Partida Rol por web

Escuché lo que tenía que decir aunque para el no tuviese mucho sentido lo cierto es que el mero hecho de decirlo en alto era una ayuda, y un demonio que iba creciendo. Porque si el pensaba que no era real que era un problema mental mis palabras solo le traerían más dolor. Pero era así como debían de hacerse las cosas. Note su temblor, sus pesares y como luchaba por mantenerse cuerdo. La descripción que me sirvió para hilar algunas cosas. 

No, no la veo como tu, la percibo, se a groso modo que es, y tu puedes darle una forma que no sea realmente la adecuada. -Me quedé pensando unos segundos- ¿cuando la empezaste a ver? ¿Cómo fue? ¿Lo recuerdas?- aquello acababa de empezar, pues una vez encerrados en aquel sitio, las cosas se podían poner jodidas muy rápido. 

Richard respiró profundamente y fue echando aire lentamente por la nariz, trataba de ordenar sus pensamientos.

No lo sé. admitió encogiéndose de hombros. No sé ni cuánto tiempo llevo aquí dentro, ni la hora que es. Solo sé las sensaciones que me causaba, y que cuando llamaste su presencia se esfumó. no tenía mucho más que decir, no sabía qué más decir.

Pensó unos instantes, haciendo memoria.

Mis.. alucinaciones.. o lo que sean.. ya no sabía cómo definirlas. Empezaron tras mi última misión en Armenia. Defendíamos un viejo monasterio, algunos de los soldados decían que veían cosas en los rincones, sombras.. tomó aire una vez más. Yo nunca llegué a ver nada. Pero.. todo ese monasterio, estaba lleno de referencia a los ángeles, ni a Dios, ni María, ni Jesús.. los locales decían que allí se adoraban a los ángeles, a los viajeros. chasqueó la lengua, se esforzaba en hacer memoria, pero su mente se entumecía. No recuerdo más. Pero después empecé a ver esa mujer, creí que era estrés postraumático, pero.. miró a Mona con cara de circunstancias. ..que tú la vieras, quizá tiene algo que ver con ese monasterio, algo que sucediera, no lo sé. 

Se llevó las manos a la cara, frustrado.

Joder, suena una puta locura. Todo suena a eso. se quejó a si mismo. Pero todo esto.. mira.. echó mano de la libreta y señaló uno de los símbolos. Esto.. esto lo vi en una de las paredes de ese monasterio.

Creo que es un buen momento para empezar- Sus palabras así me lo habían transmitido, estaba en el momento perfecto, ni lo suficientemente cerrado, ni lo adecuadamente abierto para que aquello hiciese mella. No respondí a nada. Le hice un gesto con la mano para que el se sentase, pero en el centro de lo que había dibujado- Quítate todo lo que pienses que se puede estropear o que no quieras manchar y pon en un lugar alto las cosas y los papeles con los que has hecho lo del suelo- salí del cuarto en dirección al baño. 

Richard escuchó el agua de la ducha correr, sobre algo metálico. Luego los pasos de Mona hasta la cocina y como golpeaba algo contra la encimera, reiteradas veces. Cuando volvió, lo hizo con un cubo de agua metálico, sujeto por un asa con sus dedos que dejó a un lado- ¿Listo? - Se aseguró de que todo estaba en orden- siéntate de rodillas por favor, alza la cabeza, y pon las manos sobre los muslos, con las palmas apoyadas en estos- Tomé aire, y me acerqué con el cubo hasta quedar frente a él- Te va a doler, pero debes de aguantar. No puedes salir de donde estás, no puedes moverte de la posición hasta que no termine, pero puedes gritar, llorar, y maldecir. Cierra los ojos Richard...- un tono mas dulce para compensar sus palabras anteriores. 

Richard se peleaba ante el sentimiento de sentirse estúpido frente al creer que todo lo que estaba sucediendo era real, aterradoramente real. La razón desafiada por lo extraordinario, su mente arquetípicamente científica frente a la presencia de lo sobrenatural. Obedeció a Mona dubitativo, dejó en alto las cosas, solo se quedó con la ropa que llevaba, una muda cómoda que se había puesto para tal finalidad.

