Partida Rol por web

Unas horas más tarde estaban de nuevo en 'El paso del Noroeste'. 

Se habían pasado el resto de la tarde detrás de Nic, siguiéndolo a distancia prudencial, mientras él hablaba con todo tipo de gente. Pedigüeños, vendedores ambulantes, camareros. En algunos momentos llegaron a pensar que el tahúr les estaba tomando el pelo pero al final, tras muchas vueltas, cuando regresaron a la zona vieja les hizo una señal para entrar en el bar. 

Una vez dentro pidió una cerveza para él y puso al día a los detectives.

- Leviatán no se ha ido. Al parecer está siendo un poco más discreto pero sigue en la ciudad. Él y su banda están ahora en el viejo cine Yago. Parece que le gustan las salas abandonadas ¿eh? 

Se encogió de hombros.

- Bueno, yo he cumplido mi parte. Vais allí, lo trincáis o le hacéis preguntas o lo que sea que tengáis pensado hacer. No creo que necesitéis refuerzos porque no es de los violentos pero por mí como si le metéis a los geos en el local. Todo lo que le pase a ese cabeza hueca le estará bien empleado.

- No... - sentenció el detective. Lo cierto era que aquel tipo le sacaba de sus casillas. No podía creer en el punto en el que se encontraban. Persiguiéndole por toda la ciudad para encontrar a un sospechoso, porque Leviatán por supuesto lo era, con la excusa de una gran conspiración "judeo-masónica-esotérica-demoníaca" que Nic se había sacado oportunamente de la manga. Si soñaba con que los agentes le iban a dejar libre tan alegremente, que siguiera soñando era lo único que podía aducir.

- Esto es muy bizarro... en el sentido inglés de la palabra. Nos ayudarás a interpretar todo esto. A darle sentido.

Óscar dirigió una significativa mirada a su compañero buscando aprobación.

- Puedes hacerlo por tu propio pié como asesor o puedes venir detenido. No te voy a meter en medio de una redada pero no quiero que te me despistes mucho.

Luis asintió a las palabras de su compañero.

- No vamos a llamar a nadie de la comisaría - aseguró - y menos si las explicaciones son tan "especiales" como las que hemos recibido hasta ahora. Así que tu decides: Asesor o Traductor de los que pueda decir ese Leviatán o esposado en el auto hasta que los pongamos a ambos cara a cara -

Castelo respiro profundamente mientras abría la portezuela trasera de su automóvil con la zurda y acariciaba la automática con la diestra, sin tener claro si prefería que Nick entrara al vehículo por las buenas o si disfrutaría de su cara de susto al ver el caño de su arma desde la posición equivocada

Lo que había empezado como una búsqueda sin sentido, se había convertido en una búsqueda incoherente, pero por lo menos tenían argumentos para detener al tal Leviatan. Tenían testigos que lo ubicaban en el teatro donde habían encontrado la cruz. El mismo donde sospechaban que Crespo había ido antes de su extraña muerte. Quizás las extrañas historias de Nick no servirían para detener a nadie, pero la cruz era un argumento de peso para realizar, por fin, la tarea para la que había sido entrenado. Ocuparse de que los malos no siguieran libres. Y si se resistían utilizar la fuerza, "la mínima fuerza necesaria", se tuvo que recordar a si mismo, para conseguirlo

El veterano observó a su compañero y le comentó, sin preocuparse de si Nick lo escuchaba - Tenemos suficientes pruebas para detenerlo, pero lo mejor sería que hable antes de llevarlo a la comisaría, así que estate dispuesto a asustarlo un poco mientras lo capturamos -

- ¿Por qué no me sorprende? Pero sabíais que tenía que intentarlo.- Nic se encogió de hombros - Está bien. Vamos allá. 

Salieron de la taberna y cruzaron las calles en dirección al Yago. Oscar y Luis iban un poco por detrás de Nic, dejándole a él la iniciativa pero dispuestos a actuar si fuera necesario. El tahúr avanzaba con paso decidido por las calles de la zona vieja. A esa hora todavía había mucha gente paseando así que la sensación de riesgo era mínima. Si no fuera por el rostro taciturno que portaba aquel trío cualquiera podría pensar que eran tres amigos que iban a tomar una copa antes de volver para casa.

