Partida Rol por web

El Rey Gigante Orbos descansaba en su trono, frente a él había una decena de ofrendas, los gigantes, empezaban a usar su capacidad de razocinio para estudiar el mundo a su alrededor y transformarlo para su provecho, un cofre hecho de madera relleno de pedruscos de brillante hierro, una talla de él mismo en roca viva, una espada enorme forjada con la máxima exquisitez. Orbos sonreía al Tvu que en su derecha lo anotaba todo, hacía cien años que los Tvus habían llegado a la Ciudad Gigante de Talruum en señal de paz, y muchos de ellos se habían quedado entre sus viviendas a compartir su infinita sabiduría con los belicosos gigantes, quienes demostraban una enfermiza tendencia a atosigar a preguntas a los hombres alados, y devorar a aquellos que no respondían a sus espectativas.

Ahora los Tvus lloraban a solas al cielo negro por la pérdida de Thervoru, y dormían nerviosos y temerosos de que un gigante sediento de preguntas le atosigara a cuestiones filosóficas y terminara devorado.

Pronto los gigantes empezaron a saturar la información que en el viejo continente había, y ávidos de contemplar los relatos de los Tvus con sus propios ojos, y así prescindir de su conocimiento, el Rey Gigante Orbos ordenó a sus mejores artesanos que encontraran la manera de viajar por todo el mundo, la manera de atravesar el mundo sin tener que bañarse en los mares prohibidos, pasaron cincuenta años antes de que la primera galera gigante estuviera lista, con más de cien metros de eslora, la sencilla nave podría servir de aldea para los Tvus aún vivos, y con horror, contemplaron como en esta galera se alzaba el primer estandarte del Rey Orbos, y asumieron que, la sed de conocimientos de los Gigantes, llevaría el mundo a su propio cataclismo.

Los más valientes, los más osados subieron a la primera galera, recibiendo el adiós de Orbos y la promesa de devolver a Talruum un nuevo conocimiento, proveniente de más allá de los mares, proveniente de las culturas que jamás habían pisado este continente, sin embargo, los planes en el viejo continente no habían hecho más que comenzar, el Rey Orbos miraba con recelo la ciudad de Thervoru, cuna de la sabiduría, y la cultura de los misteriosos Seekar, de los que se rumoreaba y elucubraba mantenían un pueblo incombustible e impenetrable, observaba con curiosidad los pantanos, en los que pretendía entrar, pues los Tvus le habían confesado, que en aquellas marismas vivía un Dios.

El Rey Gigante Orbos cumplía casi trescientos años, y no pretendía que su reinado, el primer heredero de la estirpe gigante original, pasara inadvertido.

Más allá del mar...

La galera gigante, tras un año entero de travesía encallaba en tierra, tierra firme por fin, la galera destrozada tocaba suelo casi desmontándose, un cadáver caía por la borda sonriente de haber visto tierra antes de morir, y una docena de gigantes supervivientes tocaba suelo besándolo con gran maravilla, desesperados lamían el suelo y caminaban tierra adentro esperando encontrar comida y agua sin éxito, habían ido a parar a uno de los lugares más yermos del mundo de Albur, pero eso no duraría mucho, aquél lugar no-reclamado, sería su nuevo hogar.

Los gigantes, bien organizados, listos y preparados, cavaron pozos y erigieron edificios, inciando aquí, en el nuevo continente, una nueva generación de gigantes, en aquella ciudad que los gigantes llamaron Doream Maroon, que en el idioma común significa "La nueva promesa"

Hago la tirada de poder, que se me pasa la fecha xD.

vamos a ver como se comportan los dados.. tienen que venir cargaditos xDD

Leyendas de los Vandrer - La liberación

Durante ochenta años los que serian los Vandrer siguieron las instrucciones de Jeldhor y reconstruyeron su ciudad siguiendo las instrucciones del errante. Necesitaron la ayuda de Hechiceros Nayas y Shamanes Kohiri, aunque ni unos ni otro entendieron del todo que estaban haciendo.

Orcos y gigantes observaron la obra con curiosidad y acabaron dejándoles en paz hasta que acabaran el encargo del Dios Errante

Sabios Tvus y errantes Vurmaks les visitaron curiosos por su obra, pero no obtuvieron mas respuesta que los demás.

