Partida Rol por web

Akta tomó finalmente la iniciativa. Subió las escaleras y llego hasta la losa del techo. Posó entonces las palmas de las manos sobre la misma y empujó hacia arriba. La losa no cedía con facilidad y a la clérigo le costaba bastante moverla. Notó entonces como de pronto algo se movió sobre la misma, alguien estaba sentado o tumbado sobre la misma y al notar el movimiento se sobresaltó y se alejó. Eso provocó que la losa cediera a la vez que rechinaba con fuerza.

Akta, pero también el resto, empezaron a escuchar aquellas voces en un idioma ininteligible para todos ellos. Estaban nerviosos y chillaban aparentemente asustados. Akta no lo dudó y subió hasta la superficie dispuesta a acabar con todo. Enseguida desenfundó su mandoble y para ese entonces, Crodos ya estaba allí junto a ella. El resto fue subiendo poco a poco, pero no antes que Glÿnmaer, quien ya revoloteaba por la estancia invisible a ojos de todos los seres que allí se encontraban.

Una decena de criaturas mitad hiena, pero que caminaban erguidas se encontraban asustadas y contra la pared, tratando de mantener toda la distancia posible con aquellos extraños recién llegados. Era difícil de asegurar, pero parecía que la mayoría de los gnolls adultos eran mujeres o ancianos y también había unas cuantas crías que mostraban sus dientes tratando de mantener alejados a los intrusos. Una única puerta que se mantenía cerrada, era la única aparente salida de la sala, sin tener en cuenta la trampilla.

- ¡Jratkch! - Dijo una de las criaturas, a tenor por lo que tenía entre las piernas, el único varón joven de la sala, aunque de reducido tamaño con respecto a los que habían visto antes. - ¡Jratkch grakji japul! - Les gritó a los intrusos poniéndose frente al resto de gnoll y tratando de protegerlos con sus brazos. Iba totalmente desarmado.

- Dijkulpen... - Dijo una gnoll que hablaba en común y que portaba unos anteojos sobre el hocico. - Dijkulpen a Grotch. - Dijo no sin aparente dificultad. - Joy Ginky. - Se presentó. - Mi nombre ej Ginky. - Repitió señalándose. - No noj hagan daño. Por... por favor... - Dijo casi suplicante.

- Soy Truzx. - Dijo una pequeña cría que pasó por debajo de las piernas de Grotch.

Aquella criatura, a diferencia del resto, se mostraba confiada y hablaba en común bastante mejor que la adulta de los anteojos. Se acercó a Akta con las manos desnudas y mostrándolas en clara señal amistosa. 

- Ella es mi abuela. - Les dijo señalando con el dedo a Ginky. - Y el es padre. - Señaló a Grotch. - Somos amigos. Amigos. Nada que temer.

—¡Ahí lo tienes, Crodos, un niño-hiena al que sodomizar! —exclamo exultante de felicidad. Siempre es bueno poder darle al tipo más grandote del grupo lo que le gusta—. Como tú querías. Yo me pido la piel de la abuela para hacerme una capa calentita. Pero no os confiéis, parece que hablan raro pero seguramente sea que están lanzando hechizos de ilusión para aparentar estar más indefensos. Anda que no sé yo de hechizos de ilusión... ¡Vamos, valientes, sin cuartel! ¡Por la memoria de Xaod!

A estos humanos mojigatos o les animas a actuar o en seguida se quedan embobados con cualquier cosa. Son capaces de dejarse matar o, peor aún, adoptar a estos desgraciados. A este paso el elemental tuerto nos encuentra a nosotros antes de que nosotros le encontremos a él...

— ¡Silencio, polilla! — rugió con voz atronadora hacia donde creía que estaba el cargante ser invisible aquel. Observó estupefacto a los patéticos gnolls que allí se apretujaban, al gnoll joven que se interpuso y aquella cría valiente y confiada. Para su profundo disgusto no se les habían lanzado como las bestias salvajes y furibundas que había esperado. Maldito fuera el mundo y sus condenadas escalas de gris — ¿Pero es que no ves que están desarmados y asustados, insecto patán? Hechizos de ilusión... Bah. Es evidente que ellos no han sido quienes han asesinado al noble Xaod. La raíz del mal debe estar más allá. Debemos continuar.

Descansar junto a aquellos mamíferos no fue nada agradable pero, no habían otros lugares más de dónde escoger. Al siguiente día se levantan presurosos y sin mediar muchas palabras, empiezan a seguir los pasos del regordete hafling, este los guía entre los centinelas evitando que los descubran hasta llegar a lo que había descrito la noche anterior.

