Partida Rol por web

Sigo a Apolo

Los dioses se organizaron y si la competición desesperada entre arpías les ayudó no fue de manera notable, aun así, Eris esperaba que esa semilla diera fruto antes o después.

Atenea, en su forma de lechuza era rápida y pequeña y su estrategia de usar las nubes para despistar a las arpías no solo parecía ir a funcionar, si no que parecía dificultarle a ella seguir a la Diosa, así que optó por seguir a Apolo. Si podía, le seguiría en vuelo rasante, si se volvía muy complicado, siempre sabía a dónde se dirigían los dioses y podía llegar allí primero. A los campos asfóleos.

Inició un seguimiento de Apolo, pero pronto vio que el dios-grifo se había dedicado a hacer complejos requiebros entre edificios que hacían muy compleja la persecución.

A medida que lo intentaba sin mucho éxito, decidió dejar de seguirle. Su forma de genio era demasiado aparatosa para hacer acrobacias entre edificios. Se alegró, no obstante, de no haber intentado perseguir a la pequeña y ágil lechuza. Si un grifo le daba esa guerra no quería ni pensar que no haría Atenea.

Lo intentó un poco más, pero no tardo en darse cuenta de que aquello no conducía a nada. Se elevó en dirección a un punto elevado entre los edificios: el tejado o azotea del más alto. Lo hizo asegurándose primero de que Apolo no se hubiera alejado aún de la zona porque necesitaba que el dios la viera o escuchara.

Adoptó su forma humana y empuñó la lira de Apolo. Si a ella no la veía, seguro que reconocía el tañir de las cuerdas de su instrumento.

De pronto, y en medio de tu desconcierto, escuchas un sonido inconfundible que viene de lejos, en la distancia, a tu espalda, tu lira...  ¡alguien está tocando tu lira!

Atenea le había hecho ganar tiempo para escapar y surcando por el aire las profundidades del inframundo, Apolo llegó hasta una zona aparentemente inhóspita en la que talladas en vivo en la roca se divisaba algo semejante a viviendas. ¿Cuánto tiempo había estado sobrevolando? Difícilmente podía aproximar algo y no tenía la más remota idea de dónde estaba. Sentía que tenía embotados los sentidos y solo en algunos momentos creía estar escuchando su hermosa lira. Avanzaba corriendo en la dirección que intuía y perdía el rastro para recuperarlo en otro lugar distante....

Maldita sea... Estoy totalmente perdido y ya no se si lo que oigo es cierto o solo un especie de hechizo... ¿De veras alguien está tratando de hacer sonar mi hermosa lira? Ni de lejos suena con la perfección con que resonaría en mis delicadas manos... ¿A dónde me dirijo? Me cuesta orientarme en este lugar...

Apolo lamentaba haber perdido de vista a la diosa de la estrategia pero gritar para tratar de reencontrarla no le parecía una buena opción. Probablemente atraería a enemigos antes de dar con ella. Viendo que siguiendo el sonido parecía estar dando palos de ciego, se mantuvo en total silencio, miró a sus alrededores hasta donde alcanzaban sus ojos y trató de orientarse. ¿Quería recuperar su lira? Por supuesto, pero antes de seguir andando sin sentido buscando melodías en el viento...trataría de orientarse observando bien culaquier detalle, algo que le hiciese intuir por donde ir.

Era difícil seguir el sonido de la lira, y sin embargo ahí estaba, cada vez más audible aunque haciendo eco por todas partes ¿por dónde deberías ir? Desde luego era evidente que sonaba a tu espalda,s i a tu espalda, al menos eso lo sabías, de modo que decidiste dirigirte hacia allí y ver si podías recuperar tu preciada lira...

No eres consciente de cuánto tiempo has seguido el sonido, pero desde luego, no ha sido poco...  incluso te da la sensación de que lo que empiezas a ver te resulta familiar, como si el sonido de la lira te estuviese ayudando a reencontrar el camino.

De pronto, y sin poder creerlo, ves a Eris, tocando tu lira con gran descaro y mirando en todas direcciones, como esperando a algo o a alguien.

