Partida Rol por web

Al pasar su arma por encima de la coronilla de Pharan parecía que se recomponía un poco a medida que iba volviendo a ser un humano. La mano de Eladamri se iba adaptando a la nueva forma, el semielfo parecía estable, aunque necesitaría un tiempo.

Los cánticos seguían de fondo en aquella oscuridad repitiendo una y otra vez un nombre

Kilbo, Kilbo, Kilbo

Detrás de vosotros escucháis un golpeteo contra la roca.

Plom Plom Plom

Soy Myroc, no os preocupéis, puedo ver en esta oscuridad. Estoy dando martillazos al suelo ahora que el cabrón ese... Está ahí. Deberíamos... Deberíamos acabar con los otros dos

Plom Plom Plom

¿Alguien puede hacer algo para destrozarlo?

La luz había ido descendiendo poco a poco hasta que llegó el punto en el que la salvaje norteña no veía nada. Aunque eso no la molestó. Con la mano izquierda agarrando el cabello del pérfido Pharan, la otra mano seguía clavando y rajando con la vieja daga, con el objetivo de separar su cabeza del cuerpo.

Sólo las palabras de su compañera hicieron que parara durante unos instantes.

—¿A qué te refieres? Habla claro, mujer. ¿Alvina también? —preguntó rabiosa—. Tal vez sea uno de sus... trucos de bruja. ¿No? ¡Vosotros, callaos de una maldita vez!

Alatia tomó los restos del bastón y salió del fuerte, internándose en el bosque.

Una vez en él, desapareció.

Alatia había hecho lo que había podido y parecía que había salido bastante bien, tenía el bastón inutilizado en su poder y estaba en el bosque.

Solo tenía que encontrar un buen lugar para enterrarlo y así cumplir con las órdenes recibidas. La invisibilidad duraría bastante tiempo, como una hora, suficiente para ir bastante lejos del fuerte.

Tras un buen rato caminando invisible con su fiel amiga a su lado, llegó a un pequeño grupo de árboles jóvenes que formaban un pequeño círculo. El punto central sería un buen punto.

La invisibilidad ya casi había terminado y solo quedaba excavar un buen agujero. Pidió a su compañera que le lanzase el hechizo de poliformar, convirtiéndose en un gran topo. Con sus nuevas garras le fue sencillo hacer un largo agujero recto que llevase justo debajo del círculo de árboles. Una vez terminado su agujero, depósito al fondo del mismo los restos del bastón para luego proceder a cerrarlo.

Terminado eso recuperó su forma humana.

El pozo había quedado cegado con los restos del bastón al fondo. Alvina hizo crecer algunas flores y plantes en el lugar para disimular aún más el que la tierra hubiera sido removida.

- Tu voluntad ha sido cumplida. - dijo Alatia mientras Alvina se posaba en su hombro. Apenas permanecieron en el lugar un instante y emprendieron el camino de vuelta. Estaba preocupada por sus compañeros, a los que había abandonado totalmente, y sobre todo por la explicaciones que le podrían exigir.

Pero estaba hecho. Su labor había terminado.

Al ver que la norteña y Lya estaban ultimando a Pharan, decidí silenciar de una buena vez a los cultistas, es así que con un rápido movimiento, la mano de tierra libera a Pharan mientras Hrönn y Lya hacen lo suyo.

Apenas un par de segundos después de ello, un estruendoso crujido silencia para siempre la voz de uno de los cultistas, el cual cae al suelo con un golpe seco mientras me preparo para sacar de su miseria al siguiente de ellos.

Pobres diablos, están muertos y no lo saben. - comento mientras mi vista se posa en mi siguienobjetivo, el cual sigue cantando en un estado de absoluto éxtasis, total y absolutamente disociado de la realidad.

Una vez hecho, el bosque parecía en más silencio y quietud de la que había mucho antes.

Bien hecho...

El cinturón de Alatia pesó un poco más, una pequeña bolsa había aparecido, Alvina se acercó a observarla, pudo comprobar como en ella aparecieron las siguientes palabras

<<Casita de las Hadas>>

A su vez, junto al cinto de Alatia, un ruído metálico chochó contra su espada corta. Era otra espada, esta vez envainada, con solo descubrirla un poco un brillo oscuro relucía con cierto interés

Con tu audición comenzaste a escuchar la voz de Clemence junto con el susurro de una voz femenina.

Lya, enhorabuena, has ayudado a acabar con uno de los grandes males que estaba creciendo dentro de este plano. Estoy orgulloso de ti, sabría que eras una dina hija de tu madre.

