Partida Rol por web

Azurbaal... repitió en su mente. Sonrió de forma aviesa ante las tramas de su Señor, pero agradeció aquella pequeña revelación inesperada. Poco después, tras escuchar las nuevas posibilidades, ofreció nuevamente su opinión.

- Varsk es leal, pero sería adecuado que recibiera cuanto antes el don -pensó en un futuro no muy lejano- Coincido plenamente con respecto a Dimitri. Es el eslabón más débil. Estoy segura que sí sabe escribir -respondió así a la pregunta de Radu- Iakov es otra cosa... es astuto, demasiado para quedar vivo si no os sirve por toda la eternidad. Comenzaría por él, de hecho hoy mismo.

Había algo en Iakov que atraía a Dubieta, pero la situación era demasiado delicada como para arriesgarse. Entonces se le ocurrió cómo usar el cuerpo de Iakov si la situación llegaba a un límite.

- Si no acepta podríamos usar su cuerpo para demostrar que el Knezi de Bran lo reclutó entre sus filas. Con la reputación de Iakov será más sencillo hacer creer que el Conde hubiera sido capaz de cualquier cosa. Además, cómo bien decís vuestras arcas se verán más aliviadas con la recompensa.

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Eran cuatro los mencionados, pero Dubieta quiso dejar unos instantes para que aquel paréntesis se advirtiera. Así pues, se dirigió a Schaar.

- Sois conocedor de nuestra situación, y sólo espero que el poderío del caballero al que estimáis sirva al lado de nuestro Señor -intentó mostrarse imparcial al respecto- Lo conocéis lo suficiente como para preveer su reacción, y por ello así espero que os mentalicéis. En vuestras manos queda...

Su atención se centró nuevamente en su Señor.

- He pensado que, si no es un inconveniente, podría tratar el asunto con mi... padre, en persona -dijo tras pensar que Schaar podía ser partícipe de la conversación- Obviamente está el problema del recorrido, pues en el camino bien puedo tardar dos meses de ida y dos más de regreso. Eso sin contar el mínimo que he de pasar entre mis familiares.

Era cierto, el recorrido podría llevar unos cuatro meses sin contar el tiempo que debía aguardar hasta que se tomara la decisión. Pero también había sopesado el éxito de la misiva si fuese otro quien la llevara.

- Otro inconveniente es mi propio padre. Sabed que los años no pasa por él, pues es cierto que ya ostenta la espectacular edad de doscientos años. No puedo confirmar a qué se debe su longevidad, así que es cierto que se trata de un serio obstáculo

- Qué cruel era Bran, usar a Iakov para intentar derrotarme… Por suerte mi inquebrantable fuerza de voluntad impidió que estos dos impíos seres consiguiesen sus objetivos.- imitó la teatralidad de su esposa.

Estaba impaciente por visitar a Iakov y conocer su última respuesta. Hasta entonces se había mostrado esquivo, quizá al ver las reticencias del conde que aparentemente lo necesitaba. Ahora, cuando entrase en el dormitorio le plantearía un ultimátum… deseaba escuchar su respuesta, conocer sus impresiones cuando estuviese a punto de morir, ver quebrantada su insolencia y su férrea determinación cuando viese que continuar con vida ya no dependía de él.

Completamente serio se dirigió a sus dos fieles siervos. - Poco antes de matar a Iakov, o poco después me da igual, concederé mis dones a Varsk. Dimitri será ejecutado públicamente, acusado de espionaje. Varsk, como capitán de la guardia que es, se encargará de impartir mi ley. Al fin y al cabo, su señor estará postrado en cama debatiéndose entre la vida y la muerte.- extendió sus dedos corazón, índice y anular. - Varsk curado, siervo y encargado de ejecutar la sentencia de muerte sobre Dimitri. Iakov vivo o muerto, todo depende de él, aunque empiezo a sentir un tremendo interés por su muerte. Si muere será presentado como aliado de Bran y de su espía Dimitri, habrá muerto en combate; si vive ya pensaré en algo… Dimitri morirá un mediodía, bajo la justiciera luz del sol. Será amordazado para que no pueda blasfemar antes de que su sangre manche la tierra. Vos, Dubieta, seréis la encargada de poner al corriente al populacho de la salud de su Knezi y de hacer uso de vuestra elocuencia para convencer a la concurrencia de que Bran es el mal. Sin duda os vitorearán cuando vean rodar la cabeza del espía a sus pies.

