Partida Rol por web

Pasados unos segundos de observar los movimientos de las feroces mujeres pelear, Geki del Oso se puso en posicion para dar uso de una de sus Tecnicas. Respirando ondo y manteniendo el aire un breve instante dentro de su enorme cuerpo, lo expulso en una onda sonica que esperaba aturdir al menos a uno de sus oponenetes: "¡¡¡¡¡Uuuuuuooooohhhhhhhhh!!!!".

Saga se quedó petrificado durante unos segundos. Afrodita estaba furiosa, le gritaba, le insultaba... Suponía que sus palabras habrían herido en lo más profundo el desmesurado orgullo de la diosa, pero no estaba dispuesto a ceder a su tentativa de iniciar un combate.

Soy poderoso, pero luchar yo solo contra una de las más poderosas diosas del Olimpo me acarrearía una muerte segura.

Se disponía a responder a sus insultos sin mirarla para ofrecerle de nuevo la posibilidad de marcharse, cuando vio cómo ella despedazaba el trono ante sus ojos. Los pedazos volaron por la sala y uno de ellos cayó a los pies de Saga. Y entonces, ella profirió una fuerte amenaza y un insulto que él no podía tolerar, y menos después de ver cómo ella destrozaba en un segundo lo que más ansiaba en el mundo. Apretó sus puños y sus dientes, cerró los ojos con fuerza, la ira estaba apoderándose de él. Se giró rápidamente y se encaró con la diosa, con los ojos completamente abiertos y la mirada enrojecida y enloquecida. Su cabello se había vuelto oscuro como la noche, su rostro era terrorífico. Se dio cuenta de que Afrodita ya no era tan bella como unos minutos atrás, sino que en ella también se había producido un cambio y ahora, sus ojos inyectados en sangre ya no reflejaban sensualidad, sino que inspiraban temor. Pero Saga no iba a dejarse amedrentar por aquella penetrante mirada. Clavó los ojos en los suyos y, con los puños aún fuertemente apretados, elevó su voz, una voz áspera y amenazadora.

Te he dado una oportunidad, te he ofrecido la posibilidad de marcharte, pero tú has preferido hacerlo por las malas. Si piensas que por ser una diosa me inspiras temor, o que por ser una mujer frenaré mis golpes, te equivocas. Tienes razón, puede que no sea capaz de controlar mis emociones, pero has cometido un grave error al revivir el odio que habita en mí. Te haré pagar por lo que le hiciste a Atenea, pagarás la muerte de Seiya, por el sufrimiento de mis compañeros... ¡Y LAMENTARÁS HABERME HECHO ESTO! Gritó dando una patada al resto del trono que tenía a sus pies enviándolo ante Afrodita. ¡Ahora conocerás la ira del Caballero de Géminis! ¡En guardia, Afordita!

Saga separó las piernas y echó hacia atrás el brazo derecho mientras elevaba ligéramente el izquierdo. Y tan veloz como los rayos del sol se lanzó contra Afrodita lanzando un feroz puñetazo dirigido a su estómago.

La desesperación se estaba comenzando a apoderar de mi. Primero mi Gran Cuerno había fallado debido a la gran diferencia que había entre nuestros cosmos. Y ahora había conseguido detener mi enorme cuerpo en movimiento con una sola mano, demostrando que no tenía nada que envidiar a mi enorme fuerza. La situación comenzaba a ser critica no hay nada que hacer, es imposible que pueda vencer a este adversario. Tanto su cosmos como su fuerza están por encima de la mía. La fuerza del chorro a bocajarro me hace tambalearme un par de pasos hacia atrás y quedo ahí de pie, quieto, completamente desmoralizado y sin saber que hacer.