Apolo llevaba desorientado un tiempo que no fue capaz de determinar tras separarse de Atenea y las arpías. Sentía haber dejado atrás a la diosa de la sabiduría y la estrategia pero ya no podía hacer nada para remediarlo y lamentarse era una tontería. No fue hasta que escuchó el sonido de su amada lira que no pudo lograr ubicarse, y no sin esfuerzo, ir recorriendo camino hacia atrás hasta dar de frente con la diosa de la discordia.

El dios de la luz se frotó un par de veces los ojos y se dió un par de palmadas para creer lo que sus ojos veían, y tras sonreír, le susurró.

- Eris, encanto. Dime qué no eres una ilusión y que estás aquí, frente a mi, con mi preciada lira... ¿Estabas esperándome o esperabas a otro en mi lugar? No sabes cuánto me alegro de verte... ¿Puedo saber cómo has llegado aquí y por qué tienes en tus manos la lira que me regaló Hermes? No diré que no la haces sonar bien, mentiría si dijese lo contrario...pero en mis manos ya sabes que alcanza otro nivel. la sonrisa de Apolo era hipnótica y cautivadora. En aquel momento, ver a Eris sujetando su cítara le parecía todo lo que anhelaba. ¿Cómo negarse a una preciosa diosa y a su preciado instrumento? 

Atenea voló y voló, ocultándose entre las nubes de humo y polvo hasta que su inmaculado pelaje blanco se volvió negro y sus ojos glaucos, que tanto habían sido celebrados por los poetas humanos y las musas divinas, se enrojecieron e irritaron, aunque sin perder la agudeza que les caracterizaba.

Tan sólo cuando estuvo segura de que había despistado a las arpías se permitió la diosa darse un descanso. Había alcanzado una pequeña victoria pero el precio había sido alto… Había escapado pero estaba segura de que su querido tío Hades no iba a tardar en enviar en su búsqueda nuevas e inquietantes criaturas, pues eran legión los monstruos que moraban en el inframundo. Por si fuera poco había perdido a Apolo y, pese a que le había indicado una dirección determinada, estas indicaciones eran demasiados vagas como para confiar en ellas.

-No me queda elección. Tendré que buscarlo casi a ciegas…- Murmuró para sí misma, mientras echaba a volar en la dirección en que esperaba encontrar al dios de la luz, oteando el horizonte si bien intentando no ser vista ella misma.

Cuando al fin Apolo hizo acto de presencia, Eris ya estaba a punto de completar la melodía y abandonar su puesto convencida de que Apolo no la había oído o no vendría a su encuentro. Pero, tal y como había supuesto, el Dios patrón de la Música no podía abandonar su preciado instrumento en el Inframundo.

Apolo llegó con las últimas notas del adaggio sostenido que suponía el primer movimiento de la obra elegida. Cuando Apilo habló, la lira interrumpió su recital a escasos compases del final y Eris comenzó el suyo divertida. Su tono contrastaba con el abrupto final de la melodía inacabada.

Es una pregunta prudente. Quizás yo no sea más que una ilusión destinada a atraerte y capturarte. Aunque de ser así hubiera elegido a tu melliza o alguien más cercano. Otra opción más propia de mi es que esté colaborando voluntariamente en vuestra captura y te haya tendido una trampa astuta... pero en cualquiera de ambos casos contestaría a tu pregunta afirmativamente, ¿no? Así que poco puedo decir ahí.

Hizo una pausa teatral y luego continuó por donde otro hubiera empezado.

¡Bienvenido, medio hermano! ¿A quién si no iba a estar esperando? ¿No sonaba mal, verdad? Es lo que sucede cuando trabajamos juntos. Tú, sin proponértelo, das los medios y yo brindo una motivación y unas cuantas composiciones magistrales después, nace una nueva y convulsa era inspirada por el arte... y por mi. Es para estar orgullosa ¿no crees? También yo le enseñé a dejar inacabadas sus actuaciones cuando le interrumpían - Añadió como mordaz reprimenda.