Su mirada se centró ahora en Schaar que permanecía en pie junto a su esposa. - Eso solo nos deja con un problema: Braul. Es peligroso que permanezca con vida, tanto o más que Iakov. De vos depende lo qué hagamos con él.- dejaba la decisión al caballero al igual que había hecho Dubieta, la razón era más que obvia: probarle.

- Me temo que cuando muera deberé viajar lejos para que mi presencia no sea sentida por nadie. Dudo si llevar a alguien conmigo, a vos Schaar o a Varsk. Si Iakov viviese sería conveniente que él viajase conmigo, si no su cadáver será entregado para aliviar nuestras arcas. ¡Ah!- exclamó cuando se le ocurrió una nueva idea. - Dimitri no solo será un espía, sino quien por orden de Bran tiró mantas apestadas a las aguas de las que se abastece la población con intención de propagar la epidemia. Sin duda eso provocará que sus gritos cuando muera sean mayores y más enfervorizados. Canalizarán su frustración y la convertirán en odio a Bran y a sus enviados. Cuando esté lejos recordad mi nombre Dubieta.

- No es mala idea.- respondió a su esposa. - Y teniendo en cuenta que carecemos de personas adecuadas que actúen como mensajero sería lo mejor, pero no me convence dejar las tierras a solas, sin vuestra tutela. Con mi muerte y vuestra salida el castillo y quienes lo habitan quedarán sin guía.- reprochó a las palabras de Dubieta - Pero, ¿cuándo pensáis ver a vuestro padre: antes o después de mi muerte?

Schaar escuchaba intranquilo las palabras de sus Señores.

Después de que desecharan su segundo plan, parecía que Radu esta intentando problarle.

Callado, espectante ante lo que tramaban ambos, Schaar se mantenía a la espera, intentando pasar desapercibido. Mientras que Radu no le obligara a hablar, él no hablaría.

Las pruebas de Radu le hacían sentirse muy mal, le obligaban a tomar decisiones que, a veces, iban en contra de su conciencia. Radu estaba pervirtiéndole, y parecía que no podía evitarlo.

Iakov mantuvo el silencio por un momento. Con aquella tranquilidad del hombre que está más allá de su propia conveniencia, incluso más allá de su propia inteligencia, observó al Conde caminar hacia las puertas, como si fuera una amenaza de no repetir el negocio. Luego, observó a los hombres a sus lados, que se mantenían callados e inmóviles desde hacía largo rato, desde luego que el sujeto acariciado por la muchacha temerosa vendiera su dignidad en gemidos de disculpa por su fracaso.

Ignorancia, o la mayor de las fuerzas: el escepticismo, o la mayor de las cegueras. Era imposible estar seguro qué de todo hacia a Iakov tan renuente a aceptar nada de lo que le estuvieran diciendo, aún así, a un paso de morir. Era imposible saber qué se le estaba cruzando por la cabeza a aquel hombre moribundo, erguido en el que sabía que iba a ser su lecho de muerte, que no se inmutaba ante las grandes promesas del poder y la gloria. Poder y gloria, salvación, parecían ser palabras que no lo motivaban lo suficiente. Era tan difícil entender qué motivaba a aquel hombre, que a simple vista parecía un simple monstruo enloquecido por la perversión y las ansias de destrucción, y que luego se relevaba como un ser de compleja maquinaria, enverado andamiaje, un mecanismo cuyo funcionamiento era un misterio magnético.

Se llevó los dedos a la profunda herida en su cuello. Se la acarició, como quien estuviera acariciando el cabello de su hijo favorito. El Emperador que estaba invertido se dio vuelta, hasta ponerse derecho y en pie; La Fuerza apareció invertida sobre el rostro del detentor del poder. La Muerte volvió a su forma, en un giro lento; El Juicio quedó tapado, invertido, por El Loco en su máximo esplendor. El Diablo tapó la tirada, cabeza abajo, colgando como un ahorcado; y, finalmente, La Rueda de la Fortuna asomó en la última oportunidad de aquel mazo, desordenando todas aquellas figuras, hasta hacerlas desaparecer.

