Partida Rol por web

La joven escuchaba atentamente las palabras de la ronin, pues había aprendido que se trataban de un potente chorro de sabiduría, y que conferían mucha más información de la que a simple vista parecía. En efecto, Bayushi-sensei siempre confió en las capacidades de su aprendiz, pero por un motivo oscuro: sus entrenamientos duros y extremos hicieron que pocos persistieran en el dojo y, más aún, que llegaran a ganarse su respeto. Además, Shiroi hablaba de la lista como si ella, de primera mano, conociera a los nombrados; Tameiki arqueó levemente una ceja y escuchó lo que dijo a continuación.

-Sé que todos son grandes maestros de las disciplinas del combate, la mayoría duelistas y guerreros... -aclaró, llevándose la mano derecha al mentón, acariciándoselo levemente al tiempo que la mano izquierda servía de apoyo a su codo- Y no tengo problema en derrotarlos en ambos, o cada uno en su disciplina -explicó, al tiempo que algo temblaba en su garganta. Estaba siendo realmente atrevida... ¿era acaso tan hábil y talentosa como creía? ¿Como aparentemente creían Shoju Bayushi-uesama y Bayushi-sensei? ¿Acaso ellos pensaban que era tan capaz, más allá de verla como un leal asesino?

Los ojos de la casi niña se abrieron de par en par mientras la Ronin Blanca seguía hablando con la vista puesta en el cielo nocturno. La hija de Doji Satsume, la aprendiz de Kakita Toshimoko... sus capacidades debían ser realmente altas, a la altura de la belleza heredada no sólo por el clan de la Grulla, sino por la familia reverenciadamente más bella de Rokugán. La tercera persona de su lista, como había esperado, era una persona letal, nada similar a su nombre, pero... ¿cómo podía ser que supiera tanto sobre ella? Sus siguientes palabras, no obstante, llegaron a sus oídos como un jarro de agua fría. Casi como un resorte, Tameiki se arrodillo en el suelo agachando su cabeza y sus brazos en señal de respeto.

-Disculpe, Shiroi-sama, no tenía ni idea... -balbuceó- No sabía que os estaba retando de forma velada -se disculpó, mientras su cabeza volaba...

Cita:

Notó cerca, muy cerca, la empuñadura de su espada. No miraba a Shiroi, pero sabía perfectamente donde estaba. Mentiría si no dijera que no había estudiado sus movimientos aquellos días, incluso su respiración, como la del resto de integrantes del grupo. Enseñanzas grabadas a fuego en el dojo Bayushi. No había otro camino a la victoria definitiva sino la atención constante. Pero sólo Shiroi había llamado su atención de aquella manera, sólo Shiroi se había ganado su respeto de forma tan inmediata. Calculó en su cabeza: si desenvainaba la katana a la vez que se levantaba, podría atacar a Shiroi en un suspiro, pero... a buen seguro, Shiroi no sería sorprendida así como así. Además... había accedido a compartirle sus más profundos pensamientos y sentimientos. Tal vez ella no la conociera, o tal todo aquello sólo hubiera sido otra jugada de Bayushi-sensei para mantenerla atenta. Se puso de rodillas, con la espalda recta, escuchando todo lo que la Ronin Blanca le decía, la importante misión que le estaba encomendando. Finalmente, llegó la condición.

-Shiroi-sama -dijo finalmente- Acepto vuestra condición... No me temblará el pulso en caso de que sea necesario arrebataros la vida -afirmó. A decir verdad, Tameiki sabía que si Fu Leng tomara su voluntad, ya no sería la vida de Shiroi, sino que la estaría liberando. Lo que no entendía la joven era por qué le costaba tanto pensar en arrebatar la vida a su ahora interlocutora, si nunca había dudado contra otros oponentes. Respiró profundamente mirando a los ojos de Shiroi, con sus manos sobre sus rodillas. Su katana no tenía una historia extraordinaria, sólo la que ella había podido darle, y su linaje no era destacado. En cambio, la voluntad de Tameiki se había forjado en el código del Bushido y todos los callejones aledaños que su sensei le había mostrado.

Shiroi sonrió, satisfecha, cuando Tameiki reveló que pretendía batir a todos sus oponentes en combate o en duelo. Ningún maestro que se precie podría dejar apartado uno de los aspectos básicos del combate. Ya desde los albores del Imperio, Mirumoto y Kakita enseñaron a sus discípulos que el arte de la espada es un todo, y que para el verdadero guerrero no hay límites ni distinciones.

En palabras del antiguo maestro Dragón “Los obstáculos son ilusiones. La técnica es una ilusión. El mundo está vacío”. Y la resolución de la joven ronin demostraba que poseía el espíritu necesario para convertirse en quien deseaba. Como el acero que conforma la hoja de la katana, tan sólo quedaba que terminara su forja.