Finalmente la ciudad sin nombre estuvo construida, porque pensaron que el propio Jeldhor querría bautizarla. La arquitectura de la ciudad era distinta a la de ninguna otra con techos curvos y aunque los muros exteriores eran recios el interior de las casas usaba los materiales mas livianos.

Los futuros Vandrer admiraron su obra y se miraron inseguros de como se manifestaría Jeldhor, solo para encontrar a un anciano entre ellos, un anciano de brillantes ojos que les dijo -habéis cumplido mis instrucciones bien. Ahora entrad todos a vuestras casas pero que los que tengan que gobernar esta ciudad me acompañen a su corazón-

Los futuros Vandrer se apresuraron a obedecer, y los ocho que se consideraban lideres de la ciudad, los ingenieros que habian llevado a cabo la gran obra y dos hechiceros que habían participado, lo acompañaron al corazón de la ciudad, el lugar mas protegido donde se ocultaba inerte la complicada maquinaria mágica que ningún sabio había podido comprender

Jeldhor alzo sus manos y poco a poco la maquinaria fue cobrando vida, luz y sonido, movimiento y acción se fueron extendiendo por el corazón ante los ojos maravillados de los ocho testigos, cuando un terrible temblor los lanzo al suelo. Toda la ciudad se sacudió con una violencia que hizo a todo el mundo acurrucarse excepto al Dios, por un largo momento pareció que la misma ciudad iba a derrumbarse, hasta que todo se detuvo excepto la música del corazón de la ciudad

-esta hecho, con esto vosotros ya no sois Nayas, ahora sois los Vandrer y esta ciudad es Vandrerfán, a partir de ahora recorreréis El Camino sin abandonar vuestros hogares. Seréis extranjeros en cualquier lugar y ciudadanos de todo Albur-

Los Vandrer no entendieron las palabras de Jeldhor hasta que salieron al exterior y contemplaron con asombro su nuevo hogar, Vandrerfán

La ciudad volaba sobre Albur viajando siempre hacia el este, lejos de la tierra y el mar aunque cerca de todo Albur

Utilizo Comandar Avatar para crear la 2ª Legión en la Necropolis.

100 años estuvo Aildor entre los Har-Ail, confinado en el templo de la justicia de Ovidia, juzgando a todos aquellos que infringían la divina ley que regía la ciudad. De su sabiduría se escribieron libros, y de todas sus sentencias se elaboró un extenso código.

Cuando Aildor creyó que ya había completado su tarea tomó entre sus manos el gran volumen que enumeraba todas y cada una de las leyes que regirían la existencia de los hijos de su padre. Al alba salió del templo de la justicia, y en la Plaza Blanca congregó a todos los Har-Ail.

- Hijos de Ailnor. Estos años he vivido entre vosotros, aplicando justicia, como un juez. A partir de mis sentencias se han escrito leyes. Leyes sagradas que debéis respetar por encima de las cosas. En este volumen se encuentra escrito el Código Inquebrantable. Los hijos de Ailnor que no lo respeten deberán ser castigados, ya que por ende se oponen a la voluntad de su padre y creador – sostuvo el grueso volumen entre sus manos durante unos instantes, y se lo ofreció al Juez Supremo, gobernante de Ovidia.

Las llamas de la justicia crepitaban emocionadas, pero su armadura seguía mostrando una apariencia serena.

- Y con este código, os ofrezco un don y una misión. La primera ley de todas, la del equilibrio. Debéis saber que en este mundo existen fuerzas opuestas. Quizá las lleguéis a conocer como la Luz y la Oscuridad, el Bien y el Mal. Pero debéis saber que los justos no pueden decantarse por una o por otra. Vosotros deberéis evitar las tentaciones de los lados opuestos de la balanza, deberéis manteneros regios en el centro. Y entonces hallaréis la sabiduría de todas las cosas.

Entonces el dios extendió sus grandes alas emplumadas y emprendió el vuelo. En su marcha sus hijos, los grifos, sobrevolaron los cielos día y noche, ansiando su regreso.

Desde ese momento todos los hijos de Ailnor respetarían los divinos mandatos, y honrarían a su padre y al Gran Á con justicia, y equilibrio.

Turno 13 de la segunda edad.

Habian pasado años desde que las ciudades se habian construido. Los Nayas, vivian en relativa paz y armonia con su entorno, pero en muchos de ellos, brotaba la semilla de Elm y su deseo de descubrir.

