Partida Rol por web

Poco podi hacer Jabu para evitar el conflicto, y poco menos para impedir en aquel momento nada. Sabia que los caballeros de Oro contarian con resistencia, asi que en silencio les deseo suerte.

Sin embargo, la realidad era que Geki y el eran los unicos al alcance de poder terminar con toda aquella locura. Despertar de nuevo a Hades, seria sumir al mundo de los hombres en la oscuridad. Y por una vez en la historia, le gustaria ver como los dioses del Olimpo se mojan las manos para impedirlo, porque tras la muerte de Saori, sus caballeros eran meras herramientas y ellos no podian recuperarse tan rapido como parecia estar haciendolo el ejercito del inframundo.

Vio con toda la entereza que pudo como marchaban las huestes de Persefone. Se habia transformado en la verdadera reina del inframundo, y debia de encontrar la manera de revertir el proceso. Habia que ponerse manos a la obra.

Cuando los caballeros ya se estaban marchando se acerco a la diosa, se arrodillo. Y hablo nuevamente.

Mi señora, mi deber es servirla como mejor pueda. Pero he de reconocer que no conozco estos lugares, sus funcionamientos ni sus reglas ni si quiera un poco. Estaria agradecido, si alguien pudiera instruirme en todos los misterios necesarios para que gurade su santa casa. Y si fuerais vos misma, seria en caballero mas orgulloso de toda la historia.

Jabu no levanto la cabeza, le dolia mirar a aquella vision extraña de la joven que habia cuidado. Lo que se traducia por abnegada obediencia. Que en cierto modo era lo que intentaba recuperar, una diosa a la que poder servir. Era su deber.

El Santo del Oso escucho y vio con atencion y recelo como comenzaba la Guerra en el Inframundo. ¡Maldicion! Nunca crei que dejaria a Cerbero a su lado. Ahora los Caballeros que podiamos apoyar a los Santos de Athena, no haremos mas que quedarnos juntos a esperar.

El Santuario habia confiado en Geki para ahorrarse cualquier sorpresa al bajar al Mundo de los Muertos, pero cuando llegasen no encontrarian mas que enemigos. El Caballero de Bronce anhelaba poder hacer otra cosa mas que rogar a que el Ejercito del Inframundo fuese derrotado, pero no se le ocurria de que otra manera podia actuar. Y al escuchar las palabras de su amigo, supo que el sentia lo mismo. Quizo poder comunicarse con Cebero, tenia que cruzar palabras con el, armas un plan o algo. Finalmente, tras la solicitud de Jabu, Geki ideo una alternativa de poder estar a solas con el Caballero del Inframundo.

Arrodillandose junto a su amigo, dijo: "Lamento deciros que yo tampoco conozco este sitio. Aunque tampoco pido que vuestra Señora me guie, no soy digno de ello. Estaria agradecido si el Caballero Cerbero, ahora mi hermano en su Ejercito, me mostraria lo necesario para poder seros util en contra de los Santos de Athena".

-De acuerdo, Jabu- te dice la Doncella, poniéndose en pie- No en vano, me apetece pasear un poco por mis dominios. Cerbero, haz tú lo propio con Geki.

La mujer caballero de Perséfone se queda frente al trono, aunque antes de partir echa un vistazo de desconfianza tanto a Geki como a Jabu.

-Yo aguardaré aquí- dice, mirando con recelo- Si sucediese algo, os avisaría.

Wivern sale a hacer guardia afuera.

Cerbero te lleva afuera, lejos del campo de visión y de oído de los demás.

-Creo que estás extremadamente preocupado- te dice, paseando con cierto nerviosismo- No te culpo. Tus amigos van a tener que pasar por una auténtica prueba de fuego antes de llegar hasta nosotros. ¿Qué sugieres que hagamos? ¿Les ayudamos en cuanto bajen o aguardamos para evitar sospechas? El ejército de mi señora no es demasiado grande. Creo que podremos con ellos... Pero ese primer escollo a pasar me preocupa.

