Partida Rol por web

Parecía que todos estaban de acuerdo pero Mediastintas no dijo esta boca es mía. Suficiente había hablado ya y, aunque Usurero no había vuelto a quejarse, el rufián prefería continuar tratando de pasar lo más desapercibido posible.

No entendía cómo olvidaba tan rápido que le habían denegado el derecho a entrar en la Compañía. En su momento sintió ira pero ahora pensaba que estaba mejor así. Dinero, putas y comodidades a su alcance si seguía las órdenes de aquel viejo avaro. Era un precio pequeño para el objetivo a conseguir.

El rufián se limitó a asentir levemente cuando Ponzoña y Khadesa confirmaron su indicación inicial de hacia dónde debían continuar la marcha y esperó a que el líder de tan peculiar expedición tomara una decisión.

A Campaña todo aquel asunto le interesaba más bien poco, él había ido a aquella excursión por las hogueras y las historias, y eso era algo que tendría que esperar irremediablemente hasta que llegara la noche. Por tanto, se limitó a mirar todo lo que señalaban sus compañeros para ver si entendía lo que estaban buscando. Finalmente, como de costumbre, decidió seguir a Ponzoña pues confiaba plenamente en las decisiones de su Hermano.

Ng...

Aquello no le gustaba. Ponzoña era el tirano que le hacía cavar letrinas. No se merecía ningún golpecito en la espalda. Pero los datos adicionales que aportó indicaban que era mejor siguiendo rastros que Mediastintas, así que...

Está bien, Ponzoña. Ve tu delante y guía al grupo. Te acabas de convertir en el rastreador oficial del grupo.

En el fondo, Ponzoña sabía que no era la persona indicada. Quizás debieron reclutar a alguno de los Exploradores, y hacer una batida como la Diosa manda, pero la falta de criterio de Rastrojo había obligado a Ponzoña a tomar decisiones.

La caravana prosiguió. Ponzoña estaba inseguro sobre el rastro, y se tenía que parar más a menudo de lo que hubiese hecho un explorador experto para cerciorarse de que las huellas seguían ahí. Finalmente llegaron a un repecho del terreno. Rastrojo, subido al camello, tenía mejor visión de lo que había al otro lado. Se quedó en silencio, contrariado.

Ponzoña subió el repecho, y varios de los demás lo siguieron. Tumbados sobre la hierba para no ser demasiado visibles, Bimbawa señaló al frente.

¡Leones! ¡Mirad que bonitos!-exclamó la prostituta, con el entusiasmo de una niña.

La manada de leonas acababa de abatir a un gran búfalo, y pronto el león salió para reclamar su parte de un bocado por el que él no había trabajado. En total: seis leonas y un león. Más de lo que el grupo puede abatir...

Ikharus torció el gesto.

Ya es mala pata. Hace dos días, los tipos a los que perseguíamos pasaron por aquí. ¡Dos días! Y ese búfalo va a estar ahí, rodeado hoy de leones y mañana de hienas, y no vamos a poder acercarnos para retomar el rastro. ¿Qué vamos a hacer ahora?

A Preocupado le sorprendió la elección de Ponzoña como guía del grupo, aunque a decir verdad no podía juzgar en exceso sus capacidades pues apenas lo conocía, tan solo sabía que era un ex hiena y que se había emparejado con Khadesa, solo aquellos dos detalles bastaban para no fiarse mucho de aquel K'Hlata, aunque por lo que parecía era diestro en combate.

Algo es algo. Pero seguro que Rastrojo sabe bien lo que hace.

Y como un soldado acostumbrado a obedecer las órdenes sin rechistar Preocupado ocupó el lugar que le indicaron y permaneció atento a cualquier irregularidad. Caminaba en silencio pensando en sus preocupaciones propias hasta que el grupo se detuvo. No pudo evitar acercarse a Bimbawa cuando esta comenzó a exclamar acerca de los leones.

