Nadie le había hecho caso después de que hubiera pedido la radio. Tal vez todos hubieran pensado que era un esfuerzo inútil, o que de todos modos no sería capaz de hacer nada con ella. Fuese una cosa o la otra, Will no encontró fuerzas para insistir sobre ello en ese momento, y simplemente se quedó en el asiento de atrás, en silencio. Escuchaba las respiraciones de Michael y Mara y la más suave y rítmica de la pequeña Lisa. Parecía dormida.

A él también le hubiera gustado dormir, como Lisa y como Mara un rato antes, pero no se sentía capaz de hacerlo. Estaba demasiado nervioso después de lo que había pasado en la gasolinera, y se revolvía en su asiento sin estar seguro de qué hacer. Ni de si realmente podría hacer algo. Ni de si realmente había algo que hacer además de esperar.

Un estruendo que sacudió el silencio de la noche lo arrancó de golpe de sus pensamientos. Uno para el que sólo tenía una explicación.

-¡Eso ha sido un disparo! -Gritó, sin pararse a pensar en la obviedad de sus palabras. Pero aún así, un disparo significaba problemas. Y lo menos que podrían hacer es tratar de estar listos para ofrecer toda la ayuda posible.

Sin embargo, no parecía que pudieran ofrecer demasiada. Desde luego no él, al menos. Y el resto… no mucha más. La única arma que tenían era la que se había llevado Donna, y por lo que recordaba de los comentarios de los demás cuando la habían encontrado, no quedaba precisamente mucha munición. Tal vez el disparo que habían escuchado fuese el último del que disponían.

Si eso era así, al menos esperaba que no hubiera sido en vano.

-Puede que los estén persiguiendo… -Añadió, con un tono más calmado, pero aún con la frustración tiñendo sus palabras. -¿Están los faros apuntando a la granja? Podríamos darles un camino de luz cuando vuelvan.

Si vuelven.

Con un gruñido, apartó ese pensamiento funesto de su mente. Volverían, estaba seguro. Y saldrían de allí. Al fin y al cabo, la granja no era sino una parada temporal. No un destino.

-Michael, Mara… de verdad, deberíamos probar con la radio. –Insistió, esperando que esta vez alguno de sus compañeros prestase atención a su idea. -Tratar de contactar con alguien. Volverán pronto, y necesitamos saber si el puerto es una trampa o no.

Su cordura pendía de un hilo en esos momentos, el corazón iba a mil revoluciones por minuto como una clara advertencia de que se saldría de su pecho en cualquier momento, aunque fuese de una manera metafórica, pero viendo las circunstancias en las que estaban viviendo o más bien... sobreviviendo, era una metáfora que en cuestión de segundos podría volverse realidad y no por mano propia, sino de terceros. La puerta había cedido lo suyo pues algo más estaba bloqueando la entrada, como si estuviese protegiendo lo que había dentro de la misma y la sangre coagulada, no le daba la mejor señal para pensar en que nada malo estaba ocurriendo, simplemente no podía ignorar todo lo hallado en su hogar... ¿hogar, siquiera esto podría llamarlo nuevamente hogar?

La escopeta caer al suelo y ser disparada en automático por el golpe, más la imagen que captaron sus ojos en segundo solo lograron que el sudor helado aumentara y bajara en más abundancia por su cuerpo, el calor de su cuerpo fue directo a sus piernas; una clara reacción de su cuerpo que se preparaba para huir, pero ¿en verdad estaba preparada para salir corriendo de ese lugar y darle más espera a la respuesta de una pregunta tan obvia? No, no estaba en sus planes irse sin las manos vacías y menos con el nudo de preocupación formado tanto en su garganta como boca del estomago. Solo fueron cuestiones de segundos y sin pensárselo mucho, le arrebato la linterna a Rémy para apuntar a la cara de aquella criatura que sin soportar el brillo incesante, chillo con más fuerza y fiereza, lo más curioso del asunto era que salían estelas de humo de su cornamenta descubierta.

-¿¡Crees que te tengo miedo!? !Esta es mi casa y el único que se irá de aquí eres tú!... ¡Ven a por mí, hijo de puta!- puede que estuviese cavando su propia tumba con la de sus compañeros, pero no se iba a echar hacía atrás, no cuando había llegado tan lejos en poco tiempo, sin bajar la linterna, empujo la escopeta con su pie izquierdo hacia Rémy en búsqueda de que la agarrara, aún quedaban dos balas, una se había desperdiciado en ese disparo semi-automático, estaba la otra linterna de Brendan, pero tener a dos con luz no era una opción pues no sabía si habrían más criaturas en esta casa o si los demás chicos estarían lidiando con pequeñas crías, lo único cierto es que ellos desde afuera podían escuchar tanto los gritos de la enfermera como los chillidos incesantes de lo que fuese en realidad esa cosa que estaba enfrentando o más bien... provocando.