Muchos partieron y viajaron hacia el norte, sin cruzar frontera alguna y conocieron con profundidad el sur y el desierto que les esperaba, cosa que nos les sedujo para alzar un nuevo hogar. Otros trataron de conocer mas de los mares y con los barcos trataron de descubrir si habia mas tierras mas alla del horizonte, pero el temor a perderse les hacia volver.

Asi  pues, exploraban una y otra vez las mismas tierras, durante mas de cuarenta años.

Pero nacio, un niño Naya, al cual le otorgaron el extraño nombre de Alkion, nunca antes oido por otros Nayas. Su infancia fue terrible debido a su extravagante nombre y asi comenzo a sentir el deseo de escapar y huir. 

CCuando alcanzo la madurez, partio junto a un grupo de exploradores mas osados, para adentrarse en las tierras del norte, donde reposaba el bosque primaveral y por primera vez desde la llegada de los Nayas, un grupo de hombres piso esas tierras, violando asi la ley que les impuso Elm de no profanar los dominios de las otras razas.

Aquellos hombres sintieron temor, el bosque les amenzaba, pero no les ocurrio nada. Volvieron a los pocos dias sanos y salvos, pero no quisieron volver a pisarlo jamas.

Entonces sus pasos los llevaron hasta el sur, donde rodearon las montañas y encontraron un lugar entre dos montañas se extendia un valle tan amplio que facilmente cabrian dos grandes reinos y tan lleno de vida que por muchos eones no les faltaria alimento y tan profundo que los ojos mas penetrantes no eran capaz de ver el final. Los hombres temieron a aquel lugar pues se contaban extrañas leyendas de el. Asi pues volvieron a sus casas.

Pero Alkion no se volvio vencido, busco gente de talento que a su vez fueran osados y ambiciosos y cuando tuvo a un grupo de gente competente viajo hasta el valle y se adentro en su pasillo largo y oscuro. Tardaron un dia en encontrar el espacio que haria de ese lugar su hogar. Tardaron un dia, por el lento avance, pero el espacio era amplio y llano y en su interior la tierra era seca y fertil para criar setas y hongos. Asi pues el lugar fue considerado adecuado y montaron el campamento que dio paso a la aldea que acabo siendo una fuerte ciudad y cuando el ultimo ladrillo fue colocado en su lugar y Alkion la pudo observar con orgullo dijo - Eh! aqui, Lamkio, el reino escondido y asi quedo bautizada la ciudad.

Poco despues se marcho.

...

Pero el tiempo paso y estar oculto paso factura, estar ocultos del sol no era tan bueno como parecia y muchos deseaban terminar sus vidas con el sol saliente y notar su calor en el rostro y que las brisas frescas de las llanuras les acariciaran los cuerpos y  se marchaban, cada dia mas gente se alejaba de aquel lugar y lo que en un tiempo llego a ser un gran reino, termino en convertirse en una ciudad marchita y dejada en el olvido.

No se le llamo reino y no se le dio comercio, ni bienes, ni derechos, existia, era una ciudad de Nayas, pero que estaban al margen de las leyes de los reinos vecinos. Entonces un Lamkionano, decidio quedarse y consiguio el gobierno de la ciudad y movido por su codicia y su ambicion creo el ejercito de los Kios, y se entrenaron en las emboscadas y los ataques furtivos y abriernos nuevas sendas secretas por donde entrar y salir sin ser vistos. Abandonaron la ciudad, dejandola fantasma y revivieron el fallecido reino en el interior de las cuevas.

El tiempo paso y su reino volvia a ser fructifero, aunque ahora no se dedicaban unicamente a la pesca y a la caza, como buenos furtivos, aprendieron lo rentable del robo y lo practicaron hasta ser verdaderos expertos. Fue entonces cuando la gente comenzo a hablar de los hijos de la sombra. Recordaron a Alkion y temieron que fueran algunos de aquellos hombres y viajaron para visitar la ciudad, pero esta era fantasma y no habia huellas de que alguien la habitara. Los Nayas, olvidaron a Alkion y creyeron que se trataba de otra gente y buscaron por todos los lugares y asi paso el tiempo.

Pero llego el dia en que alguien los encontro y sorprendidos lo llevaron hasta su lider, que se hacia llamar El Oscuro, por que nunca salia al sol. El hombre pidio ser aceptado como un miembro mas, el Oscuro lo acepto y lo puso a cumplir las peores tareas durante los dos siguientes años.

