Partida Rol por web

Si bien ambas habían sido intimidadas cuando Apolo se transformó en un poderoso grifo, el dios de la luz no logró sacar mucha información de aquel par que parecía dispuesto a discutir en breves. Sabía que Atenea trataría de escapar de su celda y por ende, debía procurarle una distracción y hacerle ganar tiempo, por lo que siguió amenazando a las arpías mirando de sacarles más información...

- ¿Thanatos tampoco sabe nada? ¿De qué estáis hablando? No me vengáis con tonterías si no queréis probar mis afiladas garras...os aseguro que no tendría ninguna piedad... ¡Seguid hablando!

Ya fuese porque ambas estaban realmente intimidadas o porque dudaban si seguir hablando, Apolo decidió que la única forma que le quedaba para hacerle ganar tiempo a Atenea era empezar una pelea. Para evitar el dos contra uno desde un inicio, intentó cegar a la primera arpía con su potente luz solar, mientras que aprovechando el desconcierto,... con fuerza cargaba pornel aire contra la segunda, procurando sujetarla con las poderosas garras y lanzarla contra la pared de la cueva. Quería evitar el combate en las alturas salvo que fuese estrictamente necesario.

Para Atenea los sonidos que escuchaba no dejaban lugar a dudas, Apolo luchaba contra sus guardianas. La diosa cerró sus ojos y reflexionó unos instantes, sopesando las diferentes opciones de las que disponía en aquel momento... O bien el dios de la luz había iniciado aquella reyerta con la intención de darle a ella un tiempo precioso para escapar o bien esperaba que ella le ayudase a despachar a aquellas viles criaturas lo antes posible para después poder escapar ambos con mayor facilidad.

Tras profundas meditaciones que, sin embargo, duraron sólo el tiempo de un latido de corazón, Atenea tomó su decisión.

-Poco importa lo que mi hermano desee. Yo soy la diosa de la sabiduría pero también la de la guerra. No dejaré que él se enfrente a las arpías mientras yo le doy la espalda y huyo...-Pensó con resolución.- La suerte está echada, más vale que acabemos con esas desgraciados seres rápidamente y luego huyamos tan rápido podamos. Tras esto no tendremos una segunda oportunidad.

 Y con esto, la de los ojos glaucos se lanzó hacia el agujero con gráciles y sigilosos movimientos, trasformándose en pleno salto en una lechuza de inmaculada blancura que franqueó el obstáculo sin dificultad, procurando situarse tras unas arpías que, estaba segura, no la esperaban.

Tan pronto hubo franqueado el obstáculo volvió a su forma humana y, con movimientos estudiados y precisos, buscó encajar a una arpía por su flanco o su retaguardia y propinarle un golpe seco en el cuello, tratando de desnucar a la incauta... Al fin y al cabo, la brutalidad de semejante ataque no estaba reñida con un cierto sentido de la estrategia o incluso de la belleza. Tan sólo esperaba que su táctica saliese bien... si tan sólo pudiera recordar algo más de las debilidades de aquellos seres...

Una intensa y cegadora luz sale de los ojos de Apolo mientras habla, su objetivo está frente a él, y conviene cegarla para poder reducirlas de una en una, sin embargo y contra todo pronóstico, la arpía esquiva la mirada, casi como si supiese lo que este trataba de hacer:

- No son necesarios tus trucos Dios - dijo casi como si escupiese - te diré lo que quieres saber pero ten piedad de nosotras, simples criaturas encargadas de contener Dioses ¡no somos nada para ti!

Sin embargo, sus palabras no fueron bien recibidas, pues mientras eran emitidas, Apolo ya había cargado contra su compañera, y aunque incapaz de cargar con ella, si pudo agarrarla con fuerza a pesar de sus intentos por esquivarle, y lanzarla al fondo de la cueva, donde esta se golpeó contra la pared quedando muy malherida:

- Mi Señor - suplicó ensangrentada desde el suelo y atravesada por una roca afilada - por favor, no quiero morir, las arpías no vamos a ninguna parte, sólo desaparecemos.

Mientras ocurría esto, la arpía que había hablado primero se asustó sobremanera y empezó a gritar, bueno, más que a gritar, a emitir un sonido que era una mezcla entre grito y piar, como si estuviese alertando muy asustada.  Sin más, y aún con el horror en su rostro, se giró para emprender el vuelo a toda velocidad, pero Atenea, que no se había quedado quieta, había aprovechado el alboroto para colarse por el agujero pasando desapercibida, aprovechó su pequeña forma de lechuza para abalanzarse sobre la arpía que estaba a punto de alertar a todo el mundo mientras salía huyendo.