Aquel paisaje que aparecía ante sus ojos lo dejó atónito, no entendía como algo así existiese tan cerca de aquel templo. Caminaron a través de la cascada, dejando así su armadura limpia nuevamente hasta llegar donde se encontraba Glynmaer y Lerissa, quienes estaban esperando al resto del grupo para entrar por la escotilla que daba hacia el templo, después de un breve debate decidieron subir a la fuerza.

Lo que encontraron definitivamente no era lo que esperaban pero, eso poco le importaba al insectoide quien carecía de empatía y de misericordia, por lo que sus ojos solo veían almas a las que sacrificar. Sin esperar a que el grupo se decidiera a matarlos o no, el guerrero acorta la distancia que los dividía y empieza a descargar su estrés, atravesando los cuerpos de aquellas frágiles criaturas con sus garras.

Finalmente fue Akta quien subió en primer lugar. La losa parecía pesada y desde abajo observé los esfuerzos que tuvo que hacer para conseguir levantarla y dejar al descubierto la entrada.

Y en cuanto lo hizo, empezamos a escuchar una buena cantidad de voces ininteligibles, sin duda de los gnolls, lo que hizo que aferrara mi mano todavía con mayor fuerza a la empuñadura.

Akta desapareció a través de la entrada, seguido de los demás. Cuando por fin llegué, me di cuenta, supongo que como el resto, que allí no había enemigos, sino criaturas asustadizas e incapaces de suponer una amenaza.

Parecían estar prisioneros.

Tal y como diría Crodos unos momentos más tarde, la raíz del mal no se encontraba allí. Pero no pareció importarle al maldito insecto, que se abalanzó sobre las indefensas criaturas, comenzando a matarlas con sus garras.

-¡¡¡Maldita sea!!! -exclamé, lanzándome a por el insecto con todas mis fuerzas, descargando mi espada sobre él y en concreto, sobre uno de sus brazos, que utilizaba como un arma mortífera.

Krath-Tk cargó de forma sorpresiva a la par que infame, contra aquellas indefensas criaturas. El resultado fue sangriento y mortal. Antes de que los propios gnolls o el resto de componentes del grupo pudiera tan solo reaccionar, tres de las criaturas híbridas yacían ya en el suelo con miembros amputadas y gargantas seccionadas.

Los gritos de los supervivientes no tardaron en empezar a resonar por toda la sala. Gritos de puro pavor ante la matanza que se antojaba inevitable para ellos, desarmados y sin conocimientos suficientes de combate, estaban a merced de aquella criatura de aspecto feroz y de todo el grupo de caballeros y aventureros que traía consigo.

Los gnolls tan solo pudieron arrinconarse contra la pared y ni siquiera miraron hacia la única puerta de salida, que sin duda debía estar cerrada con llave o atrancada, pues de lo contrario ya la habrían utilizado para salir de allí. No cabía duda de que aquellos seres mitad hiena, mitad humano, se encontraban en aquel lugar como cautivos.

Al principio me tensé y apreté las manos en el mango de mi espada, pero al ver a aquellas criaturas más asustadas que agresivas, me relajé un poco, hasta que el cachorro de los gnolls se acercó a mí. Hablaba perfectamente la lengua común, algo que debía empezado a enseñar su abuela en algún momento. Miré al padre y a su abuela y pensé en Mitil y el hijo que andábamos buscando sin querer.

Entonces la polilla  habló.

- Si quieres pelea, baja y enfréntate a ellos con tus patitas. No alzaré mi espada contra inocentes desarmados. - Le dije tras la respuesta de Crodos y miré al pequeño. - Tranquilo, no os haremos da... - Y no pude completar mi frase. En ese momento, la cucaracha gigante cargó contra aquellas inocentes criaturas y estas se vieron atrapadas y aterradas por su ferocidad.

Mis ojos brillaron, como si el mismo Seyran me dictase que hacer, alcé mi espadón contra aquella criatura que esa misma noche descubrimos que era malvada, pero jamás pensé que tan cruel como para matar sin necesidad. Mientras me movía hacia él, me encomendaba a mi dios y murmuraba aquellas palabras que solamente yo conocía para poder usar toda mi fuerza en un asalto rápido.

De haber tenido más tiempo, hubiese usado conjuros, pero si no paraba a esa cosa... mataría a todos, incluído al pequeño gnoll que quizás por recordarme a un cachorrito, me enterneció el corazón.

Y mi espadón brilló con fuerza, quizás guiado por la furia de Seyran ante aquel atentado contra su Ley y guió mis manos para herir a tan asquerosa y cruel criatura. - ¡Se acabó! - Le grité al insecto gigante, esperando partirle en dos con aquel golpe.

