Partida Rol por web

La mañana era fría… encapotado el cielo de aquella tierra negra como negras se tornaban sus nubes…y allí, llamada a la arena de sangre de nuevo, me dejaba arreciar por los susurros de aquella brisa helada de las montañas… Brisa de tormenta que erizaba mi piel y arremolinaba cabello y velos… azabache y blanco que se enredaban negro sobre plata…

Sentía el aire helado dibujarme, contornearme zalamero el cuerpo… y sentía las voces negras de aquellos que ya a primera hora se congregaban en pequeños grupos susurrantes… deseosos del sufrimiento y la sangre que alimentara su vileza el resto del día…

La reja se abrió… latimera… y entorné la mirada dorada sobre el hombro… velada apenas por el negro del pelo que ondeaba ensortijado para verle entrar… Caminaba erguido y decidido… espada en mano… y yo me giré despacio buscando con las mías las empuñaduras grabadas de mis dagas… liberándolas suaves de mi cintura… encarándole a él… y a sus ojos de esperanza…

Bien hallado seáis... Juan Bautista… el cuerpo se me inclinaba… saludo sincero de mi raza… y las dagas bailaban dibujando las caderas cadenciosas mientras volvía a erguirme… Que la Diosa te guarde las noches… y su Profeta ilumine tus días… Apenas unos pasos hacía él, enmarañadas las miradas... e inclinaba la cabeza levemente, como leve fue la voz... Tus ojos siguen brillando… incluso bajo la tormenta… la sonrisa se me ampliaba en los labios… y en la mirada… Por ello y por hoy... doy gracias…

Otra vez esos ojos.. otra vez esa mirada...El dulce oro de sus pupilas enternecia hasta el alma mas corrupta, y ella me lo dedicaba a mi.

Unos instantes de pura felicidad, cuando su saludo y su aroma me envuelven y me elevan por sobre el tereno de lucha, nuevamente estoy flotando en un mar de sensaciones hasta que el duro plata de sus armas me llego en el pecho desprotegido.

-Bien hallada seas.. de verdad... no sabes lo feliz que me hace hallarte... Anat..

Responde el espadachin al tierno saludo de su oponente.. y aunque su cuerpo haya sido lastimado.. su almapermanece intacta ante aquella mujer.

No contestó... enredadas las miradas y las voluntades... y resonaron los tambores imponiendose al griterio de los elfos oscuros... imponiendose a nosotros mismos y al crujir de aquel cielo amenazador que pronto descargaría sobre la arena...

Fue señal y principio... e inicié el baile acompasada la filigrana de las dagas al ritmo de los timbales, el blanco de los velos... que se despegaban de mi cuerpo a cada giro... a cada paso que me acercaba a él. Un giro y otro... y el remolino de acero de las dagas entremezclado con el albo de la túnica, con el azabache del pelo... con el propio torbellino de aquel viento helado que prometía tormenta... y sangre..

Lanzó su acero... sin convicción... y el cuerpo se me arqueó a un lado en el giró que me libró de él, mientras buscaba la tierra con las dagas... mientras, al ritmo de la cintura, giraban con ella para elevarse buscando el cielo de lluvia... y su pecho... que cedió dócil a mi ataque como lo hizo su voz cuando me retiré de él... Feliz....

El pelo se me replegó suave sobre el hombro al inclinar a un lado leve de la cabeza... gesto conocido...tanto... cómo conocido fue el brillo sereno de los ojos... y la tranquila sonrisa...

Lo mismo os digo, Juan... El cielo tronó furioso, y elevé los ojos a él para notar en la piel las pequeñas gotas de lluvia que pronto serían cortina de agua entre nosotros... Es esta una tierra oscura... y aún lo son más los tiempos que la recorren... Parpadeaba... obligadas las pestañas por el peso de una lluvia que arreciaba sobre nosotros... que domaba el brío del pelo y se escurría entre la túnica para arañar con su frío la piel... Toda luz debe conservarse... y es la vuestra una de ellas...

