Partida Rol por web

Yi Fan mantiene la mandíbula apretada con tanta fuerza que duele. Si se pronuncia a favor de quedarse, reconoce su incapacidad. Si lo hace por partir, será obvio que sólo será un estorbo para el grupo.

Maldiciendo interiormente, se mantiene en silencio a la espera de escuchar las palabras del hechicero.
 

Me froto los ojos sin demasiado exito y me acomodo mejor en la roca en la que estoy sentado haciendo memoria.

-Eran los caras Azules, cosa que nos viene bien, ustedes conoceis mejor a los salvajes, pero como en todas las sociedades de cualquier índole- me encanta enrrollarme- los traidores o espías están en todas partes, por lo que no estoy tranquilo del todo, espero que en este punto me quiteis la razón, sería más feliz.

Me miro la herida del mordisco y aprieto un poco para ver si me sale el veneno que no halla quemado el fuego, también sin demasiado exito.

- En mi opinión el exito de la misión, es el poder adaptarnos a las situaciones y tener la capacidad de modificar los planes- me rio de repente- jajaja ahora me parezco a mi padre. La misión no puede seguir como hasta ahora, iremos más lentos y por otro lado, pero quedarnos quietos no me parece bien, por lo que pienso de los informadores los caras azules.

No será fácil  -Saqué el mandoble e hice saltar unas leves chispas con una piedra para afilarla - Pero el señor Vangrant tiene razón. Nuestra mejor opción es despistarles cuanto antes, hacerles caer en una trampa aprovechando que siguen nuestro rastro; forzándoles a atacar en vez de esperar a que estemos débiles. -más chispas - Limpiemos lo mejor posible nuestras huellas; serán capaces de seguirlas, pero no se olerán una trampa. Les plantearemos una situación aparentemente ventajosa, momento en el que saltaremos sobre ellos con hierro y muerte. -Paso el dedo por el filo, lentamente  Confiemos en que el orgullo truil se convierta en impulsividad, y no llamen a muchos refuerzos. Ahora mismo no podríamos enfrentarnos a más de diez ni en la mejor situación. 

Las palabras del hechicero, y después las del guerrero encienden una chispa en el interior de Yi Fan, que comienza a prender un fuego en su interior. ¡Basta de autocompadecerse! ¡Él es un Meiren y no encontrará la muerte llorando por su destino en el fondo de una cueva, sino con su Dinda en las manos!

El Dindavara se pone en pie, apoyando ambas manos en la funda de su arma, que sigue usando como bastón.
Tenéis razón. Debemos movernos y buscar un lugar donde contraatacar. Si los Caras Azules nos acosan como lo haría una manada de lobos, entonces buscarán al más débil de todos nosotros... En este caso yo.
Ante el silencio de los demás, Yi Fan continúa.
Mi ceguera me deja casi inútil, pero por lo menos seré un cebo perfecto para tenderles una trampa que no se esperan...

Martha niega con la cabeza en un gesto de desaprobación.

- Es improbable que los Cazadores de la Noche colaboren con los Caras Azules - dice. - Esos lobos no tienen nada que ver con los que atacaron en la frontera. Que colaboren entre ellos es tan improbable como que los Gremios de mercenarios y de soldados trabajen juntos... Improbable, pero no imposible.

Se encoge de hombros y se aproxima a Yi Fan, haciendo más ruido del habitual mientras camina, probablemente para no sobresaltar al dindavara.

- En cuanto a la trampa... podría funcionar. ¿Estás seguro de que quieres exponerte como cebo, guerrero? - pregunta. Aunque el gesto de determinción de Yi Fan le da su respuesta sin que éste diga absolutamente nada. - Es posible que te arriesgues para nada, que los que controlan a esos lobos no sepan una mierda... - El tiempo pasado con Jakko se nota de vez en cuando en el vocabulario de la exploradora, aunque no llegue a tener los modales de Areth.

Explicáis el plan a los demás. Henry se encoge de hombros, como si la cosa no fuera con él, mientras que Martha no parece muy convencida. Anguy asiente en silencio y empieza a recoger sus cosas.

Salís de la cueva y os alejáis caminando, alertas ante cualquier posible ataque anticipado de los lobos. Escucháis movimiento entre unos matorrales próximos, pero no llegáis a ver a ninguno de los animales. Guiados por Martha, seguís caminando hacia las montañas.

El camino se hace cada vez más escarpado y Yi Fan empieza a quedarse atrás, aunque no sabríais decir si para seguir el plan o porque realmente no es capaz de mantener el ritmo. Henry hace un comentario sobre dejarle si no puede continuar, y la misma duda os vuelve a asaltar con sus palabras.

Cuando os acercáis a un pequeño desfiladero, aceleráis aún más, pensando que es el lugar ideal para preparar la emboscada. Yi Fan, ahora bastante más atrás, asiente con la cabeza, orgulloso, instándoos a alejaros y ralentizando aún más su ritmo mientras tantea el suelo con la funda de su espada.

Atravesáis rápidamente el pequeño desfiladero y os dais la vuelta para trepar a uno de sus laterales, buscando un lugar desde el que podáis vigilar el camino. Anguy se queda quieto de repente, antes de que podáis alcanzar vuestra posición.

