Partida Rol por web

Apolo rió divertido ante el comentario con doble sentido que la diosa de la discordia había lanzado. Resultaba evidente que aquel juego les excitaba notablemente y que Eris se debatía en el pensamiento de si mantenerse distante o mostrarse sumisa. Al ver la mano de la joven recorrer su pecho hasta sus partes nobles sonrió complacido creyendo logrado su objetivo pero ésta le obsequió con algo que no esperaba, le asió con la suficiente fuerza como para que su gesto se volviese serio y lo que prometía ser muy placentero, se tornase extraño, en el límite de lo bienvenido y repudiable.

- Respeto que te guste tener el control en todo...pero supongo que estarás dándote cuenta de que estás cerca de cruzar una línea que no te convendría cruzar... Comentó manteniéndole la mirada fijamente pero sin que su tono se volviese brusco. A decir verdad, tampoco le resultaba desagradable lo que estaba ocurriendo y dejó que la joven siguiera sosteniéndolo por su miembro y genitales. Mantuvo sus ansias de abalanzarse y besar nuevamente a Eris y la escuchó con atención, dándole a entender que no forzaría una situación que ella no desease también. Cierto era que Apolo tenía fama de ser un raptor y tomar por la fuerza lo que deseaba, pero en aquel instante estaba dispuesto a seguir el rol contrario. La discordia llevaba la voz cantante y ostentaba el poder. ...aunque reconozco que me excita que lleves el rol dominante, no se te da nada mal, encanto. Esta bien, te escucho atentamente...

Las palabras de la diosa le sorprendieron. Si Erebo, hijo del caos y señor de la oscuridad, intervenía fuese de la forma que fuese, inevitablemente el balance y equilibrio que a duras penas se había logrado mantener tras la conjura, no serían fáciles de mantener. ¿Qué demonios estaba ocurriendo en realidad? Muchas preguntas se arremolinaban en la mente de Apolo y pocas eran las respuestas que lograba obtener. 

No fue hasta que Eris acarició gentilmente sus partes, antes de retirar su mano, dejando en el aire una promesa a futuro de que le deseaba, que Apolo no volvió a sonreír, susurrando con malícia.

- Te he escuchado con atención y entiendo tus ansias de contemplar el caos desde cerca, forma parte de tu esencia y nunca te lo impediría, es más te acompañaré con gusto... No obstante, no creo que tomarnos unos minutos vaya a privarte de disfrutar de tu ansiado espectáculo y de que podamos reunirnos con Atenea con prontitud. Necesito recuperar mis energías para estar en plenas facultades y afrontar lo que venga, y por qué negarlo...te deseo...

Apolo se volvió a acercar por tercera y última vez a la diosa Eris buscando sus ansiados labios. Si volvía a mostrarse esquiva, simplemente se detendría, resignándose a no ofrecerle placer, pese a desearla ferviéntemente. Intuía que la diosa se sentiría más cómoda si era ella la que llevaba el control de la situación, por lo que aguardó su respuesta mientras su mano jugueteaba lentamente por su espalda...la mirada de Apolo no dejaba de ser hipnótica y su cuerpo atlético, semi desnudo y ataviado por un túnica blanca, invitaba a ser abrazado. 

- ¿Me obsequiarás con un triste no? ¿O por el contrario entrarás a jugar a este placentero juego de dos? Tú decides...

Tendrás que esperar - Dijo Eris con una sonrisa complacida.

Apolo era un dios impetuoso. Ya habría momento de desatar ese ímpetu.

Y entonces, Eris cambio de forma.

Es momento de continuar. Lo que va a ocurrir es inminente - Dijo con su forma de genio femenino alado.

Apolo entendió que la joven no estaba dispuesta a seguirle el juego, al menos no en ese momento, y muy a su pesar acarició el cabello de Eris dando por concluído su intento de llegar a algo más. La diosa se transformó en un genio femenino alado dispuesta a actuar con presteza y el Dios solar hizo lo propio transformándose en un imponente y magestuoso grifo, no sin antes susurrar.