Arreciaba el agua como arreciaron los tambores, las cornetas... los gritos... Y de nuevo nos lanzamos el uno contra el otro.. acero contra acero... Intercambio de sangres.

Su espada sajaba mi brazo... y mi sangre se enmarañaba y diluía con la lluvia que ya nos empapaba... igual que lo hacía la suya, que manaba profusa de las heridas de su pecho. Las miradas se encontraron... el acero de cada uno anclando en la piel del otro... un segundo y el dolor... y el retirar de las armas arañando en su paso aún más nuestros cuerpos...

Y el sentir del agua y la sangre... recorrernos la piel...

La lluvia... llanto celestial que limpia todos los pecados, podra alguna vez terminar de limpiar los mios?

La gracil figura de la dama del desierto se contoneaba frente a mi, su dulce mirada, y su sensual cuerpo se movian dejando estelas de dolor en mi ser. Sin embargo... mi mirada estaba perdido.. perdida en su alma que bailaba una danza especial para mi... que se habria y me envolvia con su brillo y su calor... que me llevaba lejos, muy lejos de aquel lugar.

Mi consciencia trascendia el momento, se alejaba de la lucha, del coliseo y de las vanalidades terrenales a las que siempre estaba sujeto. Por un momento vi los campos... las montañas... al joven tirado en aquel valle soñando con aventuras futuras y caminos por recorrer... que habria sido de el, pobre muchacho no sabe lo que le depara la vida.

Luego nuevamente el brillo, pero esta vez en los ojos de Anat, en su mirada dulce y fresca que vaticinaban mi proxima muerte... aunque en sus manos no es una muerte lo que recibo sino una resureccion.

El espadachin no intento luchar contra su destino, decidio abrazarlo en su plenitud y asi lo hizo con Anat. La abrazo fuertemente con pasion y ternura, mientras el plata se hundio nuevamente en su pecho, tocando su corazon y deteniendolo para si misma.

Como si necesitara su daga para llegar a mi corazon...

Este ultimo pensamiento del espadachin le hizo sonreir justo en el ultimo momento, cayendo ya sin fuerzas de espaldas al frio contacto con la arena. La lluvia dejaba meros reflejos en su rostro ya inanimado, aunque la sonrisa seguia alli, acompañando su letargo.

La lluvía caía incesante... como incesantes entrechocaban nuestros aceros... Y fué de repente, cuando en uno de los giros las miradas se encontraron de nuevo... cuando vi la suya lejos... muy lejos de aquel lugar...

Mi daga estaba tan cerca...

Al rozar de mi filo su piel, sus pupilas parecieron enfocar las mías... buscarlas serenas, tan calmas... Cómo calmo fue su gesto... cómo tranquilo su cuerpo buscó el mío mientras mis pupilas se dilataban sorprendidas en las suyas... mientras mi plata se hundía en su pecho, como lo hacía todo mi cuerpo... rodeado por sus brazos que, lejos de blandir su espada, me envolvían... me ceñían a su cuerpo... a su muerte...

La distancia que nos separaba se volvió inexistente... sólo la empuñadura de la daga... sólo mi puño sosteniéndola entre nosotros... y sentí su fuerza extinguirse, su latido apagarse... Sentí el abandonarme de su abrazo y el morir de su aliento mientras aquella luz se mantenía en su mirada... y en su sonrisa...

Quien vive con valor... muere de igual modo...

La lluvía pareció ceder un poco... sastifecha ya por la sangre derramada... Y esperé aún bajo ella a que los monjes acudieran a por su cuerpo... Aquella tierra era una tierra de sombras... y toda luz... debía conservarse...
 

Delderius sonrió con cierta petulancia al entrar en la arena de Anat. Había tantas preocupaciones últimamente en sus días que la oportunidad de combatir nuevamente contra Anat era.... agradable. Muy agradable si debía ser sincero. Con paso lento, elegante, y ojos centrados en la gladiadora, el elfo oscuro llegó hasta la sierva del profeta.

