Partida Rol por web

Sea lo que sea, tengo que hacerlo ya, me pongo a bailar para poder lanzar el conjuro cuando esté cerca mía. Tengo que olvidarme de la ansiedad, olvidarme de donde estoy, tengo tiempo, es un hechizo sencillo y he hecho esto mil veces...

Estoy en la Sala de los Espejos. Tengo 14 años, los pasos pintados en el suelo se entremezclan en varios colores, verdes los primeros, amarillos los segundos, y rojos los terceros, superponiendose unos encima de otros. Miro mientras me muerdo el labio el revoltijo de trazos. Levanto la vista y mi madre está seria junto a otros hechiceros mirándome, evaluándome.

Respiro profundo y empiezo a acumular energía, levanto los pies del suelo y me siento ligero, los colores se ordenan en mi mente y lo hago con fluidez, creo que puedo hacerlo un poco mas rápido, mi confianza se apodera de mí, quiero demostrar que soy el mejor. Acelero, sonrio, acelero, miro a mi madre, pero...

Me tropiezo en un giro que no parecia tan cerrado y tras un par de traspiés, caigo en el suelo de culo. Mi madre se rie, creo que fue sin maldad, todos le hicieron coro, pero creo que esa noche empece a beber...

Vamos Alex, aunque sea sencillo, hazlo bien, no te caigas de culo por mucho que mire Martha. Ella no se reirá.

Te lanzas sobre la amazona para golpearla con la empuñadura de tu dinda en la cabeza y dejarla inconsciente. Sin embargo, la mujer se mueve más rápidamente de lo que habías esperado. Al verte subir la guardia para atacar, corrige su ataque haciendo bajar la punta de su lanza.

Notas un agudo dolor en el muslo cuando la hoja de la amazona perfora el músculo y prácticamente llega al hueso. Sin embargo reprimes el dolor, tal y como enseña tu escuela y continúas tu movimiento sin inmutarte. Golpeas el rostro de la mujer, pero por mucho que aguantes tu herida, la velocidad del golpe ha disminuido lo suficiente como para no conseguir tumbarla. Retiras tu arma haciéndole un corte en el pecho mientras respiras para recuperar el aliento, tratando de cargar el peso en tu pierna derecha.

La amazona se tambalea, pero sonríe al ver la sangre de tus heridas. Con un gesto sádico, se abalanza sobre ti, tratando de golpearte en la misma pierna herida.

Martha te mira extrañada cuando ve que empiezas a dar vueltas, pero no dejas que eso rompa tu concentración. Un paso después de otro, sin cometer ningún error.

La amazona te mira extrañada cuando te ve aparecer en medio del camino, dando vueltas como un poseso. Ves en su rostro un gesto de reconocimiento al darse cuenta de que eres un hechicero. Frunce el ceño, tratando de oponer su voluntad a cualquier conjuro que puedas estar preparando mientras se inclina sobre el cuello del caballo para ganar velocidad.

Yi Fan retrocede de un salto apoyándose en la pierna derecha, en posición defensiva y manteniendo atrás la izquierda mientras envaina de nuevo la hoja de la Dinda.

Aprieta los labios. No siente dolor, todavía no, pero percibe un entumecimiento y cómo la sangre resbala hasta el tobillo. Es una herida importante, pero el filo de la lanza no ha llegado a romper la pierna ni a cortar tendón o músculo. Aún así debe detener la hemorragia cuanto antes. Tiene que acabar con esto ya.

La amazona del rostro pintado de azul sonríe con ferocidad. Debe creer que puede terminar con el Dindavara con otro nuevo lanzazo. Pero comete un error. Un luchador experto aprovecharía la ventaja de que el contrario no pueda moverse tan fácilmente para esperar a que se canse o acosarlo a distancia. Sin embargo, la ira de la mujer la impulsa a atacar.