Bajó el instrumento, salvó de un par de pasos la distancia que les separaba y le dio al Dios Solar su instrumento y un beso en la mejilla cerca de la comisura de los labios.

Toma. Esto porque es tuyo, y esto... por llamarme encanto. Ahora vamos. Tenemos que salir de aquí. Has tardado demasiado y otras almas pueden estar respondiendo a mi llamada.

La actitud jovial de Eris no pudo evitar que Apolo esbozase una sincera sonrisa, y en cuanto el dios entró en contacto con su preciado instrumento, un aura de energía lo envolvió por completo, renovándole por dentro. A la legua resultaba evidente que el dios de la luz estaba gratamente complacido por el reencuentro y no se conformó con un simple beso de la joven, cercano a la comisura de sus labios, si no que tomándole de la mano cuando ésta se disponía a alejarse, la estrechó contra su deseable cuerpo y le entregó un cálido y pasional beso con lengua, que se prolongó en el tiempo lo que la diosa de la discordia deseó. Apolo lucía realmente mejor en todos los sentidos...

- Lo siento, preciosa. Creí que debía expresar mi agradecimiento de forma adecuada... Le comentó con ternura una vez sus labios se separaron, aún con la respiración entrecortada. La fragancia de la hermosa diosa había embotado los sentidos de Apolo y le costó un tiempo reaccionar. Tienes razón, hay que salir de aquí. Gracias por venir a buscarme, ya fuese por la razón que fuese... confío en poder devolverte el favor en algún momento. Te lo debo.

- Y si, siempre he creído que sin la motivación que inspiras a los mortales, mi hermosa música no sería lo mismo, ni de lejos. ¿Debería valorar más tus esfuerzos? A veces me siento demasiado altivo y presuntuoso...que cosas... Señaló en tono mordaz. Eris tenía algo que siempre atraía al dios de la luz, aunque no era capaz de expresar con precisión. ¿Tienes algún plan en mente a partir de aquí? Por cierto, si tienes algún tipo de herida, ahora que tengo mi cítara podría restaurarte e imbuirte de mi poder ¿Debo preocuparme por ti?

Escuchas el sonido de una lira proviniente de una zona cercana al lugar donde viste por última vez a Apolo ¿su lira quizá? ¿y cómo la encontró? o peor aún ¿quién trata de "invocaros" con ella? ¿será una trampa?

Parece que os encontráis en un lugar relatívamente a salvo, tras una desvencijada construcción que parece de hueso y donde seguramente haya alguna que otra alma atormentada, y que sin embargo os sirve junto con las rocosas montañas como refugio, pues os ayuda a estar lejos de ojos indiscretos.

¿Era un sueño lo que estaba oyendo? ¡La divina lira de Apolo tocando a no mucha distancia de allí!, sin duda muchas criaturas se verían atraídas por ella.

La diosa de los ojos glaucos sopesó las opciones…. La solución que parecía más evidente es que Apolo se las había apañado para emplear su tiempo de la mejor forma posible, recobrando sus armas y usando sus divinos dones para enfrentarse a sus enemigos. Sin embargo, la diosa no podía percibir ruidos de combate o aleteos viniendo de la misma dirección que la música. La segunda posibilidad era, por supuesto, que se tratara de una trampa y que su temible tío Hades se estuviera jugueteando con ellos, usando sus cartas para hacerles salir de donde se habían escondido y planteando hacerles una jugarreta. Pero ella era la diosa de la estrategia, y no pensaba dejarse atrapar.

Por ello, sin abandonar la forma de lechuza, Atenea se dirigió a donde la música la guiaba, siempre procurando camuflarse en la accidentada orografía del inframundo y tras las nubes de polvo y humo que encontraba en su camino. Con un poco de suerte podría ver sin ser vista.

