Partida Rol por web

Doblasteis la esquina y visteis la puerta al fondo, cerrada, se necesitaba una tarjeta. Al otro lado del cristal que tenía a media altura, estaba el símbolo a la izquierda del pasillo, primera puerta, de la enfermería.

Daniel llegó arrastrando al moribundo chaval cuando Hilv pasaba la tarjeta por el identificador. Parpadeó un par de veces, y se abrió la puerta de forma automática, dejando que el olor a podrido del pasillo os llegara con demasiada fuerza. Hilv había ido de caza, Daniel era un médico...ambos sabían como olía la carne en descomposición. 

Todo parecía despejado. Solo faltaban 10 metros para llegar a una zona mas segura. Por norma, las enfermerías contaban con paneles y cristales blindados, daba igual en que planta. 

Se tapó la nariz y la boca de manera instintiva con el brazo izquierdo, frenando su entrada, aquel olor no podía traer nada nuevo, dudaba mucho de que se trataran de animales. Reprimió las ganas de vomitar y levantó el arma con la mano derecha más para darse fuerzas que otra cosa.

Venga...venga...Dag no tiene tiempo.

Echó un breve vistazo a su espalda, Daniel se apañaba con el chico, así que no se lo pensó más y entró en el pasillo, cubriendo la distancia que le separaba de la puerta de la enfermería lo más rápido posible, pero sin perder la atención, aún llevaba la tarjeta en la mano izquierda, quizás la necesitara en la puerta de la enfermería, si era así, la usaría, sino comprobaría que el lugar que era su destino, estuviera libre de amenazas...

Sólo había estado en una misión, y le había bastado para saber que no era lo suyo... aunque le habían dicho que lo había hecho bien, después de todo, mató a aquel bicho gigantesco... ¿tú no decías que podías todo? Que no haya una pila de muertos por favor...

- Oh, joder...

Daniel exclamó casi de inmediato. Tenía ambas manos ocupadas y no pudo cubrirse cuando Hilv abrió la puerta. Tuvo que reprimir las nauseas. Dejó a su paciente en el suelo de la manera más digna que pudo y se incorporó. Le dolía la espalda y las rodillas. Aquel esfuerzo no era para el. Y necesitaba estar en forma. Por si acaso.

Se aproximó a la puerta y miró al interior por encima del hombro de Hilv. Aquel olor no avanzaba, precisamente, un ambiente aseptico en el que atender al herido.

Mirasteis en el interior de la enfermería, pero estaba vacía. No había sido usada. Tenía el mismo tipo de apertura que la puerta que Hilv acababa de abrir así que, se necesitaría solo la tarjeta para abrirla. 

Lejos de los conocimientos de Hilv, Daniel percibía que la enfermería tenía algunas máquinas mas avanzadas. Un escáner móvil con aspecto cilíndrico de apenas el ancho de una cabeza, un botiquín especial con una cruz morada para usarlos en situaciones críticas que solo se abría con la tarjeta de un médico del complejo, una camilla* que podía usarse muy temporalmente de forma gravitatoria para mantener perfectamente estable al paciente en mitad de un cambio a un hospital, y seguramente tendría su propia nevera con elementos bastantes mas potentes que los de su consulta. 

Vale, cero cadáveres, un paso adelante...

Uso la tarjeta para abrir la puerta de la enfermería, ahora mismo lo más urgente era salvar a Dag, aunque, tenían que darse prisa si querían salir de este sitio, y ella quería hacerlo.

Esta vacío dijo haciendo un gesto con la mano para que Daniel inspeccionase el interior, el hombre parecía saber lo que hacía pero este olor... no podemos bajar la guardia la chica no dejaba de alternar la mirada hacia ambos lados del pasillo principal.

¿Podrás salvarlo? Preguntó en un tono mucho más angustiado del que le habría gustado mostrar, al ver el cuerpo de Dag así, sus ojos se humedecieron y evitó el contacto visual con Daniel ¿necesitas ayuda con alguna cosa? Se ofreció tras un sonoro carraspeo. El arma que tenía en la mano no le ofrecía ninguna seguridad... recordaba el anuncio por el altavoz, las palabras del chico sin nombre...

Espera un poco para entrar en modo pánico por favor...

Steve miró todos aquellos equipos médicos con ansiedad. ¿Sabría usar nada de todo aquello? Algo en las puntas de sus dedos parecía querer lanzarse a la acción, empezar a rebuscar entre los cajones y armarios.
Algunos nombres empezaron a llegar a su mente, nombres que no había oído en su vida, a menos que fuese en la televisión. Solución Ringer, plasma, lactato, preparado de eritrocitos, dopamina, epinefrina, norepinefrina...

"Doctor, espero que estés ahí y sepas guiarme. O este chico se nos queda seco"

Trató de aparentar calma y regresó a por su paciente.

Una vez comprobado que el interior parecía relativamente seguro, Daniel regresó a por Dag.

- ¿Salvarlo? Soy medico Hilv, no adivino. Pero haré todo lo posible. Ayúdame a ponerle encima de la camilla. Por ahora no la usaré para desplazarlo, pero trabajare mejor allí.

Una vez colocado el paciente empezó a abrir cajones. Tomó tijeras, vendas, gomas, que fue tirando en una bandeja metálica sin demasiado cuidado.

- Joder, necesita plasma, necesita un donante y necesita una docena de enfermeras competentes. No solo un médico...

Cogió todo lo que vio que le parecía que podía servirle y lo colocó en una mesita metálica con ruedas cerca de la camilla.

