Partida Rol por web

Lo que Douglas encontró no era parecido a un talonario de cheques, ni remotamente, lo que encontró fue una especie de tickets “I.O.U.” –I Owe You- aka te lo debo. Parece que la oficina del sheriff emitía estos tickets a los cazarrecompensas que traían una presa, dando ellos luego cuentas con el banco. No era el mismo sheriff el que debía pasta sino el maldito gobierno que había puesto precio al forajido de turno.

El supuesto papeleo siendo sheriff era bastante ligero, pues el hombre de la ley de la ciudad poco tenía que hacer con la burocracia. Cuando eres la ley, tú pones las normas y el resto de problemas no te incumben.

Y mientras buscaba en su escritorio, el borracho del pueblo reclamó atención. Golpeó con su jarra metálica con la que bebía agua las rejas, tronando los oídos de los presentes.

-¡Eh! ¡Eh tú!- señaló a Douglas. –Sácame de aquí y te diré dónde se encuentra el mayor tesoro que jamás hayan visto tus ojos- hipó, de una forma tan fuerte que se tuvo que agarrar a los barrotes para no perder el equilibrio. Sin duda no había visto la estrella de sheriff por la forma en la que trataba al nuevo agente designado.

Declan negó ante la pregunta de Ruby.

-Pasa lo de siempre, dulzura. Líos, muchos líos que no nos interesan si no nos van a pagar por ellos- esbozó media sonrisa, dándole significado completamente a su oficio. Un cazarrecompensas vivía por y para la caza, a cambio de algo de pasta. Cuanto mayor fuera el riesgo tomado, mayor la recompensa. Meterse en líos de forma gratuita no parecía estar tampoco en la agenda del señor Harp.

Del otro lado del teléfono, nada más descolgarlo, se oyó como una línea cargando o tratando de llegar a algún lado. Como si el teléfono tratara de conectarse e hiciera unos ruidos infernales a cambio.

(…)

-Parece que el sujeto 4RCH3R intenta abandonar el parque usando la locomotora.

-¿Y?

-Pues que creo que la ha roto y si no intervenimos la quemará entera.

-Oh… Vaya… Mando al sujeto TH0M4S ¿Alguno más que quiera huir?

-Tenemos al chino.

-No es chino, joder. Es… asiático. ¿Ese dónde está?

-Pues…- teclas pulsadas. –Oh, está en comunica-

(…)

Tras aquellas voces interferentes Rick oyó una voz masculina, que le resultaba familiar. No conocida, sino que sentía una familiaridad como si fuera alguien de su círculo cercano.

-¿Sí? ¿Algún problema, señor Adams?- dijo con tono calmado y sosegado, inspirando seguridad de alguna forma.

Aquello era un desastre: cristales por todas partes, licor derramado, sangre y cadáveres por los suelos. La situación había hecho que las prostitutas se escondieran en el poco hueco que había bajo las escaleras que iban hacia el piso superior. Ahí estaban las tres, abrazadas entre ellas.

Cuando Ethan se acercó, con aquella seguridad y aquella sonrisa todas miraron. Era complicado encontrar un muchacho guapo y agradable entre sus clientes, por lo que cuando uno aparecía llamaba la atención. Eso implicaba también que todas querían tener un trozo de él. 

El tiroteo y las muertes era algo traumático, pero nada que no vieran a diario, ¿no? A Ethan no le había impresionado la primera vez y ahora no había sido muy diferente. Al contrario, encontrarte siendo intocable en mitad de una escaramuza así te daba un subidón de adrenalina. La euforia debía salir de alguna forma y la fingida timidez que la prostituta pelirroja mostraba en su sonrisa era un buen comienzo.

-Claro... Te puedo mostrar mis aposentos, vaquero- salió con cuidado del escondrijo que tenía, soltándose del otro par de abrazos que le daba cobijo. -Soy Hayley.

-¿Y por qué no vamos los tres?- añadió la rubia, viendo que su compañera se llevaba una buena pieza a su habitación. -Yo soy Hattie.

-Tres son multitud- la morena entrecerró levemente los ojos, mirando a la rubia como si fuera una desubicada. Pero otro vistazo al joven Ethan fue suficiente como para hacerla recolocarse el escote y sonreír. -... Pero quizás con cuatro esté todo más equilibrado, ¿no? Llámame Holly- y guiñó un ojo de forma coqueta.