Al revelar que la Ronin Blanca y ella misma eran la misma persona, la joven se arrodilló pidiendo disculpas. Shiroi estaba a punto de responderle, cuando un movimiento la alertó de que Tameiki estaba dispuesta a golpear.

Más tarde, cuando Shiroi pensó acerca de ello, decidió que no había sido exactamente un movimiento. Tal vez no hubiera sido sino un ligerísimo cambio en la tensión de su expresión corporal, o en el ritmo de su respiración. O quizás, simplemente es que los espíritus de las dos guerreras habían comenzado a ser capaces de hablarse sin recurrir a sus cuerpos. En cualquier caso, su instinto lo supo.

El tiempo pareció detenerse para el resto del mundo, salvo para ellas. En realidad, Shiroi no se sintió amenazada. Supuso que, tal y como ella misma hacía a menudo, la ronin más joven la evaluaba, en un combate ficticio que sólo tenía lugar en su mente. Pero se asombró de la velocidad a la que reaccionaba el cuerpo de Tameiki a sus pensamientos. Sin duda alguna, con esa velocidad su espada debía moverse mucho más rápido que un suspiro. No había visto a nadie así desde que abandonó el dojo Kakita. Pero…

Shiroi se movió hacia delante en un paso tan fluido y natural que pareció no haberse dado nunca, como si su movimiento hubiera quedado oculto en un tiempo robado entre los latidos del corazón de la joven. En un combate real, el susurro letal nunca hubiera tenido lugar. Pero fue consciente de que la diferencia entre sus reacciones había sido poca, muy poca.

Con delicadeza, la bushi terminó su movimiento apoyando una mano amistosa sobre el hombro de la arrodillada Tameiki, y le sonrió. En esa sonrisa había afecto, y una gran cantidad de reconocimiento por el enfrentamiento nunca realizado que acababa de tener lugar.

-No debes disculparte. No podías saber que esos rumores me apuntaban a mí, y no me ofende en absoluto. –Añadió, conciliadora, e incluso se permitió una pequeña broma que recordó al juego del Sadane. –Sin embargo, tal vez sí debería ofenderme que no me hubieras considerado en tu lista desde el principio, Tameiki-san. ¿Tan embotada parece mi espada?

Cuando escuchó la respuesta a su oferta, asintió satisfecha. Al menos, si lo peor ocurría, tenía la promesa de su nueva discípula de que acabaría con su vida. Y estaba segura de que Tameiki no era alguien que faltara a su palabra. A pesar de todo, confiaba en poder cumplir con su destino como Trueno antes de acudir a reunirse con sus ancestros.

-En ese caso, deberás acostumbrarte a entrenar al caer el ocaso. –La voz de Shiroi volvía a ser tan melodiosa como acostumbraba, dejando atrás el trágico pacto que acababan de sellar. -Aprecio mucho más el aire de la noche que el del amanecer para practicar. Y no planeo cambiar mi rutina por una aprendiza madrugadora, por muy prometedora que sea.

De algún modo, se sentía extrañamente liviana. Toda la frustración que había arrastrado desde el encuentro con su hermano en Kyuden Doji parecía haberse desvanecido, arrastrado por las palabras de la joven ronin. Tal vez los maestros de Tameiki tuvieran razón, y el hogar se encontraba en el lugar en el que encontrara reposo. Tal vez, en mitad de la tormenta que se avecinaba, encontrara la paz que buscaba.

El rápido movimiento de Shiroi sorprendió a Tameiki, que no se dejó amilanar y mantuvo un gesto impenetrable. Cuando la ronin se agachó junto ella y puso su mano en el hombro, sonrió, realmente a gusto en aquel momento. Por un instante, incluso, le pareció haber escuchado Tameiki-chan, pero debía ser el cansancio, la noche o la intensidad de los días pasados jugándole una mala pasada. Cuando hizo referencia a no aparecer en la lista, Tameiki tuvo que ahogar una leve risa y negar con la cabeza apartando la mirada con el rubor recorriendo sus mejillas.

-No es eso, Shiroi-sama... pero los caminos están llenos de hábiles duelistas... y aún no he podido comprobar la capacidad de vuestro filo... -se disculpó levemente.

La posibilidad de entrenar a las noches hizo que algo se le revolviera en el estómago, recordando un período pasado. Con Bayushi-sensei, las sesión de entrenamiento eran siempre nocturnas, con poca luz, y fue la propia Tameiki la que las cambió al amanecer, para habituarse a un entorno parcialmente desconocido para ella. La joven consideraba que el verdadero arte consistía en una adaptación de uno mismo, una versatilidad continua. Asintió con una sonrisa en sus labios y cerrando los ojos, calmada. Tras la intensidad de la tormenta que casi hubo estallado unos segundos antes, respirar la paz de un verdadero maestro era placentero.