Cruzáis la entrada hasta acercaros a los campos por los que están paseando Jabu y la doncella.

-¿Qué podemos hacer? ¿Atacamos nosotros a los que se han quedado a proteger a Perséfone, o será demasiado peligroso? Si tan solo Wivern o la jefa de la guardia cayesen antes de que tus amigos lleguen aquí...- te mira, esperanzado- ¿Qué hacer, caballero? yo nunca he sido bueno tomando decisiones.

La Doncella te indica que te unas a ella a pasear por los Campos Elíseos. Al principio vais en silencio. La ves tan digna, tan estirada, tan... Distante. No parece aquella criaturita que os enternecía y a quien sí deseabais proteger. A aquella despiadada joven no habríais tenido mucho reparo en borrarla de la faz de la tierra como si de una vulgar asesina se tratase.

Fue entonces cuando sucedió. La niña, aprovechando que estabas sumido en tus pensamientos, te arrebató el casco y salió corriendo con él en sus brazos, para luego ponérselo, como había hecho en el santuario. comenzó a reírse igual que la primera vez que se lo puso.

-¡Me encanta este casco! ¡Me gustaría qe mi armadura tuviera uno igual, en vez de esta lanza taaaaaaaan sosa!- dice, dando un puntapié a su cetro. En un instante esbozó una sonrisa que hizo que toda aquella frialdad que mostraba desde que había bajado desapareciese. Aquella criatura volvía a parecerse a Verité. Algo de ella quedaba bajo aquella cubierta de hostilidad.

Al cabo de un par de minutos, se quita el casco y te lo devuelve, volviendo a poner un semblante serio. Recoge su cetro del suelo, y te indica con él que camines a su lado.

-Bien, al grano, que estamos en guerra. ¿Qué querías comentarme, caballero? Me da la impresión de que hay algo que te preocupa. Eres mi mano derecha, al igual que la mujer caballero destinada a protegerme es mi mano izquierda. Cualquier cosa que mis dos caballeros de confianza teman o sientan preocupación por ello, pueden confiárselo a su diosa.

Mi señora, la prudencia dicta que sea comedido en mis palabras, pero sería un malgasto inútil que no pretendo hacer con vos.

Se tomo un segundo. Respiro y empezó con su disertación, combinando momentos de calma con otros de frustración mientras relataba todo lo que sentía.

Para mí, solo hace un par de horas que estábamos huyendo de esa mujer que ahora es su mano derecha. Y precisamente eso es lo que me descoloca. Como puede ser, la herramienta de Afrodita, su guardiana.

No es que no confié en vos. A pesar de vuestra edad terrenal, sois una diosa. Pero vi como esa mujer mataba a uno de sus subordinados, antes incluso de que este hubiera caído. Es sencillamente, demasiado extraño para mí.

Tampoco puedo entender, cuando se ha obrado esta transformación en vos. He de reconocer que se asemeja más a una divinidad ahora, pero tras años de servicio bajo el mando de Atenea, y sin ver cambio alguno en ella, pues sencillamente me he descolocado.

Aunque eso es menos importante. Si ya sois vos misma, y ya habéis destruido a la pérfida de Afrodita, precursora de la muerte de Atenea, y causante de todo este lio. Porque aun ha de lucharse contra los caballeros de Oro. Decididamente algo ha tenido que pasar mientras vagaba por estas tierras solo, porque parecen muchas cosas en un espacio de tiempo muy breve.

Me temo que hay cosas que escapan a mi entendimiento. Y pecaría de insensato si pensara que puedo entenderlo todo. Pero eso no evita que lo intente.

Jabu termino su disertación tranquilo, calmado, reflexivo quizás. Como si aquella conversación, en si misma ya hubiera calmado todas sus dudas, o al menos al quedar expuestas estuviera más cerca del entendimiento. O eso necesitaba que pensara Verite.

