Partida Rol por web

¿¡CÓMO NO HA SUCUMBIDO A MIS ENCANTOS!? SE VA A ENTERAR

Herida en su orgullo femenino de no gustarle a la sierpe, dio un pisotón en el suelo tras bufar, como si fuera una mula dispuesta a cargar contra su objetivo. Sin embargo dio una vuelta sobre sí misma lentamente, preparándose.

Al volver a centrar su mirada en la sierpe, la actitud de la ferviente diosa había cambiado por completo. Con el cuerpo levemente inclinado se llevó un dedo a los labios, postura perfectamente estudiada para que cualquier curioso pudiera observar sus sensuales curvas, más ahora que las ropas estaban pegadas a su piel y dejaba entrever partes transparentes de su cuerpo. El dedo rozó sus labios, humedeciéndolos mientras miraba fijamente a la sierpe con una ligera caída de párpados.

Dita había usado gran parte de su arsenal contra el enemigo, dispuesta a llegar más allá con tal de “ganar” esta batalla de indiferencia contra seducción.

Definitivamente la presencia de tanta belleza no hacía ningún bien al dios de los Sátiros, tras haber errado tan estrepitosamente que haría sonrojarse a cualquier mortal mi ánimo bélico se desvanecía por segundos. Las pronunciadas curvas de Afrodita opacn el silvido del arco de Artemis, dejando bastante patente que al menos por unos segundos, hubiese o no seducido a la sierpe, había atrapado al presente cabrón.

U-a-u...

No soy capaz de articular mucho más. Mi moral necesita un chute urgente.

Una vez repuesta de mi primer susto, me erguí con gesto si mirando a la sierpe. Alcé la mano hacia el cielo, como si quisiera coger algo del firmamento, y en mi mano comenzó a formarse pequeñas burbujas luminosas que terminaron formando una esfera de luz que recordaba a la luna, la cual personificaba.
Mientras lo hacía, miraba por el rabillo del ojo a mis compañeros para asegurarme que no estaban heridos. Afrodita y Pan parecían algo decaídos, pero por lo demás, no había heridos.
Hice que la esfera de moviera un poco en el aire juguetesndo ella y, después, se la lancé a la sierpe con fuerza.

Artemis centra su atención buscando algún punto débil en la sierpe, aunque su cuerpo parece hecho de una coraza de escamas prácticamente impenetrable que no le hace ninguna gracia, o mejor dicho, un nuevo reto para la Diosa de la caza y su arco majestuoso.

Apuntas a la cabeza pues en toda criatura suele haber cierta debilidad en esta, y lanzas tu flecha a toda velocidad.  Sin embargo y contra todo pronóstico, la sierpe tiene unos sentidos increíbles y parece haberla escuchado, por lo que en un rápido movimiento trata de esquivarla, pero no lo consigue ¡por muy poco pero no lo consigue! ¡y la flecha rasga parte de la coraza protectora de su cabeza haciendo brotar algo de sangre!

Mientras tanto y ante la atenta mirada de un Pan convertido en cabrón, embelesado por la actuación y las bellezas de las dioses, Afrodita emite un ligero aleteo de pestañas cargado de feromonas que deja un tanto desconcertada a la sierpe, que casi paralizada por sus encantos se queda quieta oliendo algo con descaro en el ambiente.

Ese momento de tranquilidad por parte de la sierpe, es aprovechado por Selene, que forma sobre la cabeza de esta una réplica luminosa y perfecta de la luna en pleno día, que arroja con fuerza sobre la criatura, en el mismo lugar en que previamente había sido lastimada por Artemis, golpeando con fuerza y ampliando la herida, que vuelve a emanar sangre con brusquedad.

La certera mano de Ártemis dirige la flecha directamente hacia la cabeza de la sierpe consiguiendo herirla. Sangre brota de ella cuando Selene aprovecha para atacar también en la misma dirección. La diosa de la caza pone los ojos en blanco. Está claro que así no van a acabar nunca. Con un suspiro baja su arco y, aprovechando la distracción provocada por Afrodita para que la gran criatura no ataque, decide ponerse en acción nuevamente. Frunciendo ligeramente el ceño, dirige su mirada directamente a la de la sierpe y sonríe de medio lado mientras una pequeña maldad pasa por su mente. Ártemis se concentra para tratar de convertir a la sierpe en un bonito y esponjoso conejito blanco.
 

Esta vez sí había funcionado, la sierpe estaba tan confusa que se hiere a sí misma que sirvió para que la amorosa diosa sonriera de forma triunfal, sintiéndose de nuevo eje del deseo de todo lo que se movía, subiéndole el ego más de lo que debería.