Por mi cabeza comienzan a pasar imágenes combates pasados. El combate contra Niobe, en el cual dio su vida por la de su buen amigo Mu. El ataque de Sorrento de la sirena al hospital donde estaban los caballeros de bronce. El ataque a traición de Syz de Mizar y Bud de Alcor. Y por último mis recuerdos se quedan con un combate, con una imagen: la de Seiya levantándose una y otra vez en la casa de Tauro, pues sabía que su lucha era justa, y que ello le llevaría a la victoria. Es cierto. La victoria sonríe al que lucha por una causa justa. Y yo lucho por la más justa de las causas: la paz para los hombres en la tierra. No debo perder. No puedo perder. Y no perderé.

No subestimes el poder de un caballero de Atenea lleno de resolución otra vez, me lanzo nuevamente contra el caballero de Estigia. Con la cabeza despejada, llegue a la conclusión de que pese a que había detenido mi carga, eso no significaba que fuese más fuerte que yo. Pero había una forma de saberlo, y probablemente la única forma que tenia de vencerlo. Ahora probaras mi verdades fuerza en vez de tratar de golpear a mi adversario, intento atraparlo rodeándolo con mis enormes brazos, con la esperanza de poder atraparlo y empezar entonces un verdadero combate de fuerza pura y dura.

Mu vio como la mujer se le echaba encima. Era mucho más ágil de lo que se había esparado en una caballero dedicaba sobre todo a los ataques mágicos, desde luego más que él, que siempre había sido tan deficiente en el combate cuerpo a cuerpo como sobresaliente en su manejo del cosmos y sus habilidades innatas de Lemur. Cierto, sus técnica era tan perfecta como la de cualquier Caballero de Oro, poco menos que la cúspide de la habilidad humana, pero Mu de Aries carecía del instinto de lucha, de le voluntad firme y concentrada de combatir que hacía a caballeros como Aldebaran, Aioria o Milo tan potentes, capaces de causar tanta devastación con un simple golpe de sus cuerpos poderosos como con sus cosmos. Mu comprendió enseguida que iba a perder si se empecinaba en seguir por ese camino, y que cada ataque de cosmos que emplease contra la mujer aumentaba el peligro en el que se ponía a sí mismo y al Caballero de Tauro.

Su mente ya estaba buscando una salida, ni un ataque directo físico ni un asalto de cosmos. Apenas quedaban centímetros para que chocasen en el aire, pero la mente de Mu estaba acostumbrada a trabajar a una velocidad impensable para alguien no habituado a poseer poderes psíquicos. Ese era realmente el secreto de su defensa, una de las más potentes del santuario. No tanto su agilidad, su resistencia o una técnica impecable, como la habilidad para juzagar a un adversario en décimas de segundo y pensar en una contra fulgurante, utilizando su cosmos concnetrado a máxima potencia, como una lanzada directa a la carne desprotegida, para poner fin a la batalla, supliendo su falta de reflejos con anticipación y su lentitud con su capacidad de teletransporte.

Dagona estará esperando que haga exactamente lo mismo que hizo, teleportarse lejos de ella y responder con un ataque. Probablemente, con lo ágil que es, pueda retorcerse y bloquear con tanta facilidad como lo ha hecho ahora, salvo si...

Mu giró el cuerpo y extendió la plama izquierda ante él, golpeando el pecho de Dagona en pleno aire. Es un riesgo, pero no hay tiempo para más. La mujer se revolvió y lanzo su garra contra el rostro del Carnero de Oro. Saltaron varios mechones de pelo violeta, cortado limpiamente, y las garras abrieron tres surcos en la cara de Mu, de los que brotaron gotas de sangre. Pero el epmujón la había apartado lo bastante, de modo que solo llegó a rozarle, sin herirle de gravedad. 

Entonces entró en acción al brazo atrasado. La mente de Mu se extendió. Era una mente capaz de abarcar casi hasta los confines del Universo en un instante, pero Mu no quería expandirla hacia afuera, sino hacia adentro. Mu sintió por un breve instante cada molécula y átomo de su brazo, armado para golpear. Recorrió los intersicios de los músculos, se filtró entre las capas de la piel y las raíces del vello, se hundió en la médula y recorrió cada capa de hueso duro y quitinoso. Por un momento, lo sintió tan vasto como un universo, como si fuese una constelación de miríadas de estrellas.