-SHHHH ¡Calla mujer! No debemos llamar su atención, además los leones son peligrosos, no son ninguna mascota.

En cuanto al rastro y como debían seguirlo simplemente se volvió hacia Ponzoña, como explorador oficial de aquel pequeño grupo debería tomar una decisión, aunque le preocupaba que Matagatos se mantuviera tan al margen de aquellas cosas. No tenía claro si el oscuro estaba allí para encontrar a Elefanta o simplemente por obligación como quien da un paseo.
En cualquier caso Preocupado permaneció alerta y medio agachado intentando no llamar demasiado la atención de los leones.

Mediastintas a punto estuvo de dar un pequeño brinco en su sitio al ver a los leones. Pero no de miedo sino de emoción. Lo cierto era que un león y un leopardo no son lo mismo, pero la perspectiva de hacerse con una de las pieles no era mala.

- Gatitos… - Murmuró en voz baja para sí mirando a la manada.

Miró con ojillos casi brillantes a Usurero y pronto desechó la idea de la cabeza. A su patrón no le iba a gustar nada que intentara hacerse con la piel de uno de esos animales. No en ese momento.

Y luego estaba Sacamantecas claro, que no hacía más que seguir a Usurero a todas partes como una lapa. Ains, si pudiera hacer que se separara aunque fuera un rato… sería fácil hacer que pareciera un accidente. Después de todo, los leones estaban ahí…

Se quedó clavada en su sitio cuando sintió, incluso antes de verlos, la presencia de los leones. No eran pocos, y aunque estaban comiendo, no iban a desperdiciar unos cuantos bocados más.

La Quinta no se acercó tanto como el resto, se acuclilló, rezagada, lo más lejos posible del grupo de depredadores. Lo suficiente para verlos. Observó la dirección del viento, para asegurarse de que no podían olerlos, y se retiró aún más, mirando con ojos entrecerrados más allá del pobre búfalo. ¿Quizá podrían rodearlos?

Sabandija se exasperaba con la torpeza del Pozoña a la hora de explorar. Pero, por supuesto, no se atrevía a ocupar su lugar pues no quería que se lo tomara como una ofensa. Cuando divisaron un grupo de leonas dando cuenta de un búfalo justo por donde pasaba el rastro de Elefanta el joven K´Hlata frunció el ceño.

- Mala cosa.- Dijo posicionado junto a preocupado. Y es que, como decía Ikharus, no podían permitirse el lujo de esperar si no querían perder el rastro. Cualquiera sabría que para rodear a los leones tendrían que retrasarse mucho tiempo para no ponerse en problemas mayores. Instintivamente llevó una mano al carcaj con sus nuevas flechas tentado de utilizarlas contra aquellos animales. No, era demasiado, los leones podrían devorarlo sin contemplaciones.- O rodeamos perdiendo mucho tiempo o...- Se había atrevido a hablar y ahora que era consciente de ello no podía callarse sin más.- O tratamos de espantarlos con humo, aunque delataríamos nuestra posición.- El humo era algo que espantaba a cualquier animal, por hambriento que estuviese. El problema era que sus objetivos verían a la legua que alguien se interesaba en su rastro. No le tocaba a él decidir esas cosas sino a Rastrojo.

- ¿Y si usamos un cebo para alejarlos de nuestro camino? – Preguntó Mediastintas.

- Podemos usar algo… o a alguien que les atraiga. Cuando se aparten el resto pasamos y seguimos el rastro. – Explicó como si fuera algo muy sencillo.

- Por ejemplo, Sacamantecas podría acudir por uno de los flancos de esa manada, llamar su atención, y cuando fueran a por él huir y esconderse en lo alto de algún árbol hasta que los leones se cansen. – Sugirió. Sí, era una forma estupenda de quitarse de en medio al moscardón del jefe. Estaba ahí todo el día pegado como una lapa a Usurero, como si de una sanguijuela se tratara.