Yi Fan se mantiene inmóvil cuando ella se abalanza sobre él. No pierde detalle de la punta metálica que súbitamente se dirige hacia abajo, hacia su pierna herida. Pero el Dindavara aguanta hasta el último segundo, cuando da un paso adelante y como resultado la lanza alcanza la tierra del suelo en lugar de su carne. Los dos adversarios quedan prácticamente cara a cara. Yi Fan agarra con la mano izquierda el mango de la lanza, con fuerza, haciendo que la amazona no pueda moverla. La empuñadura de su Dinda la sostiene en la derecha, demasiado cerca de la Truil como para desenvainarla...

Pero no hace falta. Yi Fan saca un palmo de la hoja fuera de la vaina, de abajo arriba y con toda la fuerza que es capaz. El extremo de la empuñadura golpea bajo la barbilla a la mujer, que echa la cabeza hacia atrás con violencia e inmediatamente después se derrumba sobre sus espaldas, inconsciente.

El Dindavara abandona por un segundo su fachada estoica para resoplar. Se ha acabado.

La mujer cae al suelo sin sentido mientras tú te tambaleas de dolor. Aprietas los dientes, para evitar un gemido inoportuno y te dejas caer al suelo, junto al cuerpo inconsciente de la amazona.

Dejas tu dinda a un lado, apoyándola con respeto en el suelo incluso a pesar de la situación. Con un tirón seco, rasgas tu túnica alrededor de la herida para ver su estado. Desde luego no pinta nada bien. Estás perdiendo basante sangre y la herida es bastante profunda. Abres tu petate y viertes agua de la cantimplora sobre el orificio, tratando de limpiar la herida. Necesitarías cauterizarla para evitar que siga sangrando y prevenir una infección, pero no es el momento de encender un fuego. Dejando a un lado las provisiones, utilizas la tela de tu hatillo para improvisar un torniquete. Haces lo que puedes, pero en estas circunstancias no es demasiado.

Consigues levantarte y cojeas hasta el caballo. El pobre animal tiene la mitad del cuello cercenada por tu tajo. Le quitas las riendas, pues te podrán servir para atar a su jinete. Sacas con esfuerzo las alforjas de debajo del cuerpo del equino. Incluso vacías te servirán para llevar los enseres que has dejado desparramados en el lugar donde te curaste. Vuelves junto a la mujer para atarla y te sientas nuevamente para inspeccionar el equipaje.

El guerrero Dindavara sabe que no debe permanecer mucho más tiempo aquí, pero no dedicarle unos minutos a detener la hemorragia de su pierna y a desinfectar la herida sería un error todavía mayor. Por suerte aprendió de Anguy como tratar una herida como esta, por lo menos hasta que un curandero pueda examinarla mejor.

En cuanto comprueba que puede apoyar de nuevo la pierna, usa la Dinda envainada como improvisada muleta para desplazarse y se dedica a maniatar a la mujer con las tiras de cuero obtenidas de las riendas del caballo para después revisar el contenido de las alforjas. Quizás haya algo de utilidad.

La silla de montar de la amazona empieza a arder súbitamente. Incapaz de mantenerse sobre su asiento, suelta las riendas y cae al suelo. A duras penas, se levanta mientras desenvaina una espada de su funda, mirándote con rencor. El caballo sale a galope tendido, asustado por el calor que de repente siente en la espalda, y se pierde en la lejanía.

La mujer masculla algo en su idioma y se lanza salvajemente sobre ti, descargando un potente tajo vertical hacia tu cabeza.

Prácticamente desarmada, pero sin resignarse a quedarse esperando, Martha trata de alcanzar a la mujer Truil con su daga, mientras te avisa del peligroso ataque de la amazona.

Rebuscas en las alforjas y no parece que haya nada fuera de lo común. Las provisiones que porta la amazona Truil son bastante escasas, pero el hecho de que lleve comida es bastante significativo, pues implica que se había alejado lo suficiente del campamento como para tener que cargar con sus propios víveres. Fuera donde fuese, obviamente está de regreso de su expedición.

Estás a punto de retirar las alforjas cuando notas algo en el fondo de una de ellas, una costura que no has sentido en la otra. Vacías por completo la bolsa de cuero y le das la vuelta. Efectivamente tiene una especie de doble fondo cosido en la base de la alforja. Sacas un cuchillo y cortas la tela.

