Partida Rol por web

No había pasado un minuto cuando Draon apareció por la puerta, precedido por el guardia que había salido en su búsqueda

- Estaba de camino - dijo Draon, enjugándose el sudor de su frente - en cuanto me llegó la noticia salí hacia aquí. Por la naturaleza de mi trabajo, me veo obligado a aparecer allá donde el peligro sobrevuela. Alteza - se arrodilló con respeto al identificar a la Reina y a su hija - imagino que querrá ponerse en camino cuanto antes. Mi agencia está a su total disposición, como no podría ser de otra manera. ¡Ah! Incluso quiso la casualidad que se encuentre aquí presente el señor Bradoc, que tenía prevista su escolta en cuanto su Majestad llegase a Bree y desease continuar travesía hacia su destino. Lamento que las circunstancias hagan que esta partida deba precipitarse.

- Esta noche mis hombres vigilarán la posada, especialmente los aposentos de la Reina y la Princesa. Mañana a primera hora se dispondrá la partida de la comitiva, en total discreción según se nos ha ordenado. Vos, señor Bradoc, abandonaréis la misión que teníais encomendada y escoltaréis a la familia del Rey, como es su deber como empleado de la agencia del señor Draon y como súbdito circunstancial del reino de Arthedain, en virtud del compromiso alcanzado conmigo ayer mismo, que continúa en vigor aunque se altere la naturaleza de la misión. En el momento en que la Reina y la Princesa sean depositadas de forma segura en su destino quedará eximido de ese compromiso y será siempre bienvenido en Bree y en cualquier otra ciudad de Arthedain.

Bradoc asintió levemente con la cabeza, comprendiendo que no tenía alternativa. Podía sentir las miradas de conmiseración de sus compañeros clavándose en su rostro, y la de Rowen por encima de todas las demás, pero no se permitió a sí mismo mover un solo músculo. 

- No hagas esto más difícil, Grimbrand... es inútil - dijo el enano esquivando de nuevo el ataque de su compatriota -. Podría hacerte papilla ahora mismo... - Öter apretó con fuerza el martillo en un intento de devolver el ataque pero se resintió como nunca pensó que lo haría.

En ese momento, la Guardia Real llegó entre tanto caos para poner orden, entre lo que Grimbrand sería parte, pues fue esposado. Öter lo miró, victorioso, y aunque le hubiera haber tenido duelo con su compatriota, tendría que esperar. Poco a poco la normalidad fue llegando al salón, una normalidad no de agrado. Los hombres de Bree hacían todo lo posible para sacar a las personas que allí estaban, algunos en mejor estado... otros en peor...

- ¡Estáis todos bien! - exclamó el enano al ver a sus compañeros - ¡Qué alegría! - dijo alternando la vista entre unos y otros.

Assiane desvió la atención del enano, pues no había contemplado su belleza tan de cerca. Su historia era conocida para el enano, los Haradrim servía al Mal y al señor de Mordor, aprovechándose del engaño y el poder... y el miedo. Muchos de los hombres se resistían a servir a La Sombra, pero pocos podían negarse.

- Una misión muy importante, señorita Assi...

Una señor mayor los interrumpió. Öter no sabía quién era, no la había visto nunca, pero tras llegar Meneldir y Draon, conocido del bueno de Bradoc, la situación comenzó a estar más clara para el enano.

- Me va a estallar la cabeza... - susurró por lo bajo poniendo una mano en su frente, mientras negaba con la cabeza - todos gritando y hablando de lo suyo... 

Tras conocer quién era quién, el enano sintió una pena por las palabras de Meneldir. Cuando terminó, miró a Rowen, quien estaba apenada.

- Señor Bradoc - dijo el enano, poniendo una mano en el hombro del humano a duras penas, que casi tuvo que agacharse -, aunque su destino no sea el mismo que el nuestro, siempre viajará con nosotros. Que su espada siempre vaya con usted. 

Después tras dirigirse a su compañero y escuchar las palabras de los demás, preguntó a Meneldir.

- ¿Qué harán con el enano, señor?

Meneldir contestó raudo a la pregunta del enano:

- Por el momento Grimbrand está detenido únicamente por intento de agresión contra usted, maese enano - dijo pausadamente - A sus compañeros enanos también se les tomará declaración. ¿Tenéis algo más que declarar en su contra?