Cuando volvió Mona siguió con la mirada lo que hacía, aun desconcertado ante todo lo que estaba sucediendo, miró con curiosidad el cubo. Tardó unos segundos en afirmar, pero asintió lentamente sin decir nada y obedeció colocándose como le había indicado. Las palabras de Mona fueron tan dulces como aterradoras, había algo tentador y horrible a la vez, tragó saliva y asintió una vez más.

Y cerró los ojos.

Frío. El frío golpeó como un martillo tu cálida piel, que recibió primero una fina capa de agua helada que se extendió por tu testa, deslizándose hasta la ropa. Ahora quizás entendías que lo mejor hubiese sido evitar tener ropa encima, para no notar el sentimiento agonizante de la tela contra la piel, mientras cientos de pequeñas agujas se clavaban en cada poro, que se habían obligado a cerrarse por intentar mantener el calor. 

El agua paró de caerte, apenas un par de segundos después, solo lo que sería un vaso de agua normal. Apenas había empapado nada del rostro, la gran mayoría se había escondido en el corto pelo y la gruesa barba, que empezaba a dejar un pequeño lago entre las piernas, golpeando directamente en una canción, como un arrullo de un lugar lejano. El agua restante, que era la causante de tu descontento, se había deslizado por la columna, por ese canalillo entre los dos omóplatos empapando como si de raíces se trataran la tela, llegando hasta el pantalón, que hizo, por ahora, de presa. 

Abajo, por el agua, del cauce, del río....- Mona empezó una pequeña canción, con un tono tan bajo como un susurro, como deberían de susurrar las estrellas a la luna allá en lo alto del cielo.  
Alguien te llama, alguien dice...- bajó un poco mas el tono, y lo hizo melodioso, cándido, incluso amoroso a los ojos de los hombres, como si aquello fuese una ablución, de aquellas mujeres que esperaban a que el hombre llegase a casa tras un día entre barro y zarzas para solo con agua, poder eliminar las impurezas que el traía a casa. 

Mas solo fue un espejismo. Un espejismo que logró relajarte lo suficiente, de una forma tan extraña y antinatural en ti, porque nunca habías recibido tales tratos que hizo que dudases por unos segundos. Y con ello, la segunda cascada, más fría que la anterior, mas profusa, que esta si te envolvió el rostro por completo, rellenó casi cada hueco de tu camiseta, e impregnó los pantalones lentamente, haciendo que tu cuerpo empezase a temblar con violencia.*  

Richard recordaba el entrenamiento de los marines, curtidos en grupo bajo el empuje de las olas y sufriendo toda clase de penurias climáticas. Se preguntaba qué se sentiría, si él sería capaz de aguantar esa prueba, y cuando el agua helada cayó sobre él sintió el azote del frío ahogar su cuerpo con violencia. Todos sus músculos se tensaron hasta el dolor, pero el soldado no se movió.

Escuchó esa canción de Mona, quiso sentir escalofríos por lo extraña que era en una circunstancia así, pero mantuvo el temple. No había aceptado pasar por esa prueba para rendirse, recordaba haber leído MacBeth en la infancia, recordaba las palabras de su protagonista que habían grabado a fuego en su mente. Que tanto se había adentrado en ese lago de sangre que ahora daba igual si seguir adelante o retroceder, el sentimiento de Richard era el mismo.

La aparente calma que le brindó esa canción se rompió de nuevo ante la segunda embestida de las aguas heladas. Richard resolló de nuevo, con mayor vehemencia que antes, pero se mantuvo en posición aguantando la helada caída de agua. Su cuerpo tiritaba, pero su mente se había blindado preguntándose qué finalidad tenía todo aquello.

