Partida Rol por web

- Ahhhh... - resoplaba de frescor el enano tras el primer trago de la gran jarra que le habían servido - . Qué pena que no pueda relajarme más de la cuenta...- dijo gruñiendo el enano mientras seguía con la vista a Grimbrand. 

El ritmo de la posada no decaía y eso era bueno para la discreción del grupo. El alboroto se hacía cada vez más ensordecedor, coincidiendo con el momento álgido de la noche: la gran actuación de Asianne. Mithgannel se levantó y dejó a Bradoc ocupando la mesa mientras seguía disfrutando de su bebida. La elfa intercambió algunas palabras con el posadero, pero rápidamente el reclamar de los parroquianos le hizo abandonar la conversación.

- Hmmmm - frunció el ceño - ¿qué se le habrá ocurrido ahora? - y dio otro trago a su espumosa jarra.

En ese momento, mientras paseaba la visto por el gran salón, reconoció  a un pequeño ser de cabellos rubios y rostro despierto: el señor Moss. Öter se alegró por su aparición, ya el momento ideal se estaba acercando y su capacidad para pasar desapercibido y hacerse con información era importante. El enano levantó la jarra, invitándolo a su mesa.

Por otro lado, la señorita Rowen seguía charlando con el grupo de enanos, los cuales parecía no sospechar nada por el momento. Grimbrand, en cambio, parecía algo inquieto y eso hacía que Öter no le quitase el ojo de encima: algo pasaba, estaba claro.

- ¿Qué buscas... lejano amigo? - dijo en voz baja el enano, como si quisiera meterse en los pensamientos de su compatriota - Y lo más importante... ¿Qué haces tú aquí?

Volvió a mirar a Ruby, para ver si aceptaba su invitación.

El señor Moss entro en la posada cuando estaba a punto de comenzar el espectáculo principal de la noche y l aposada estaba en pleno apogeo. Aunque su compañero Oter le hizo un gesto para que le acompañará en su mesa este rehúso su incitación cortésmente y se dirigió hacia otro lugar de la posada. Tenía otra idea para la noche, no se iba a quedar de brazos cruzados en una apartada mesa. Venía alegre de una celebración y en aquella posada había una buena fiesta organizada.

Busco un lugar cerca de la mesa donde estaban los enanos para acomodarse, cerca de la barra. Pidió una buena jarra de cerveza y aprovechando el caldeado ambiente se unió a la juerga. En el primer momento que tuvo ocasión brindo con los enanos de la mesa que estaban mas cerca de él y pidió otra ronda de cerveza para todos. Por supuesto añadió un buen bebedizo de hierbas fabricado en la comarca, el mejor que conocía.

— A su salud señores. Buen espectáculo nos espera hay hoy aquí. ¿Alguna vez has visto a la hermosa Assiane? Dicen que es como una diosa.

Después del segundo brindis Ruby cogió confianza con aquellos enanos y acerco una silla a su mesa. Por supuesto procurando que todas las jarras de cerveza estuvieran llenas en todo momento. En especial los que estaban a sus costados. El pequeño hobbit no quedaba atrás y con cada trago de los enanos el daba dos de su jarra.

El pequeño hobbit estaba desatado y animaba la fiesta con sus recién conocidos compañeros. No hay nadie mejor que un hobbit para celebrar una buena fiesta. Cuando sus anfitriones llevaban varias jarras de cerveza acompañado por Ruby les pregunto.

— ¿Qué asuntos os traen hasta Bree? ¿Habéis venido a ver a Assiane, verdad bribones?

Mithgannel quedó con un regusto amargo tras la conversación con el señor Arroyuelo. Su reacción bien podía deberse al hecho de tener la taberna abarrotada debido al gran evento. Aunque también porque las peticiones de la elfa lo ponían en una situación peliaguda. En cualquier caso, fuera por buena fé o de forma involuntaria, el posadero le había dado información valiosa, y ahora le tocaba a ella administrarla de la mejor manera.

Mith no tenía experiencia ninguna en forzar cerraduras. Las dos opciones que barajaba eran internarse sigilosamente tras la barra y "tomar prestado" un juego de llaves, o pedir a su pequeño y habilidoso amigo que la acompañara.