Öter carraspeó y dio un paso al frente, mientras se ponía las dos manos entrelazadas tras la espalda.

- Si tiene suerte de sacar algo a esos testarudos enanos, y está mal que yo lo diga - dijo el enano con una mueca irónica -, decirle que las intenciones de este compatriota mío no familia, que quede claro, eran oscuras. Tramaban algo y estamos seguros en relación a lo que nuestra misión se refiere  - Öter señaló a sus compañeros con la cabeza -. Aquí la dama elfa y el señor mediano pueden aportar más pruebas, seguramente - hizo una pausa -. Por cierto, ¿dónde está el hombre del puro? Ese malnacido tenía algo que ver - dijo mirando a los lados.

Todo sucedió muy rápido y finalmente no terminó tan mal como la elfa podría haber esperado. Gracias a la sorprendente astucia y contención del enano, la pelea de bar que su conocido buscaba no fue tal y los guardias de la reina intercedieron a favor de Öter. Y gracias a los Valar la guardia de Bree también hizo presencia inmediatamente, con lo cual la sinda pudo sentirse aliviada.

Bajó las escaleras apoyándose en el pasamanos, tratando de respirar profundamente ahora que el aire se notaba nuevamente limpio. Mithgannel hizo una reverencia a la realeza y luego se acercó a sus compañeros para abrazarlos y comprobar que se encontraban bien. Con cierta premura y en un corrillo se pusieron al día y comentaron lo que había descubierto cada uno durante la actuación de la bella Asianne.

—Le agradezco su desempeño, señorita Asianne. Me consta que, de alguna forma, su presencia ha ayudado en la mitigación de ese terrible veneno. Y a vos también, Gilthanneth, por vuestro coraje —comentó Mith, dedicándoles una tierna sonrisa a ambos.

—Oh, muchas gracias por aparecer, señor. No sé qué habríamos hecho sin su intervención —dijo luego dirigiéndose a Meneldir con rostro algo mas serio, posando la mano sobre su brazo como gesto de aprecio. —Ahora bien, lo que hemos descubierto puede complicar nuestros siguientes pasos. Debemos hablar... en privado, señores —continuó diciendo, mirando también al señor Galeof.

Luego hicieron llamar al director de la agencia privada de escolta, viejo conocido de Bradoc. A la elfa le pareció un poco sospechoso el hecho de que el señor Draon apareciera tan rápido a la escena, puesto que no había pasado mucho tiempo realmente desde que se había desatado el follón. Además, según la descripción que le había dado Öter sobre el tipo del puro, Mith pensaba que podría tener algún parecido.

Con ello también llegaría el cambio de planes para Bradoc. La sinda esbozó una mueca de disgusto, aunque pensaba que sería lo mejor para él, teniendo en cuenta el cariz oscuro que estaban tomando las cosas.

El enano fue el primero en dedicarle unas palabras a su sobrino. Y mientras el resto de compañeros se estaban despidiendo de Bradoc, ella se acercó y se inclinó ligeramente hasta el oído del ahora apreciado naugrim para comentarle sus conjeturas.

—Öter, no seas descarado pero fíjate, despaaaacio, en el señor Draon. ¿Es posible que te recuerde de alguna forma al que pensamos que es Cormac, aquel peculiar sujeto del puro que te asaltó en las escaleras? Si es así, ¿por qué no te acercas con disimulo? He oído que los enanos se vanaglorian de tener gran olfato. Si notas olor de puro, quizás... —murmuró Mith al enano, para motivarlo a atar cabos.

Al fin y al cabo él era el único que había visto a ¿Cormac?, por lo menos durante un instante. Y si la memoria de los gonnhirrim no fallaba es posible que Öter sí notara cierta similitud y la loca teoría de la elfa fuera acertada. La elfa esperó a la respuesta del enano y luego se apartó y lo dejó en sus cavilaciones.

Ahora tenía que hacer algo que no querría tener que hacer, aunque pensaba que sería lo mas beneficioso para él. El semblante de Mith tornó cuando le tocó el turno de despedirse de Bradoc. Tomó al joven mestizo de la mano y lo apartó unos pasos de los demás.

