En un primer momento parecía que los prisioneros estaban ansiosos por unirse a la lucha. Pero al verse libres descubrís amargamente que no es así. Son la guardia de la reina y su prioridad es velar por ella. Con esta idea en mente os descubren un pasadizo secreto por el que escapar. Ambos salen de allí a toda prisa.

Al mismo tiempo, el suelo tiembla por un estruendo lejano -catapultas-. El ataque desde el exterior ya ha comenzado.

Tus lanzamientos han sido perfectos, habrían acertado a cualquier combatiente Scahrossar... pero éstos son algo diferente. Atónito ves cómo la oscuridad que les rodea engulle la flecha desviándola de su trayectoria. Es entonces cuando te fijas que los cuerpos de los recién llegados están exhalando vapor, como si estuvieran hirviendo desde dentro.

El combatiente al que te enfrentabas sucumbe al filo de tu arma. Pero el triunfo rápidamente se queda en nada. Atónito, ves cómo Ishrad abre las celdas y los refuerzos a su vez, abren una puerta secreta y salen de allí. Con amargor en la garganta ambos sabéis que no os van a servir de ayuda.

Viendo que mis flechas no consiguieron hacer mella en estos nuevos enemigos, no nos quedaban demasiadas opciones, no teníamos a nadie con suficiente conocimiento arcano o divino para saber que era lo que les protegía ni como combatirles, solo quedaba replegarnos y escapar, por ahora... y para eso necesitábamos una distracción... me comencé a concentrar, había guardado esta capacidad para un momento de emergencia y ese había llegado ahora, poco a poco podía sentir como mi conciencia conseguía contactar con el plano etéreo y llamar a aquellos seres que nos ayudarían en el combate, poco a poco se abrieron las fisuras en la realidad y entre los planos, destellos apenas, pero suficiente para permitirles el paso, 4 sabuesos fantasmales ahora lucharían junto con nosotros, al menos por un tiempo, quizá no fuesen tan fuertes como los combatientes scahrossar, pero nos darían algo muy valioso, tiempo para huir

Sumido en la sharkandir, ardiendo en sus alas, Hazir solo tenía ojos para su rival, su atención estaba puesta toda en él. Notaba como si la sangre se le hubiera convertido en fuego en las venas, como si por su interior corriera acero fundido, y sabía que sus muchas heridas le ponían en un estado de ira bestial que podía ser mortal en cuanto se acabara. Pero no le importaba, es más, eso le espoleaba. Su enemigo no estaba mejor, apenas podía mantener la consciencia entre el dolor y la pérdida de sangre, y Hazir sabía que, igual que él no aguantaría muchos más golpes, el cultista tampoco podría. Era o Hazir o su enemigo, y eso le hacía hervir la sangre en las venas, la excitación del combate le rodeaba, el acero y la sangre, las vidas balanceándose en el filo de las espadas. 

A pesar de estar tan centrado en su rival, sus sobrehumanos sentidos de bárbaro no le habían abandonado, y tan solo se habían agudizado por la furia. Oía cada pequeño sonido, desde las respiraciones de los combatientes al roce del cuero contra las junturas de las armaduras. En el momento en el que se preparaba para abalanzarse contra su rival, algo le advirtió, su vello se erizó en un instante, y supo que debía apartarse. Inmediatamente, el sonido del acero inundó la sala, además de un olor que no era de este mundo, una presencia que hablaba de entidades sin duda no humanas. 

Su enemigo estalló en llamas como si le hubieran arrojado un frasco de fuego de alquimista, y Hazir desvió la vista justo en el instante en el que el destello explotaba por toda la sala como los estallidos de la artillería mágica de Iszha. Habían llegado "refuerzos" de los cultistas, pero, para su desgracia, aquellos parecían aún más locos que los seguidores humanos normales. Una mirada bastó a Hazir para saber que no les importaba a quién atacaban, mientras mataran. Solo les interesaba la muerte, nada más. 

