Partida Rol por web

Obligado a retroceder frente al acoso de su adversario, y ahora sin la posibilidad de devolver el ataque debido a la herida del brazo y que le impide manejar adecuadamente su Dinda, Yi Fan resiste estoicamente, indiferente ante las palabras del Asesino.

Desde mi posición, no puedo evitar ver a mi amigo tropezar bajo una lluvia de golpes. Su último movimiento poco afortunado, fruto sin duda del severo castigo que le está infligiendo Novak, le deja completamente al descubierto.

-¡Yi-Fan!

Miente Novak al decir que Yi Fan no tiene honor. Viéndole combatir estos meses, he aprendido mucho de él. He aprendido que hay ciertas cosas por las que merece la pena jugarse el cuello. No puedo quedarme quieto viendo cómo mi amigo es atravesado en un oscuro callejón.

Salto entre Novak y Yi Fan en una arriesgada maniobra a jugarme el todo por el todo.

El gran maestro de los asesinos continúa atacando al dindavara con una velocidad casi sobrenatural, haciendo casi imposible que Yi Fan se defienda con un solo brazo. Con la misma facilidad con la que lanza una y otra estocada sobre su oponente, Novak desvía los ataques desesperados de sus oponentes.

Sin embargo, el hombre no es capaz de predecir la maniobra de Areth: viendo a Yi Fan en peligro, se acerca a ellos mientras el otro asesino trata de atacarle, retirándose en el último momento para que la daga del hombre corte el brazo de Peter Novak en vez del de Areth. A pesar de ser sólo un rasguño, el golpe desequilibra al duelista lo suficiente como para hacer que falle su estocada a la pierna del dindavara.

El asesino se sigue centrando en Areth mientras su maestro continúa su lucha contra los dos, centrando sus ataques en Yi Fan mientras se defiende con maestría de ambos.

Por fin un hueco, donde no había aparecido ninguno en toda la tarde. Este es nuestro momento, o no lo será nunca.

-Yi Fan, Novak es tuyo. Yo tengo una cuenta con mi pareja de baile.- Pienso para mis adentros.

Lanzo un tajo amplio en horizontal, intentando no dejarle sitio donde escapar.

Areth se aparta con facilidad del asesino, evitando el filo de sus dagas una vez más. Mientras gira para apartarse, en un movimiento que podía haber aprendido en su anterior combate con Alder, estiende el brazo para aprovechar toda la inercia de su cuerpo. Novak, que no esperaba semejante ataque tan rápidamente, ve cómo la hoja de la espada prestada de Areth se dirige a su pierna sin que sea capaz de desviarla. El corte que le produce en el muslo está a punto de llevar al asesino al suelo.

Yi Fan, aprovecha la oportunidad para descargar un tremendo tajo en el torso de su oponente. Incapaz de mantenerse en pie, Novak sale prácticamente despedido por el golpe hacia atrás, sangrando por el pecho. Sin embargo, mientras cae lanza una estocada desesperada hacia Yi Fan, clavándole la espada en un lateral del abdomen, muy cerca del brazo que mantiene pegado al torso. Una herida molesta, pero nada comparado con todo lo que lleva encima el guerrero dindavara.

-¡El diablo se lleve a este comparsa! Demasiado me ha aguado el día, y ya es hora de que se reúna con sus antepasados.

Aprovechando la inercia el giro que ha herido a Novak, continúo el movimiento con otro giro en el mismo sentido con la hoja de mi espada zumbando por encima de mi cabeza. El guardaespaldas lleva demasiada confianza de sus dos últimas embestidas sin oposición. Cruzando las piernas como en un paso de baile, tenso el cuerpo como la cuerda de una ballesta y descargo con un latigazo el filo hacia el cuello expuesto del asesino. Veo en un momento un fulgor de estupor en su mirada.

-¡Hasta la vista, señorita! ¡Buen viaje al infierno!

Entre la bruma de dolor ignorado, apartado al fondo de su mente, igual que la sensación de estar llegando al mismo límite de sus fuerzas, el Dindavara vislumbra la oportunidad que lleva esperando durante todo el duelo cuando el filo de su arma penetra con violencia en la elaborada defensa del asesino y le abre un tajo en su torso, derribándolo al suelo.

