Partida Rol por web

El pequeño mostali esperó a la nueva comitiva de brazos cruzados, una vez que terminó la tarea de enterrar a los muertos con el elemento de tierra. Si bien su mirada se dirigía hacía los que venían, se podía ver como tenía la mirada absorta en otras cuestiones. 

- Si como dicen nos tenemos que enfrentar a las represalias que tomen desde la torre, voy a tener que tener más cuidado. Ya sólo cuento con el gnomo para protegerme. Mis reservas mágicas están agotadas. No debería haberlas malgastado con el segundo guerrero que estaba ya bajo control de "Martilloalto" 

- Ese Holguer, parece muy temperamental, arrastra a la gente fácilmente...

- Hemos tenido suerte, a punto hemos estado de perder a dos hermanos... hecho de menos al "Roto" ahora nos vendría bien un hacha más entre nosotros. Malditos lagartos habladores que se lo llevaron. ¿Cómo le irá?...

Como siempre Thorkegar se perdió en sus pensamientos con sus preguntas.

El férreo capitán asiente a las palabras de Hal, pero su mirada está fija en los que vienen de camino.

- Hmmm. Mirad, son Palgrem y Varhen... y traen un prisionero atado a la montura de Varhen. Parece uno de los jinetes que escaparon. Convendrá que esperemos, no sea que hayan interceptado a los que escaparon a la emboscada y en la torre no sepan nada. Eso pondría en peligro la estrategia planeada. De todas formas un jinete tardará más de dos horas hasta llegar a la torre e informar de lo que ha pasado, así que hay tiempo de resolver esto antes de separarnos de nuevo.

Dicho lo cual se queda de pie junto a sus cuatro camaradas esperando que los carros del grupo que se aproxima lleguen hasta ellos.

Y la comitiva se aproxima, revelando que en efecto son Varhen y Palgrem, que traen como prisionero a uno de los jinetes que escaparon. Tambien traen el caballo del soldado, con un disparo en una de sus patas delanteras que le hace cojear ostensiblemente. Lo trae de las riendas una bella mujer de cabellos rojos como el fuego. Lleva una lanza y un arco y ropas de abrigo que desgraciadamente tapan su voluptuosa figura. Dos jinetes con aspecto de mercenarios extranjeros acompañan a la mujer a ambos lados: uno tiene aspecto de bárbaro sanguinario con un hacha de doble filo sobre el regazo, de mirada violenta y aspecto salvaje. El otro parece un soldado curtido, un veterano de rostro afeitado y mirada serena, con espada y escudo a la mano. Los otros cuatro hombres no parecen guerreros. Dos conducen sus carretas de mercaderes: uno de ellos de rubios y rizados cabellos, incluidos los de la barba, conduce un pequeño carro de un solo eje tirado por una mula y acompañado por un perro, y el otro es un joven de ropajes distinguidos y mirada curiosa que conduce un carro grande de dos ejes tirado por dos caballos. La lona que cubre el carro está desgarrada y uno de los ejes ha cedido un poco haciendo que se traquetee al moverse. Otro de los hombres, corpulento y barbudo, va montado en un caballo y se mantiene atrás observando en silencio. El último miembro visible de la comitiva es un hombrecillo malcarado y de aspecto desagradable que mira a todos con desconfianza bajo su cofia de cuero mugriento.

El hijo mayor de Helerlavi es el primero en hablar, dando un tirón de la cuerda que sujeta las muñecas del soldado capturado.

- Saludos de nuevo. Darnor, lamento tu pérdida -dice dirigiéndose brevemente al hombre de la espada y la larga barba, que responde al cumplido con un asentimiento de cabeza. Este lacayo del meldek escapaba a pie, maltrecho y cojeando, tras haber perdido el caballo -dice señalando al animal herido que sujeta la mujer. Gábriel, la cazadora, tiene los ojos de Yinkin y ha visto que otro cabalgaba ya muy lejos en dirección a la torre. He supuesto que ese es el que habíais planeado dejar escapar, y no sabíamos si este podría haber escapado por su cuenta, y al haber quedado rezagado, haber visto algo inconveniente.

Le da un puntapié en la espalda desde su caballo y hace que caiga de bruces frente a Holguer. El sodado tiene la armadura lamelar medio deshecha y con las tiras de metal colgando en algunos puntos, tiene arañazos en la cara, lleva un brazo encogido y se duele de la espalda, como si una manada de reses le hubiera pasado por encima.

