Partida Rol por web

Sir Otto se aproximó hasta tener al alcance de su espada a aquel hombre extraño. No le infundía temor el arma que sostenía, era más una herramienta que una amenaza, pero la actitud del hombre tampoco le invitaba a confiar en él. Lo había contemplado parlamentar con el ser oscuro, eso no lo podía olvidar. 

A pesar de todo ello, el caballero contuvo su energía y descendió la punta de su hoja hasta tocar el suelo. El agua de la cascada aún se deslizaba por el metal dejando caer gotas sobre la hierba pisoteada. Recuperó la compostura y habló con más sosiego:

- Mi nombre es Sir Otto, el caballero ensillado. - no olvidando sus modales ladeó su cabeza como gesto de presentación - Os he visto parlamentando con una criatura de la oscuridad que imagino está detrás de las desdichas de un camarada de armas en desgracia, además de que sospecho sea el origen de esta lluvia salada. Eso no os pone en buen lugar a mi ojos, druida Adran. Dadme una buena razón para creeros, soy un hombre razonable. ¿Quién es ese ser y qué asuntos tenéis con él?

Sir Otto realmente esperaba que el hombre tuviese algo que decir que evitará que no hubiese alternativa a ensartarlo como una aceituna, pero muy buenas palabras debían de ser aquellas. Temía algún encantamiento como el que sospechaba habían echo caer sobre el infortunado Sir Aelius de Ravensburg, caballero del Diente del León. Recordaba la advertencia sobre un druida en los labios del caballero y la memoria de esas palabras lo mantenía en guardia.

- Hablad, druida Adran, mucho os jugáis en lo que vayáis a decir.

El Adran, observó con una mezcla de extrañeza y serenidad la aproximación de Sir Otto. Al levantar las manos, mostró una expresión de calma y resignación. Cuando el Caballero Ensillado lo cuestionó, el druida respondió con voz apacible:

- Sir Otto, noble caballero ensillado, no recordaba estar hablando con nadie, al menos no en voz alta. Estaba absorto en mis pensamientos sobre la levedad de la vida y sus sombras. - Adran frunció el ceño, ligeramente perplejo, antes de continuar. - Sin embargo, estoy aquí recolectando muestras de esta lluvia, tratando de entender su origen y naturaleza.

El druida, mientras mantenía las manos en alto en un gesto de rendición, prosiguió con su explicación:

- Es cierto que conozco a la Sombra, como yo mismo la llamo. Creo que ciertamente se ha hecho fuerte en estas tierras, refugiada de alguna otra parte, y no dejo de verla como algo inevitable, tan inherente a la existencia como la muerte misma. Soy un estudioso de esos fenómenos oscuros, no un aliado de la Sombra. Mi objetivo es comprenderla para aprender a convivir con ella, no para entregarme a sus designios.

Adran señaló la extraña cantimplora que llevaba bajo el brazo izquierdo.

- Este recipiente contiene agua de la lluvia salada, mis investigaciones sobre ella me han traído a este lugar. La Sombra es una realidad inmutable, y busco maneras de mitigar sus efectos sobre la vida en estas tierras, una forma en la que todos podamos seguir viviendo, supongo, a pesar del aparente yugo que esta porta.

El druida mantuvo la mirada fija en Sir Otto, esperando que sus palabras pudieran disipar la desconfianza del caballero, pero de golpe su rostro tomó un rictus extraño, mientras miraba por encima del hombro de Sir Otto, como si algo se hubiese materializado a su espalda.

- Pues si nadie saldrá, igual no me vuelven a ver. Hizo un gesto brusco con la mano. - Traigan más cuerda, que ahora voy yo. Entonces les explicó. - Para no perder más cuerda, la vamos a poner doble, aumentando así su resistencia, y pudiendo recuperarla. También podrá servir para regresar, y si como dijo el Caballero Maldito, había que balancearse para poder llegar al sitio... pues así podríamos llegar. Miró al compañero. No se fiaba de los campesinos, pero se lo dijo de otra manera: - Quédate y protege a estos hombres. Si no regresamos cuenta nuestra historia, y si lo hacemos, ayúdanos a salir. Además, tenían que usarlos como mano de obra para la carga y el poder sacarles de allí.

Algo no iba bien. Como buen jinete, sir Otto había aprendido bien a estar atento a cualquier señal de su montura y reaccionar al instante con velocidad felina. Esa era la base de una buena equitación, junto con la sutileza. Aquella expresión en el rostro del druida sólo podía significar una cosa, peligro. Sir Otto no se giró, no intentó ver qué ocurría tras él antes de actuar. Como haría un caballo, actúo por instinto. Saltó hacia adelante agarrando de sus ropas al druida y tirando de él para apartarlo del lugar en un abrir y cerrar de ojos. La fuerza del empujón debería sacar al hombre de un peligro inminente y su propio salto hacia adelante poner distancia entre la amenaza a sus espaldas y él mismo. Una vez terminada la maniobra, Sir Otto intentó echar mano de una de sus hachas y ponerle imagen a la sensación que le había impelido a actuar por puro instinto.