Entonces las hizo arder en llamas y caer del cielo.

¡REVOLUCION DE POLVO ESTELAR!

Mu extendió el brazo, golpeando con casa fibra de sus músculos y cada célula de sus huesos y piel, proyectando la fuerza hacia afuera, incendiándola con su cosmos, y una lluvia de estrellas fugaces surgió de su brazo, ametrallando el aire frente a la Caballero de Cocito con una violencia brutal, prácticamente imposible de esquivar a esa distancia...

Ker, concentrada como estaba en pelear contra Shaina, recibió con sorpresa el envite de Geki del Oso, y a duras penas le dio tiempo a crear un escudo protector de energía ante ella. Por unas milésimas de segundo logró protegerse el ataque del Oso, aunque quedó algo vendida en cuanto a su posición.

En ese momento, Shaina aprovecha para atacarla, sacando las garras y abalanzándose sobre ella. No obstante, calculó mal las fuerzas de su rival. Creía que al estar con la guardia baja, le daría tiempo a asestarle un buen golpe antes de que la enemiga pudiera reaccionar, pero siendo como era el caballero más rápido, la Ker saltó sobre Shaina dando una voltereta.

Ni se lo pensó dos veces, al caer al suelo, Ker rodó por él hasta plantarse ante Geki. En su último giro extendió su pierna derecha, tratando de golpear al caballero en el abdomen, para hacerlo bajar la guardia de cara a su próximo ataque.

Saga se abalanzó contra la Diosa, con tal mala suerte de tropezar con el fragmento del trono que había lanzado a sus pies, y cayendo en plancha ante los pies de Afrodita. Ésta, al ver al grandilocuente caballero tropezar tan torpemente, no pudo evitar (ni quiso tampoco) el echarse a reír.

-¡Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja!- se le saltaban las lágrimas- ¡Vaya con los caballeros de Atenea! ¿Cómo no iba a ser tan fácil matarla a ella, si sus propios defensores son unos peleles?

Afrodita elevó su mano sobre tu cabeza, y trató de proyectar un halo sobre ella:

-Empezaré a jugar contigo como el gato con el ratón. Será divertido humillarte antes de matarte. ¡Esplendor divino!

Amilo se queda ojiplático al ver a semejante mole desestimar cualquier tipo de ataque mágico a cambio dealgo tan simple como cargar contra él como una bestia salvaje. Realmente, está acostumbrado a luchar de una forma mucho más refinada, así que durante un segundo se queda como petrificado, y aunque trata de zafarse de su oponente, no lo logra, quedando contra el suelo, firmemente sujeto, y sin poder moverse.

-¡Maldita sea, Dagona! ¡Acaba con el otro y ven a ayudarme a matar a la bestia!- dice, mientras se retuerce en el suelo tratando de zafarse de tu presa.

Dagona recibe de pleno el portentoso ataque de Mu de Aries. La mujer caballero queda como parada en el aire, antes de desaparecer de allí sin dejar ni rastro.

Mu la ha... Teleportado... Quizás a otra dimensión...

Lo que estaba claro era que con la impresionante muestra de su poder, y con el impacto tan tremendo que había lanzado, Dagona no volvería a aparecer nunca jamás.

Ahora estaba plantado justo a la entrada de su templo, aún con los brazos extendidos. Nubes de polvo estelar aún flotaban en torno a su cuerpo, brillando como pequeños diamantes puros. Al inclinar la cabeza hacia abajo, se percató de que Aldebarán había logrado reducir a su enemigo, Amilo de Estigia. El caballero se encontraba en el suelo, presa del Toro, incapaz de moverse.