Pasado ese tiempo se volvieron a reunir y el hombre asintio cuando le preguntaron si queria seguir con ellos. El Oscuro junto a los demas, se quedaron sorprendidos y la sorpresa fue aun mayor cuando el Oscuro les pidio que los dejaran solos. Hablaron durante largo rato y al final acabo siendo miembro de los hombres de las sombras, al servicio personal de El Oscuro.

Una noche, mientras entrenaban, este hombre al que llamaban burlosamente Sombra, por estar siempre detras de su señor, le pregunto al Oscuro por su verdadero nombre. Se pararon en seco, el Oscuro lo miro fijamente a los ojos, tratando de descubrir la verdad y le dijo - Alkion, me llamo Alkion - y volvio a atacarle.

Leyendas de los Vandrer - El largo viaje

Cuando la ciudad de Vandrerfán empezó su largo viaje Jeldhor permaneció un tiempo con los Vandrer y les enseño a controlar la magia que la guiaba permitiéndoles cambiar su altura y retener la ciudad en un mismo lugar, aunque no mas de una semana porque la misma ciudad  queria seguir adelante.

En ese tiempo se fundo el consejo de los ocho, conocido simplemente como Los Ocho, ellos gobernarían la ciudad errante y de ellos surgieron las ocho casas nobles de los Vandrer

La primera acción de los ocho fue crear la guardia de la ciudad, pues sabían que confiarse solo les traería la ruina. Un grupo de arqueros y piqueros que jurarían proteger la ciudad frente a cualquier amenaza

Dura fue la batalla y amarga la derrota. Thervoru, ciudad de sabiduría, yacía semi sumergida en las aguas que Pyaray había vertido sobre ella para que los sirénidos pudieran atacar.

Muchos Tvus habían caído en combate y, a pesar de los esfuerzos de los dioses de la razón, el pueblo, destrozado, emprendió el exilio, guiados por los miembros del Concilio que aún sobrevivían.

Temerosos, heridos, apaleados, el pueblo sabio se movía de noche, viajando todos juntos, recelosos de ser perseguidos para aniquilarlos. Evitaban acercarse al mar, y buscaban refugio dónde podían.

Knhoss sufría junto con ellos. Su hermano, su propia sangre, se había alzado en su contra y la diosa no podía comprender el por qué. Lloraba día y noche sin hallar consuelo, mientras su hijo, su adorado Ghiskhaft atesoraba cada una de estas lágrimas taciturno, como si de joyas se trataran. Hasta que un día, misteriosamente, se ausentó de su lado. La diosa, inmersa en su pena no le prestó atención. Pasaba día y noche reprochándose el mal que había desencadenado y lo único que quería era poder dejar todo atrás. Convencida de que lo mejor que podía hacer era librar a Albur de su presencia, se refugió en su fuente y durante mucho tiempo, nada se supo de ella.

Mientras, el tiempo seguía corriendo y el pueblo alado se fue adentrando en el viejo continente. Siguieron el rumbo de un pequeño río que cruzaba tierra yerma y luego atravesaron una gran llanura hasta llegar a Skraag.

La gran montaña los impresionó. Pero también los acogió. Apenas poner un pie sobre su rocosa superficie, los miembros del Concilio decidieron que el éxodo tocaba su fin. Una nueva era comenzaría para los Tvus. Nuevamente, trabajarían para alcanzar el conocimiento y desarrollarse. Más ya no se trataba de un pueblo inocente. Habían sufrido, habían luchado, habían muerto por el capricho de un Dios. La próxima vez, no serían campesinos empuñando herramientas como armas. La próxima vez, estarían prevenidos. Sin dudarlo, subieron hasta la parte superior del gigante de piedra y se refugiaron en sus cavernas.

 Una vez a salvo, el Concilio comenzó a organizar el trabajo. De los doce, tan sólo sobrevivían seis. Sabían que era importante volver a completar la totalidad de los miembros, pero primero deberían asentarse y para ello necesitaban una ciudad nueva; aunque ésta no sería como la anterior.

Durante el asedio a Thervoru, les había quedado claro que concentrar el poder en un único lugar era peligroso para ellos. Una derrota había bastado para diezmarlos y desterrarlos, así, que su nueva ciudad no sería una única entidad. Sería la suma de varias de ellas, en definitiva, una megápolis.

