Partida Rol por web

Mithgannel,

Con gran confianza en tí misma, procedes a realizar un reconocimiento de las inmediaciones de la casa. En un principio, has intentado averiguar si había rastros de movimiento en el sendero principal o cerca de él, pero el terreno, alfombrado de hojas y vegetación, no es proclive a la impresión de huellas. Además, tu estado de impaciencia hace que decidas invertir tu preciado tiempo de concentración en obtener una perspectiva lo más amplia posible de la casa y de sus alrededores.

Por tanto, emprendes una amplia circunvalación al borde del claro, siempre al abrigo de los árboles y arbustos, y tu movimiento es tan fluido y silencioso que ni los pájaros interrumpen su trino cuando pasas al lado de ellos. Con extrema cautela pero ágilmente, avanzas y oteas en silencio, para asegurarte no ser de pronto descubierta. La información que obtienes es la siguiente:

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El sendero finaliza en la casa por el lado sur, ampliándose antes de llegar al pequeño claro donde está la casa hasta alcanzar unos dos metros de ancho.

La casa es de una sola planta, y está en avanzado estado de abandono, aunque el techo y las fechadas se mantienen íntegras. La que parece la puerta de entrada principal a la casa también da al lado sur, y a cada lado de ella hacen silenciosa guardia dos hombres de apariencia esterlinga, armados con lanzas y escudos. También llevan una vaina cruzada sobre la espalda, alojando lo que seguramente sea una espada larga.

En el espacio de 45 minutos aproximadamente en que has estado acechándoles, han realizado dos rondas de vigilancia alrededor de la casa, primero un esterlinga, luego el otro. En un momento dado se ha abierto la puerta y ha salido un tercer hombre de la misma apariencia y ha cruzado unas palabras con los guardias, pero no has entendido nada de lo que decían. Después ha vuelto a meterse dentro de la casa y nadie más ha vuelto a salir de la casa, ni nadie más ha llegado a ella.

En la cara oeste de la casa hay otra puerta, más ancha, de recia madera y algo destartalada, no vigilada y con un voluminoso cerrojo. Te da la sensación que puede ser una entrada para provisiones, pues en las casas de estas tierras se hacían entradas directas a la alacena, de ese tipo. En la cara este de la casa hay algunas argollas en la fachada y un pequeño techo voladizo, así como algunos restos de heno en el suelo. Da la sensación de haberse utilizado de caballeriza en algún momento, pero ahora mismo no se ve ninguna montura.

Las mejores coberturas para esconderse en la aproximación a la casa son dos: por una parte, la línea de frondosos arbustos que hay justo enfrente de los guardias, llegando por el sur. Ahí hay cobertura suficiente para todo el grupo. El otro punto de buena cobertura la constituyen las ruinas de una antigua casa de aperos que hay al suroeste de la casa, aunque sólo da cobertura para dos. En el resto de direcciones de aproximación a la casa la cobertura es algo menor, constando únicamente de los árboles del bosque, pero sin la existencia de ninguna barrera visual baja y tupida detrás de la que esconderse.

En cada lado de la casa hay ventanas de un metro de lado aproximadamente, todas ellas cerradas con contraventanas de madera. De no ser por la presencia de aquellos hombres del este, dirías que nadie ha estado en esa casa desde hace años.

Debe ser ya en torno a las 18.30, Mith, el sol empieza a reclinar...debes decidir qué haces.

Tras haber recabado bastante información de importancia sobre la situación del punto de encuentro con el emisario, Mith decidió retirarse con sigilo y encaminarse hacia Archet, para llegar a tiempo al encuentro con sus nuevos compañeros. Le habría gustado acercarse más al casa e intentar analizar el interior, pero tras pensarlo unos momentos prefirió no arriesgarse. Durante el camino trataría de pensar en alternativas sobre cómo actuar cuando estuviesen todos juntos, tanto en caso de querer sólo esperar y sacar información sobre el traidor de la guardia como en caso de preferir actuar ante la guardia de esterlingas.

Son las 19.00 de la tarde. Archet, el pueblo más septentrional de Bree, es una tranquila villa de unas treinta y cinco casas de piendra entre suaves colinas cultivadas. Al contrario que en Bree, la multitud aquí se ha diluido y sólamente veis pasar a unos cuatro o cinco rústicos trabajadores dirigiéndose a sus hogares con la caída del sol. Aunque aquí las casas están más separadas entre sí, se puede distinguir un centro de la villa como tal, y es ahí donde, a falta de mayor concreción, cada grupo de aventureros se ha dirigido tras sus respectivas pesquisas.