Pero no era así. Iban a encontrarse con el famoso Leviatán. La pregunta que a ambos investigadores les rondaba en la cabeza era ¿y valdría de algo? ¿o se encontrarían con más patrañas? Aquello, tal como pensaba Luis, era cada vez más absurdo.

Llegaron al inmueble. El teatro llevaba varios años cerrados pero aún conservaba en sus expositores los carteles de la última función: una noche de títeres. Que adecuado. Sus puertas de madera empezaban a acusar la inclemencia del tiempo y el descuido: la pintura se veía desconchada donde lo permitían los numerosos carteles que habían pegado encima. Pero una de las hojas estaba libre de papeles. Ahí es donde Nic llamó golpeando tres veces.

Tras un minuto que pareció una hora alguien abrió la puerta desde el otro lado. Nadie se asomó. Simplemente la puerta se entreabrió. 

La calle seguía abarrotada de gente paseando, eran poco más de las nueve y media. Era Santiago. Allí nunca pasaba nada. Y los dos detectives estaban curtidos de situaciones mucho peores. ¿Por qué ahora, cuando Nic se introdujo en el interior del teatro, ambos dudaron?

- Supongo que ahora es nuestro turno - suspiró Castelo empuñando su arma con la diestra y levantando en alta su placa policial con la zurda mientras respiraba profundamente.

- Asegurate que nuestro Asesor entre tras de mi. No quiero tener que irlo a buscar nuevamente - le propuso al mas joven de los policías

Tras tomar aire por ultima vez, el veterano dio un paso dentro de la sala y casi instintivamente dio a continuación un paso al costado mientras trataba de observar que o quienes estaban en el lugar - POLICIA! - gritó más que exlamó

- Nadie se mueva si no quiere recibir un disparo -

Pardo respiró hondo y se puso en cola. De es modo Nic quedaría justo en medio de los dos policías y no tendría muchas opciones de desaparecer entre la confusión. Con firmeza agarró la reglamentaria y apuntó el cañón hacia el piso tal y como indicaba el manual. Nada más rebasar el umbral, al tiempo que sus ojos se acostumbraban al cambio de luz, el cañón se alzó para cubrir diversos puntos ciegos.

- ¡Quietos todos! - apostilló con voz de trueno. Las manos dónde las podamos ver...

El grito de Castelo sorprendió al que había abierto la puerta: un muchacho joven con cresta de punky, que retrocedió unos pasos abriendo los ojos como platos y levantando inmediatamente las manos. El viejo policía empezó a temerse que aquello podría haber sido un error. Habían entrado en la recepción del cine pero allí no había nadie salvo chaval de la cresta, y si había más gente en otras zonas del edificio ya habían sido convenientemente alertadas.

Había un desvencijado mostrador que en otro tiempo pudo ser un puesto de palomitas y refrescos, pero que ahora estaba cubierto por una capa espesa de polvo. El olor a cerrado y humedad impregnaba el ambiente. Pese al aspecto externo el cine por dentro no estaba demasiado hecho polvo. La pintura se caía de las paredes y las telarañas campaban a sus anchas, pero en general seguía siendo una estructura sólida, de los viejos tiempos.Había unas escaleras a la derecha y unas puertas dobles, que probablemente conducían a la zona de abajo de la sala, justo enfrente.

Nic atrapado entre Pardo y Castelo, levantó las manos por puro instinto, al parecer tan sorprendido como el joven punky. Por el rabillo del ojo Pardo se dio cuenta de que fuera alguna gente que pasaba por la calle se había quedado mirando la entrada del teatro. Castelo tenía buenos pulmones.

Luis meneó la cabeza, malhumorado al no encontrar a nadie más que al pobre crestudo y lo observó con fiereza, elevando apenas su arma por sobre la cabeza del muchacho para evitar que un error con el gatillo le impactase en medio de la frente

- Donde está Leviatán? - preguntó - Sabemos que está aquí! Dinos por donde está y todo será mejor para ti - lo amenazó - No te gustaría ser el único detenido por ese robo! - meneó la cabeza mientras miraba a su alrededor, esperando que el mucho no se orinara en los pantalones antes de darle la información

Pardo subió a la carrera por las escaleras. Quizá allí en el gallinero se escondía el tal Leviatán. Aquel viejo edificio no parecía que guardase respeto a la normativa contra incendios por lo que, con suerte, el local careciese de una segunda salida trasera y, desde arriba, tal vez tuviesen oportunidad de cubrir más espacio para atrapar por fin a Leviatán.