El hombre levantó la cabeza, con cierta incredulidad, mirando a la joven Sarah. Eso de estar a tiempo de hacerlo era complicado, cada vez se sentía más viejo y cansado. Eran de esas cosas que mejor pensar hacerlas ahora o nunca. El que le diera información sobre hombre recién llegados dispuestos a ayudar, hizo que sonriera.

-¿Eso es que conoce a alguien que podría ayudarme en mi viaje, señorita?- acabaron los siguientes diez minutos de vigor, al tiempo que le daba un pequeño estuche a Sarah, con su propio daguerrotipo. –Tenga, ha sido un placer tomar una imagen suya, aunque ahora siento que debo pedirle otro pequeño favor…

Mordió levemente su labio inferior, al tiempo que un par de gotas de sudor comenzaban a formarse en su frente. –Verá, señorita, cada vez me siento más mayor y creo que esta sería una buena oportunidad para emprender ese viaje. Usted, por supuestísimo, está invitada a unirse. Me gustaría saber si podría ir al saloon y buscar a alguno de esos hombres que quieran acompañarme en mi viaje. Ya sabe, hombres valientes. La paga no será problema, gano más de lo que necesito y llevo toda mi vida ahorrando para una oportunidad así.

Tras los tiros, los cuerpos laxos de los caídos y las cosas que se habían destrozado bajo el impacto de las sendas balas llego el olor de la pólvora y el de la sangre.

Y también, el grito grave de la voz de Jacobi.

¡JODER MIS PUTOS ANCESTROS Y ESTA MIERDA DE SITIO DE LOS COJONES PUTOS!, ¡CONNARDS, PUTAIN, J'Y CROIS PAS QUELLE MERDE!, ¡COMO DUELE JODER!, ¡COMO DUELE!, gritaba Jacobi mientras se levantaba del suelo donde había caído despatarrado luego de que un impacto – como patada de mula loca -, le había enviado a volar hacia atrás.

Una puta bala, le había dado de lleno y aunque dolía como si tuviera un enjambre de abejas furiosas picándole las carnes, lo cierto es que no había herida alguna.

Estaba ileso, aunque muy dolorido.

Tras recorrer la distancia que le separaba del Maripoosa, Navarro fue testigo de una nueva escalda de violencia.

Parecía que a la gente que había diseñado este sitio los tiros y las muertes les ponían a tope pero no así a él.

El estaba acostumbrado a los horrores que el hombre podía provocar – criatura dada tan fácilmente al mal como bien sabia -, y sin embargo, si algo había allí que no podía evitar esto era reconocer que todo parecía terriblemente real.

Las balas eran balas y hacían lo que usualmente las balas hacían al escurrirse entre las carnes y el hueso. Los cuerpos se sacudían, los huesos se quebraban y a menudo, aquellos que no eran tratados luego de ser víctimas de una balacera como esta de ahora, terminaban por desangrarse entre estertores agónicos para finalmente morir.

¡Sí!, todo había sido recreado a la perfección con un paroxismo innegable.

Ya ante los primeros escalones de acceso al salón pudo escuchar las voces alteradas de aquellos que aun se mantenían vivos por dentro.

Reconoció la del negro (Jacobi) que había viajado con el recientemente en el Hyperloop quejándose pues al parecer había recibido un “beso” de una bala en el hombro.

También, por una de las muchas ventanas, pudo ver al jovencito rubio (Ethan) que parecía sentirse a gusto en este sitio hablar con tres mujeres que se encontraban visiblemente alteradas y muy interesadas en lo que este les decía. 

Justo en ese instante, un hombre con pantalones polvorientos manchados de sangre, revólver en mano y sombrero marrón salió desde el interior del Maripoosa empujando las puertas vaivén con fuerza y nerviosismo y a las claras, con mucha intención de correr tan rápido como pudiera - a avisar a la ley -, sobre lo sucedido.

- ¿En serio? ¡Siempre quise encontrar un jodido tesoro! ¡Que suerte la mía! 

Mientras decía esto Douglas ignoró totalmente al borracho y, tras coger una escopeta, salió a la calle para ver de donde venían los tiros.

- Bueno, a mí supongo que me pagarán algo a fin de mes pero si te digo la verdad me trae sin cuidado. Pero en MI ciudad nadie se lia a tiros sin MI permiso.

