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ALDEA DE SIVERO.

Situada al este de Yndarien, Sivero es una pequeña aldea relativamente reciente, formada originalmente por un asentamiento de campesinos que quisieron aprovechar la cercanía a las montañas para establecer un lugar de ganadería y cultivo.

Dichas montañas ayudan a que el clima de Sivero sea ligeramente fresco y húmedo, con largos y verdes pastos y tierra fértil.

Sus habitantes son en su mayoría humanos ambrios procedentes de Alberetor, aunque con el tiempo, algunos nacidos en Mergile la han elegido como residencia. Últimamente, tampoco es raro ver algún que otro humano bárbaro, por lo general emparejado con un humano ambrio.

Antes de ser atacada, contaba con un total de 47 granjas familiares.

AÑO 21.

MES ONCE: ÚLTIMO MES DEL INVIERNO.

SIVERO.

MEDIODÍA

Aquellos que siguen a Hassern hasta la aldea, le encuentran parado, montado en su caballo, justo al comienzo del camino que lleva a las primeras granjas, mirando al frente con aire triste.

La imagen, desde luego, es desoladora. Apenas se aprecia algún edificio que conserve las cuatro paredes en caso de los construidos en piedra, y muchas de las estructuras de madera están quemadas o partidas.

La tierra del suelo está revuelta y hay objetos tirados por todas partes: telas, cristales, cerámica, cajas. Incluso alimentos. Y no parece quedar rastro de nada vivo.

Caos olisquea nervioso por el lugar, sin alejarse demasiado de su dueño.

AÑO 21.

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SIVERO.

MEDIODÍA

Karlio no tardó en seguir a Hassern, observando la escena con gesto serio. Desde luego, lo que veía ante él parecía empequeñecer el relato del granjero. No sabía qué o quién había atacado aquel lugar, pero desde luego lo había hecho a conciencia. Poco parecía quedar que pudiera ser recuperado, pero al menos debían intentarlo. 

AÑO 21.

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SIVERO.

MEDIODÍA

Puck llegó a Sivero estando limpio, más o menos. En su piel cenicienta quedaban los restos del polvo de tierra que el barro había dejado tras secarse y caer como una costra arrastrando buena parte de la suciedad que cargaba. Aquella había sido la mejor solución que había encontrado a falta de agua, y en buena parte había funcionado, aunque debido a lo que el trasgo vio al llegar a Sivero, probablemente no durara demasiado.

Entusiasmado saltó de montón de basura en montón de basura rebuscando entre los escombros cual carroñero. Piedras, cerámica, madera y telas volaban por encima de su hombro mientras descartaba todo lo que encontraba en busca de algo que le gustara.

- Elfos estúpidos y apestosos. Han roto todo, ama. ¡Han roto todo! No queda nada para que Puck regale a ama- se quejó.- Son crueles y malvados. Y feos. Oh sí... Los elfos son feos. Ugh... Esas orejas... Y... ¡Oh!- exclamó.

Había encontrado un pedazo de algo ennegrecido que en algún momento debió ser carne curada. Se lo acercó a la nariz y lo olisqueó. Con ojo crítico lo volvió a mirar antes de llevárselo de nuevo a la nariz. Sopló para quitarle la tierrilla y el polvo antes de arrojarlo al suelo desilusionado. Una desilusión que se le olvidó tan pronto saltó para rebuscar en el siguiente montón de escombros.

AÑO 21.

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El paisaje de la aldea de Sivero es desolador. Lo que debe haber sido un brutal e implacable ataque se manifiesta en cada una de las imágenes que mis ojos son capaces de captar hacia cualquier lado en donde mire: Construcciones destruidas y escombros demuestran que quien atacase esta aldea, quería asegurarse de que no fuese refugio para nadie.

Hasser permanece paralizado ante la imagen y Caos también se muestra receloso. Ese perro siempre ha sido un cobarde, pero en estos momentos estoy con él en que debemos ser precavidos.

Me bajo del caballo y palmeteo mi pierna para que Caos se acerque a mí y no se exponga. Recojo una manzana del suelo y la limpio antes de darle un mordisco. Aún con la boca llena, pregunto al grupo:

 - "¿Y ahora que? ¿Dejamos los caballos a las afueras, en la seguridad o entramos con ellos?"

La verdad es que apenas sé montar decentemente, luchar sobre el caballo no es una opción razonable en mi caso. Si aparece alguna fuerza remanente de los enemigos y se desata una escaramuza, el caballo estará en peligro sin que me sea de real ayuda.