Su compañero espolea su caballo un instante y se adelanta tambien hasta quedar a la par de Varhen.

- Darnor, me apena verte de nuevo en tan malas circunstancias. Se nos ha unido Jorhen, el tabernero. Los hermanos de la serrería mandan sus condolencias y los tramperos Percher y Londern no estaban, deben andar en el bosque. Y Auline... ya sabes que la Muerte y ella son agua y aceite. No había nadie más por la taberna, pero nos hemos encontrado a estos extranjeros, una caravana de mercaderes que se han adelantado desafiando al clima y los peligros del camino.

Carraspea un segundo, como indeciso.

- No hemos podido convencerles de que se queden en la taberna y pretendían ir a la torre, así que... les he dicho que son tiempos turbulentos. He preferido traerles aquí y explicarles que sospechamos que el hechiceros de la torre y sus lacayos no son lo que parecen y vamos a luchar contra ellos. Espero haber hecho bien. Son Gábriel la cazadora, flanqueada por esos dos jinetes, Horen el bárbaro y Groth el mercenario. Vaerles es ese hombre de rubios cabellos que lleva el carro con la mula y el perro. El hombretón de atras es el silencioso Bosporus y Heenshen es el que conduce el carro grande, y por lo que me ha dicho, el organizador de la caravana. Tambien viaja con ellos un trollkin, que debe estar metido en la carreta. Creo que es el sirviente de Groth.

Tres Tubos abre sus pequeños ojos y se le ponen como platos al oir "Trollkin". Como un resorte, da un paso al frente y tira de la cabeza del hacha, que usaba para apoyarse y la sujeta por el mango con una mano, aunque la mantiene baja, sin tener una actitud amenazadora. Sólo se ha puesto alerta como acto reflejo.- ¿Hay un Uz ahí dentrro? -dice casi sin pensar al tiempo que coge su hacha.

Mira con cierto resentimiento a Groth, el humano que han señalado como "amo" o "dueño" del trollkin y luego mira al suelo, mientras habla algo entre dientes en su idioma natal, apretando los labios, como conteniendo sus impulsos.- Han er en venn av us. Det er legit.

En seguida se da cuenta de que ha sido demasiado impulsivo y tras mirar fugazmente a Krunk, se disculpa.

- Perrdón, ¿donde están mis modales? Soy Trres Tubos. -titubea un segundo- Me ha saltado un resorrte al escuchar... Bueno... -dice a modo de excusa dejando la frase inacabada.

El mercenario saluda amigablemente con la mano mientras exhibe una amplia sonrisa. Las cosas no podían pintar mejor, ya que Humakt ha puesto en su camino unos aliados imprevistos.

- El trollkin viene conmigo, sí -exclama con voz tronante mirando de soslayo a los enanos- Puede ser muy valioso en la oscuridad y, a su manera, es valiente. Y por mi honor que no buscará problemas donde no los haya.

Observa ahora a los enanos con mal disimulada curiosidad. Estuvo hace mucho tiempo en Mal Negocio, y ha conocido algunos renegados, pero es la primera vez que los puede contemplar tan de cerca. Reconoce a su pesar que tienen un aspecto imponente.

- Por lo demás, podéis contar con mi simpatía. Conozco a Auline -guiña un ojo con picardía- Y tan solo os puedo decir que yo soy el aceite.

Y suelta una carcajada. Cuando termina mira a sus compañeros y levanta las cejas a modo de interrogación. Está a punto de contarles la verdad a los lugareños porque ve con claridad que les interesa hacer causa común, pero no quiere precipitarse.

Al fin y al cabo, si hay que soltar un embuste ¿quién mejor para ello que un mercader?

Tres Tubos abre sus pequeños ojos y se le ponen como platos al oir "Trollkin". Como un resorte, da un paso al frente y tira de la cabeza del hacha, que usaba para apoyarse y la sujeta por el mango con una mano, aunque la mantiene baja, sin tener una actitud amenazadora. Sólo se ha puesto alerta como acto reflejo.- ¿Hay un Uz ahí dentrro? -dice casi sin pensar al tiempo que coge su hacha.