Quedaba patente que le estaba cogiendo el truco al asunto y empezaba a disfrutarlo. Sólo faltaba encontrar un buen poncho en algún sitio.

Alguien respondió a la llamada. O eso parecía. Y se escucharon palabras. Una conversación extraña.

Rick arrugó la nariz. Lo que había oído era raro. Un sexto sentido alimentado por años enfrentándose a situaciones límite se activó. ¿Esa conversación era...? ¿Qué era?

Antes los había ignorado («efectos de sonido», le pareció). Pero entonces los disparos de la lejanía captaron su atención. Sin soltar el teléfono se acercó a la ventana y miró, curioso. Siguió observando, y vio a Douglas salir de la oficina. Entonces le hablaron por teléfono. Sin haberse presentado se refirieron a él directamente: se confirmaba que estaban vigilados.

– Eh... Sí. Aquí Rick Hyung Adams, gracias por responder –por un momento se había desconcentrado–. Eh... mire, quisiera irme. No estoy interesado en su producto, el parque. ¿Por dónde se sale, por favor? ¿O me envían a alguien?

Había quien lo tomaba corriendo, o quien parecía charlar sin más. De “los nuevos” no era el único que había tenido la idea de acudir al saloon, pero claro, tampoco había muchos sitios más a los que ir, o al menos de camino a aquí no los había visto.

Suspiré. Al menos lo que si notaba pese a toda la acción, es que me comenzaba a relajar un poco. Quizá fuese cuestión de eso, de relajarse

Entré en al salón con esa doble puerta que tanto me gustaba de las películas y sentí el crujir de la madera. ¿Habrían más muertos aquí? De ser así esperaba que se los llevaran pronto, sino ya no sabía ni a donde ir. Sonreí lánguidamente de medio lado y me dirigí hacia la barra – Espero que las botellas sigan intactas y haya alguien para servir – Otro trago era justo lo que necesitaba.

No tenía muy claro si cinco dólares era mucho dinero o poco, pero vamos, esperaba no tener que estar ahí mucho más de una semana y además, parecía un lugar tranquilo en el que poder hospedarse.

- Bueno, de momento tengo un lugar en el que dormir y comida, que ya es algo.

Lo que mejor me había sonado de todo lo que había dicho era lo del baño. Claro que luego me di cuenta de que no tenía ropa para cambiarme y que iba a necesitarla para después del baño.

- Bien. Pagaré dos noches por adelantado entonces y el resto según las vaya necesitando. ¿Te parece correcto?

Antes de que pudiera responder dije lo del baño.

- El baño quizás a la noche, necesito hacer alguna cosa antes.

La viuda Garret asintió a las palabras de la joven. Le iba a pagar dos noches por adelantado y eso era más que suficiente para ella. Es más, eran buenas noticias tener el hotel lleno de huéspedes y que tuvieran caché, no como lo que solía haber en aquella zona del país salvaje y violenta. 

-Claro, me lo parece, señorita- asintió a sus palabras. -El baño se lo prepararé cuando lo desee, solo avíseme con tiempo para calentar el agua- le tendió el libro de registro para que firmara y dejar constancia de su estancia. -Firme aquí, ¿señorita...?

Fuera se oyeron más disparos y entré en el hotel corriendo antes de que uno de ellos me alcanzara. Aún estaba en shock por todo lo que estaba viendo con mis ojos. Es como si ese tren hubiera sido una maldita máquina del tiempo que nos sumergiera al pasado. Las cosas estaban tan bien hechas, todo tan realista, que estaba emocionada. Siempre había querido vivir una aventura y esa parecía una buena oportunidad.

Al cerrar la puerta tras de mí vi a la chica pelirroja que iba en el tren. Esbocé una sonrisa en su dirección y me acerqué. -Menuda locura, ¿verdad? Fuera ha salido un tipo todo vestido de negro disparando hacia el interior del saloon y luego se ha escapado a lomos de un caballo- mi expresión aún era de sorpresa y de tener un subidón de adrenalina en el cuerpo. -¿Has cogido una habitación? Creo que haré lo mismo... ¿Te llamabas Sophie, no?

