Partida Rol por web

El dios de la guerra observó que Némesis y Hebe se disponían a buscar la forma de salir del estómago de aquella enorme criatura marina.

-Difícilmente vamos a poder hacer fuego -dijo Ares, en respuesta a las palabras de su hermana-. Esas maderas están húmedas.

Se llevó una mano al mentón, pensativo, y luego se colgó el escudo a la espalda, sosteniendo la lanza en una mano como si se tratase dle mismísimo tridente de Poseidón.

-Se me ha ocurrido una idea, ahora vuelvo -dijo Ares y, sin pensárselo dos veces, se sumergió en aquellas aguas que se hallaban en el estómago de la criatura.

Lanza en ristre, el belicoso dios no iba a darse por vencido.

Ares trató de nadar hacia las profundidades de la criatura. Su lanza no había tocado el cuerpo de la criatura con un simple movimiento, por lo que su intención era bucear hasta llegar a la parte inferior del vientre de aquel monstruo marino y hundirle la lanza con todas sus fuerzas.

- Hermanita, soy tan capaz de ayudarte como Ares. Permíteme. - Dijo la diosa, haciendo de lado un objeto que estaba en su camino, con una fuerza que no se correspondía al estilizado cuerpo que tenía.

- Aunque coincido con el guerrero. Difícilmente podamos prender nada aquí. Están muy húmedas las cosas aquí abajo... -

Némesis y Hebe buscaron por todas partes a ver si localizaban algo de madera seca (o cualquier cosa que pudiese ser de utilidad), mientras Ares descendían al fondo de la boca de la criatura, donde sepultada entre diferentes restos marinos hayó sin lugar a dudas lo que parecía...  ¿su lengua?

Némesis y Hebe buscaron por todas partes a ver si localizaban algo de madera seca (o cualquier cosa que pudiese ser de utilidad), mientras Ares descendían al fondo de la boca de la criatura, donde sepultada entre diferentes restos marinos halló sin lugar a dudas lo que parecía...  ¿su lengua?

Las Diosas buscaron por todas partes pero no había nada seco, aunque encontraron fragmentos de lo que parecían restos de algún submarino nazi que las dejaron un tanto desconcertadas ¿qué hacía un submarino nazi tan lejos? ¿acaso el monstruo había sido enviado o devuelto con algún objetivo? ¿Poseidón o sus secuaces acaso estaban trayendo cerca de ellos toda criatura posible? Lo cierto es que eso tendria sentido, pues tras una conjura, era evidente que iban a ir a por ellos...

El guerrero hundió con todas sus fuerzas la lanza en la blanca lengua de la criatura con la esperanza de herirla de gravedad, al fin y al cabo, eran incontables las terminaciones nerviosas y los vasos sanguíneos de esa zona...  o eso había dicho una vez Asclepio, lo que no tenía claro es por que le había escuchado en su verborrea médica...  ah sí, para saber cómo herir con mayor eficacia a sus enemigos.

La sangre comenzó a brotar a raudales tiñendo las aguas de rojo y dando a todo un aspecto dantesco, fue entonces cuando un quejido nació del fondo de la garganta, un grito de dolor que comenzó a moverlo todo, como si de un terremoto terrible se tratase todo comenzó a dar vueltas y sacudidas.  Los gritos surgían uno tras otro lastimeros hasta que por fin, aquella lengua herida y con una importante hemorrágia, comenzó a moverse y a tratar de arrastraros con ella, era imposible resistirse a semejante movimiento, tan violentos y tan desconcertante que no teníais ni idea de dónde estábais, sólo podíais tratar de no golpearos contra los restos de la boca o contra los enormes dientes, pues serían golpes que podrían ser fatales.

La respuesta de su hermano, sin apenas dedicar un vistazo a lo que ella señalaba, hizo que Hebe cogiese aire. Estaba dispuesta a soltarlo en forma de un grandilocuente discurso, pero Ares se zambulló en el agua maloliente sin compartir ni una ínfima parte de su plan.

-¡Arrgghhhh!

El aire salió de su boca en una mezcla de suspiro resignado y quejido de frustración, parecía que al dios de la guerra le costaba centrarse en algo que no fuese destrozar, o apuñalar, o vete a saber qué se había ido a hacer. Entonces la joven escuchó a la diosa del equilibrio y sonrió hacia ella, casi había olvidado que ya no era un gran pulpo. La fuerza de la que hizo gala, apartando un gran cascote como si de una ramita se tratase, hizo que la sonrisa se ampliase. 

