Partida Rol por web

Otrygg respiraba con dificultad por el esfuerzo, pero para su sorpresa se había cobrado las vidas de un par de enemigos con el hacha, e incluso estaba de una pieza, algo que no todos los hombres de Vlödi podían decir. Se apartó de los cadáveres y la sangre y se fue a sentar unos metros más atrás cerca de donde pretendían haber montado campamento hacía solo unos minutos.

- ¿Aún dudáis de que esta misión está maldita? - exclamó antes de escupir en el suelo. A pesar de todo, parecía exultante y cansado después de la batalla - Aunque si esto es todo lo que puede hacer la maldición, no tenemos por qué preocuparnos. -

- Vlödi ¿qué hacemos? Esos bastardos sin madre podrían volver mientras estamos por ahí buscando a la bruja. -

Cuando veo cómo la certera flecha del buen Vigfus acaba con el líder de los salvajes, una gran emoción de orgullo y regocijo me asalta. -¡Viva Vigfus, consejero del jarl y mejor arquero! ¡Tres hurras por él! -grito levantando el hacha con una muy notable sonrisa. -¡Sé que Odhinn, Padre de Todos, está orgulloso de todos vosotros, hermanos míos! ¡Y Brinyldr se encargará de que el espíritu de nuestros hermanos caídos hoy aquí festejen por siempre en el Valhöll hasta el mismo día del Ragnarök! ¡Beberemos nosotros junto a ellos algún día, pero ese día aún está lejos! ¡QUE VIVAN LOS FIEROS GUERREROS DEL JARL HROLF KNUDSSON! -y tras intentar vanagloriar a mis hombres dejo que se regocijen con la victoria.

Al poco escucho lo que Otrygg dice, y le respondo: -Bueno, desconozco esta tribu por lo que no sé cómo actúan... Seguro tardan en reagruparse al perder a su líder, pero quizá tengan una "madre" o una guía que pueda dirigirles en ausencia de este líder... Lo que está claro es que necesitamos proteger nuestra embarcación, que aquí se va a quedar hasta que Ösvif diga lo contrario. Así que recomiendo montar las mejores defensas posibles, como podamos, esperando un posible regreso de los salvajes. Y después de montar las defensas, un pequeño grupo deberemos adentrarnos más en esta isla, buscando a la Dama de Escarcha. ¿No crees, sabio y certero Vigfus?

Vigfus coreó las alabanzas de Vlödi para con los hermanos de armas caídos, y escuchó lo que decían tanto Otrygg como el hijo del jarl.

- Hemos obrado estúpidamente, demasiado confiados. No debíamos habernos puesto a organizar el campamento sin comprobar la zona colindante, y no deberíamos hacerlo de nuevo. Yo mandaría primero un grupo de exploradores para que reconozcan el terreno y sepamos qué es lo que nos rodea, y por supuesto pondría vigías y guardias. Si tardamos un poco más en montar el campamento o en ir a por la bruja por esto, aún así merecerá la pena. No podemos arriesgarnos a que nos vuelvan a coger desprevenidos, sobre todo en la noche... - Sentenció el consejero, que era más prudente que impulsivo.

El veterano marinero miró al hijo de su señor, una herida leve hacia que brotase sangre de su sien, un ligero rasguño. 

-Mis hombres y yo nos quedaremos aquí atendiendo a los heridos y montando unas defensas por si acaso

Osvif grita unas cuantas ordenes y los hombres se ponen a trabajar rapidamente. Se retiran lso cadaveres del campo, se restañan las heridas y se cortan unos cuantos troncos para levantar una ligera empalizada. A partir de ahora estáis solos y solo los dioses saben que os deparará vuestro camino. 

El tiempo parece calmarse y la nieve que antes caía durante el combate paró de golpe. El viento soplaba muy ligeramente meciendo suavemente las copas de los arboles. Los picos que hay ante los héroes no son muy altos, pero si tienen una pendiente que parece dura. Ahora todos ven que en una de las blancas cumbres una hendidura negra se abre. Ésta parece la entrada natural a una cueva... 

 El Hirdman se mantuvo en silencio atendiendo sus heridas que eran cauntiosas. La batalla no había ido tal como el hubiera deseado, casi se consideró un inutil al no poder frenar los ataques del enemigo. Pero poco había que hacer ya mas que reparar el orgullo y seguir peleando, sobre todo tras no poder ir tras ellos por las heridas y las órdenes.