Antes de que pudiera pensar más en ello, sus instintos de luchador, irreprimibles ahora que estaba sumido en la sharkandir, tomaron el control. Su enemigo había sido distraído por las llamas, que le habían abrasado la carne, y había bajado la guardia todo lo que Hazir necesitaba. Inmediatamente, su alfanjón voló, cortando el aire, silbando de placer al comprender que daba el golpe mortal. El encantamiento de colisión multiplicó la masa del arma, que partió la placa de la cadera con un sonido metálico, y cortó carne y hueso sin detenerse como las fauces de un dragón de arena. 

Antes siquiera de sacar el arma, el cultista ya había muerto. Sus órganos internos habían sido destrozados, y los huesos y la carne salían despedidos de su vientre en un sanguinolento revoltijo. Hazir arrancó el alfanjón, bañando en sangre, e inmediatamente dio un salto hacia atrás, atravesando la puerta de la prisión, cubriéndose ante un nuevo ataque flamígero. 

Su mirada se cruzó con la de Ahradiel, que comprendió que su estado era crítico, pues bastaba verle para comprender que, de no ser por la furia, probablemente estuviera ya inconsciente y a las puertas de la muerte. El elfo sacó un frasco rojo, que cualquier aventurero reconocería entre mil -una poción de curación- y se la lanzó certeramente. 

Por desgracia, la furia y la manipulación delicada de objetos no son precisamente muy compatibles. Hazir alargó el brazo hacia la poción, pero con demasiada fuerza, pues la sharkandir hacía que sus músculos se tensaran de forma incontrolable. Así, más que coger la poción, lo que hizo fue darle un puñetazo al frasco, que salió despedido hacia la pared con tal fuerza que explotó en mil pedazos, derramando su contenido por la piedra. 

Si no hubiera estado en furia, tal vez eso le habría molestado, pero estando como estaba, tenía otras cosas de las que preocuparse. El combate continuaba a su alrededor, e Ishrad había ido a liberar a los presos, que inmediatamente salieron de sus celdas. Sin embargo, no se unieron a la lucha. El agudizado oído de Hazir oyó sus palabras como si las gritaran junto a él. 

-Los Scahrossar bloquean la salida ordinaria- 

-El pasadizo- 

-Tenemos paso franco-

Hazir ya iba a lanzarse al combate de nuevo cuando se detuvo bruscamente. Aquellos hombres no eran ningunos cobardes, se habrían unido si no tuvieran algo más importante que hacer. Un pasadizo... Los nobles... Lanced... Al cerebro de Hazir, sumido en ira, le costó encontrar con el motivo, pero por fin lo hizo surgir, y llenó su mente con la claridad de una revelación. 

La reina. Van a por la reina. 

Solo aquello tenía sentido. El pasadizo daba a los aposentos de la reina, tal vez como vía de escape de emergencia, y la reina significaba... 

Layldara. Yzlin. Grook. Si todos ellos se habían encontrado con una resistencia similar a la suya, que casi les había derrotado por puro número y fuerza... 

En el segundo en el que lo pensó, Hazir ya corría. La furia hacía que los impulsos fueran imposibles de reprimir, y ni siquiera tuvo la oportunidad de intentarlo. Su cuerpo tomó el control y decidió que era hora de salir de allí y correr con los demás, que sin duda necesitarían su ayuda. Solo se volvió lo justo para gritar por encima del hombro: 

-¡Socar, nos vamos! ¡Ya!

Dicho eso, corrió todo lo que sus piernas le permitían hacia el pasadizo. 

    Aquella escaramuza ya parecía una caótica batalla campal, los Scahrossar supervivientes luchaban a la desesperada si no trataban de apagar las llamas que los envolvían o reían poseídos por aquella fuerza impía, por nuestra parte, Hazir se resolvía con habilidad, pero no costaba entender que a punto estaba de caer exhausto y las explosiones y el humo no me permitían seguir la pista de los elfos. Levanté el escudo para bloquear la nueva acometida de mi contendiente al tiempo que era capaz de observar de refilón como los prisioneros comenzaban a salir apresuradamente.

