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Las sombras de la rebelión: Castilla, 1520 [INCONCLUSA]

El pecado de la carne

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17/06/2008, 00:07
Director

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17/06/2008, 00:10
Director

Burgos, 1504.

Hace varios años que tu hermano Ivens y tú habitáis cómodamente el abandonado monasterio de San Isidoro, a las afueras de Burgos. La zona está relativamente despoblada, y, aunque sabéis que los tiempos medievales han pasado y que en Castilla no rigen las mismas férreas leyes de vasallaje feudal que en vuestra Valaquia natal, podéis llamar con bastante razón a esta zona vuestro dominio. Los Lasombra, aliados incondicionales vuestros, han facilitado que esto sea así, en especial Feliciano de Montalbán, el poderoso Obispo Lasombra de Burgos, quien os invitó a instalaros en la península ibérica.

Sin embargo, aunque en vuestro monasterio reine la tranquilidad, Burgos no es una ciudad exenta de conflicto. Aunque el poder de los Lasombra en el resto del país es incontestable, Burgos es una ciudad con una rica e influyente clase mercantil, lo que ha atraído a Ventrue y Toreador, que se oponen al poderío Lasombra. Burgos, pues, vive una situación de tensa paz, pero tiene dos poderes paralelos. Por un lado, los Lasombra, con el Obispo Montalbán al frente, controlan parte de la ciudad, apoyados sobre todo por la iglesia. Por otra parte, los Ventrue y Toreador, y aun algún otro vástago de la recién fundada Camarilla, se han instalado en la ciudad apoyados sobre todo por la rica burguesía mercantil y manufacturera. Incluso se rumorea que los Ventrue han nombrado a uno de los suyos Príncipe de la ciudad, en un acto que desafía abiertamente la autoridad del Sabbat en la ciudad.

Mientras tanto, no muy lejos de Burgos, internada en el palacio de Medina del Campo, en Valladolid, la reina Isabel de Castilla está muy enferma...

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17/06/2008, 00:27
Ivens Valach

Es ya noche cerrada cuando tu hermano regresa al monasterio con cara de excitación. Uriah, vuestro lacayo, te anuncia su llegada y te diriges al salón -el antiguo refectorio del monasterio- para oir lo que tiene que contarte. Estos últimos días ha estado muy inquieto, igual que el obispo Montalbán, por la actividad de la Camarilla en Burgos.

Cuando llegas al salón, tu hermano ya te está esperando.

-Tania. Veo que estás bien. -sus ojos dicen mucho más que eso, pero sabes que de vuestros labios nunca saldrán palabras más cálidas- Quizá Burgos no sea ya el lugar tranquilo que siempre creimos que iba a ser. Vengo de hablar con el obispo Montalbán, y parece que la Camarilla está jugando fuerte. Cada noche tenemos noticia de nuevos vástagos que llegan a la ciudad. Brujah, Ventrue, Toreador... toda esa escoria bienpensante. Parece que están armándose...

Espera una reacción de ti. Sabes que Ivens nunca admitirá que no sabe qué hacer, pero como su hermana, sabes perfectamente que es en ti en la que recae el peso de las decisiones. Tu hermano es implacable y brutal en su trabajo como ejecutor, o torturador, o guerrero, y le amas por ello. Pero sin tu guía constante, sería pronto pasto de las maquinaciones de Ventrue, Toreador o esos brujos Tremere. Ahora te está pidiendo, en uno de esos silencios cargados de sentido que definen vuestra relación, que le digas qué hacer.

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17/06/2008, 02:44
Tania Valach
Sólo para el director

Temerosamente y con la vista pegada en la punta de sus zapatos, la barbilla pegada al pecho, Uriah habia presenciado la partida de su señora de sus aposentos rumbo donde su hermano la requería. Ni siquiera le había dirigido la palabra, aunque fuera para hacerle saber que al instante acataba el pedido de Ivens. Mucho menos lo haría para agradecerle que le llevara el mensaje. Tania despreciaba terriblemente a su lacayo. Y descargaba sobre él toda su furia y despotismo cada vez que podía. Era quizá el polo a tierra de la cainita. La forma de liberar tensiones cuando nadie había a su alrededor como para desquitarse. Allí aparecía Uriah, tembloroso, más que nervioso, sintiendo que había hecho todo mal cuanto su señora le ordenara y que era bien merecedor de sus castigos tanto corporales como mentales.