Verla como una joven inocente había golpeado su corazón con fuerza. Era la chica en la que necesitaba creer. Pero sabía que había muchas cosas que aún le quedaban por averiguar. Además de estar seguro, de que sus acciones contra Afrodita no tardarían en abrir una brecha en el Olimpo.

Verité se te queda mirando como si todo hubiese sido demasiado complejo, como si tus disertaciones sobre su transformación y lo demás que has dicho hubiese sido expresado de una forma demasiado compleja para una niña de su edad. No obstante, trata de captar al menos parte del significado de tus palabras, e intenta contestar a algo, pues es una diosa y, como todo ser divino, peca de orgullo. Jamás admitiría que no ha comprendido algo.

-Yo... Ehn... Cuando llegué aquí y abrí los ojos, ya era así, y no recuerdo ser de ninguna otra manera. ¿Acaso ha habido un antes y un después en mí? ¿Acaso crees que he cambiado? ¿Es que no he sido siempre así?- la duda se refleja en sus ojos- No... no recuerdo apenas nada de antes de abrir aquí los ojos. Noto un vacío, lo admito.

Mira a un lado, y ve a Geki y a Cerbero juntos, cuchicheando.

-¿Crees que Geki es de confianza, caballero? Lo veo poco decidido, poco útil. Y ese repentino cambio de actitud... Tu fidelidad quedó bien demostrada en todo momento, desde que nos conocimos, eso es de lo poco que no he olvidado, pero... ¿Por qué Geki ha decidido traicionar a sus amigos? ¿Y cómo es que ya ha hecho tan buenas migas con Cerbero?

Espera tus respuestas ansiosa.

El Caballero del Oso acompaña, agradecido por la oportunidad, a Cerbero. De lejos puede ver a Jabu con la pequeña diosa. Se sorprende de ver tan indeciso al Caballero que lo acompaña, pues hasta el momento, el no habia hecho mas que seguir sus consejos.

Luego de pensarlo detenidamente por un momento, dijo: "Lo cierto es que no se. ¿Crees que seamos capaces de derrotar a los que se quedaron aqui a cuidar a la niña? Me parece algo arriesgoso. Para mi deberian esperar el momento adecuado. Seguro que si los Santo de Oro van gananado en sus batallas, tendremos que ir como refuerzo y ese sera nuestro momento de la victoria. Confio en que la elite de los Caballero de Athena podran llegar hasta aqui Cerbero".

Mi señora, no os acordáis de que hace tan solo un día teníais el cabello castaño claro, sin alas, y vuestros ojos eran más inocentes aun. No sé cómo expresarlo, pero vuestro aspecto es distinto, cuando os conocí, no queríais venir a estas tierras, os asusta esa misma idea.

Los ojos de Jabu se abrieron tanto como dieron de sí, pues no entendía la falta de memoria selectiva de Verite.

Pero sea cual sea el cambio, seguís siendo vos, Verite. Aunque parece que no os han contando bien como ha empezado toda esta historia. Puede que por eso desconfiéis de Geki.

Dijo señalando con el dedo hacia donde se encontraban sus compañeros de armas.

El se hizo cargo de vuestra protección, al igual que todos los santos de Atenea, cuando esta murió a causa de la traición de Afrodita. La diosa que derrote, quería gobernar este lugar a costa vuestra, y decidimos pararla. Yo viajaba con el Fénix y Virgo para escondernos de ella. En aquel momento vuestros poderes eran grandes, pero no tanto como los que he visto hace tan solo un rato.

Os perdí, de la mano de vuestra doncella, de ahí mi desconfianza, pues ella hacía de abanderada de Afrodita. Pero Geki, ha sido fiel al juramento que hicimos, y decidió bajar a protegeros de cualquier mal, sea de la tierra o del inframundo, al igual que yo.