—Bradoc, yo... me alegro tanto de haberte conocido —comenzó diciéndole, con la cabeza gacha y jugando primero con sus manos y luego mirándolo directamente con ojos penetrantes. —Como sabes, una vez salí de los Puertos Grises mi vida cambió para mal. Todo fueron desastres, penurias, dolor, soledad. Una de las pocas cosas buenas que me han ocurrido en estos meses ha sido encontrarte. ¡Y qué calor podrá esta noticia insuflar en los corazones de mis padres! —dijo con ojos brillantes al pensar en ellos.

Mith se secó los pómulos y la nariz con la manga de la camisa y continuó —Ahora no mires atrás, nosotros estaremos bien. Debes trabajar para la reina. Es una tarea muy importante. Pero cuando termines el trabajo, prométeme que viajarás a Mithlond. Busca allí a Naurdhôl. Es un conocido pescador, amigo de tu familia de sangre elfa. Él te reunirá con tu tía Gilmith, y tus abuelos, en Forlond.

La sinda abrazó fuertemente al muchacho entre lágrimas y, tras unos momentos para recobrar la calma, se centró nuevamente en la importante situación que tenían entre manos.

El enano frunció el ceño mientras la elfa le sugería aquella maniobra. Se quedó un rato pensando y la miró, la elfá asintió lentamente. Öter se acercó lentamente aprovechando  las despedidas de sus compañeros con Bradoc para no llamar mucho la atención.

Ahora que parecía que llegaba la calma a aquella taberna Ruby se paro a coger aliento de nuevo. Lo primero que hizo el mediano al llegar a aquella gran sala fue escabullirse hasta aquellos asesinos para recoger su daga. Le había acompañado en numerosas ocasiones y no quería dejarla en aquel barullo. Tras recuperar el arma se acerco a Mith para susurrarle cerca del oido algunas palabras.

 — Quizá deberíamos hablar con Melendir en privado y enseñarle lo que hemos encontrado en la habitación de ese enano. O piensas que es mejor esperar a un lugar mas adecuado.

La información se agolpaba en su pequeña cabeza. Habían pasado muchas cosas en poco tiempo y no sabía que hacer en aquella ocasión. Sintió algo de tristeza cuando supo que Bradoc acompañaría a la reina y no iría con ellos. Se acerco a él y le dio un fuerte abrazo de despedida.

— Si alguna vez pasas por la Comarca no dudes en hacer una visita, no faltara una buena comida y una rica jarra de hidromiel.

Öter escuchó la teoría de la elfa por la cual Draon podía ser el hombre del puro. La verdad es que era difícil captar algún olor distinguible en aquel ambiente. Pensó por un momento e intentó hacer memoria con un rictus de concentración, para terminar mirando a Mithgannel con una cara que decía las estériles palabras "ni confirmo ni desmiento". 

Parecía que los aventureros querían hablar en privado con Meneldir para explicar todo lo que habían encontrado en la habitación enana. Meneldir y Galeof pidieron a Ham que les prestara una estancia privada y allí se dirigieron los cinco aventureros y los dos miembros de la Guardia. A la Reina Stansa no le gustó esta exclusión y protestó airadamente. Por suerte la más conciliadora Elina estuvo presta en apaciguarla.

Ya en privado, Meneldir y Galeof escucharon las sorprendentes revelaciones y acordaron llevar a todos los enanos al calabozo y  detenerlos por presunto expolio del tesoro de los Túmulos. Sin embargo, era importante tirar del hilo de Cormac e ir al encuentro de la caravana al día siguiente al mediodía según se citaba en la nota.

- Nos encargaremos de ello mientras vosotros marcháis hacia los túmulos, la misión no puede retrasarse más - dijo Meneldir, solemnemente. Si descubrimos información relevante enviaremos un mensajero en vuestra búsqueda, haced vosotros lo propio si descubrís en vuestro camino alguna relación con este hilo.

De vuelta al salón, escucharon a Draon dirigiéndose a Asianne:

- Su vida está amenazada, bella dama. Si usted me lo permite, mi agencia estaría encantada de darle oportuna escolta hacia un nuevo destino donde no se la espere, tal vez así podrá despistar a quienes andan detrás de vos. 

La bella danzarina pareció estar de acuerdo y quedaron en verse a primera hora para definir los detalles de la partida.