Nada con la corriente y flota a la deriva

La tercera tanda apenas afectó a tu cuerpo, pero un escalofrío recorrió tu columna desde el mismo suelo, hasta la nuca, como si un ciempiés de patas afiladas avanzase sinuoso bajo la ropa,dejando apenas una suave caricia en la helada piel que luchaba por aumentar el calor corporal para lograr evitar una posible hipotermia. Con la cuarta, empezaste a perder la sensibilidad en las manos, y los pies empezaron a doler como si los golpeasen con pequeños martillos que azuzados por algún mal señor, machacaban una y otra vez los dedos. 

Cerca del río, cada día

El quinto, donde ya escuchaste el golpeteo del agua que no tenía donde esconderse en el suelo de madera. No quedaba nada de ti que no estuviese impregnado con la semilla de vida que había dado a este planeta un lugar perfecto donde germinar su existencia. 

Richard...-la voz inexistente de aquella mujer fantasma. La nunca alzada, se escuchó fuerte y claro, mientras la notabas rondar a tu alrededor como si danzase por una muerte lenta y punzante que acabaría con tu cuerpo en medio de ningún lado. Sonaba a amenaza, a emboscada.  Su rostro, velado aún por tus párpados, ofrecía una sensación de deseo igual que un objeto brillante atrae a una urraca. O la llama a un mosquito. Una mujer que despertaba en ti, pasión y deseo, pero también asco y repulsa. Nunca la habías notado tan cerca, nunca habías llegado a oler su aliento, tan pútrido como una pieza de carne dejada al sol durante días, pero a la vez, tan tranquilizador como esa canela y el olor a pastas en una fría noche de navidad, al asilo de una chimenea. 

Aquel cúmulo de sensaciones se filtró por cada poro de su cuerpo, se le llenó la piel gelidez mientras sentía adentrarse en una realidad totalmente aliena a la realidad. No comprendía, no era capaz de comprender ni la mitad de lo que estaba haciendo Mona ni las razones por las que todo aquello iba a servir, pero cuando contempló aquella presencia femenina perdida entre los velos de la razón, escucharla susurrar su nombre y sentir la mezcla cáustica de deseo y repulsa que le generaba, creyó haber perdido la cordura.

¿Quién eres..? hizo una pausa, añadió al filo del temor. ..¿Qué eres..?

Lejos quedaron las palabras de Mona, como lejos te pareció su cuerpo. Cuando pronunciaste palabra, cuando el sonido salió de entre tus labios, todo se oscureció como una marea que avanzaba hacia el único punto por encima, el eje, el ojo del huracán. Tú. 

La presencia de esa mujer, o más bien, de Eso que creías que era una mujer pero que cada vez estabas mas seguro de que no era lo que parecía se acercó desde un punto que no conseguiste encontrar. Estaba cerca, estaba al lado, pero no lo estaba. La voz sonó de nuevo, la de ella, murmurandote al oído- Richard.... Estaba dentro. La tenías dentro, arañando las paredes de una conciencia que estaba encerrada. 

El frío, como cientos de agujas corroían tu piel asestaron el golpe final de aquella locura, trayéndote de golpe a la habitación. Una manta sobre tu cuerpo, siendo enrollada por unas manos conocidas. Al menos, el reflejo turquesa de esos dos mechones. 

A medida que Richard perdía la conexión con la realidad que le rodeaba para adentrarse en esa retorcida epifanía, el soldado sintió una innumerable galería de emociones que sucedieron por su mente a toda velocidad. Miedo, curiosidad, pavor, coraje, incertidumbre, satisfacción.. un cóctel desquiciado que se aferró a su mente, a su cuerpo, a su alma sin dar sentido a nada y dando más dudas que las que tuviera anteriormente.

Cuando de repente escuchó su nombre una vez más surgiendo de su interior, creyó enloquecer. Sentir esa cosa dentro, rabiando por salir, o quizá rabiando por tomarle. Entonces se conjuró la sensación más aterradora que jamás concibió, ni en todas las batallas en las que participó, ni en toda su vida le prepararon para ese pavor primigenio que trascendía la propia naturaleza del miedo.