    No lograba entender sus palabras pero algo me decía que no se iban a sumar a la lucha. Tampoco tenía ese deseo, veníamos a rescatarlos y ellos estaban desarmados, por no mentar la vergüenza que supondría depender de ellos para lograr la victoria. Pero no podía entretenerme demasiado. Debía acabar con mi rival y eliminar a los poseídos. Entonces un grito próximo me sacó del combate, era Hazir, pedía que nos replegásemos. Giré la cabeza en cuanto tuve la seguridad para hacerlo y descubrí, para mi sorpresa, que los presos huían por un pasadizo recién aparecido y que lo que el noble trataba de advertir que los siguiéramos.

   Nuestra parte de la misión era mantener a salvo a los prisioneros, así que abandonar el combate no sería una deshonra, menos contra adversarios tan viles y cuando lo que estaba en juego era mucho mayor que el resultado de un cruce de espadas en los calabozos del castillo. Tomando impulso, salí directo hacia el nuevo camino abierto dejando al quishashi ir por delante, yo me encargaría de nuestra retaguardia, aunque no pude evitar pensar en los elfos una última vez justo antes de iniciar la carrera.

-¡Dugaris!- Una vez localizada en las celdas inferiores, encerrada con los nobles, no tengo motivos para permanecer oculto. -Lucharemos hasta el final- sostengo el bastón, un regalo de la diosa Scahrossar que ya no merezco y el deshacerme de él provocará... -Ellos sabrán lo que estoy pensando en este momento. Que el Sumo Inquisidor ha corrompido a la mitad de los Scahrossar y nos ha traicionado. Y ahora se destrozan los unos a los otros. La ciudad Azur no era el objetivo del Sumo Inquisidor y el arma que enviarán a Arkhania no es otra que él mismo. Un demonio que adopta la forma de quien devora.- Pero además la oleada de energía destrozará sus mentes.

Que así sea.

Pese a sus intentos, la piel de la reina sigue ardiendo y, no siendo suficiente este dolor, un nuevo tipo de energía la envuelve lanzándola contra la pared opuesta de la habitación. Su cuerpo inconsciente se comporta al impactar como un muñeco de trapo. La visión horroriza al enano.

El fuego prende el papel pintado de las paredes. Los bellos ropajes se dehsacen en girones ígneos o se derriten adentrándose profundamente en la piel quemada. Los perfumados cabellos se transforman en humo negro dejando tras de sí una calva que se ennegrece por el efecto de las llamas. Sus ojos se vuelven lechosos... el olor a quemado es insoportable pero, al menos, ya no grita.

Para cuando conseguís apagarla cubriéndola con gruesas mantas (ya que la alfombra ya había prendido y no era suficiente) escucháis pasos apresurados que se acercan a los aposentos de la reina.

Mientras tanto, un bastón negro yace clavado en un rincón de la estancia.

Esa extraña energía proveniente de un rincón (en el que ha aparecido un bastón negro y donde recordáis, ahora, que siempre estuvo el azotamentes) azota también a Grook aunque en menor medida que a la reina. No es suficiente para enviarlo de regresos a Arkhan pero sí para dejarlo inconsciente y maltrecho a unos metros de la reina envuelta en mantas humeantes.

No dudamos en superar la distancia entre las celdas que nos mantenían cautivos y los aposentos de la reina. A nuestra espalda quedaba el combate y esperaba que nuestros salvadores entendieran el deber, las promesas, el honor que nos mueve.

Lanced y yo nos detenemos en los aposentos... visiblemente destrozados. La cama arde y unas figuras extrañas yacen de pie en la estancia. Mi mirada se endurece, aprieto los puños. Veo a Thyrrick, pálido y con ojeras. Parece a punto de caer víctima de algún perverso agotamiento. -¡¿Dónde está nuestra reina?!- Grito a los presentes. Veo a un kobold que yace inconsciente en el suelo y el olor a carne quemada es muy desagradable.