Ahora Tania caminaba rumbo a la sala donde su querido hermano la aguardaba. Sus tacones herían las lajas deslucidas del piso pero extrañamente y a pesar de la falta de mobiliario que pudiera ayudar a propagar el eco, nada se escuchaba. Sólo el ruido sordo del intenso taconeo de la mujer dirigiéndose hacia el que otrora fuera el refectorio del antiguo monasterio.

Al llegar golpea la puerta aunque sabe que su hermano la dejará pasar. Lo hace por respeto y educación, los cuales pese a su frío despotismo, no carece. Entra en el salón y saluda tan cordialmente como siempre lo hace. Ivens es el único ser que merece toda su atención. Por él 'vive' y por él hace todo lo que hace. Ese amor enfermizo que por él siente, esa devoción paranoica no tiene medidas para la mujer.

Escucha lo que Ivens tiene para decirle en un absoluto silencio, pero no deja de mostrar una sonrisa impecable pero al final endurecida. Jamás podría esbozar una de manera cálida y espontánea. Se acerca a Ivens quien se halla sentado en un asiento de respaldo y rodeándolo por detrás, termina por situarse frente a él para tomar su gruesa mano entre las suyas y palmearla.

-Lo sé querido. -Dice con una voz aguda. Continúa sonriéndose. -Sé de todos los cambios que han ocurrido en este lugar. Pero como sea, Burgos es parte de nuestras posesiones y no nos dejaremos doblegar por la escoria de toda esa gentuza que ha insertado ese títere que se hace llamar 'príncipe'. -Dice punzante. -Llegamos primero que ellos y hemos logrado muy buenos resultado como para dejar todo a merced de esas ratas inmundas. No voy a permitir que arruinen nuestros planes.

Hace un alto en la conversación y ubicándose nuevamente detrás de Ivens le masajea la espalda como si con eso le diera ánimos.

-Tranquilo Ivens. Sólo debemos pensar. No debemos apresurarnos. Recuerda que así como nos odian por saberse inferiores a nosotros, también nos necesitan. Somos nosotros los que movemos gran parte de la economía de Burgos. Nuestros viñedos trabajan sin cesar y dan un excelente vino. Nuestras tierras son productivas y hemos generado muy buenos recursos y dividendos a la Corona. Nos necesitan hermano... Nos necesitan... -Dice la astuta mujer terminando con una palmada sobre el hombro del Demonio para alejarse luego unos cuantos pasos. -¿Qué es lo que te preocupa?

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18/06/2008, 02:19
Ivens Valach

Tu hermano parece tranquilizarse con tus palabras momentáneamente, aunque de nuevo su semblante se torna serio cuando le preguntas qué le preocupa.

-La reina se muere, hermana. Puede que hasta ahora nos hayan necesitado, pero la situación política del reino está a punto de cambiar, y ni siquiera los Lasombra preveen qué ocurrirá cuando Isabel muera. Y esa maldita escoria de la Camarilla lo sabe. Sólo están esperando a que el escenario cambie mínimamente para lanzarse contra nuestra yugular... -Mira detenidamente su mano, como si fuera a descargar un golpe contra un enemigo invisible-. Y que se hayan atrevido a nombrar a un Príncipe sólo me enfurece más. Lo que debería hacer es ir inmediatamente donde quiera que se encuentre y arrancarle su cabeza con mis propias manos. Pero el obispo Montalbán cree que eso es "precipitado", y quiere conocer qué sugieres tú antes de actuar...

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19/06/2008, 17:55
Tania Valach

Le fastidió un poco que Ivens no confiara en sus palabras. Hasta había girado su rostro, por más que su hermano no la observaba de frente, para disimular una mueca de molestia ante ese episodio derrotista del cainita. Pero Tania tenía una paciencia infinita para con su hermano, quien pasaba en ese momento por una etapa de negatividad. Veía todo negro, como si las cosas no fueran a funcionar. Suavizó su voz endurecida por naturaleza, así como lo hacía cada vez que hablaba con su hermano y le dedicaba de su precioso tiempo y le respondió.

-Querido, me extraña verte así. Ese grado de certeza que tienes, con que la Camarilla lo sabe y nosotros no… No puedo aceptarlo. –Dijo con la paciencia de una madre. -¿Por qué sabrían ellos más que nosotros? Yo considero que estamos por sobre esas ratas. Me son indiferentes. El príncipe debe ser un monigote con un poco de poder. Seguramente ostenta un carácter férreo e implacable, tal como el resto de sus pares. –Dice mostrando aspereza en sus palabras. –Considero que es verdad que sería un desacierto que lo liquidaras así sin más. Tiempo al tiempo, querido. Ya tendrás ese placer.