La sinda se decidió por lo segundo. Oteó nuevamente la gran sala y se dirigió hacia la posición del hobbit. Haciendo uso de la misma triquiñuela que con el enano anteriormente, Mith se tiró ligeramente sobre Ruby y se agachó unos instantes hasta su altura.

–¡Oh, disculpe mi torpeza, buen señor! –dijo primero en voz alta, tras lo cual prosiguió acercándose al oído del mediano.

–Ruby, necesito de tus habilidades. Sé donde se hospedan nuestros amigos, pero no tengo forma de entrar. ¿Me acompañas?

La elfa quedó unos momentos agachada, como si estuviera arreglándose las medias, aguardando a la respuesta de su amigo.

Estaba Ruby tomando cervezas con sus nuevos compañeros, la noche estaba animada y esta disfrutándolo por supuesto sin olvidar su verdadero objetivo obtener información. Vio como Mith se acercaba hacia su posición y choco accidentalmente para susurrarle unas palabras en su oído.

— Señora tenga usted cuidado, no tiene ojos en la cara. O es tan estirada que no se ve los pies. — Chillo enérgicamente haciendo aspavientos. Girando su cabeza hacia sus acompañantes de cerveza — Estos orejas puntiagudas no tienen ni respeto ni educación de ningún tipo. — Alzo su copa de cerveza y dio un trago.

Al momento busco con la mirada a la elfa para con un ligero guiño, confirmar que la acompañaría. Tras hablar con los enanos un rato se levanto y dejando su jarra sobre la mesa les dijo.

— Señores vuelvo en seguida, todo lo que entra tienen que salir. Guárdenme esta silla, no quiero perderme el espectáculo.

La elfa esbozó una falsa cara de indignación y se marchó con gesto altivo, no sin antes indicar al hobbit donde se encontraría. 

Mientras esperaba por su compañero, Mithgannel se dedicó nuevamente a escudriñar la gran sala por si daba con alguien sospechoso, o con alguna situación del mismo estilo.

Öter no separaba la vista de su presa, aquel tan odiado rival. Si bien era cierto que la marea de gente yendo y viniendo entre su posición y la de Grimbrand hacía por momentos difícil localizarlo, al final siempre conseguía vislumbrarlo otra vez. Ahí estaba de nuevo, pero ¡novedad! un hombre se había acercado a él discretamente y se hablaban entre susurros. Era un hombre con una barba corta, tocado por un sombrero negro, no de aquellos puntiagudos de mago, sino de comerciante o de burgués, y fumando un gran puro. No lo había visto nunca antes. En un gesto rápido, Öter pudo ver cómo aquel hombre le daba a Grimbrand un bulto, una especie de bolsa que apenas cabía en la mano, y cómo el enano se la metía dentro de sus ropajes con gran discreción. Tras una nueva marea de Gente Alta ocultándole de su vista, Grimbrand volvió a emerger. Pero el hombre del puro ya había desaparecido entre la multitud. Grimbrand no avanzó ni retrocedió. Se quedó en su sitio, mirando distraídamente al escenario, con disimulo.

Mientras tanto, sus siete robustos compatriotas estaban festejando por todo lo alto. Nunca antes se había sentado una mujer con tan buenas hechuras en su mesa. Y con la llegada de aquel amistoso hobbit, una nueva ronda de bebida fresca había aterrizado en la mesa. A todos ellos les empezaban ya subir los colores. 

- Estábamos esperándote a tí, jajaja, eso es lo que hacemos en Bree, mi buen amigo! Sobre todo si te vas a invitar otra ronda, jajaja - dijo uno de ellos dándole una contundente palmada en la espalda al hobbit, que casi le hizo sacar parte del capón relleno que había cenado en casa del Tío Ramaviva. De momento no soltaban prenda, pero aún quedaba mucho partido. Rowen, en otro sector de la mesa, bebía a pequeños sorbos mientras soportaba el relato de una apuesta que habían hecho los dos enanos que se sentaban a su lado, allá en su ciudad natal. 

- Le aposté a este cretino que sería capaz de cavar en una noche los 25 metros de galería que quedaban para unir las dos salas de armas del concejo. Y ya te imaginas, ¡las ropas que ves son lo único que le queda!  