Iakov era libre, y estaba tan más allá del cielo de los ortodoxos o el infierno de las bestias, que la servidumbre era una palabra falta de significado. El yugo de la mano de Dios o la tentación del Diablo eran sólo contingencias en su existencia, que ya parecía haber marcado su destino; un destino que, a pesar de su imposibilidad real de modificarlo, parecía haber escrito él mismo en la piedra de su futura lápida.

Cuando Iakov volvió a fijar sus ojos en él, Radu tuvo la sensación concreta, alucinada, de que todo lo que había hablado, había sido en vano. Que aquel hombre ya había tomado una decisión la primera vez que se habían cruzado, y que la había mantenido inalterada frente a toda su persuasión, y a todas sus amenazas. Que aquel hombre podía ser un aliado máximo, y la espina más molesta clavada en la mano que quería dominar al mundo. Aquel estúpido mortal era arcilla, y podía adoptar cualquier forma, sólo manteniendo el carbón al centro; la piedra de sus motivaciones, que fuera de todo alcance, reposaban guiando sus acciones.

- Mis satisfacciones, de nuevo, parecen estar fuera de todo interés aquí. Pero sí, claro – dijo.

Sus manos se juntaron, curtidas y enormes. Las manos de la autoridad; manos de la tortura, la oscuridad. Y sonrió.

- Acepto el trato.

Había desechado ya toda posibilidad de convencer a aquel hombre. Cuando sus miradas se habían cruzado al llegar a la puerta había tenido la certeza de que ya nada podría hacerlo cambiar de opinión. Había sentenciado su destino, había decidido la muerte…

Radu se giró dispuesto a salir de aquella habitación, algo enojado por la negativa de Iakov y la frustración por no conseguir lo que deseaba. A punto estaba de cruzar el umbral cuando escuchó a su espalda las palabras de su invitado. Era imposible evitar la sorpresa y mucho menos la satisfacción por creer que había conseguido lo que buscaba.

- Habéis elegido correctamente.- dijo mientras aun permanecía de espaldas. - Confiad en mí- había dado media vuelta y se dirigía amenazante a donde descansaba Iakov. Su brazo derecho extendido, su mano completamente abierta, los dedos rasgaban el aire a su paso, sus pies arrastraban ligeramente mientras se acercaba. La misma serpiente que una vez lo había visitado mientras estaba inconsciente, antes del terremoto que le había obligado a refugiarlo en el castillo, se dirigía a él.

- Iakov, tranquilo.- su voz provenía de la sombra que proyectaba la cama, sus labios no se movían, solo sonreía, continuaba sonriendo… - Solo será un instante.- juntó dedos índice y corazón y los acercó al rostro de su invitado, a la frente del afortunado que recibiría sus dones; un gesto blasfemo, una sátira al que realizan los sacerdotes de la religión que no contaba ni con un milenio de existencia.

Cuando ambas pieles estuvieron en contacto Iakov sintió como todo a su alrededor se desvanecía, ya no estaba donde creía estar, ya no era quien creía ser… Sentía la llamada, el desgarrador grito del Abismo que lo reclamaba. Estaba en el infierno, o al menos eso debía ser, pues solo sentía dolor, soledad, miedo, oscuridad, desesperación, impotencia, odio, furia… Su alma ardía en un fuego eterno, su carne se derretía como la cera al contacto con la llama, su espíritu era despedazado sin compasión… Nadie podría decir cuanto tiempo permaneció allí, quizá fueron varios siglos, o tan solo unos años pero la crueldad y perfección de la tortura impedía dar un tiempo exacto.

Repentinamente, el velo que había cubierto sus ojos durante tanto tiempo se desprendió y se vio de nuevo en la habitación. Frente a él, Radu, a cada lado, uno de los soldados heridos. Los cálidos dedos del Knezi aun reposaba sobre su frente cuando había vuelto a la “realidad”. Comprendió entonces que en tan solo un instante había sufrido como si hubiese permanecido más de mil años en el Infierno, un momento había bastado para experimentar una pequeña fracción del Tormento que había sufrido el demonio con el que había pactado.