Se separó del asiento donde reposaba Ivens y paseó por el gran salón en silencio, escuchándose nuevamente su taconeo martilleando el piso, pero ahora lento y rítmico. Estrujaba sus manos una con otra, blandiéndolas, urdiendo algún plan, preparando ya en su mente una salida al encono de su hermano.

-¿La reina se muere? Pues que lo haga de una vez. Me tiene sin cuidado. Montalbán le tiene aprecio tanto a ella como a su esposo. Claro, les han dado a su clan muy buenos dividendos. Nosotros deberíamos estar temerosos también por su muerte. Pero somos Tzimisce, no nos replegamos por nada. No le tememos a nada. –Acentuó. –Quitaré éste problema de tus hombros, hermano. Me encargaré personalmente de hablar con el Obispo Montalbán. Tú sólo despreocúpate.

Lo mejor era tratar el tema con Montalbán y averiguar bien el por qué de tantas suposiciones funestas.

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20/06/2008, 13:46
Director

Tu hermano asiente con gratitud en cuanto declaras tu intención de ocuparte de todo. En realidad, sospechas, era lo que esperaba al comunicarte la gravedad de estos asuntos, que le dijeras qué hacer. Porque a decir verdad, la situación no parecía tan terrible. Si en Burgos aún no había estallado la violencia entre los recién llegados adeptos de la Camarilla y los Lasombra, es porque ninguno de los dos está seguro de sus fuerzas. Es evidente, entonces, que necesitas hablar con Montalbán, así que amenazas a Uriah con hacerle comer, voluntariamente, sus propios dedos si no se apresura a prepararte un caballo, y aprovechas la oscuridad aún reinante para acercarte hasta Burgos.

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20/06/2008, 15:54
Feliciano Montalbán

El convento de Santa Águeda se encuentra junto a la catedral de Burgos, y es uno de los más antiguos de la ciudad, aparte de la sede de los Lasombra en la ciudad. El obispo Montalbán te recibe en la capilla mayor, iluminada ténuemente con velas. Fiel a la liturgia de su clan, fuertemente eclesiástica, aún lleva los ropajes de obispo que llevó en vida, y que ahora denotan su posición en el Sabbat.

-Bienvenida seáis, Tania. No podiáis haber llegado en mejor momento. Supongo que vuestro hermano os ha puesto en antecedentes sobre lo que ocurre. Esta noche he recibido noticia de que los vástagos de la Camarilla han nombrado un príncipe para la ciudad, un presuntuoso ventrue al que no conozco de nada, pero que se ha atrevido a enviarme una carta sugiriéndome que abandonemos nuestro "coportamiento desleal" y que vayamos a presentarle nuestros respetos. Evidentemente, vuestro hermano ha querido ir, pero para hacerle pedazos, hasta que le he convencido de que meternos en la boca del lobo no es, quizá, el plan más prudente...

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20/06/2008, 23:49
Tania Valach

La cainita había llegado al convento en plena medianoche. Sabía que aún así sería atendida por el Obispo Montalbán. Lleva colocada una túnica negra sobre su blanca cabellera, con la cual también recubre parte de su rostro pálido y rígido por la rectitud de su carácter lacerante y despiadado. Sus ropas también son negras, acorde a lo que se estila para ingresar en aquellos santos lugares. Uriah la ha acompañado, como es lógico y debido. Así también dos guardias de su hermano. No es seguro que una dama indefensa y además noble transite sola a esas horas los caminos infestados de salteadores y escoria de la plebe burgalesa.

No hace falta que ordene que su lacayo permanezca en la puerta cuidando los animales. Uriah mismo se encarga de ello. Si Tania debiera indicárselo, la orden iría acompañada de un azote inmediato y ejemplar, allí frente a los guardias que los escoltan. Hasta tal vez perdiera una de sus orejas con la reprimenda.

Al llegar al encuentro del Obispo, la cainita se reclina y toma la mano que el eclesiástico le ofrece para que rinda pleitesía a un anillo de piedra negra con la figura en relieve pero bien disimulada de un hombre –seguramente Caín – semejando un santo de épocas bíblicas. Tania acerca sus finos y delineados labios a la piedra hasta casi rozarla. Sería una blasfemia que lo hiciera. Luego se incorpora. La estatura de la delgada y casi esquelética mujer contrasta con la del hombre de fe. Luego de un cordial saludo, ambos toman asiento en unos bancos de madera para conversar de los asuntos que hasta allí los han traído.