Mira con cierto resentimiento a Groth, el humano que han señalado como "amo" o "dueño" del trollkin y luego mira al suelo, mientras habla algo entre dientes en su idioma natal, apretando los labios, como conteniendo sus impulsos.- Es un amigo de los Uz. No es de fiar.

En seguida se da cuenta de que ha sido demasiado impulsivo y tras mirar fugazmente a Krunk, se disculpa.

- Perrdón, ¿donde están mis modales? Soy Trres Tubos. -titubea un segundo- Me ha saltado un resorrte al escuchar... Bueno... -dice a modo de excusa dejando la frase inacabada.

Observa a su camarada ponerse nervioso cuando se revela que un uz milita en las filas de los recién llegados. Él mismo está tentado de mostrarse hostil, pero resulta evidente que está pensando algo. Los engranajes de su cabeza dan vueltas a gran velocidad.

Es solo un trollkin pequeñajo e inofensivo. Y el que insinúa que sirve a la Muerte parece tenerlo bajo control, no al revés. Es solo un sirviente. No amenaza nuestra misión, y si lo hace...

- Bien, ejem, sí, la escoria uz será tolerada siempre que no moleste ni se nos acerque. De lo contrario le daremos una ración de hierro. ¿Entendido muchachos?

Su lenguaje comercial es impecable, casi sin acento, prueba de que este enano ha pateado la superficie durante muchos años. Da unos pasos hacia adelante y se presenta.

- Me llamo Krunk "Crisol Hirviente", tengo el grado de capitán y estoy destinado en Mal Negocio. Estos son Arbar "Martilloalto", Vorkadung "Tres Tubos", -dice señalando alternativamente a los otros dos enanos armados- Argörath "Botas Ligeras" y Thorkegar "Rompepiernas" -finaliza con los dos enanos que no van cubiertos de hierro.

Dedica una mirada al soldado que ha caído de rodillas empujado por Varhen.

- Sí, Varhen, has hecho muy bien en capturar a este. Debe ser el que Tres Tubos derribó con certero pulso hiriendo a su caballo y salió arrastrado por el estribo. Le dimos por muerto y puede haber espiado nuestros planes. Debe morir, como sus compañeros. Si mis conocimientos de vuestra cultura no me fallan, Groth portador de Muerte, la gente como tú es requerida para estos menesteres si está a mano...

El enano se gira hacia uno los ancianos, como buscando su aprobación para la propuesta que le acaba de hacer al mercenario.

En el interior del carromato, el trollkin se incorpora cuando algunos aromas familiares invaden sus delicadas fosas nasales. El primero es el inconfundible olor de la sangre; allí afuera debe haberse sucedido una lucha hace bien poco; el segundo es el de la muerte; el Devorador deja su rastro cuando se lleva las almas de los vivos a su oscuro estómago; y el trecero, algo más lejano, retrotrae a Suk a tiempos mejores; dias de caza y celebraciones junto a su antiguo amo, cuando él todavía era útil y tosía mucho menos.
Lleno de curiosidad, el trollkin asoma la cabeza fuera de la lona y se encuentra con la visión de un grupo de guerreros bajitos y cubiertos de hierro de la cabeza a los piés. Su sangre parece helarse al darse cuenta de que son hijos de Mostal, sabrosos enemigos mortales de su raza, deliciosas máquinas de matar que no dudarían en cortarle en rebanadas en caso de descubrirle. Debía esconderse de cualquier manera, pero en su alocada búsqueda de un tunel secreto en el interior del carromato solo logra tropezarse y caerse.
Desde el exterior puede verse el carro temblar con cada golpe.

Los recién llegados pueden observar como, por algún motivo, uno de los hombres presentes se sitúa intencionadamente junto al grupo de mostali sin que estos se inmuten lo más minimo. Lo peculiar de esta asociación reside en que, el hombre, luce un aspecto claramente orlanthi, incluso tradicional, con sus tatuajes de clan, su capa de abrigo y ropas típicas, aunque, a los familiarizados con la cultura, no les parecería un orlanthi de esta región.
Escucha con interés cada palabra que los hijos de Mostal pronuncian o es dirigida hacia ellos. Se mantiene allí de pie, sujetando a su yegua, examinando detenidamente a cada uno de los extranjeros conforme se van acercando, como si estuviera esperando algo de esos viajeros desconocidos.
Al soldado apresado no le dedica ni una mirada pero parece preocuparle la pata del caballo herido.
Cuando mencionan al líder de la caravana se centra en observarle a él, Heenshen, y a otro hombre, un viejo orlanthi que ya estaba aquí con ellos. Se muestra inquieto, impaciente por que se hable o abandonen el lugar.