En cuanto a su charla con Cerbero, en cierto modo lo comprendo. El oso y yo somos caballeros de Bronce, con mucho que demostrar aun, sin embargo viajo con Cerbero por este mundo el tiempo suficiente para trabar un mínimo de amistad, y seguramente cerbero os sea tan fiel como el mismo Oso. Yo y el no es que nos llevemos muy bien, tuvimos una infancia complicada, y no éramos precisamente amigos, ahora nos respetamos, pero poco más. Es normal que sienta más afinidad con otros que conmigo.

Sus últimos comentarios los dijo de manera distraída, mas hablando para sí mismo que para su contertulia, con la mirada pérdida más allá de donde se encontraban hablando ambos caballeros.

Había hablado bastante, como si confiara cada aspecto de su vida y su mente a su diosa. Y al terminar para tomar aire, se dio cuenta de algo.

Mis disculpas señora, no quería aburriros con mi cháchara.

-Hum... Puede que tengas razón, caballero. Es simplemente que llevo tanto tiempo esperando el momento adecuado para actuar, y estoy tan nervioso por el resultado, que no logro pensar con claridad- mira a Perséfone y Jabu- ¿De qué estarán hablando? ¿Escuchas algo?

La respuesta de Afrodita se ve interrumpida por la llegada a toda velocidad de Tártaro.

-¡Doncella! ¡Los Caballeros de Libra, Fénix y Aries están a punto de penetrar en el Inframundo! Hemos logrado detectar que ya se encuentran con Máscara de Muerte, y que ha accedido a dejarles entrar. ¡No queda nada para que lleguen aquí!

Perséfone lo mira horrorizada.

"¿Cómo han podido llegar tan pronto? ¿Cómo? De todos modos, no importa, jamás pasarán de ahí. No con estos caballeros y los tres jueces renacidos".

-¡Maldita sea! ¡Jabu, avisa a Cerbero y Geki! Nos vemos en el salón del trono. Creo que la gran batalla está a un instante de comenzar!

La Diosa desaparece de allí, y Syria comienza a correr hacia el templo de Hades, en donde espera recibir las órdenes de la Doncella antes de partir de nuevo a su puesto.

Geki y Cerbero se encuentran ajenos a todo, de espaldas a vosotros, como a doscientos metros de distancia.

Mientras caminaban y coversaban Geki notaba por primera vez lo nervioso y dubitativo que estaba Cerbero. Eso no le gustaba nada. Se habia mostrado seguro, confiado y poderoso en el Santuario, pero ahora que habian cambiado de escenario, parecia todo lo contrario. "Esto debe ser lo que hace el Inframundo en las personas. Ni los Caballeros originarios de aqui parecen salvarse de tal tormento".

Escucho a sus palabras y tras mirar a la pareja que caminaba del otro lado, por los jardines, afino su oido todo lo que pudo. Cerro lo ojos para concentrarse mas y espero a que las palabras llegaran a el.

Jabu maldice su mala suerte en silencio. Con un movimiento de cabeza asiente ante las instrucciones dadas, y se da media vuelta para ir caminando hacia donde está el otro caballero de bronce.

Estaba convencido, de que si seguía hablando con la pequeña, esta llegaría a la irremediable conclusión de que algo andaba mal. Se fiaba de él, y no sabía qué era lo que estaba pasando. Parecía que solo fuera consciente de que estaban a punto de entrar en guerra, sin saber cómo se había llegado a ella.

Estaba claro que le habían echo algo. O bien era la misma pequeña o bien se trataba de otro cuerpo, al que habían traspasado la esencia vital de la misma. No sabía ni lo que estaba pensando. Pero tenía claro que necesitaba más tiempo para averiguar cómo solucionar aquel conflicto, sin que muriera nadie más, ni de los caballeros de Oro, ni de los Inframundo.

Al fin y al cabo, no eran más que un grupo de soldados. Ninguna de las decisiones era tomada por ellos. Hacían lo que se les había ordenado, por estúpida que fuera la orden. Y generalmente pecaban de ser leales, orgullosos de sí mismos, lo que transformaba al dialogo en una opción muerta.