Notabas como el mango del estoque se cargaba con cierta sutileza, lo sentías mucho más ágil y liviano

Los últimos versos de aquellos cánticos habían cesado, mientras los golpes contra el cadáver de Pharan y el golpeteo de Myroc contra el portal llenaban el silencio de aquella sala.

Oíais un lejano ¡No! con una descendiente fuerza desde el propio portal, parecía que habíais conseguido detener todo aquello antes de que fuese a más.

Un escupitajo salió de la boca de Hrönn en busca de la inerte cara de rata. Luego, varios improperios se escucharon en medio de la oscuridad.

—Bueno, ¿y ahora qué? Joder, no veo nada —dijo al tiempo que pasaba la daga sobre el cuerpo de Pharan para limpiarla—. ¿Cómo vas... Myroc?

La norteña dejó caer el cuerpo del enemigo, y luego se arrodilló y se puso a rebuscar en su petate.

—Debo tener alguna antorcha por aquí. A-a-aquí. Y el pedernal, el pedernal... ¡Aquí está! Lya, ¿Tu ave no puede encontrar a Alatia?

Myroc seguía con sus golpes contra el suelo, destrozando lo máximo posible, se agachaba destrozando algunas zonas concretas para levantarse y destrozar otras

Bien bien... En poco las zonas más importantes dejarán de ser útiles...

Eladamri buscaba en aquella sala algún rastro, pero no fue hasta que la norteña encendió su antorcha pudo ver que al fondo había una portezuela escondida. Abriéndola había una escalera de mano que ascendía al exterior, y justo a su lado una pequeña bolsa.

La bolsa era un petate sencillo y práctico, en su interior tenía pan, un poco de fruta seca y un poco de agua, suficiente para sobrevivir un día o dos si se exprimía, y junto a ello, un frasco con una poción, tenía una señal puesta "poción de invisibilidad".

La escalera de mano parecía ascender hacia la superficie, una vía de escape perfecto para huir en caso de necesidad.

Klex volvió a tomar la forma de cuervo posándose en el hombro de Lya.

- Vamos, Myroc, termina con eso. Tenemos que ir a buscar a Alatia y asegurarnos que está bien. - apremió al gnomo.

Encontré una salida trasera, creo que por aquí podemos alcanzar a Alatia sin tener que perder tiempo con el draconiano. - digo mientras recojo la mochila y guardo todo su contenido para luego distribuirlo entre mis compañeros junto con lo demás que encontré en la habitación de Pharan.

¿Os parece bien si Lya y yo nos adelantamos mientras Myroc termina su trabajo y Hrönn monta guardia por si algo viene a interrumpir a Myroc? - pregunto mientras sopeso nuestras opciones con cierta premura.

—Pero si esto ya está casi terminado. ¡Tú! Agarra la antorcha y dame el martillo —le dijo bruscamente al gnomo—. ¿Hay que golpear algunos puntos determinados, o reviento todas las marcas?

Sin esperar respuesta, Hrönn le quitó el martillo y comenzó a golpear las marcas del suelo con brío, forzando a Myroc a taparse la cara y protegerse de los trocitos de piedra que salían furiosamente despedidos.

Con la fuerza de la bárbara el gnomo y la norteña consiguieron acabar con lo máximo de aquel portal rápidamente.

Con eso irá bien, gracias Hrönn

Suspiró un poco relajándose

Pues ya está... No deberían poder abrirlo, vaya... Sería totalmente imposible

Subís por las escaleras hacia al exterior, terminando en una trampilla, con un poco de fuerza la trampilla cedió, dejando paso a un salto al bosque circundante del fuerte. Sacudiéndoos el polvo un poco volvéis hacia la puerta principal, echando un último vistazo al fuerte.

Lo único que escuchabais era el cántico de los pájaros, solamente roto por el sonido de un caballo acercándose...

Un figura encapuchada sobre un caballo negro se acercaba hacia vuestra dirección, y deteniéndose a una distancia prudencial se bajó del caballo con las manos en alto.

Hola. Soy el mensajero de la Mesa de los Cuatro.

Bajó una de sus manos a la altura del pecho, la metió sacando una carta y se la tendió a Eladamri.

Me informaron de que el nuevo representante de Enfermedad era un tal Pharan, un semielfo; así que me supongo que eres tú. Esta es la invitación para la próxima Mesa.

Comenzáis a escuchar nuevos pasos de caballos acercándose, probablemente un grupo más o menos numeroso. Sacudía la mano para que Eladamri tomase el sobre.

Vamos, no tengo todo el día, tengo que seguir. Y no quiero que más que tu...

Miró a los demás.

Guardia personal, sepa de mi existencia.