- Te tomo la palabra, encanto. Esperaré... Su voz denotaba que se había quedado con las ganas pero que tenía su orgullo para no insistir más si le habían dado la negativa en esos instantes. Sabía que otra ocasión llegaría, quizá sin si quiera buscarla...era consciente de su atractivo físico y no le faltaba confianza en sí mismo. Pongámonos en marcha entonces. Estoy deseando volver a causar revuelo y salir de este lúgubre lugar. Te sigo...

Apolo aguardó a que Eris, la diosa de la discordia, emprendiera la marcha para seguirla y ofrecerle protección de ser necesario. No sabía exactamente cuánto tiempo habían permanecido allí, pero el mero hecho de tener en sus manos su lira y nuevamente compañía, le habían renovado bastante.

La diosa de la sabiduría había sido una espectadora distraída y muda de toda la escena, limitándose a atusarse las plumas de las alas con el pico durante los momentos más comprometedores y embarazosos protagonizados por los dos hermanos divinos.

La verdad, Apolo le caía simpático y, a lo largo de los milenios, nunca había tenido grandes disputas con él. De hecho, los dominios sobre los que ambos regentaban eran afines y la propia Atenea disfrutaba del tiempo que pasaba junto con las Musas o con Asclepio, todos ellos deidades ligadas al dios de la luz… quizás por eso la diosa de la sabiduría, caprichosa como toda divinidad, juzgaba con mayor indulgencia las acciones del fogoso Apolo. Sin embargo, su relación era muy diferente con su hermana Eris… a raíz de la dichosa manzana la animosidad que siempre le había profesado se había transformado en auténtica inquina. Tampoco ayudaba nada el hecho de que su astucia e inteligencia fueran comparables a las de la propia Atenea.

Durante algunos segundos Atenea dudó sobre si mostrarse o no. Por fin se decidió en cuanto vio el definitivo fracaso de las insinuaciones sexuales de Apolo y que Eris cambiaba de forma para acudir en su búsqueda.

-Brillante plan, hermana.- Le espetó a Eris, justo un instante después de recobrar su imponente forma humana y situarse a pocos pasos de la diosa de la discordia. – Has logrado reunirnos con tu pequeña pieza improvisada. Sólo nos resta saber a cuántas más criaturas del inframundo has atraído. Sin duda no habían oído nada semejante en estos lares desde la venida de Orfeo.

-También creo conveniente que compartas un poco más de lo que sabes… Sin duda, a mí no podrás cogerme por los huevos como pago por la información,  pero seguro que está en tu interés decirnos algo más para que podamos enfrentarnos a la amenaza que amedrenta a la mismísima oscuridad.- Dijo la diosa, remarcando con toda intención las palabras “tu interés”. Eris sólo iba a moverse por su propia ganancia… y para aumentar los enfrentamientos y malos entendidos.

-Un placer volver a encontrarte hermano.- Dijo, volviéndose a Apolo, con una media sonrisa de superioridad.- ¿Sabes? No sé por qué pero al volver a verte he pensado en padre y en los problemas del Olimpo. Más de la mitad de ellos empezaron porque el gran Zeus no sabe mantener quieto su divino miembro.

Eris dedicó una mirada a Atenea cuando apareció en el lugar. La mirada inexpresiva (al menos, una mirada que siempre expresa enfado independientemente de los pensamientos que oculta resulta bastante inexpresiva, si lo piensas) de un genio maligno. Después recuperó su forma propia y sonrió con afabilidad.

¡Al fin decides mostrarte, hermana! Confieso que ya no sabía que hacer para que dieras la cara. - Dijo como si hubiese sabido desde el principio que estaba allí (y quizás era así).

Muy hostil para alguien que viene a ayudar ¿no crees?. Deberías reevaluar tus amistades, cariño. Allí arriba ahora mismo te quedan pocos apoyos, y la cosa no mejora aquí abajo. Casi me das ganas de castigar tu arrogancia. Casi.

Como muestra de buena voluntad o como parte de un plan mayor, Eris sacó dos objetos que tendió a su hermana. Dos objetos que ella reconocía bien.

De nada, cariño. ¿O acaso creías que solo tenía regalos para nuestro lascivo hermano? Tu lanza y tu escudo. Y ahora (tal y como dije al llegar antes de tener que posponerlo hasta que decidieses mostrarte), tenemos que irnos de aquí. Otras almas están respondiendo a mi llamada.