- Veo que aun sigues aquí. A pesar de que tu fe no fue suficiente para que te atrevieras a ir a mi habitación a salvar a los dos desgraciados del destino de ser mis prisioneros. - una sonrisa cruel apareció en los labios perfectos de Delderius- Bravo. Siempre es bueno saber que valoras mas tu vida que el de dos pobres diablos. Estoy seguro que no sientes remordimiento alguno por haberles abandonado a su suerte

Mientras hablaba Delderius empezó a hacer girar sus kukris con habilidad.Y se quedó observando a Anat, esperando su acción con una sonrisa insidiosa y, a pesar de todo, agradable

El dolor era terrible... tumbada en la mesa de los restauradores que se afanaban en recuperar mis brazos con su magia arcana... Un dolor inmenso... un precio a pagar por la nueva oportunidad...

Los canticos élficos se filtraban en mis oidos... en mi piel... que obedecía dócil arrullada por aquellas voces suaves y falsamente dulces de los monjes... y todo mi cuerpo se contraía a ellas, se subyugaba al proceso de la restauriación... y a su dolor... Pequeño precio por un destino...

Apretaba los dientes... con el miel de los ojos perdido en la bóveda que nos cobijaba... con el cuerpo tenso y alejado del grito solo por la propia voluntad... por ese orgullo de mi sangre, de mi raza... por ese saber de que de poco sirve gritar... porque estaba allí... y allí había decidido estar...

Finalizó el rito... Y empapada en sudor me levanté del marmol ritual... con el pelo salado de esfuerzo y dolor lamiendo la espalda, con la respiración acelerada obligando al movimiento rápido del pecho... con el miel preocupado y replegado entre las pestañas azabaches... y el suspiro en los labios... y el frío en la piel... Acompasaba la respiración recorriendo con la mirada los tatuajes que cubrían mi cuerpo... Lineas e intrincados azules que hablaban de una vida y un destino... de una espera... de misiones que llegaron y otras que estaban por llegar... Y cerré los ojos buscando con la yema timida de los dedos el dibujo de mi frente... recorriéndolo suave mientras oraba... mientras me elevaba a mi Diosa... Que su luz me guardara... que su voz me iluminara... que su fuerza alimentara mi Fuego Interior...

Oí los pasos en el corredor y supe... Y antes siquiera de que se abriese la puerta, yo ya daba la espalda al elfo que sabía me llamaba a luchar... y la túnica volvía a envolverme ... y las dagas pendían de nuevo en las manos...

Esperaba en la arena... despejada ya la tormenta de la mañana para dar paso a un sol inclemente que, a pesar de todo... no calentaba aquella tierra fría... Y le vi llegar... y a cada uno de sus paso más se erguía mi gesto... y cada centimetro más cerca de su sonrisa, más se espigaba mi cuello... y mi orgullo...

Su voz fue un relámpago que me atrevesó... y sentí el escalofrío en la piel... la rabia blanqueandome los nudillos... ardiendome en el pecho ... y en los ojos...

No dudes de mi valor ni de mi fe... ni sobreestimes el tuyo...  me hundía en aquellos ojos... malvados... fríos... con aquel brillo salvaje que buscaba atraparte... en aquella sonrisa... tela de araña... Te equivocas al creer que no habría acudido a ese encuentro... te equivocas al pensar que no me importa lo que has hecho... o que no vas a pagarlo... y te equivocas... cómo siempre... conmigo...  el paso fue cadencioso cuando me acerqué a él... Pero en algo tienes razón... no entiendo ni sé de remordimientos... de arrepentimientos vanos que no te llevan a ningún sitio... no puedes tenerlos... cuando todo lo que haces te nace del corazón...  alzaba la barbilla y la sonrisa.. y el brio de mi alma... y su fuego... Otros menesteres me retuvieron... y si dos murieron por ello la Diosa recoja sus almas... pues puede que mil se hayan salvado.... 