Se había hecho tarde y los aventureros se sentían tremendamente cansados. Tal vez iba llegando la hora de ir a dormir. Cuando se quedaron solos, una apenada Rowen recordó que disponía de fuerzas para encantar de nuevo los huesos esterlingas que se habían utilizado hasta ahora.

- ¡Qué paguen por lo que han hecho! - exigió el enano mientras daba un golpe en la mesa - ¡Son unos bellacos!

Las decisiones iban poniéndose sobre la mesa en aquella habitación privada. El enano, todavía muy enfadado por la traición de sus compatriotas, pedía que el castigo estuviera a la altura. Pero poco a poco, comenzó a calmar sus ánimos debido a las decisiones del señor de la guardia de Bree.

- Esperemos que mañana no tengamos ninguna sorpresa de camino a los túmulos, a saber qué tendrían planeado - dijo el enano entrecerrando los ojos y mirando hacia un lado, desconfiado -. No obstante, al menos sabemos lo de ese tal Cormac... esperemos que sea de las pocos obstáculos.

El enano seguía pendiente de las demás conversaciones, muchas personas de distintas clases estaban implicadas aquella noche en aquella habitación, lo que le parecía muy curioso.

La elfa esbozó una mueca de disgusto cuando Öter no pudo confirmar su teoría. Luego le dedicó un gesto de agradecimiento a la princesa, cuando decidieron tener una reunión privada con los jefes de la Guardia.

Una vez en la sala privada, aportó las pruebas que había obtenido junto al mediano. Hizo hincapié en el hecho de que las dos notas parecían provenir de la misma persona, y recalcó la importancia de una buena planificación para que la redada del carruaje con "el cargamento" llegara a buen puerto.

—A propósito de las notas y el tipo de letra, creo que podría ayudarnos en la búsqueda de Cormac. El agente Draon me parece sospechoso —espetó Mith.

Meneldir y Galeof arquearon sendas cejas como pidiendo una explicación. Tras una pequeña pausa, la elfa continuó.

—Ha llegado sorprendentemente rápido a la taberna después de los incidentes, y según la descripción de Cormac que dio maese Öter, podría tener un aire a él. No puedo acusarlo de nada, no tengo pruebas para ello. Pero no creo que hiciera mal a nadie el poder descartarlo, ¿no? Tal vez podrían ir con cualquier excusa a su oficina y cotejar alguno de sus documentos con la letra de las notas que tenemos. O quizá también le podrían hacer redactar algún informe con respecto al trabajo con la reina, por ejemplo. O si no ponerle algún espía que sea su sombra por al menos una semana, para ver si hay algún patrón sospechoso... 

La elfa hizo un barrido mirando a sus contertulios, algunos de los cuales parecían no comprender lo que trataba de decir. 

—Lo sé, lo sé, no tengo pruebas. Es simple intuición femenina, élfica, o como quieran llamarlo. Pero no pasaría nada por descartarlo, teniendo en cuenta el tipo de servicios que ofrece.

—¡Oh, señor! Disculpe, si van a requisar todas las posesiones de los enanos, ¿sería posible, tal vez, llevarnos al menos un par de esos amuletos? Según dijo uno de ellos les había ayudado a protegerse.

Una vez terminada la reunión, Mith se iría a descansar con sus compañeros, no sin antes pedir a la dúnadan que insuflara sus dones en los huesesillos mágicos.

Se habían ganado la confianza de Melendir y no tuvo ningún problema en buscar un lugar discreto. Mith y el propio señor Moss les contaran las averiguaciones en la habitación del paisano de Öter. Le enseñaron la nota y las monedas, que no dejaban dudas de la culpabilidad de aquellos enanos. Ahora quedaba averiguar quien se escondía bajo el nombre de Cormac y cuales eran sus verdaderas intenciones.

Mithgannel menciono los medallones de los enanos, el mediano con el colgante recogido en la habitación de Grimbrand guardado a buen recaudo, rápidamente intervino en la conversación.

— Según presumió alguno de esos enanos ante nuestra compañera aquí presente, los colgantes les habían protegido en los túmulos. Si nos vamos a adentrar en esas tierras, donde todo apunta que encontraremos fuerzas del mal, mejor ir protegidos.

Ruby siempre había escuchado historias en la Comarca sobre aquellos parajes. Es posible que una parte de aquellas viejas leyendas fueran inventadas para proteger las tumbas de aquellos antiguos reyes, pero porque arriesgarse. El guardo el que había encontrado sin sacarlo en aquella reunión pero contar con alguno más podía ser útil para su expedición.