¿¡Qué eres!? exigió como si con ello pudiera liberarse de la tenaza que le ahogaba.

Entonces el bálsamo helado que le despertó, tenía su corazón peleando por salir de su pecho, envuelto en una manta que no supo cómo había llegado allí y con la mirada aterida se centró en Mona a la que, en primera instancia, rechazó creyendo que aun se trataba de esa mujer. Se fue centrando poco a poco, pero aun creía ver por el rabillo del ojo a esa cosa pasearse por los confines de su mente.

¿Mona? balbuceó odiando sentirse de ese modo. ¿Qué ha pasado? ¿Qué he.. visto?

No obtuviste respuesta, era como si estuviese esperando ese momento para causar un mayor efecto. ¿o igual siempre estaba así? ¿Y si no eras consciente de ello? Evitaste de primeras las atenciones de Mona, que te envolviese con lo que fuese eso. Una vez...dos veces la apartaste esperando una respuesta que nunca llegó.

Pa..ra- acabó por hacerlo de espaldas, para que así no pudieras tenerlo tan fácil. Cuando la buscaste con la mirada, como si necesitases algo de carne, algo real ella se colocó al frente, de rodillas, cerrando la manta en el centro del pecho- No lo se...eso solo lo sabrás tu cuando llegue el momento- viste sus ojos, el que estaba puesto en ti y el otro...un poco descentrado con un brillo de preocupación.- Ha empezado- dijo con una seriedad que daba miedo. -has empezado Richard. 

Esperó a verte un poco mejor, lo suficiente como para darte cuenta de lo engarrotado que tenías el cuerpo- ven conmigo...tienes que darte un baño de agua caliente antes de que pase demasiado tiempo- te ayudó a levantarte, porque lo necesitabas y os encaminasteis al baño. 

Solo había tenido miedo de ese modo una vez, en Armenia, en la defensa del monasterio, esa sensación de horrenda impotencia que le había atormentado durante tantas pesadillas. Tras el leve forcejeo con Mona, fruto de la confusión que le causó ese estado, la miró con la mirada dilatada y el corazón acelerado.

No pude salvarlos a todos.. solo siete.. solo siete.. balbuceó rememorando los gritos, las explosiones de mortero, los silbidos de bala, mientras se ubicaba veía los cuerpos sin vida de algunos de sus compañeros, hechos pedazos por la furia del enemigo. 

¿Mona? tomó conciencia del lugar donde estaba por segunda vez tras haberse ido. La escuchó sintiendo una manifiesta debilidad por todo su cuerpo, se dejó llevar por ella sin ofrecer resistencia. ¿Qué ha empezado..? ¿Qué..? tragó saliva mientras aun buscaba la silueta siniestra de esa.. ¿mujer? No, de esa cosa, que acechaba aun por la imaginación atormentada de Richard.

Era una.. mujer.. trató de describirla. Hermosa y horrenda.. era.. no lo sé.. no le puedo dar ningún sentido.. bajó la cabeza abatido, peleando por sostenerse por si mismo, pero sin éxito, mientras Mona lo llevaba al baño.

Ha empezado, en el primer día como quien dice, a partir de ahora los círculos se irán abriendo hasta que encuentres lo que busques, hasta que pidas el favor o lo que necesites- le ayudé a levantarse, me costó un poco.

¿Solo siete?- pregunté mientras lo llevaba al baño, su mente estaba débil su cuerpo, también- ven...siéntate aquí- lo dejé sentado en el retrete mientras empezaba a llenar la bañera. Hice una comprobación por encima de su estado. No era muy buena, había sangrado por una de las orejas- no pienses ahora mismo en eso. Piensa en tu cuerpo, en lo que notas, en el dolor- me acuclillé a su lado medio minuto mientras le frotaba las piernas con las manos. Había que quitarle la ropa. 