Uno de los theyalanos de mayor edad, el menos corpulento, contempla a los recién llegados durante largo rato, en silencio y con aire suspicaz, como si los estuviera evaluando uno por uno. Viste como un vulgar montañés, tan solo va armado con un recio cuchillo de desollar en una funda de piel de oso, pero luce un casco de metal con anteojeras que ahora mismo lleva echado hacia atrás para mayor comodidad, dejando a la visa un rostro curtido, surcado de arrugas, en el que destacan dos diminutos ojillos fríos como el hielo.

Se toma las cosas con calma y por eso es uno de los últimos en hablar, pero cuando lo hace se nota que los demás orlanthis prestan atención a sus palabras, como si tuviese algún tipo de ascendente sobre ellos.

- Sed bienvenidos entre nosotros, extranjeros, yo soy Holguer, al que llaman el viejo – saluda de forma muy ceremoniosa, al estilo más tradicional – Como os han informado, habéis llegado a esta tierra de Karia en un momento muy especial, estamos a punto de emprender una guerra contra El Enemigo que se oculta en esa torre, entre esos sucios meldeks, disfrazando su verdadera naturaleza bajo una máscara de falsa benevolencia – su tono de voz es suave, pero se intuye un odio profundo en la forma de pronunciar cada palabra – Toda ayuda a nuestra causa será por tanto bienvenida… pero antes decidme… ¿Qué os ha traído hasta esta aislada región? Encuentro muy casual vuestra llegada, justo en este momento…

Un deje de sospecha asoma a los gélidos ojos entrecerrados, insondables como el mismísimo glaciar de Valind…

El joven mercader que conduce el carro más grande, de repente siente todas las miradas fijas en él. Se aclara la garganta y visto que todos emplean el lenguaje comercial, procede a explicarse en el mismo idioma, no sin antes echar varias miradas a sus compañeros de caravana, como buscando aprobación para contar su historia.

- Bien, en realidad... lo cierto es que nosotros... bueno, varios somos mercaderes, pero en este caso nuestra misión no es realmente comercial. Resulta que hace unas semanas, en la ciudad de Marost, nuestro patrón... -echa una mirada a los enanos-, no importa su nombre, nos contrató para seguirles la pista a unos ladrones. Robaron un objeto no demasiado valioso, pero usando artes mágicas bastante avanzadas. Nuestro patrón quiere saber quién se toma tales molestias para sustraer una antigualla que criaba polvo en su almacén. Iban en un carromato escoltados por varios jinetes, según pudimos ir averiguando, y les seguimos hacia el noroeste por tierras salvajes con la intención de unirnos a ellos como una caravana de mercaderes y tratar de averiguar sus intenciones y a quién servían.

Conforme habla, Heenshen se va sintiendo más cómodo y va haciendo el discurso más interesante.

- Lo más sorprendente, es que se reunieron con otra carreta, también escoltada por cuatro jinetes, y continuaron juntos el camino. Desgraciadamente, fuimos atacados por unos trolls poco antes de alcanzarlos y perdimos a dos integrantes de la caravana. Pero hicimos otro inquietante descubrimiento: los trolls perseguían también a la otra carreta porque les habían robado un ídolo o estatua y el Embaucador quiso que nos confundieran con ellos y por eso nos atacaron. La partida de trolls, que también sufrió perdidas cuantiosas, se retiró a sus tierras de Halikiv a informar de que habían descubierto que los ladrones trabajaban con otro equipo, y que este había robado también en Marost a nuestro patrón. No hemos vuelto a saber de ellos.

Continúa su relato tras comprobar el efecto que tienen estas revelaciones en los lugareños y los enanos.