-¡Hombres! Quién los necesita teniéndote. -debido al poco, o casi nulo, tiempo que la diosa pasaba en el Olimpo no dejaba de sorprenderla con sus habilidades -Gracias.

Se quedó mirando a su alrededor. Después de haber estado toqueteando varias de las piezas, que a simple vista parecía que podían servir, no había encontrado ninguna lo suficientemente seca. Había visto algunos restos que la escamaron, pero Hebe no podía hacer nada con ellos, o no se le ocurría.

-¿Poseidón no estaba en el otro lado de la guerra? ¿Por qué una criatura suya se ha tragado un submarino nazi?

Su mente comenzó a dividirse entre los dos dilemas cuando un quejido grave, seguido por un color del agua muy revelador, le dijo que su hermano ya había hecho lo que se había propuesto.

-¡SE AVISA ANTES! -chilló a nadie en particular cuando todo se comenzó a mover -Némesis, creo que necesitamos al animal de compañía, mejor no separarnos más. Y si puedes engancharte al paladar, a un diente o algo... no quisiera visitar el estómago.

Mientras esperaba a ser cogida por la cintura como la vez anterior, ejecutó una danza rara evitando los cascotes, que se movían como si tuviesen vida propia, e intentó coger varias algas. Quería probar su resistencia.

Ares dejó escapar un grito de euforia cuando vio que había hecho sangrar a aquella criatura marina. Rápidamente, se dirigió hasta donde se encontraban Hebe y Némesis, riendo a carcajadas mientras sostenía su lanza ensangrentada.

-¡Le he dado! -exclamó, feliz como un niño que recibe un bonito regalo-. ¡Ahora se ha enfurecido!

Intuía que, para las dos diosas, no sería una buena noticia, aunque por su parte estaba seguro de que ahora habría más posibilidades de que aquella bestia de Poseidón los vomitara.

-¡Pillo sitio! -proclamó Ares, acercándose hasta Némesis y agarrándola de una mano-. ¡Haz caso a Hebe, Némesis! ¡Necesitamos que te conviertas en Calamara!

El dios de la guerra se fijó entonces en que allí parecía haber también un submarino nazi. Le resultó extraño, dado que el dios de los Océanos había apoyado al Tercer Reich durante la última gran guerra entre los humanos.

En cuanto la diosa oyó el grito de Ares, juntó todo el aire que pudo, y transmutó de nuevo al calamar. Raudamente estiró los tentáculos hacia sus compañeros, rodeándoles la cintura para que no se le escaparan. No sabía bien que estaba sucediendo, pero no tenían mucho tiempo... El puente al Olimpo seguía abierto y aparte si no hallaba agua, se sofocaría.

Némesis buscó el asidero más fuerte que pudiera ver, y se agarró de él con los demás téntaculos. "Espero que sea suficiente" pensó.

Némesis pasó a su forma de calamar pensando que sus tentáculos y su inmensas y fuertes ventosas serían lo que todos necesitaban en ese momento para no golpearse con todos esos pedazos de madera, metal y otras muchas cosas cuyo origen dudoso no queríais saber.

Sin embargo, el movimiento de vuestro captor no estaban siendo ni una digestión sencilla para él, ni tampoco un paseo para vosotros.  Se movía demasiado, y todo comenzó a llenarse de un olor férroso mientras la sangre lo teñía todo de rojo intenso. 

En su afán protector, Némesis se llevó la peor parte, pues con su enorme tamaño era demasaido difícil que los objetos nola golpeasen, hasta tal punto que un fragmento metálico se clavó en uno de sus tentáculos haciendo que profesase un bufido de dolor y que brotase sangre de este.

Tras unos instantes que os parecieron eternos, la lengua comenzó a moverse espasmódicamente, y con un grito de dolor gutural, fuisteis vomitados directamente al océano en una nube acuosa y densa de agua, suciedad y sangre mezclada con algas y diferentes restos marinos, que no os permitía ver correctamente.  

-¡Némesis, no! -exclamó el dios de la guerra, al advertir que un fragmento de metal, quizá parte de aquel submarino nazi, acababa de clavarse en uno de los brazos de la diosa de la venganza.