Yi Fan no tiene tiempo ni fuerzas para esgrimir su Dinda de la forma que suele. Así que aprieta los dientes y se lanza en tromba contra Novak en un ataque que pretende arrollarlo, mientras sostiene su arma contra sí, demasiado cerca de su propio cuerpo, en una incómoda postura, pero que el Dindavara está dispuesto a soportar si le sirve para llevarse por delante al Maestro de asesinos.

Areth frunce el ceño y, harto de que el acompañante de Peter Novak no pare de hostigarle con sus dagas, se vuelve hacia él. Agarrando su espada con ambas manos, la hace girar rápidamente a la altura de sus hombros. La mirada del rudo guerrero es lo último que ve el asesino antes de que su cabeza se separe del resto del cuerpo.

Novak empieza a levantarse, manteniendo la punta de su fina espada de esgrima en dirección a Yi Fan. Sin embargo, el dindavara ha aprendido a anticipar los movimientos del falso chambelán del consejo y aprovecha el momento en el que Novak carga su peso en la pierna mientras se endereza para lanzarse una vez más sobre él. La hoja de su dinda hace silvar el aire mientras desciende sobre el cuerpo del duelista asesino. Si hubiera sido una espada normal, el jubón de cuero de Novak habría sido suficiente para salvarle la vida, pero el acero dindavara es famoso por una razón y atraviesa la armadura ligera como si fuera una simple camisa de seda.

El cuerpo del gran maestro asesino cae al suelo inerte, incapaz de soportar todas las heridas que ha ido recibiendo durante el combate. Pero tanto Areth como, sobre todo, Yi Fan no están mucho mejor. Con sus cuerpos cubiertos de heridas y cortes observan un momento el jardín en el que transcurría el duelo, que parece el lugar donde se alimenta un animal salvaje, cubierto de sangre por todas partes.

Agotado y al limite de sus fuerzas, cubierto de sangre y sudor, con los ropajes ajados manchados por el duro combate y el pelo negro apelmazado cubriendole el rostro, Yi Fan presenta un aspecto irreconocible, totalmente diferente a la persona que hace tan solo unos minutos entraba en este jardin.

El Dindavara cae de rodillas ante su adversario, que yace muerto ante el. Con movimientos temblorosos, casi propios de un anciano, consigue envainar en su funda de madera la Dinda que ha terminado con la vida del Maestro de Asesinos llamado Peter Novak.

No... me llames... Meiren...

Repite de nuevo en un susurro pronunciado mas para si mismo que para nadie que pueda escucharle.

Yo ya no me llamo Meiren...

El nombre. El hogar. La familia. Eran conceptos por los que Yi Fan hubo un tiempo que creia que luchaba, pero que poco a poco ha terminado dandose cuenta que ya no forman parte de el...

No le queda familia. Un padre ajusticiado como un vulgar ladron, algo que realmente era. Un hermano que prefirio el suicidio a la verguenza. Una madre que murio consumida por la pena...

No hay hogar al que volver. Aunque demostrara ante el alto Riyan que es inocente y se le devolviesen sus titulos y posesiones, la sociedad Dindavara jamas lo aceptaria de nuevo. Lo verian como un barbaro extranjero. Y Yi Fan se siente como un barbaro extranjero. Ha cambiado. Nunca podra volver a ver el mundo como lo ven las grandes familias nobles de su patria.

Nombre... no hay nombre de familia. Ahora es solo Yi Fan. Meiren fue el nombre de otra persona. Alguien distinto al que hoy se desangra en este jardin, y que bien podria estar de camino de seguir a aquel al que acaba de matar.

Y el honor? Que significa el honor para el? Las reglas escritas y no escritas del comportamiento que un Dindavara de alta cuna debiera seguir durante toda su vida? Nada le ata ya a ese codigo. Ni una familia, ni un hogar ni un nombre. No le queda nada que honrar...

Salvo el mismo. Durante lo que le quede de vida, aunque solo sean escasos minutos, Yi Fan honrara su propia palabra, que es lo unico que le queda. Y eso incluye una promesa hecha hace mucho tiempo a su madre. La primera de muchas. La promesa de que el responsable de la caida de su familia pagaria por ello. No por venganza, sino por que es lo justo.

El responsable. Su propio tio. El hermano de su padre: Da Fan Meiren.