Destrás de los dos fieles seguidores de la reina Azur entran en la estancia Ishrad, Hazir y, un segundo después, Socar. Que se detienen mirando también la escena. El dormitorio de la reina está hecho un desastre. El humo se acumula en el techo ennegrecido, el lecho real aun arde y está casi consumido por las llamas. El tapiz que ocultaba el pasadizo secreto está consumido por el fuego y junto al acceso yace un cadáver negro, marchitado, irreconocible.

Grook está tirado, inconsciente, más o menos en el centro de la habitación. Yzlin y Lythrai algo más lejos en el interior, cerca de lo que antes era la cama, junto a un rollo de mantas y alfombra aún humeante que, probablemente, esconde un cuerpo quemado en su interior.

Los nueve sabuesos fantasmales aparecen en la estancia y Lyssdar vuelve hasta ponerse junto a Ahradiel. -Deberíamos aprovechar y volver por donde hemos venido- sugiere el elfo oscuro -Buscar otro camino y, de paso, encontrar a tus lobos...- echa una mirada a los recién invocados -...los de verdad- concluye y acto seguido mira hacia las escaleras -Si mueres aquí volverás a Arkhania dejándolos a su suerte... y aquí poco más nos queda por hacer. ¡Vamos!-

Sin embargo, Ahradiel posee un rango superior a Lyssdar y, aunque la sugerencia del drow fuera sabia, tenía la última palabra. Sin duda, los sabuesos entretendrán al enemigo pero... ¿se quedarán los elfos a luchar para acabar con ellos?

-Cierto, debemos darle a los demás algo de tiempo, pero replegarnos también es importante, cúbreme, tengo una idea-
primero necesitabamos una distracción para poder hacer lo necesario para encontrar a los lobos, así que tomé mi arco y, como había hecho hace unos años ya en la aguja, disparé al techo para provocar un derrumbe, ahora necesitaba solo unos segundos, podía mantenerme en contacto con los lobos, usar sus sentidos para determinar su localización, así podríamos determinar el mejor camino.

Prácticamente pisando los talones a los nobles de Azur, entró Hazir de un salto. El alfanjón brillaba en su mano, cubierto de sangre, dejando un rastro de gotas por el pasadizo por el que venían. Inmediatamente registró la sala con la mirada, y se detuvo al llegar a Lythrai. 

En sus ojos ardía la sharkandir, y por sus movimientos y su rostro resultaba evidente que estaba sumido en la furia. Por desgracia, también resultaba evidente que dicha furia era lo único que le mantenía en pie: estaba cubierto de sangre, y varios tajos, sin duda causados por un arma grande, le cruzaban el pecho y los hombros, uno de ellos dejando una costilla vista por debajo, blanca y brillante. 

Revisó a los tres con la mirada. La mercenaria y la ex medusa parecían estar bien, pero Grook estaba en el suelo, inconsciente. Llevado por la furia, no sintió alivio, sino algo que se parecía más al júbilo. Rápidamente alcanzó al kóbold con un par de zancadas y se lo echó al hombro como si fuera un saco, con la misma facilidad que si estuviera relleno de plumas. Se volvió hacia el pasadizo, como si esperara que algo peligroso fuera a salir de él. Estaba claro que no habían dejado nada bueno tras ellos. 

Los golpes de las catapultas atronaban el castillo, y en la mente de Hazir solo había fuego, fuego y sangre. Si habían conseguido encargarse de lo suyo (sumido en la ira, Hazir no recordaba muy bien los detalles del plan) era hora de salir de allí. 

-Es hora de irse-rugió-¡Ya! ¡Coged lo que necesitéis y corred!

-El cuerpo arde-

La voz sonó en mi interior, pero estaba más atenta a la escena en la entrada. Nuestro verdadero oponente mostraba sus cartas.