Se detuvo un instante.

¡Ah! Casi se me olvida. Tengo un regalo más para vosotros. - Sacó una ánfora y se la ofreció a ambos. - Bebed. Un trago cada uno. Lo que no os toméis lo voy a tener que tirar, y sería un desperdicio.

Recupera después su ánfora vacía y si no está vacía aún, la vacía en el suelo. La guarda bajo las ropas y adquiere forma de genio de nuevo.

Vamos de una vez. Tengo algo que hacer antes de irme y allí arriba no van a esperar por nosotros

Ver aparecer a Atenea no fue una sorpresa para Apolo, quién sabía a ciencia cierta que la diosa de la estrategia habría logrado escapar de aquellas inmundas arpías. Que hubiese visto de principio a fin la escena que habían mantenido Eris y él le hizo gracia y no podía evitar sonreir. Tras transformarse de nuevo en dios, comentó divertido.

- Ya sabes que yo también me alegro de verte, era obvio que no tardarías en venir a buscarme una vez escaparas de las arpías... ¿A caso te preocupaste por mi? ¿Descubriste que era aquella criatura que nos perseguía, la que sobrevolaba tras las inmundas rapaces y les daba órdenes? Preguntó con curiosidad, aunque intuía que podía ser. Ante la comparación con Zeus por sus insinuaciones sexuales, Apolo simplemente se encogió de hombros. Bueno, no creo que tenga nada de malo darse algún placer carnal de vez en cuando... Entiendo que a ti eso no te vaya al ser una diosa virginal obediente a Zeus,... y Eris, que se yo, también es demasiado mojigata...solo piensa en hacer daño, manipular, tergiversar, conspirar y sembrar discordia. ¿Son mejores vuestros caprichos que los míos? A mí no me importaría montarme un trio con ambas y que mientras tanto limaseis vuestras asperezas...igual compartís más de lo que creéis en común... susurró con sorna. La situación le divertía sobremanera. Cuando consideró terminada la broma, habló nuevamente con seriedad.

- Eris, ¿De dónde recuperaste mi lira y las armas de Atenea? Responde, anda. Si ya estabas con nosotros desde el inicio, y solo pretendes causar caos en tu propio beneficio, no está de más que tires de la lengua. A todo esto...¿Tienes también mi carcaj de flechas? Sólo con la lira noto que me falta algo...

Cuando le ofreció beber del ánfora, dudó de las intenciones de la discordia al ofrecérsela, pero siendo sincero, no le importó en demasía y bebió un largo trago. Después decidió entonar una melodía para saber exactamente dónde estaba su hermana Ártemis y cuál era su situación.

- ¿Qué te queda por hacer aquí en el inframundo y quién no va a esperar allí arriba por nosotros? ¿Saben si quiera que vamos para allá? Finalizó entonando la frase, con los ojos cerrados e imbuído en sí mismo. Después se levantó de un salto y emprendió la marcha.

Atenea escuchó la respuesta de su hermana con una mirada distante y un gesto falsamente distraído, como si no le importase nada de cuánto dijese. Al fin y al cabo, ésa era la forma más segura de hacerla enfadar y, quizás, tirarle un poco más de la lengua. A la diosa de la discordia le encantaba el sonido de su propia voz... hablaba y hablaba. Incluso, en ocasiones, decía cosas útiles. Sobre todo útiles para si misma. Sólo cuando le presentaron sus armas la deidad de la sabiduría, la de ojos glaucos y mirar sereno, esbozó una sonrisa, un gesto alegre y franco pero que no lograba ocultar una mirada suspicaz.

-Vaya, un regalo de tu parte. ¡Qué amable! Espero que esta vez no demandes en pago una nueva guerra de Troya. En cualquier caso prefiero no preguntarte cómo las has obtenido. Me temo la respuesta.- Dijo, cogiendo sus armas, esbozando un alegre molinete con su lanza.- Me siento desnuda sin ellas.

