Partida Rol por web

Arbar vuelve a apuntar al encapuchado y acierta, dejando éste de moverse.

Gutt... uno menos...

Pero no tiene tiempo de celebraciones pues un jinete se le echa encima. Suelta su ballesta y apenas tiene tiempo de coger su escudo y su martillo, logrando detener a su agresor en el último momento.

Con un fondo de explosiones de mosquete y relinchos de caballo, Arbar intenta alcanzar a su enemigo montado, pero calcula mal la distancia y se queda muy corto. La presencia del morro de equino y sus ojos de animal asustado impresionan un poco al mostali que, intentando detener, se engancha el brazo del escudo con un adorno de la correa de la montura, que logra separar de un tirón de brazo. Esto impide el ataque del enano y da tiempo al caballero a asestarle un par de golpes que, por la gracia del Hacedor, no traspasan su fornida armadura.

El segundo golpe del jinete traspasa el escudo de Arbar y se queda allá empalado.

Sabedor de que su enemigo tiene el arma empalada y por lo tanto no apta para seguir luchando, Martilloalto tensa los músculos de recobrada energía y confianza en la victoria.

Reconoce los gruñidos de sus compañeros y por el rabillo del ojo ve como su jefe está con dos enemigos... Mala señal.

Debo acabar con esto ya, Krunk me necesita...

Pero entonces oye otro disparo, Buena señal... seguimos combatiendo...

Entonces la montura que tenía delante recibe un tremendo impacto en la pata y se desploma, aunque el jinete, muy hábil, deja ir la espada empalada y cae al suelo de pie.

¡Esta es la mia!

Arbar aprovecha para dar un paso al lado, sorteando la cabeza del caballo y, dado que el desmontado caballero se gira para huir, con un movimiento de barrido le impacta en la pierna, cuya rodilla hace un feo y poco natural movimiento hacia el interior... Desplomándose el vencido jinete.

JAAAAAA Dice levantando su martillo y su escudo, del que cuelga aun la espada empalada, delante de su derrotado enemigo que, con la cara desencajada por el terror, apenas adelanta la mano abierta hacia Arbar pidiendo clemencia.

Arbar ha vencido, gira la cabeza a ambos lados para ver el panorama y la victoria es de los suyos, no hay más combate, sólo alguna huida.

¡No muevas un pelo o no moverrás nada más en tu vida!. ¡Pon las manos donde pueda verrlas!

¡Arbar! ¡sin novedad! Grita en mostali una vez todo parece que se ha acabado para que sus compañeros sepan que él está bien. Espera oir a todos sus compañeros un grito similar, aunque sabe que alguno ha sido herido en combate.

Vorkadung dispara sobre una de las monturas de los jinetes que se dirigen hacia ellos.

El virote sale despedido con un silbido y se clava entre las dos patas delanteras del animal, aunque no demasiado profundo. El animal relincha y menea la cabeza, pero el jinete logra dominar a su caballo y continúa su camino, que resulta ser en dirección al enano de plata. También puede ver el disparo de Arbar sobre el hombre de la carreta y escuchar el atronador sonido del mosquete del capitán, que parece asustar a algunos caballos, aunque queda patente que son buenos jinetes y logran que sus monturas sigan su marcha.

Acto seguido deja la ballesta y sube a la roca preparando su hacha justo cuando otro jinete llega hasta él con la espada en alto, descargando un fuerte golpe, que Tres Tubos desvía con un certero golpe de la hoja de su hacha, que no llega a dañar la espada de su oponente. Rápidamente, Vorkadung voltea su hacha para alcanzar la montura de su oponente, pero éste interpone hábilmente su gran escudo. Seguidamente abre el escudo para lanzar una certera estocada baja que preparaba tras su escudo, y que Vorkadung trata de bloquear con eficacia, pero saltan chispas del mango de acero de su hacha al resbalar la espada en dirección a su abdomen, haciendo que salten lascas de hierro y dejando una profunda marca en el mango de su hacha. Cuando retira la espada con un movimiento enérgico, unas gotas de sangre salpican el casco y la cara del jinete y también chorrea un hilillo de sangre por el filo de su espada, desde la punta. En ese momento, Vorkadung siente que le flaquean las fuerzas y cae de espaldas desde la roca, con una grave herida en el vientre. El golpe contra el suelo produce un leve temblor y gran tintineo metálico de su cota de malla y de su hacha, que cae a medio metro de él. La caida le hace expulsar el aire de sus pulmones con un grito seco.