— Miren esta otra nota. — Sacando la pequeña nota que portaba el mensajero encontrado en la habitación de Ossandrei. — La letra coincide exactamente con la nota que acabamos de encontrar. Esta claro que el enlace del traidor que se encuentra en el calabozo de la guardia es el propio Cormac. Encontrándolo podremos resolver muchos de los enigmas que actualmente tenemos encima de la mesa.

Una vez puestas todas las teorías sobre la mesa era tarde. A la mañana siguiente deberían partir para una importante misión y era recomendable estar descansado, no sabían cuantos días estarían en tierras extrañas. 

— Creo que es hora de retirarse, tenemos que descansar para lo que nos espera. ¿Es responsable pasar la noche en nuestras habitaciones del Descanso Real o es mejor retirarnos a las habitaciones de la guardia?

Ruby espero que todos opinarán sobre aquel punto pero empezaba a impacientarse por ir a la cama. Había vivido muchas emociones y necesitaba descansar y recuperar fuerzas.

La teoría de Mithgannel vino a complicar aun más las atribuladas cabezas de los capitanes de la Guardia, que parecieron sopesar las recomendaciones de la elfa al respecto de Draon - cotejar la caligrafía, espiarle, etc - pero no se pronunciaron al respecto. Había demasiado que esclarecer todavía y aquel nuevo cabo suelto era la gota que colmaba el vaso.

Al menos habían desbaratado los planes de aquellos enanos. Con respecto a lo de confiscarles los medallones, Meneldir ponía recelos, arguyendo que despojar a los presos, todavía presuntos, de sus efectos personales era contrario al derecho entre los Pueblos Libres, y no le gustaría generar un conflicto diplomático entre el reino de Arthedain y el pueblo enano de las Montañas Azules si Grimbrand era un personaje influyente en su tierra. Acabó diciéndoles que lo pensaría durante la noche y tendría una respuesta a la mañana siguiente, pero que no confiaran en ello. El medallón de Grimbrand, al menos, sí podían llevárselo a la expedición, puesto que había sido encontrado junto al resto de pruebas de la fechoría enana y podía hacer la vista gorda.

Ante la pregunta de Ruby Moss al respecto de dormir en la posada o en la torre de la guardia, Meneldir fue tajante al respecto: la posada iba a estar blindada toda la noche por la guardia, además en la torre de la guardia no había espacio para ellos. Los aventureros se quedaron tranquilos con la respuesta y poco a poco se fueron despidiendo de todos los presentes.

Por fin en sus aposentos, Rowen accedió a la petición de Mithgannel e impuso las manos sobre el hueso esterlinga que había perdido todo su fulgor. 

Mientras Rowen desataba sus habilidades sobre los huesillos, Mith pidió al resto de compañeros unos minutos antes de despedirse para ir a dormir.

–Disculpad, sé que para todos ha sido un día duro. Estamos cansados y mañana comenzará la verdadera misión por la que fuimos reunidos. Pero si no lo hago ahora, luego será complicado. Lo que os voy a contar es una historia disparatada. Cuando yo la escuché no sabía qué pensar, y aunque no puedo contaros como lo sé, por favor os pido que confiéis en ella pues es la verdad. Y es importante, ya que ella será parte de nuestro grupo y espero que con ello podáis confiar en ella. Eso sí, sed discretos. Escuchad el pasado de Léah tal y como ella me lo contó.