Su movimiento fue perfecto, inmaculado, digno de un artista, y sin embargo la arpía fue más veloz que ella, precipitándose al vacío en su infinito grito, dejándola caer justo al borde de la cueva, a punto d eprecipitarse al vacío.

El espectro te mira desconcertado y transparente - Pero si vuelvo a entrar me quemaré, gritaré y gritaré de dolor y olvidaré todo lo que no sea sufrimiento, - dijo con nerviosismo - no por favor, pídeme otra cosa, no puedo entrar, no puedo entrar, si lo hago arderé, olvidaré, y no te serviré de nada.

El espectro parecía horrorizado, y estaba empezando a cabrearte, sin embargo, algo interrumpió vuestra conversación.  El grito histério de una arpía que volaba desde la cueva de Apolo, haciendo un picado claramente en dirección a Briareo ¿qué habrían hecho ese par de dos? ¡iban a estropearlo todo! ¡estaban dando la voz de alarma!

Apolo no estaba para bromas y a partir de ese instante cada segundo contaba. Era cierto que había logrado lanzar contra las rocas y malherir a una de las arpías pero la otra había logrado sobreponerse al ser cegada por su luz y aunque Atenea fue realmente rápida para atacarle, la criatura había logrado evadirle milagrosamente y salir gritando en busca de ayuda para dar la voz de alarma. Era consciente de que en pocos minutos aquello sería un hervidero de arpías o que quizá el hecatónquiro en persona se manifestase, y por ello, no podían permanecer allí un segundo más de lo necesario.

El Dios de la luz se acercó a la ensartada arpía y tomándola por el cuello con sus poderosas garras le amenazó una vez más.

- No tengo ni tiempo, ni paciencia, ni me importa en absoluto que tú existencia termine aquí y ahora. Seré claro, estoy dispuesto a perdonarte la vida si nos dices exactamente lo que sabes y el modo de salir de aquí sin ser vistos, para lograr llegar hasta Hades. Habla inmediatamente o te elimino y ya nos las apañaremos solos ¿Cuál es tu respuesta? ¡Se te acaba el tiempo!

Escuchó las palabras de la arpía y se dispuso a moverse, debían ser extremadamente sigilosos y rápidos. Mirando a los ojos a Atenea con calidez, solo fue capaz de susurrar.

- Hora de moverse, encanto, cada segundo a partir de ahora cuenta. Dentro de nada tendremos verdaderos ejércitos en nuestra búsqueda, hay que salir de aquí...

¿El espectro tenía razón? Hacerle entrar allí podía ser una crueldad innecesaria que no diese ningún fruto. Sonaba creible que una vez dentro te olvidas de todo salvo de tu dolor y del calor abrasante y...

Un momento

¿Has dicho volver?

Está bien gusano, te daré una oportunidad para no hacerte entrar. Cuéntame cómo has salido de allí y por dónde. Aun más, muéstramelo y si lo que me cuentas me gusta, te dejaré marchar

Si aquel espectro ha huído de la torre, algo que no es nada propio de los castigos de tío y mucho menos de los de padre, puede significar esperanza. Si hay un modo oculto de salir, hay un modo oculto de entrar. Quizás hasta pueda usar ese camino yo misma

Aterrorizado, el espectro trató de recordar, casi podía vérsele sudar sangre haciendo un gran esfuerzo...

- No lo recuerdo bien - comenzó, - todo estaba ardiendo, nos quemábamos, los gritos...  mi esposa...  - prosiguió abriendo los ojos como platos - ¡oh dioses! ¡mi esposa! ¡mi esposa está dentro! ¡se quema! ¡se está quemando!

Comenzó a sollozar maldiciendo su suerte.

Era evidente que estaba confundido y que le costaba mucho trabajo concentrarse y focalizar cualquier cosa. Pero entonces, una voz comenzó a hablar a tu espalda:

- No os será de utilidad...  no sabe nada de lo que sucede aquí, y en realidad no creo que nadie lo sepa...  ni siquiera yo lo tengo claro - dijo tranquila.