-Querida Eris, no me hagas reír. ¿Amigos arriba o abajo? ¿Cuántos amigos podemos contar ninguno de nosotros en el Olimpo? En la morada de los dioses no hay amigos, hay conveniencias, inclinaciones e intereses. Pero eso, lo sabes mejor que nadie, así que te preguntaré directamente. ¿Cuáles son las conveniencias e intereses del día en nuestra bendita morada?- Respondió mientras tomaba entre sus manos la ánfora que le tendían y vertía unas gotas del líquido en su mano, llevándoselo a sus labios y nariz con prudencia.

Tras esto se volvió hacia Apolo.

-Usa tu lógica con Afrodita hermano. Yo seré virginal pero ambos sabemos bien que la lealtad a Zeus nunca ha sido mi punto fuerte. Y hablando de puntos fuertes... aunque mi estrategia dio sus frutos pero no he logrado averiguar qué era la criatura que amenazaba y ladraba órdenes a las arpías. Quizás Eris lo sepa- Atenea resopló ligeramente.

-En fin, es inútil intentar impedir que cada uno se comporte según su propia naturaleza y la tuya es bien conocida... por desgracia, dudo que tus deseos puedan verse satisfechos... en este momento.- Le dijo con una sonrisa pícara que hacía contrapunto a su gesto severo. Las palabras "en este momento" flotaron en el aire durante unos instantes. Al fin y al cabo, Atenea a veces pretendía ser coqueta, aunque sin demasiado éxito.

-Sin duda tenemos que movernos... Pero no pienso acompañarte a ninguna parte del Inframundo, mi querida Eris, si antes no me dices a dónde piensas ir.

Eris seguía siendo tratada con suspicacia y bombardeada a preguntas, pero tampoco le extrañaba demasiado. En realidad no podía culparles en absoluto.

En forma de genio, que aún podía hablar, habló y dio respuesta (más o menos) a las inquietudes de sus hermanos.

Vuestras armas y objetos los recuperé del lugar en el que Hades las mandó guardar. Es una suerte (en este caso para vosotros) que yo estuviese allí para poder prestar atención a esos detalles mientras vosotros estabais siendo distraídos con el tema de vuestra propia reclusión. Al fin y al cabo, si no llega a ser así, creo que vuestro plan de huída no incluía recuperar dichos objetos. - Contesta a Apolo

En cuanto a las amistades, tienes mucha razón hermana en que vivimos en una casa en la que cada habitante mira más por sí mismo que por los demás (como debe ser), razón de más para que suavicemos nuestra relación a tenor de que independientemente de mis motivos, mis actos hayan resultado en algo que te ha proporcionado un resultado agradable. Así que, hoy y ahora, puedes considerarme tu mejor amiga. - Contestó después a Atenea.

No debéis preocuparos por aquella criatura que espoleaba a las arpías a competir entre ellas, sino por el hecho de que eso convirtió vuestra situación desde una persecución de 20 criaturas a 20 persecuciones de una criatura. Aun así, si aun no la habéis reconocido, miradme mejor - Respondió finalmente a ambos haciendo gestos para mostrar su aspecto de genio alado femenino. Una figura que quizás reconocerían de haber visto anteriormente.

Y finalmente llegaban al tema que la ocupaba personalmente.

Es muy descortés por tu parte, hermana, no ofrecerte a acompañarme, ya te he dicho que hoy y ahora soy tu mejor amiga. Pero si tanto os preocupa iré sola. Lo que tengo que hacer es visitar a la familia. Es algo que una madre no debe olvidar. Pero será una visita breve y en cualquier caso, puedo hacerla sola. Si en algo agradecéis mi gesto, nos reuniremos junto a la laguna y regresaremos juntos. Hay al menos dos vías para salir de aquí, la que usamos para entrar o la que Orfeo usó para salir. Sería una ventaja contar con Perséfone entre nosotros, pero seguro que seremos capaces de encontrar alguno de los caminos para regresar a casa.

Tal y como intuía desde que la había visto, Eris era la criatura alada que no pudo distinguir, pero que había espoleado a las arpías. Aunque tratara de excusarse, sabía que la discordia ocultaba más de lo que aparentemente les hacia creer, pero poco le importó. En realidad le divertía el asunto. El joven repasó mentalmente lo que les había enunciado y meditó... ¿Eris había estado atenta a la conversación de Hades, mientras ellos eran llevados a a sus celdas, y obró tratando de ayudarles?  ¿Sólo por su talento había logrado colarse y robar los objetos sin que el dios del inframundo tuviese conocimiento del asunto, escabulléndose sin ser vista? ¿Por qué habría de sorprenderle que Atenea y él se negasen a la alternativa que Perséfone les había ofrecido? ¿Las arpías le habían obedecido por simple casualidad al ver su apariencia o ostentaba el mando? Mentía. Claro que mentía. Era su naturaleza. Estaba aliada con Hades, no tenía dudas de ello.