-Brendán... recoge uno de los vasos, jarrón o lo que este al alcancé en todo el desorden de la sala y trae gasolina, Rémy acompañalo y rieguen el líquido en el paso seco frente a la casa- fue una de sus primeras indicaciones, apenas y escucho un débil ''sí'' seguido de los pasos alejarse, ya solo estaban ella y esa cosa por lo que mirando por el rabillo del ojo que había un pedazo grande de un muñeco de porcelana quebrado, se agacho lo suficiente para agarrarlo y lanzar con todas sus fuerzas a esa cosa, un nuevo rugido y ahora sí que venía corriendo con todas las ganas de querer matarla.

-''Joder... ¡¡Corre, corre, corre!!''- era lo único que se alojaba ahora en su mente mientras corría casi dando saltos para evitar tropezar con lo que había en el suelo, pero apuntando con la linterna cada tanto hacia atrás para lastimarlo con la luz y lanzarle los cuadros que estaban colgados y las estatuillas favoritas de su madre... le sabía mal destruir algo que a su mamá le gustaba tanto, pero era un sacrificio válido con tal de sobrevivir. Ya estando cerca de la puerta, vislumbro una caja de cerillos sobre el altar de santos que tenían a la entrada ¿quien diría que por primera vez, dios estaba de su lado? No tardo en agarrarla y brinco hacia afuera de la puerta para rodar en el suelo y a toda carrera levantarse para seguir corriendo, esa cosa le estaba pisando los talones y cuando sus pies golpearon el charco de gasolina, sus ojos brillaron en emoción -¿¡Que pasa amigo, tan cansado estas? ¡Si esto apenas comienza!- Aquella cosa quedo a la vista de todos, vio el primer zarpazo acercarse y a duras penas lo logro esquivar al lanzarse hacia atrás y caer de espalda al suelo, viendo como las patas estaban dentro de ese ligero charco, saca la pequeña caja para raspar la cabeza del cerillo en esa lamina que traía el mismo contenedor y con una gran sonrisa lanza ese pequeño objeto hacia el líquido inflamable que no tardo en encenderse e ir subiendo por las piernas de la criatura -¡Rémy, disparale!

El penetrar en aquella guarida no había hecho más que acentuar la desagradable sensación de madriguera animal que ya imperaba fuera. A veces dudaba del grado o relación con la humanidad que tenían las cosas de la oscuridad, pero en este caso no había dudas sobre el grado de salvajismo inhumano de aquellos antes. Los restos de la casa, los arañazos furiosos por doquier, la sangre seca... La sangre seca. Había llegado un punto en mi trabajo en que había pasado de notar aquel olor y aquellas manchas con auténtico asco a aceptarlas como un detalle más en una labor ya de por sí vista con desagrado por todo el que no cobrase por ella. Las pátinas de líquido coagulado aparecían por cualquier lugar por el que desplazase el haz de luz con el que trataba de salvarnos la vida... Y si aquel dripping no existía en la realidad, era mi aguda nariz la que añadía aquella alucinación a mi percepción, todo con tal de hacerme sentir el terror con mayor intensidad, haciéndome sentir estúpido por poner mi vida en peligro sin una justificación real.

Nos plantamos ante aquella inquietante puerta, con Rémy y servidor cubriendo a Donna. La joven que una vez había habitado aquel lugar comenzó a forcejear con ella, lo que debía de querer decir que aquel no era el estado normal de aquel acceso, pues ella misma parecía sorprendida. Las marcas en torno a la misma no eran más tranquilizadoras. Y cuando por fín cedió ocurrió el accidente: su arma cayó al suelo y alumbró aquel... Aquel horror en las sombras. Una masa de vello, cuernos y colmillos que debía de haber permanecido hibernada hasta que llegamos dando tumbos a tocarle las narices.

Mierda, mierda, MIERDA.

Es uno de esos instantes en que le tiempo parece dilatarse. Donna es rápida de reflejos, recuperando su arma del suelo y lanzándosela a Rémy, al tiempo que tomaba su linterna.

La joven nos da unas instrucciones muy claras, tomó un recipiente que parece entero y alumbro mi camino y el de Rémy hacia el exterio, voy hasta el coche y me hago con algo de la gasolina que aún queda en la garrafa rescatada por el sacerdote en nuestra parada anterior. La muchacha del rifle me cubre, mientras trato de ser todo lo generosos que puedo con el combustible. Pongo un oído en los sonidos que vienen del interior, escucho a Donna hablando con aquello, corriendo, los escuchos dando tumbos hacia nosotros y me hago a un lado.

- Rémy, apártate, esto va a...-

Y Donna sale trotando hacia el exterior, desbocada, frotando algo contra el marco de la puerta y dejándolo caer a la gasolina, la que no necesita más para convertirse en un tronante mar de llamas reflejado en la asquerosa faz de aquella criatura.

Me quedo mirando a Rémy, en espera de la detonación que exigida por Donna. No puedo dejar de mirar el conjunto de la escena, como una pintura goyesca, esperando que, pase lo que pase, todo termine cuanto antes.