- ¡Ugh! -y le sigue un berrido de dolor- ¡¡AAAAaaaargh!!

Todo parece moverse muy despacio, escucha los engranajes de su corazón latiendo, y su propia respiración le parece lenta y pesada en ese par de segundos, que le parecen minutos. Mueve los ojos alrededor y ve que Krunk y Arbar combatían con otros dos jinetes. También escucha un grito de Argörath, y asume que el cuarto jinete llegó hasta él y le derribó. Levanta la cabeza y se mira la mano que instintivamente agarraba la herida de su vientre, observándola teñida de sangre. El jinete le mira de soslayo, considerándolo moribundo mientras espolea a su montura y la hace girar en dirección a Krunk. Parece que todo está perdido.

Trata de recomponerse, sus mecanismos están muy dañados, pero aún conserva una operatividad del 40%, y un enano de hierro sólo deja de combatir cuando es destruido por completo.- Esto aún no ha acabado. Soy una maquina de guerra, y aún sigo funcionando... -piensa mientras echa mano a su pistola y se gira desde el suelo para apuntar en la dirección de su agresor, que se aproxima a Krunk por detrás. Mueve una pieza del arma y otro trueno resuena por todo el campo al tiempo que una de las patas del caballo sufre de repente una herida de refilón salpicando sangre por doquier, y aunque parece que no se queda cojo, el caballo se asusta y se encabrita, pillando a su jinete desprevenido, que cae de espaldas y se queda enganchado con uno de sus pies en el estribo, volteando y cayendo hacia ese lado. El caballo galopa desbocado y cojeando, arrastrando al soldado con él.

- Eso te enseñará a no darle la espalda a un enano de hierro que aun respira. -piensa reconfortado, mientras se apoya con el codo del otro brazo,buscando otro objetivo mientras hace girar los tubos de su pistola para disparar de nuevo.

Malherido observa que ha librado a Krunk de un ataque por la espalda y que Arbar sigue enzarzado con otro jinete. La tierra vibra cerca de él, y escucha que la montura del cuarto jinete, que fue hacia Argörath, relincha. Seguramente víctima del elemento a las ordenes de Thorkegar.

Con la mano temblorosa y la vista nublada, apunta y dispara con otro ensordecedor ruido al caballo del agresor de su capitán, pero yerra el tiro. El humano reacciona y decide intentar escapar, seguramente tras ver el efecto de las poderosas armas mostalis. Así que Vorkadung acciona el mecanismo de su arma con rapidez y descarga el tercer y último tubo de su pistola sobre el caballo del jinete que combate con Arbar, acertando en esta ocasión, y nuevamente en una pata. Sin embargo esta vez el disparo impacta de lleno, y provoca que trozos de carne y hueso de la pata del caballo salgan volando a gran velocidad al mismo tiempo que vuelve a sonar otro gran ruido. El caballo relincha de dolor y se tambalea incapaz de sostenerse con su pata herida, cayendo finalmente. Sin embargo su jinete, en un alarde de habilidad, comprende que su caballo va a caerse y logra bajar conforme se le desploma bajo los pies, pero pierde su espada, que tenia clavada en el escudo de Arbar.

Sin munición en su arma y gravemente herido, observa que Krunk hiere a su oponente en un brazo, pero huye finalmente a lomos de su montura, entonces saca si propia pistola y la descarga sobre el oponente de Arbar, que también iba a escapar. El disparo es desviado con un ¡CLANG! de su armadura, sin embargo cuando ya disponia a marcharse, Martilloalto le golpea en una pierna y lo deja cojo con un sonoro crujido de alguno de sus huesos.

Un jinete ha huido a lomos de su montura, herido. Arbar ha apresado a su oponente, desarmado, sin montura y pidiendo clemencia. El jinete que le atacó se le perdió de vista arrastrado por su caballo herido. Y del ultimo jinete, lo presume engullido por el poder de la Tierra.

Han salido victoriosos, pero su sangre empieza a regar la tierra. Deja caer su pistola, que se le escurre de entre los dedos y se gira para apoyarse con la espalda en la roca desde la que cayó, se remanga la cota de malla hacia arriba desde la cintura e intenta contener la hemorragia con las manos, en un ejercicio de futilidad. Va a necesitar un buen vendaje y reposo. - Estoy averiado, camaradas. Siento que la Roca me llama. -informa en mostali a sus compañeros, y suelta un escupitajo manchado de sangre que le chorrea por los labios y le mancha las barbas. Le arde el estómago y siente tremendos pinchazos que le obligan a hacer muecas de dolor.