Tania escuchó atentamente.

-Sí, eso mismo me ha comentado. Pero disculpad la flema e impetuosidad del Señor de Valach, Su Excelencia. Ya sabéis que le incordian mucho estos atropellos a la Secta. –Se disculpó. - ¿Comportamiento desleal? ¿A qué llamará de esa forma este buen príncipe? -Preguntó interesada. –No tengo la dicha de conocer a ese vástago que se dice ha tomado el mando de la Camarilla. Pero me gustaría poder hacerlo. ¿Decís que nos ha convocado para rendirle honores? Me sentiría complacida de poder hacerlo. –Dijo entornando los ojos de manera que la brisa helante que siempre la acompañaba, caló hondo en la vieja osamenta del Lasombra.

Era una mujer muy calculadora. Sabía que podía estar metiéndose en la boca del lobo. Pero, ¿Había otra manera de conocer al enemigo? Ella era una noble y además perteneciente al clan de los Voivodas. No se limitaría a escudriñar tras las ventanas, atisbando la figura del tal príncipe para luego retirarse a hurtadillas. Tania iría de frente. Era impensable un encuentro desafortunado. Se suponía que estaban midiendo fuerzas. ¿La Camarilla deseaba conocer al Sabbat? Ella les diría lo que quisieran escuchar, y les mostraría lo que quisieran ver.

-Imagino que Su Excelencia ha pensado largamente en todo esto. Pero si no ponéis objeción, me placería mucho el poder dirigirme al príncipe y presentarle mis respetos y cordiales saludos...

La mirada blanca, tan blanca como sus cabellos, quedó fija en el rostro regordete del Lasombra, que ahora tamborileaba sus dedos sobre la madera de uno de los reclinatorios.

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21/06/2008, 15:44
Feliciano Montalbán

El obispo asintió gravemente a las palabras de la mujer. Después, jugueteó un rato con el grueso crucifijo que llevaba al cuello, mientras pensaba. Finalmente, dijo:

-Habéis de saber, mi señora, que la situación no es en principio tan desesperada. Sin contaros a vos y a vuestro hermani, dispongo en esta ciudad de al menos una docena de vástagos preparados para defender el Sabbat hasta la aniquilación o a la victoria. Dos de ellos, además, son assamitas entrenados especialmente en las artes del asesinato y el combate. Calculamos que la Camarilla puede oponer un número equivalente de vampiros descoordinados, de procedencia diversa, y que no conocen tan bien esta ciudad como los nuestros. Y, en caso de apuro, podría pedir refuerzos a Segovia, Ávila o Madrid. -Hace una pausa, acariciando el crucifijo, distraído.

-Sin embargo, la situación puede aun mejorar para nuestros enemigos. Desde Francia, Aragón y Portugal, más hijos de ese cónclave presuntuoso que se hace llamar Camarilla vienen hacia nosotros. Y luego está la Reina... que podría morir en cualquier momento. Y no es este el tiempo más adecuado para que los mortales empiecen a inquietarse... Por ello, si, como decís, decidierais acudir a la cita con ese vástago insolente, sería de gran ayuda que os fijarais en las defensas y las fuerzas con las que cuenta. Sin embargo, no puedo proporcionaros más escolta que la que ya habéis traído con vos, no sin dejar desprotegidos puntos de importancia crucial. Y aunque la idea de que tratéis con el nuevo príncipe en persona es atractiva temo por vos: ¿qué ocurrirá si él os pide que os sometáis a su dominio y os negáis?

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21/06/2008, 16:30
Tania Valach

-Creedme mi señor, lo he pensado. He tenido en cuenta esa posibilidad y no me es para nada agradable, aunque estoy acostumbrada a tratar con escoria que se cree más de lo que es y que puede exigir como si fuera su derecho que les rindamos nuestros respetos.

Siempre su tono de voz era medio y calmado. Y como pocas veces en la no-vida de la cainita, estaba dispuesta a escuchar sugerencias del Obispo.

-Pero si consideráis que mi propuesta es arriesgada y tenéis una idea que pueda funcionar mejor, estoy atenta a escuchar. Otra vía de solución sería tomar contacto con aquellos cainitas en Segovia o Madrid, que son los más próximos en distancia. Tener un contacto como para entablar tratativas con ellos, saber hasta dónde son capaces de asistirnos en caso de necesitarlo. Pero bueno sería poder mantener a la Camarilla y a éste príncipe entretenidos mientras jugamos nuestras fichas. Sería una doble jugada. Enfrentarnos a ellos de igual a igual no es negocio. En caso de hacerlo debemos doblar nuestro número. No podemos demostrarles que estamos a su altura, sino por encima de ellos.