AÑO 21.

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SIVERO.

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Kanghmer había seguido al grueso del grupo con su calma. Apenas había podido intervenir en el combate contra los krankas y su cuerpo le pedía más acción. Pero por el momento nada ocurría.

Hassern parecía ensimismado en la contemplación de la aldea atacada, pero no parecía haber ningún peligro inminente.

Entonces llegó la pregunta de Seragoi.

- Propongo que desmontemos y andemos mientras llevamos las monturas sujetando las riendas. - Sugirió. 

- Los animales son mucho más perceptivos que nosotros, si hay algún peligro nos enteraremos. - Sabía que empezarían a piafar como mínimo. Se encabritarían y huirían si cualquier cosa les causaba temor... y estaba seguro de que los elfos les causarían pavor.

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Parece que el aldeano piensa que es buena idea lo de desmontar, así que lo hace.

- Quiero empezar yendo a mi casa. Hay algunas cosas que quiero recoger. Después... deberíamos dar un digno entierro a los cadáveres.

AÑO 21.

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SIVERO. Y 

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Zazer desmontó con un ágil salto y sujetando por las riendas a su caballo, avanzó unos pocos pasos entre las primeras casas en ruinas. El aire olía a humo y muerte. La mirada del trocalengo bailó de un punto a otro. Desde los rotos enseres desperdigados a la verde hierba de los cercanos prados. De los cultivos a las estructuras de piedra y madera que un día fueron granjas. Y mientras observaba, escuchaba. 

Su espalda se envaró en un momento dado y se volvió hacia el despreciable Puck. Ignoraba la razón de su servidumbre para con Bashabarana, pero su rastrera personalidad, marcada por el desprecio, el odio y una maldad destilada y poco disimulada, empezaba a poder con su paciencia. 

Se encaminó hacia él, mientras parecía concentrado en el trozo de carne hallada.

-¿Qué decías de sus orejas? -preguntó mientras de forma aparentemente inocente se pellizcaba una de las suyas-. Y ya de paso, ¿podrías hacerme un favor? Pareces conocer bien a los elfos. ¿Qué puedes decirme de ellos? 

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- Que son malos. Muy malos. Mira lo que han hecho, señor Zazer, lo han roto todo- dijo lanzando frustrado contra el suelo un pedazo de chatarra inservible.- Lo han roto todo y... Y... Y han matado a todos. Y luego se han llevado todos los cuerpos para comérselos. Porque sí, porque son malos y comen carne de personas. Y de niños- prosiguió chasqueando la lengua.- Son monstruos. Oh, sí... Son monstruos rompecosas. Malvados elfos feos y apestosos...

Sus dedos seguían rebuscando hábilmente entre los escombros descartando piedras, madera y chatarra hasta que creyeron dar con algo. Hundió sus uñas en la tierra para liberarlo, le sacudió el polvo con la mano y se lo acercó a la oreja como esperando escuchar algo. Aguardó así un momento mientras entornaba los ojos. Luego volvió a agitarlo antes de descubrir con el frotar de sus ropas y un fuerte soplido el metal bruñido.

- Oh, ama... ¡Un tesoro! Puck ha encontrado un tesoro, ama. ¡¡Mire, ama!!

Balanceándose en una nerviosa carrera eliminó la distancia que lo separaba de Bashabarana. Se presentó ante ella con los brazos en alto ofreciéndole lo encontrado: un yelmo metálico, pequeño para un hombre adulto y perfecto para un niño, que en el espacio destinado a la cabeza escondía unos pinchos.

- Mire. ¿A que es brillante? Para ama. Es un regalo de Puck. Seguro que hay más tesoros, ama. Muchos más.

El trasgo no pareció preocuparse por lo que realmente era. Simplemente se lanzó desesperado a una nueva búsqueda entre los restos de lo que quedaba de Sivero.

- Eh, señor Peñasco. Peñasco es grande y fuerte, y Puck pequeñito y débil. Pobre Puck. Puck no puede levantar esta piedra. Y debajo seguro que hay más tesoros. Oh sí... Seguro... - añadió con una amplia, amarillenta y desigual sonrisa.

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SIVERO.

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No merecía respuesta y no se la dio. Por contra, el aldeano sí la merecía.

-¿Digno entierro? ¿A quién? Porque aquí no hay un solo cadáver, ni un solo cuerpo. Al menos hasta lo que mis ojos alcanzan a a ver.

AÑO 21.