- Finalmente alcanzamos hace unos días a los dos carros. Mandaban la caravana dos hombres de negras túnicas que siempre mantenían el rosto medio cubierto por la caperuzas. Uno se llamaba Janosdael y el otro Molton. También había un mercenario llamado Hargorek, que parecía controlar a los otros siete jinetes armados. Pero los más escalofríantes eran los conductores de las carretas, unos tipos embozados en túnicas negras, silenciosos, cubiertos de vendas en las manos y que nunca mostraban el rostro. Por las noches se mantenían de pie junto a los carros vigilando sin descanso. Según Groth, apestaban a ofensa contra la Muerte. Y aunque las dos últimas jornadas de viaje hasta llegar a la taberna de Jorhen las pasamos con ellos, se guardaron mucho de que no metiéramos las narices en sus asuntos y nos mantuvieron a distancia. La última vez que los vimos fue cuando se dirigían a la torre, mientras nosotros fuimos a la taberna de Jorhen, casi obligados por ellos, que se negaban a que les acompañáramos.

El relato del mercader humano al que llaman Heenshen, parece hacer crujir los engranajes de la cabeza de Argörath. Objetos robados cuya factura está estrechamente relacionada con diferentes razas...  todo parece encajar ahora. Argörath ha oído hablar de un conjuro de hechicería que permite la invocación de criatura compuesta de esencia pura del Caos, que tomaría forma y capacidades de las razas cuyos objetos robados se sacrifiquen en la ceremonia de invocación. Argörath no conoce más que detalles sueltos del conjuro: el ritual debe realizarse en el día Salvaje, debe destruirse como mínimo un objeto robado que esté fuertemente relacionado con una raza para que la criatura obtenga forma y poderes de dichas razas, y hace falta sacrificar una criatura manchada con el Caos durante el ritual.

El semblante del mostali de plata se torna mas sombrío cuando oye el relato del joven humano. Es en momentos como este cuando agradece la férrea formación recibida por parte de su maestro en cuanto a las artes de la hechicería; sin embargo a veces añora la ignorancia de ciertas conocimientos - ...el descanso al cerrar los ojos ya no es tan reparador como antes - piensa mientras se acerca hacia la espalda de "crisol hirviente".

- Capitán - se dirige a el en voz baja y empleando su lengua materna; el lenguaje de los hijos de mostal - Creo haber desvelado el propósito oculto de todos estos robos - un gesto de honda preocupación se revela en su cara - Y si estoy en lo cierto alguien pretende invocar a una poderosa criatura del caos y lo hará en el dia Salvaje... -

- Y otra cosa - añade en último lugar sin poder ocultar su malestar - Por lo visto al que se hace llamar Holguer le ha faltado tiempo para registrar el cadáver del hechicero que hemos abatido y apoderarse del poderoso elemento con que cometió los robos - 

El semblante del mostali de plata se torna mas sombrío cuando oye el relato del joven humano. Es en momentos como este cuando agradece la férrea formación recibida por parte de su maestro en cuanto a las artes de la hechicería; sin embargo a veces añora la ignorancia de ciertas conocimientos - ...el descanso al cerrar los ojos ya no es tan reparador como antes - piensa mientras se acerca hacia la espalda de "crisol hirviente".

- Kaptein - se dirige a el en voz baja y empleando su lengua materna; el lenguaje de los hijos de mostal - Jeg har avslort den skjulte hensikten med alle disse tyveriene - un gesto de honda preocupación se revela en su cara - Og hvis jeg har rett noen onsker a tilkalle en kraftig skapning av kaos og vil i Wild dag...

- Og en annen ting - añade en último lugar sin poder ocultar su malestar - Tilsynelatende Holguer kalte seg har manglet tid til a soke pa kroppen av trollmannen som har drept og gripe kraftig element som begikk tyveri.

Cuando el mercader acabó de contar toda la verdad sobre su viaje, la cazadora saludó a aquellos que parecían tener un objetivo común con ella.

- Yo soy Gábriel La Cazadora – dijo tirando de las riendas del caballo y acercándose al hombre orlanthi que parecía fijarse en el animal - ¿Podrías ayudarle? – le dijo. Inmediatamente, alzó la vista y se fijó en todos los allí presentes. – Bien, ¿y qué tenemos aquí?…cinco mostalis....- la vingana recordó entonces a un grupo de aperturistas con los que compartió camino y rezó a los dioses para que no fueran como ellos. Se pasaban todo el día obsesionados reparando todo lo encontraban. Tras el recuerdo que le vino a la memoria, Gábriel se dirigió a Holguer, que es el que más respeto le infundía – Saludos Holguer, y también al resto de los presentes. Yo vengo de la Tierra Heortziana  y será un honor luchar a vuestro lado para acabar con ese villano que se esconde en la torre.  Pero antes de actuar, debemos ser precavidos. Es imprescindible conocer bien a quién nos enfrentamos y el terreno en el que nos movemos – entonces apretó fuertemente la mandíbula – no quiero que suframos bajas innecesarias -dijo recordando a Onaekko y la deuda que todavía seguía en pie.