Los enanos aplaudieron el rapapolvo que el recién llegado hobbit había lanzado a aquella elfa que con una torpeza tan poco propia de los de su raza se había ido de bruces contra él. Los toscos enanos cumplían con todos los tópicos de su raza y ridiculizaron a la elfa mientras se alejaba de la mesa. Ruby se había ganado otro punto de simpatía entre ellos. Ahora el mediano se había levantado y el enano que le había dado la palmada le juró defender su sitio con su cerveza, si hacía falta, y eso era decir mucho, más incluso que la propia vida.

Mithgannel esperaba a Ruby al pie de la escalera que subía a los alojamientos. Poco antes de que el hobbit se reuniera discretamente con ella, echó una mirada a su alrededor y le llamó la atención una mesa, bastante bien situada en el patio de mesas, ocupada por tres individuos de rostros adustos que no se relacionaban con nadie más. Llamaba la atención el tono de su piel, muy oscura para estas latitudes, aunque sus ropajes eran convencionales. Había tres jarras de cervezas apenas empezadas sudando frío encima de su mesa. El ojo afilado de la elfa pudo ver algo a los pies de uno de ellos, no alcanzaba a verlo bien pero juraría que se trataba de una ballesta.

Una vez reunidos, elfa y hobbit subieron las escalera con una cierta separación entre ellos. Al encontrarse también las letrinas en la planta de arriba no llamó la atención su subida, pues había mucha gente que iba y venía por las escaleras. Más allá del descansillo de las letrinas, continuaba un pasillo con unas 6 puertas de habitaciones a cada lado y al fondo de todo había un ala, separada del resto de la planta por un arco de madera adornado, enmoquetada con un cierto gusto - cuando el resto de la planta tenía la madera desnuda - y con varias cabezas de piezas disecadas de caza decorando las paredes. Si había una "zona noble", tenía que ser esa. Mithgannel y Ruby hicieron un rápido reconocimiento de la planta para ubicar esta zona noble, y justo antes del mencionado arco de madera decorada vieron que el pasillo hacía un recodo y al fondo del mismo había otra puerta de habitación. La puerta estaba entornada y una tenue luz brotaba de ella. Les sorprendió escuchar la voz de Ham Arroyuelo, el posadero, que provenía de su interior. No eran capaces de reconocer nada en concreto, pues estaban demasiado lejos. Para ello hubiera sido necesario aventurarse algo más cerca.

En aquel momento un murmullo general de expectación cundió en el piso de abajo. Parecía que, por fin, la gran Asianne acababa de aparecer sobre el escenario.

- Estos medianos... - dijo para sí mismo el enano mientras reía. La actuación del Ruby había sido un gran acierto, los enanos corearon encantados todo tipo de exclamaciones -. ¿Eh? Un momento...

Parecía que su compatriota había dado con la persona que llevaba buscando largo rato. Su rostro perdió la tensión de la incertidumbre pero volvió a concentrarse en pasar desapercibido cuando aquel misterioso individuo le entregaba lo que parecía un pequeño bulto, una bolsa. Öter escudriñó la vista intentando averiguar de qué se trataba esa bolsa, pero entre la distancia y e el continuo pasar de criadas y parroquianos, se hizo imposible. Aunque no era una valiosa información, ya tenían indicios para continuar investigando en el asunto que los enanos tenían pendientes.

En ese momento, Ruby y Mith se perdieron en la planta superior, mientras que Bradoc seguía expectante en la otra esquina y Rowen animaba a los enanos a tomar otra jarra más. 

- Tengo que contarles lo que he visto... pero no quiero dejar a Grimbrand sin vigilancia... - se lamentó el enano mientras daba otro trago a su jarra.

Le hubiera gustado subir para contarles lo que sus pequeños ojos habían visto, pero a parte de no querer llamar la atención, no quería perder al enano jefe de vista. Esperaría hasta que pudiera acercarse entre el alboroto de la planta principal, aprovechando la efusiva actuación de la gran invitada.

- Por mis barbas - dijo el enano cuando se fijó en la señorita Assiane: realmente era bella.

Una vez que llegaron a la planta superior escondidos de las miradas indiscretas Ruby se acerco a su compañera y susurrando le dijo. 

— Perdón, tenía que ganarme el aprecio de mis compañeros. — Dijo guiñando un ojo a la elfa. — Debemos darnos prisa, tengo que volver pronto a la mesa. ¿Qué deseas?