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SIVERO. Y 

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Tras acomodarse en la mullida y poderosa grupa de Stajä, Basha miró en dirección al solícito Zazer dedicándole una medio sonrisa algo cansada.

- Nada que yo sepa, pero agradezco tu gesto. Esta carga se lleva por dentro y sólo el tiempo ayuda a que se diluya. Basta con no recurrir muy a menudo a este tipo de habilidades para no causarse un daño permanente. Hay quien dice que según profundizas en su conocimiento el esfuerzo es menor. Espero poder comprobarlo. -

La entrada en Sivero no fue muy agradable para la vista. Todo parecía demolido o quemado, roto o echado a perder. Claro que Puck tenía buen olfato para hurgar en los desperdicios y pronto se cobró su primera pieza.

Mientras el trasgo correteaba Basha observó como era interpelado por Zazer. Quién sabía si el trocalengo se sentía insultado por la referencia a su mitad de sangre de elfo o quizás había ciertos visos de genuina curiosidad en sus palabras. Puede que fuera una mezcla de ambas, pero pronto comprobaría que Puck era inmune a acercamientos espinosos así como alérgico a la verdad. Pronto sabría a qué atenerse con el ladino trasgo.

Tomó el metal de la mano de Puck, pero con la precaución de hacerlo despacio y por el lado donde no tenía pinchos, y agradeció al trasgo el esfuerzo con un gesto. Después pasó el trozo de metal a su hermano.

- No sé mucho de estas cosas Kanghmer, quizás tú puedas decirnos a que tipo de criatura perteneció. -

Tras eso echó una comprensiva mirada a Zazer y siguió las evoluciones de Puck entre los restos de la aldea.

AÑO 21.

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Karlio asintió con un gesto de agradecimiento a los cuidados de la mujer, maravillado por el efecto que aquel toque había tenido en sus heridas. Podría haber dicho algo sobre el gesto de la milagrosa sanadora al acabar aquello, pero el trocalengo ya había intervenido, y parecía la clase de cosa sobre la que no conviene ahondar mucho. Todos tenemos derecho a nuestra privacidad y nuestros secretos, al fin y al cabo. 

Mientras meditaba sobre aquello, todo había seguido su curso, y el trasgo había encontrado algo. Algo... Extraño.

-¿Qué clase de retorcida criatura portaría un casco con pinchos en su interior?

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Kanghmer prefiere que llevemos los caballos pero no es algo que termine de convencerme. Creo que es mucho mas probable que los caballos terminen llenos de flechas a que nos sirvan de ayuda contra los elfos, de alguna manera. No sé mucho de estos atacantes, ni sus costumbres ni tácticas, pero imagino que un caballo o perro no hará mucha diferencia al momento de no verlos llegar.

De todas formas, parece que esa es la idea general y no me comportaré de forma distinta. No dejaré a mi caballo y a Caos solos, para que sean atacados sin estar cerca para poder asistirlos.

"Sí, supongo que eso es lo mejor. Así, por lo menos, podremos ayudarles si están en peligro."

Tomo las riendas de mi caballo y palmeteo mi pierna para que Caos se me acerque antes de continuar caminando hacia el interior de la aldea junto con ellos y el resto del grupo. Hassern quiere ver primero su casa y no lo culpo, sería también lo primero que yo querría ver si estuviese en su lugar. Solo espero que no encuentre ahí más tragedias de las que ya se han vivido.

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Puck metió el brazo por un pequeño agujero bajo la roca que esperaba que Peñasco moviera, pero Peñasco no acudió y el trasgo, por más que extendió brazos y dedos, no consiguió agarrar lo que creía haber visto allí debajo. Así pues desistió de su empeño, al menos en aquel montón, no así en el resto, porque si había algo que sobraba en Sivero eran pilas de escombros entre las que podía rebuscar con entusiasmo.

Sin guardar rencor alguno al ogro, prosiguió adelante con sus particulares esfuerzos mientras seguía rumiando.

- Maldita piedra. Piedra estúpida. Oh sí, madre... Los elfos la han puesto ahí para que Puck no alcance el tesoro. Malvados elfos. Pero los elfos no tienen piedras suficientes para todos. Oh no... Puck encontrara más cosas. Cosas bonitas. Oh sí... Y Puck no dará nada a madre. Oh no... Madre no se lo merece. 

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La mención del de Viruta para con dar sepultura a los cuerpos hizo que Basha dejara de prestar atención a las evoluciones de Puck durante el tiempo en que tardó en repasar el escenario de la ruina que era Sivero en busca de algún signo de cadáveres. Si había alguno debería oler bastante a sangre o puede que carne quemada pero las monturas no parecían inquietas al respecto.