Cuando te giraste para ver quién te hablaba se te heló la sangre, pues una sombra que emanaba fuerza y poder te miraba desde sus completa oscuridad:

- No os inquietéis Eris, conflictiva Diosa de la Discordia, no he venido para llevaros ante el Dios de Dioses ni ante Hades, he venido por algo más egoísta - parecía hablar como si creyese que eras completamente consciente de quién era, de un modo un tanto arcaico.  Casi parecía estar haciendo un esfuerzo para que sus palabras sonasen...  de un modo entendible.  Y por si eso fuera poco, sabía quién eras, sin albergar la más mínima duda.

- No suelo intervenir en nada, pues mi naturaleza y mi diversión es la de estar en todas partes y en ninguna.  Sin embargo el Inframundo es mi morada y el único lugar donde puedo tomar forma.  A pesar de ello, tengo asuntos en otros lares que me preocupan - prosiguió indicando al espectro con un gesto de...  ¿cabeza? que desapareciera, y así lo hizo, se esfumó (literalmente).

De pronto se quedó callado, observándote con cierto desconcierto, antes de responder divertido - No sabes quién soy - no era una pregunta sino una afirmación - ¿tanto habéis olvidado a vuestros ancestros? Los Dioses de hoy en día piensan que son, serán y fueron los únicos, pero os engañáis.

- Soy Erebo, Deidad Primordial de las sombras, de la oscuridad, de la negrura...  estoy en todas partes y en ninguna, formo parte de todo y de nada, y por ello todo lo veo.  Mi morada es el Inframundo, el único lugar donde puedo crear un cuerpo que se comunique, pero nada escapa a mis ojos...  o mejor dicho, escapaba.

- No se lo qué está sucediendo, pero hay cosas que he dejado de ver y eso me preocupa.

- Yo puedo ver a ninguno de los tres grandes Dioses del ahora, los tres hermanos.  Algo ocurre, algo grave, y no tengo modo de comunicarme con el Olimpo, pues las puertas están cerradas, el Tártaro ha cerrado sus puertas.  Quizá una criatura tan pequeña y poderosa como tú pueda hacer algo al respecto, o quizá no, pero tú presencia aquí infiltrada podría ser un haz de esperanza ¿o acaso estoy gastando energías para nada?

- Sé lo que quieres y podría ayudarte a conseguirlo, pero quiero algo a cambio.

Una voz me hace voltearme y me encuentro de frente con un aura de oscuridad que atenaza. Una voz interior me pide cautela y cierta admiración.

Presencio como la voz se dirige a mi viendo más allá de mi forma y reconociéndome y también como a un gesto suyo el pobre infeliz se diluye.

Tampoco estaba resultando especialmente útil. Así que no es una gran pérdida - Pienso para mi.

El ente evidencia que ella no le reconoce y quizás con cualquier otro podría haber intentado negarlo, pero la figura de oscuridad transmitía algo que hacía que Eris fuese más precavida de lo habitual.

Cuando la figura dijo su nombre, Eris agradeció haber enmudecido. Era un nombre que respetaba más allá de muchos otros dioses. En cierta forma, Eris sentía cierto orgullo de que algunos humanos creyesen que ella misma era hija de Érebo, pero lo cierto es que nunca antes se había encontrado cara a cara con alguien como él. Se decía que era el padre de las Moiras y de muchos otros relevantes. Aunque quizás eso no fuera más que otra habladuría errada.

Cuando Érebo dejo de hablar, Eris había dado un vuelco en sus objetivos particulares. Cambió su forma y volvió a ser ella. Algo había ocurrido y volvía ser pequeña, quizás el enfrentarse a una personificación como Erebo transmitía Paz, pero de algo estaba segura, esa misma personificación, también podía suponer para ella y para el mundo Caos.

Lo que antes quería ahora carece de sentido. Seguiré intentando obtenerlo, pero como un mecanismo para algo mayor. Ahora por sí solo carece de motivación y significancia. Ahora tus palabras me dan un verdadero objetivo. Cuenta con Eris, no solo por que no haya nada más que me distraiga de mo rutina, sino porque gustosa me convertiré en ese haz de esperanza y te ayudaré incluso sin pago a cambio.

Erebo asintió complacido - se avecinan tiempos oscuros para el Olimpo, y curiosamente no es mi labor ocuparme de ellos...  sólo quiero que informes en el Olimpo de todo lo que veas antes de salir de aquí, y que les dejes claro que no voy a volver a inmiscuirme...

Cierta melancolía atravesó sus ojos - y si lo hago, no seré yo...  - dijo antes de desaparecer para reaparecer a penas unos segundos más tarde con varias armas y objetos:

- Esta es la cítara de Apolo - dijo poniéndola a tus pies, - estos son el escudo y lanza de Atenea, que te sugiero no contemples...  y esto es algo cuyo portador ya no necesitará, una pequeña ánfora con ambrosía.