Tania comenzaba a abrir un abanico de posibilidades a elección. Pero la última palabra era la de Montalbán. Él era una de las cabezas del Sabbat, y la cainita aún sólo otra pieza del ajedrez de la secta… Cosa que irritaba demasiado a la demonio…

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22/06/2008, 13:20
Feliciano Montalbán

El obispo se acaricia las manos, nervioso y meditabundo.

-Lo cierto es que preferiría... preferiría... ejem... no acudir de momento a nuestros hermanos de Madrid. El... el arzobispo... bien, no creo que me tuviera en gran consideración si no pudiera librar la ciudad cuya guía espiritual se me ha encomendado de esa chusma vampírica que la está infectando... Sólo en caso de extrema, de muy extrema necesidad... Bien. Entonces, ¿iréis, iréis esta noche? Creo que será mejor que en ese caso avise a vuestro hermano... aunque quizá se preocupe demasiado por vos... ¿no?

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22/06/2008, 16:15
Tania Valach

-Seguramente mi querido hermano se preocupe. Pero peor sería que no estuviera enterado. No tengo secretos para con él, así que me encargaré de hacerle saber que esta misma noche iré a presentarme ante el príncipe. -Dijo segura de sí misma.

Era mucho mejor que Ivens estuviera al tanto, no sólo por el hecho de saber dónde estaba su hermana y chiquilla, sino también por la propia seguridad de la cainita. Los hermanos, más allá de todo funcionaban como una dupla que se complementaba. Si Tania necesitaba apoyo, sabía que su hermano allí estaría para asistirla.

Tania notó la tensión emocional del Obispo al referirse a sus pares de Madrid. Eso le dio muchas cosas que pensar. Muchas cosas para futuro... Cosas que tendría en cuenta de ser necesario. Pero ahora la ocupaba otra cuestión.

-¿Deseáis que le haga saber algo en especial al príncipe? -No le agradaba pronunciar esa palabra. Sentía que con sólo hacerlo ya le daba al vástago aquel el lugar que le correspondía como soberano de la Camarilla. Debía llamarlo de alguna forma, hubiera deseado llamarlo por su nombre y no por un cargo que ella deseaba arrojar al lodo y pisotear.

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23/06/2008, 23:36
Feliciano Montalbán

El obispo piensa un momento antes de denegar con la cabeza.

-No, hija, si yo quisiera decirle algo iría por mi propio pie. Pero no es ese mi papel en este juego, por desgracia o por fortuna. Confío en vos. Enviaré a un lacayo a avisar a vuestro hermano. El príncipe ha establecido su morada en la cofradía de plateros, al este de la ciudad. Tendréis vuestra escolta mortal, pero he colocado a uno de mis mejores agentes vigilando el lugar. No podrá intervenir en caso de que algo sale mal, pero si sale mal, nos avisará de inmediato... tomad mi bendición, hija. Espero que podáis sacarnos una vez más de este atolladero...

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23/06/2008, 23:39
Uriah

Tu lacayo te mira con miedo una vez que sales del convento de Santa Ana.

-¿V-v-volv-v-emos a casa, mi s-s-señora?

En sus ojos brilla un punto de esperanza.

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24/06/2008, 14:28
Tania Valach

Luego de aquella escueta pero interesante charla, Tania se había retirado del lugar, no sin antes ofrecer sus respetos al Obispo y saludarlo convenientemente. Pero al voltears para ya disponerse a dejar el salón donde se encontraban, la cainita mostró un semblante algo desencajado, no por la preocupación, sino porque varios puntos de la conversación no le habían agradado. La mueca fue invisible al Obispo, por quedar este a sus espaldas cuando caminaba rumbo a la puerta. Pero Tania iba con el encono arraigado en su pecho y un enojo incipiente que le arrasaba la garganta.

No le había gustado para nada ver a un Montalbán reticente a actuar, mostrando hasta flaqueza frente a sus pares de Madrid -si bien aquellos pares eran muy superiores a él. Y eso había provocado en la cainita la incipiente sensación de ver al Obispo como un cobarde. Sintió enojo pues odiaba a los cobardes y aquellos que mostraban debilidad ante los problemas. Claro, esto nada tenía que ver con ella, por más que también tuviera sus momentos de flaqueza. Tania veía la paja en el ojo ajeno...