El Knezi Radu retiró su mano de la frente de Iakov satisfecho mientras preguntaba en un tono que si no supieseis que era hubiese parecido paternal : - ¿Os encontráis mejor?

Había desechado ya toda posibilidad de convencer a aquel hombre. Cuando sus miradas se habían cruzado al llegar a la puerta había tenido la certeza de que ya nada podría hacerlo cambiar de opinión. Había sentenciado su destino, había decidido la muerte…

Radu se giró dispuesto a salir de aquella habitación, algo enojado por la negativa de Iakov y la frustración por no conseguir lo que deseaba. A punto estaba de cruzar el umbral cuando escuchó a su espalda las palabras de su invitado. Era imposible evitar la sorpresa y mucho menos la satisfacción por creer que había conseguido lo que buscaba.

- Habéis elegido correctamente.- dijo mientras aun permanecía de espaldas. - Confiad en mí- había dado media vuelta y se dirigía amenazante a donde descansaba Iakov. Su brazo derecho extendido, su mano completamente abierta, los dedos rasgaban el aire a su paso, sus pies arrastraban ligeramente mientras se acercaba. La misma serpiente que una vez lo había visitado mientras estaba inconsciente, antes del terremoto que le había obligado a refugiarlo en el castillo, se dirigía a él.

Sus labios no se movían, solo sonreía, continuaba sonriendo… Juntó dedos índice y corazón y los acercó al rostro de su invitado, a la frente del afortunado que recibiría sus dones; un gesto blasfemo, una sátira al que realizan los sacerdotes de la religión que no contaba ni con un milenio de existencia.

El Knezi Radu retiró su mano de la frente de Iakov satisfecho mientras preguntaba en un tono que si no supieseis que era hubiese parecido paternal : - ¿Os encontráis mejor?

- La sentencia ha sido confirmada.- dijo mientras frotaba sus manos, disfrutando por el cruento espectáculo que presenciaría en unos días. - Y será ejecutada pasado mañana, las penas de muerte son inapelables.- añadió con crueldad regodeándose en la reacción que causaba en Schaar, por su familiaridad con uno de los que serían asesinados.

- Volveremos a encontrarnos los tres dentro de dos días, cuando el Sol descanse en el punto más alto del firmamento, en mis aposentos. Juntos acudiremos a la habitación en la que descansan los futuros cadáveres.- dijo mientras invitaba a sus dos siervos a que abandonasen su habitación.

Tenía muchas cosas que pensar, a solas, y una cita que preparar para mañana…

El día había transcurrido de forma tranquila, los sirvientes realizaban sus tareas cotidianas con la dificultad que les suponían las precaria situación del castillo; los “invitados”, inconscientes a causa de sus graves heridas descansaban en silencio, solo Dubieta, Schaar y Radu sabían los acontecimientos que ellos mismos desencadenarían acordes a los planes que habían realizado. Podían sentir nerviosismo, expectación, miedo, incluso impotencia al ver como alguien por quien sentían afecto perdería la vida en breve…

Os encontrabais inmersos en vuestras cavilaciones cuando una voz cavernosa vino a perturbar vuestro descanso. Reconocíais aquella voz como la del Knezi Radu Szantovich el Menor, o más correctamente la del demonio que poseía aquel cuerpo. Sus palabras escapaban de las sombras que proyectaban los objetos de la habitación en la que os encontrabais, pero teníais la certeza de que a pesar de ello, solo vosotros erais capaces de escucharla.

- Dubieta, me temo que una de las muertes ha sido apelada por mí…- te dijo tu marido haciendo uso de un poder que ya te era familiar. - …contamos entre nuestras filas con un aliado nuevo y poderoso. El alma del orgulloso e insolente caballero que hace tiempo recogimos malherido y al que conseguisteis sonsacar el nombre, ahora nos pertenece. Son malas noticias, pues mañana tan solo morirá una persona…- terminó por añadir con crueldad.