Los primeros en llegar son Bradoc y Rowen. Parece haberles sentado bien el paseo, puesto que se les ve por primera vez despojados de su inicialmente rígido caparazón. "Juraría que están sonriéndose" le dice Ruby Moss a Öter conforme llegan a su posición, dándole un codazo que podría haber sido más discreto, desde luego. Muy poco después, con pisadas tan ligeras que apenas el resto es capaz de percibir, aparece la elfa Mithgannel, quien todavía no ha bajado la guardia ni relajado su cauteloso caminar tras su breve incursión forestal.

Podría decirse que os alegráis de veros, lo cual no deja de ser curioso si pensamos que muchos os conocisteis esta misma mañana. Los intensos acontecimientos de las últimas horas han alargado la percepción interna de vuestras recientes experiencias, y os parece que hubiesen transcurrido días o semanas. A la vez, una desazonadora sensación de inseguridad ante los descubrimientos realizados y la proximidad de la cita en la casa de las afueras, ha ido creciendo en cada uno de vosotros hasta el punto de haber temido, con fatalidad, que alguno de los grupos no apareciese.

Pero aquí estáis todos, y sin apenas reservas procedéis a relataros lo visto y escuchado en las últimas horas. Tras escucharos con gran atención y lanzaros impacientes preguntas, os dais cuenta que, si bien os encontráis en Archet próximos a hacer frente a un primer momento de la verdad, parece ser que no va a ser el último y que este asunto puede posee más pliegues de los que se han estado mostrando desde un inicio.  

De una forma u otra todos habían descubierto cosas interesantes que confirmaban las sospechas de que que algo oscuro se estaba gestando en las entrañas de la guardia de Bree y en la zona de los túmulos. 

La joven sinda por fin había encontrado algo de donde tirar, y quería sacar todo el provecho posible de esa situación –Compañeros, entiendo que no quereis que nos descubran y que para vosotros es suficiente con conocer la identidad del traidor, pero considero importante no sólo saber quién es esta persona sino con quién trata y qué es lo que traman. Si nos pudiéramos acercar lo suficiente como para ver el interior de la casa o escuchar la conversación que tengan podría darnos una ventaja con respecto a sus planes. Si algunos montaran una distracción por la parte este de la casa, otros podrían intentar acceder a la casa por el portón del oeste. ¿Qué os parece?

Nos juntamos en Archet y tras relatar todo lo que nos ha acontecido a cada grupo en las pocas horas que hemos pasado juntos nos dirigimos hacia la casa del claro. Mith, en apenas unas horas hemos vivido tantas emociones que parece que lleváramos semanas juntos y la confianza se hace patente como para acortar nuestros nombres, nos cuenta todo lo que ha visto en el claro. Nos la situación y sus apreciaciones tácticas sobre el entorno. Tras el debate en nuestro camino cuando llegamos a las inmediaciones de la cabaña esta hemos llegado a un acuerdo.

Mith y yo nos acercaremos por el Oeste a la casa para ver si podemos escuchar algo y echar un vistazo pero sin exponernos demasiado. A la vez el resto generaran barullo en el otro extremo para facilitar nuestro acercamiento.

Llegamos al claro y reviso la situación, parece que la suerte esta echada, todo sea por mi primo Ramaviva. Nos agachamos junto a unos pequeños arbustos a esperar que nuestros compañeros lleguen a su posición y oigamos el ajetreo que suponga nuestra señal para ponernos en camino. Miro a Mith y le susurro.

- ¿Preparada?

Me preparo para acercarme sigilosamente intentando no hacer ruido y no ser detectados al menos antes de poder averiguar alguna cosa. 

Al juntar toda la información que lograron reunir los tres grupos por separado, parecía claro que algo no funcionaba como debía en Bree. Además, la presencia de los hombres del este era un claro indicador de que fuerzas extrañas se habían adentrado en la región. Sin duda la estabilidad de la zona pendía de un hilo.

— Si necesitáis una pequeña distracción — les dijo a los que se acercarían más a la casa — hacedme una señal, discreta si puede ser. Lanzaré una piedra en dirección contraria a la vuestra desde mi posición, a ver si así llamo la atención de los guardias.

Con suerte podrán volver todos a la posada antes de que sea completamente de noche y descansar algo antes de tener que encontrarse con los medianos.