Matagatos se mantuvo en silencio, mirando a Rastrojo bajo su capucha. Era a él al que correspondía tomar decisiones, pues él estaba al mando. Iba siendo hora de que probara que tal sentaba aquello, la responsabilidad que conllevaba, y las críticas que solían seguirla. Y ahí siguió, esperando un plan de acción por parte del líder, uno que ya tardaba en llegar. 

A Preocupado le constaba que a Elefanta no se la había llevado nadie, todos sabían que había huído poseída por un demonio tras matar a Zafarrancho, así que no le importaba hacer humo y que los viera, lo único que le preocupaba era que hubiera algún enemigo cerca, era mejor ser prudentes.

-Tienes razón Sabandija, el fuego podría ser útil, aunque no exento de riesgos, pero si hay enemigos cerca me preocupa que pudieran vernos, somos un pequeño grupo de búsqueda y no estamos preparados para luchar contra una patrulla enemiga.

A pesar de la victoria en el fuerte Chuda todos eran conscientes de que algunos enemigos seguían campando a sus anchas por la llanura, algunos bastante peligrosos y le preocupaba que alguno de ellos pudiera herir o matar a Rastrojo, eso sería un golpe duro para la Compañía Negra. También perder a Matagatos, Ponzoña o Campaña pues se habían vuelvo bastante populares tras las últimas batallas. Era mejor no meterse en problemas innecesarios.
Y para dar más ideas ahí estaba el frustrado primer líder de la exploración del grupo, Mediastintas, que proponía directamente una temeridad, eso sí, pero que lo hiciera otro.

Como para ser amigo de este tipo, enseguida te manda a los leones con total tranquilidad.

Miró al tal Sacamantecas, tampoco es que pareciera muy avispado y seguramente no se perdería ni un gran hombre ni un gran guerrero, pero por mayor seguridad prefería no perder gente estupidamente.

-Eso sería arriesgado Mediastintas. Me preocupa que tu amigo Sacamantecas no corra lo suficientemente rápido, creo que mejor no hacer eso. Pero me has dado una idea. Me preocupa que los leones todavía estén hambrientos, pero si han comido suficiente todo el mundo sabe que un león saciado evitará un combate si no lo ve claro, contra leones hambrientos sería distinto. Si dirigimos uno de los carros a toda velocidad contra ellos seguro que se apartarán y saldrán corriendo. También podemos hacer mucho ruido para asustarlos.

Aquel era el típico plan que se le hubiera ocurrido a su Cabo, la infantería siempre iba de frente y se lanzaba contra el enemigo, aunque le preocupaba no fuera el mejor plan, al fin y al cabo él ni siquiera era cabo. Quizás alguien tenía un plan mejor.

Quizás tú serías un mejor cebo, Mediastintas. Estoy seguro de que los leones preferirán una carne más joven y menos correosa.

¡Basta! ¡Los dos!-ordenó a sus Rufianes-Recapitulando, tenemos las siguientes opciones:

-Dar un rodeo.

-Hacer humo.

-Usar un cebo.

-Arrollar con el carro de Khadesa.

Desde luego, Usurero no iba a arriesgar su propio carro.

En lo alto del camello Mancillado, Rastrojo movía la mandíbula como si estuviese rumiando. En realidad farfullaba para sí. La toma de decisiones le venía grande, tal y como sospechaba Matagatos. El chamán titubeó al empezar a hablar, casi tartamudeando.

Ha-haremos humo. Id todos a esa zona de hierbas altas-señaló un lugar antes del repecho, a la izquierda-y cortad o arrancad con las manos todas las briznas que podáis. Tendrá que ser un fuego muy grande si hay que asustar a tanto bicho.

Rastrojo se quedó en su montura, con la vista puesta en el horizonte, como un gran general que acabase de cometer la mayor estupidez de su carrera. Usurero tampoco se fue a segar la mies, pero se bajó del pescante cansado de viajar sentado. Bimbawa también tenía mucho morro, y en lugar de ir a trabajar, se quedó tumbada vigilando a los leones.