- ¿Hay otra salida...? - voceó desde mitad de camino. - Un patio trasero o una salida de incendios.

El arma ahora si cubría las esquinas muertas... las sombras, tratando de no dejar nada al azar. En verdad les interesaba más Leviatán como testigo que como sospechoso pero igualmente ya había demostrado que no estaba interesado en dejarse atrapar por lo que era normal tratar de ser lo más certeros posibles.

Oscar subía las escaleras en busca de otros individuos que pudieran ser un peligro mientras pensaba en la distribución de aquel cine. Hacía muchos años que había cerrado pero recordaba haber visto películas y obras de teatro allí. Si había una salida trasera podría estar al otro lado de la sala, donde se encontraba el escenario. Subiendo las escaleras llegó a una segunda planta donde había tres puertas: una conducía al gallinero y las otras dos llevaban a las balconadas laterales. La segunda planta estaba en penumbras, alumbrada únicamente por la luz de emergencia rojiza que se situaba sobre la puerta del medio. El detective apuntaba a las sombras sin estar del todo seguro si alguien se podría agazapar sin ser visto.

Ahora sí que notaba con su corazón empezaba a acelerarse por la sensación de peligro.

Desde abajo le llegaba la voz de Castelo preguntándole al punky donde estaba su jefe pero el interrogado respondió con una voz demasiado baja, nerviosa, y no pudo entender lo que decía.

Mientras Óscar desaparecía escaleras arriba Luís apuntó al punky para interrogarlo. Nic, con las manos también levantadas, permanecía sorprendido a un lado del individuo. 

- Está... está en los camerinos...- dijo el muchacho realmente asustado, señalando con la cabeza hacia el interior del cine sin perder de vista el arma del detective. 

Luis se dio cuenta de que el tipo se acababa de mear encima. 

Su compañero había subido las escaleras y al viejo detective no le hacía mucha gracia avanzar sin tener apoyo. pero no sería la primera vez que lo hacía - Tu primero - le indicó al punky señalándolo con su arma y moviendo la misma en dirección a la puerta un par de veces

- Y en silencio - añadió sin siquiera pensar que cualquier posibilidad de sorpresa ya había sido totalmente obviada por sus gritos al entrar

Luis avanzó hacia el muchacho, esperando que este abriera la puerta y pasase antes que el. Quizás utilizarlo de escudo no era lo que estaba escrito en los manuales de procedimientos, pero en ese momento no había nadie para quejarse por ello.

Por un instante pensó en NIck. No podría controlarlo a la vez que al pequñajo y al tal Leviatan cuando apareciese. Mala suerte. Si intentaba escapar ya lo encontrarían nuevamente. Y si eso resultaría necesario estaría de mul mal humor. Pobre de Nick en ese caso.

Oscar entró directamente por la puerta central para tratar de abarcar lo máximo posible la sala de proyecciones. Desde arriba tendría una posición de privilegio por su algo o alguien se ocultaba por el patio de butacas. Trató de normalizar su respiración... si estaba alterado y tenía que abrir fuego sería peor. Perdería precisión. Además, daba la sensación de que su propia ansiedad delataba su posición y, si algo bueno tenía la oscuridad, era que ocultaba tanto a perseguido como a perseguidor.

Se asomó a la balconada principal con la pistola en ristre. Atento a cualquier movimiento sospechoso en a penumbra. Izquierda y derecha... revisar las balconadas laterales... 

Quizá habría sido mejor entrar por debajo por si existía una salida trasera.

El punky de la puerta se dirigió hacia el interior del teatro, con lo que tanto Oscar como Luís accedieron a la misma área pero desde puntos distintos. Nic se quedó en el umbral, todavía sorprendido, viendo como el viejo policía seguía al individuo a punta de pistola hacia el interior. Desde lo alto Oscar, pese a la oscuridad, cubría todo el área con facilidad.