-Entrenaremos a la noche, entonces, no es bueno cambiar los hábitos de un anciano -dijo, ensanchando su sonrisa, y continuando con la simulación del sadane.

El Cangrejo siguió al pescador hasta su pueblo y aceptó de buen grado la hospitalidad y alimentos de aquel buen hombre. Sin embargo cayó en la cuenta de que no les había presentado al heimin encargado del poblado, una figura imprescindible en todo pueblo de Rokugan, por lo que antes de probar un sólo bocado de los alimentos que le ofrecía inquirió acerca de ese tema al pescador. -"Disculpadme, buen hombre. Pero no nos habéis presentado al Yoriki de la aldea. Me gustaría conocerle y poder preguntarle acerca de lo sucedido en el lago".

Algo andaba mal y Oni Negro lo sabía, podía sentirlo, pero no explicarlo...

La ronin sonrió al ver cómo Tameiki continuaba con la pequeña broma de Sadane, adaptándose perfectamente al nuevo cariz de la conversación. Al parecer, Hiroaki sabía lo que estaba haciendo al seleccionar a sus Truenos. Cada uno de ellos estaba haciendo gala de particulares talentos, aunque Shiroi estaba segura de que ellas dos, sobre todos los demás, eran quienes marcarían la diferencia con la espada.

-En cualquier caso, creo que esta noche ya es un poco tarde para comenzar entrenar, incluso aunque eso rompa las costumbres de esta anciana. –Contestó, alzando la vista hacia la luna ya parcialmente oculta tras el horizonte de las montañas. Recortada contra su luz, la grácil silueta de la mujer parecía brillar con un halo de plata. –Pero ha sido una buena noche. Incluso el fantasma del lago parece haber decidido respetar nuestra paz. ¿O tal vez lo has asustado, Tameiki-san?

Sin llegar a girarse hacia su recién adquirida aprendiz, Shiroi continuó observando el lago durmiente, sin que la sonrisa que había aparecido sobre su rostro terminara de desaparecer. La rabia que había estado nublando sus sentidos se había esfumado, y sentía su cuerpo extrañamente liviano, libre de preocupaciones y límites. Sentía que, de desearlo, su espada podría cortar en esos momentos al mismo viento.

Sonrió ante el comentario de Shiroi. A decir verdad, Tameiki no resultaba una figura imponente, ahí radicaba una de sus mayores ventajas. Observar a su nueva maestra perfilada bajo la luna era una visión casi onírica, un regalo de los kami por la decisión que acababa de tomar. Estaba segura de que su Ikigai ahora sí era una realidad, aunque tuviera que cumplirlo conforme conseguían los pergaminos negros...

El lago está tranquilo y todo parece normal. Algún ave se posa en él, incluso ves algún pez que salta por encima de la superficie. Vas por los alrededores y si no fuera por lo que ha dicho el aldeano, dirías que no hay nada extraño. Intentas buscar alguna huella que te llame la atención y es ahí donde encuentras algo.

En la orilla oeste ves huellas de hace un par de semanas como mucho que aparecen en un punto de repente (antes de ese punto no hay huella ninguna) y se dirigen hacia el lago perdiéndose en él (dentro del lago, donde comienza el agua, no hay huellas). Son de un solo hombre.

Sabes, en relación al fantasma que dice el aldeano que vio andar sobre las aguas, que hay un hechizo que permite a un shugenja andar sobre las aguas.

El aldeano ante la propuesta de Oni Negro de ver al jefe del poblado asintió, sí mi señor, lo único que ya es tarde, si os parece bien, os lo presentaré mañana al amanecer.

Tras observar las extrañas huellas, Aswad volvió a la aldea, esperando que nadie hubiese notado su ausencia, y se vuelve a recostar sobre la puerta, esperando coger algo de descanso antes de que el ajetreado día comience. 

Tras la conversación de Shiroi con Tameiki, volvéis a la aldea y allí recostado en la puerta de la casa del aldeano está Moto Aswad. 

Esta ya a punto de madrugar.