Sin embargo, la premura con la que los caballeros de Oro habían llegado, le dejaba sin tiempo para elaborar un plan. Debía investigar más. Tenía que gastar tiempo.

El caballero de bronce de Atenea, ahora al servicio de la joven Perséfone se acerco a donde estaban Cerbero y Geki. Con paso decidido pero sin excesiva pisa, llego con cara de pocos amigos.

Soy portador de malas noticias. En primer orden, la diosa desconfía de Geki, y por añadidura de vos Cerbero, tened cuidado con vuestras conversaciones a partir de ahora.

Sin embargo, no es eso lo que vengo a deciros, Perséfone ha ordenado que nos pongamos en marcha. Los caballeros de oro Libra y Aries, junto con el poderoso caballero del Fénix están de camino. Al parecer ya han localizado a Mascara de Muerte, y han accedido a este reino.

Se espera que lleguen aquí en breve. Lo que significa que nos hemos quedado casi sin tiempo para detener esta locura sin que nadie pierda la vida.

Jabu hizo una pausa, para dejar que los contertulios asimilaran lo que les estaba diciendo. Pero no tardo en hablar otra vez.

Cerbero, tienes idea de si a la diosa la han llevado a algún lugar especial desde que llego a esta tierra. O si han realizado alguna ceremonia con ella. La pequeña que yo conocía no tenía ese aspecto, y parece que tiene lagunas en la memoria. Temo que la hayan transformado en algún lugar, y puede ser decisivo saber cómo. Agradecería todo cuanto pudieras decirme.

Sin mediar más palabras, se volvió camino de la sala del trono. Parecía que había poco más que hablar en aquel lugar alejado.

Debemos volver a la sala del trono. Contadme de camino. Aquí parecemos espías.

Poco mas podía decir Jabu a aquellos hombres, esperaba que ellos tuvieran un plan para resolver todo aquello. Y con suerte, no lo incluirían a él. Así el podría trabajar en otro plano. Había muchas cosas que hacer, y averiguar, y la llegada de los santos de Oro, ponía en jaque su jugada en aquel lugar.

Sin tener tiempo de escuchar algo mas Jabu se dirijio hacia ellos. Parecia preocupado y hablaba rapidamente, en respuesta Geki hizo lo mismo: "Espera, ¿como que ya llegaron? Acaso la fracion de Libra, Caner y Aries junto con Ikki han logrado llegar hasta aqui? Acaso eso no es bueno, seremos siete contra los que aun protegan a la diosa.

Mientras iban a camino a la sala del trono, Gaki no comprendia bien. Sabia que Persefone desconfiaria de el, pero no le preocupaba. Solo queria terminar con esta guerra sin sentido.

Cerbero caminaba junto a vosotros, pensativo.

-Al llegar, Afrodita y la mujer caballero de Perséfone se llevaron a la Doncella al castillo del Hades. Nadie la vio bajar, pero cuando salieron del templo de Hades, Perséfone ya era exacta a como la veis ahora: bella, despiadada, brutal... Pero aún así...- se le ve algo azorado- Aún así, quisiera que me creyeseis si os digo que creo que, bajo esa frialdad, se esconde un buen corazón. De verdad que Verité es la joven llamada a gobernarnos, estoy seguro- dice, vehementemente- Solo que estoy convencido de que si la han hecho bajar tan pronto ha sido sólo para seguir los planes de esa arpía de Afrodita. Resulta paradójico que esa bruja que todo lo había planeado conforme a sus propósitos, haya sido la primera víctima tras el alzamiento de la Doncella...

A lo lejos, aproximándose al templo, veíais al resto de caballeros, corriendo como si la vida les fuera en ello. Todos corrían, menos la mujer caballero de Perséfone, que estaba apoyada en la puerta, mirandoos acercaros en la distancia.

-Con discrección- pide Cerbero, bajando el tono- No es especialmente perceptiva, pero sí algo cotilla. no nos oirá si hablamos bajo, pero nos vigilará, no se fia de nadie más que de sí misma.