Una vez fuera recibió el estúpido comentario de su lacayo, cosa que le produjo más molestia de la que sentía. Paró en seco su caminata y clavó sus casi blancos ojos de pupilas contraídas y ennegrecidas en la lejanía de la calle contigua al monasterio y pensó si reprimir su enojo o darle rienda. Uriah pudo ver con un pánicio latiente en sus entrañas cómo la mandíbula de su señora se apretaba y los músculos de su rostro se marcaban en sus mejillas. Tania ni siquiera se volteó a verlo.

-¿Y quién demonios te ha dado permiso para hablar? -Espetó secamente. -Debería cortar aquí mismo tu lengua y tirársela a las ratas hambrientas del albañal...! Tú irás a la Fortaleza -así llamaban al hogar de los Valach- e informarás a tu señor que yo he de realizar una misión para el Obispo.

Tania enviaba a Uriah de regreso por simples razones. Ella aceptaría órdenes del Obispo, pero sólo las que le convenían. Y su hermano debía estar enterado de su paradero, pues de ocurrirle algo, sería el encargado de vengarla y pedir la rendición de cuentas de lo sucedido a Montalbán. Ellos pertenecían al Sabbat, pero ante todo eran Tzimisce y mantenían ese 'privilegio' por sobre todas las cosas. Además, el lacayo era un completo inútil en caso de combates y hasta sería un estorbo. Mejor era mantenerlo lejos.

Tania fue escoltada por su guardia personal además de los guardias que le ofreciera el Obispo, y marchó con ellos rumbo al lugar donde el príncipe se encontraba.

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25/06/2008, 00:23
Uriah

El sirviente compuso una mueca de alivio cuando su señora le ordenó regresar a la Fortaleza.

-A-a-así lo h-h-haré, mi s-s-s-señora...

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25/06/2008, 00:24
Director

Acompañada de los dos guardias de tu escolta personal llegas a la plaza en la que se asienta la cofradía de plateros. Miras no sin inquietud alrededor, en busca del vigía del Sabbat que el obispo había mencionado, pero no ves a nadie. Bajas del caballo con lentitud y elegancia y mientras tus guardias inspeccionan la plaza te diriges hacia los enormes portones de la cofradía. Sobre ellos, en un tímpano de piedra está el escudo del antiguo gremio de los fabricantes de plata en Burgos. Hoy, en teoría, y una vez deshecho el gremio, el edificio está abandonado. Pero no es así. Bajo la rendija de la puerta asoma una debil y oscilante luz. Golpeas con el puño la madera, y al rato oyes una voz en el interior que dice:

-No os conozco.

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25/06/2008, 00:51
Tania Valach

Una brisa más que helada -de ultratumba- se cuela por debajo de la puerta hasta dar con quien se encuentra del otro lado. Es ese toque sobrenatural que acompaña a todos lados a la cainita y la hace aún más tenebrosa de lo que es. Parece la humedad que levanta la tierra húmeda luego de un aguacero en invierno, que cala los huesos hasta el tuétano y los hace hasta doler.

-Soy Tania Valach. -Dice con un acento extranjero del que jamás podrá desprenderse y que hace que sus palabras suenen ásperas y endurecidas -Señora del antiguo monasterio de San Isidoro y propietaria de todas las tierras asu alrededor. Vengo a hablar con tu señor.

No deja mediar más palabra y espera la respuesta mientras los guardias se apostan en torno a la mujer de imponente aspecto y la guardan de una posible emboscada o ataque furtivo.

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26/06/2008, 02:15
Director

Tras unos minutos tensos, la puerta del edificio se abre con lentitud. Tras ella aparece un sujeto de escasa estatura que reconoces como aquel cuya voz ha hablado antes a través de la madera. Sin decir nada, os conduce hacia unas escaleras que guían hacia un sótano que bien pudo ser anteriormente una bodega, a juzgar por los restos de barriles y estantes para botellas que ahora sólo muestran polvo y algún vidrio roto. Durante todo el trayecto no ves más seres que al abyecto y ruin heraldo que os guía, pero tienes la extraña intuición de que alguien, o algo, os vigila. Y no sueles equivocarte.

Una vez que habéis recorrido el sótano, el sirviente se detiene ante una puerta ricamente tallada.

-El príncipe os recibirá ahora, señora. Pero habéis de entrar sólo vos -dice, mientras mira con nerviosismo a tus dos guardaespaldas-. Ellos se quedarán fuera...