Mara bajó del coche para ocupar el asiento del conductor. No sabría decir por qué, pero en el asiento trasero, entre Brendan y Williams se había sentido protegida, tanto que incluso había podido conciliar el sueño algún rato. Pero al bajar el coche y sentir el aire frío sobre su piel, había vuelto a sentir de nuevo aquella sensación de soledad que les acompañaba a pesar de no estar solos. No escuchó la petición de Williams, pues su atención estaba puesta en el grupo que se acercaba a la casa. Donna apenas era una niña, ¿qué tendría? ¿20 años? ¿21? y aquel tétrico lugar no parecía un lugar donde encontrar la esperanza. Así que debían prepararse cuando volviera. Sintió un escalofrío al recordar de nuevo aquella zapatilla sacudiéndose con aquel espasmo carente de vida, el recuerdo del olor a sangre del pasillo todavía le daba ganas de vomitar.

Se permitió unos segundos fuera del coche, antes de ocupar el asiento del conductor. Miró los campos de pasto, donde el aire mecía los tallos como si nada hubiera cambiado. La arremetió la tremenda necesidad de acariciar aquellos tallos, como en la película de "Gladiator" en ese idílico principio, pero hubo de conformarse con la sensación que su imaginación recreó en la palma de su mano. Sintió otro escalofrío y frotándose los brazos ocupó el asiento delantero, dispuesta a reaccionar en el caso de que fuera necesario.

Echó un vistazo en el retrovisor al resto de ocupantes del vehículo.

- ¡Ey! -dijo con un tono suave- todo saldrá bien, ¿vale? estamos junt...

En aquel momento un disparo rompió el silencio del lugar y William gritó alerta. Había sido un disparo y eso significaban problemas, era algo que todos sabían.

-Puede que los estén persiguiendo… -Añadió, con un tono más calmado, pero aún con la frustración tiñendo sus palabras. -¿Están los faros apuntando a la granja? Podríamos darles un camino de luz cuando vuelvan.

- Seguro Will. Los faros apuntan la entrada, no te preocupes. Padre Michael tapa los oídos de Lyssa. Will abre la puerta y deja sitio por si tienen que entrar a toda prisa -se organizó Mara con aquel temple que la caracterizaba en situaciones como aquella.

Suspiró de nuevo, con toda su atención puesta en la puerta de la casa. William propuso intentarlo con la radio, pero en ese momento Brendan salió corriendo y se acercó al coche. Mara contuvo las ganas de salir corriendo a ayudarles, no podía cometer el mismo error de nuevo. Así que apretó entre sus manos el volante, clavando las uñas en el cuero que lo recubría. Siguió a Brendan con la mirada, pero al ver que cogía la garrafa de gasolina, saltó como un resorte.

Cuando Brendan salió de la casa, Mara ya estaba al volante del coche. La chica estaba alerta, para actuar rápidamente en caso de necesidad. Siguió a Brendan con la mirada, pero no le interrumpió, parecía concentrado, en ese momento preguntarle que pasaba solo le retrasaría. Aún así, cuando le vio coger la garrafa de gasolina, saltó como un resorte.

- ¡No! -dijo en un susurro, imaginando lo que pasaba- ¡La gasolina no!

Mara intentó desabrochar el cinturón de seguridad que por los nervios se trabó entre sus dedos, lo suficiente como para que Brendan se alejara con la gasolina con una Mara mirándole con auténtico terror en los ojos.

- ¡No! La gasolina -el clic del cinturón de seguridad pero demasiado tarde. No sabía lo que habría pasado dentro, pero los focos del coche estaban alumbrando la casa, podían huir.

Donna y Rèmy salieron por la puerta mientras Brendan tiraba el resto de gasolina en dirección al umbral, en pocos segundos todo estalló en llamas.

- ¡No! -Mara golpeó el volante con frustración- ​​​​​​¡Joder!  -y entonces lo vio, entre la luz y las llamas, la figura de aquel ser quedó a la vista de todos, sus ojos se abrieron como platos, así que esa era su forma. Abrió la puerta del conductor y bajó, pero sin apartarse del coche. Como si ver a aquel ser a través de la luna delantera no fuera suficiente.

Un mar de vello, cuernos y colmillos empezó a retorcerse mientras el fuego ascendía por sus piernas, Mara se quedó muda, se le olvidó la gasolina, la aguja del depósito, las luces, los pastos... solo tenía ojos para aquel terrible ser en cuya imaginación había otorgado miles de formas, pero nunca acercándose a la terrible realidad.

- Le están prendiendo fuego -dijo atónita- Will han prendido fuego a ese ser -compartió la victoria con él, que no podría ver aquella triunfante escena. Finalmente, sacudió la cabeza centrándose de nuevo y entró en el coche cerrando de un portazo. No sabía si habían más, no podía bajar la guardia.

Mara había imaginado que quizás podrían permitirse descansar allí un par de horas, mientras algunos hacían guardia o buscar alimentos, pero la realidad era esta. No estaban a salvo, aquellos seres habían arrasado el mundo y saldrían de la oscuridad en cualquier rincón que pudiera parecerles un refugio seguro. Las palabras de Will se volvieron muy importantes en aquel momento.