- Que nadie me interrumpa. Es lo mejor que puedes hacer Hilv. Eso y no ponerte en medio. Asegura este sitio hasta que haya terminado con el. Cierra la puerta. Y comprueba de donde viene ese maldito olor. No quiero sorpresas. Si algún demonio quiere comerse mi alma, que espere...

Tus manos trabajaron casi mas rápido que tu mente. Tras los primeros momentos de estrés, te diste cuenta de que ya estabas tratando al paciente de maneras que si te parabas a pensar, te quedabas en blanco y no podías hacer nada. Tenías que liberar la mente para poder acceder a saber como, a los conocimientos de Daniel, pero tampoco eras tú. 

Eso lo habías dado en la preparación a las misiones de cuerpo electo. Cabía la posibilidad de que con el tiempo, perdieras esa habilidad, y de médico pasaras a carnicero, porque lo que sucedía eran retazos de consciencia de la persona anterior luchando por ocupar su sitio y avisar de que algo no iba bien. 

No entendió bien a que venía aquello de adivino... pero bueno, debía tratarse de la tensión del momento, y bueno, le alegró saber que era médico. Lo importante era la vida de Dag, así que ayudó a Daniel a ponerlo sobre la camilla, para posteriormente hacerse a un lado mientras él iba rellenando aquella bandeja...

Soy cero positivo, sirvo para casi cualquiera... el problema es que no sabía el tipo de sangre de Dag, si era cero negativo no serviría, pero, mejor eso que nada pero tú eres el médico no podía tomar ella esa decisión y tengo conocimientos de primeros auxilios era un soldado, y a todos se les enseñaban, eso sin contar con sus características personales...

Asintió, no quería estorbar, pero tampoco saldría de la enfermería.

Revisó entonces el botiquín morado, y usó la tarjeta sobre el mismo con la esperanza de que se abriera, según el manual, que se había leído, porque ella se leía los manuales, a ver si dentro estaba la “pastilla” milagro que salvara la vida a su amigo, era Titán, cualquier cosa podía esperarse. Sino conseguía abrirlo, buscaría alguna tarjeta por la propia enfermería, y de paso estaría atenta a ver si era capaz de adivinar de donde venía el olor, si era más o menos intenso aquí que en el pasillo, pero de momento prefirió evitar abrir las puertas de seguridad de la estancia en la que ahora se encontraban.

Hilv consiguió darle el botiquín que incluía un par de drogas bastante curiosas, que hace años habían sido prohibidas en la guerra y ahora, seguramente estarían mas "limadas" Una servía para despertar a un herido grave, y la otra para cortar la coagulación de una herida grave. La segunda reducía el tiempo aproximado de cierre de la piel en un 99% y le daría unas cuantas horas siempre que no se arrancase la costra, para sobrevivir.

Un escaner de mano que podrías hasta llevarte puesto con una pantalla plegable del tamaño de tu mano, un verificador de compatibilidad, unas vendas compresivas que se fundían con la piel, antibióticos potentes de una sola dosis, cremas para quemaduras multiuso, incluso de 3º grado que se adaptaban al sujeto, una pistola inyectora con sus cánulas para hacer una tranfusión o dejarlo como gotero, tijeras que podrían cortar incluso metal siempre que fuese muy fino, y hasta algunas vacunas que solo tenían números y no te sonaban de nada.  

Pero había dos opciones: O Daniel trataba la herida de forma rápida, ponía el parche y rezaban por que aguantase despierto tras el chute y en apenas tres minutos, o debía de perder 15-20 minutos para hacer una transfusión rápida y dolorosa para ambas partes, limpiar, sellar y asegurar la herida con las vendas. 

Daniel miró mi que Hilv le traía como un niño mira él saco de Papá Noel. Manoseó todo con curiosidad e incluso, sonrió un poco.

- Bueno, todo esto nos da posibilidades. Yo me decanto por la vía rápida. Es un chico joven y fuerte, creo que aguantará. Y no se cuánto queda de la hora para la evacuación. Pero no servirá de mucho salvarlo y que los tres no convirtamos en carbones encendidos.

Mientras hablaba, se arremangaba las mangas de la camisa y comenzaba a lavar la zona de la herida con agua.

Hilv se había quedado pendiente de las operaciones de Daniel, hasta que una nueva sacudida de aquel terrible olor hizo que cerrara las puertas de la enfermería y dejara de prestar atención a los cuidados que el médico daba a Dag y centrarse en sus tareas de vigilancia.

Tú eres el experto...

Ella se alegraba de no tener que tomar esa decisión, la verdad.

Daniel tomo las tijeras, con el parche listo para colocarlo, desplegado sobre la mesilla. Acababa de ponerle una dosis de la droga cicatrizante a nivel local, a través de la ropa. Esperaba que eso ayudase a que no se disparase una nueva hemorragia cuando retirase la tela saturada de sangre. Cortó todo el metal y la tela que le impedían llegar a la herida. En cuanto la tuviese a la vista, la limpiaría con las esponjas autojabonosas desinfectantes y le colocaría el parche. Y mientras lo hacía, el doctor Daniel silbaba una vieja canción, de una película de tahúres que estafaban a un mafioso como venganza.

Steve se retiró tanto como pudo al interior de su mente. 

Recordó el día en que conoció a Sam y a River. El día en que les defendió de aquellos matones y terminó enseñandoles trucos de magia, jugando al poquer y al ajedrez. En su mente revivió algunos de sus trucos de manos para ocultar algún que otra carta golosa. Y lo que quedaba dentro del doctor Trianor pareció ocuparse de todo lo demás.

Inconscientemente, se puso a silbar.