Tampoco estaría expuesta a los demás mortales. Mucho habían sufrido por culpa de los sirénidos y no querían arriesgarse a que, nuevamente, otro pueblo viniera a conquistalos.

Tras mucho meditar llegaron a un acuerdo. Construirían seis ciudades enclavadas en la roca, ocultas para el resto de los mortales y comunicadas entre sí por túneles sólo conocidos por la raza sabia. Cada una estaría gobernada por dos miembros del Concilio y la construcción se llevaría a cabo en dos etapas. Durante la primera, tan sólo se harían tres y una vez asentados en ellas, el Concilio volvería a pedirle al pueblo que elija a sus representantes para volver a ser doce y construir las otras tres. Además, por seguridad, cada ciudad contaría con su ejército principal, sabiendo que, además, en caso de asedio, las otras ciudades podrían mandar al suyo en su rescate.

Así, poco a poco, en las entrañas de Albur, Naghaurn, la ciudad de ciudades, comenzaba a ver la luz.

Karak viajó a los territorios de los orcos, estos no tenían guía ni nadie que les indicara su camino, así que este los reunió a todos en un prado y les habló:

-"hijos mios, hoy a llegado el día en el que ya no vagareis por Albur sin ninguna señal, vosotros viajaréis todos juntos hacia el lugar más indicado en el que os encontreis a gusto y decidais pasar toda la eternidad, de allí fundad un reino y avanzad por el camino que os brinda la vida, sin olvidar que estais sujetos a mis únicos designios, pero tranquilos, yo os brindaré protección y mi gracia y cuidaré de vosotros. El mundo será vuestro, asi que, haced uso de todo lo que os brinda"

Acto seguido, izo acercarse a un grupo reducido de todos ellos y los designo, Los Fuertes y envió a todos los Orcos, al mando de estos últimos a crear una ciudad donde ellos quisieran, y ellos, juntos, se desplazaron muy lejos por donde Karak les guiaba en forma de estrella en el cielo de Albur montados en los Jabalís salvajes que domaron en esas tierras salvajes...

Había visto el final de plantas, de animales, e incluso de eras...
Pero ningún fin me produjo lo que la muerte de los Tvus me hizo sentir...
Un escalofrío por mi cuerpo, mientras viajaba por Albur, me hizo perder
el control, bajé hasta el nivel del mar, y caminé por el, mirando hacia su
profundo lecho...

No tardaron mucho los sirénidos en acercarse a ver que ocurría...
Me sumergí  unos metros ante sus ojos, mientras mas y mas alimañas
acuáticas llegaban a mi alrededor... Aun se veía la luz del sol...

Esperan que haga algún movimiento para atacarme??

Sin prestarles atención, empecé a descender a las profundidades, dejé de
ver la superficie, no había mas que cuerpos de esas criaturas sobre mi,
en cualquier dirección que mirase, solo había escurridizos seres
"racionales"...

Que pretendeis, insensatos...

Dejé mis pensamientos a un lado, cuando se lanzaron al ataque, pero las
mil formas que poseían no les sirvieron de nada, ya que en el estado que
adopté era visible, pero inmaterial... Mientras seguían perdiendo el
tiempo con sus inútiles ataques, continué mi vertiginoso descenso, en
busca del Kraken...

Allí estaba, el guía de los sirénidos, bajo las ordenes de Pyaray, que
encabezó el ataque a Thervoru...
La mera visión de esa criatura hubiera hecho hervir mi sangre, si la
tuviera, en lugar de eso, en toda la zona empezó a calentarse el agua,
tanto, que de no ser por la presión que allí había, comenzaria su
ebullición...

Aquel engendro de las profundidades empezó a retorcerse, mientras los
sirénidos huían de allí, pues no podían ayudar de ninguna manera...
A lo lejos, se oía como un grupo de Orkhan se comunicaban entre si, entonces cerré
los ojos, concentrándome en atraerlos hacia el banquete que les estaba
preparando...

De entre la oscuridad que reinaba, los cuerpos de cinco grandes
Orkhan llegaron, pasando a escasos centímetros de mi, directos hacia
el Kraken... Estirándome, toque la piel de cada uno de ellos, en su cruce
conmigo, para cuidarlos del calor y el poder de la bestia que ya agonizaba
de dolor...