Acto seguido, se esfumó, literalmente.

Un tanto desconcertada por las palabras del Primordial, te giraste para ver cómo la escandalosa arpía hablaba con Briareo señalando a las cuevas, aunque no alcanzaste a entender sus palabras con claridad.

La diosa, recién metamorfoseada de lechuza en humana, aterriza en el suelo de la gruta de un ligero salto, la frustración se reflejaba en su rostro... Al fin y al cabo, la deidad de la sabiduría era reconocida por muchas cualidades, pero su paciencia y su tolerancia ante el fracaso no eran una de ellas... Y que aquella criatura se le hubiera escapado para dar la alarma era toda una humillación.

Escuchó las amenazas directas que Apolo le dirigía a la Arpia y asintió casi involuntariamente cuando le indicó que se le acababa el tiempo."Y a nosotros también"... pensó.

-Apolo ,comprendo lo que quieres hacer pero no tenemos tiempo para esto. Mátala o déjala que se desangre contra esas rocas, nosotros tenemos que irnos.- Dijo mientras se transformaba en lechuza.

Justo antes de partir, la diosa enarcó una ceja en cuanto Apolo la llamó "encanto"... ¿la había tomado acaso por Afrodita? Pese a todo, el gesto era francamente cómico teniendo en cuenta que lo había realizado una lechuza. 

Y con esto, la de los ojos glaucos, salió de la celda batiendo las alas tan rápido le permitían sus fuerzas, tratando de ascender a toda velocidad y despistar a sus perseguidoras.

"En el peor de los casos, con esta jugada se verán obligadas a dividir su atención entre Apolo y yo... Tan sólo espero que al menos uno de los dos logre evadirse..."

Ahora Eris había obtenido lo que había ido a buscar, pero además, un objetivo más allá de pasar el rato.

Pensó en las palabras de Erebo mientras guardaba los objetos de los otros dioses como podía: La lira y la ambrosía bajo las ropas, la lanza cruzada a la espalda y el escudo sobre ella como una mochila.

"...Y si lo hago no seré yo..." ¿Quién o qué puede provocar que un dios primordial como Erebo actúe comtra su voluntad? Más aún. No. No voluntad porque voluntad sería "lo haré en contra de mi intención". Tampoco suplantación porque sería "y si parece que lo hago, no seré yo". Es como si Erebo esperase perder la capacidad de autocontrol, su consciencia, su ser... ¿Quién o qué puede provocar algo así?

Mientras se planteaba ese enigma irresoluble y sin poder dejar de pensar que algo tenía que ver la intromisión de las Moiras y el aviso de no-intromisión-pero-intromisión de su padre, Eris reanudó su marcha hacia el lugar del que había salido. Volvería a coronar la torre y a averiguar cómo les iba a sus futuros aliados.

Ahora que las arpías estaban ocupadas y que sabía dónde había menos vigilancia, quizás incluso ascendiese volando. Más seguro, rápido, y si lo hacía junto a la pared a escalar, discreto. O eso quería creer.

Alzaste la vista mientras decidías cómo proceder, y pudiste contemplar no sólo como una lechuza salía volando perseguida por dos arpías, sino también un grifo que trataba de alcanzarlas.

Acto seguido, Briareo, avisado por la arpía, comenzó a dar instrucciones y a gruñir, y un ejército de arpías alzó el vuelo también...

La arpía estaba llena de sangre, el golpe había sido brutal y se sujetaba como podía las costillas, e incluso una de sus alas parecía lastimada.

- ¡No se nada! - gritó desesperada la arpía, - sólo sé que Gamínedes y Thanatos no están en sus celdas y que así es como debe ser ¡No sé cómo salir de aquí salvo volando! ¡No hay puertas! ¡Por favor no me mates! Esto está diseñado para que la única salida sea el sufrimiento eterno tras una caída, o el sufrimiento eterno contemplando y escuchando el sufrimiento de otros.

Mientras la arpía hablaba, Atenea se transformó en lechuza y tras unas breves palabras emprendió el vuelo, lo cierto es que podía haberte esperado, pero la Diosa tenía prisa por salir de allí ¿quién no la tendría? No tardaron ni dos segundos en aparecer un par de arpías confusas persiguiéndola, aunque la divina lechuza era más rápida que ellas estas la seguían de cerca.