Con una habilidad de esas que solo las personas que han tenido que cuidar a sus iguales en ínfimas condiciones puede tener le fuí desvistiendo sin prestarle atención lo más mínimo a cualquier marca o verguenza que pudiese tener. 

Le introduje en el agua, que estaba algo fría para mi, para él, cálida. Yo también entré pero con la ropa puesta. Lo senté dándome la espalda y dejé que esta se poyase en mi vientre y mi pecho, mientras le hacía un hueco entre mis piernas, elevando estas sobre sus muslos, quedando la parte posterior de su cabeza contra mi cuello.-Venga, estás helado...

Mis manos se deslizaron sobre él, formando un abrazo protector, dominante, autoritario pero maternal.- Voy a echarte algo para la piel ¿vale? Te relajará- esperé una respuesta antes de empezar. 

Richard sentía rabia en su fuero interno, una gargantuesca frustración que no era capaz de exteriorizar viéndose manejado por los cuidados de Mona. Obedeció, no le quedaba otra, pero verse de esa guisa lo hacía sentirse humillado. No era consciente del estado de su cuerpo, ni de la sangre que fluía de sus oídos, pero cuando el agua lo meció sintió un atisbo de alivio al que se aferró.

Yo.. no sé lo que busco.. no lo sé.. balbuceó una vez más, peleando contra la frustración de ver su cuerpo casi roto. Apenas la miró cuando lo colocó en la bañera, asintió en silencio cuando anunció que iba a echar ese algo por su piel, respiró profundamente.

Siete.. retomó el hilo con el que había empezado. Éramos veintiuno.. solo pude salvar a siete, en Armenia. La recuerdo.. esa cosa.. esa mujer.. allí, en las paredes de sus catacumbas.. nos observaba. le tembló la voz, tratando de reafirmarse. No lo sé.. está todo confuso.. mezclado.. no lo sé..

Asintió y me puse manos a la obra. Cogí un pequeño tarro de un color plateado cuyo icor pegajoso olía a lirios junto con algo picante, no se sabría descifrar el que e impregné una esponja que parecía nueva, no era excesivamente suave, de hecho, raspaba un poco cuando empezó a formar espuma y acabó encima de su hombro por un segundo. 

Me estiré y por consiguiente lo moví hacia delante un poco mientras afianzaba los gemelos y los pies a sus muslos. Abrí el grifo, apenas un hilo con agua mas caliente, para que se calentase, lentamente. 

Alcé primero uno de sus brazos, en el mas absoluto silencio y deslice con cuidado la esponja, desde la mano hasta el hombro, recorriendo todos los huecos, quitando cualquier impureza. Luego el otro brazo, de igual manera. Empapé la esponja en agua caliente y dejé que lo que sobrase de agua limpiase la piel de jabón. -Dime, ¿te acuerdas de sus nombres? ¿de los siete?  

Luego vino el torso, desde el cuello, hasta debajo del ombligo, en un movimiento lento y tranquilo, relajante y apacible donde el agua templada se deslizaba por la piel. Una y otra vez bajaba la porosa esfera mientras mis yemas aprovechaban para tocar la piel. ¿Cicatrices? Buscaba algo, algo palpable al tacto, pero sin que se notase demasiado.- Unas catacumbas, y allí estaba ella, ¿donde? ¿era un cuerpo?  Cuando acabé el tórax deslicé la mano acompañada del objeto que limpiaba por debajo del agua. Llegué a una parte sensible, propiciando un suave masaje no sin alguna molestia que tardó poco en volverse placentero- Has dicho sus ¿Donde estaban? ¿podrías colocarlo en un mapa?- el tono iba bajando tan lentamente que apenas podías notar la influencia de aquella maldita mujer que hasta hace nada estaba arañando en tu interior. 