Mi familia era una poderosa casta de esta ciudad durante muchas generaciones. Eran allegados de los Príncipes de Dol-Amroth, gobernantes de Belfalas y a su vez allegados al Senescal de Gondor. Pero yo era una muchacha terriblemente inquieta y despreciaba la vida en palacio y el destino cortesano que mi entorno me tenía reservado. Así que empecé a escaparme de mi jaula de oro, primero durante todo el día, y después hasta semanas enteras. Me quería ganar la vida por mi cuenta. Fuí entrando en contacto con personas de toda índole, aventureros y gentes cuyas vidas que me atraían enormemente. Buscaba desesperadamente a alguien que me instruyera en el combate, pero nadie me tomaba en serio, por mi condición de mujer -  una muchacha, además - y mi origen que, aunque intentaba esconderlo, no siempre podía disimular. Hasta que un día conocí a una cofradía oculta de asesinos que se dedicaban a dar muerte silenciosa, tras un laborioso estudio previo, a quienes consideraban que eran agentes propagadores del mal, que hacían más daño que beneficio sobre este mundo. Inicialmente nuestro campo de actuación se limitaba a Dol-Amroth, pero poco a poco fuimos expandiéndonos en misiones cada vez más ambiciosas y lejanas. Nadie usaba su nombre real ni daba datos de su procedencia. Yo me llamé Léah. Aprendí mucho con ellos, no sólo de artes de combate, sino de todo tipo de habilidades que necesitábamos para infiltrarnos en los entornos de los "señalados" y darles su merecido. Un día, nuestro líder se dirigió a mí para una misión extraordinaria: había trabado conocimiento con un poderoso mago, de nombre Galathas, que había servido junto al Senescal de Gondor en Minas Tirith - en vuestra época se llama Minas Arnor. Este Galathas se había dedicado a estudiar el Palantir que se ubicaba en esta ciudad, custodiado por el propio Senescal, una de esas poderosas esferas en cuyo interior pueden verse escenas de cosas que están ocurriendo en sitios lejanos e incluso en tiempos lejanos. Cuanto más poderosa fuera la voluntad de quien lo utilizara, y la de Galathas lo era mucho, más dominio tendría sobre lo que se podía encontrar a través del Palantir. En definitiva, Galathas descubrió a través del estudio del Palantir y de muchos libros de Historia, que en esta época vuestra se dieron las condiciones germinales del Mal que ha llegado hasta nuestros días. Un mal que tiene múltiples orígenes, pero que de forma mayoritaria cristalizan en algunos seres perversos y poderosos de esta época, y en esta zona de Eriador. 

Galathas había encontrado la forma de realizar un poderoso encantamiento, único en la historia de la que se tenga constancia, y cuya inversión de poder era tal que con toda probabilidad se llevaría la vida de quien lo realizara. Pero Galathas estaba dispuesto a dar su vida por esa causa. Sólo necesitaba una persona capaz de eliminar a los objetivos que él había podido determinar a través del Palantir, a veces sin tener de ellos más que algunos vagos detalles. Así es como entró en contacto con mi cofradía, que por entonces ya se había ganado una buena reputación: eficaz, mortífera y justiciera. Aunque evidentemente seguíamos trabajando al margen de la ley. A mis veintidós años, aquello era lo más magnífico que podía ocurrirme. No tuve ni que pensarlo. A pesar las implicaciones, pues el regreso de aquel viaje era impensable.

 Uno de los efectos que tuvo mi viaje, fue que al llegar aquí había olvidado cualquier cosa relativa a mi época. Es decir, podía recordar las lenguas que hablaba, y mantenía mi conocimiento general del medio - era capaz de cazar o montar a caballo, y sabía que un año son trescientos sesenta y cinco soles - pero no sabía nada de mi historia ni la de la Tierra Media. Por suerte, Galathas me avisó de que tal cosa podía suceder, y preparé mis últimas semanas antes de la partida en escribir las cosas esenciales de mi origen y procedencia, el motivo de mi misión y otras cosas que consideré importantes, como mapas de vuestra época. Las llevo tan pegadas a mi cuerpo que ni los brutos del Este consiguieron encontrarlo, por suerte - mostró un librito con tapas de cuero de un bolsillo interior en su torso y volvió a guardarlo rápidamente - En cualquier caso, no hubiera sido tan grave, pues a estas alturas ya me lo sé de memoria. Ha sido mi única lectura durante tantas y tantas noches de viaje. Pues desde Dol-Amroth, mejor dicho, desde Dor-en-Ernil, hice mi viaje en solitario, acechada por los huargos y las patrullas orcas. Vivís en una época convulsa, Mithgannel. Bonito nombre, por cierto, es puro sinda. ¿Ves?, ¡ese tipo de cosas no las he olvidado! Mi nombre real, el nombre que me pusieron mis padres, no lo conozco. En mi libro sólo escribí el nombre de Léah. Quería que mis vínculos con mi pasado desaparecieran, y sólo disponer de un nombre, el que me definía para el cumplimiento de mi destino.