Saga no se fijó en el fragmento de trono que él mismo había tirado. Parecía que todo a su alrededor había desaparecido y que solo existían en aquella sala él y Afrodita. Corrió hacia ella dispuesto a destrozarla y... tropezó. Cayó tan deprisa que no se dio cuenta de lo que había pasado hasta que se hallaba tirado en el suelo a los pies de la diosa y la oía reír. Sintiéndose abochornado por el enorme ridículo que acababa de hacer, trató de ponerse en pie antes de que ella pudiese reaccionar y atacarle, pero no lo logró. Ella ya había inclinado su mano sobre él y lanzó su Esplendor Divino. Velozmente Saga rodó hacia la derecha esquivando el ataque. Se puso en pie pensando que lo había logrado, pero entonces se percató del dolor en su sien y del hilo de sangre que caía sobre su rostro.

Maldita sea, me ha alcanzado...

Saga estaba aún más furioso que antes. Puedes burlarte de mí cuanto quieras, pero no vuelvas a atreverte a mencionar siquiera el nombre de Atenea.

Sin decir más, separó las piernas, poniendo un pie frente al otro, elevó su rostro y sus ojos quedaron en la oscuridad tapados por su pelo. Echó las manos hacia delante, los brazos casi plenamente estirados, los dedos tensos como garras. La oscuridad comenzaba a envolver la sala y parecía que el aire y la sala se partían por la mitad como si creasen un vacío entre los dos. Ya que no has querido abandonar el Santuario por las buenas, seré yo quien te envíe muy lejos de aquí. ¡OTRA DIMENSIÓN!

Mu sonrió. Se había preocupado algo al ver retazos del combate. Amilo parecía no estár teniendo dificultad alguna para detener a su gigantesco amigo, pero la situación actual demuestra que el Espectro ha cometido un error que suelen cometer los que se enfrentan a él.

Aldebarán puede no tener un cosmos exorbitante ni una gran técnica de combate, más alla de su masa descomunal. Pero los que le conocen bien saben que la fuerza que el Caballero de Tauro le viene de dentro, de la profundidad de sus convicciones y sus sentimientos, no de sus músculos. Literalmente, su fuerza es tan grande como su corazón, y ni en el santuario ni fuera de él hay mucha gente, si hay alguna, que tenga un corazón más grande que Aldebarán de Tauro. Amilo acaba de descubrirlo, y va a ser para su mal. Si conoce a los Espectros, no se rendirá. Y si conoce a Aldebarán, no podrá liberarse. El Caballero del Toro hará lo que tenga que hacer.

No esperes ayuda de tu compañera, espectro. No volverá de donde la he mandado. Os dimos todas las oportunidades que os podíamos dar, más de las que merecía la misión con la que habéis venido, pero se acabó. Lamento que esto haya tenido que acabar así, pero vosotros lo habéis querido. Acepta tu final y no luches contra él, te será menos doloroso.

Mu se yergue a cierta distancia de ambos contendientes, esperando. No será el quien golpee a un rival indefenso. Sabe que no podría esperar la misma cortesia de los Espectros, pero el un es uno. Es un caballero de Atenea, y Amilo es el rival de Aldebarán, su lucha. Los golpes que ha recidibo y la pugna que mantiene el Toro Dorado son sus pruebas de su devoción por Atenea, y no va a interferir.

Por no mencionar que si ataca corre el riesgo de herir a su amigo. Pero si en algún momento Amilo logra liberarse y se prepara para contraatacar, caerá sobre él. Honor o no, ya han perdido a Marin y a Shura. Ningún caballero más caerá ante sus ojos si él, Mu de Aries, tiene algo que decir al respecto.

Aquel había demostrado ser un oponente extraordinario. Su cosmos era enorme y su técnica de combate eran exquisitas, a un nivel que yo jamás sería capaz de alcanzar. Si se hubiese mantenido concentrado y alerta seguramente no hubiese sido capaz de vencerlo. Pero había cometido un gran error: subestimar la causa por la que lucho y mis sentimientos hacia ella, los cuales son quienes me da la fuerza para levantarme y seguir luchando mientras me quede un solo soplo de vida.