Cuanto más se internaba en aquel turbio asunto más quedaban enredados entre en él. Se sentía como un pez atrapado en la red de un pescador. Por mucho que se moviera, por mucho que pudiera sentir el agua, su elemento, a su alrededor, las redes se pegaban más y más a él, sumergiéndole en un mundo nuevo y extraño de terror. Era muy probable que de haberse encontrado sola sus fuerzas hubieran flaqueado. Pero, al contemplar la determinación de sus compañeros era impensable echarse atrás. Eran un ejemplo a seguir, parte de su fuerza. ¡Qué extraño resultaba todo! Hace unos días se veía totalmente sola en un mundo anodino y ahora, ¡Estaba rodeaba de peligros pero también de amigos!
Tras escuchar a sus compañeros no pudo más que asentir ante el plan propuesto.
—Temo que mis habilidades en el campo de la discreción son bastante exiguas. Me quedaré atrás, con Bradoc, oculta bajo el amparo del bosque. Os apoyaremos de allí. Si algo saliera mal, corred hacia nuestra posición. Encontraríamos la manera de apoyaros desde la distancia. Y, si hubiera que pelear — no lo quisiera nadie — debemos hacerlo todos juntos.

Perfecto. Mith, entiendo que tu emprendes la misma accion de deslizarte hacia el porton del lado oeste a la vez que Ruby, aprovechando los instantes de distracción generados por Bradoc, correcto? Si es asi, haz tirada y os desvelo qué sucede proximamente! 

Mientras sus compañeros preparaban la distracción, Mithgannel esperaba con el mediano en un lugar propicio, cerca de las ruinas de la cabaña de aperos. Con una flecha preparada en el arco, asintió al pequeño explorador con una ligera sonrisa y el ceño fruncido. Respiró profundamente y avanzó hacia la pared oeste de la casa.

Con la bajada del sol, la casa adquiere una apariencia más inquietante que cuando Mithgannel la visitó a la agradable luz de la tarde. Ahora, el reflejo del sol poniéndose por las copas de los árboles - cuya frondosidad rompe la linea del horizonte por el oeste - tiñe de púrpura las tablas del techo y las paredes de piedra de la casa. 

A una distancia prudencial del claro os detenéis. Adivinándolos, más que viéndolos a través de los árboles del lindero, podéis corroborar que los dos esterlingas de la entrada relatados por la elfa siguen en su obstinada guardia, pero un nuevo elemento se ha añadido a la estampa. Y esta vez no son vuestros ojos los que lo perciben, sino vuestro oído: oís un caballo piafar en el lado este de la casa. Sin embargo, no se oye ningún sonido de cascos, con lo que parece estar quieto.

Durante el camino habéis planeado entre susurros la estrategia a seguir, y no os parece que el nuevo elemento equino sea suficiente motivo para variarla. Seguramente uno de los invitados a la cita habrá llegado ya en esa montura y la habrá atado a la antigua caballeriza de la casa. "Una lástima no haber visto entrar al jinete" pensáis en medio de vuestro nerviosismo. Pero hay mucho que hacer todavía y no es cuestión de achantarse con los primeros contratiempos.

Bradoc recoge una piedra del tamaño de un huevo con absoluta cautela, la sostiene en el aire unos segundos. Mira a Ruby y a Mithgannel, pidiendo su señal. Éstos se miran entre sí y se agachan en una tensa posición de arranque. Con un ligero cabeceo, Bradoc respira profundamente y lanza la piedra al lado este de la casa, no muy lejos del punto donde habéis escuchado el caballo. En ese momento, con la más absoluta ligereza, el hobbit y la elfa se deslizan hacia el lado oeste, pasando por detrás de las ruinas. El follaje bajo sus pies apenas emite un ligero sonido, pero los guardias parecen haber captado la disrupción en medio de su aburrida jornada, y se ponen alerta. Uno de los hombres del este se dirige a la zona donde ha caído la piedra, y se detiene a inspeccionar alrededor del caballo. El otro esterlinga, sin abandonar su posición de guardia, asoma la cabeza hacia donde está su compañero.