- Sí, Will, lo siento -echó su mano atrás y tocó la rodilla del hombre- deberíamos probar con la radio, seguir huyendo dejará de ser una solución en algún momento -miró la raya del depósito de gasolina. Aún quedaba para bastantes kilómetros, pero se acabaría-. Y deberíais descansar, la falta de sueño nos está pasando factura a todos -miró las sombras oscuras bajo los ojos de sus compañeros antes de volver la vista al frente y observar la dantesca escena que ocurría ante sus ojos. Aquello, era una victoria, podían morir...

Rémy siguió la indicación de Donna y cuando Brendan vertió la gasolina en el suelo, esta disparó con destreza. Donna aún tenía rastros de suciedad en su ropa por haber rodado sobre el suelo, pero ¿eso a quién le importaba? La criatura se acercaba, aunque parecía ya herida de por sí, lo hacía a gran velocidad y aunque lo intentó, no pudo evitar la llamarada que se apoderó de su cuerpo. Las llamas se expandieron con rapidez en su cuerpo y la criatura chilló en un tono tan agudo que fue necesario cubrirse los oídos para soportar el chillido. Incluso la pequeña Lisa se despertó gritando de la sorpresa y se tapó los oídos. Se le veía desorientada, pero sobre todo asustada. Aquel chillido podría haber levantado a los mismos muertos de eso ser posible. En ese momento en que las llamas lo cubrían, pudieron ver con claridad al adefesio que perseguía a sus compañeros.

Por instinto, empezó a correr por todo el predio tratando de escapar de las llamas y esparciendo las llamas por la hierba seca. Esta no tardó en arder y en propagarse, cosa que encerraría a la bestia en su propia cárcel, pero también reduciría a cenizas el predio que una vez fue su hogar. El fuego se expandía con gran velocidad y aunque la bestia en llamas trató de saltar a los pisos superiores, lo único que hizo fue quebrar el techo y caer otra vez, mas ahora el fuego también crecía en la segunda planta. En poco tiempo, el lugar colapsaría. El grupo debía correr al auto si quería evitar las llamas. Después de todo, no se esparcirían en el pavimento, pero en cambio si las llamas alcanzaban el auto... Eso era mejor evitarlo.

De lo que parecía la parte trasera de la casa, se escucharon otro tipo de gritos, gritos humanos. Dos figuras parecían correr tratando de escapar de las llamas, pero sin conseguirlo. Estaban tan atrapados como las bestias. Por la velocidad a la cual corrían no era difícil adivinar que se trataba de dos personas mayores y la agudeza de sus gritos indicaban que eran un hombre y una mujer. Ellos parecían aún estar buscando una salida, pero lastimosamente estaban encerrados. El humo se elevaba nublando su visión, pero gracias a las luces del auto vieron cómo esos dos se abrazaban mientras esperaban su inminente final.

La madera de la casa quebrándose resonaba con fuerza mientras la casa colapsaba con la bestia adentro, además de las dos figuras sucumbiendo a la asfixia producida por el humo. El terreno ardió en llamas hasta que estas se extinguieron por la falta de combustibles en el transcurso de unas tres horas más o menos. Claro que era un aproximado porque no era fácil medir el paso del tiempo en las condiciones actuales. El humo ascendía y el paisaje carbonizado era lo único que quedaba de la granja de Donna.

La cara de Donna pasó de la dicha a la desesperación rápidamente. Aunque lamentaba que la casa de su niñez ardiera en llamas, habían logrado acabar con uno de Ellos, uno que tal vez podría considerarse fuerte. O eso quería creer. Mas sus esperanzas se desvanecieron cuando vio a esas dos figuras arder.

- ¡NOOO! - y de seguro se habría metido a las llamas con ellos si no hubiera sido porque alguien la detuvo. Cayó de rodillas inmóvil mientras las llamas devoraban todo su hogar. Esperó pacientemente y cuando no quedaba más que humo y cenizas, tomó un pañuelo y avanzó hacia donde estaban los cuerpos calcinados de sus padres para encontrarlos abrazándose el uno al otro en un último intento por sobrevivir. O solo de morir juntos. Se echó de rodillas a llorar como nunca antes, apoyándose en los cadáveres de sus padres y sumergiéndose en su pena. Sus sollozos eran suficientes para atraerlos a Ellos, pero casi como si supieran que no tenían nada que robarle ya, la dejaron en paz. Mantuvo su linterna cercana por si acaso.

- ¿Cómo pudieron sobrevivir hasta ahora para morir así? Es injusto - sollozaba la joven enfermera.

Cuando aquello se prendió fuego y nos bañó con su asqueroso olor de combustible putrefacto, casi echo la primera papilla. Cerré los ojos por unos instantes, escuchando solo el siseo y el removerse de la criatura mientras sucumbía en una llama parda. Aquellas cosas ni tan siquiera podían arder con normalidad. Manteníamos las distancias por si aquello aun guardaba algún as en su manga, a fin de cuentas desconocíamos su naturaleza ¿Quién nos decía que no se podía deshacer en una nube de mosquitos mutantes capaces de matarnos preforando nuestros pulmones? Pero nada raro pasó...