Jabu pensaba en lo que acaba de escuchar. El Templo de Hades. Debía de ser el lugar donde mancillaron a la joven Verite. Estaba claro que le habían hecho algo, quizás parte de ella aun estuviera perdida en ese templo.

Pero aun así, había algo que aun no sabía, le faltaba algún dato, que seguramente fuera esencial para desentrañar lo que estaba pasando. Y las respuestas solo las podía tener una persona. La doncella de Perséfone.

Esta los observaba con detenimiento, así que cruzo su mirada con ella. Y la sostuvo con evidente repugnancia.
Su manera de ver el mundo ya le había ocasionado más de un dolor, por eso sabía que era un problema que empezara la lucha tan pronto. Geki, que era un buen soldado, solo pensaba en luchar, y en vencer.

El intentaba pensar en lo que vendría detrás. Para deshacer todo aquel entuerto, sin que murieran caballeros leales expuestos por los planes de Afrodita tenía que encontrar una manera real de acabar con el problema.

Había prometido a la diosa que no lucharía contra la doncella de Perséfone, pero no podía dejar de volcar en ella todo su odio irracional. La mirada de Jabu era fría, como el viento de Siberia.

Sin bajar la voz, y sin dejar de mirar a aquella extraña mujer llamada Caballero contesto a Cerbero.

He prometido no levantar la mano contra esa doncella, pero solo deseo que el destino me dé una oportunidad de abatirla.

Sabía que ella podría oír la frase, quería que escuchara lo que él estaba diciendo. Era importante, porque era parte de su plan.

Si centraba la vista en él, no prestaría atención a Geki y a Cerbero, de los que ya desconfiaba, y no dejaría de hacerlo. Si la provocaba, pudiera ser que esta quisiera en algún momento buscar un combate singular, y tras vencerla, podía interrogarla o darle muerte. Le interesaba más lo primero, pero lo segundo, no dejaba de antojársele algo bueno igualmente.

Pero si no conseguía una confrontación, y un momento de tensión, no podría sacar información de aquella mujer, que había servido bien a Afrodita hasta que Perséfone en persona había prescindido de ella.

La mujer caballero descruza los brazos, y se cuadra ante vosotros, como impidiéndoos el paso.

-Cerbero, mucho has intimado con estos dos en tan poco tiempo- dice, mirándolo con cierta sonrisa socarrona- Me resulta un poco extraña tal amistad repentina- acto seguido, mira a Jabu- Veo que tienes muchas ganas de "pasar más tiempo conmigo"... No te preocupes, veré lo que se puede hacer al respecto- cmienza a reírse a carcajadas- Ahora atendamos al plan de la Doncella, y a las nuevas de Syria. Entrad en el templo- os indica que paséis ante ella, yendo la joven en último lugar. Cerbero parece titubaear, como prefiriendo que la mujer vaya delante, y se queda momentáneamente parado, como esperando por vosotros.

-Será mejor que no la contradigamos- os susurra- Pero guardaos las espaldas- y dicho esto se dispone a entrar en el templo ante la joven.

Jabu sabia que su trabajo en el inframundo era complicado. Y lo tenia presente, pero como solia decirse, a veces habia que mantener a los enemigos cerca, y a los enemigos mortales aun mas cerca.

Doncella, os agradeceria si me enseñarais los recobecos de este templo, no quisiera que nuestros enemigos se nos colaran por algun lado, no ma agrada esa idea en absoluto. Y me imagino que debes conocer bien todo este lugar. Seguro que ahora no tienes tiempo, tendre que decirle a Cerbero que lo muestre, tu estaras muy ocupada, verdad.

Cuando querias conseguir algo de un enemigo, primero tenias que inflar su ego. Pues su desconfianza venia marcada por defecto,  y luego, dejarles ver donde podian ganarte.

Si ella no deseaba mostrarle el lugar, Cerbero lo haria, y eso supondria un duro reves para su orgullo. Asi que Jabu contaba con que la guerrero se au