Argorath comienza a ejecutar un potente conjuro de veneno, que planea lanzar sobre el jinete que se abalanza sobre él; para lo cual emplea mas tiempo del que realmente dispone. Mas o menos a la mitad de la preparación del conjuro, el escolta llega a su altura y descarga un terrible golpe que acierta al enano de plata en el brazo derecho, atravesándolo de lado a lado - ¡Aaaaaaarg! - grita al tiempo que la espada sale limpiamente de la herida...

El mostali de plata cae al suelo en estado de shock y, a pesar el tremendo dolor que siente por la preocupante herida del brazo, cambia de intención y acierta a lanzar un conjuro de curación gracias al cual consigue cortar la hemorragia. Sin embargo eso no es suficiente, y comienza a vendarse la herida con trozos de sus vestiduras hechas jirones por el golpe.

Mientras está haciendo esto, llega a ver cómo Vorkadung está también malherido en el suelo; si bien el enano de hierro si que ha sido de gran ayuda en el combate...

- ¡Ayuda camaradas! - acierta a gritar cuando comprende que la situación está controlada - ¡Avisad a los humanos! ¡Ellos tienen magia curativa y aquí tengo una buena reserva de energía mágica para usar entre nosotros! -

El pequeño mostali nada más de terminar de darle la orden al gnomo, escucha los resortes de las ballestas enanas y el sonido característico de las armas de fuego mostali, conocedor y familiarizado con el estruendoso sonido, no se amedrentra ni se asusta como muestran los relinchos de las monturas humanas, sino que se muestra reconfortado por ese poderoso sonido y se presta a lanzar un conjuro sobre uno de los atacantes.

Su mente no está centrada, está pendiente del combate que hay alrededor y puede ver con estupor como en apenas unos segundos "Tres Tubos" ha caído así como Argorath, que lanza un desgarrador grito y puede ver por qué, su brazo derecho ha quedado destrozado. Así que, distraído por su entorno, falla el conjuro sobre su oponente justo después que el gnomo se situara bajo el caballo del guerrero humano que acabara de abatir a Argorath.

- GRRRRRRR! Gruñe de rabia, al fallar el conjuro. 

- Esta vez no puedo fallar se dice, mientras vuelve a preparar un conjuro.

Momentos después el gnomo abre un agujero en la trinchera y el caballo no sólo cae dentro, sino que el jinete también cae sobre su brazo izquierdo, escapando un pequeño gemido de dolor, por el impacto con el suelo. El jinete se apresura a levantarse y esquiva al gnomo para acercarse al indefeso enano. Cuando ya lo tiene casi encima Thorkegar terminar de gesticular y pronunciar su hechizo y un aura verde en forma de anillo rodea el abdomen del humano haciendo que éste caiga al suelo imposibilitado de cintura para abajo. Poco después el gnomo aprisiona las cuatro patas al caballo y cierra con fuerza el terreno, un relincho rápido y agónico dan por finalizada la vida del equino.

Tras ver a su oponente en el suelo levanta la vista y ve como el enano de plata aún quejándose de dolor parece haber cortado la hemorragia de su brazo. Al mismo tiempo ve como "Tres tubos" desde el suelo dispara al caballo de su atacante que se dirigía a Krunk y el caballo herido sale galopando con el jinete enganchado en los estribos del caballo.

- Otro menos, no sobrevivirá montando así, pensó con una maliciosa sonrisa que se intuía ver entre su poblada barba…

Ya resuelto casi el combate con su oponente se decide ayudar a Arbar por lo que prepara un conjuro contra su atacante que no logra realizar bien. El soldado imposibilitado intenta huir arrastrándose, pero el gnomo no le va a dejar, abre nuevamente un foso y esta vez lo entierra dejando solo visible la cabeza. Momentos después el humano intenta desesperadamente salir, pero es imposible zafarse del gnomo. Segundo después los gritos de dolor del humano, acompañado del estrujamiento del metal, comprimido por el terrenal elemento resuenan entre las rocas, el humano deja de respirar y deja dibujada en su rostro una expresión de inusitado dolor y estremeciemiento.

Aunque ya está el combate ganado, lanza un segundo conjuro sobre el derrotado soldado que custodia Arbar, y aunque logra realizarlo con pericia, el conjuro no parece tener efecto sobre su objetivo.

-Thorkegar sin novedad, dice imitando a su compañero de raza.