Finalmente fue Akta quien subió en primer lugar. La losa parecía pesada y desde abajo observé los esfuerzos que tuvo que hacer para conseguir levantarla y dejar al descubierto la entrada.

Y en cuanto lo hizo, empezamos a escuchar una buena cantidad de voces ininteligibles, sin duda de los gnolls, lo que hizo que aferrara mi mano todavía con mayor fuerza a la empuñadura.

Akta desapareció a través de la entrada, seguido de los demás. Cuando por fin llegué, me di cuenta, supongo que como el resto, que allí no había enemigos, sino criaturas asustadizas e incapaces de suponer una amenaza.

Parecían estar prisioneros.

Tal y como diría Crodos unos momentos más tarde, la raíz del mal no se encontraba allí. Pero no pareció importarle al maldito insecto, que se abalanzó sobre las indefensas criaturas, comenzando a matarlas con sus garras.

-¡¡¡Maldita sea!!! -exclamé, lanzándome a por el insecto con todas mis fuerzas, descargando mi espada sobre él y en concreto, sobre uno de sus brazos, que utilizaba como un arma mortífera.

Los caminos de Seyran a veces le resultaban tremendamente confusos. La misma criatura que horas antes había sanado con su poder divino, devolviéndole toda su vitalidad, ahora estaba masacrando aquellos aterrorizados cautivos. De una raza vil, sí. Pero ni luz ni honor había en asesinar seres indefensos, por viles que fueran.

Estaba aún congelado cuando vio cómo abrió en canal al ser que se había presentado como Ginky, haciendo que sus anteojos volaran hasta caer por un rincón. Vacilante, volvió a enarbolar el mangual pesado y cargó hacia Krath-Tk como pudo. tratando de aplastar la coraza y el exoesqueleto, ahora brillante y saludable. Y de nuevo manchada con sangre ajena.

— ¡No! ¡No lo permitiré...! — gritó desesperado mientras corría, haciendo girar torpemente su arma en el aire.

- ¡Krath-Tk nooo! - Gritó Redrick al ver lo que acababa de hacer. 

Su impulso por acabar con aquellos seres indefensos desencadenó una reacción en cadena, que a la postre sería el principio de su fin. Nada podía hacer él por detener a los religiosos ante la atrocidad que acababan de presenciar y aunque él sabía que las garras del thri-kreen les habrían servido para acabar con aquella vil amenaza que representaban los otros gnolls, que no aquellos que estaban siendo asesinados, también sabía que actuar a favor del insecto gigante le convertiría en un enemigo de Seyran y desde luego no quería morir por un cucaracho.

- ¡Muereee! - Gritó Questin Himmble al iniciar furioso una carga contra el que hasta ese momento era su compañero.

Que hubiera matado a la abuela del pequeño gnolls le hizo recordar su triste historia familiar. Él había sido abandonado por sus padres al nacer, pues no era muy agraciado. Le crío su abuela hasta que murió cuando tan solo era un niño y desde entonces tuvo que malvivir robando en los mercados. Si estaba allí, cerca de Hommlet era por buscar a su familia, a sus padres. Tenían una deuda pendiente con él. 

La espada larga que el mediano esgrimía a dos manos impactó en el cuello de Karth-Tk seccionado alguna artería principal y salpicando a chorro en derredor de sangre verdosa y viscosa. El thri-kreen cayó al suelo inconsciente y desangrándose. Su final estaba cerca.

—¡¿Pero a vosotros qué os pasa en la cabeza?! —exclamo profundamente indignado—. Panda de descerebrados... Habéis subido aquí para masacrar a unos gnolls que no os habían hecho nada, ¿y ahora de pronto os remuerde la conciencia? No sé si gana en vosotros la estupidez o la hipocresía, pero las dos cosas están ahí, ahí de la mano. Si os puede el miedo a un puñado de niños y viejos, os podéis ir a cagar al campo. Pero atacar a un compañero desarmado, sin aviso y a traición es lo más repugnante que he visto desde... bueno, desde que dejé Homlet por juntarme con exactamente la misma clase de indeseables que vosotros. ¡Qué vergüenza! Si esto es lo que esperan vuestros dioses de sus seguidores, permitidme que os diga que son tan mierdas como lo sois cada uno de vosotros cuatro... Y tú, Questin, eres el peor; vete a un rincón a pensar en lo que has hecho. Menuda decepción has resultado ser, muchacho, con lo que Krxth y yo hemos hecho por ti... Ahora voy a curar por enésima vez a este despojo y ay de aquel que sea tan tonto como para impedírmelo... Echaos para atrás, boñigas de vaca y dejadme arreglar el desaguisado que habéis armado. Paladines de Seryan o como coño se llame... No sois más que un atajo de cobardes carniceros... Echaos para atrás, os digo, oligofrénicos.