Una vez fuera de la boca de aquella enorme mascota de Poseidón, Ares puedo percibir que todo a su alrededor era un borrón de agua arremolinada, sangre y algas, por lo que le resultaba imposible apreciar nada más allá de su cuerpo. Sabiendo que nunca había tenido una vista demasiado buena, el dios de la guerra comenzó a abrirse paso entre aquella nube acusa con grandes brazadas, buscando la forma de alejarse de aquella zona en la que no podía ver nada.

-¡Seguidme! -exclamó, esperando que las dos diosas pudieran guiarse por el sonido de su voz.

La diosa no pudo evitar el grito que le provocó el pedazo de metal ahora alojado en su tentáculo. Sin embargo, le urgía proteger a sus compañeros, así que incluso con el dolor no los soltó. Cuando la bestia los vomitó, junto con una nube de sangre, Némesis notó que Ares se había soltado, y luego pudo oírlo gritar algo como "Seguidme". Por las dudas de que el guerrero se confundiera, Némesis lo volvió a tomar con su tentáculo, mientras chequeaba a Hebe con el otro, y comenzó a nadar (el tentáculo lastimado permanecía inmóvil a un costado del cuerpo) lo más lejos de esa nube de porquería. Podía notar donde estaba la bestia, así que no le costó determinar la mejor dirección para alejarse. La vista se le empezó a aclarar, y luego, de golpe, veía de nuevo. Observó a los dos dioses, esperando que ninguno estuviera lastimado como ella. Soltó un soplido de alivio al verlos sanos, y les hizo a ambos un cariño con sus tentáculos.

Hebe se mordió el labio con aprensión cuando vio que la otra diosa era lastimada, sus manos se aferraron con fuerza y se dejó llevar. Parecía que a pesar del daño Némesis seguía bien, o todo lo bien que se podía con uno de sus brazos inerte.
Rodó los ojos cuando Ares se les escapó diciendo que lo siguieran y asintió, con una sonrisa interna, cuando volvió a ser capturado. Dió un fuerte apretón al tentáculo que la cogía en un intento de transmitir apoyo y sonrió de vuelta después de sentir la carantoña del calamar.
Conforme se movían fue dando indicaciones a la diosa-calamar intentando, no sólo alejarlos de la criatura Marina, si no llevarlos a su destino.

Némesis salió disparada hacia el arco iris, siguiendo las indicaciones de Hebe, esperando que la bestia no los alcance. Tenían la ventaja que la nube turbulenta también lo segaba al monstruo, a no ser que tuviera algún otro sentido especial.

Señaló a las piedras ámbar que llevaban tanto Ares como Hebe, para hacerles entender que tenían que avisarle a Hera para que los cierre. Mientras tanto guardarían la entrada de cualquier invasor, siempre y cuando no se los tragara otro bicho raro.

El gua turbia no os permite ver prácticamente nada a un palmo de vuestros ojos, lo único que más o menos definís es el brillo de lo que suponéis que es el arcoiris, algo curioso pues el pez en su nado podría haberos escupido en cualquier parte del océano en realidad, y sin embargo estabais en el campo de visión del puente.

Tratando de ampliar vuestra visión, intentáis alejaros del agua oscurecida y revuelta en dirección a la luz del puente, en primer lugar va Ares, seguido de Némesis y Hebe, aún unidas por las enormes ventosas del gigantesco calamar.  Sin embargo, cuando Némesis intenta volver a cogerle para tener algo más de estabilidad ante lo desconocido, lo desconcierta ligeramente haciendo que este fije su atención en ella en lugar de en el exterior al que poco a poco se adentran.

Por el contrario, Hebe y Némesis, que aun parecía perder algo de sangre pero se encontraba en buen estado, percibieron algo según se esclarecía el agua, estaban rodeados.

Podían ver cada vez con más claridad que los rodeaba una manada de los famosos caballos acuáticos de Poseidón, los hipocampos, unas criaturas realmente hermosas pero nada amigables por su expresión, y junto a ellos, algunas sirenas también amenazantes.

Parecían haberos estado esperando, y su número era excesivo como para ponerse a batallar en pleno océano con alguna esperanza de éxito ¿o no? al fin y al cabo érais dioses.