Ya viendo que está todo calmado por el momento, se presta a concentrarse para darle nuevas órdenes al gnomo.

La batalla ha terminado con uno de los jinetes retirándose malherido en el brazo izquierdo, otro siendo arrastrado por su caballo un par de centenares de metros y también malherido, un tercer jinete con una pierna gravemente herida rindiéndose frente a Arbar y un cuarto jinete muerto tras ser machacado por el elemento comandado por Thorkegar. Además, dos de las monturas yacen también en el campo de batalla: una de ellas está muerta y la otra herida en una pata por un disparo de Vorkadung.

Por parte de los mostalis, tan solo Vorkadung y Argörath están heridos, aunque de gravedad. Tres Tubos necesita contener la hemorragia de su vientre o se arriesga a morir perdiendo demasiados fluídos vitales y Botas Ligeras, aunque no corre peligro de muerte, dice que necesita urgentemente curar su brazo derecho.

El fornido granjero se detiene ante las palabras de los tres hombres que le acompañan. Parece confundido y dispuesto a esperar acontecimientos antes de actuar.

- Veremos como termina todo...

En el primer ataque un par de saetas habían derribado a Molton en el carromato: una se había hecho astillas antes de tocarle pero la otra había penetrado sus evidentes defensas mágicas y le había malherido en el pecho. En los instantes posteriores se desata el infierno. Otra saeta alcanza a Molton en el vientre y esta vez cae inerte, quedando completamente inmóvil. Apenas un segundo después aparece un destello de fuego y una pequeña nube de humo blanco, seguida por un seco estruendo como el trueno. Los caballos se sobresaltan de tal manera que tienen que emplearse a fondo para dominarlos. Hal y los otros consiguen dominar a los suyos, pero Holguer había dejado el suyo y se aproximaba a la carreta medio agachado y sigiloso justo en esos momentos, y su caballo se encabrita y se aleja asustado. También el caballo de la carreta se encabrita y es presa del pánico, comenzando a trotar de tal forma que Holguer tiene dificultades para alcanzar la carreta y subirse a ella. Cuando llega hasta el encapuchado se lo encuentra con la mirada vidriosa e inmóvil, con una saeta saliendo de su pecho y otra de sus entrañas: ha dejado de respirar. El anciano entonces se concentra en intentar calmar al caballo con palabras tranquilas, intentando tirar de las riendas, e incluso trepando hasta su lomo y agarrándose de las crines, pero le cuesta un esfuerzo enorme y casi cae del caballo. Para colmo, los truenos que la magia mostali produce continúan sonando y no contribuyen a que el caballo se calme. Finalmente, montado sobre el caballo, consigue detener el carro.

Cuando levanta la vista hacia el lugar de la emboscada, comprueba que el combate parece haber terminado. Todavía las nubes de humo están disipándose cuando comprueba que de los cuatro jinetes que cargaron contra los enanos, uno ha escapado al galope y herido, gritando "¡retiráos a la torre, son demonios de metal y tierra!" y otro ha caído del caballo y ha sido arrastrado por su montura varios cientos de metros enganchado del estribo. Los otros dos han quedado en el campo de batalla, uno se halla curiosamente enterrado hasta el pecho y el otro, malherido en una pierna, está en el suelo desarmado ante Arbar. Tres de los enanos están en pie Krunk, Arbar y Thorkegar. Sin embargo los otros dos, Argörath y al que llaman Tres Tubos, están en el suelo malheridos. Parecen necesitar su ayuda urgente.

Mientras tanto Hal ha montado sobre su yegua y ha logrado dominar al caballo de Holguer y en estos momentos lo trae de vuelta cogido de las riendas.

Tres Tubos permanece recostado en una de las piedras mientras trata de parar la hemorragia por todos los medios, pero no tiene nada con qué hacerlo salvo sus propias manos, de manera que presiona su herida como puede.

- Eh, aqui... Necesito un arreglo. -avisa pidiendo ayuda.

Viendo que su compañero herido no parece que sea atendido decide ponerse con el asunto.

Claro nuestro Agörath también está algo averiado...

¿Thorkegar, te puedes ocupar del prisionero?

Se acerca a Vorkadung y se pone a trabajar sobre la herida...

Amigo... vas a necesitar un recambio... dijo con algo de sorna... A ver... ese abdomen... Abrió los ropajes y quitó la armadura, arrancó un jirón de ropa de la manga de Vorkadung e intentó contener la herida, sin mucho éxito en un principio... Maldita sea, esto no para... hay demasiada sangre para ver... Entonces cogió su cantimplora y la echó sobre la herida para limpiar... Ahora... bueno, esto es menos grave de lo que parece... Siguió el tratamiento y acabó de cerrar la herida como pudo y desgarrando la ropa del pobre Vorkadung.