...Nada raro hasta que aquellas dos figuras aparecieron de la nada, tambaleándose entre el humo, gritando y... Sucumbiendo, como ya lo había hecho la criatura. Donna trató de correr hacia ellos pero saqué fuerzas de no sé dónde para retenerla. Estaba claro que debía de estar quemando adrenalina, porque la joven era fuerte y no tiraba con pocas ganas. Terminé tomándola por la cintura, con un agarre firme, mientras de hablar por encima del caos que debía ser su cabeza en aquel momento. Por su reacción quedaba claro quienes eran aquellas figuras, peor no podíamos hacer nada por ellas, las llamas ya habían llegado a los huesos, sus almas ya habían salido, humeando, de aquellos cuerpos.

No conocía de nada a aquella chica, pero me tocaba tratar de retenerla y consolarla en el más oscuro de sus momentos.

- No podemos hacer nada por ellos, Donna... No podemos...- Ya no había movimiento ni esperanza en aquel claro, y alguien estaba deseando que las llamas también la llevasen a ella.

Aquella incursión no podía haber sido más fatídica. No solo no habíamos conseguido aquello que veníamos a buscar, si no que a demás, habíamos visto morir a dos inocentes, dos inocentes supervivientes que eran familia de uno de los nuestros. No quería ni imaginar cómo serían los próximos días para la muchacha.

Esperaba que alguien más próximo pudiese hablar con ella y velarla con más seguridad que este paria recién llegado.

De pronto, un horrible sonido rompió el tenso silencio en el que se hallaban inmersos. Un sonido que parecía atravesar metal, cristal, y sangre, y revolver las entrañas de todo el que lo escuchara. Un grito que no podía salir de la garganta de ninguna criatura natural.

A su lado, Lisa se revolvió asustada y gritó a su vez. En un gesto reflejo, el brazo de Will se movió para rodear a la niña y atraerla hasta su pecho, cubriéndola sin saber qué peligros podrían estar por llegar. Sin poder ver lo que sucedía, Will sólo pudo escuchar las estupefactas explicaciones de Mara.

-¿Lo están quemando? -Repitió en un susurro sus palabras, sin llegar a creérselas por completo. Pero debía ser cierto. Más allá del espanto que generaba, había dolor, incluso agonía, en la forma antinatural en la que la bestia chillaba. Como mínimo, la habrían herido gravemente. Pero había una duda más que lo corroía. -¿Esas cosas pueden morir? ¿Es el fuego o la luz la que lo hiere?

Fue el tiempo quien le dio la respuesta. Poco a poco, mientras el cuerpo de Lisa dejaba de temblar, los gritos fueron remitiendo, apagándose como se apagan las brasas de una hoguera. No sólo podían morir, sino que acababa de hacerlo frente a ellos. Y tal vez en otro momento, en otro lugar, en otras circunstancias, esa mínima victoria podría haber sido un primer signo de esperanza.

Pero en aquel instante, sólo trajo consigo más horror.

Mientras los estertores de agonía del monstruo menguaban, dos gritos más se alzaron en la noche, pero en esa ocasión, fueron gritos humanos. Will no podía verlo, pero no le quedaron demasiadas dudas. Esos gritos no pertenecían a ninguno de sus compañeros… y estaban en la granja de la familia de Donna. Pronto, los gritos de la joven enfermera se entremezclaron con la agonía de sus padres.

El tiempo pasó lentamente. Finalmente, Lisa dejó de temblar y se quedó dormida de nuevo, probablemente agotada por las emociones y el dolor. Sólo entonces pidió de nuevo la radio, y la colocó entre él y Michael en el asiento trasero para poder accionarla. Mientras algunos de sus compañeros consolaban a Donna y el incendio se consumía, Will comenzó a hacer preguntas a Michael y a indicarle qué debería tocar para accionarla.

-Deberíamos irnos. -Dijo, al cabo de un rato con voz grave y pausada. Sabía que Donna necesaria un duelo, pero no podían alargarlo más. -El ruido se habrá escuchado desde lejos... y el incendio se habrá visto desde aún más lejos. Creo que Michael y yo hemos dejado la radio funcional. Deberíamos poder lanzar una llamada.

Las llamas iluminaron el cielo, robando metros a la oscuridad eterna, luchando por vencer en una guerra encarnizada. Y, sin embargo, aquella preciosa luz que sabía a victoria trajo consigo el hedor de la muerte. Los gritos de la bestia retumbaron por el lugar, demasiado humanos como para que no inquietaran el alma del padre Michael. Pero lo peor vino después. Cuando los gritos fueron humanos de verdad entremezclándose con los chillidos desesperados de Donna.

Por un momento, ocultó el rostro tras una mano temblorosa, sintiendo cómo de nuevo su fe hacía aguas. ¿Por qué, una de cal y otra de arena? ¿Por qué acabar con la vida de dos personas mayores cuando se hallaban con sus salvadores a la puerta? Era injusto, cruel y rencoroso por parte de aquel poder superior que hacía tan poco había puesto el bidón de gasolina en sus manos. No lograba comprenderlo. No podía entender que su Dios no fuera bondadoso.

