo absolutamente nada de provecho salvo ofenderme que con su presencia y actitud – le hizo un gesto al oficial señalando la puerta, remarcando así la seriedad de su petición – ahora, salgan de aquí

La sonrisa de Irene se curvó con indulgencia al contemplar al inspector, escuchando cómo se aferraba a su ceguera antes de ceder ni un ápice de su orgullo. Así eran casi todos los hombres, por supuesto, cabezotas y dependientes de su amor propio. Como niños. 

—Oh, claro. Quizás se escurrió, ¿no es así? —repitió, con una sonrisa que se ampliaba con cierta diversión y que dejaba claro que no consideraba aquella hipótesis ni por un instante. 

Después se dirigió al sobretodo y tras echar un vistazo en busca de alguna mancha que le diese información, metió la mano en los bolsillos. Aunque no se contentó sólo con eso y también revisó el forro y las costuras a la caza de cualquier pequeño indicio que la policía pudiera haber pasado por alto. Mientras hacía eso siguió hablando con un tono algo distraído, como si estuviese explicando una realidad obvia para un niño preguntón. 

—Así que el segundo hombre sólo tuvo que salir de esta habitación y esconderse en cualquier otro lugar de la casa hasta que el revuelo fue suficiente para que pudiera salir por una ventana de la planta baja. —Se encogió de hombros con ligereza y continuó su revisión—. Pero hay algo que todavía me intriga... El segundo disparo.

El doctor Jekyll siguió, como ya era costumbre, lo que otros le decían. Halcombe, en aquel caso. El hombre tomó el alfiler que ella le tendía y empezó a examinar la profundidad de aquellas heridas mientras esperaba respuesta por parte de Lestrade. Mientras tanto escuchó también las observaciones de Adler y observó la posición del cuerpo y la que la señorita proponía como posición esperada.

Mientras tanto, Henry Jekyll metía el alfiler de manera bastante profunda en aquellas heridas, reflejando sorpresa en su rostro. Empezó a estudiarlas con más detenimiento y calma, y al escuchar a Lestrade lo miró mientras hablaba. Luego agachó la cabeza, consciente de que había sido ignorado por el policía de nuevo. Algo dentro de él le sugería que lo señalase, que se enfrentase a él y que llegado el caso le mostrase que no era buena idea ignorarle... Pero esas ideas no eran suyas, sino de otro. Del Otro.

—La verdad, no estoy seguro —enunció— en respuesta a las palabras de Halcombe, antes de pensar durante un instante.

—Lo que sí tengo claro es que estas heridas son de varias pulgadas de profundidad, y me cuesta imaginar que alguien pueda actuar con normalidad con estas perforaciones en el cerebro. Y dada la precisión con la que están hechas, quizá sean obra del mismo asesino que hizo los cortes en la víctima del puerto. En cualquier caso... Ya llevaban un buen rato ahí cuando se realizó el disparo. Los disparos —se corrigió.

Después de eso tardó algunos segundos en volver a hablar, dubitativo. Probablemente lo que había dicho ni siquiera fuera importante. A veces pensaba que los otros le escuchaban —si es que lo hacían— sólo por solidaridad, de ahí que entendiese que Lestrade le ignorara. Pero eso no significaba que le gustara.

—Inspector, no me ha contestado —señaló, refiriéndose a lo que antes le había dicho.

—De todas formas, si este hombre no hubiera entrado solo, o si lo hubiera hecho pero alguien hubiera venido después a su cuarto... Recuérdeme, ¿por qué el culpable no podría ser simplemente otro huésped?

-Lo son- respondió Lestrade a la duda de Marian, sin mayor aspaviento. Escuchó luego a Irene Adler y emitió un largo suspiro. -Están ustedes decididos a hacerme la vida más difícil, señoritas. Supongo que sí, podría haber hecho eso. Pero desde que hemos llegado, han habido oficiales adentro y afuera, ningún huésped a salido por la puerta principal ni por la cocina. Y salvo que pueda atravesar paredes, dudo mucho que haya podido eludirnos sin más.- pero luego saca un poco pecho y observa a Irene. -Pero, déjeme corregirla, miss Adler. Sólo ha habido un disparo. El disparo mortal. El mismo que escucharon los Rosen.- y parecía encontrar consuelo y hasta satisfacción personal en hacer esa corrección.

-Es ciertamente extraño. Pero los Rosen le vieron esta mañana cuando pagó por el cuarto, quizás se trate de una vieja herida de guerra. Curiosamente se registró con el nombre falso de Monsieur Victoire. Pagó suficiente extra como para que el anfitrión no hiciera preguntas de más- dice Lestrade rascándose el bigote. -El señor "Victoria". Y al parecer es lo que cree haber logrado con esto.- enuncia aún convencido.

-Es cierto doctor, no le he respondido. Excúseme- dice Lestrade, que parecía haber de nuevo recaído en la presencia de Jekyll en el cuarto. -Pues bien, quizás no haya tenido éxito encontrando a alguna prostituta dispuesta. En cuanto al aspecto... he de decir que a pesar de nuestros esfuerzos, el relato del Destripador y sus andanzas se regó como la pólvora cuando cometió sus primeros crímenes. Dibujos y descripciones de testigos circularon en la prensa durante meses, y todos convinieron en las mismas características. Pero ciertamente este hombre, sin todo su disfraz, no se parece mucho a Cream- dice acercándose con cuidado. -Es demasiado joven.- concluyó, como si fuera un hecho difícil de notar.

De nuevo se encogió de hombros. -Hemos interrogado a los huéspedes. Algunos están muy borrachos y otros no tienen mucha idea de inglés. ¿Pueden ser sospechosos? Quizás, pero... ¿bajo que motivo? ¿Por qué a él, precisamente? Si queréis interrogar a los demás huéspedes, adelante. Pero salvo que encontréis algún indicio fuerte, me temo que tendré que cerraré el caso con el suicidio de nuestro imitador- dijo Lestrade, algo nervioso quizás al revelar su mano.

Una revisión de sus bolsillos, de la costura y del abrigo revelaron... nada. Absolutamente nada, ni una moneda, ni una hebra, ni una nota de papel, ni siquiera una pertenencia personal. Vacío por completo.