Partida Rol por web

Roark dejó sus bártulos a mano, sobre todo las armas, y se frotó las manos mientras tomaba asiento en la silla situada justo frente a la puerta, con la enorme mesa justo entre él y la misma. -¡Rosbeef de Shen! Con patatas. ¡Por fin! 

Por costumbre, repasó la sala en busca de una posible salida de emergencia. El ventanuco situado a su espalda era un poco estrecho, pero practicable si la situación lo requería.

Rathikus se negó a separarse de su bolsa. Su libro de hechizos era demasiado valioso como para ir dejándolo en cualquier parte, y ya no hablemos de la misteriosa caja. Lo que sí abandonó de buena gana, fue su sombrero de mago; tanto por educación como por su lamentable y chamuscado aspecto. Los blancos cabellos que hacían honor a su apodo quedaron, por tanto, totalmente al descubierto y cayendo en cascadas sobre sus hombros.

Se sentó junto a Dworkin, dejando la bolsa sobre el regazo y protegiéndola con uno de sus brazos mientras que en la otra mano tenía su cayado. El mago no era, lo que se diría, un maestro de la discreción; además, su natural comportamiento nervioso y paranoide no había hecho más que acrecentarse desde su paso por la Academia. Por supuesto, conocer a Roark tampoco había ayudado.

—Veamos por fin si ese rosbeef es tan bueno como cuentan tus historias Roark. Aunque como sea como las historias a las que nos tienes acostumbrados...

Una carcajada resonó en la estancia. El mediano la reprimió para no destacar mucho más de lo que ya destacaban con su aspecto.

Lo cierto es que Rudar tenía hambre. Cuentan que los druidas, una vez abrazan a sus espíritus, no sienten hambre e incluso no necesitan comer. Y en parte es cierto, Rudar podría estar semanas sin probar bocado pero a fin de cuentas él era un mediano y eso le hacía tener esa sensación de hambre de manera habitual. Y disfrutaba comiendo.

—¿Cuándo fue la primera vez que probaste este rosbeef? —preguntó curioso—. Mi abuelo hacía uno muy bueno también, pero no recuerdo que le echara patatas.

Roark seguía frotándose las manos cuando Rudar preguntó. -Pues fue hace cinco años, cuando conocí a Shen. El viejo trabajaba como cocinero en la casa de una marquesa viuda y la verdad es que no le trataba nada bien. Yo estaba de visita por un tema de eeer unas gestiones tributarias relativas a la marquesa esa, por así decirlo, y me fastidió sobremanera la forma en la que la vieja bruja trataba a Shen, así que le eché una mano y me lo recompensó con un rosbeef con patatas asadas. Solo diré que, a pesar de tener asuntos urgentes fuera de la ciudad en la que vivía la marquesa esa, tuve que repetir plato. Casi me cuelgan de los pulgares, pero mereció la pena. Cada bocado. Lo juro.

- Por las barbas de Hammarragh que parece que has acertado con el sitio- rió Dworkin, visiblemente emocionado.

Las tripas del enano hacían ruidos poco sutiles y alguno incluso se elevaba por entre las risas de los parroquianos y los golpeteos de las mesas que les llegaban desde el salón principal.

- Se me está haciendo la boca agua.

Al poco rato Shen se asoma por la puerta portando una enorme bandeja que deposita ceremoniosamente sobre la mesa:

- Mi quelido amigo Renaldo - dice dirigiéndose a Roark - Grunt se apresuró a decilme que ya estabas aquí con tus compañelos y pensé que os podría ir sirviendo el losbeef que tanto aplecias. 

Destapa la bandeja y efectivamente hay unas buenas raciones de rosbeef con patatas de estupenda pinta.

- Pol supuesto si quielen alguna otla cosa mi cocina está abielta para cualquiel petición. Pol cielto que el caballelo que tenía un tlato con ustedes me pidió que le avisala cuando hubielan llegado. ¿Desean que este humilde selvidol le diga que ya están aquí?

Rathikus había mirado con desaprobación a Dworkin por sus deplorables modales, pero cuando Shen destapó la bandeja, revelando los humeantes platos de rosbif, su propio estómago comenzó a rugir de forma muy poco decorosa. Se sorprendió a si mismo relamiéndose al ver aquella carne y trató de recomponerse, visiblemente azorado.