El día había transcurrido de forma tranquila, los sirvientes realizaban sus tareas cotidianas con la dificultad que les suponían las precaria situación del castillo; los “invitados”, inconscientes a causa de sus graves heridas descansaban en silencio, solo Dubieta, Schaar y Radu sabían los acontecimientos que ellos mismos desencadenarían acordes a los planes que habían realizado. Podían sentir nerviosismo, expectación, miedo, incluso impotencia al ver como alguien por quien sentían afecto perdería la vida en breve…

Os encontrabais inmersos en vuestras cavilaciones cuando una voz cavernosa vino a perturbar vuestro descanso. Reconocíais aquella voz como la del Knezi Radu Szantovich el Menor, o más correctamente la del demonio que poseía aquel cuerpo. Sus palabras escapaban de las sombras que proyectaban los objetos de la habitación en la que os encontrabais, pero teníais la certeza de que a pesar de ello, solo vosotros erais capaces de escucharla.

- Schaar, me temo que una de las muertes ha sido apelada por mí…- te dijo tu señor haciendo uso de un poder que ya te era familiar. - …contamos entre nuestras filas con un aliado nuevo y poderoso. El alma del orgulloso e insolente caballero que hace tiempo recogimos malherido en nuestras tierras, ahora nos pertenece. Son malas noticias, pues mañana solo morirá una persona…- terminó por añadir con crueldad, pues sabías que esa persona era tu maestro.

07 de Octubre del año 950

La portentosa voz de su Señor la sobresaltó ligeramente, apartándose momentáneamente de su tarea. Se encontraba con su criada cambiándose de ropa por una más acorde para la ocasión. Si quería hablar con el pueblo de miserias no podía aparecer con un elegante vestido. Así pues, escogió uno bastante modesto para ella pero perfecto para su tarea.

- Avisa al capitán Schaar de que pronto partiremos hacia el pueblo, ve.

Tan pronto hubo salido, diligente de hecho pues sabía del carácter de su señora, la joven Condesa respondió a su Señor.

- Disculpad la demora, mi Señor. Pronto me acostumbraré a responderos con diligencia, pero prefiero la cautela -respondió mentalmente.

Aquella forma de comunicación resultaba muy útil, pero se estaba acostumbrando a no cambiar su semblante cuando aquello sucedía en presencia de otra persona. Así pues, con calma, se acercó al espejo y se observó mientras reanudaba la conversación.

- Una grata noticia, mi Señor. Varía el plan original, pero ciertamente logramos un valioso aliado. Después de todo estima su vida... -apuntó, y aunque deseaba sonreír se esforzó para que el espejo no la delatase- Me dispongo a salir hacia el pueblo y anunciar la ejecución en breve. He considerado oportuno, para infundir ánimos a la plebe, revelar de mi futura visita a mi tierra natal. Saben del poderío y prosperidad de esas tierras, por lo que se mantendrán ocupados en su endeble esperanza.

Después de informar de su intención esperó unos instantes para recibir una respuesta.

07 de Octubre del año 950

Poco después de mediodía la doncella personal de la Condesa, Ernieta, localizó al Caballero Schaar Dvy con el mensaje de que su señora estaba dispuesta para ir al pueblo. Un rato después Dubieta se hallaba en el vestíbulo principal, vestida con un traje el cual había vivido tiempos mejores. Pero ni la más pobre de las telas podría disminuir jamás el embrujo de su belleza.

- Schaar... ¿preparado para el comienzo de tan arriesgado plan?

No esperaba una respuesta, así que le sonrió y salió fuera del castillo hacia el carruaje. Por el camino fue centrándose en las palabras que debían calmar al pueblo por un lado, mientras que avivaba el odio por otro. Además, aquel era un buen comienzo para observar las posibilidades de crear el culto. Una vez hubieron llegado indicó a Schaar lo que debía hacer.

- Reúne a todos, la Condesa ha de anunciar al pueblo los recientes acontecimientos.

Mientras Schaar salía en busca de los campesinos para que corrieran la voz entre ellos la joven Condesa esperó en el carruaje.

Cita:

Tras escuchar la dulce y aterciopelada voz de la condesa, Schaar salió de sus pensamientos. Todo le daba vueltas y tenía una sensación de nauseas que no podía evitar tras el anuncio que había recibido personalmente.