Alimentaros a placer, pues hoy es su último día en este mundo...

Con una fuerza envidiable, arrancaron tentáculos y pedazos de carne, y el
fondo en penumbra se tiño de rojo para quien pudiera verlo...
Dejó de moverse... Su vida había terminado, pero no era suficiente...
Con su cadáver, regresé a la superficie...

Entonces vi el Gran Skraag, calmado desde el principio de los tiempos... Era el lugar idóneo para que
Albur viera la destrucción de aquel molesto Avatar...
Desde el cielo, deje caer los restos del Kraken al volcán, que rugió,
escuchándose por todo el planeta...

Una nube de cenizas fue escupida desde sus entrañas, seguida de explosiones, y los pedazos carbonizados
del Kraken salieron despedidos, cayendo alrededor, en un gran radio, ante los ojos de toda criatura viviente que se encontrara allí...

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Tras la muerte del Kraken, viaje hasta el nuevo hogar de los Tvus,
testigos en primera fila de su fin...

Vieron como el Avatar de las profundidades cayo en la boca del volcan,
provocando explosiones y proyectando pedazos a lo largo y ancho de
Albur, y vieron renovada su esperanza...

No hay criatura en este mundo que no pueda perecer, y vosotros sereis
capaces de hayar la manera...

Las palabras de Ghiskhaft ahondaron en la conciencia de los Tvus, para
permanecer alli siempre...

Tendran la capacidad de encontrar el punto debil de sus enemigos, para
afrontar las batallas con ventaja, su capacidad de observacion y logica
serian las herramientas para llevar a cabo dicha tarea...

No habra debilidad que escape a vuestra comprensión...
 

La tierra aun lloraba la perdida de miles de vidas que hacia poco se habían perdido en lo que fue la primera guerra... todo aquel desastre había desajustado completamente el orden en la naturaleza... la vida en albur seguía intentando pasar pagina después de aquella tragedia... y el mundo parecía oscurecerse por momentos, mas ejércitos, mas ciudades... mas atrocidades y monstruos listos para sembrar el terror y la muerte... mientras, los dragones enloquecidos seguían en la falla escondidos...

Shenkis sobrevoló la creación con un pestañeo, si el mundo moría por momentos, alguien tendría que hacer algo... retrocedió hacia su pequeña zona de la creación, aquel lugar en el que de momento la guerra el odio o la muerte aun no había empezado, los bosques gigantes, primaverales y los jardines, donde sus creaciones vivían tan cerca unas de otras, sin llegar a conocerse, Busco a Kesastraza para mandarle una nueva misión.

Los Silvhos miraban con curiosidad al Neltheros, la gran montaña hacia pocos años que se había detenido en los bosques, y empezando aun a comprender como estaban la naturaleza, sentían curiosidad por aquel enorme ser, tan manso como gigantesco, que secretos escondería?...

Mientras los Shenkem seguían ajenos al mundo, sobrevolando la parte superior del Neltheros vivían en tranquilidad, destilando biotoxinas de las plantas cercanas para hacer sus pociones y sus medicinas, poco les importaba si la montaña estaba ahora sobre un bosque, caminando por el mar o simplemente quieta en un desierto, pero su líder había recibido hacia poco la visita de Kesastraza, le había entregado un fruto de Arkamath, pero no tendria que comerlo, ni re partirlo entre su gente, tendría que bajar del Neltheros y plantarlo delante del lugar que conecta la naturaleza con la divinidad.

Alisha Fue rápidamente en busca de un grupo de hostigadores de la sombra, y empezaron a armar a los Dracos, con sus sillas y placas, era la primera incursión que iban a hacer fuera del Neltheros, tenían que prepararse bien, dejarían la mayor parte del ejercito en la ciudad, las criaturas salvajes que rondan por la jungla del neltheros siguen siendo peligrosas, pero tampoco sabían que era lo que se iban a encontrar una vez descendieran de la gran montaña y se internaran en los bosques que ahora se abrian a sus pies, solo un cuarto del ejercito descenderia, escoltando a su líder por la espesura del bosque, en busca de un lugar sin descripción, sin forma, solo sabian que cuando Alisha llegara, lo reconocería.

La partida de exploración estaba preparada para salir, los dracos esperaban pacientes en las murallas junto a sus jinetes a que Alisha apareciera montada en su propio draco, cuando llego, el cielo se ensombreció durante un momento sobre la ciudad, y al pestañeo, el grupo de dracos había desaparecido de allí.