No obstante, cuando el dueño del local mencionó a Zalatayid, prestó atención a Roark. Dado que el ladrón era quién más relación tenía con aquel anciano, decidió dejar que este respondiese.

A Roark se le abrió la boca al ver la comida y, por un momento, tuvo dificultad para oír a Shen. -¡NO! Quiero decir, no. No le digas nada todavía. Preferimos comer y reponernos tranquilamente sin que nadie se entere, con tranquilidad ya sabes. Ha sido una aventura movida y estamos cansados. Ya le diremos nosotros. De hecho, a lo mejor salimos por detrás y entramos por la puerta de delante. Y si tú te sorprendes de vernos al volver a entrar, mejor.- Levantó la vista del plato inquisitivamente -Por cierto, ¿ese tipo está solo o ha venido con más gente?

Sin aguardar la respuesta, Roark atrajo uno de los platos hacia sí y aspiró profundamente como paso previo a atacar el plato.

—No corras tanto, gnomo —dijo Gromenauer ante el habitual entusiasmo del inventor cuando le traía algo que no era su escudo partido por la mitad o su armdura quebrada—. No pido nada por ellas, porque no las quiero vender. Quiero que uses tu "magia" con ellas.

Dicho esto, el enano agarró una de las piezas de metal, para examinarla mientras seguía hablando—. Me costó mucho vencer a este ser, ¿sabes? El acero que lo recubría posiblemente fuese el más duro que he visto hasta la fecha. Y he visto muchos aceros duros.

Tras esto, el guerrero tiró de nuevo la pieza al montón, para proseguir—. Posiblemente ya sepas por donde voy. No quiero que rehagas un gólem. Son demasiado fáciles de vencer. Quiero que conviertas esto que te traigo en una armadura y un escudo dignos del más bravo de los enanos.

—Y no te hagas mucho de rogar, que lo estás deseando —y diciendo esto, el enano sacó su odre enano, para echarle un trago y decir—. Venga, ¿qué puedes hacer? ¿Quieres un trago?

Al principio Dworkin enarcó la ceja, escuchando la respuesta del ladrón. Los modos de Roark no le causaban ni la más mínima confianza. No obstante, no pudo más que estar de acuerdo con él en que quería comer tranquilamente.

Fue una pregunta inteligente el saber si el tal Zalatayid venía con escolta. No se le había pasado por la cabeza pero sin duda era un elemento muy a tener en cuenta por si las cosas se ponían feas. Era evidente que Roark estaba muy acostumbrado a que las cosas se pusieran feas.

El gnomo ignoró totalmente el odre tendido por Gromenauer. Su atención estaba toda en las piezas de metal. 

- ¡Ah! ¡Quien tuviera una forja alquímica para poder crear este metal! ¿Sabes que es? ¡Acerante! Es una aleación creada a partir de polvo de diamantes mezclados con acero y forjados a unas temperaturas imposibles de alcanzar por una fragua normal. 

Lanzó un soplido.

- Por desgracia templar de nuevo estas piezas es un tema costoso y complicado. Tendría que pedir algunos materiales para mejorar mi forja mecánica y el coste sería desorbitado... Pero podría asumirlo si vamos a medias. Por 300 monedas de oro y tres cuartas partes de las piezas te forjaría un escudo virtualmente indestructible, capaz de aguantar la llamarada de un dragón. Yo me quedaría con una cuarta parte de las piezas para poder experimentar. Quien sabe... a lo mejor en el futuro tendría posibilidad de replicar la fórmula del Rocamante. 

- Ha venilo solo pero hace un poco un pal de pelsonas han llegado pleguntando por él. Llegalon hace un lato y subielon a su habitación, dijelon que elan compañelos del glemio. Iban almados y tenían pinta de sabel usal sus almas así que puede sel que fuelan algún tipo de escolta.

Mientas el oriental hablaba los aventureros daban buena cuenta del manjar.

- Pondle cala de solplendido.- añadió con una sonrisa mientras iba hacia la puerta.

Roark engulló una patata asada y le sonrió a Shen -¡Perfecto! Te debo una.

Cuando el cocinero salió de la sala, Roark, entre bocado y bocado, miró a sus compañeros -Ahora la pregunta es. ¿Esos tipos armados son su problema o nuestro problema? ¿Qué opináis?