La estructura interna del Yago era similar a muchos otros cines. Había dos áreas de butacas separadas por un pasillo de unos tres metros. Castelo atinó a contar diez filas en cada área, con al menos una docena de sillas por hilera. Había estado en cines más grandes. La zona correspondiente al escenario se conservaba intacta para la representación teatral y el ojo entrenado del policía vio las dos portezuelas laterales del mismo que daban acceso probablemente a las bambalinas y, desde allí, a los camerinos. Miró hacia la zona superior y vio a su compañero en el anfiteatro. En los laterales había dos balconadas con capacidad para una docena de sillas cada una. Si tuviera que apostar tiradores estarían allí. Pero nada en el ambiente casaba con una estructura militar o el uso de armas. 

De pronto una de las puertas laterales del escenario se abrió y una figura se asomó. Era un tipo alto, grande, vestido con una túnica que parecía más bien una sábana sucia. Su pelo indómito se disparaba hacia todos los lados, igual que su barba encrespada, en la que se dibujó una media sonrisa pese a ver que el policía apuntaba a uno de sus hombres. Porque estaba claro, por la manera en la que se movía aquel individuo, que se trataba de Leviatán. 

El hombre levantó sus manos quedándose en el medio del escenario. Un foco lo iluminaba de forma bastante teatral. Pasados los cincuenta, su melena encrespada con profusa barba le daban un aspecto de druida urbano. Aquellos ojos saltones parecían atravesar el alma de sus interlocutores y su voz grave, apenas contenida, amenazaba con convertirse en un rugido atronador si se despertaba su furia. No se podría decir que fuera fuerte pero sí corpulento. Pero no era su físico lo que lo hacía imponente sino algo intangible, una especie de presencia que parecía ocupar dos veces su espacio vital, como si el mundo tuviera que hacer sitio a su sombra.

- Creo que puede bajar el arma agente. Nadie aquí está armado o supone un peligro para usted o su compañero.

Aunque Oscar se mantenía entre las sombras y probablemente el foco estuviera cegando al gurú éste parecía tener localizado al segundo agente.

- Por favor. Somos gente de paz. El uso de la violencia como demostración de fuerza es innecesario.

Por el rabillo del ojo Castelo vio como Nic entraba en la sala tras él. Se mantenía a una distancia prudencial, junto a una de las filas de sillas, como un observador casual de aquel encuentro.

Más allá de las palabras del pelilargo, Castelo movió su arma abandonando la espalda del punky y apuntando al centro del pecho de Leviatán - Eso lo decido yo! - declaró tratando de no demostrar sorpresa por la sensación de poder que emanaba del barbudo

- Y también tengo claro que quiero respuestas - aseguró sin tener realmente en claro cuales eran las preguntas que debía hacer

- Y tu, ven aquí - su zurda se elevó sobre su hombro e invitó a Nick a adelantarse - Acércate, pero mantente a un lado. No te quiero en medio de mi linea de tiro - le explicó sin que sus ojos abandonaban los ojos de Leviatán

Sin esperar el movimiento de su supuesto asesor volvió a dirigirse a el supuesto hechicero - Así que empieza a hablar. Empecemos por Pedro Mendoza. Sabemos que lo engañaste para que fuera a tu "obra de teatro" y que luego murió. Mejor que tengas una buena coartada o el interrogatorio será más violento de lo que te gustaría - lo amenazó mientras acomodaba la palma de su zurda bajo la culata del arma en la tradicional posición de disparo

- Las manos dónde podamos verlas...

El eco de la voz de Pardo resonó en la platea. Quizá con aquella frase había descubierto su posición pero en verdad, pese a la evidente situación de estress, no se sentía que estuviese en un tiroteo con lo que el hecho de declarar que también había un posible tirador arriba, semi oculto en las sombras de la sala moribunda, confería al grupo de Policías una posición de poder. De cubrir la mayor parte del espacio y, por lo tanto, de no poner fácil una posible emboscada. El mejor tiroteo era el que no llegaba a producirse... por supuesto.

Las palabras de Castelo comenzaron a desgranar el ritmo y el tempo del interrogatorio. Óscar habría preferido limitarse a detener al tipo y llevarlo a la comisaría. Era un testigo con un potencial lo suficientemente interesante como para tomarse cierta calma a la hora de sacarle la información que sin duda poseía. Pero si el detective veterano decidía comenzar allí mismo, no iba a ser Pardo quien le dijese lo contrario.