Mientras los silvhos patrullaban por los bosques, comprobando la pureza de estos, entrando en sintonia con los arboles y las plantas, cuando algo se agito en todo el bosque, como una pequeña corriente, rápidamente, todos los Silvhos quedaron avisados, algo se acercaba al bosque primaveral, pese a ser el bosque con peores condiciones respiratorias, algo se acercaba por el aire... algo que habia salido del Neltheros... algo que rugía y cortaba el viento mientras se acercaba... Todos los Silvhos corrieron hacia el altar, algunos no llegarían a tiempo, probablemente, solo los que se encontraban cerca del altar, estarían allí a tiempo para defenderlo si aquello llegaba con intenciones malignas... nadie les había avisado de lo que iba a ocurrir alli...

Alisha viro su draco, y toda la partida viro detras de ella, el bosque estaba cubierto por una tupida capa de arboles que impedía penetrarlo con los Dracos, busco algún claro donde poder aterrizar, pero no encontraba nada... finalmente opto por lo mas sensato que se le ocurrio, entrar volando al bosque gigantesco y aterrizar allí, la separacion de los grandes arboles, permitiria a los dracos poder entrar por un lateral y aterrizar allí... pero seguramente, tendrían que dejarlos allí y entrar a pie al bosque primaveral...
La partida de exploración entro en el bosque gigantesco, y como si de golpe la noche hubiera caído, sus ojos tardaron poco en acostumbrarse a la oscuridad, y aterrizaron en cuanto pudieron.

-Abrid los ojos hermanos, estamos en territorio desconocido... y por aqui no siento la llamada de la naturaleza... espero que la dragona sepa donde nos manda.... - el grupo preparo sus arcos y ballestas y camino hacia el bosque primaveral, nada mas entrar muchos de los Shenkem tuvieron que detenerse un momento y respirar lentamente, el aire empezaba a viciarse cada vez mas a cada paso que daban, poco tardaron en darse cuenta de que algo o alguien les observaba, no tuvieron problema en abrirse paso hacia la localización del altar, Alisha estaba convencida de que aquella era la dirección que entinan que seguir, y su grupo tenia una fe ciega en ella.

Cuando llegaron al Altar, el grupo se detubo, el claro era enorme y en el centro aquella escultura, que irradiaba vida... Alisha se acerco- este es el lugar hermanos... aquí es donde el fruto tiene que ser plantado.... así lo dijo Kesastraza...- y dejando sus armas y la bolsa en la que transportaba el fruto a un lado, comenzó a cavar con un pequeño cuchillo, pronto, un grupo de los Shenkem que venían con ella, se unió a ella, mientras, el resto vigilaba, cuando terminaron, Alisha se levanto  y cogió la bolsa, pero cuando fue a sacar el fruto, el grupo fue sorprendido por un gran numero de Silvhos que les rodearon.

- Quien osa entrar en los dominios de la diosa!?- pregunto uno de los Silvhos mas grandes.

- Mi nombre es Alisha Shemark, líder de los Shenkem, venimos en misión de la diosa....- contesto sin tono alguno de agresividad, aunque el grupo de Shenkem ya estaba con las armas en alto y los venenos preparados en ellas.

La discusión se alargo un rato, los Silvhos no tenían intención de luchar, pero si tenían que invocar a las fuerzas de la naturaleza para expulsar a los extranjeros, lo arian, hasta que Alisha saco el fruto del gran árbol, los Silvhos lo reconocieron rápidamente como algo divino y permitieron a los Shenkem explicarse bien y terminar su misión.

Cuando el fruto fue plantado nada ocurrió, y todos los presentes quedaron decepcionados, cuando empezaban a rendirse y sentirse engañados, un pequeño brote surgió de donde se había plantado el fruto,y  una pequeña flor de colores vivos y cambiantes surgió. los Silvhos explicaron a los Shenkem que deverian volver mas adelante, y darle tiempo a la planta a crecer, les escoltaron de nuevo hacia los dracos y se despidieron, con la promesa de volver todos los años a observar el desarrollo de la planta.