Esto ya no lo ven ni Ruby ni Mith, quienes contienen el aliento apretujados contra la madera del portón. Rowen, Bradoc y Otter observan cómo el esterlinga sigue inspeccionando en torno al caballo, cuando de pronto un sonido diferente a todos los posibles rumores que un bosque pueda emitir, una vibración del aire que no se parece a nada de lo que hayáis nunca escuchado antes, empieza a amplificarse sobre vuestras cabezas. Todos, también los esterlingas, desde vuestras posiciones eleváis instintivamente vuestras cabezas para ver qué está produciendo este rumor. En medio del cielo anaranjado, ya casi oscurecido, una sombra se va acercando en círculos: al principio es pequeña y la confundís con un murciélago, pero muy pronto comprendéis todos que no existe murciélago capaz de emitir semejante sonido con el batir de sus alas ni de alcanzar las proporciones que observáis cuando ya está a apenas cinco metros sobre el nivel del suelo. Desde luego no es un dragón, es bastante más pequeño, pero tiene una apariencia reptílea, con largo cuello y alas similares a las de las serpientes aladas de las que hablan las crónicas. Desde luego, no se parece a nada que hayáis visto antes, aunque a algunos de vosotros os vienen a la memoria algunos relatos de montaraces de las Tierras Altas a los que nunca disteis demasiado crédito... 

El esterlinga que estaba moviéndose en lado este se apresura a volver a su puesto junto a la puerta. Ambos se quedan allí, arrodillando una pierna mientras sostienen la lanza hincada en el suelo en solemne gesto, las cabezas reverencialmente inclinadas hacia abajo.

La criatura, sea lo que fuere, ha aterrizado frente a la casa y ahora está emitiendo toda suerte de gemidos, agudos y horrendos, dirigidos hacia el aterrorizado equino. Sobre la monstruosa montura veis descabalgar una oscura figura envuelta en túnica, alto y de anchas espaldas. En ese momento la bestia alada detiene los gemidos y el caballo poco a poco va dejando de relinchar, tranquilizándose. Con pasos decididos, la figura pasa junto a los arrodillados guardias sin aparentar reparar en ellos. En ese momento, la puerta se abre dejando ver un resplandor de luz amarilla que emana del interior y aparece un tercer guardia, vestido igual que los otros dos. Se agacha ante el recién llegado, dejándole pasar para cerrar justo después.

Petrificados de terror y sin apenar respirar, los tres héroes junto al claro observáis cómo la criatura empieza a olisquear alrededor suyo, primero hacia los esterlingas - quienes deben emitir un considerable hedor - pero poco a poco va orientando su coriácea cabeza en vuestra dirección, mientras empieza a emitir de nuevo el desagradable gemido. El esterlinga más cercano a vuestra posición se apercibe de ello y se acerca lentamente hacia las ruinas. En ese momento, con un brinco, sin dejar de gemir hacia vosotros, la bestia alada se eleva por encima de la casa, da una vuelta en círculos, y desaparece en el cielo del crepúsculo. 

LINK AL PLANO DE LA ESCENA

Bradoc, tú has oído hablar anteriormente de este tipo de bestias aladas. Lo escuchaste de boca de un montaraz borracho en una destartalada taberna de una aldea fronteriza de Rhudaur, en uno de tus últimos y más peligrosos viajes de escolta. El sujeto en cuestión, entre trago y trago, relataba a quien quisiera escucharle cómo había visto esas cinco de esas monturas surcando el cielo hacia las montañas Nubladas. Lo más inverosímil de esas historias es que, según decía el borracho, tales bestias pudieran admitir un jinete a sus lomos que las dominara a su voluntad. Ahora lo has visto con tus propios ojos.

Cuando estamos junto a la pared es momento de moverse rápido o retirarse antes de que nos pillen. La visión de aquellas bestia aterrizando no ha sido muy halagadora precisamente. Por lo menos ha levantado el vuelo de nuevo y se ha alejado del claro. 

Mientras saco mis herramientas veo como Mith saca su arco. Al menos alguien me protegerá mientras estoy entretenido en mi labor. Saco las ganzúas y algunas herramientas para abrir el cerrojo. Forcejeo con la cerradura con la esperanza de que sea capaz de abrirla.

La pareja de exploradores había llegado a la puerta oeste gracias a la distracción del dunlendino, pero ahora se encontraban en una situación muy delicada. Gracias a los Valar la terrorífica bestia alada se había marchado, pero al momento Mithgannel pudo ver a uno de los guardias acercarse a las ruinas de la antigua choza de aperos. En la penumbra pudo entrever las caras pálidas de los tres compañeros escondidos, y una gota de sudor frío resbaló de su sien al ver al hobbit temblando con el juego de ganzúas. Agachándose hasta su altura, la elfa intentó insuflarle coraje con una mirada cálida. Cerca del portón, respiró hondo, intentó controlar los salvajes latidos de su corazón y pegó la oreja para ver si podía escuchar algo del interior, pero las circunstancias no eran propicias para ello. Con el arco tenso, aguardó a ver si el guardia volvía a su posición.