—¿Que qué opino? ¿Quieres saber lo que opino?— masculló irritado Rathikus —Que sin Gromenauer esos hombres son evidentemente nuestro problema. Eso es lo que opino.

Al mago le habían preocupado bastante las noticias del tal Shen. Era más que probable que Zalatayid hubiese querido cubrirse las espaldas, al fin y al cabo el artefacto de la caja era obviamente importante. En aquellos momentos les venía muy bien la agria compañía del enano, pues aunque probablemente Rathikus podría intentar hacerles frente, su magia era bastante poco segura en interiores. Posiblemente Gromenauer era capaz de causar un destrozo igual o mayor que el fuego arcano, pero prefería que le echasen la culpa a otro y no tener que poner de su bolsillo para cubrir los desperfectos.

-Recuerda- dijo Roark apuntando con un tenedor al mago mientras con la mano libre abarcaba la sala -que aquí dentro los chicos de Grunt mantienen la paz y el orden así que, si intentan algo dentro del local, serán problema de Grunt. ¿A que está bien tener refuerzos, para variar? 

Se encogió de hombros mientras atacaba el plato con pan -Además, podemos salir por detrás e ir a buscarle o mandar a alguien de la gente de Shen a que le avise y venga, no hay problema.- Bebió de su jarra, una bonita jarra de cristal con algún tipo de símbolo tallado. A Shen le iban bien las cosas. -Y eso suponiendo que estén con el tipo este, que a lo mejor tienen alguna cuenta pendiente con él. ¡No hay que ser siempre tan negativo, hombre!

Sorprendentemente, a pesar de hablar al tiempo que comía, a Roark no se le escapaba comida de la boca en el proceso.

- A ver, a ver- interrumpió Dworkin con la boca todavía llena- no hay que ser tan cenizos. No hemos venido a pelear con Zalatayid sino a sacarle más información. Se supone que no vamos a abandonar la misión ni nada por el estilo, sólo queremos que nos de más detalles para retomar la búsqueda así que, en teoría, estamos de su parte, no tendría porqué atacarnos. ¿no?

Rudar estaba muy callado saboreando el rico plato de Shen.

—Sigo pensando que deberíamos de darle la caja y cobrar lo convenido... o quizá negociar un aumento por algo de información —dijo mientras limpiaba su boca con la manga—. ¿Qué queréis ganar con esto? No sabemos sacar el potencial de esa caja y, sinceramente, puede que Zalatayid tampoco... otra buena forma de sacarle más dinero.

—¿Te has vuelto loco, Rudar?— le increpó Rathikus —¿Te haces una idea de lo mucho que podría costar el contenido de esta caja si se la llevamos al comprador adecuado? Por no hablar de que no sabemos nada sobre ese Zalatayid. Podría tener intereses oscuros para con el artefacto que esconde. No todos los objetos mágicos pueden crear un Lugar de poder, si hubieses estado durante el ritual para llevar a Psshhh al plano elemental del fuego lo sabrías.

—Vosotros sí que estáis locos —reprochó el mediano—. Si ese objeto es tan poderoso como dices no habrá forma de que nosotros podamos contenerlo y los problemas que nos va a traer son mucho más grandes que todas las pagas que podamos llegar a cobrar. Sinceramente, yo lo que quiero es olvidarme de esta historia y empezar una mucho menos peligrosa.

Volvió a degustar el rosbeef y se dirigió a Roark.

—No me engañabas... de verdad está rico.

Dworkin se atragantó y empezó a toser, poniéndose morado al quedarse sin aliento. Tardó unos minutos en recuperarse. El rosbeef estaba delicioso pero había que tomarlo con mesura.¹

En ese momento en algún lugar de la posada, en la planta superior, se oyó el inconfundible ruido de una ventana al romperse de forma violenta. Luego, por supuesto, siguieron gritos, pasos acelerados y el ruido de una puerta abriéndose de forma violenta. Lo raro es que la taberna de Shen tenía fama de ser un sitio tranquilo precisamente por lo que había comentado Roark: tenía vigilantes.

Resultaba curioso estar disfrutando de una buena comida mientras, para variar, eran otros los que se estaban metiendo en líos.