Pasados unos meses, Shenkis apareció en el altar, y explico a los silvhos el propósito de aquella planta, que ya tenia el tamaño de un árbol- hijos míos, este árbol, pronto crecerá, no sera tan grande como el que le engendro, pero sera lo suficientemente grande como para poder levantar una ciudad en el... y esta, sera vuestra ciudad, la que compartiréis con los Shenkem, a ellos se les anunciara, cuando deberan venir aquí, y vivir junto a vosotros, compartir el amor por la naturaleza y su vigilia, pero en estos oscuros tiempos, es preciso que busquéis apoyo en otros, mas tarde, se os mandara a otras ciudades, a difundir el don de la naturaleza....

Y así fue, como pasados un año y poco creció el gran árbol "taramath" y los Shenkem descendieron de nuevo, pudiendo aterrizar ahora si, en zonas habilitadas en el árbol para sus dracos, solo descendió una parte de los Shenkem, para no abandonar el Neltheros, dejando Askam como su principal ciudad y bastión.

Los silvhos se esforzaron en enseñarles el druidismo a los Shenkem para que les ayudasen con las partidas de vigilia en los bosques y asi las dos civilizaciones se unieron en una sola misión.

Ailnor le dijo a Khamal que deberían estar preparados para defender a los suyos como a todos los seres vivientes de Albur.

Así fue como el legado de Khamal continuo en Ovidia, donde los jóvenes jinetes de grifo comenzaron a entrenar montados en sus grifos, mejorando tanto su técnica de vuelo como su feroz destreza ofensiva. No lo hacían por ninguna razón, solo como un entrenamiento que les convertiría en diestros guerreros defensores de la justicia. Así fue como en Ovidia, se formo el primer ejercito de jinetes alados, defensores de la justicia por todo Albur, aquellos Har-Ail que ante cualquier injusticia o mandato de sus dioses llevarían a cabo la justicia con sus poderosos y fieles grifos.

Algo se movía por los Caminos de la Muerte. Algo grande, terrible, nefasto. Malvado.

Las demás almas se apuraban por dejarle paso. La terrible y grande bola de energía refulgía con un odio terrible, e inmortal.

Un tentáculo se deslizó hacia él, o tal vez desde él. El mundo no sería lo mismo sin su ausencia, pero sin embargo una fuerza divina lo arrastraba al más allá.

El terrible conjunto de odio se acercó a la Necrópolis, donde una máscara de hueso y piedra lo observó rebullir y moverse. 

- Libérame! exigió el Alma. Solo el silencio de aquella Llanura le contestó. La máscara de Yoonel era como una burla, en su eterna mueca sonriente.

- Déjame volver! Te ODIO! descargó el Alma. Y su fuerza del odio fue tan grande que ni el mismo Yradarkos podría contenerlo, pues el Alma había sido parte de la chispa de Pyaray. Lentamente, esa misma fuerza lo fue devolviendo al mundo, en contadas ocasiones, en momentos claves, allí donde el Odio fuera capaz de nublar todo otro sentimiento.

El Gran Á se paseó por Albur, pero vió que la Creación no era completa. En lugar de cooperar y construir, sus hijos, en mayor o menor medida, destruían. Destruían la tierra, el cielo, el mar, a ellos mismos y a sus Hijos.

Y eso no estaba bien.

El Gran Á, entonces, pasó por cada casa de un ser pensante, y le hizo un regalo. El regalo de pensar antes de hablar, y de hablar antes de actuar. El regalo de la contemplación.

Algunos lo miraron sabios y entendiendo en ello una reivindicación de un camino antiguo, como los Tvus. Otros los vieron como un posible futuro, como los Gigantes. Otros aceptaron el regalo intrigados y extrañados, como los Sirénidos. Unos pocos (o tal vez, unos muchos), construyeron a su alrededor un conjunto de ideales, como los Nayas. Otros, simplemente rieron huecamente y lo ignoraron, como los Esqueletos.

Pero en cada mano, en cada lugar que habitan los Seres de Albur, Á dejó una moneda. Una moneda tal que en su cara llevaba la Efigie de un Dragón, pues ellos eran los Hijos de Á. 

Y luego tomó entonces a sus Hijos que no habían anidado en la Grieta, y los hizo bellos, fuertes, terribles. Sabios, y lentos en enojarse. Los hizo verdaderos portentos de Albur. 

Es por ello que, en algunos lugares, al Gran Á se lo conoce como el Dios Dragón.

FIN DEL TURNO 13, SEGUNDA EDAD