El pequeño mostali permanecía detrás de su grupo con los brazos cruzados sobre su pecho, observando y escudriñando a cada uno de los componentes del grupo que acababa de llegar. Cuando Krunk le presentó simplemente hizo una leve inclinación de cabeza. 

Escuchó con atención, no por se educado sino por no entender bien el idioma comercial lo que iban diciendo, si bien cuando oyó que había un pequeño Uz en la carreta, sus mecanismos hicieron que sus piernas retrocedieran una par de pasos. Y una expresión de preocupación se dibujó en su rostro...

- Si esa cosa se acerca demasiado a mí... no puedo dejar que se acerque... haré que lo lamente si intenta ni siquiera olisquearme... 

Cuando Heenshen empezó el relato, Thorkegar miró hacia Krunk, después iba asintiendo con la cabeza como si estuviera confirmado cada parte de la historia que contaba.

Esa expresión cambió a una sonrisa burlona cuando oyó el relato de Heenshen y escuchó las cuantiosas pérdidas que habían sufrido los Uz. Bueno... ya no me caen tan mal si han eliminado a unos cuántos Uz... 

Cuando terminó el relato, se quedó mirando a Krunk esperando a que sus palabras salieran de su boca.

Vaerles se queda mudo de asombro al ver a los extraños enanos y las manchas de sangre, así que solo alcanza a asentir ante la presentación de Palgrem, la explicación de Heenshen y el aporte de Gábriel. Esas armaduras de hierro deben valer una fortuna... -divaga su mente de forma involuntaria mientras contempla absorto a los enanos y la manufactura excelente de sus pertrechos de guerra. Finalmente, reacciona, pues es consciente de que la situación está repentina e irrevocablemente en manos de los guerreros, y hay que andarse con mucho cuidado. El mercader de rubios cabellos pestañea, se baja de la carreta y carraspea.

-Saludos, Darnor, Holguer, señor... Trestubos -prosigue tras un instante de duda-, Krunk y acompañantes. Este mercader de tierras lejanas querría primero de todo presentar sus respetos por el difunto Kelebram -anuncia señalando al difunto y acto seguido hace una leve pero solemne reverencia en dirección a Darnor-. No esperábamos toparnos con una guerra en marcha, pero al parecer los dioses nos han puesto a todos los presentes en el mismo bando -afirma-. Coincido con mi compañera en que debemos actuar con precaución, porque mientras viajamos con ellos, las gentes de esa torre parecían tener secretos oscuros y peligrosos, como ya ha sugerido Heenshen en su relato. Sin embargo, para poderos ayudar, os agradecería que nos contarais por qué habéis tendido una emboscada a los secuaces de ese tal Samaliman justamente aquí, junto a este difunto -dice señalando al cuerpo de Kelebram- y por qué habéis dejado escapar a uno de ellos. En definitiva, ¿cuáles son vuestros planes? -pregunta con preocupación mirando alternativamente a Holguer y Krunk, que parecen ser los líderes guerreros del grupo.

Aunque su voz no lo revela, los nervios del mercader ante una situación que escapa a su control se hacen evidentes en su mirada.

Ante el saludo de la mujer responde en el acto, antes de que esta se dirija a Holguer.
- Saludos Gabriel. Consideradnos amigos - señalando con un barrido de mano a todos los enanos.
- Yo soy Háloric, hijo de Orlken, cazador del clan Gwandor de la Tribu Culbrea, en el Reino de Sartar - completa la presentación con los modos más tradicionales que sus hermanos del sur, de la meseta Heortiana.
Se ha desentendido claramente de la conversación del mercader, más dirigida a Krunk y Holguer. Parece que ahora, tras la presentación de rigor, su inquietud ha desaparecido.
- Veré si puedo hacer algo por este animal, quizá no haga falta sacrificarlo. - dice mientras se agacha para examinar la pata herida del caballo.