— Esto nos supera... — susurró Bradoc a los dos compañeros que seguían con él bajo la protección del bosque.

La llegada de la criatura alada y de su extraño jinete inquietó a Bradoc al recordar viejas historias de taberna sobre esa misteriosa criatura. De acuerdo a esas historias, hacía falta una enorme fuerza de voluntad para dominar a esas bestias y, por lo que acababan de observar, la oscura figura era más que capaz de controlarla. Y su presencia en aquella pequeña e insignificante casa no hacía más que confirmar los más oscuros presagios.

— Espero que no los descubran — volvió a susurrar al ver como Ruby comenzaba a trastear con algo similar a una cerradura.

Por si acaso, Bradoc preparó su arco y colocó una flecha en él. No serviría de nada contra la oscura figura o su bestia, pero sin duda sí serviría contra los hombres del este en caso de que descubrieran a sus compañeros y tuvieran que emprender una rápida huida.

Sintió una mano fría y áspera atenazando su corazón, tirando de él con la misma simpleza que se retira una manzana de un árbol, arrojándolo a un pozo de dudas, miedos e inquietudes. Y mientras su corazón descendía hasta la boca de su estómago y el miedo calaba en cada uno de sus poros, la criatura aterrizó. Había leído bastante sobre aquello seres. Lo suficiente para saber de su gran poder y que, al igual que el cuervo que precede a la tormenta, tras ellos solo podía venir una cortina de oscuridad, villanía y maldad.
De súbito, todos sus conocimientos, todas sus aptitudes, ella misma, se le antojaron pequeñas, diminutas, insuficiente. Una parte de ella quería acurrucarse a un lado y llora. “Esto nos supera”, había dicho Bradoc.
—Cuánto más densa es la oscuridad, más penetrante es la luz que la cruza—dijo alguien, con serenidad, tratando de dar ánimos a los demás. Se dio cuenta de que había sido ella.
Se seguía sintiendo pequeña, insegura. Incapaz. Pero un mago debía de ser un pilar sobre los que los demás se sustentasen. Vio como Bradoc preparaba su arco. Ella pensó en echar mano a su daga o a su varita. Desde aquella distancia sería fútil. Sus compañeros estaban solos, pero era demasiado pronto como para temer por sus vidas. ¡Si hasta ahora habían podido permanecer ocultos nada indicaba que no pudiera seguir así!
—Si son descubiertos, tendrán que huir. Nosotros somos su apoyo —susurró, aunque sabía que la criatura y los guardias se encontraban demasiado lejos —. Necesitamos algo más que una flecha como distracción.
Se le ocurrió algo. Podría funcionar en el caso de ser necesario.
—Mantengamos la calma y esperemos. Nuestra misión es de reconocimiento. Obtengamos toda la información que podamos. Ya enfrentaremos a los monstruos otro día —sonaba tan llena de convicción que ni ella misma reconocía su propia voz.
Cierto, tenía miedo. Un miedo atroz que devoraba cada ápice de sus nervios. A la vez, tenía curiosidad por saber quién se encontraba detrás de aquel turbio asunto. Crecía en ella un fuerte sentimiento de deber. Debían llegar al final de aquel asunto, sacarlo a la luz y enfrentarlo.

Öter no era un experto en el subterfugio. Su poca agilidad, su ancho cuerpo y su pesada cota de malla no eran las mejores características para atravesar el claro hasta la casa, así que se quedó a la espera. Él hubiera preferido darle con su martillo en la cabeza a esos dos guardias, pero se mantuvo quieto, por el bien de todos.

- Si hubiéramos salido hace rato ya hubiéramos terminado con esto, somos más y podríamos haberlos machacado - Öter se colocó los pantalones y el cinturón, despreocupado, como si lo que hacían allí era perder el tiempo.

La situación estaba controlada. Aquellos dos guardias todavía no habían dado con sus rastros y parecía que por ahora todo iba a salir bien. Pero de repente, una criatura bajó del cielo, emitiendo unos sonidos terribles que hicieron que el enano se asustara y se le escapara el cinturón de las manos y se le cayeran los pantalones hasta los tobillos. Por suerte, no tuvo que agacharse mucho para colocarlos en su sitio mientras miraba a sus compañeros, los cuales, para su suerte, no se habían dado cuenta.