Hace aproximadamente un año llegué a Fornost, que por ser la capital de Arthedain era donde más materia para mi misión podía encontrar. Varios de los objetivos marcados por Galathas estaban vinculados a esta ciudad, pero en algunos casos eran tan vagas las pistas que había que realizar largas pesquisas. Poco a poco me fui haciendo con mucha información, eliminé algunos objetivos inequívocamente mezquinos y me di a conocer en los círculos más ocultos. Entonces ese tal Morthac llegó hasta mí, al parecer conocía algunos de mis "trabajos" y me pintó a Aranuir - pero, ¿cómo conoces el nombre? ah sí, se me olvidaba que transitas mentes ajenas - como un ególatra de poder desmedido que estaba colaborando silenciosamente con el mal de Angmar. Evidentemente ese Morthac no me dio su nombre real, pero por descontado también le investigué. Vivía con un mago anciano en unos aledaños poco frecuentados de Fornost. No pude ver nada sospechoso en él, así que me dirigí hacia Bree para estudiar a Aranuir".

Terminada la historia, Mithgannel guardó silencio, escrutando con la mirada los rostros de sus compañeros, especialmente el de la dúnadan. 

Mith y el señor Moss iban uniendo cabos y descubriendo todas las nuevas que habían hallado en los aposentos de los enanos. Desde nombres a notas y amuletos, supuestamente útiles para la exploración de los túmulos. Los gestos de Meneldir y demás guardias eran de confusión, estaban teniendo que tomar muchas decisiones en poco tiempo.

El enano se giró ante las palabras de la elfa, que pidió un último momento antes de que el grupo se retirara a descansar para la misión que tenían encomendada al día siguiente. Su relato comenzó con la nueva integrante, Leah.

- Ya sabía yo... - dijo el enano mientras se apoyaba en la pared cruzando los brazos -. ¡Magos, Palantir...! ¿Viajes? Os dije que no me convencía esa joven, ¿se lo dije o no, señor Moss? Pero los elfos y los asuntos mágicos... siempre andando a la par - dijo haciendo una ademán con la mano, mientras giraba la cabeza hacia otro lado -. ¡Un buen martillo es lo que hay que llevar a esos túmulos! A Grimbrand y los suyos no le hacía falta nada más. Pero bueno... si Mithgannel sigue empeñada en que nos acompañe no seré yo quien se oponga, ya di mi opinión en su momento.

El enano no estaba enfadado, pero toda esa historia de magias y encantamientos no le convencía.

- ¿Os creéis semejante cuento? Por favor... - arrastró la silla más cercana hacia él para sentarse, con los brazos cruzados.

Mithgannel concluyó la embrujadora historia de Leah tal cual se la había relatado ésta, sobre lo que pasó cuando la asesina, instalada temporalmente en la casa de las afueras, espiaba la morada de Aranuir y le vigilaba para confirmar si el viejo mago merecía la muerte:

Tras días y noches vigilando a mi presa, sólo vi a un viejo que pasaba sus días estudiando en su casa apartada de la ciudad y cuidaba de su pequeño huerto. De vez en cuando recibía a algún visitante. Todos inofensivos. Me disponía a retirarme definitivamente de la zona, cuando llegaron aquellos rudos soldados del Este. El resto de la historia ya la conoces. 

La incrédula y airada reacción de Öter ante la historia de Lèah contrastaba con el recato con que Rowen, la dama dúnadan, escuchaba a todas y cada una de las palabras de aquella historia con las que se ponía una rúbrica sorprendente a un día agotador. Al principio permaneció muda, mirando al suelo con sus grandes ojos oscuros, sin pestañear. Después habló:

- Queridos compañeros, si debo dar crédito a lo que acaban de oír mis oídos, debo entonces abandonar la misión y abandonaros a vosotros, con gran pesar de mi corazón. Morthac y yo, ya lo sabéis, somos rivales y aprendices ambos de Enuanor, el hermano de Aranuir. Ese malnacido ha buscado la muerte de Aranuir para perjudicarme a mí, pues no podía soportar que yo fuera la favorita del maestro. Debo volver a Fornost y enfrentarme a él - tras una breve pausa, añadió - No juzgo a Lèah, en realidad le doy gracias pues tuvo suficiente capacidad de discernimiento para entender que había sido engañada antes de concluir el ominoso encargo. Creo que podéis confiar en ella, desprende una energía confusa aunque noble - miró a Öter a propósito, y se dio cuenta que incluso él, tan opuesto a la magia por raza y por cuna, había recibido con grave pesar la noticia del abandono de la maga.   