En cuanto a Sacamantecas, se limitó a hacer un marcaje a Mediastintas. Si Mediastintas iba a recoger paja para la fogata, el Rufián veterano le seguiría. Si se quedaba cerca del Usurero, Sacamantecas se quedaría también. Esta reacción de desconfianza parecía motivada por el último comentario malicioso de Mediastintas.

Ikharus acompañó a los más trabajadores hasta las hierbas altas. Cortar briznas con un hacha no era lo mismo que talar un árbol o a una persona, pero era reconfortante sentirse útil. Pero cuando empezaron a apartar las hierbas, vieron algo que cambió el sentido de aquella cosecha.

No puede ser verdad...

Aquellos cuatro cachorrillos indefensos de león aguardaban a que el macho de la manada se atiborrase a búfalo antes de que llegara el turno para los benjamines. Si estaban aquí era porque una de las leonas había acechado al búfalo desde este mismo punto del repecho. Los cachorros eran pequeños y estaban abotargados por el calor del mediodía. Eran presa fácil.

Matadlos. O sujetadles los morros para que no chirríen. Si las madres les oyen, estaremos perdidos.

Finalmente y tras sopesar todas las posibilidades que había, Rastrojo decidió no arriesgarse y que hicieran un fuego para espantar a los leones. A Preocupado le parecía bien, pues quizás así la loca de Elefanta los viera, viniera a por ellos y entonces Rastrojo le haría el ritual para salvarla del demonio. Se dirigió al lugar que el aprendiz de chamán había indicado como el más ideal para arrancar hierbas y comenzó su trabajo hasta que Ikharus llamó la atención del grupo sobre cuatro cachorros de león. Las dos posibilidades que ofrecía el ex matón le preocupaban así que se decidió por una alternativa, además de por una consulta a su líder mas que necesaria.

-Espera, no hagáis nada aún. Pssss Pssss ¡Rastrojo! ¡Aquí hay cuatro cachorros de león! ¿Que hacemos?

Si a Rastrojo se le daban los animales la mitad de bien que a Caratótem seguro que podría hacer algo, además como aprendiz de chamán quizás pudiera hacer que los espíritus intervinieran en el asunto.

Estaba orgulloso. Su idea había sido la seleccionada por el chamán para ser finalmente ejecutada. Elegida entre tantas propuestas de mentes preclaras. y es que Sabandija era un buen cazador sabía lo que se tenía que hacer en estos casos. Así recogía hierbajos, brotes verdes para que hicieran más humo, cuando vio a los cachorros de los leones.

Hay que joderse...- Si algo enfurecía a un grupo de leonas haciéndolas capaces de atacar era que sus cachorros pudieran verse amenazados. Había que hacer algo. Se apresuró a lanzarse contra unos de los cachorros para apresarle el morro y evitar que llamase la atención de su madre.

No podían permitirse esperar. Ikharus tenía razón, si no reaccionaban rápido, iban a tener problemas serios. Así que el cabo no dudó ni un segundo. Con paso firme, quizás incluso podría decirse que tranquilo, se acercó a los cachorros mientras desenvainaba a Dicha y Agonía. Cuando llegó a su altura, cada una de las hojas se cobró la vida de una cría.

-No sé a qué estáis esperando-dijo, tras descargar los golpes. 

Con los movimientos de Sabandija y Matagatos, Preocupado se dio cuenta que esperar por la respuesta de Rastrojo ya no era opción, había que hacer algo antes de que los cachorros salieran corriendo o pidieran auxilio a su madre y encima Sabandija había fallado su intento de coger a uno de los cachorros.
Preocupado no se lo pensó y se abalanzó a por otro, pero todo había sido tan rápido que él tampoco fue capaz de coger a ninguno de esos escurridizos animales.