Habría mas batallas, eso lo sabía, por lo que habría mas oportunidades de mostrar su honor y destreza y si era posible, morir en batalla y tener un lugar en el Valhalla. De momento Vlödi y Vigfus decidian que hacer y mientras que Otrygg hablaba de la posibilidad de la que la misión estuviera maldita. En ambos casos Hunkel no tenía mucho interes, lo primero por que implica trabajar y ya estaba muy adolirido, y lo segundo por que ya había tenido suficiente de supersticiones en los ultimos días.

El silencio de Hunkel no me pasa inadvertido. Un hombre de armas como él, de guerra, no ha festejado como los demás ni tiene una sonrisa de regocijo en su rostro que marque su satisfacción por una buena batalla. ¿Quizá habría deseado ser él quien diera muerte al líder enemigo, y llevarse él la gloria? No conozco el orgullo de este hombre para juzgar si es el caso... solo espero que no lo sea. Al fin y al cabo, importa más haber vencido todos juntos y seguir vivos para cumplir con nuestras órdenes, que es lo que a un hirdmen debería importarle más. Pienso en silencio, Pienso en silencio, intentando no juzgar pero juzgando de todos modos, con la vanidad que me caracteriza.

-Gracias, Ösvif. -le digo asintiendo con la cabeza, al escuchar justamente lo que quería escuchar. Me pertrecho mis pieles de calidad, monto a lomos de mi fiel corcel y comienzo camino junto al resto del grupo, en busca de la gloria prometida.

Parecía que la decisión había quedado resuelta en cuanto el marino anunció que él y sus hombres defenderían el barco en ausencia de Vlödi. Otrygg hubiera preferido quedarse allí con ellos, pero se suponía que debía acompañar al hijo del jarl en su búsqueda de la bruja, y no hacerlo ensombrecería su reputación más de lo que estaba dispuesto a permitir.

Durante el camino nadie hablaba mucho y aquello le ponía de los nervios. Otrygg no tenía nada de explorador, tan solo podía seguir a los demás y confiar en no perderse. Al tiempo que se acercaban a la falda de la blanca montaña fue incapaz de soportar por más tiempo el silencio. - La bruja de hielo en la montaña helada... no es muy halagüeño. ¿Creéis que este es el camino correcto? -

Cuando los héroes abandonan al viejo lobo de mar de Osviff sus hombres ya estaban levantando una pequeña empalizada y han encendido tres grandes hogueras. El suelo cruje bajo sus pasos por la densa nieve que le cubre. Aunque el bosque parece vivo y un buen lugar para toda una diversidad de seres, no se ve un solo animal a la vista. Vlödy abre la marcha como buen guía de sus hombres, siempre dando ejemplo. Sin embargo, pronto todos los arboles parecen el mismo, todos los paisajes iguales, el denso bosque impide la visión a larga distancia y es muy complicado seguir una ruta fija continuamente. Hunkel sigue la marcha pesadamente, aunque aún esta lejos de caer derrotado, lo cual es complicado para un guerrero de su talla, las heridas sufridas con valor, unidas al inclemente frío, empiezan a pesarle. Las dudas de Otrygg son más que razonables y todos se empiezan a preguntar si van por buen camino. Todos enmudecen las triviales conversaciones que mantienen para distraer su mente cuando ven un lobo rojo como el fuego completamente devorando ávidamente a un cuervo... Cuando oye a los bravos guerreros se detiene y mira fijamente a Vlödy, retándole con el lomo erizado y enseñando los colmillos. Sus ojos desprenden odio, un odio que va más allá de lo animal, que va más allá de lo humano, un odio que hiela la sangre del joven líder. 

-Vamos artesano, confía en tu líder. -fue lo que le respondí a Otrygg con una sonrisa en la cara. Yo también albergo dudas, más a cada metro que seguimos adelante a través del denso bosque, pero no lo expreso para no mostrar debilidad ni infundir ningún miedo a los hombres bajo mi cargo. Seguro que Yngrar sabría moverse bien por aquí... Pienso para mis adentros, lamentándome aún por su partida.

Cuando vemos al lobo, y me mira con esos ojos que casi me parecen llameantes, me detengo en seco y me quedo helado en su mirada. Pronto reacciono con aparente calma, como si su visión no me afectara. Giro levemente mi cabeza hacia Vigfus y, sin dejar de mirar fijamente al lobo aguantándole la mirada en todo momento con una aparente porte impertérrita, le digo a Vigfus: -Con calma, prepara tu arco una vez más, buen Vigfus. Muéstranos de nuevo cuán certero eres. Que Freyja guíe tu flecha y... Un momento. -me quedo pensando. ¿Y si este lobo es querido por la Dama de Escarcha? Bueno... los salvajes nos atacaron, ellos a nosotros... Aunque puede que una cosa no quite la otra... Bajo del caballo lentamente y, con las manos en alto, me acerco un par de pasos hacia el lobo. -Quizá me esté metiendo en la boca del lobo... pero en estas tierras bien podrían suceder cosas inusuales. Estad preparados, confío en mi armadura, ante cualquier movimiento hostil por su parte cosedle a flechazos... o a hachazos, si no tenéis arco... pero dejadme primero probar. -me acerco un paso más hacia el lobo, manteniendo aún las distancias y le digo: -Criatura, buscamos a la Dama de Escarcha. Nuestro pueblo está en peligro, necesitamos su consejo. Venimos en son de paz.