Sea lo que fuese aquella espuma, estaba reconstruyendo con su olor y el tacto el cuerpo, y un poco de la mente de Richard. La mano de Mona volvió a moverse, tras dedicarle unos largos segundos al disfrute del hombre, desviándose hasta el muslo donde de nuevo, esa piel fue limpiada hasta llegar a su rodilla por la postura. Volví al punto intermedio, ofrendando con algunas caricias más al soldado que había venido de la guerra, perdido y asustado, para volver a virar hacia el lado contrario, terminando con el otro muslo. - ¿quieres que te lave la cabeza? - mi sonrisa acarició su lóbulo, haciéndole cosquillas. 

Richard miró con cierto recelo aquel líquido, pero el olor era agradable y no ofreció ninguna mala cara a que Mona se lo aplicara. Sentía extrañeza por la actitud de Mona, era como una madre, alguien que se preocupaba por él y no terminaba de comprender qué la movía a ella, pero era una gota más en un océano de dudas y preguntas en el que se ahogaba.

Agradeció el agua caliente sobre su cuerpo, notó como los músculos se le iban destensando, se relajaba, pero entonces, a medida que el velo de la confusión se iba levantando, Mona preguntó aquello y sintió un latigazo en el recuerdo. Creyó que iba a reaccionar mal a la pregunta, pero quizá había agotado todo el estrés en su experiencia con esa mujer.

Sí. dijo escueto, con la mirada perdida. Frank, Michael, Carlos, Laura, Ralph, Helen, John.. un dolor fantasma, en el alma, se afiló las uñas en su mente. Los muertos, me culpan porque no los salvé.. pero no pude.. hizo lo que pude, pero.. ¿no lo suficiente? se preguntó apretando los labios. No había una sola lágrima amenazando las mejillas de Richard, era como si todas ellas hubiera caído hace tiempo y ahora solo quedara un pozo seco. Era un vacío absoluto, aterrador, pero no exento de sufrimiento.

El ritual de limpieza proseguía por parte de Mona, lento y metódico. En algún momento debió sentir cosquillas, pero Richard no permitió que se manifestaran los temblores arquetípicos de las mismas. Entonces llegó otra pregunta, más dura y oscura, escondida en los rincones de su mente.

Cuando nos atacaron.. vimos que el lugar más seguro para aguantar eran las catacumbas debajo del monasterio.. tragó saliva. Era un osario, calaveras en línea, decenas, centenares.. recordó con viveza la impactante imagen de aquel lugar pesadillesco. Al principio era una sensación, luego la vimos paseando entre los nichos.. la seguíamos.. nunca llegamos a verla con claridad.  negó con la cabeza. No.. no era un cuerpo, eran muchos, y ella nos contemplaba a través de todos.. el corazón se le volvió a acelerar, pero trató de contener la respiración mediante ejercicios. Para ese momento las manos de Mona empezaron a otorgarle una placentera estimulación, pero quizá dadas las circunstancias, no se opuso, ni siquiera le extrañó. Había aceptado de forma extraña esas atenciones, ya no como una puerta al placer, sino como otra cosa, distinta, alienígena que no era capaz de razonar.

Tatev. dijo súbitamente cuando preguntó por su ubicación, soltando un liviano suspiro de placer. Sus.. calaveras de ángeles de la muerte.. la oscura revelación de Richard contrataba con la situación, para nada ortodoxa, para una confesión de esas características. Había murales.. ángeles esqueleto.. uno de ellos.. la respiración se le agitó, por un instante olvidándose del cuerpo, sintió flechazos mentales, recuerdos bloqueados. Zhamanaky.. 

Aquel recuerdo se disipó, una ola de placer lo embriagó y esos recuerdos, a todas luces funestos, se disiparon. Cerró los ojos, arañando pequeñas parcelas de esa sensación, y sintió un cosquilleo ante el susurro de Mona a cuya pregunta asintió con un imperceptible asentimiento.

Tatev. Los nombres y las palabras les servirían al hombre herido más adelante, cuando realmente le hiciesen fatal, si es que no lo rompían antes. El bloqueo lentamente empezaría a rajarse, quizás con virulencia o solo como una suave hemorragia. Dependía de él, porque la clave era siempre la misma. 