Una vez hubo acabado el abdomen atendió la herida del pecho... Bueno esta de el pecho... ya no me quedan jirones... Bueno, esta por lo menos ya no sangra...

Listo... ¿como te sientes?

Entoces se acordó de Agörath... ¿Maese Agörath os hecho una mano?

Cuando Háloric se acerca a la carreta para amarrar el caballo de Holguer y ayudarle a contenerla, puede ver que alguno de los mostali ha caido, aunque ya se están encargando ellos mismos. No sabe si sus habilidades hubieran hecho más mal que bien en un mostali y hay demasiado hierro allí para su magia.
No puedo creer que los jinetes hayan conseguido herirles.

Así, hasta que se resuelva la situación con Darnor, guardará las distancias con los mostali, siguiendo con la pequeña farsa.
- ¿Y ahora qué? - dice en voz baja mirando a Holguer.

Descabalga y se fija en el cuerpo de Molton antes de tocarlo. Luego lo registra con cautela. Al ser un Meldek podría esconder sorpresas desagradables.

Argörath revisa su improvisado vendaje, lo que no hace sino confirmar sus peores temores. Si no recibe curación mágica inmediata, su brazo derecho quedará inútil.

- ¡Haaaaaal el buscasendas! - grita con desesperación - ¡Aquí hay un hijo de Mostal que necesita tu ayudaaa!-

- Gracias camarada - dice con honda preocupación en el rostro, cuando Arbar se le acerca - Pero a menos que los humanos tengan conocimientos de magia curativa, mucho me temo que mi brazo quedará averiado irremisiblemente. Por favor llamadlos urgentemente - 

Grunff ¿Brazo inútil?

mmm

¡A verr! dijo intentando ser lo más natural posible...

¡Tú! dijo mirando a Hal, ¡o cualquiera! añadió señalando a boleo a los orlanthis si teneis magia currativa currad a mi amigo ¡o de aquí no sale nadie enterro! ¿¡ENTENDIDO!?

Al oirles reclamar su ayuda mira a Holguer y aprieta los labios, no puede darles la espalda, asi que vuelve a subirse a su yegua para acudir lo más rápido posible y atender, dentro de sus posibilidades, al mostali Argörath. Al portar este menos hierro que el resto, espera no tener problemas. Mientras se acerca les espeta - ¡Apartad de Botas Ligeras todo el hierro que podáis!
Que Holguer explique a Darnor lo que crea conveniente, no puedo abandonarlos a su suerte.
Primero conmina al aliento sanador de la naturaleza a cerrar la grave herida del enano. Tras ver como reacciona a su magia, intenta reponer su brazo hasta un estado recuperable. Lo ven sujetar un cristal que emite un leve fulgor mientras exhala (más que pronunciar) unas palabras que no entienden sobre su mano izquierda, atrapando algo invisible que deposita sobre la herida abierta.

Ahora que por fin parece haber acabado la escaramuza, y mientras recupera el aliento al tiempo que va dando unas tranquilizadoras palmadas en el cuello del caballo para que acabe de calmarse, Holguer el viejo se sonríe para sí mismo, con aire taimado.

Es imposible calcular todas las cosas imprevisibles que pueden surgir en un enfrentamiento, pero al final lo cierto es que no puede quejarse del desarrollo de los acontecimientos: todo ha salido a pedir de boca para su plan. Cierto que hay algunos aliados heridos, pero las bajas siempre han sido una realidad cotidiana en la vida del viejo guerrero. Y lo único importante es alcanzar la victoria.

Contempla con incrédula admiración a los enanos, siempre había oído leyendas sobre la terrible manera de hacer la guerra de los mostalis, entre resonantes truenos y extrañas nubes de humo, pero hasta esta jornada siempre lo había considerado meras habladurías, probablemente exageraciones de testigos demasiado fantasiosos. Y sin embargo, todo era real, rigurosamente cierto. En apenas unos minutos se ha desatado una vorágine de muerte difícil de concebir incluso para un veterano uroxi bregado en cien batallas. Es una forma de combatir particularmente cruel, en la que los heridos caen fulminados a distancia, destrozados por una magia atroz que emana de esas extrañas armas que desprenden humos sulfurosos. Pero que le aspen si no es efectiva. Ahora mismo se alegra como nunca de haber atraído a estos extraños y temibles hijos de Mostal para su causa. Esos malditos meldeks están perdidos…