Otrygg quería confiar en las palabras de Vlödi, pero su desconocimiento de aquellas tierras y falta de experiencia en expediciones sembraban la semilla de la duda en sus pensamientos.

El artesano perdió la cuenta del tiempo que pasaron caminando en pos de la montaña helada. Estaba más ocupado vigilando donde ponía los pies que prestando atención al camino ante ellos; hasta que al detenerse de súbito todos los demás se obligó a mirar hacia adelante para contemplar a aquél animal que casi parecía sacado de las sagas de un skalda, cuya visión le dejó tan fascinado y aterrado como a los demás. Un lobo rojo; no cubierto de sangre, sino de pelaje anaranjado como la llama de una hoguera, que incluso hubiera resultado hermoso si no fuera por la fiera expresión de su rostro que helaba la sangre.

Cuando Vlödi comenzó a hablarle al lobo casi no podía creerselo. Otrygg apenas reunió la voluntad para aferrarse a su hacha, esperando una señal para descargarla contra el animal, o para huir. Mientras tanto, sus ojos no podían despegarse del cuervo a medio devorar, y como no podía ser de otro modo se lo tomó de nuevo como un mal augurio.

La bestia sigue mirando a Ösvif escuchando las palabras que éste le dedica cambiando súbitamente la mueca de agresividad por una risa que no es nada animal. Pronto la horrible sonrisa se convierte en una sorda carcajada que aumenta en intensidad mientras se levanta una brisa de viento que arrastra copos de nieve que hielan la sangre de los héroes. Al mismo tiempo el diabólico animal se va desvaneciendo empezando por sus zarpas como si fuera arrastrado por el viento y la nieve. Cuando la cabeza desaparece, tras una ventisca moderada, la risa continúa unos segundos más hasta solo quedar el recuerdo en la cabeza de toda la comitiva. Justo tras donde estaba se vuelve a ver la entrada de la cueva encima de ellos, no se ve camino, pero quizá ahora sea más fácil encontrar la forma de llegar ahora que parece que están un poco más cerca.

Cuando ha desaparecido no queda rastro de él, ni siquiera unas huellas. Sorprendentemente, el cuervo que estaba a medio devorar queda tendido en la nieve, horriblemente desfigurado por las dentelladas de la bestia. Todos los hombres sienten un escalofrío que poco tiene que ver con el frío que les arroja la nieve... 

Presencio la escena maravillado y boquiabierto al descubrir que tenía razón, que mi corazonada ha sido acertada. Ya cuando la tétrica risa deja de oírse y el lobo deja de verse, me giro triunfante hacia el resto y digo en alta voz, jactándome de mi éxito: -¿Ves Otrygg, cómo podéis confiar en mí? -y sin poder aguantarme suelto una carcajada de regocijo. Me subo a mi montura con calma, ancho y confiado en mis movimientos, y aún con la sonrisa en la cara le digo a Vigfus: -Vamos consejero, échame una mano, guiémosles hacia nuestro destino.

Otrygg casi no podía creer lo que veían sus ojos cuando el lobo desapareció ante sus ojos. Vlödi parecía exultante, como si celebrase una gran victoria, pero el artesano solo podía pensar en que aquello era otra demostración de los poderes de la bruja, que jugaba con ellos como si fueran niños.

Vlödi: - ¿Ves Otrygg, cómo podéis confiar en mí? -

- S... ssi, claro que si. - dijo por lo bajo intentando disimular su inquietud. A partir de entonces continuó la marcha, aunque Otrygg volvía la cabeza a cada rato, pensando en que aquellos ojos rojos del lobo aún les podían estar mirando.

Vigfus destensa el arco y guarda la flecha que tenía preparada por si la bestia atacaba. Tenía el presentimiento de que lo que habían visto no era lo más raro a lo que se iban a enfrentar en este viaje, pero aún así, un sentimiento de intranquilidad rondó su mente durante unas horas.