Una de las Sirenas avanzó y comenzó a hablar, pues al vivir en su medio, no tenía la misma dificultad que vosotros para ello:

- Habéis invadido un reino que no os compete Olímpicos - dijo con desprecio -, y habéis herido a una de las criaturas de nuestros señores dejando claras vuestras intenciones, ¿seréis trasladados a la prisión marina, juzgados y sentenciados, o moriréis aquí? elegid rápido, y hacedlo con sabiduría.

Casi mientras hablaba, apareció la imagen de un lastimero y gigantesco pez al fondo cuyas fauces permanecían abiertas mientras enturbiaban el agua con sangre, y un par de sirenas se ocupaban de él ¿sirenas enfermeras?

- ¡Elegíd! - volvió a apremiarles la sirena, - o elegiré yo por vosotros.

Ares observó a los majestuosos hipocampos, impresionado. Sin duda, eran una montura idónea para desplazarse bajo el agua, aunque en esos instantes su mirada estaba puesta en las sirenas, quienes no parecían estar dispuestas a conversar pacíficamente.

-Queremos tregua -dijo el dios de la guerra, llevándose la lanza a la espalda, donde reposaba también su escudo, para indicar a las sirenas que venían en son de paz-. Zeus desaparecido. Igual Poseidón.

Ignoraba si lo último que había dicho era cierto o no pero, a la vista de las palabras de Hera, resultaba poco probable que el dios de los Océanos se encontrase en sus dominios tras su lucha contra Zeus, pues, de ser así, ya habría reclamado para sí el trono del Olimpo.

-Solo queremos hablar -añadió, haciendo un gran esfuerzo para continuar conversando bajo el agua.

Hebe se puso seria cuando vio que estaban rodeados, el pescado gigante sólo había sido una distracción para darles tiempo a las sirenas y a los hipocampos de llegar, lo que hizo que su ceño se frunciese fueron las palabras con medias verdades y cargadas de soberbia que les dijeron.
La joven diosa escuchó a su hermano hablar con frases medidas y los ojos se le abrieron con sorpresa mientras su enojo creció con lo que a ella le pareció la aceptación de una culpa que no era suya. Antes de que se diese cuenta ya estaba diciendo algunas verdades.
-¿Quién mordió primero? -preguntó retóricamente, pues en cuanto el agua se lo permitió ella continuó -Sólo nos defendimos, -se comió muchas más palabras que le ardían en la garganta, pues ese no era el momento - puedo curarle. -dijo señalando a la criatura marina, al fin y al cabo el ser había hecho lo que le habían ordenado, y quizás se ganaban cierta simpatía con ese gesto. Luego, debido a su carácter, acabó su intervención con una exigencia camuflada de petición - Pedimos audiencia con tus señores.
Ella era hija de sus padres y el reino del mar todavía le debía respeto a Zeus y sus emisarios. La conspiración de Poseidón no había triunfado y eso lo debían de saber.

A medida que el agua se esclarecía, Némesis podía ver que aún no habían terminado los problemas, ya que los habían rodeado una buena cantidad de soldados de Poseidón. De reojo nomás vió varios hipocampos y sirenas, todos armados y amenazantes.

"A no ser que necesite de mis habilidades, me mantendré en esta forma. Podré pelear así contra más de ellos." Fue su único pensamiento, la diosa ya estaba preparada para batallar. Estos seres eran tan culpables como el mismo Poseidón por el Desequilibrio.

Entonces le llegaron las palabras de sus compañeros, intentando calmar las aguas (no pun intended), y prefirió esperar al resultado. Sin embargo, largó un pequeño bramido, apenas audible para los dioses, y puso sus tentáculos en forma defensiva alrededor de ellos, para que supieran que si era necesario, pelearía hasta la muerte.

El pequeño ejército marino de Poseidón se os queda mirando un tanto desconcertado - ¿De verdad Ares, Dios de la fuerza bruta sin cerebro es quién habla? - prosigue la sirena que llevaba la voz cantante mientras observa y escucha atentamente vuestras palabras, y por supuesto, no se le escapa la visión del enorme calamar tratando de proteger a sus compañeros, de hecho casi podría esbozar una sonrisa si no se tratase de un ser tan estirado.