Tras levantarse a recoger y agrupar sobre su lecho sus escasas pertenencias, Rowen añadió con una voz pausada y teñida de gran tristeza:

- Mañana al amanecer, antes de que despertéis, dejaré esta posada y este pueblo. Prefiero que no me veáis partir, mi corazón es frágil y no quisiera comenzar el nuevo mandato de mi destino con tan gran pesar. Os deseo mucha suerte en vuestra misión. Estoy segura de que tendré noticias de vosotros, si es  que es voluntad de mi destino el que permanezca algo más de tiempo sobre la tierra. Doy gracias a los Valar por haberos conocido.

Y lanzó una mirada de gratitud a todos sus compañeros, reservándose para el final a Bradoc, que asistía con gran estupor a este nuevo giro de los acontecimientos. Rowen corrió la cortina que separaba su lecho del resto de la habitación, y ya no se oyó ningún ruido. Aunque no podían verla, el resto de sus compañeros sabían que la maga no dormía.   

–¡Ah, por la paciencia de Aüle, enano cabeza hueca! ¿Es que no entiendes lo que eso implica? Según lo que ella atestigua, lo que estamos viviendo ahora no tendrá un final feliz para los pueblos libres en nuestra época. Ni en las próximas generaciones. Es por ello por lo que ella ha sido enviada aquí. Y por lo que posiblemente uno de los eruditos mas importantes de la historia ha dado su vida –dijo Mithgannel mientras se alzaba, iracunda cuando Öter volvió con la misma cantinela de siempre. Elfos, magia, problemas.

La sinda quedó unos instantes aguantando la mirada al ceñudo naugrim, y luego tornó el gesto y se derrumbó sobre el asiento.

–¿Sabéis? Cuando me topé con vosotros yo sólo tenía en mente una cosa. Venganza. Justicia para mi familia. Estaba llena de odio, sufrimiento y soledad. Gracias a vosotros y a esta dichosa misión en la que nos hemos visto envuelto he vuelto a descubrir muchos sentimientos que estaban arrinconados en lo mas profundo de mi ser.

El rostro de la primera nacida comenzó a ser recorrido por pequeñas lágrimas. 

–He descubierto que mi amado hermano sigue vivo, pero que ya no es él. He descubierto que tengo un sobrino que ahora marchará lejos. He descubierto la camaradería y el cariño de parte de todos vosotros, y también he descubierto que mis problemas son sólo una pequeña parte de los que gobiernan el mundo. Ésta misión nos ha descubierto que no es lo que en un principio podría parecer. El enemigo ya está aquí, y con la llegada de esta chica ahora temo que todo Eriador se pueda hallar inmerso en guerra y tormento muy pronto.

Mithgannel se secó los ojos con un pañuelo de seda celeste, miró nuevamente a sus compañeros con una sonrisa y terminó de hablar, esperando no tener que continuar ninguna discusión.

–Sé que es una historia de locos. Sé que es muy complicado de creer. Pero ella, aunque no recuerda muchas cosas de su pasado, puede proporcionaros evidencias de que no es de aquí. Y con aquí me refiero a éste tiempo. Además yo... no sé como explicarlo pues no lo comprendo bien. Pero os puedo decir que, de alguna forma, pude asegurarme de que decía la verdad. Confío en ella y, si vosotros confiáis en mi, eso debería ser suficiente.

La estancia quedó en silencio por unos momentos, que fue luego roto por gruñidos del enano que la elfa no dio mas importancia. Después la erudita dúnadan decidió abandonar la expedición y retirarse para resolver asuntos que a su parecer eran importantes.

–Guren 'glassui, hiril vuin dúnadan. Agoreg vae. Novaer* –murmuró Mithgannel cuando los ojos de Rowen se posaron sobre los suyos. 

Tras la última reunión que tendrían antes de la gran marcha, y la despedida de Bradoc y Rowen, la elfa se fue directa a la cama. Tenía cientos de preguntas y planes embistiendo su cabeza, pero el cansancio pudo con todo y antes de lo esperado se sumió en un profundo trance de meditación y sueño.