No se concentraba, y sus habilidades de supervivencia no eran muy meritorias. Si dependían de él para encontrar el camino, tendrían que superar otro gran reto.

- Me manejo mejor en la corte que en la montaña, Vlödi, pero tú estás destinado a esta misión, marcha tú delante, pues tu instinto te guía correctamente como acabamos de ver.

-Debemos tener mas precauciones, pisamos terrenos peligrosos. Quizá no deberíamos estar aquí- exclamó Hunkel poco a gusto de tener que enfrentar cosas que claramente no eran normales, y quizá tampoco mortales. Sus hachas podrían servir de muy poco allí, y su escudo podría correr un destino similar. De ser así, poco podría hacer para aportar en las posibles batallas que estuviesen por venir.

-¿Cual será nuestro proceder de ahora en adelanter?-.

Ante las palabras de Vigfus sonrío y simplemente digo: -Que así sea. -y encabezo la marcha, muy confiado de mí mismo.

Al oír el comentario de Hunkel levanto una ceja mirándole por encima de mi hombro, ya sobre los lomos de mi corcel de nuevo. Al escuchar su pregunta sonrío, vuelvo la vista al frente y respondo bien alto y claro para que me oiga mientras seguimos camino aunque no le dirija la mirada: -Vamos, valiente Hunkel... -digo con sarcasmo. -...no seas pájaro de mal agüero, que para eso ya tenemos a Otrygg. -y miro a este último sonriendo, antes de volver a mirar al camino. -Pues dejarte guiar por tu sabio líder Vlödi, hijo del bravo Hrolf Knudsson, descendiente de Kjari y jarl de Rohald, nuestro amado hogar... y teniendo tu arma a mano, como hasta ahora. -digo con orgullo y sin perder la sonrisa.

Nuestro héroes se ponen en marcha tras esta perturbadora escena que parece salida de una mala pesadilla... Unos se sobreponen a la impresión del momento, mientras que Otrygg queda tocado por la experiencia.

Vlody se pone en marcha otra vez y esta les guía sabiamente a través de la espesura. Toma como referencia hitos a corta distancia; una piedra a la izquierda, tras ella un árbol de ramas retorcidas, una pequeña pendiente... Hasta que llegan a una escarpada ladera que tienen que semi escalar. Una cosa les llama la atención en seguida, parece que esa ladera que asciende tiene unos rudimentarios escalones toscamente labrados. Estos escalones les ayudan a trepar, aunque no deja de ser una tarea agotadora.

Tras unos quince minutos de ascenso, el grupo llega hasta una repisa amplia, que es la antesala a una oscura cueva. Una grieta, lo suficientemente ancha para que entre un hombre, se abre en la roca como una herida en el costado de un hombre. El viento arrecia y arrastra algunos copos de nieve con él. Los hombres del norte ven unos destellos, unas luces que aparecen en el fondo del túnel... algo brilla dentro como si fueran estrellas fugaces encapsuladas bajo tierra.

El ascenso fue lo suficientemente largo y tedioso como para olvidar durante un rato al extraño lobo, aunque no la sensación de desasosiego que le invadía desde entonces. Poco acostumbrado a las marchas largas por terrenos tan escabrosos, el bajito Otrygg tuvo que apoyarse en el hacha a coger aire cuando alcanzaron la repisa que era su destino; y mientras el aire le helaba los pulmones su mirada se vio atraída por la entrada a la cueva, que en aquél momento se le antojaba muy parecida a las mandibulas abiertas de alguna bestia gigante.

- Si pretendéis que un humilde artesano como yo sea el primero en entrar, podéis sentaros a esperar - respondió en un tono ligeramente bravucón para mostrarse algo más seguro de lo que se sentía. - La cueva tendría que estar llena de oro, o plata... - continuó hablando sin pensar, aún mirando distraidamente los destellos que salían del interior.

Hunkel ascendió junto a los demás aquella larga ladera, aunque algo retrasado a fin de proteger la retaguardia mientras escalaban. Con el escudo en la espalda y sus hachas como extensiones de sus brazos, el ascenso le fue facil. Ya en la cima, observó junto a los demás lo que parecia ser una misteriosa cueva, y aunque claramente la situación no le gustaba, sabía cual era su papel allí. Si alguien tenía que marchar al frente, era justamente él. Por ello, tomando firmemente su escudo, se adelantó a todos, postrandose frente a la entrada.

-Yo me haré cargo, alumbradme con una antorcha por sobre mi cabeza- solicitó mientras se afianzaba el escudo a la mano izquierda y avanzaba con hacha en el brazo derecho, listo para arremeter contra cualquier cosa que surgiese en la oscuridad.