Dejó que Will desplazara a la niña de un regazo al otro, agradeciendo en silencio que la pequeña Lisa no se diera cuenta de cuánto le temblaba el pecho tratando de mantener su respiración bajo control mientras una sola lágrima escapaba del refugio de sus ojos para perderse por sus mejillas hasta adentrarse en una barba incipiente.

No dijo nada. No rezó. Se mantuvo en silencio atendiendo a las explicaciones de Will para arreglar la radio.

Por primera vez, Dios no acudió a su boca como consuelo.

Donna no parecía dispuesta a abandonar a sus padres un segundo, habiendo dejado caer la linterna que había a su lado para buscar consuelo en su miserable situación. Ella sabía que no podían hacer nada por ellos, pero ¿quién no querría llorar a sus padres? Era imposible culparla por ello a pesar de las circunstancias. Era cierto que el fuego podría atraer más de esas bestias, pero las ahuyentaba a la vez, aunque ya solo estuvieran a la luz de sus linternas. ¿Era más riesgoso o el riesgo era el mismo?

Rémy pareció estar de acuerdo con William en cuanto a la importancia de irse, pues ella había ayudado a combatir la bestia, así que decidió acercarse a Donna - Oye, Donna. Debe... - pero se detuvo allí mientras miraba atónita unos cuantos metros atrás de los cadáveres calcinados, por lo que iluminó en esa dirección para sonreír. Alzó la voz con suficiente fuerza -. ¡Creo que encontré algo! ¡Es mejor que vengan a ver! - y se acercó aún más para comprobar sus sospechas. Lo que encontró la rubia no fue más que la entrada a un refugio bajo tierra. ¿Tal vez los padres de Donna habían salido de este al escuchar la voz de su hija?

El acceso habría que despejarlo primero antes de entrar, pero tal vez podrían abastecerse allí.

Diablos. Estaba claro que no era momento de celebraciones, ni muchísimo menos.

Donna estaba completamente rota, pero Rémy nos llamó mientras trataba de consolar a nuestra compañera (Si, ya la consideraba una compañera, nada como compartir el mayor de los dramas para dejar caer los muros y dar paso a una tímida y dolorosa camaradería, la de los superados).

La joven que había conducido la mayoría del camino hasta aquí parecía sonreír, eso casi me hizo pensar que tal vez la cosa no era tan mala como parecía pero... No... Allí seguían estando los tres cadáveres, los de aquellos que posiblemente habían sido los progenitores de Donna y el de la monstruosidad a la que habíamos logrado derribar (Un pequeño paso para el hombre... Un gran paso para la moribunda humanidad), pero había visto algo a unos pocos metros de los calcinados restos. Parecía la entrada a un refugio.

Puede que quedase algo útil allí dentro, pero a qué precio.

Aún estando junto a ellas me iré para mirar a Donna, señalando con mi linterna aquel hallazgo. Allí habían pasado sus últimas jornadas los padres de la joven y puede que ella también quisiese ver, ates que nosotros, los últimos rastros de vida común que habían compartido sus padres, fuese o no en un oscuro refugio de emergencia.

- ¿Quieres... Entrar, Donna?

La sonrisa triunfal que Mara se había permitido disfrutar, se vio truncada la ver aquellas dos figuras humanas gritando y retorciéndose entre las llamas. "No" sollozó en su interior llevando la mano derecha a sus labios. Había temido que Donna encontrara una triste realidad en aquel lugar, había temido por la joven aunque sabía que ésta debía enfrentarse a sus miedos; pero ni en un millón de años habría podido imaginar que la realidad sería incluso más cruel que la peor de las pesadillas.

La radio casi resbaló de su mano izquierda mientras atónita observaba a aquellas figuras retorcerse entre las llamas. El peso del aparato le hizo volver a la realidad y horrorizada apartó la mirada de aquella agónica escena. Las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas y su atención se centró en la figura oscura de Donna recortada contras las llamas.

Mara no pudo desviar la mirada de la chica a la que por suerte, Brendan abrazaba o sostenía para que no entrar al infierno en un intento de salvar lo insalvable.

La recuerdos de Mara aún estaban demasiado frescos y sin poder evitarlo acudieron a su mente. Dejó la radio en el asiento, antes de que se le cayera y perdieran algo más de la poca esperanza que habían atesorado; y buscó el asiento para que sus temblorosas piernas no la dejaran caer al suelo. Se sentó junto a Will, que sostenía a Lisa contra su pecho, protegiéndola de aquella dantesca escena.

A pesar de la urgencia de moverse, de huir de aquella "alarma" en que se había convertido el fuego y los gritos, nadie dijo nada, esperaron allí mientras el fuego consumía todo. Respetaron aquel espacio que Donna necesitaba, por mucho que ese margen les pusiera en peligro, aquella humanidad era lo que hasta ahora les había mantenido cuerdos.

Lisa se durmió y Will y el padre intentaron captar alguna señal con la radio. Fuera, Rémy, Brendan y Donna seguían frente a los restos del fuego, incapaces de moverse.