Cumplir con tu palabra. Es lo que debes hacer cuando no te queda nada mas. Pero eso empieza por alguna parte. En este caso, levantarse.

Yi Fan vuelve su mirada hacia el guerrero Uld: Areth, puedes ayudarme a ponerme en pie, por favor?

Jadeo y sangro profusamente. -Esto no ha sido un duelo, sino una carnicería.- He hincado una rodilla a tierra para recobrar el aliento. -Sé que ha ido de un pelo ¿Me estaré haciendo viejo para esto?

Entonces escucho a mi amigo pedirme que le eche una mano. No sé si tendré fuerzas para tanto. Me duelen tanto los brazos... 

Pero Yi Fan no está mucho mejor que yo, y si no nos movemos lejos de aquí, con todo este escándalo, pronto alguien vendrá a investigar. Y no me apetece bailar al extremo de una cuerda.

Me agacho para limpiar el filo de mi espada en la camisa del asesino y la envaino con manos temblorosas. Con un esfuerzo sobrehumano paso el brazo por debajo del de mi amigo y tiro para arriba. -¡Ánimo, que esto no ha sido nada! Me han hecho más daño besándome en un burdel delbiano...

Con lo atlético que está este muchacho y pesa como una vaca en brazos... Si se quita la culpa de encima, espero que pese un poco menos.

A duras penas conseguís poneros en pie, ayudándoos mutuamente. Miráis a vuestro alrededor, más para tomaros un instante y retomar fuerzas que para observar el dantesco espectáculo en el que se ha convertido el jardín. Los dos cadáveres quedan en el suelo con sus armas aún en las manos, derribados sobre un charco de sangre que cada vez se va extendiendo más, mezclándose con la vuestra.

Envainais vuestras armas y os echáis vuestras capas por encima, tratando de ocultar vuestras heridas. El jardín es un lugar discreto, pero las calles de alrededor no lo son tanto y no estaréis completamente a salvo hasta que lleguéis a alguno de los refugios de Asceltis en la Periferia. Sin embargo, en estos momentos os parece que eso está a todo un mundo de distancia.

Salís a la calle, aprovechando un momento en el que no se ve a nadie en las proximidades, y os alejáis del lugar del duelo lo más rápidamente posible. Sin embargo, vuestro aspecto resulta suficientemente sospechoso como para llamar la atención de cualquier transeunte ocasional que os pueda ver por la calle.

Una voz profunda dirigiéndose a vosotros no tarda en confirmar vuestros temores.

- ¡Eh, vosotros! - dice un guardia mientras os alejáis caminando. - ¡No queremos pordioseros en esta parte de la ciudad! - Dos hombres se acercan a vosotros, vistiendo el uniforme de la guardia de Uldnacht.

-¡Maldición! Se ve que las desgracias nunca vienen juntas...

Intento aparentar el andar más lastimero y enfermizo posible. Cargo el peso de Yi Fan sobre mi costado e intento alejarme de los dos guardas en la dirección de salida de este barrio. Clavo la mirada en el suelo y evito mirarles (y que me miren) la cara. Con voz rota y enfermiza, les respondo.

-¡Tjrrem!¡Tjem, Tjem! ¡Perdonad, nobles señores! Ya nos vamos, ya nos vamos. ¡Que el cielo os colme de virtudes, sí mil veces benditos! ¡Tjem, tjem! ¡Ya, ya nos vamos, para no volver jamás!

Con mi mano libre, empapo las yemas de los dedos en la sangre de mi costado, y mancho mi boca como si estuviera tosiendo sangre. Si se empeñan en mirar mi cara, puede que se asusten con la tos y la sangre.

El guardia os mira con sarcasmo.

- Sí, claro que no váis a volver jamás... Ya nos encargaremos nosotros de eso - dice con seriedad. - ¡Vamos! Quedan arrestados. Vengan por las buenas al calabozo y no nos obliguen a utilizar estas - dice golpeando suavemente la porra que pende de su costado, que su compañero coge en la mano sin la menor discreción. - Allí el sargento decidirá si os echa a patadas de la ciudad.

Sin molestarse en tocaros, os hace un gesto para que avancéis en la dirección en la que ya íbais caminando, mientras hace algún comentario a su compañero sobre la "escoria sin gremio" que atesta la ciudad.