"¿Mi señora?", dijo intentando ocultar esta sensación de premura que actualmente tenía. Debía darse prisa en acatar los planes de sus señores para así tener tiempo para él. Tiempo vital que hacía que cada segundo precioso cayera inexorable acercándole más a la prueba que Radu le había preparado.

Algo confuso, ya que no había escuchado la primera frase que Dubieta le había dedicado, esperó paciente la reacción de su señora. Cuando se disponía a pedirle que repitiera lo que le había dicho, las dudas se las aclaró sin necesidad de que abriera la boca.

Cita:

"Sí, mi señora", dijo acompañando el asentimiento con un movimiento de cabeza.

Azuzando su caballo, Schaar comenzó a recorer las calles del ruinoso pueblo dando voces para que todos los aldeanos que se pudieran mover se acercaran a la plaza como le había pedido Dubieta.

"¡¡¡BUENAS GENTES!!!", gritaba cuanto su garganta daba de sí, "NUESTRA SEÑORA TIENE ALGO QUE CONTARNOS, BUENAS NUEVAS PROCEDENTES DEL CASTILLO". Su voz se levantaba sin problemas por encima del ruido que hacía su caballo al trotar.

Un niño asomó por una puerta entre abierta diciendo entre lágrimas, "¡¡¡MENTÍS!!!, sólo queréis que seamos parte del almuerzo de ese demonio de nuevo".

Al oir esto Schaar paró su caballo y se dirigió hacia aquella puerta que el joven había dejado mal cerrada al ver la reacción del Caballero.

Con cara apesadumbrada, Schaar abrió la puerta sin mucho trabajo y vió como el crío estaba acurrucado junto a su madre, esperando recibir algún tipo de escarmiento por su insolencia.

"¿Cómo la madre le ha permitido hacer eso?, ¿por qué no está en actitud más protectora con su hijo?", las respuestas las obtuvo del olor que embargaba la habitación.

Tras entrar decidido en la estancia, Schaar sacó una manzana que había cogido para el desayuno y se la ofreció al chico diciéndole, "no te preocupes, hijo, el monstruo a muerto, entre el Knezi, su esposa y yo conseguimos acabar con la vida de aquel demonio traído por los extranjeros"

"Ven, acompáñame", le dijo comprobando la defunción de la madre del pequeño, "creo que este no es sitio para tí, creo que necesitas alguien que te tutele, y yo necesito a alguien a quien contarle mis historias de caballero". El chico cogió la manzana y ávido, dio buena cuenta de ella.

"Esta tarde celebraremos funeral por tu madre", comentó mientras la tapaba con una manta para evitar que el muchacho siguiera observando tan dura imagen.

Entre lágrimas y llantos, Schaar subió al crio en su caballo y continuó con su encomienda, pero esta vez a pie.

Cuando Schaar partió en busca de los aldeanos bajó del carruaje en busca de un lugar idóneo para que todos la vieran, aunque no había tampoco demasiada gente. Encontró una pequeña tarima perteneciente a una casa vacía, aquel era un buen sitio.

Encabezando la marcha apabullada de los habitantes se encontraba el caballero Dvy, y en el lomo del caballo estaba subido un niño. Cuando todos estaban reunidos comenzó el discurso.

- ¡Los años dedicados a ésta tierra son el cimiento de vuestro hogar! Pueblo de Sfantu Gheorghe, Tirsa de Covasna, ¿qué mal hemos hecho para recibir tantas penurias? ¿Qué ha provocado todas éstas calamidades? Yo os lo diré... ¡Odio!

Esperó unos instantes para atraer la atención de los presentes.

- Durante muchos meses hemos rezado para que nuestra situación mejorase, porque todos sabemos que a principios de año se desató extraños acontecimientos. Rezamos... ¡no paramos de hacerlo y sin embargo llegó la enfermedad! Por eso os vuelvo a preguntar, ¡¿qué mal hemos hecho?! –preguntó desolada.

Nuevamente esperó a que los murmullos de los aldeanos le dieran la señal para continuar.