Un Olor a dulce, a infancia no recordada, albaricoque, melocotón y algo que recuerda a los días de verano en mitad de un parque. ¿El cesped? No. Otra cosa. Era otra cosa personal, que él pudo sacar del baúl.- cierra los ojos- la cantarina y aguda voz de Mona le advirtió antes de echarle el champú directamente sobre la cabeza, con lo frío que estaba- y siéntate- un ligero empujón con el pecho para que me hiciera caso. Todo era tan extraño, tan forzado pero a la vez tan natural. Casi parecería uno de esos sueños que no tienen sentido alguno. 

Un beso en la nuca te sacó del ligero ensueño, momentos después ella de empezó a hacer un masaje en la testa, haciendo suaves círculos que iban de abajo hacía arriba, mientras los dedos se deslizaban entre tu cortisimo cabello- es probable que la veas más- volvió al tema maldito- pero- aclaró- por ahora no puede hacerte nada. Mientras que no se abra el segundo círculo estarás seguro de lo que sea que sea ella. Solo rondará intentando asustarte, te mentirá, y se hará fuerte con ello. -  las yemas se deslizaban detrás de las orejas frotando un poco- por suerte siempre hay un pero, para ellos. Habrá algo, un olor, un textura, un sonido, algo que alguno de tus cinco sentidos siempre notará cuando sea ella o eso lo que te hable o se persone. 

Cuando ella creía que las orejas estaban bien limpias y la cabeza enjabonada deslizó furtiva la mano hasta la alcachofa, mientras que con la mano libre seguía con un masaje en la nuca que lo relajase por completo, bajando aun mas sus defensas. Encendió el agua de golpe mientras le apuntaba encima de la cabeza. Esperó justo el momento en el que fuese a hablar para hacerlo, no lo ahogaría pero la impresión del agua caliente y el jabón acariciando su piel le traerían sentimientos encontrados. 

Richard se dejó atender por las manos de Mona aferrándose a la relajación que le evocaban, su respiración agitada instantes antes se iba convirtiendo en una balsa de aceite. Si bien el pulso se le aceleró un poco al recordar a la mujer, las atenciones de Mona contuvieron la peor parte de ese recuerdo.

Pero ese segundo círculo lo tendré que abrir, tarde o temprano, para seguir este.. aprendizaje, ¿verdad? preguntó en calma, asimilando la situación fragmento a fragmento. Algo que me descubra que estoy tratando con ella.. se dijo en voz baja, pensando en un elemento común en todas sus apariciones, pero por el momento sin encontrar la conexión.

Sintió el hormigueo del masaje en la cabeza con agradecimiento, el fluir del agua limpiándole el jabón, su contraste contra la piel. Pero la mente fría de Richard empezaba, de nuevo, a imponerse sobre la mentalidad irracional del miedo, buscar respuestas con lo poco que tenía y no alcanzaba.

¿Tu pasaste por todo esto? le preguntó súbitamente. ¿Qué te pasó a ti? Explícame.. quizá sabiendo de tu experiencia pueda descubrir algo de.. cómo afrontar la mía.

Si, deberás de abrirlo, y tendrás que estar preparado para ello, y aun con eso, intentaré enseñarte un poco cada día. Eso si, eres tu el que tiene que acabar endureciendo tu mente para impedir que lo que sea eso, entre. 

El agua cayó, apartando todo el jabón que peinaba el pelo del soldado. Y si no lo logró de primeras, lo hizo con la segunda tanda, mientras la diestra de Mona pasaba entre el cabello retirando cualquier resto que pudieses tener- Pasé en mi momento por algo como esto si- dijo con voz risueña- me sirvió para saber lo que era querer morirme de verdad...porque todo lo demás que había experimentado, lo malo digo, se quedaba corto, era como una ilusión sin fuerza. Pero cuando acabes...si lo logras, te alzaras como un pequeño fenix oscuro- suspiró apartándote un poco con otro golpe de cadera y salió del agua inundando todo el baño mientras chapoteaba en el frío suelo- tuve que romperme del todo- te ofreció una toalla, si no la cogiste la dejó sobre el borde dela bañera, no podía perder mucho tiempo, debía de limpiar el suelo con rapidez.