- Todo vuestro.- Se retiró el cabello del hombro, un gesto más para añadir teatralidad que por molestia, mientras se retiraba a un segundo plano, detrás de la cazadora, esperando pacientemente si fuera necesario para actuar una segunda vez.

Satisfecha, pude comprobar que mi ataque había hecho efecto. Le esfera luminosa regresó a mi y me preparé para volver a lanzarle cuando vi que Artemis planeaba hacer algo.
Lista para intervenir si fuera necesario, esperé a ver si tenía éxito.

La gigantesca sierpe dió algunos tumbos y se revolvió como pudo, resistiéndose a lo inevitable, pues poco a poco comenzó a volverse blanca y a perder sus escamas a la par que su tamaño se veía drásticamente reducido hasta que...  se escuchó una especie de POP y a pareció un precioso conejo blanco con los ojos ensangrentados, que mostraba sus dientes amenazadoramente...  o al menos eso intentaba.

A pesar de ello, la tierra seguía temblando, aunque el foco de dicho temblor no parecía estar demasiado cerca...

Vale, a veces uno perdía el norte... ¡pero perder también el tiempo!

Bueno, para qué engañarnos, el Señor de los Sátiros -yo, para los menos entendidos- era un experto en el noble arte de gastar el tiempo en cosas que para otros son pérdidas. Y mientras se esforzaban en convertir algo grande y duro en algo pequeño y blandito yo me esfuerzo en deleitarme con sus figuras mientras ellas observan fascinadas el acto de reducción a la adorabilidad.

Al volver al mundo real veo algo blanco pegar saltitos y hacer como que gruñe y río, río bastante.

Bueno... una sierpe menos en el mundo. ¿Puedo quedármela como mascota?

Pregunto, con cierta ilusión, inconsciente de que la Señora de la Caza y la Señora de la Belleza habían venido a buscarnos, más probablemente a Selene, pero no importaba.

La magia de la cazadora pareció surtir efecto, viendo cómo la gran sierpe decrecía en tamaño para convertirse en un adorable conejito esponjoso.

- ¡Pero qué cosita tan mona!.- No le importó que hace apenas unos segundos quisiera matarlos. Dando saltitos se acercó al animal para cogerlo en brazos y espachurrarlo entre sus pechos mientras le acariciaba la cabeza.- Me recuerda a tu hermano. Parece toda una fiera por fuera pero en realidad es achuchable.- Separó un poco al animal para darle un “beso”, juntando ambas narices con una sonrisa.- Le llamaré Ares, así estará conmigo.- Miró a Pan, quien se había agenciado primero al animal aunque Dita fuera más rápida con las manos.- No me importa compartirlo, pero antes de hablar sobre eso hemos venido a buscarte, sátiro.- Mantenía al conejo en su pecho, acariciando su suave pelaje y las orejitas.- ¿Podemos hablar mejor en tu habitación? – Preguntó no solo para asegurarse de que no volvían a perderle de vista por segunda vez, sino porque notaba el temblor de la tierra y prefería resguardarse, temiendo que los “familiares” de la sierpe vinieran reclamando venganza por el repentino secuestro.

En cuanto la sierpe desaparece ante sus ojos dando paso a un apeluchado conejo blanco, Ártemis sonríe de medio lado orgullosa consigo misma. Rápidamente surgen varios posibles padres adoptivos para el animalito, pero Afrodita es la más despierta de ellos y se apresura a tomarlo entre sus manos.
-Lo siento, Pan, me temo que Afrodita ha sido más rápida... -dice al sátiro acompañando sus palabras de un guiño de ojo. - Ahora sí, ¿podrías llevarnos a todas a tu bonita habitación? Tenemos cosas importantes de las que hablar y no quiero desatar más el caos en este bosque.

En realidad yo he sido más rápido: lo pedí primero, aunque...

Sonrío, en realidad no es que me importe en exceso. Si quiere compartirlo significa que podré acariciarlo mientras está cómodamente en sus brazos y quizá se me pueda escapar un poco la mano. Con cierta sonrisa maliciosa me hayo cuando mencionan algo serio. Y mejor aún: mi habitación.

¿En serio lo piden? ¿Qué clase de Dios se negaría a dejar entrar a la Diosa de la Luna, la Diosa de la Caza y la Diosa de la Belleza en la Habitación del Placer con él? Porque Afrodita había demostrado que ni siquiera uno ciego.

Con un ademán de la mano y una cortés y divertida reverencia, de aquella leve flor comienzan a surgir la entrada a un lugar donde muchos sólo pueden soñar las delicias que este sátiro puede brindar.