Cuando se acercaron a las habitaciones nobles donde parecía que se hospedaban los enanos oyeron la vos del posadero. Algo estaba tramando justo después de hablar con la elfa. Se volvió a acercar a su compañera y le susurro.

— Deberíamos intentar escuchar que habla ese bribón y con quien. ¿Te acercas? Mientras abriré una habitación. ¿Cual quieres que abra?

Traspaso el arco mientras examinaba las habitaciones de aquella parte, buscaba si encontraba alguna que pareciera mas importante que las demás. Suponía que el jefe de aquella expedición enana ocuparía la mejor habitación. Quizá la mas grande de toda la posada. Observando vio la puerta que le pareció mas adecuada para sus intereses y se acerco para abrir su cerradura.

Tras un par de minutos forcejeando con la cerradura se dio por vencido y volvió sobre sus pasos. Había que saber reconocer una derrota cuando se presentaba y retirarse para seguir luchando en la guerra. Aquella noche tras el capón y las jarras de cerveza que aunque no nublaban su juicio gracias a las hierbas de su tío si agitaban su pulso era mejor no seguir arriesgándose allí.

Cuando paso junto a su compañera hizo una negación con la cabeza y continuo hacia la zona de letrinas para disimular y esperar para ver si veía al acompañante del posadero sin poner en peligro el escondite de su compañera.  

Sorbo a sorbo el calor aumentaba en el menudo cuerpo de la maga. Coloretes en sus mejillas aparecieron pero por suerte aún no se nublaba la vista y podía hablar con normalidad — Claro ¿Solo la ropa?— Repitió las últimas palabras del enano. Ese viejo truco para hacer que continuase hablando. No había esperado que aguantasen tanto aunque ya pudo ver algún ojo vidrioso por la bebida. A ella le costaba hacerse entender y debía levantar la voz, todo lo contrario que ellos que parecía que se encontraban como en casa. La tonalidad de su verborrea fue en aumento con ese tono grave y algo ronco que tenía la poderosa raza Enana.
Con sutiles preguntas iba encauzando algo la conversación pero no le estaba resultando sencillo — Tomemos otra ronda antes de la actuación que luego será más complicado que nos sirvan — Levanto la mano haciendo señas para que les trajeran más cerveza — Me pasaría la noche escuchando vuestras historias brindemos por vuestras azañas — No tenía nada claro que pudiese soportar aquel ritmo pero solo tomaba pequeños tragos. El día siguiente iba a ser duro, realmente muy duro

La sinda subió las escaleras pensando en esos extraños y oscuros hombres que se sentaban cerca de las escaleras, aislados del resto. Se obligó a centrarse en lo que tenían entre manos. Se estaban arriesgando mucho al hacer lo que pretendían hacer. El señor Arroyuelo se había vuelto loco cuando ella había tratado de obtener su ayuda en este tema. 

Y justo la voz del posadero escucharon al final del pasillo. La impresión que el tipo les había dado en los barracones fue que sus "trabajos" de espía estaban orientados a ayudar a la Guardia y que no había mala intención en ellos. Por ello la elfa se había arriesgado a comentarle aquello. Ahora deseaba de todo corazón que la conversación que estuviera manteniendo fuera del todo insulsa, pero debía cerciorarse.

Mientras su compañero comenzó a trabajar en el cerrojo de una de las puertas de la zona noble, Mith trató de acercarse a la esquina del fondo despacio, con la intención de escuchar lo que el señor Arroyuelo estaba hablando y si fuera posible ver quien era su interlocutor.

Asianne apareció ante el respetable, por todo lo alto. Sin palabras, con sugerentes movimientos de danzas traídas de lugares que muy pocos de los presentes podían conocer más que por relatos y leyendas, se hizo con el escenario mientras la banda de músicos a su alrededor tocaban una música hipnótica. 

Öter, el único de los aventureros junto con Bradoc que se mantenía una visión general de toda la estancia - aunque no perdía ojo de Grimbrand - fue el primero en darse cuenta que uno de los músicos le recordaba a alguien. En efecto, quien tañía con tan grande sentimiento la guitarra era Gilthanneth, aquel sereno elfo que habían conocido en la torre de la guardia. Pero Öter seguía obsesionado con Grimbrand y en adivinar lo que hacía allí, de pie junto a la hilera de grandes toneles que había cerca de la escalera.  