Sin duda, Rick parecía muy desesperado por salir. Tratando de ponerme en su pellejo podía llegar a entenderle: no le gustaba el sitio y quería salir, fin. Quizá no esté tan desesperado como yo, y no le vale cualquier cosa para evadirse un poco de una vorágine de autodestrución. Parece que alguien le coge el teléfono a otro lado, y yo no se donde carajo focalizar mi atención. Huídas, tiros, "Pasa lo de siempre, dulzura", "Sheriff" que sale  a la calle, ¿Tesoros?. Rubý, por favor, es un puto borracho. 

- Me suda la polla si se matan entre ellos, solo quiero estar apercibida para ir con cuidado y que no me vuelen la puta cabeza por una disputa por vacas - le digo - ¿Alguien tiene un piti? - no quería que se me tomara por una mojigata, así que prefiero actuar como si estuviera a punto de salirme un salchichón entre las piernas. - ¿Te ha pagado ya? - hago un gesto de cabeza hacia el sheriff que ahora está en la puerta, por si nos podíamos largar. En cualquier caso, tengo un oído puesto a la conversación de Rick al telefono. Quien sabe si en unos días pensaba lo mismo que él y largarme se me hacía una necesidad imperiosa. Al menos sabría que hacer.

Al ver la sonrisa del hombre me sentí bien. Sin embargo su siguiente pregunta, tan cargada de esperanza, me puso un poco en un compromiso. Era fácil olvidar que era un actor interpretando su papel, la verdad. Me puse en pie lentamente, pensando sobre la conversación y sobre cómo actuar ahora. Tomé el estuche que me tendía y observé un instante el daguerrotipo mientras escuchaba.

—Bueno... —Cambié el peso de pierna, incómoda—. Supongo que puedo preguntar. —La verdad es que a mí me daba un poco de reparo ir y alejarme tan rápido de donde seguro que pasaban todo tipo de cosas. Por si acaso pregunté más.

—Permítame que le pregunte... ¿Cuándo nos iríamos? ¿Mañana al amanecer? ¿Puede permitirse cerrar la tienda mientras tanto? —. Por supuesto que puede, pensé acto seguido, lleva esperando esto toda su vida. Ya estaba otra vez totalmente metida en el juego.

—Voy a ir a preguntar —dije acto seguido, repitiendo lo que había dicho antes pero de una forma más decidida—. ¿No quiere venir conmigo?

Mientras tanto ya me encaminaba a la puerta, dispuesta a salir ya fuera sola o acompañada.

- Tiene su pagaré y lo cobrará en cuanto quiera. Pero ya que estáis aquí y os va la marcha: ¿por qué no me echáis un cable? Supongo que los fondos del Estado cubrirán gastos adicionales como 'alquiler de ayudantes' cuando han dejado solo al sheriff. 

Douglas revisó que su escopeta estuviera cargada antes de ir en dirección a los disparos. No sabía si los otros dos le ayudarían pese a su ofrecimiento monetario pero a él no le quedaba otro remedio.

Iba a firmar en el libro cuando se escucharon disparos fuera y traté de ver algo por alguna de las ventanas, aunque estaba claro que en un lugar así era bastante peligroso acercarse a una, pues una bala perdida podía hacer que el enterrador viniera a tomarte las medidas para el ataúd.

Por la puerta entró una mujer que me medio sonaba, pero la verdad es que hasta que no habló no me di cuenta de que era como yo, una a la que habían engañado diciéndole que ese sería un viaje increíble.

- Si aparece alguno guapo y que no huela a cuadra, avísame. - Lo mejor era bromear, pues no sabía cuánto tiempo iba a tener que permanecer en un lugar como ese.

Eché la firma en el libro y luego sonreí a la mujer que regentaba en negocio. Antes de darla los diez dólares acordados. Después me giré hacia la otra mujer.

- Sí, soy Sophie. No recuerdo tu nombre, perdona. - La tendí la mano cordialmente.

—Mierda, esto es de pega —dije mirando la máquina de vapor. Lo moverían de alguna otra manera, sería en realidad eléctrico. Pero estaba harto, quería irme de allí, y veía la máquina como la culpable, quería que pagara...

No, no tiene sentido, busquemos que más hay en este lugar. Voy a joderle al puto barman el negocio para varias generaciones. O si no a robárselo. Necesito un trago. Un trago lejos de gente. 

Y así, trato de buscar una entrada al tren, a los vagones, si hace falta rompiendo un cristal y entrando en ellos. Ya no estaría allí todo el personal, pero estarían los licores del bar y un sitio tranquilo y a cubierto donde descansar.