No pudo por menos que asentir con un gesto de duda a la observación de Karlio, preguntándose que sádica criatura usaría un objeto de esas hechuras. Su hermano no se había pronunciado al respecto, y si alguien sabía de hierros y cosas así era él. Quizás aún le daba vueltas a tal aberración.

- Tardaremos bastante en cubrir el pueblo. Propongo acompañar a Hassern a su casa a ver qué encontramos allí, y una vez resuelto eso, movernos por parejas en busca de... bueno, de lo que sea. Pero vigilad la linde del bosque, puede que hayan dejado vigías atrás. -

La bruja dirigió una mirada escrutadora a la línea de árboles que había más al norte en busca de algo que destacara. Buscar a un elfo en un bosque era como buscar un cristal en el agua, te podías cortar antes de verlo. A sabiendas que era un gesto casi inútil, devolvió su atención a Puck. El pequeño carroñero seguía campando de aquí para allá revolviendo y husmeando. Bueno, si alguien sabía hacer algo bien, mejor dejarle hacerlo.

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Karlio asintió ante la sugerencia de la mujer, aún con aire algo ausente mientras pensaba en el casco y en la devastación. Sin embargo, era justo a escoltar a Hassern a lo que habían venido, así que más valía ponerse en marcha. Si se demoraban de más, la noche les acabaría alcanzando en esas ruinas, y todo el mundo sabía que los lugares de muerte no eran buenos para otro descanso que no fuera el último y definitivo. 

-Sea pues, Hassern, indicad a dónde deseáis ir. No creo que haya vigías, con esos pajarracos rondando hace nada, pero es cierto que podríamos llevarnos una sorpresa. 

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La aldea tiene un aspecto completamente amenazador, no solo por la destrucción que queda patente en cada mirada alrededor, sino por la desolación completa que existe. No hay un alma, no hay un sonido, ni siquiera un cadáver que muestre evidencia de que haya existido vida en esta aldea alguna vez. Hassern es como un fantasma venido de otro tiempo a recordar un pasado lejano que se perdió.

"¿Realmente habrán sido los elfos? Nunca me he topado con ellos pero no sé para qué querrían los cadáveres. ¿Comen humanos?"

La verdad es que probablemente jamás sepa la respuesta pues dudo mucho que un elfo quiera responderla. Mientras camino, miro alrededor pero sin bajar el ritmo de mi paso, siguiendo a Hassern hasta su casa, la primera parada en la aldea y desde donde nos plantearemos comenzar a mirar alrededor a ver si encontramos algo útil.

AÑO 21.

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SIVERO.

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Kanghmer siguió los pasos del grupo, manteniéndose unos pasos por detrás de su hermana y Karlio, y aproximadamente a la altura de Seragoi. Prefería tener cerca tanto a su hermana como al noble, en caso de que cualquiera pudiera necesitar su ayuda.

Mientras caminaba daba vueltas en la mano izquierda el casco que le había entregado Basha. Era extraño, y le sonaba de algo pero no recordaba qué. La mano derecha mantenía aferrada la empuñadura de su arma, y dado el tamaño de la misma la portaba arrastrando la punta del filo por el suelo. En cuanto le viniera a la mente lo del casco se lo devolvería a Puck y podría aferrar bien el arma a dos manos.

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SIVERO.

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La idea de seguir al humano a su casa para que rescatara lo que fuera que quisiera rescatar no le parecía una idea demasiado buena, pues les distraía de lo que deberían hacer, vigilar y tratar de comprender lo allí ocurrido. Pero parecía ser algo secundario, así que guardó silencio. Su mirada resbalaba sobre todo el escenario, absorbiendo cuanto detalle le ofrecía.

-Quienes atacaron la aldea, han querido básicamente destruirla. Posiblemente con la intención de eliminar el asentamiento y que sus habitantes se marcharan. Fijaos. Todo está roto pero no han robado nada. Hay pieles, herramientas, comida... Todo tirado y esparcido aquí y allá, demasiado goloso para ser rechazado por cualquier saqueador que se precie. Incluso difícil de renunciar como botín de guerra o para sustentar a alguien que se dedique a batallar. Ni siquiera hay cadáveres o heridos. O nunca los hubo o se los han llevado. Hassern, ¿cuántos habitantes tenía Sivero y cuántos lograsteis escapar?