-Deberíamos irnos. -Dijo, al cabo de un rato con voz grave y pausada. Sabía que Donna necesaria un duelo, pero no podían alargarlo más. -El ruido se habrá escuchado desde lejos... y el incendio se habrá visto desde aún más lejos. Creo que Michael y yo hemos dejado la radio funcional. Deberíamos poder lanzar una llamada.

Will puso en palabras lo que todos seguramente habían pensado ya. Mara pareció despertar del silencio en el que se había enfrascado.

- Sí, sería lo mejor.

La chica se colocó en el asiento y se abrochó el cinturón de seguridad, pero cuando iba a encender el motor, Rémy llamó su atención; parecía haber encontrado algo. Mara encendió el coche y lo acercó más todavía a  sus compañeros y lo que quedaba del calcinado edificio, enfocando las luces delanteras a aquella trampilla que Rémy había encontrado.

- ¿Quieres... Entrar, Donna?

"Bien hecho Brendan" la chica asintió con la cabeza, aunque la lógica de la supervivencia les dictaba entrar y coger todo lo que pudiera servirles, pero como bien sabía y había pensado en varias ocasiones "La humanidad era lo que les impedía caer en el abismo de la locura".

- ¿Donna? -Mara alargó su mano y la puso en la mejilla de la chica, limpiando una lágrima con el pulgar. En ese momento querría haberle dicho mil cosas, pero las palabras sobraban y aquel simple y cálido gesto reconfortaría, lo poco que se puede reconfortar en un momento así-. Estamos aquí contigo cielo -Mara se acuclilló frente a ella para mirarla directamente a los ojos- no estás sola. 

Mara sacó de su pena aquella preciosa sonrisa que, según su abuela, era capaz de iluminar el mundo. La misma que ella y su abuelo lucieron durante el entierro de su padre. No podía eliminar el dolor de Donna, pero podía mitigarlo, las pérdidas es algo que solo el tiempo sabe sanar.

Sumido en más silencios que sombras tenía aquella noche eterna, Michael permaneció callado mientras Mara acercaba el coche hasta los tres, sujetando todavía la radio junto a él como si algo dependiera de ella. Una parte de él se preguntó qué hallarían al otro lado de la estática pero aquel no era el momento de saberlo. La desesperanza, como ponzoña, envilecía el alma de todos ellos y él era el primero en sentir las garras en su corazón.

Aquella vez, al observar la plantilla, no logró sentir el mismo rescoldo de fe que cuando se había arrojado del coche y se había topado con el bidón. Su fe, sencillamente, boqueaba como un pez fuera del agua al que le salpicaban las olas del océano, a veces con agua, a veces sin ella. Pero sin querer confiarse, no fue de los primeros en bajar. Se quedó ahí, junto a William y Lisa, mirando la trampilla abierta.

- Han encontrado una trampilla - acabó por decir, rompiendo el silencio para que Will tuviera la información pertinente.

No me gustaba la idea de abandonar cosas que podrían salvarnos la vida a todos pero aún así no era mi decisión -Podemos seguir adelante si lo prefieres - Sugerí mirando a Donna de cuando en cuando pero sin tocarla ni arrimarme a ella. Me sentía inútil, no tenía idea de como ayudarla, y veía a mi mente correr en círculos preguntándose que haría una persona normal en aquel momento. Ni siquiera me atrevía a tocarla. Así que solo hice lo que sabía, lo que yo misma había hecho todos esos años, continuar adelante, intentar mantenerla ocupada, proseguir el movimiento. Pensar demasiado era malo, solo hacía que uno repitiera los momentos en su cabeza, solo hacía que las cosas dolieran hasta dejarte sin aire. Pero primero tenía que llorar todo cuanto necesitara ese día. 

Donna seguía mirando sin siquiera levantar la mirada antes las palabras de Rémy o las palabras de aliento. Cuando sintió la cercanía de Mara y de Brendan. Por fin levantó la mirada para ver a los dos con los ojos sumidos en la tristeza y el desconcierto. Poco a poco, parecía captar lo que Rémy había dicho y como si hubiera sido una revelación, dijo - Así que salieron por mi culpa - y miró a sus padres nuevamente.

Las palabras de William eran sensatas, pero la chica estaba mucho más allá de ese punto en ese momento, lejana y sumida en su dolor. Su cerebro no parecía ir tan rápidamente, por lo que por fin miró a Brendan y a Mara -. Si... hay algo ahí, debemos tomarlo. Es lo que ellos habrían querido - y luchando por no romper en llanto nuevamente, vio los cuerpos calcinados tocándolos con cuidado, pero quedándose con un trozo de piel entre sus dedos. La chica lo notó y se quitó le pedazo de piel sin siquiera pestañear. Era una enfermera, ¿tal vez era eso?

Con las palabras de Donna, solo restaba decidir quiénes bajarían y quiénes se quedarían. Mientras estas decisiones eran tomadas, se pudo escuchar la radio empezar a sonar. El sonido blanco era fuerte y había una fuerte interferencia, pero se pudo escuchar después de un rato:

Sierra...

Óscar...

Sierra...

Hotel...

Mike...