Puso un montón de toallas en los charcos que ella misma había creado y se quedó encima de una que parecía mas gorda, mientras se abrazaba el cuerpo- algunos no necesitan eso...hay caminos, el mio, no fue de los fáciles- se encogió de hombros con ese brillo lleno de vida en la mirada- tu eres más fuerte de lo que yo lo era cuando estaba en el mismo lugar que tu estás ahora- asintió- que lo sepas- una suave risa se le escapó. Aun con todo. No había dicho realmente practicamente nada. Quizás no era el momento. 

Ve a dormir después de vestirte, descansa hasta que creas que ha salido el sol, aunque no lo veas. No puedes comer ni beber agua hasta mañana antes de que repitamos lo del los cubos del agua. Tendremos que purificar tu cuerpo, es probable que pases un par de días visitando bastante el baño- se enrolló una de las toallas mas grandes que aun no estaban empapadas y salió de la sala, al menos que se lo impidieras. 

No pudo evitar sentir un escalofrío al escuchar a Mona, ¿qué significaba eso de que no era de los fáciles? La perspectiva que su guía le había planteado no parecía que entrara dentro de la categoría de lo fácil, pero no se lo discutió. Seguía siendo un profano en esa realidad cada vez más demencial. Richard respiró profundamente, asintió sin decir nada, se sentía confundido y era zarandeado por una algarabía de dudas y convicción que batallaban en su interior.

Gracias, Mona. respondió parco. Supongo que cada uno tiene su camino. se imaginó esas palabras sacadas de alguna película, pero ahí estaba citándolas, pero eso no las hacía menos verdaderas a la situación que vivía ahora.

Los tres días siguientes fueron un compendio de lo que podía hacer el aburrimiento, el estrés y el delirio. Richard se enfrentó a esas jornadas con entereza, o lo intentó, pues la presión se le iba acumulando, así como el hambre y la sed. Ese proceso depurativo le recordaba a los artículos que había leído en alguna ocasión de los monjes tibetanos, pero no se imaginaba que esos monjes tuvieran esas visiones pesadillescas que él tenía, ¿o puede que sí? En realidad a Richard no le importaba.

El primer día se lo pasó prácticamente durmiendo en sus ratos libres, pero cuando descubrió que no descansaba realmente, decidió echar mano de la colección cinematográfica que había en el piso. Richard había visto alguna de esas hacia años, pero la mayoría le eran absolutas desconocidas. Nunca fue demasiado cinéfilo, pero a la fuerza de la necesidad de tener la mente ocupada descubría el extravagante mundo de los ochenta en el cine.

El último día tuvo una irrefrenable necesidad de salir de ahí, un breve ataque de histeria que se zanjó con Richard golpeando con violencia la cama a la que partió una de las tablas del somier. Más relajado razonó sobre el origen de ello, había soñado con Armenia de nuevo, y mientras aquella pesadilla se evaporaba de sus recuerdos comprendió la multitud de elementos ajenos y extraños que habían estado presentes en él.

No era una prueba física dura para Richard, al menos hasta el momento, pero su psique se encontraba en ese frágil limbo del estrés postraumático y, ahora, se le iba añadiendo uno nuevo que no sabía cómo afrontar. Por lo que tras el episodio de la cama rota, bufó frustrado mirando a Mona.

Lo siento. dijo resignado, miró de soslayo la cama. Supongo que necesitaba descargar mucha ira en ese momento. carraspeó. He soñado de nuevo con Armenia, estaba allí, pero vi cosas distintas, ajenas, luces.. suspiró fijándose en un detalle que, hasta el momento, había ignorado. Significa algo. hizo referencia a su tatuaje de mariposa azul. ¿Verdad? ¿Tu experiencia?