-"Resulta extragno ese lago."- Susurra Aswad conforme levanta el ojo ligeramente y observa a las samurai-ko llegar. -"Las aves y beces no se ven afectados por lo que hay en él, barecería un lago cualquiera, sin nada extraño, ni misterioso, salvo en la orilla oeste, donde unas huellas rebentinamente abarecen de la nada, y se adentran en el lago."-

-Orgullosos somos, si olvidamos que el viento siempre está por delante, Aswad-san. –Murmuró Shiroi, con una media sonrisa en sus labios al escuchar las sencillas palabras del Unicornio. Sencillas, pero cargadas de información. La bushi que había regresado parecía una persona diferente de la que había salido hacía unas horas de la cabaña. El hosco silencio, la tensión en sus hombros, el brillo de rabia en sus ojos, todo eso parecía haberse perdido en la fría noche estrellada.

Ahora, Shiroi se movía con una elegancia casi etérea, relajada, como si se hubiera liberado de un gran peso. Las delicadas facciones de su rostro, liberadas de la tensión, lucían más hermosas que nunca, y la luz de la luna que se reflejaba en su pelo y en sus ojos le otorgaba un aura de sobrenatural belleza, como salida de una vieja leyenda.

-También nosotras hemos visitado la orilla del agua. Sin embargo, nuestra vigilia nada ha encontrado en el lago. –Añadió la bushi, aparentemente dirigiéndose a Aswad, si bien sus palabras fueron algo extrañas. –Por un momento creí que podría haberme perdido, pero Tameiki y yo hemos encontrado nuestro camino de nuevo. Tal vez debería disculparme por mi mala orientación.

-Debo felicitaros por vuestro descubrimiento. –Añadió dedicando una breve reverencia al bushi Unicornio. –Os seré sincera, el corazón me pide dirigirme en este mismo momento a ese lugar para investigar, pero dejaré que seáis vos quien escoja cuándo regresar allí. ¿Deberíamos buscar un rastro aún caliente o darnos un tiempo? ¿Habéis logrado ver de qué lugar llegaban las pisadas?

Caminaba prácticamente a la par que Shiroi, apenas medio paso atrás, pero a su lado. Tenía los brazos (como acostumbraba en reposo) dentro del kimono, y sus ojos vivos observaban aquí y allá, a pesar de parecer impertérritos y fijos en el frente. Escuchó a Aswad y la réplica de la Ronin Blanca, y esperó en silencio que dijeran algo. Entre tanto, una de sus manos salió por la pechera y comenzó a acariciar su propio cuello y mentón mientras pensaba. Su mirada iba de uno al otro de los interlocutores, estudiando sus gestos y sus palabras, pero decidió esperar hasta ver que decidía y concretaba Aswad.

Aswad alzo la cabeza ligeramente, interesado por la extraña actitud de Shiroi, por la extraña forma en la que la naturaleza exaltaba sus facciones, tal vez efecto de la magia en el lugar.

-"No habia origen de las huellas, de la nada abarecieron, se metieron al lago y desabarecieron. Lo unico que puedo añadir es que eran huellas de hombre"-

-¿Eran recientes? -preguntó Tameiki, frunciendo levemente el ceño, pensativa. Sus finos dedos seguían acariciando sus propias facciones, con el pelo revuelto y cobrizo revoloteando a su alrededor, como bailando y protegiéndola- La tierra cerca del lago estaba hundida, ¿o el aire y el agua ya la habían deformado? -agregó. Ella nunca había sido una gran rastreadora, su trabajo siempre había sido otro: le señalaban un objetivo y... ejecutaba, pero lo cierto es que tenía ciertas nociones.

-"No muy recientes en realidad."- Confirma el Unicornio mientras se despereza, -"Más bien hace unas dos semanas que fueron dejadas allí, bero han bermanecido bor alguna causa. Mi bensamiento es que quien haya causado todo esto es quien dejó esas huellas."

Tameiki rodó los ojos y su mirada fue a parar al suelo que tenía a su izquierda. Miró casi como a través de ella, como recordando. No hacía mucho tiempo, le habían explicado que el Maho puede dejar rastros que perduran mucho más de lo que harían normalmente, como en una demostración de orgullo por su propia destrucción. Se mordió ligeramente el labio ante aquel pensamiento; en cierta manera era lo que sospechaban: los pergaminos, el poder de Fu Leng... Expulsó una bocanada de aire y sus ojos fueron rápidamente a encontrarse con los de Aswad.

-Moto-san, ¿alguna vez habéis impedido un ritual sombrío? -preguntó directamente. Sabía, como suponía que sus dos interlocutores, que cuanto más pasara el Maho ligado a un lugar, más se enraizaba y más poder cogía. Por otro lado, también sabía que ninguno de ellos era Shugenja, aunque posiblemente Oni-sama tuviera nociones sobre qué hacer en aquellas situaciones- ¿Shiroi-sama? -preguntó, mirando a su derecha, como esperando que tuviera otro as bajo la manga referido a este tema.