Sus kukris giraban endemoniados como endemoniada era su sonrisa... y mis dagas se afianzaron tambien orgullosa y desafiantes en sus filigranas... en el suave oscilar de la cintura... en el brillo indómito de los ojos...

El baile... había comenzado....
 

Delderius estuvo a punto de reir. El desafío era tan agradable... la luz del sol no le molestaba, y la arena parecía arder. En medio de ella, el elfo oscuro era, mas que nunca, una pantera que se movía con los pasos tranquilos, acompasados. Como el depredador perfecto que no perdía la vista de su presa, que se deleitaba tanto en el acecho de la presa como en su captura. Al escuchar las palabras de Anat un júbilo especial, duro, llenó su pecho.

- Si. Lo se. Estabas segura que morirían. Y a pesar de eso, preferiste seguir con tus manejos. Con tus juegos de traiciones y esperanzas. Es curioso... crees que tus actos salvan a cientos, cuando condenan a miles. Y crees que yo maté a dos pobres desgraciados solo porque no viniste. - una sonrisa pérfida apareció en los labios perfectos de Delderius- Ya te lo dije una vez. Eres mucho peor que yo. Yo se por qué hago lo que hago. Cuando tu acabes tu trabajo solo dejarás un lugar mucho peor del que encontraste. Me alegra que reconozcas que te importaban. Y que a pesar de eso no fuiste. Recuérdalo: no fuistes. Los dejastes en mis manos. ¿Qué crees que les pasó?

Y antes de que Anat pueda responder Delderius fintó un ataque contra la pierna de la hakim, que hizo que esta trastabillara en su marcha. Solo un instante. Lo suficiente. El filo de uno de los kukris de Delderius brilló y la mano derecha de Anat cayó al suelo ardiente de la arena.

- Atenta. Ya has perdido una mano. Y dos hombres.

Con velocidad y una sonrisa llena de sorna, Delderius volvió a atacar a Anat, acosándola y tratando de evitar que pudiera recuperarse del ataque anterior

Él era tan suave... tan elegante en sus movimientos... tan acariciador en sus gestos cómo preciso... cómo salvaje... cómo mortal.... El filo de sus armas no dejaba atrás al de su lengua... y el golpe fue rápido y devastador... Aún la sentía allí... pero ya no estaba...

Mi mano descansaba en la arena mientras yo sostenía el grito entre los dientes... mientras notaba mi sangre manar a borbotones de mí abandonandome... mientras me perdía en su sonrisa desdeñosa... en sus ojos que afilados me observaban... Cuanto... cuanto se equivocaba conmigo....

Di unos pasos hacía atrás... debilitada por la sangre.. por un dolor que no apareció junto al golpe sino que esperó insidioso para atacar más tarde... para ir creciendo y creciendo... Era tan fuerte el palpito de una carne que ya no estaba ahí... tanto.... El plata de mi daga, sucía ahora de arena y sangre, destellaba bajo aquel sol frío... y obliandome a apartar la mirada de ella le busqué a él... y espigué el gesto... con las mandibulas apretadas.... con el corazón desbocado de dolor y furia... de Fuego... un fuego que prendía más y más y se me desbordaba en la piel... en la mirada, y el aliento...

Lo vio... vio el destello en mis ojos cómo yo vi el de su filo... Y aún así giré gozosa... contoneante y suave como la luna en el estanque... enredada ahora en un rojo profundo que me teñía a cada paso, a cada uno de los torbellinos que formaban los velos salpicados de carmesí y el pelo negro... y el acero plata...

Lanzó su kukri... y con la sonrisa orgullosa... con el desafío en el oro de una mirada que se hundía en la suya... giré elevando los brazos a mi Diosa, elvando mi alma y mi valor... mi orgullo... Su acero me esperaba... y yo lo acepté jubilosa... Sentí como se hundía en mi vientre... sentí como me perforaba y me segaba parte de la vida... Y allí... con la mirada a dos centimetros de la suya... con su acero atravesandome y enredandose en mis entrañas.. demasiado cerca como para que lo retirara mi aliento se vertió rojo sobre él...