Apolo la besó excediendo su desafío, así que ahora era tarea de Eris provocarle. Interponiendo una mano entre ambas bocas después del beso con los dedos índice y corazón a un lado de su boca y anular y meñique al otro, empujó suave pero firmemente apartando a Apolo. No te vengas arriba, hermano. Esa es Afrodita. Tras el beso, buscaron un lugar seguro y, al parecer, habían llegado a una especie de piso franco. Ahí podrían hablar. No vine a buscarte, en realidad, llevo con vosotros desde que os trajeron. Se me da bien pasar desapercibida, eso es todo. Inclinó la cabeza hacia un lado. Así pues, yo no estoy huyendo ni estoy aquí encerrada. Podría sencillamente irme cuando quisiera. Aunque no lo he hecho. Eso también significa que llevo aquí desde el comienzo. Yo también oí la propuesta de Persefone y vuestro rechazo. Me sorprendió un poco. Desde luego era una forma más segura y elegante de salir de aquí. También más arriesgada y más interesante. No es como si dijeramos que la persecución de una bandada de pajarracas es más entretenida que una nueva conjura. Hablando en calidad de espectadora, claro Se giró hacia él. Todo esto significa, más o menos, que no soy yo quien necesita un plan, también que no debes preocuparte por mi. Recuperé tu lira sin exponerme a ningún peligro. Pero volviendo al plan, confío en que a vosotros se os haya ocurrido uno bueno. Debéis volver al Olimpo para prepararos ante lo que va a suceder. Algo gordo se está cociendo. Tan gordo como para que algunos dioses empiecen a confiar en mi, y eso significa que es algo muy muy gordo

Ante las palabras de Eris mientras le apartaba con delicadeza, Apolo solo pudo sonreír divertido y susurrarle.

- Se que no eres Afrodita, encanto, pero tampoco eres Hestia o Atenea, diosas virginales. ¿A caso me negarás que no ha sido también de tu agrado ese beso? Aunque lo niegues, tu cuerpo no dice lo mismo... La mirada del Dios solar recorrió con frescura y descaro el hermoso cuerpo de Eris y la deseó, los mofletes de Eris estaban ruborizados e intuía que no solo aquello habría reaccionado al dios de la belleza.

Pese a todo, Apolo se encogió de hombros y siguió a la diosa por aquel entorno mientras ésta explicaba las razones por las que estaba allí. No fue hasta que Eris terminó de hablar que el dios no respondió, una vez llegaron a una especie de guarida.

- Perfectamente sabes que no iba a aceptar una oferta así, nunca más me mostraré sumiso ante otro dios. Zeus me parece despreciable desde que me humilló como mero mortal a construir las murallas de Troya, le di mi confianza a Poseidón y éste no hizo nada por nosotros mientras duró la conjura...y Hades...Hades es Hades, está más pendiente de obtener el amor de Perséfone y mantener el inframundo tal y como está que no alcanzar mayores cimas, no lo veo con la suficiente ambición. No, haré la cosas a mi manera, y alégrate medio hermana, montaré todo el caos y discordia que esté en mi mano...

Apolo sabía que tarde o temprano saldría de allí, con o sin la ayuda de Eris. Tenía lo que necesitaba, su preciada lira y determinación...más que la de cualquiera de los dioses del Olimpo. 

- Pero bueno, cuéntame qué sabes. Siempre se te dió bien escuchar rumores, promover murmuraciones, explotar las rencillas y sacar provecho de las conspiraciones y ardides, para tus propósitos. ¿Me negarás placer carnal e información? Se que sabes más de lo que cuentas, siempre ha sido así...y lo será...¿Cierto? Preguntó dejándose llevar nuevamente por sus instintos, escuchando lo que tenía que decir y volviendo a inhalar el dulce aroma de sus cabellos.

El Dios solar volvió a tentar, con su perfecto cuerpo, a la diosa de la discordia. Avanzando lentamente y con suma elegancia, empezó a ganar espacio, estrechando la distancia entre ambos, y acabó por recostarla, acercando en el proceso nuevamente sus labios a los de la joven. Con movimientos parsimoniosos y delicados, Apolo trató de desprender el broche que dejaría caer al suelo el fino vestido de seda que la cubría, sin nunca dejar de mirarle los profundos y oscuros ojos. ¿Le seguiría el juego la diosa de la discordia? ¿Sucumbiría a sus encantos?