Pero bueno, primero debe completar su jugada para que todo salga adelante según sus cálculos. Así que mientras el buen Hal abandona lo que estaba haciendo para acudir a auxiliar a sus amigos mostalis, obedeciendo sus propias lealtades, Holguer aprovecha para comprobar que Molton está definitivamente muerto, y luego se dirige a Darnor Kelebram con un tono solemne:

- ¡Ayúdame a controlar el carro que transporta los restos fúnebres de tu padre! – exclama asegurándose de que no le quedará otra opción que acudir a su lado – Debemos ocuparnos de que su cuerpo no sea profanado… aguarda aquí mientras Háloric y yo tratamos con esos enanos antes de que todo esto se salga de madre, creo que podremos encauzar las cosas sin más enfrentamientos…

Tanto le da ahora mismo si el temperamental granjero sospecha algo, los hombres de Samaliman ya no están presentes y ese siniestro meldek encapuchado está eliminado.

Se acerca el momento cumbre de su plan, cuando retire el sudario y ponga en evidencia lo que sospecha ha ocurrido con el cadáver... pero antes debe granjearse toda la lealtad de los mostalis.

Así que corre hacia ellos y acercando el bulto que carga en un saco a la espalda al líder de los enanos, le proporciona las generosas bendiciones que la Dama Blanca brinda a los seguidores de Urox, estos enanos son criaturas extrañas pero el poder de su magia tiene que ser útil incluso con ellos…

Por supuesto, será un placer encargarme del humano. -Contestó asintiendo con la cabeza a "Martilloalto". Durante unos instantes se concentra y acto después la tierra vibra bajo los pies y un remolino se dibuja en la superficie dirigiéndose hacia el humano, que ve con pavor como su cuerpo va siendo tragado por la tierra, a excepción de la cabeza.

- Si humano hablarr algo que Thorrkegarr no comprrerrderr, o intentarr huirr o cualquierr otrra estupidez, harrá de tu cuerrpo abono parra esta tierrra inférrtil, perro antes te harré probarr el saborr que tiene la tierrrra. Dijo en un tono amenanzante mientras lo señanalaba con el dedo índice.

En los siguientes minutos, los mostalis heridos reciben las apresuradas atenciones que necesitan para que sus vidas queden fuera de peligro. Mientras tanto Thorkegar, que mantiene un férreo control sobre el elemento de tierra, mantiene aprisionado al jinete herido que se ha rendido, que observa semienterrado y presa del pánico como se desarrollan los acontecimientos.

El anciano Helerlavi y Darnor, conduciendo la carreta con el cadáver de su padre y ahora también del hechicero Molton, también se reúnen con el resto a la altura de las rocas donde hábilmente se ha producido la emboscada, puesta en marcha antes de lo deseado por Krunk por haber sospechado que habían sido descubiertos prematuramente.

Krunk supervisa los hábiles trabajos de Martilloalto con las heridas de Tres Tubos y agradece a Hal y Holguer el enorme gasto de energía mágica que han realizado para curar a Botas Ligeras. Se mueve por el campo de batalla y remata con su martillo al caballo de uno de los jinetes, que con la pata destrozada por uno de los certeros disparos de Tres Tubos, todavía agonizaba relinchando y piafando en las cercanías. Luego recoje las tres espadas que los caídos han dejado tiradas, o en el caso de uno de ellos, atravesada en el escudo de Arbar, que se ha librado de una herida mortal por poco.

- Los jinetes eran excelentes y bravos soldados. Creí que serían como la mayoría de los guerreros humanos a los que me he enfrentado, pero han resistido más de la cuenta e incluso han puesto en peligro la vida de dos de los nuestros. Afortunadamente los cinco formamos una máquina de guerra de mecanismos redundantes y la rotura de un mecanismo no hace que la máquina sea menos efectiva -dice con orgullo por el comportamiento de todos sus compañeros.

Mira al humano capturado un instante, y luego habla de él como si fuera una piedra inerte.

- Este soldado no puede volver con sus compañeros, Holguer.

El hijo menor de los Kelebran, que ha traído la carreta que Holguer ha tenido que dominar arriesgando su vida cuando el caballo enloqueció por los sobrenaturales estruendos de la batalla, se baja de un salto del pescante.

- Bien, espero que alguien me explique esto de una vez...