 - Hmm... - Öter frunció el ceño, aun más si cabe, mientras miraba a aquella criatura alada irse - extraño es que esta criatura aparezca tan cerca de estas tierras, no sabemos quién puede estar dentro de esa casa, tendremos que estar atentos - y escupió con enfado, mientras se armaba con el escudo y su martillo.

— Esto nos supera... — susurró Bradoc a los dos compañeros que seguían con él bajo la protección del bosque.

 - ¿Qué sabes de ese bicho? Espero que algo bueno, - ironizó el enano - porque como vuelva y descubra a aquellos dos tendríamos que ir en su ayuda ... y por el señor mediano, vale... pero por la elfa... - hizo un gesto con los ojos hacia arriba, resignado.

—Si son descubiertos, tendrán que huir. Nosotros somos su apoyo —susurró, aunque sabía que la criatura y los guardias se encontraban demasiado lejos —. Necesitamos algo más que una flecha como distracción.
Se le ocurrió algo. Podría funcionar en el caso de ser necesario.

- Yo mismo podría distraer a aquellos dos solos, no aguantarían el peso de mi martillo...  - susurró negando con la cabeza. Si por él fuera ya habría salido ahí fuera a dar martillazos, pero en el fondo sabía que no era la mejor opción.

Por eso, seguía con su típica cara de enfadado. Como cuando no dejas salir al patio a un crío chico.

"Cuida de ella. Con tu vida, si fuera necesario". Las nunca realmente pronunciadas palabras del maestro Aranuir resonaron de nuevo, con una claridad inusitada, en la atribulada cabeza de Bradoc, mientras tensaba la cuerda de su arco con absoluta lentitud. Se suponía que él debia dar seguridad a Rowen con su guerrera presencia, pero lo curioso es que era él quien se sentia a cobijo de cada una de las palabras de la dúnadan, susurradas en la penumbra en medio de aquella creciente amenaza. Algo en su corazón le impelía a saltar al claro, blandir su mandoble y terminar de una vez con todas aquellas sombras del Este y del cielo crepuscular que osaban cernir una perspectiva de peligro sobre el cada vez más preciado ser, fuerte y aun frágil, que se ocultaba detrás de él.

Por fortuna, un comentario justo a tiempo de un reavivado Oter puso fin, a base de realismo, a la ensoñación del dunlendino, quien en seguida conectó con el espiritu de su robusto compañero y trocó la anterior soflama romántica en solemnidad típica de las maniobras marciales. Tenian un plan de cobertura y defensa, solo debían esperar a que ocurriera, si es que llegaba a ocurrir.

La quietud había vuelto al claro ahora que los últimos aletazos de la bestia se habían n perdido en el cielo de aquella tarde moribunda, las sombras empezaban a adueñarse de las hasta hace poco distinguibles formas, y los tonos carmesíes del crepúsculo dejaban paso a la plana y muda escala de grises que gobierna en las horas brujas. Todavía podía aquel grupo de advenedizos visitantes distinguir la forma del esterlinga dando una vuelta alrededor de las ruinas de la casa de aperos, levantar la cabeza confundido y esperar quieto en el sitio, sin aparentes intenciones. 

No muy lejos de allí, en el portón, una batalla milimétrica se libraba entre los dedos de un angustiado hobbit de la Comarca. En algún momento se le cruzó en su mente la - ahora ridicula - idea que le habia hecho venir a Bree y resonaron en su cabeza los consejos de su conservador padre - "nunca te alejes demasiado de casa, es perjudicial para la salud". Todavia haria falta algo más de tiempo y de maña para resover aquel condenado cerrojo. Por suerte, estaba siendo suficientemente silencioso en su maniobra y la presencia hiératica de la elfa a su lado, en posición de disparo, le conferia una quebradiza tranquilidad. Ruby sentia sobre él todo el apoyo, esperanza, y atención del grupo: terrible, insoportable sensación. 

Sentía el aliento de Mith mientras con su arco cubría mi maniobra y las miradas del resto de mis compañeros desde el bosque. Aunque aparentemente la cerradura parece fácil de abrir a la hora de la verdad es mas compleja de lo que parece. Ruby sigue forcejeando con el cerrojo durante varios minutos.

Por suerte a su alrededor la noche por el momento parece serena, aunque la tranquilidad no es total porque no pueden ver a los esterlingas desde su posición. La cerradura se resiste y quizá es un buen momento para ver si podemos obtener algo de información del interior de la cabaña sin entrar por esas puerta.