Apolo volvía a la carga y Eris volvía a quedarse en el dilema de sumisión y pasión o dominio y contención. Eligiese lo que eligiese tenía una de cal y otra de arena, pero siendo ella quien era, la elección ya estaba hecha y cualquier otra opción barajada sería autoengaño.

Apolo, hermanito, te estás viniendo demasiado arriba... - Le dijo mientras este avanzaba con lentitud y sus labios y su mano juguetona como abanderados. Interpuso una mano posándola en el pecho de él y manteniéndole alejado y bajó la mirada posándola significativamente. Esgrimió una media sonrisa.

...por partida doble.

Extendió la otra mano varios palmos por debajo de la que se posó en el pecho y se posó en la parte baja de la túnica sobre aquello que había llamado su atención y había referido en sus palabras. Fue un simple posar con la mano extendida de modo que su palma quedaba sobre la parte más rígida de él y sus dedos sobre su zona genital.

Tienes razón. No soy Atenea ni Hestia. - Dijo mientras le acariciaba sobre la túnica con la delicadeza de quien promete algo que vendrá después - Soy Eris. Y sabes perfectamente lo que eso significa. Soy fría, soy taimada, soy esquiva... - Fue susurrando mientras acariciaba, para acabar ejerciendo presión con sus dedos en los genitales de él, literalmente agarrándolo por donde más le dolía. Cualquier hombre conoce la diferencia entre un masaje y una presión en los genitales, el primero es inspirador, el segundo te hace ponerte de puntillas y te inmoviliza mientras no eres capaz de saber como reaccionar. Eris no era hombre, pero conocía perfectamente el efecto del segundo caso como bien estaba demostrando. - ...y por encima de todo me gusta tener el control. En to-do. - Deletreó con dureza.

No soltaba la presa, pero tampoco apretaba. Era el punto justo para no causar dolor pero si una promesa de dolor si había un movimiento no deseado.

Así que de momento te voy a negar una de las dos, y si te portas bien, quizás levante el veto.

En realidad hacer aquello le costaba más de lo que se atrevería a admitir. Apolo era un hombre apolíneo, obviamente. Y despertaba sus más bajos instintos. Pero Eris tenía el defecto de nunca dejarse llevar. Si no era ella quien iniciaba algo, se mostraría totalmente rígida, y cuando menos lo esperases tomaría el control otorgando la promesa negada. Era su naturaleza. Si fuese humana, sería el tipo de persona que guardaría artilugios de cuero y esposas en un armario.

Escucha con atención - Le dijo sin soltarle dejando claro qué le negaba y qué no de ambas peticiones - Erebo está inquieto. El Olimpo se va a desmoronar, él quiere que deje claro que pase lo que pase no es obra suya y yo no quiero perdérmelo.

Aflojó su presa y, como si nunca hubiese actuado como una arpía en el peor sentido de la palabra. Acarició la zona genital de Apolo de nuevo antes de despegar su mano en un gesto que pareció una promesa de futuro y, para qué negarlo, un satisfacer su propio deseo hasta cierto punto.

Así que, cariño, no tengo tiempo para tí ahora. Vamos a buscar a Atenea y cuando lleguemos allí, retomaremos esta conversación - Su tono no dejaba lugar a discusiones, pero Apolo era un Dios orgulloso, así que...

Sigues el sonido de la lira hasta una zona detrás de una especie de edificio de hueso en cuyo interior seguramente haya alguna que otra alma torturada, sin embargo, la parte trasera parecía un buen lugar en el que encontrarse a salvo ya que las montañas ayudaban a ocultaros, sin embargo, si tú habías escuchado aquella melodía...  seguramente otros lo hubiesen hecho también.

El tiempo era oro, y por muy a cubierto y guarecidos que estuviesen en aquel lugar, era evidente que era algo temporal.  A pesar de ello cuando divisaste desde las alturas la figura de Apolo casi te paralizaste, pues estaba acompañado de Eris, y no contabas con aquello.  Ella le hacía entrega de su lira y tras lo que parecían algunos avances coquetos, la mano de ella se perdió bajo la túnica de él  ¿y ahora? ¿pero qué?