El Dios del sol, un tanto frustrado por no poder seguir interrogando a la arpía, y viendo cómo otras dos comenzaban su persecución, pasó a su forma de grifo mientras corría hasta el borde de la cueva y alzaba el vuelo tras Atenea.

Ambos dioses pudieron ver entonces como la primera arpía hablaba con Briareo y este alzaba su mirada en vuestra dirección mientras emitía un sonoro gruñido y empezaba a dar órdenes y gesticular al ejército de arpías que había sobre las cuevas.

Un ejército de arpías grito entonces y empezó a batir sus alas fijando dos objetivos muy concretos...  vosotros.

Bueno... - Pensó Eris - Con todas esas distracciones nmutuas, seguro que podré regresar sin más percance a mi posición

Y o rando con gran discreción, intentó volver a su cueva inicial desde donde adaptarse a lo que sucediese.

Por poca que fuese la información, al menos habían descubierto algunas cosas. Thanatos y Ganímedes ya no estaban en sus celdas, en las cuevas solo les esperaba un sufrimiento eterno y si querían tratar de escapar era ahora o nunca. La otra arpía había ido volando a dar la voz de alarma y en breves cientos de arpías les perseguirían, además de Briareo en persona, o más bien, en hecatónquiro.

Apolo sabía que la arpía herida no sería ya un problema, por lo que en cuanto Atenea salió volando, la dejó con vida a su suerte e inició la huída. Las dos arpías restantes habían seguido a Atenea y él habia quedado momentáneamente sin custodia, resultando tentador volar en otra dirección y escapar,... pero Apolo no era sí, no iba a dejar a su suerte a la diosa de la sabiduría. Salió volando de la celda con presteza y cual caza persiguiendo a aviones enemigos se tratara, decidió proporcionar apoyo a su compañera para destrozar a sus perseguidores.

Tomando gran altura, extendió sus alas fijando su objetivo, y se lanzó volando con fuerza para caer encima rompiéndole las alas a una de las dos...fallando inicialmente. Pero no iba a desistir, realizaría las acrobacias que fuesen necesarias hasta lograr cazar a su victima, esperando la inestimable ayuda de su amiga para facilitar su empresa, esquivándola e impactando al enemigo, y quizá lográndolo si cooperaban ambos. Siempre alejándose del ejército que empezaba a congregarse a lo lejos y que ya emprendía la persecución.

- Atenea, acabemos con estas dos rápidamente y busquemos un lugar donde escondernos. No podemos hacer frente a lo que se nos viene encima...Vuela entorno a mi y analiza el entorno, hay que lograr escapar... Yo las abatiré de una en una...

La situación era peliaguda, pero Apolo confiaba en sus habilidades y las de su apreciada compañera. Lo lograrían.

El vuelo vertiginoso hacía que el aire se proyectase a gran velocidad bajo las alas de la diosa, haciéndola sentirse viva y salvaje… Sin embargo la excitación de la huida no le hacía olvidar que esa no era una forma apta para el combate… Lo que era peor, auténticas escuadras de arpías iban tras ellos… Y el mismísimo hecatónquiro parecía estar dando las órdenes oportunas para unirse a la fiesta. Desde luego, o aquello salía bien o iba a ser la huida más corta de la historia del Inframundo.

Apolo estaba justo detrás de ella, en su imponente forma de grifo, “jugando” un poco con sus perseguidoras y siguiendo el mismo camino que ella.  Estaba claro que tenían que salir de allí a toda velocidad y encontrar un lugar al resguardo de todos aquellos seres, pero aquello parecía más sencillo de decir que de hacer. Parca en palabras en aquella situación, Atenea se limitó a lanzar un graznido afirmativo  a las observaciones de Apolo. Coincidía con su plan, sin duda él podía deshacerse de las arpías aprovechando su imponente forma, mientras que la maniobrabilidad de vuelo de la de los ojos glaucos era superior a la del dios de la luz…

Aprovechando estas circunstancias y segura de que Apolo podría cubrirle las espaldas y entretener a las dos arpías que iban más adelantadas, Atenea se lanzó directamente hacia arriba, acelerando cuanto le daban las alas, de forma que pudiese dejar atrás a sus perseguidores y obtener una posición elevada. Tan pronto como hubo conseguido su objetivo la diosa lanzó una amplia mirada en su entorno, intentando encontrar un lugar seguro o algún abrigo al que dirigirse en aquella situación suprema. Al fin y al cabo, era por todos conocida su aguda vista y su agilidad para trazar planes partiendo de las informaciones más exiguas.