La finta de mi ataque había surtido efecto, durante un instante mi oponente se preparo para defenderse de un impacto. Y ese instante basto para que pudiera llevar a cabo mi verdadero ataque. En lugar de golpearle, coloque ambas manos sobre sus hombros, y lanzando un rugido empuje hacia abajo el cuerpo del caballero de Estigia con todas mis fuerzas. La potencia del golpe fue tal que se formo un cráter de un par de metros de profundidad, y todo el suelo de la casa de Aries terminó agrietado.

Lo siento caballero, tuviste tu oportunidad pero no quisiste escuchar nuestras palabras. Has luchado bien, pero la gran diferencia que hay entre nosotros ha terminado decantando el combate. ¿Qué diferencia te preguntaras? La devoción hacia la causa por la que uno lucha. Yo estoy más que dispuesto a sacrificar mi vida, como lo está cualquiera de los otros caballeros de Atenea con los cuales comparto campo de batalla. Porque nosotros creemos en esa causa con todo nuestro corazón y toda nuestra alma, al contrario que vosotros. Pero basta de palabrería, ha llegado el momento de terminar el combate. Y dicho esto, vuelvo a presionar hacia abajo el cuerpo de mi enemigo con todas mis fuerzas, haciendo que el cráter aumente de profundidad y las grietas se hagan aun más grandes.

Geki habia intentado aprovechar la oportunidad usando una de sus tecnicas que son capaces de aturdir a mas de un enemigo, pero la agilidad o el poder de los contrincantes o quizas su propia mala suerte, no habia permitido que sus planes salieran como el hubiese querido. Y antes de que pudiera hacer mas, Ker ya estaba contraatacando contra el.

La Caballero enemiga, lanzo una patada hacia el abdomen del Santo del Oso, quien haciendo uso de sus fuertes brazos logro cubrise la zona y frenar el golpe. Al contacto con la misma, intento agarrarla por la pierna, para tras unas volteretas arrojarla hacia el suelo. Queria sacarsela de encima, para en verdad, concentrarse en la pelea contra Cerbero. Ya no intentaria atacar a ambos a la vez, se dio cuenta que no eran enemigos de los cuales habia que confiarse en la batalla.

Ker intentó defenderse del abrazo del Oso, pero fue incapaz a zafarse de él. Geki agarró una de sus piernas, y la volteó, lanzándola contra el muro de la entrada.

-¡Yaarrghhh!- Ker gritó al estamparse contra el muro, deslizándose después hacia el suelo.

¡No me puedo creer que un niñato estúpido con gigantismo vaya a ser capaz a vencerme a mí... ¡A mí! ¡A la mejor de las tres Keres! ¡Lo pagarás, vaya si lo pagarás, úrsido de pacotilla!

Se puso en pie, se sacudió el polvo, como olvidando por un momento que se encontraba en medio de un combate. Antes casi de que le diera tiempo a volver a ponerse en guardia, Shaina le dio tal patada que le estampó la cabeza contra el muro, abriéndosela por la mitad y desparramando sus sesos, que reventaron a causa del increíble impacto.

Ambos encarasteis entonces a Cerbero... O lo intentasteis. Había desaparecido. De pronto, Geki sintió un sonido como de ahogarse:

-Ggg...GGhhaaa....

Al girarse, Geki vio a Cerbero agarrando por detrás a Shaina, presionándole el cuello.

-No tengo intención de matarla- te dijo, mientras que veías quela tenía inmovilizada- Si quisiera hacerlo, ya lo habría hecho, es más, los dos estaríais muertos. Pero sé que si no hay nada que te obligue a mantener los brazos bajados, no vas a escuchar mis palabras. Geki del Oso es tu nombre, ¿no? Necesito tu ayuda.