Ruby se había unido a la mesa de los enanos, quienes celebraron ruidosamente su retorno. Al sentarse, ya estaba esperándole en su sitio reservado un largo vaso de aguardiente, lleno hasta el borde. Todos sus contertulios, incluida la dama Rowen, tenían otro igual ante sí, y lo bebían con fruición. El interés de aquellos siete enanos se volcaba ahora en la maga, quien había propuesto un ruidoso brindis poco antes para apurar la última cerveza y además había invitado justo ahora a la ronda de aguardiente. Poco a poco los enanos iban perdiendo reflejos y desinhibiéndose. Destacaba en estas lides un tal Rodin, que ya parecía estar perdiendo los papeles.

Con el final de la primera canción, cundió la locura entre el público, atronaron los aplausos, los silbidos y los piropos de gusto variable. Öter pudo ver como Grimbrand aprovechaba la algarabía para subir distraídamente las escaleras, de nuevo hacia la planta de arriba. En ese momento, mientras veía perderse a su rival escaleras arriba, también Öter cayó en la cuenta de aquellos hombres de tez oscura, situados no muy lejos de él. Parecían realmente extraños, o exóticos, si es que hay alguna diferencia entre estos términos. Su discreta presencia destacaba precisamente por esto, por su discreción: eran los únicos de toda la sala que no aplaudían. Perdido de vista Grimbrand, el paciente ojo de Öter se fijó en estos individuos y los mantuvo bajo su vigilancia. 

En la planta de arriba, Mithgannel había visto a Ruby salir de allí, cabizbajo tras haber intentado abrir la cerradura de la habitación de en medio de aquellas tres de la zona noble, pero consiguió deslizarse en total silencio para ver y escuchar lo que ocurría en el interior de la habitación donde habían escuchado la voz de Ham el posadero:

- Majestad... le reitero mis disculpas - una imagen humillada del orondo posadero diciendo estas palabras fue lo primero que vió Mithgannel. El resto de la estampa lo completaban una mujer muy avejentada, engalanada en ricos ropajes, y una bellísima joven vestida igualmente con gran distinción. La pieza en la que se encontraban era una sobria y convencional habitación de la posada. Un joven mozo de la posada estaba escanciando vino con apuro en un extremo de la habitación y se lo servía a las mujeres. 

- Así que "El Descanso Real"...vaya, esperaba que estuviera a la altura de tan rimbombante nombre - dijo la vieja dama con aspereza. 

- Madre... - intervino la bella joven con afán pacificador - sabéis que apenas le dieron tiempo a este buen posadero para preparar nuestra llegada. Y esas son, precisamente, parte de las precauciones que nos dio Padre: que nadie reparase en nosotras.    

- Le agradezco la comprensión, mi señora - respondió Ham - pero su Alteza tiene razón: debería haber sido más previsor y haber reservado una de las habitaciones de la zona noble para visitas distinguidas, aunque nunca en mi vida hubiera podido imaginar que lo serían tanto. Si sirve como reparación de mi tremendo error, mi personal y yo mismo nos esforzaremos al máximo por hacer su estancia lo más agradable posible, aunque sea ésta tan fugaz como una sola noche. 

En aquel momento, el sonido de unos porrazos descomunales, que parecían proceder de la zona noble, hizo a Ham dar un sobresalto y excusarse precipitadamente ante la Reina y la Princesa, saliendo sudoroso a toda prisa de la habitación.   

- ¿Qué mierda es esta? - tronó una grave e iracunda voz desde la zona noble- ¡esta puerta no se abre! 

Poco después se oyó la voz de Ham en la zona noble y un forcejeo intenso con la cerradura.

- No se preo..preocupe señor enano - se oyó balbucear finalmente al posadero - encontraremos una soluc..

La frase quedó interrumpida por un horrible estruendo de metal contra metal. Sin duda el impaciente Grimbrand había hecho uso de su hacha para suplir la ausencia de un cerrajero de urgencia. 

- Prepárame otra habitación, ¡y rápido! - sonó la voz del enano con una gravedad pavorosa.

Sin duda, aquella no era la mejor noche de Ham Arroyuelo