- Eris, me encanta que vengas como solución a nuestros problemas, como si de verdad te importase nuestro destino... ¿Te preguntas por qué siempre fuiste menospreciada y rechazada? Es fácil saber la respuesta, encanto. Son tus acciones la que te definen, no solo tú naturaleza... Sonrió el dios solar mientras se colocaba su carcaj. No sabía con exactitud si había logrado conectar con Ártemis mientras tocó brevemente su lira, pero lo que si había logrado era imbuir de poder sus flechas. Ya estaba presto para el combate, ya era letal. A pesar de todo, no te culpo. Al contrario, te estoy agradecido de que nos hayas devuelto nuestras armas y objetos, y de verdad pienso, tal y como te dije anteriormente, que sin ti las cosas serían distintas, más monótonas y aburridas. Es tu influencia la que inspira, fomenta la competitividad y el ánimo de superación, lo que trae el cambio. A mí eso me gusta y atrae sobremanera.... eres un pilar fundamental, lo quieran o no reconocer nuestros hermanos... Simplemente tus funciones no son bien vistas, eso es todo...

Apolo se acercó hasta estar casi rozando el cuerpo de Eris y le susurró.

- Sigue divirtiéndome como hasta ahora... Estoy dispuesto a complacerte, a todos los niveles, ocasionando caos y destrucción por doquier, si con ello puedo cobrar venganza... Un rostro de deseo y lujuria, condimentado con malicia y ansias de venganza, definía en esos instantes al dios más polifacético del Olimpo y por ende, notaba como la diosa de la discordia crecía por momentos en tamaño. Por mi parte ya no habrá más preguntas, quiero ver qué me ofreces y sorprenderme por ello. ¿Una visita guiada hasta el dios del inframundo? ¿Quizá visitaremos a tus hijos Ponos, Macas, Lete, Neikea, Fonos, Limos...? ¡Sorpréndeme!

Atenea también habló y coqueteó con él, por lo que terminó suspirando un tanto frustrado, ambas eran iguales...mucho hablar y poco hacer...

- Lo dejáis todo en el aire, como una posibilidad que remota se acaba perdiendo junto con el tiempo, palabras que al final se quedan en nada, se hunden más allá del inframundo...

¿En este momento? Sugirió de forma sutil la estrategia

¿Tendrás que esperar? Habló en tono mordaz la discordia

El futuro espera, el presente añora lo que el pasado prometía

¿Palabras muertas, frases rotas, promesas vacías?

¿Qué hay de mi corazón? Yo solo sé que se enfría...

Querido Apolo, - Dijo Eris captando las insinuaciones del Dios - Si dos cosas podrías haber aprendido de mi que parece no has hecho, son dos simples puntos que, además de en mi naturaleza, están en mis hechos: La Discordia no responde ante nadie salvo ante sí misma y la Discordia no miente, porque la mentira se puede esclarecer y eso agotaría sus posibilidades. La discordia embauca sin mentir. Así que toma nota, querido: No sirvo a nadie en el inframundo ni respondo ante Hades. Tampoco he hablado con él recientemente. Puedes creerme o no, pero aunque me hubiese encantado ver como el señor del Inframundo se levantaba en una nueva conjura apoyado por dos de los más importantes olímpicos, vuestro encierro aquí no tiene nada que ver con mis actos y en ningún instante participé en contra vuestra desde que aquí llegamos. En cuanto a mis pasos, si me sigues verás que son menos ambiciosos de lo que sospechas y a la vez mucho más útiles.

Eris echa a volar en dirección que sólo ella sabe. Dejando a sus hermanos la elección de confiar o no.

Vuelo en dirección al río Leteo con el ánfora guardada. Voy a invocar a mi hija, y algo más.