- No nos interesan vuestras peticiones, seréis trasladados a las celdas pertinentes y una vez allí Anfítrite decidirá vuestras suertes.

A penas hubo concluido sus palabras, un montón de lanzas y seres acuáticos os rodean y os empujan hacia delante, hacia las celdas que os han destinado...

- No intentéis ninguna tontería, o de lo contrario nos obligaréis a tomar la justicia por nuestra mano - dijo otra sirena, claramente deseando que lo hiciéseis para poder acabar con vosotros.

Poco a poco os aproximáis a un suntuoso palacio marino donde montones de animales se arremolinaban y hacían cola para traspasar su umbral, depredadores y presas esperaban pacíficamente su turno, y ciertamente aquello no era para nada normal, no era necesario conocer a Poseidón para ser consciente de ello.

Sin embargo, vosotros no accedísteis por el mismo lugar, de hecho la cantidad de gente que os rodeaba os impedía ver y ser conscientes del camino exacto que estabais siguiendo, hasta que de pronto y casi mágicamente, volvísteis a poder respirar.  Mirasteis a vuestro alrededor y...  era evidente que os encontrabais en el interior del palacio, un lugar con estancias donde cláramente había diversas burbujas de aire para los "invitados" que necesitasen de oxígeno con cierta regularidad:

¿Esas eran las celdas? ¿Burbujas de ire en medio del océano en el interior del palacio de Anfítrite? ¿Y vuestras armas? ¿Cuándo os las habían quitado? La sensación de desorientación se acrecienta poco a poco, casi como si os hubiesen drogado.

-Vaya, vaya. Así que estas son las celdas del tito Posey, ¿eh? -dijo el dios de la guerra, dirigiendo una mirada hacia el lugar en el que se encontraba-. Reconozco que quería bajar al Océano para verlas.

Sin más, Ares se tendió en el suelo y comenzó a realizar flexiones. Si bien le fastidiaba el hecho de que les hubieran arrebatado las armas, confiaba en el buen criterio de Anfítrite para que supiera ver las posibilidades de poder aliarse con el Olimpo ahora que aparentemente su esposo ya no estaba al mando. No había pasado por alto que las sirenas ni siquiera habían llegado a mencionar al dios de los Océanos.

-¿Qué sugerís que hagamos? -le preguntó a Hebe y Némesis, entre flexión y flexión, con los ojos puestos en el suelo-. Si por mí fuera, ya me hubiera puesto a reventar sirenas ahí fuera a lanzazos, pero así no llegaremos a ninguna parte. Creo que hay que esperar a que Anfítrite decida hablar con nosotros y exponerle lo sucedido. Y si las cosas se ponen feas, bueno, tengo un par de ases bajo la manga todavía.

Hebe se tuvo que morder la lengua para no meterse en problemas, al fin y al cabo los iban a llevar al palacio que era donde querían ir desde el principio, pero la actitud de las sirenas no pensaba dejarla pasar. Antes o después cada uno sería puesto en su lugar. La atención de la joven se desvió cuando vio la larga cola de seres dispares para entrar en el palacio de las profundidades, aquello no era normal, pero tampoco le parecía normal el recibimiento que les estaban dando a ellos, por lo que siguió a la comitiva hasta que llegaron a la celda. Su mirada se paseó por la estancia, se preguntó si era la misma en la que habían estado su madre y su esposo hacía unos días, y si habría señales de su estadía.

Una vez a solas, y bastante más enfadada que antes al saberse sin su preciada ánfora, hizo ver que se recolocaba los pechos mientras en verdad chocaba las piedras para que Iris cerrase el arco multicolor*. Demasiado había estado abierto, por el bien de todos esperaba que nada malo subiese por él y amenazase a su familia, si eso pasase conocerían la cara menos amable de la diosa de la juventud.

Luego, con el ceño aún fruncido, se puso a inspeccionar todo buscando cualquier cosa, ya sea que estaban siendo vigilados o que en realidad todo aquello era un mal sueño. Escuchó a su hermano y bufó antes de volver a tomar aire para responderle.

-Como continúen así de irrespetuosas te animaré a que lo hagas. -dijo claramente disgustada con  la actitud de las sirenas y el trato recibido -Esperemos que la reina de los mares tenga más cabeza que ego, debemos reunir fuerzas contra este revés en vez de seguir una pelea que en realidad no es nuestra.