Parecía que lo que hubieran hecho funcionaba, aunque allí parecía irse la señal. ¿Tal vez podían recuperarla? Aún se escuchaba distante. 

El tiempo pasaba, pero no se movían. Will había sentido el coche moverse, pero luego Mara había parado y había salido del coche, dejando una ráfaga del frío aire exterior colarse dentro del vehículo. A partir de ese momento, todo habían sido apagados murmullos de conversaciones en el exterior que no lograba descifrar.

Finalmente, la explicación a la tardanza llegó de boca del sacerdote. Al parecer, habían encontrado una trampilla… un sótano en el que probablemente hubieran estado encerrados los padres de Donna hasta el momento en el que cometieron el error de arriesgarse a salir sólo para encontrar una muerte horrible entre las llamas. Michael no añadió nada más, pero Will supuso que estarían planteándose bajar, o tal vez ya lo hubieran hecho.

Sin mucho más que hacer que sumirse en sus pensamientos mientras escuchaba la estática procedente de la radio, se planteó si era realmente una buena idea, y terminó por decidir que, al menos, no era una mala… salvo para Donna.

No debía haber peligro allí abajo, si los dos ancianos habían sobrevivido allí tanto tiempo. De hecho, existía la posibilidad de encontrar en aquel sótano reservas de comida, agua, medicinas, y tal vez algo de la preciada gasolina. Sin embargo, el lugar también estaría lleno de fantasmas, de los ecos de las dos vidas que acababan de terminar. Y esos fantasmas, aunque no tan letales como Ellos, bien podrían clavar sus garras en la chica.

Estaba a punto de decir algo al respecto pero, de pronto, todos esos pensamientos se interrumpieron cuando la radio cobró vida en el interior del coche, y del confuso barullo de la estática emergieron palabras, palabras inconfundiblemente pronunciadas por una voz humana.

Sierra… Oscar… Sierra… Hotel… Mike…

-Michael. Lisa. -Inclusos sus reservas para con el sacerdote habían quedado olvidadas por la repentina oleada de esperanza. -Hay gente. Hay gente emitiendo. La señal no es buena pero…

Con cuidado, sus manos buscaron el metal del aparato hasta encontrarlo, y sus dedos lo recorrieron con la práctica del que había sido una vez un experto mecánico hasta encontrar lo que buscaba, los controles de voz. Mientras lo hacía, trataba de pensar e hilar esos conceptos. Hotel, sierra. Recordó el mapa que habían encontrado antes, el que recorría el bosque. Podría ser que fuesen ellos…

-Aquí Will. -Dijo, activando la transmisión. Esperaba que la señal fuese suficiente para que le recibieran. Lanzaba frases cortas y claras, vocalizando todo lo que podía con su voz grave. -Hemos escuchado lo de Oscar y Mike. Somos un grupo de supervivientes. Somos siete. Llevamos una niña. ¿Alguien me recibe? Necesitamos un punto seguro. ¿Alguien del puerto me recibe? Aquí Will. Responded. Necesitamos un punto seguro.

Soltó el botón, y tomó el aire que le faltaba, mientras escuchaba con atención la estática que seguía brotando de la radio, aguardando por si alguien era capaz de escuchar y contestar su llamada.

-Deberíamos buscar un lugar mejor. -Añadió, finalmente, dirigiéndose a los demás. Unos demás que habían quedado reducidos al sacerodote y la niña. Por inercia, movió la cabeza a su alrededor, como si aún pudiese ver algo más que oscuridad. Al darse cuenta, las mandíbulas de Will se tensaron por la vergüenza. -¿Dónde estamos? Deberíamos intentar ir a un sitio alto y abierto… sin muchos árboles. Ahí podríamos recibir buena señal.

Tomé a Donna del hombro y lo presioné ligeramente, como tratando de traspasarle parte de mis fuerzas, peor no tenía unas palabras para ella. Solo pude chapurrear un - Podían haber muerto en cualquier momento, no te culpes.- Pero eso no suplía lo que ella misma pensaba que había provocado. - Puede... Puede que les hayas liberado... Liberado del miedo de tener que permanecer ocultos. Del miedo a esa criatura.

No pude decir más, simplemente la solté y volví a tomar la linterna que pendía de mi cinturón. La encendí y enfoqué a aquella boca oscura que era la trampilla, indicándosela a Rémy con un ligero movimiento de muñeca, dando a entender que me iba a arriesgar a bajar.

- Voy a tratar de salvar aquello que nos pueda ser útil de ahí abajo. ¿Me acompañas, Rémy?- Mara se podía quedar con ella, pero estaría bien que alguien me acompañase por si necesitara ayuda para cargar con posibles víveres o equipo que nos ayude a sobrevivir.

Me giré hacia el coche, pensando en si abducir a alguien más en aquella misión hacia las profundidades, peor solo el sacerdote podría ayudar y parecía que había algo de revuelo en el vehículo. Parecía que bajar allí y salvar todo lo salvable era más apremiante de lo que esperaba, así que avancé más diligentemente hasta desvelar aquellas entrañas con mi linterna, descubriendo la desoladora última morada de los padres de Donna.