El ataque de Crodos había sido lento y torpe, no golpeando más que el aire. Pero luego no le cupo duda que Seyran había intercedido, pues el enano lampiño y gordo acudió a propinar un tajo a Krath-Tk, y tras los ataques de sus compañeras se encontraba ya malherido. Si su ataque le hubiera alcanzado, de seguro habría muerto.

En ese momento se escuchó la voz chillona del insecto pequeño, el bocasandalia, que no paraba de increparlos en una larga retahíla.

Crodos reafirmó los pies tras el ataque fallido, preparado para defenderse, y sintió la mano cálida de su dios brindándole protección.

— ¡Hemos venido a traer la luz a este cubil del mal, no a masacrar criaturas cautivas! Y tened por seguro que no estamos dispuestos a mirar a otro lado ante tan innoble acto, por mucho elemental tuerto que digan las leyendas. ¡Depón tus garras y vivirás para matar a quien bien lo merece, Krfgtx, pero abraza el asesinato de los indefensos y morirás bajo nuestras armas, sin pena ni gloria! — advirtió con voz firme — ¡Seyran te ha sanado por un motivo! — exclamó después, casi suplicante.

Habían entrado a limpiar aquél lugar de los gnolls y para Krath-Tk no había diferencia en cuanto a crías o guerreros, para el todos eran enemigos sin embargo, para los recién llegados existía una diferencia tan abismal que decidieron aplastar al insectoide.

Akta arremete contra él a traición y seguido de ella el resto se abalanza sobre este, quedando tendido en el suelo junto a los gnolls que recién había matado.

Una descarga eléctrica recorre su verdoso cuerpo, haciendo que despierte de golpe, tomando una bocanada de aire como si fuese la primera vez que respiraba, se levanta rápidamente desorientado y confundido pero mucho más que esto, prevenido y desconfiado.

Se queda quieto como un animal acorralado, mirando detenidamente a los que antes le habían atacado, a la espera insidiosa de ver qué pasaba.

La verdad era que no entendía a aquel idiota que parecía tener alas de mosca en lugar de cerebro. Los gnolls eran unas criaturas a las que mejor no acercarse, al menos los que habíamos visto fuera. Hasta ahí, todo bien. Pero entre mis costumbres no estaba el arrasar con inocentes y desarmados, viejos, niños y heridos, y mucho menos prisioneros. En todo caso, simplemente pasaba de largo y que cada cual se las compusiera como pudiera.

No había llegado hasta allí para que "aquello" hiciese lo que le diera la gana y únicamente satisficiera su ansia de sangre. Para eso ni siquiera me habría molestado.

Así que tras darle el primer impacto Akta, todos nos lanzamos a por él y vimos como uno detrás de otro caíamos como si fuéramos una tormenta. Habíamos conseguido reducirle y mientras se recuperaba, retrocedí hacia el grupo de gnolls, quedando a mi espalda. Envainé mi espada, saqué mi arco y me preparé para dispararle.

-No es más repugnante que atacar de frente a un grupo de gente desarmada y totalmente vulnerable. Eso no es que sea de cobardes, sino de alimañas. Habéis pedido nuestra ayuda y no era para esto precisamente, así que tiene lo que se merece. Decide ahora de qué lado estás, y él también, o esta sociedad termina aquí y ahora -dije, mientras le apuntaba a la cabeza a Krath-Tk.

Krath-Tk no había atacado inmediatamente, y eso para Crodos fue cierta señal de que no pretendía luchar, ya fuera por entrar en razón, que lo dudaba, o por mero instinto de preservación. El paladín relajó ligeramente su postura y alzó la una de las manos con la palma de la mano hacia delante, en señal de paz. Con la otra bajó el mangual.

— Detengamos esta locura. Todos. Hemos venido a erradicar un mal mayor. — en aquellos tensos segundos había recordado sobre las palabras del mago Redrick. Probablemente necesitaran al insecto gigante, y si no, ¿por qué Seyran había frenado su brazo sembrando la duda en él? Era la señal inequívoca de que Krath-Tk debía vivir, por el momento, para llevar a cabo esta misión. — Krath, escucha a Lerissa. No permitiremos la masacre de inocentes, incluso si son bestias como estas. Si lo que quieres es traer muerte, baja tus garras y unamos nuestros esfuerzos. Te prometo que tendrás la oportunidad de llevar la muerte a enemigos más desafiantes y dignos. — Se levantó el visor de su brillante celada para mostrar su rostro — Seyran nos observa. Permanece con nosotros y respeta la vida de quienes no tienen culpa, y Él te procurará sanación de nuevo a través de mis manos y no volveremos a alzar nuestras armas contra ti.