Extraes con cuidado una piel dura y lanosa enrollada sobre si misma. No eres un experto en zoología, pero no consigues imaginar ningún animal al que pueda pertenecer semejante piel. Con cuidado, la extiendes sobre tu pierna sana y ves una pequeña piedra translúcida, no más grande que la uña de un dedo meñique. La coges entre tus dedos y compruebas que tiene una textura similar al ámbar.

Súbitamente la piedra parece oscurecerse y en pocos segundos toma un color rojizo, que se va haciendo más y más intenso por momentos.

Dando un sonoro respingo Yi Fan deja caer la piedra igual que si hubiese estando sosteniendo una víbora venenosa. La desconfianza del Dindavara hacia la magia hace que su primer impulso sea dejarla allí y alejarse cuanto antes, pero cuando se está incorporando para apartarse se detiene. ¿Y si esa pequeña roca tiene que ver con lo que les ha llevado hasta allí, hasta territorio Truil?

No, tendrá que sobreponerse a sus prejuicios y llevarsela consigo. Puede que el joven mago sepa de qué se trata. Por tanto, usando la extraña piel para recoger la piedra sin que su piel la toque, la envuelve de nuevo y la oculta entre los pliegues internos de su faja. Una vez hecho esto, se guarda para sí las provisiones que ha hallado, pensando que les serán de utilidad en el camino de vuelta.

Con cuidado, vuelve a comprobar que la amazona sigue sin sentido y que sus ataduras están tensas. En cuanto está convencido de ello, levanta a la mujer y se la echa al hombro, apretando los dientes al sentir un pinchazo en la herida sufrida. Va a ser un suplicio llevarla encima a través de este terreno sin poder apoyar apenas la pierna, pero debe alejarse rápidamente de aquí y retroceder hasta que encuentre a alguno de sus otros compañeros.

Arrastras a la amazona como puedes, pues tu pierna herida a penas consigue mantener tu propio peso. De repente, escuchas unos rápidos pasos detrás de ti. Dejas caer el cuerpo y te vuelves, inclinando la espada que utilizabas a modo de bastón, dispuesto a desenvainarla y acabar con cualquier posible atacante.

Anguy se para en seco al ver tu postura, consciente de tu maestría en tu escuela. Al reconocerle recuperas la postura.

- ¿Estás bien? - pregunta al acercarse. - Esa pierna no tiene buena pinta.

Se agacha y carga sobre sus hombros a la amazona inconsciente. - No escuché tu llamada, aunque alguien ha avisado desde la posición de Alex. - Explica justificando su carrera en tu dirección. - ¿Qué ha ocurrido?

Sabiendo de tu orgullo dindavara, no hace ningún amago por ayudarte a caminar, aunque el hecho de que cargue con tu prisionera te facilita bastante las cosas.

Liberado de su carga Yi Fan puede dejar de apoyar peso sobre la pierna izquierda, lo cual le alivia bastante. Ayudándose de la larga vaina para sostenerse, se pone a la par del explorador que ahora debe llevar a la amazona sobre sus hombros.

Apareció de la nada. Gruñe, refiriéndose a la mujer. Sospecho que volvía al campamento desde otro lugar y casi me pasa por encima. Tuve que acabar con su montura y luego reducirla sin causarle heridas con mi Dinda... aunque ella no tuvo la misma consideración hacia mí...

Guardándose para sí un quejido cuando la pierna apoya más de lo necesario, el Dindavara se fuerza a acelerar más la marcha.

¿Ves el torniquete? Susurra a Anguy. Traté la herida tal y como me enseñaste. Quizás más tarde puedas echarle un vistazo, pero ahora tenemos que llegar hasta Alex... el chico podría estar en problemas.

Saco mi puñal de su funda, es un poco grande y baila al sacarla, se mepodría haber caido en cualquier momento, es curioso que piense en ello ahora mismo...

La muevo con rapidez de una mano a otra y ataco a fondo para herirla en las piernas haciendo un amplio arco con el cuchillo. El pelo se me pega a la cara y por un instante no puedo saber si le he alcanzado.