- Algo va mal - dice sin dar más explicaciones. Siempre fue parco en palabras.

Pero su aviso sirve para daros cuenta de a qué se refiere. Una sombra se mueve unos metros más arriba y otra un poco más allá entre las rocas. Los lobos no se han quedado atrás para atacar a Yi Fan, sino que os han seguido a vosotros. Unos animales normales se habrían contentado con una presa fácil, pero por algún motivo parece que estos no lo han hecho. ¿Qué les lleva a seguir a un grupo armado en vez de quedarse atrás pudiendo acabar con un hombre "desvalido"

Los pasos de tus compañeros se alejan y te quedas solo en la oscuridad. Maldices tu debilidad mientras tratas de seguir adelante. Era más fácil cuando podías seguir sus voces y te avisaban de los accidentes del camino. Chocas con una piedra, arañándote la rodilla, pero poco a poco llegas a la boca del pequeño pasillo de piedra. Si todo va bien, el resto del grupo habrá tomado posiciones en uno de los laterales y estará vigilando desde una posición privilegiada... Si todo va bien.

- ¿Te han dejado atrás?

La voz masculina te sorprende. Habla en uld, pero tiene un fuerte acento extranjero. Te giras en la dirección en la que has escuchado el sonido, agarrando con fuerza la empuñadura de tu dinda.

- Estos Ulds son peor que animales, abandonando a sus heridos. ¡Ah! Pero tú no eres uno de ellos... - sin duda tus rasgos dindavara delatan que no has nacido en Uldholm. - ¿Qué habéis venido a hacer aquí?

Tenso, esperas un ataque del truil que de momento no llega a producirse. Pero, ¿dónde están Areth y los demás?

Tras caminar con decisión no puedo evitar pensar en Yi Fan; en lo débil que está. Cuando Henry hace el comentario sobre dejarlo atrás consigo callarme la boca y continuar andando... A duras penas.

La sombra de que algo nos seguía era palpable, casi se olía el peligro. Dí un respingo ante el aviso del batidor.

Camino sin molestarme, manteniendo el paso firme, en tensión- Siguen órdenes; está claro.  -Asiento gravemente. -Henry y Alex, cubrid la retaguardia disimuladamente. No miréis a Yi. Yo cubriré a Anguy y Martha por si las cosas se ponen feas... - Miro a mis compañeros -¿Que diablos están haciendo?

Miro hacia ambos lados con mal disimulo, me dejo caer unos pasos hacia atras mientras trago con dificultad. Me llevo una mano a las daga de mi derecha. Una vez cerca de Henry me siento un poco más seguro y una vez yo seguro, pienso en Yi, espero que esté bien.

Voy a un paso normal pero no puedo evitar dar pasos pequeños pero rápidos, estoy atento a que un lobo me salte sobre la garganta en cualquier instante y sonrio a Henry, o por lo menos lo intento, si él no está sonriendo entonces estamos jodidos.

Yi Fan encomienda su alma al Padre-Espada. El momento ha llegado. Puede que el resto del grupo esté cerca, oculto y preparado para intervenir... o puede que no hayan llegado a tiempo y estos sean sus últimos momentos sobre esta tierra.

Orgulloso hasta el final, el Dindavara se mantiene erguido hacia la voz que le ha hablado, sus manos en la empuñadura de su arma que sostiene ante sí como bastón. Su visión es nebulosa, apenas distingue sombras grises y negras delante suyo, y sabe que su ceguera resultará obvia para quienquiera que haya hablado.

Mi nombre es Yi Fan, del Clan Meiren de los Ríos. Anuncia con voz profunda, un linaje que ahora sólo importa algo para él, ya que ni en Dindavara ni aquí, en territorio Truil, significa nada.

He venido aquí a morir... Su voz resuena, solitaria y con un punto de desafío.
Dime quien eres y si eres tú el que va a matarme...

Escuchas un ligero movimiento y agarras la empuñadura de tu arma con más fuerza. Por el sonido de su voz calculas que el hombre estaba a una distancia entre dos y tres metros pero con tu vista completamente borrosa y la oscuridad reinante en los Yermos, no distingues su posición con claridad.

- Y, ¿qué lleva a un Dindavara a querer morir en medio de los Yermos? - No sabes si tu interlocutor reconoce tu nombre o tu procedencia o si es tu acento el que la traiciona. - Por lo que tenía entendido, tu gente prefiere la muerte en combate a caer por inanición en medio de una montaña. - Si ha entendido el tono de desafío, parece que prefiere ignorarlo por completo.

- Pero no, no tengo intención de matarte... Salvo que hagas una tontería con esa espada que sujetas con fuerza. ¿Qué han venido a buscar tus compañeros aquí? Los Ulds no son bienvenidos en estas tierras, y menos aún con los tiempos que corren, con una guerra a punto de estallar...

Notas un nuevo movimiento del hombre por un sutil cambio en la dirección en la que te llega su voz. Sin embargo se calla bruscamente cuando escucha un aullido cercano.