Elfo.... el leve bufido fue malicioso... Sé muy bien que ni mi vida ni mi muerte les habrían salvado de ti... y tú sabes... que nunca habría cedido a nada de lo que me hubieras propuesto.... Aún me acerqué un poco más... apretando unos labios que se teñían de mi propia sangre mientras sentía su puño en mi estómago... Qué sabes tú... de mi destino?... Nada elfo, nada... Pero vuelves a tener razón... condeno a miles... a miles de los tuyos que solo albergan iniquidad en sus corazones... Te condeno a ti....

Arqueé el cuerpo... buscando a la Diosa con el pecho y retirandome de su acero mientras el mío buscaba el cielo de nuevo... mientras el dolor me recorría acerado... mientras el plata descendía furioso al tiempo que mis ojos tambien abandonaban el azul que nos cubría para hundirse en él... y en el rojo que también le teñía ahora...

Dió unos pasos atrás... gesto instintivo que no pudo esquivar el dolor impuesto... y al alejarse me arrancó de su arma... De nuevo frente a frente... de nuevo las miradas enredadas... y los rojos...

La sonrisa se me amplió desafiante en los labios... aún más en la mirada...

Crees que he perdido?... crees que esos dos hombres murieron en vano?... Cuidate de ese mundo peor que dejaré a mi paso... elfo... cuidate de la luz de la Diosa sobre tu raza.... alcé la barbilla y los hombros... a pesar de la sangre, de la debilidad que ya se imponía a la voluntad... Dos caen... Doscientos se levantan...

Delderius sonrió al escuchar la diatriba de Anat, mientras negaba pesadamente la cabeza. Los movimientos de su contrincante, a pesar del brutal daño sobre su brazo, eran rápidos, casi perfectos.

A Delderius le encantaba la belleza. Y por eso apreciaba tanto a las gladiadoras del Coliseo. Quien quiera que les hubiera adiestrado tenía una idea muy similar a la suya. Por supuesto, luego estaban los comentarios de Anat. Impagables. Eran sencillamente impagables.

- Cierto. Lo olvidaba. Condenas a miles. No te importa conocerlos o no. No te importa si sus pecados son menores o mayores que los tuyos. No te importa si son niños que aun, ni siquiera para tus ridículos conceptos de bien, han pecado. Pero es verdad: condenas a miles porque gracias entre otros a tus actos esta ciudad corre peligro de perderse, y todos sus habitantes, (buenos, malos, esclavos, libres), con ella. Tus ideas tienen un error de cáculo. Has perdido, sí, pero no por lo que crees. En tu pueblo hay esclavos, en el de los orcos hay esclavos. Pero nos acusas a nosotros de esclavistas y malvados tan solo por reconocer lo que somos. Sí. Cometes un error de cálculo. Esos dos pobres diablos me atacaron, trataron de matarme, junto con otros diez. Tú los hubieras matado. Los Jueces los hubieran matado. Pero yo los dejé libres, Anat - una sonrisa deseñosa apareció en sus labios mientras reanudaba su ataque acercándose al cuerpo de Anat. Ambos gladiadores se movían ahora juntos, y las armas de Delderius trataban de impactar el cuerpo de la humana, que cimbreaba su cuerpo para evitar el golpe. Pero uno de ellos impactó en el costado derecho, justo sobre la cadera.

- Existe el derecho de conquista. Siempre te he vencido, Anat ben Ishtar. Aunque no lo sepas, aunque no lo creas, eres mi esclava - susurró Delderius mientras la sangre de Anat caía en la arena

Confiando en su velocidad, Delderius volvió a lanzar un ataque contra Anat, esta vez dirigido a la cabeza de la haakim