- Os revelo que hemos descubierto a un espía... ¡Sí! ¡Un espía! –dijo con rabia- Llegó al castillo como un comerciante dispuesto a engrandecer ésta tierra. Vuestro Conde, por el bien de su pueblo, accedió a que se hospedara en él, pero sus intenciones no eran honestas.

Dejó pasar unos segundos puesto que era imprescindible que las palabras se asumieran despacio, en vez de soltarlo todo de una sola vez.

- ¡Pero lo hemos descubierto y ha confesado! –expuso con énfasis- Se acabaron sus mentiras. Ahora sabemos que llegó con la horrible tarea de infectar los campos y conseguir información para que el ejército de su señor llegara hasta aquí. Sí, aunque fue tarde para impedir la invasión averiguamos que nuestras penurias tuvieron un responsable capaz de cualquier cosa, ¡el Knezi Dumastru de Bran! -reveló- El mismo que trajo consigo ¡ A LA BESTIA!

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Había levantado sus brazos al aire para llegar al momento que todos esperaban: la bestia. Con ese gesto pretendía enfatizar el momento. No era fácil tratar con las gentes que habían sufrido la furia de su Señor, pero a su favor jugaba un dato interesante que no tardó en compartir.

- ¿Quién de entre vosotros puede afirmar que antes de que ese ejército de destrucción pisara éstas tierras esa bestia había aparecido anteriormente? ¡Nadie! –apresuró la respuesta para que nadie tuviera tiempo de pensar- El Knezi de Bran trajo a estas castigadas tierras su último maléfico azote destinado a acabar con todo.

La joven Condesa tomó aire aprovechando los instantes a los que estaba acostumbrando a los presentes. Necesitaba que las nuevas revelaciones fueran absorbidas debidamente. Extendió su mano señalando a los campesinos y con actitud ambigua reanudó.

- No importa cuántos de vosotros creyese que ese infame podía cambiar las cosas -buscó la culpabilidad en aquellos que pensaban en cambiar de bando- Sé lo azotada que se encuentra nuestra tierra, pero os diré que vuestro Señor luchó con tesón para dar muerte al Knezi de Bran. Y también os diré que, de alguna forma que no sé explicar, esa bestia surgida del Infierno enloqueció porque ¡el pacto se rompió al caer el impío! -no era exactamente lo que había ocurrido pero no distaba demasiado de la verdad- ¿Y a quién atacó? A todos nosotros, porque ni uno de ese maldito ejército murió, todos huyeron y ninguno cayó bajo sus garras –enfatizó la última palabra agarrotando sus manos como si se tratasen de garras.

- Graves heridas recibió vuestro Señor al luchar con valía contra la bestia, pero logramos expulsarla – dijo con tristeza- ¡Pero no temáis! Pronto partiré en busca de la ayuda que nos merecemos. ¡Pronto nos levantaremos más fuertes! Llevará tiempo, lo sabemos, pero no vamos a desaparecer ¡porque hemos vencido!

Había calculado el período de tiempo que tardaría en regresar. Un total de cinco meses es lo que estimaba, y para entonces esperaba que las tierras estuvieran algo mejoradas y su esposo ya muerto.

- En pocos días ejecutaremos a ese espía –aseguró sin pretender caldear el ambiente, tan sólo pretendía mostrar seguridad- Sé que no es suficiente venganza, ¡pero haremos justicia!

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Mientras esperaba la respuesta de su nuevo aliado decidió dirigirse a su fiel subordinado. Esperaba que estuviese lo suficientemente consciente como para responder a la misma pregunta que le había hecho a Iakov, corroborando así la promesa que le había hecho mientras se recuperaba de sus heridas tras la llegada de el heredero de Bran.

- Mi estimado Varsk.- le habló cercano a su oído. - hace tiempo estuvimos en una situación similar, estabais como hoy, tumbado en vuestro lecho, recuperándoos de vuestras heridas cuando os dije que me habíais decepcionado. Nada puede haber cambiado tanto desde entonces… La defraudación ha dejad lugar a la admiración. Corristeis hasta la extenuación, más allá de vuestros límites para dar aviso del ataque, para protegerme.- sostuvo la mano de Varsk entre las suyas y le susurró algo, para que solo él lo escuchase.