Si os habéis dignado en buscarme en persona, estoy seguro que no puedo negarme. Nada tiene que ver que vuestra tez me aturda.

Bromeo. No obstante algo estaba claro: irían a un sitio más privado. Sí.

La luminosa esfera giraba a mi alrededor a la espera del siguiente ataque, cuando todo terminó tan pronto como empezó. La peligrosa sierpe se transformó en un adorable conejito blanco. Parpadeé sorprendida, era realmente bonito, pero tan sólo se había cambiado el exterior. Por dentro seguía teniendo la misma mala uva.

- Al menos, ya no es peligroso y Afrodita tendrá una linda mascota que ocupe el lugar de Ares cuando esté fuera - sonreí divertida - no te preocupes, querido, te prestaré algún caballo de los míos ara que te haga un poco de compañía.

Ante la mención de la habitación, una pícara sonrisa se dibuja en mi rostro que trato de disimular con una mano. El sátiro no sería capaz de negarle semejante petición a una hermosa diosa, ni digamos ya dos.

- Pan es el mayor de los caballeros, chicas, pero por si acaso te aconsejo que tengas las flechas preparadas, Artemis - bromeé mientras me encaminaba a la habitación.

Afrodita, que pensaba que sus encantos y la inocente criatura la mantendrían a salvo, pecó de confiada.  Pues por muy conejo que fuese, tenía el corazón de una violenta sierpe que quería destrozaros.  Se abalanzó sobre ella en cuanto esta acercó su cara para hacerle monerías y este aprovechó para lanzarle un sendo mordisco en plena nariz, sin embargo la dentadura de un conejo no es tan potente como la de una gigantesca serpiente, y a penas le hacen unos rasguños a la Diosa, aunque eso sí, afean ligeramente su nariz.

Mientras aquello ocurría y más pendiente del nuevo temblor de la tierra que de otra cosa, Pan buscó un objeto para ser los nuevos cimientos y empezó a tocar la flauta, apareciendo de la nada una escalinata y una puerta:

- ¡Au! – Llevó una mano a la nariz tras el mordisco, aunque de nuevo la sonrisa surcó su rostro, esta vez de forma pícara.- El nombre te viene de lujo, también te gustan los duros preliminares, mi Arecito.- Lejos de asustarse del ataque, siguió estrechándolo entre sus pechos aunque esta vez sujetándolo de espalda para evitar otra dentada en lugares no deseados. Al menos por el momento.

Otro temblor sacudió la tierra, haciendo que brincara directamente hacia la escalera, dispuesta a entrar la primera a la habitación.- ¿Vamos? Tenemos un Olimpo al que salvar.- Guiñó un ojo a los presentes mientras subía los escalones, tocando la puerta antes de meterse en ella.

-Jajajaja -Ártemis se ve obligada a llevarse la mano a la boca para tratar de ocultar, sin mucho acierto, la risa cuando el pequeño Aresín muerde a Afrodita. -Vaya, el nombre de mi hermanito le viene al pelo.

Mientras tanto, Pan vuelve a hacer una de las cosas que mejor sabe y toca su flauta para que su ya conocida habitación se aparezca ante ellos.

-Ay, la verdad es que ya hasta echaba de menos este lugar... -bromea la diosa de la caza guiñándole el ojo al flautista.

Ni corta ni perezosa, se ajusta mejor su arco y carcaj y sigue a Afrodita hacia las escalinatas.

Qué remedio.

Me encojo de hombros, no había mucho que añadir. No obstante sonrío a Selene y alzo las manos con una cara de falsa inocencia, la mejor que sabía poner.

Ei ei, no hago nada que no quieran que haga. Aunque ustedes no sepan que lo quieren.

Les guiño un ojo... y la puerta estaba abierta. Una reverencia mientras les cedo el paso primero.

Mis diosas.

Reverencio como se merecen, aunque las palabras de Ártemis hacen que alce mi mirada para buscar la suya y sonreír a su broma.

Si lo deseas, puedo hacerte un tour turístico... en otro momento.

Sacudo la cabeza con cierta molestia y trato que no se note demasiado el hastío. Unas mujeres hermosas, sí, pero cómo no...

¿Salvar el Olimpo? ¿Otra vez? ¡Si sólo han pasado unos días!

Protesto, con cierto asombro.

Una tras otra las Diosas entran en el paraíso privado de Pan, que casi no podía creerse la suerte que estaba teniendo, pues aquellas eran 3 de las diosas m´s hermosas del Olimpo.

Suspirando por aquello que su imaginación le traía a la mente, las dejó pasar primero y después entró de un salto.