-Medita sobre la agitación que sientes-

Tardo en reaccionar. No coloco la marca, siendo invisible no me muevo. -¿Realmente no he visto el áura de poder de este ser? ¿Es posible acaso que las atrocidades padecidas en mi vida fueran tan inmensas que he perdido la capacidad de compadecerme del dolor ajeno?¿He visto quizá demasiados horrores, demasiado sufrimiento, para escuchar gritos ajenos?- Esto es lo que más temo, pues se trata de una perdida que carece de cura específica. Y no obstante, si he de ser sincera, lo siento claramente en mi interior: un estado de ensimismamiento en el que un exceso de recuerdos de los propios horrores padecidos recientemente nublan mi visión.

-La apatía es aburrida-

Acción. Me rodean amigos que me quieren e intentarán con todo su corazón darme su apoyo y ayudarme a escapar de la mazmorra que es Arkham, física y emocionalmente.

-¡Noh!- grito arrojándome sobre el cuerpo, haciendo lo posible por ignorar el calor. La envolví con lo que pude, todo ocurrió tan deprisa que no fui consciente de lo que nos rodeaba hasta que las miradas se fijaban en nosotros. -¿Quienes son esos?- me pregunté al ver a los nobles para luego sonreír al ver a Hazir, Socar e Ishrad aparecer.

-Es hora de irse- rugió el quisashi -¡Ya! ¡Coged lo que necesitéis y corred!- Su voz era enérgica, feroz, brutal. Inconscientemente me humedecí los labios resecos por el fuego -¿Por qué esta mezcla de emociones-. Entendí entonces que estaba sumido en furia que le caracterizaba.

Miré mis manos y pude verlas con claridad. La invisibilidad había desaparecido, seguramente al intentar apagar el cuerpo -¡La reina!- grité a todos -Hemos venido a salvarla y un ser demoníaco ha usado una perversa magia que la ha envuelto en llamas- anuncié con firmeza (pero sin emociones) a los presentes. Luego miré a Lythrai -General Fonn'Aster- dije con la misma rudeza pero acompañada por admiración -¡Hay que sacar a la reina de aquí y llevarla a un lugar seguro!- añadí cuando lo cierto era que no sabía si estaba viva o no. Mientras hablaba puse la mano sobre las mantas, desenvolverla sería doloroso para sus seguidores que la verían en un estado verdaderamente lamentable, pero lo hice para que todos cogieran conciencia de la gravedad del asunto -Los seguidores de la reina, ayudadme.- Despegué las prendas quemadas de la piel chamuscada, arrancando en muchos casos más de lo que me hubiera gustado. El olor... tardaré años en olvidarlo...
 

Reconoció a Lanz al instante, abriendo los ojos en tanto grata como aterrada sorpresa. Pues de ninguna manera estaba preparada para verlo ahora, justo ahora, que acababa de presenciar cómo la Reina era quemada viva y lanzada contra la pared, y cómo el Sumo Inquisidor Scahrrosarr devoraba a Theod y como un doppelganger adquiría macabramente su forma.

Podría decirse que les pillaron con las manos en la masa. Lythrai hasta se esperó una reacción violenta por parte del líder que gritó, imaginando que pensaría que habían sido ellos. Y era gracioso, je je je... porque técnicamente ese era el plan, quemar el cuerpo de la Reina para reclamar la recompensa... pero con ese as bajo la manga.

El problema era que habían fracasado en eso último.

Yzlin no pudo ponerle la marca. Pero Lythrai no la culpaba a ella, culpaba a todo el grupo, incluyendose a ella misma. Habían fracasado su parte del encargo de manera dolorosamente patética. Yz no había puesto la marca, Grook se había visto sobrepasado por los encantamientos o la premura de la situación y no había movido un dedo. Y ella misma había sido la responsable de que el Sumo Inquisidor Scahrrosar hubiera podido agarrar el colgante de Theod y escapar. Ella misma había sugerido mantener a Theod con vida. ¡Y ella misma había organizado los grupos! Cuanto más lo pensaba, más se le acumulaban las culpas sobre sus hombros. Hazir rugió con premura que había que marcharse. ¡Cuanto antes! Existía todavía el riesgo de fracasar la otra parte de la misión, la única que habían podido cumplir con acierto: la de rescatar a los nobles. Y era gracioso porque en esa ella no había estado involucrada. Y esto le hacía pensar, que también durante la batalla contra el elemental apestoso... ¿había ella ayudado, valga la coincidencia en el término, una mierda? ¡No! Ni tampoco contra los lagartos eléctricos, ni contra los gnolls... N-ni había hecho nada para evitar la muerte de Esderian...