Afrodita fue alcanzada de pleno por el ataque de Saga, y momentáneamente, ante los dos se abrió una puerta a otra dimensión. La Diosa fue incapaz de no ser arrastrada por la puerta interdimensional.

Cuando por fin se cerró, tragándola, Saga respiró tranquilo por un momento. Pero al instante, el mismo portal volvió a abrirse, y Afrodita apareció, cayendo al suelo cual meteorito. Su golpe retumbó en toda la sala. Su hombro derecho sangraba de manera escandalosa.

-Mal...di...to...seas, Saga de Géminis- dijo, realmente furiosa. Se puso en pie como buenamente pudo- ¿Olvidas que soy una Diosa? Puedo volver de la Otra Dimensión si me lo propongo...

"Aunque sufro daño cuando lo hago... ¡Te odio, maldito!"

 Su mirada denotaba odio, un odio como nunca antes había sentido... ¿O quizás sí? Afrodita era muy proclive a odiar. Era excepcionalmente pasional.

-Pagarás por esta afrenta, estúpido caballero... ¡Sufre de nuevo mi esplendor Divinoooo!

Un familiar resplandor te envuelve. Afrodita ha empleado de nuevo la técnica anterior.

Amilo es incapaz de zafarse de su enemigo, quedando a merced de él. El golpe de Aldebarán tiene tantísima potencia que lo deja casi moribundo. Aún así, su rostro muestra su determinación por no dejarse vencer, por continuar luchando. Sigue forcejeando, intentando liberarse del enorme rival que lo mantiene aprisionado contra el suelo del templo del Carnero.

-Yo... Aunque pierda... Jamás me rendiré... Juré defender a mi Doncella... Y si he de morir por ella... Lo haré...- sus ojos denotan una valentía comparable a la de cualquier caballero de Atenea. Es, de verdad, un guerrero fiel a su causa. Un rival digno que lucha por sus ideales, aunque sean contrarios a los designios de vuestra difunta diosa.

Cuando la oscuridad se llevó a Afrodita, Saga se relajó y respiró profundamente.

Por fin ha terminado...

Pero entonces, la diosa volvió a aparecer ante él con un sonoro estruendo. Saga no pudo reprimir su sorpresa.

¿Cómo es posible...?

El golpe parecía haberla dejado muy malherida, pero lejos de aplacar su ira, pareció enfurecerla aún más. El intenso brillo volvió a envolverlo y, a pesar del dolor que volvía a sentir en el rostro, que indicaba que otra vez ella le había golpeado levemente, saltó esquivándolo casi por completo. Mientras se elevaba en el aire, mantenía la vista fija en la diosa.

Has vuelto a fallar, Afrodita. No se puede emplear la misma técnica dos veces contra un mismo Caballero. ¡Tu ataque ya no tiene ningún secreto para mí y podré evitarlo!

Cuando por fin comenzaba a descender, estiró la pierna preparándose para golpear la cabeza de Afrodita con una feroz patada. Pero la sangre que continuaba brotando de su sien empezaba a entrarle en los ojos nublándole ligeramente la vista.

Y eso te honra a ti y a tu causa caballero. Es esa la razón por la cual yo también he luchado con toda mi determinación. Pero no es solo la determinación por la causa la que decide el combate, sino también la justicia de esta. Y temo que haya sido este detalle el que ha decantado el combate. Yo no solo lucho por Atenea, lucho por mantener la paz. Mientras que tu, aunque con una lealtad digna de admiración, sirves a una señora cuyos propósitos no son del todo honorables.

Pero no es tu culpa caballero. Tu voluntad no flaqueo en ningún momento y mantuviste tu devoción a tu señora hasta el final. Te has ganado el descanso caballero, puede que en otra vida nos podamos encontrar en otras circunstancias más propicias. Nuevamente vuelvo a presionar a mi adversario usando toda la fuerza de mi enorme cuerpo, ahondando otro poco más el cráter, dejando el suelo de la casa de Aries en bastante mal estado.