Ahogó unos gemidos de escalofrío llevandose las palmas de las manos hacia el rostro, tapando su nariz y su boca. Completamente inútil, en la que fuera la misión más importante para ella y para los Scahrrosar. ¡Y así era como Lanz la iba a volver a ver por primera vez! Como una completa perderdora... uuuuhgh... ¡un fracaso igualito o mayor al que había liado cuando mató a su hermano! ¡¡Joooooooooooder!! ¡Un fracaso absoluto! ¡Sólo traía una vergüenza tras otra para los Fonn'Aster! ¡¡La reina estaba muerta, maldita fuera!!

"Po-podemos usar... este mismo pasadizo para regresar." murmuró bajando las manos, acercándose a Hazir y el pasadizo, y apartandose del cuerpo que Yz había comenzado a tratar de comprobar si estaba vivo. Pero Lythrai no tenía esperanza alguna en que eso pudiera pasar. Se le ocurrió que quizás podría lanzarle una Resistencia de Oso a la Reina si de verdad todavía seguía viva... A modo de parche para evitar su pérdida. Bendito fuera ese hechizo, que la había ayudado tantas veces... Pero no dejaba de ser un parche. ¿Era eso lo más que podía hacer en todo lo que hacía? ¿Un parche antes de que los profesionales hicieran el verdadero trabajo? De todas formas la idea era estúpida: no funcionaba con los cadáveres y la soberana ahora era carne frita. -Jooooder...- volvió a taparse la boca esta vez con el dorso de la mano.

Ni siquiera tuvo las fuerzas para saludar a Lanzed Fonn'Aster después de tanto tiempo.

    Avanzo por el pasillo a toda velocidad siguiendo los pasos de mis compañeros hasta alcanzar lo que parecen ser los dormitorios reales. Lanzó una mirada rápida a la escena y de inmediato vuelvo la mirada hacia las mujeres. Ese gesto en sus caras... ¿Será preocupación? ¿Habrán logrado completar su parte del plan y tratan de ocultar la verdad o han fracasado? De ser lo segundo, no me hace falta tratar mucho esfuerzo para saber cual será la reacción de los dos guardias, especialmente cuando apenas hemos tenido tiempo a explicarles nada y lo próximo que vean sea esto. En previsión ante las posibles consecuencias de estos hecho, cruzo la sala a zancadas para recortar la distancia hasta llegar a la Comandante y la extraña mujer. Realizó una leve reverencia marcial e informo de nuestra situación justo antes de volverme con hacia la salida de este modo, si atacasen movidos por el dolor, al menos podré protegerlas.

    -Comandante, tal y como ordenaste, liberamos a los prisioneros.- No me gustaba seguir con aquella pantomima en un momento tan acuciante aún así mantuve un tono austero sin salirme de la línea. -Logramos llegar gracias al pasadizo secreto pero al otro extremo se encuentran nuestros enemigos, algunos de ellos poseídos por una maligna fuerza.- Ni si quiera me molesté en preguntar para saber si Yzlin decía la verdad o estaba siguiendo un guión o por la salud del Kobold, Hazir se había encargado de él, ni por preguntar por Theod. Solo me giré y esperé a ver la reacción de aquellos hombres, en principio eran nuestros aliados pero nada aseguraba que fuesen a actuar como tales.

-Hay que matarlos a todos. ¡Matarlos!- Mis nudillos quedan blancos por la presión mientras observo a cada uno intentando discernir lo ocurrido, nuestros salvadores -La armadura de metal, el encapuchado... ¿un quisashi? ¿Qué hace un hombre de las arenas aquí?- y lo posibles atacantes -Dos mujeres y un Kobold-